Eraqus recuerda el día que Xehanort le declaró sus sentimientos en Scala ad caelum.
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La fiesta.
- Aqua: háblame de tu hogar.
A Terra y a Aqua les encantaba pasar las noches en el mirador. Pocas eran las que aceptaba acompañarlos, pues la observación de las estrellas me trasladaban a una época que añoraba. Pero hoy era una de esas noches que necesitaba su compañía, pues la soledad del dormitorio haría que las memorias atacaran despiadadamente a mi corazón.
- Apenas recuerdo nada – dijo -. Sólo una pequeña isla en la que solía ir a jugar. (*)
- ¿Y cómo era?
- Muy distinto a esto. El mar la rodeaba y la vegetación era mucho más verde y variada que la de aquí.
La llegada de Ventus hizo que despertaran las dudas de Terra sobre el mundo exterior. Pero el mayor no siguió el diálogo, como hubiera hecho años atrás, sino que se quedó pensativo mirando a las estrellas.
- ¿Cómo era Scala, Maestro? – preguntó al rato.
Tragué saliva. Si los había acompañado era para no recordar precisamente esos tiempos. Hablar de Scala ad caelum hacía que pequeñas agujas se clavaran en el corazón y que su voz me preguntara si no hubiera podido evitar la caída de Xehanort a la oscuridad.
- Era una ciudad muy bonita, también rodeada de mar.
Terra se incorporó del suelo y me miró con curiosidad y las mejillas levemente sonrojadas al darse cuenta que no quería hablar más del tema. Aqua le tiró de un brazo y le susurró una pequeña reprimenda.
- Los edificios eran de dos o tres plantas y estaban construidos en la ladera del castillo dónde vivíamos los portadores de la Llave Espada – continué empleando las fuerzas necesarias, pues no quería dejar a Terra sin respuesta -. Entre ellos había un mercado de frutas, verduras, pasteles, golosinas y objetos artesanales que construían los habitantes del lugar. Era el punto de encuentro de todos nosotros en nuestro tiempo libre. Pasábamos innombrables horas en él, tomando chucherías o bien hablando con los tenderos. Nos gustaba ir de noche, cuando los puestos se transformaban en amplías terrazas donde servían unas pizzas y una carne buenísimas. A veces, la música inundaba el lugar, y las noches podían ser más largas que los días.
Cerré los ojos, escuchando la melodía de los instrumentos y oliendo el cerdo y las verduras asadas. En una de esas noches, Vor me tomó de la mano, y con su gran sonrisa me invitó a bailar.
- ¡Eraqus! ¡Esta canción es muy divertida! – chilló.
La niña me sacó en medio de la pista y la seguí con el ritmo de la música. Bailé con ella, dejándome llevar por su entusiasmo, su risa, sus bromas y su alegría. Un paso, otro paso, y éramos los reyes de la pista. Nuestros compañeros aplaudían y los otros portadores y habitantes nos miraban con brillo de festividad en sus ojos. Rápidamente, Bragi sacó a una sonrojada Urd mientras que Baldr empujaba a Hermod por la espalda para añadirse al baile.
Unas chicas de la clase superior se añadieron con la mirada chispeante y la sonrisa de haber reído demasiado durante la noche. Nos cambiábamos de pareja y la música era cada vez más alta y animada. Rápidamente, todos los portadores, a excepción de uno, bailaba y reía. Xehanort era el único que se quedó sentado en la banqueta, con las piernas cruzadas y una pequeña sonrisa, mientras observaba como el resto se divertía.
- ¡Vamos, Xehanort! – invitó Vor moviendo enérgicamente el brazo.
- No, no… Os aguaría la fiesta – sonrió con las manos a modo de barrera.
Las excusas de Xehanort quedaron en el ambiente cuando la benjamina de la clase se lanzó a por él y lo arrastró de un brazo hacía mí.
- Estás deseándolo – zanjó.
La niña enlazó nuestras manos y desapareció guiñándome el ojo. Suspiré y agradecí que mi sonrojo se camuflara con las luces del lugar. Nos movimos al son de la música, o al menos yo, pues mi compañero era totalmente arrítmico. Me reí por dentro al encontrar que había algo que su inteligencia no podía suplir.
- ¡Eh, mirad quién se ha unido a la fiesta! – gritó Bragi.
- ¡Xehanort! – chilló la hermana de Baldr con una gran sonrisa.
