— ¿Y piensas que me voy a quedar de brazos cruzados mientras te veo ir hacia tu final? — Lo que Yura había dicho me molestó, sus problemas eran también mis problemas. Mis palabras no eran vacías, había decidido estar junto a él aún si teníamos que enfrentar al mundo entero. — Si, tengo miedo, pero porque no quiero perderte, no lo soportaría. — Coloqué mis manos en sus hombros para después abrazarlo con cuidado, ya bastante mal lo había dejado el hijo de puta que se hacía llamar "su padre".
— Definitivamente soy lo peor que te pudo pasar... — Yura comenzó a llorar y me abrazó más fuerte. — Lo siento...
— La mejor mala decisión que tomé fue acercarme a ti. — También comencé a llorar, sabiendo que lo que venía sería difícil. — Te amo, Yura, mucho más de lo que crees.
— También te amo, Yuuri, más que a mí vida misma. — Dijo para finalmente unirnos en un beso que por muchas razones ajenas a nosotros, sabía amargo.
Mi relación con Yuri Plisetsky continuó de una forma casi tan extraña como comenzó. No es que fuéramos amigos cercanos para hablar sobre cosas íntimas como nuestros sueños y esperanzas de vida; pero tampoco éramos tan lejanos como para no saber lo que todos hablaban sobre nosotros, e incluso unas pocas cosas que podíamos observar del tiempo que pasábamos juntos.
Cosas que podrías encontrar en una rápida búsqueda de nuestros nombres en Google, principalmente, chismes. Y es que al ser hijo de uno de los más famosos empresarios rusos, Yuri era algo así como la versión masculina de Paris Hilton en su país. Era admirado por muchos — mayormente por su belleza, — pero al mismo tiempo las personas esperaban que cometiera un pequeño error para juzgarlo y condenarlo con sus palabras.
Afortunadamente para mí, era algo que jamás podría llegar a comprender, y no porque fuera perfecto — cosa que no pasaría ni en mis más utópicos sueños, siendo sincero — sino porque mis padres a pesar de sus múltiples ocupaciones me mantuvieron alejado de ese mundo, — poco faltó para que decidieran encerrarme en una caja de cristal lejos de todo el mundo. Además, se encargaron de que tuviera más ocupaciones de las que podía manejar para que no ocupará mi tiempo en cosas malas y me mantuviera alejado de los "espectáculos": la escuela — en cuanto a eso no hay discusión, por supuesto tenía que asistir, — clases de piano, inglés, finanzas; y después de que comencé a subir de peso gracias a la presión, el acoso por parte de mis compañeros — sin mencionar los genes, — y la ansiedad que me llevó a comer más de lo que mi cuerpo requería para mi edad; mis padres decidieron que era tiempo de que practicara algún deporte, así que la lista aumentó, también fui inscrito en artes marciales — aunque poco me ayudó con los bravucones en ese entonces y hasta ahora.
Pero aunque Yuri y yo fuéramos tan distintos, al mismo tiempo parecía que podíamos comprendernos perfectamente el uno al otro.
Sus padres viajaban todo el tiempo, a su corta edad ya vivía solo y parecía que sus padres no se preocupaban por él. En las pocas semanas que llevábamos de conocernos y pasar el día juntos, solo una vez había visto que le llamaran y al parecer era para reprenderlo por alguna razón que desconozco.
A mis ojos Yuri era una persona muy solitaria, a pesar de parecer extrovertido y ser bastante directo y audaz, algo me decía que ese no era el verdadero Yuri Plisetsky, que bajo esa corteza dura había alguien tan o más frágil que yo mismo.
En mi caso, aún con todo el cariño de mis padres y su preocupación por mí, siempre me sentí solo, por dentro yo era aún más blando de lo que podía parecer por fuera. No porque lo que las personas dijeran de mí me importará — ni siquiera sus agresiones físicas hacían mella sobre mí, — lo que realmente me afectaba es el pensamiento de que quizás tuvieran razón. Quizás yo no era tan bueno como me habían hecho creer, quizás solo era un "inútil con suerte" como tpdos solían decir. Quizás solo estaba dónde estaba por mi apellido y no porque realmente lo mereciera. Quizás yo no debería de existir...
