Si tuviera que elegir una palabra para describir el ambiente en el aire sería "oscuro". Al abrirse camino a la fortaleza, el entorno es claramente pesado y escalofriante, tienen muy presente que han fallado, y tendrán que enfrentarse a la reina Grimm.
Emerald se tensa al ver como Tyrian está parado en la entrada, como si los hubiera estado esperando mientras tiene una retorcida sonrisa dibujada en su rostro. El saludo burlón del fauno solo le produce nauseas y lucha por no tomar sus armas y hacer pedazos al arrogante lacayo de Salem.
—Por cierto ¿Dónde está nuestra querida Cinder?—la pregunta la lleva a paralizarse en su lugar, sintiendo la bilis subir por su garganta y la ira recorrer su sistema—¿Acaso nuestra querida doncella fue derrotada?—el veneno en su voz fue suficiente para que reaccionara con violencia, girándose hacia el fauno con sus armas desenvainadas, pero antes de siquiera poder lanzarse sobre el odioso fauno, fue detenida por Hazel, colocando una mano en su hombro. Ella cedió, pero no bajó sus brazos aún mientras sus ojos rojos miraban al escorpión —. Creo que tomaré eso como un sí—tarareo con venenosa diversión, para que después su mirada cambiara a una más seria y psicótica, que congeló a la de cabellos verdes —. Mi reina estará taan decepcionada...—el rostro de Tyrian se acercó cada vez más a ella, haciéndole sentir pánico y bajó sus armas al sentir como el temblor amenazaba con apoderarse de sus brazos —. Suerte con eso, querida—se enderezó de pronto, riendo histéricamente y esa acción solo provocó más miedo en Emerald, quien fue guiada de inmediato por el mismo Hazel para que continuaran caminando.
Ella cerró los ojos mientras seguían su camino, intentando tragarse el miedo, y pensar que Cinder volvería, que estará bien. Tiene que estar bien, ella fue la única persona que se preocupó por ella. Seguramente volvería. Volvería por ella... Pero, ¿y si estaba muerta?
Sacudió su cabeza con violencia, rompiendo aquel hilo de pensamientos y enfrentando lo siguiente que pasaría al ser llamados por Salem.
[...]
Está sola. La oscuridad es lo único que la rodea mientras se mantiene en el suelo, como si esperara a que algo sucediera. Esperando paciente, sin miedos ni dudas, solo espera.
"No lo terminé..."
Escucha una voz femenina muy familiar. Resuena en su cabeza.
"No acabe con ella"
Hay resentimiento en su tono, una ira incontrolable. Lo siente.
"¡No acabe con ella!"
Exclama con furia, y juraría que siente unas manos alrededor de su cuello, impidiendo que respire, pero no se inmuta de ello.
Pero tiene miedo por algo más, esas emociones las siente. Esa ira la siente. Ese resentimiento se clava en su corazón y hay un sabor amargo en su boca. Ella lo sabe, conoce esos sentimientos.
«"No, estoy enojada"»
Ruby abre sus ojos abruptamente, sentándose totalmente erguida en su cama mientras intenta estabilizar su respiración. El sudor se desliza por su frente, y algunos mechones se adhieren a la piel ante la humedad. Cuando finalmente logra que su aliento vuelva a la normalidad, aprieta sus dedos en el puente de su nariz, exhalando sonoramente.
Había una delgada línea entre los sentimientos que eran suyos entre los que no. Jamás ha sido buena para comprender temas tan complejos como son la magia, pero aquel sueño, no se sintió uno de los típicos sueños de Ruby Rose y parecía ser algo que no podía explicarse a si misma. Si, solía tener pesadillas, y estaba acostumbrada a calmarlas por sus propios medios, pero ese sueño, era como un vómito de sentimientos oscuros que no rozaban la tristeza o el miedo, esos sentimientos eran resentimiento, ira, furia, todo un puñado que se permitió sentir hace muy poco tiempo.
Cinder estuvo por herir a Jaune.
Weiss salió herida.
Emerald y Mercury estaban molestando a su hermana.
Lionheart los traicionó.
Raven estaba con ellos.
Sintió la bilis subir por su garganta y sacudió su cabeza violentamente. Intentó volver a enfocar su concentración de nuevo a su sueño, pero la culpa ante aquellos sentimientos se instala en su pecho. Finalmente cierra sus ojos y suspira, quizás debería detenerse por ahora, dejarlo de lado y recomponerse.
La azabache mira hacia la ventana, notando como la luz que entra es demasiado brillante y una interrogante aparece en su cabeza. Inmediatamente gira la cabeza a la puerta, viendo el reloj en la parte superior del umbral de la misma, notando que marcaba las 12 del mediodía.