- ¡Xehanort! – dijeron otras chicas con los ojos fijos en él.
Xehanort me miró, implorándome huir de la situación, y entonces, lo tomé de los brazos e hice un complicado giro que pegaba totalmente con la música.
- Chicas: ahora es mío – dije con voz segura y guiñándoles el ojo.
- ¡Oh…! – exclamaron con falsa decepción en sus voces.
- Siempre fue tuyo – dijo Vor con una sonrisa maliciosa.
Eso hizo que mis piernas temblaran y que me tapara la cara con una de las mangas de la túnica. No quise ver qué reacción tuvo mi compañero, pero sí que escuché varias risas a mi alrededor.
- ¡El cagón tardón también es el vergonzoso bailón! – se burló Bragi.
Noté su brazo alrededor mío y un pequeño tirón por el lado opuesto. Hice fuerza hacía el tirón: no me apetecía lidiar con Bragi y al abrir los ojos vi que me encontraba siguiendo los pasos de la música con una sonriente Urd.
- Son malos, ¿eh? – dijo la chica tomándome de la mano para hacer una elegante vuelta.
- Se pasan – admití buscando con la mirada a Xehanort.
Él tuvo peor suerte que la mía y su compañera de baile fue la hermana de Baldr. Seguro que su actitud desvergonzada estaría haciéndole pasar un mal rato.
- Vamos, Eraqus: todo el mundo lo sabe – dijo con una pequeña sonrisa. La miré a sus ojos ámbar, con una mezcla de curiosidad y sorpresa -. Xehanort y tú os gustáis.
- ¿Qué dices? – intenté negar notando que las mejillas estaban más calientes.
- ¡Oh! – rió, escondiendo sus labios bajo el cuello de su capa -. No vayas a negármelo, cagón tardón: te gustaría besarle.
¡No podía ser tan evidente! La miré contrariado, soltándola de las manos y viendo que su sonrisa se ampliaba bajo su capa. Urd se llevó sus manos hacía la cara y luego me señaló al puesto de bebidas.
- Quizás te hace falta un pequeño empujón.
- No necesito cerveza ni vino – negué al ver que clase de encerrona me iba a hacer -. Además: somos menores. El Maestro Odín…
- ¡Venga! – me interrumpió dándome una palmada en la espalda -. ¿Vas a venirme con estas ahora? El cagón tardón, el primero en saltarse las normas, ahora es el alumno ejemplar que no ha hecho nada.
La asesiné con la mirada y volví a buscar a Xehanort. Ya no estaba en la pista de baile, sino que apareció tras de nosotros, con un par de vasos en la mano. Su mirada tenía algo que no había visto jamás.
- Toma, Eraqus: seguro que te gusta – me ofreció.
Urd me dio un codazo, me guiñó un ojo y saludó a la hermana de Baldr y a Baldr que se encontraban detrás de Xehanort cuchicheando entre ellos. Al agarrar el vaso, me di cuenta que detrás de Baldr también estaba Vor.
- ¿Qué es? – pregunté.
- Bebe – dijo casi en una orden.
Noté el sabor dulce a uva con tintes a verano. El vino era rico, muy parecido al primero que tomé con Xehanort en nuestra curiosidad para saber a qué sabían esas bebidas que tomaban los mayores.
- Se parece al que probamos – contesté tomando otro sorbo.
- Vayamos a otro lugar – pidió agarrándome la mano.
Nos abrimos paso entre la gente y vi que Urd fue a guardar cola en el puesto de bebidas al lado de un sonrojado Hermod y que Vor y Baldr susurraban entre ellos ya sin la compañía de su hermana. Ésta se había puesto a bailar con un atractivo compañero de su clase. Antes de desaparecer del mercado, vimos que Bragi bailaba con una chica alumna del Maestro Yen Sid, de ojos saltones y cara risueña.
- ¿Qué tal el baile? – pregunté una vez que el silencio se anteponía al ruido de las voces y la música.
- Prefiero el ajedrez – rió Xehanort con una pose más relajada.
Me reí automáticamente por la respuesta.
- La verdad es que no se te da bien – admití mirándole directamente a los ojos.
- ¡Eh! – se quejó, aunque no intentó negar lo obvio.
Caminamos por las calles vacías de Scala ad caelum, bebiendo el vaso en silencio.
- Quizás deberíamos terminarnos esto antes de subir y que nos descubran – observé al ver que nos habíamos encaminado hacía el castillo.