Yuri pasaba la mayor parte del tiempo en mi casa, le gustaba que le cocinara comida típica de mi país, y curiosamente había encontrado su platillo favorito en el mío. En menos de un mes ya lo había comido al menos 5 veces, y habíamos creado una fusión de pirozhki y katsudon, lo cual había quedado sorprendentemente bien.
Todo parecía ir bien, llevábamos poco más de un mes con una rutina que en resumen era pasar todo el día juntos desde que salíamos de clases hasta ya entrada la noche. Al menos así era hasta que un día discutimos, esa sería nuestra primera discusión, y por poco la última.
— Katsudon, hay algo que aún no entiendo, ¿por qué te empeñas en decir algo de lo que ni siquiera yo mismo estoy seguro? — Me miró atentamente, dejando de comer para mirarme fijamente. — Es decir, hasta mi madre me describiría como un maldito hijo de puta, simplemente no entiendo en qué te basas para afirmar que hay algo bueno en mi.
— Es tan simple cómo que eres la única persona que ha hecho algo para defenderme, en toda mi vida nadie que no fuera de mi familia lo había hecho, y tú siendo un extraño ni siquiera lo dudaste. — Yuri se cruzó de brazos y alzó una ceja mirándome aún escéptico.
— Eso no tiene nada que ver, ya te expliqué una y mil veces que fue una forma de descargar mis frustraciones. — Rodó los ojos. — Y además, ¿siempre te han molestado? ¿por qué nunca hiciste nada al respecto? — Creí ver algo de fastidio en su mirada, lo que provocó en mí una sonrisa hastiada, por todas las veces que había escuchado eso en mi vida.
— ¿En serio crees que nunca hice nada?... — Solté en voz baja para después dejar salir una risa seca. — Lo único que logré haciendo algo contra el abuso, fue que las cosas empeorarán al grado de tener que cambiarme de escuela, los adultos dejaron de creerme y comenzaron a pensar que el problemático era yo. — Me había enfadado, y mucho, el que actualmente no hiciera nada contra Romanov era precisamente por lo que había vivido al defenderme. No es como si no pudiera partirle la cara yo mismo, simplemente quería evitar más problemas. — Tienes razón, no te conozco, pero tú tampoco a mi, menos aún como para afirmar que soy un imbécil que no puede hacer nada por sí mismo. — Aunque la mayoría del tiempo me sintiera de esa forma, en el fondo sabía que no era así y justo en ese momento esa parte de mi había decidido salir a la superficie, defendiéndome de una acusación no hecha.
— En ningún momento he dicho que eres un imbécil, mucho menos un inútil. — Yuri se defendió. — Además, si los adultos no hacían nada estabas en todo tu derecho de hacer algo y no deberías de sentirte culpable por ello. — Se levantó bruscamente de la mesa. — En mi vida ningún jodido adulto me hizo caso y yo mismo solucioné mis problemas como pude, aún si tuve que enfrentarme a todos, ¿Qué te detuvo a ti? ¿Decepcionar a mami y papi? Por favor...¿Qué mierda importa lo que piensen de ti? Tú deberías saber lo que vales realmente, a menos que realmente seas un idiota porque es lo que piensan de ti. — Me dio una última mirada y salió de mi departamento azotando la puerta.
Las palabras de Yuri me persiguieron por un buen tiempo.
¿Qué es lo que me había detenido realmente durante todo este tiempo?
¿Acaso había sido yo mismo?
¿Yo era mi peor enemigo?
Lo que pasó ese fin de semana cuando Yuri desapareció y creí que no regresaría de nuevo, fue lo que terminó de abrirme los ojos sobre el rumbo que había llevado mi vida desde que tenía uso de razón. Me hizo darme cuenta de quién era el que había hecho mi vida tan miserable.