Frunce el entrecejo y retira la sábana que está sobre su cuerpo, dándose cuenta de que vestía unos pantalones negros, además de una camisa de mangas largas blanca. Atribuyo que seguramente su hermana era responsable del cambio de vestuario, ya que muy claramente recordaba que cayó inconsciente en su cama en cuanto tocó el colchón. Inspeccionó con la mirada la habitación, notando que Crescent Rose estaba justo al lado de la puerta, recargada en la pared. Sonrió, ver a su bebé era satisfactorio en esos momentos.
—Bien—susurra con un destello de determinación brillando en sus ojos—. Hay que comenzar —la azabache al final se levanta de su cama, permitiendo que sus dedos sientan el frío del suelo, provocando un escalofrío en su cuerpo. Quizás debió pensarlo dos veces antes de levantarse descalza, pero decide ignorarlo y va en busca de su ropa que ha localizado en el mueble, doblada pulcramente, y la toma en sus manos. La idea de tomar un baño cruza por su mente y se apresura a salir de la habitación, abrazando la ropa contra su pecho mientras se dedica a llegar a su objetivo.
[...]
La clara decepción se irradia de Salem, quien les mira con toda la neutralidad del mundo, pero al tener su mirada sobre ellos Emerald siente como si filosos cuchillos apuntaran a su cuello. Cinder no está aquí, no tiene algún apoyo para poder enfrentar a la temeraria mujer, y no ayuda en nada que Mercury a su lado parezca igual de asustado que ella.
Quien toma la palabra finalmente es Hazel, asumiendo la responsabilidad cuando Salem ha preguntado quien ha sido el responsable de su fracaso, y puede definitivamente decir que el hombre es un suicida al responder tan fácilmente que era culpa de él, admirable, pero estúpido.
Emerald finalmente se atreve a levantar un poco la mirada para ver la expresión de la reina Grimm. Luce tan tranquila con su porte tan elegante, pero la mirada que tiene en Hazel es de pura decepción, y de pronto mira con horror como brazos de Grimm emergen a los pies del hombre, aprisionándolo contra el suelo. El miedo que corre por su sistema aumenta cuando nota como la mujer se acerca a pasos agraciados a ella, mirándola muy fijamente con frialdad, congelando su cuerpo y haciéndola presa del miedo, agachando la mirada cuando ella finalmente está a solos escasos centímetros.
—Emerald—se estremece ante su tono frío—, quiero que me digas de quien fue la culpa—hay exigencia en su tono, claramente no aceptara una respuesta errónea.
No quería renunciar a Cinder, ella fue la única que la apoyo, la única que mostró que le importaba. No podía simplemente traicionarla, pero el peso de la mirada de aquella escalofriante mujer simplemente rompía su voluntad, esa mujer era capaz de matarla ahí mismo si no decía la respuesta que quería escuchar.
—¡De Cinder!—responde de inmediato y con una opresión apoderándose de su pecho, la presión de aquella mujer sobre ella era escalofriante, aún si las palabras no salieran de sus labios—. Fallamos por culpa de Cinder—dijo finalmente derrotada, sintiendo la culpa golpearle el estómago, y la mano de Salem en su hombro solo la hace que la bilis suba por su garganta.
—Exactamente—una sonrisa se dibuja en su pálido rostro —. Quiero que aprendan de este fracaso al que los condujo Cinder—dijo la mujer con total satisfacción alejándose de ella. Emerald elevó la mirada de nuevo, observando como la mujer volvía a su antigua posición frente a ellos—, y que sus errores son la razón por la que ahora está muerta.
Sus pupilas se dilatan, su respiración se detiene por unos segundos y se desconecta de su alrededor. Aquellas palabras resonaron en sus oídos con violencia en su cabeza intentando tragarse el nudo en su garganta. No podía creer que Cinder estuviera muerta, ella no se dejaría asesinar con facilidad, es la doncella de otoño, ella debe estar esperando a recuperarse y después volver con ellos.
La voz de Hazel llega a sus oídos, aun si se siente desconectada escucha como el hombre menciona el nombre de Ozpin y que ha vuelto. Se atreve a elevar su mirada, solo para ver como una ira estremecedora irradia de los ojos rojos de la mujer.
Ni siquiera presta atención cuando Hazel la toma del hombro, guiándola al exterior de la habitación. Su mirada vuelve al interior mientras las puertas se cierran, y unos segundos después lo escucha, un grito aterrador junto al sonido del vidrio rompiéndose.
Cinder ya no está aquí.
El pensamiento vuelve a su mente, y en esos momentos, no tiene idea de que hará a partir de ahora. Cinder se ha ido, y no puede evitar sentirse de nuevo tan pérdida.
[...]