- ¿Desde cuando te interesan las normas? – preguntó con voz risueña.
Xehanort invocó su Llave Espada, una Estrella Fugaz igual que la del resto, pues todavía no nos dio tiempo a desarrollar nuestra fuerza para que la Llave Espada se manifestara con una forma personalizada. La dirigió hacía el ático del castillo y me agarró de la cintura antes de ejecutar su tiro certero. Xehanort fue el primero de todos nosotros en aprender esa habilidad, y casi me da un infarto cuando me dejó en el tejado del castillo con la misma elegancia con la que eliminaba las fichas de ajedrez.
- Así no nos descubrirán – zanjó brindando al aire y tomando un sorbo.
No me quedó más remedio que imitarlo. Scala ad caelum desde allí se veía hermosa. Los pequeños edificios blancos, albergaban pequeñas luces doradas de los habitantes que regresaban a cuenta gotas de la fiesta. Si miraba a la derecha, podía ver el gran foco de luces y música y me pregunté qué estarían comentando ahora nuestros compañeros. Xehanort observaba a mi lado todos esos elementos, en silencio, y en un momento dado, me tomó de la mano y me la apretó.
- Nunca esperé conocer un sitio así – confesó.
Lo miré con curiosidad, pero él no me la devolvió.
- Las Islas son aburridas y ni siquiera tengo un punto tan alto para observar el archipiélago.
- Seguro que lo hay – contesté observando su perfil, recto, y los ojos grises, tranquilos y demasiado sabios para un chico de quince años.
En ese momento me devolvió la mirada y una sonrisa más dulce que el vino que acabábamos de tomar apareció en su rostro.
- Aunque lo hubiera, en las Islas no existe la persona perfecta para compartir un momento así. En cambio, en Scala, podría pasarme las noches contigo viendo el horizonte desde aquí.
Si el tiro certero de Xehanort casi me da un infarto, las palabras que acababa de pronunciar casi hicieron que me cayera del tejado del castillo. De hecho, Xehanort tuvo que sujetarme bien para que no lo hiciera, y cuando volví a mirarlo, sus ojos brillaron con fuerza, viéndose enormemente bellos con el rubor que apareció en sus mejillas.
- Te quiero, Eraqus.
No me dio tiempo a reaccionar cuando saboreé la dulzura del amor con mis propios labios. Mentiría si el beso fuera perfecto, pues los sucesivos me harían ver que aquel primer beso fue húmedo y torpe y lleno de dudas por parte de ambos. Pero también mentiría si dijera que fue el peor, pues la alegría de sentirlo por primera vez la iba a recordar hasta el día de mi muerte.
Lloré, al regresar mi mente a Tierra de Partida, al darme cuenta que esos momentos ya no se repetirían de nuevo. Al ver que a pesar que Xehanort había regresado de su periplo, se hundió tanto en la oscuridad que poca humanidad y pocos sentimientos quedaban en su corazón. Había decidido observar las estrellas con Terra y Aqua, y la pregunta de Terra provocó lo que quise evitar en la solitud de mi dormitorio, pues de hecho, ese día, era el aniversario de aquel beso.
Fue la primera vez que lloré delante de mis aprendices. Terra y Aqua se miraron entre si, y se acercaron con dudas. Ninguno de los dos estaba preparado para consolar a su maestro, y torpemente, apoyaron sus manos en mis hombros, buscando las palabras adecuadas lanzándose miradas preocupadas entre sí.
- No os preocupéis por vuestro viejo Maestro – les dije apretándoselas -. La vida pasada me atormenta y no puedo evitar acordarme de ciertas cosas.
- ¿Infelices? – se atrevió a hablar Aqua.
- Felices – contesté mirándola a los ojos con la mejor de mis sonrisas.
Aqua asintió de una cabezada y vi en Terra el arrepentimiento en sus ojos.
- Terra: no has hecho nada malo.
- Lo hice – contestó, con el rostro serio y el cuerpo firme -. Si no le hubiera preguntado por Scala…
- Las dudas debes de preguntarlas siempre y jamás guardarlas en el corazón.
- Pero usted… Usted… - quiso replicar, sin atreverse a hacer la obvia observación de que su Maestro seguía llorando.
- ¿Estoy llorando? – pregunté con una pequeña risa.
Terra sacudió la cabeza y miró hacía otro lado, como si el hecho de llorar le diera un grado de vergüenza. Suspiré, pues tenía demasiado que trabajar con el chico.
- Aqua, ¿Podrías revisar si Ventus se encuentra dormido? – pedí a la menor de mis aprendices -. Me preocupa que el chico se despierte y no nos encuentre.
- Claro – asintió con los ojos cargados de inteligencia.
Aqua había comprendido que necesitaba ese momento con Terra sin necesidad de contárselo. Desde luego, la inteligencia era un factor de los oriundos de las Islas del Destino.
- Terra, ¿Por qué no puedes decirme que estoy llorando? – le pregunté una vez que Aqua se quedó lo suficientemente lejos.
Terra se sonrojó y miró hacía el césped, moviendo nerviosamente los pulgares entre sí.
- Es una debilidad… Señor – admitió.
Lo temía. El orgulloso Terra jamás podía imaginar que su Maestro era débil. Eso me hacía recordar las palabras de Xehanort, años atrás, cuando coincidió con el pequeño Terra y me confesó ver la oscuridad en él.
- ¿Por qué piensas eso? – pregunté secándomelas -. ¿Acaso tú no lloras?
Terra se mordió el labio y quiso negar con la cabeza. Pero la mirada que le lancé hizo replanteárselo y mirarme como un cordero degollado.
- Llorarás muchas veces, Terra. Por desgracia, el mundo exterior está lleno de peligros y mi protección bajo Tierra de Partida no será eterna. Te enfrentarás a sucesos trágicos y a otros que no podrás evitar, pues el destino, caprichoso y cruel, nos enseña a que la felicidad es una pequeña e insignificante parte de lo que forma el mundo. ¿Cuántas veces has llorado por no poder conocer a tus padres? ¿Cuántas veces lo has hecho al ver que los niños de Tierra de Partida te rechazaban? ¿Cuánto has llorado al ver que no sabías relacionarte con Aqua?
- Era un… niño – se excusó con voz avergonzada.
Me levanté y apoyé las manos en sus hombros. Con un gesto, hice que me mirara directamente a los ojos.
- No nos hace más valientes, sino más cobardes, no llorar y no admitir nuestra debilidad. No nos hace más sabios, sino más ignorantes, clamar a los cuatro vientos que somos más fuertes que el resto. Esto es el inicio de un aprendizaje, Terra. La Maestría es un punto de partida a todo lo que nos depara la vida.
- Pero… usted es valiente, Maestro. Usted no llora, ni admite que no puede contra algo – replicó con un hilo de voz, mirándome a los ojos.
- Siempre me consideré un cobarde, Terra – sonreí -. Pues es esa cobardía la que ha hecho que no vaya a mi dormitorio a descansar y me quede con vosotros a ver las estrellas. No quería enfrentarme a las memorias que me he enfrentado tras tu pregunta, pues el dolor que siento es tan grande que me da miedo recordarlo.
Terra me miró sorprendido y con la boca abierta, sin esperarse esa confesión por parte mía. Todavía tenía mucho que aprender, y esperaba que la vida no fuera tan cruel con él de la misma forma que lo fue conmigo. Pero Xehanort estaba allí, y su maldito plan de recuperar las cosas tal y como eran no se había esfumado. Y tarde o temprano, nos tocaría involucrarnos en sus planes, pues tarde o temprano, implicarían la destrucción del mundo tal y como lo conocemos.
Lo abracé, pues no quería perderlo, de la misma forma que perdí a Xehanort. Terra tenía un corazón tan puro y noble que no podía dejar que su oscuridad lo devorara de la misma forma que devoró el corazón de Xehanort.
- Lo siento, Maestro – susurró hundiendo su rostro en el hombro -. A veces, soy demasiado terco.
Le acaricié el cabello antes de separarme de él y besarlo en la frente. No iba a perderlo.
- Debes de prometerme que aprenderás la lección de hoy, ¿de acuerdo?
- Se lo prometo.
Y esta vez, fue él quién me abrazó. A Terra todavía le costaba expresar sus sentimientos, pero sabía, por la intensidad del abrazo y por cómo volvió a hundir el rostro en mi cuello, que se arrepentía enormemente de su actitud.
NOTAS
- En esta serie de fics, Aqua es oriunda de Islas del Destino. Al igual que Kairi, Aqua tiene pocos recuerdos de su lugar de origen a pesar de haber vivido en él durante sus primeros años de vida.
- Posiblemente, vaya a cerrar esta serie de fics en un par de capítulos más.
