IV

Una vez se deshicieron de Madara, las cosas fueron viento en popa, solo que no conocían los avances del vapor, por lo que sería más correcto decir que las cosas iban a caballo, como a caballo se irían al traste, como saltando por un barranco. Todos habían decidido olvidar a Madara, especialmente su propio Clan, y como decíamos, las cosas iban bien. Las relaciones, que tan consistentemente había saboteado Madara con su terror en las sombras, empezaron a mejorar. Hashirama, ya como Lord Primer Hokage, había aceptado que no todos los clanes les buscarían, que sería peor intentar obligarlos a unírseles como abiertamente había propuesto Madara e intentado en secreto, y que muchos se agruparían en sus propios intentos de imitarlos, simpáticos y algo descuidados. Ya sin su problemático camarada, podía acercarse a conversar calmadamente.

—Con esto iniciaremos una época de paz y amor, guiada por la vigorosa llama del valor —Hashirama solía recurrir a estos ardides para escapar del rendimiento de cuentas ante los clanes.

El joven líder del clan Hyuga, Hiei, un muchachito de lechosa mirada inocente y negrísima cabellera, solía regocijarse en esta palabrería barata, lo que causaba la indignación de los viejos de las ramas secundarias. Eran muy conscientes de la necesidad de la alianza, y la importancia que representaba el Byakugan para los Senju, pero tras la muerte del Patriarca, los Senju se habían apoderado de la caravana ninja, casi tratando de ahijado a Hiei.

Por su lado, los fornidos Sarutobi, dirigidos por el buenmozo Sasuke, y los secretistas Uzumaki de rama menor eran los únicos que tenían permitido escoltar al Hokage en sus baños de popularidad, jugando con niños que no tenía claro de dónde habían salido pero que vivían felizmente en su Aldea. Quizás los llevaba a ver el Teatro de Sombras de los Nara, y más tarde les invitaba una comida pantagruélica en el Comedor de los Akimichi, pero solía esquivar las adivinaciones exactas de los Yamanaka, y prefería los designios ambiguos que las damas Uzumaki revelaban en chismes peinando los cabellos de su matriarca. Quizás recibía un informe irrelevante de los Inuzuka, a los que había puesto a resguardar las fronteras, y que en los días lluviosos y de bajas temperaturas habían forjado una interesante amistad con los Aburame, que parasitaban y desparasitaban a sus bestias.

Era, de forma rústica e imperceptible, un gobierno antojadizo y despótico el del Primer Hokage, donde este imponía su sentimentalismo sobre los fríos cálculos de su hermano, el único capaz de tutearlo a estas alturas.

—Oye, debemos capturar al Kyubi antes que los de la Nube lo hagan —Tobirama imponía sus palmas sobre la mesa circular del Hokage.

—Ah, no exageres, Tobi.

—¿Acaso no atiendes los informes que te doy? —Rabió Tobirama—, esos piel tostada están armando un gran ejército, y esos vagabundos de las arenas buscan al Shukaku, por no hablar que ese viejo loco de la Niebla cree que puede monopolizar los puertos...

—Bueno, podrás comunicarles todo lo que te preocupa cuando los veamos —respondió Hashirama, ciertamente aburrido.

—¿Qué? ¿Qué estás hablando?

—He organizado una reunión. Cuatro líderes ninjas vendrán a Konoha.

—¡¿Cómo puedes ser tan irresponsable?! ¡Verán la Aldea!

—Sí... Y cuando la vean se les quitarán las ganas de guerrear.

—Pero...

—¡Ya basta, Tobirama! —Exclamó lleno de autoridad—, Tu Lord Hokage ha hablado.

Tobirama respiró, se formó y obedeció.

La Cumbre llegó. Konoha dio un gran e imponente recibimiento militar, exponiendo apenas una fracción de su poder ninja, dejándoles saber en todo momento que los invitados estaban vigilados y casi hecho prisioneros.

Eran: El Primer Lord Mizukage de la Aldea Oculta entre la Niebla, el viejo loco Byakuren que había agrupado a un conjunto de clanes marginados en las costas, y venía con su guardaespaldas Mizaki Kaguya, uno de los líderes de ese clan tan peculiar y preocupante. El Primer Lord Raikage de la Aldea Oculta entre las Nubes, un alto moreno alegre de frondoso afro que respondía al sigiloso nombre de J, y era protegido por su hermano menor, un hombre agarrado y de corte extravagante que respondía a K. También estaba el Primer Lord Kazekage de la Aldea Oculta en la Arena, un joven catiro de mechones aéreos llamado Reto del Desierto, que era resguardado por un hombre calvo de mirada sospechosa llamado Shamon, líder de los Dragones Asesinos de la Arena Negra, diferenciado e intimidante con su tatuaje de dragón de la cabeza, cuya pata negra capturaba su ojo y le fastidiaba mucho. Finalmente, llegó Primer Lord Tsuchikage Ishikawa del Clan Tsuchigumo, un hombre mayor de barbas grises y expresión de mala vida sexual, y era acompañado por el más peculiar de los hombres, lleno de vendajes, descalzo, como una suerte de momia enfadada, un siniestro ídolo de las técnicas secretas, Mu.

Ya en la sala, la primera discusión surgió a partir del color de los sombreros que llevaron. El Kazekage reclamó al Mizukage el por qué usaba el azul, si era evidente que le pertenecía a él. ¿Cocha Pacha? Habló Byakuren, y Reto explicó que el Viento era Azul, y los otros aclararon que en realidad el Cielo era el Azul, y el Cielo cubre a todos los ninjas, pero que en cambio el Mar era propio del País del Agua, y este sí era Azul y le correspondía por ello al Mizukage. Reto intentó explicar quién le había gachado el color a quien, si el cielo al mar o el mar al cielo, pero los Kages ya habían acordado que el sombrero del Mizukage era de un azul más fuerte y oscuro, mientras que el del Kazekage era más suavecito, y es que era que lo había lavado antes de salir de Suna. Consideró entonces cambiar el azul del sombrero por el verde de Kazejin, pero el Tsuchikage interpuso una queja, ya que él usaba el verde por los bosques y la hierba que abundan en la mansa Tierra. Para no dejar que la discusión se convirtiera en asunto de estado, Hashirama decidió comenzar la reunión de una vez.

—Bienvenidos, colegas —Hashirama se sentó en la mesa especialmente cortada como un pentágono—, muchas gracias por aceptar esta reunión —dijo antes de hacer una reverencia que estampase su frente contra la madera.

Tobirama se llevó la palma a la cara.

—Sin duda ha hecho un gran trabajo en su Aldea, Lord Hokage, Jo —habló el Primer Raikage—, estoy impresionado, lo admito, usted debería visitarnos pronto, Jo, no nos hemos quedado atrás...

Pero su hermano K se le acercaba y le susurraba, concluyendo su habla.

—Llegaron informaciones sobre la salida del líder Uchiha —habló Reto el Primer Kazekage—, Madara no era nada despreciable, ¿teme una venganza acaso, o estamos aquí para que nos comparta los secretos de ese clan maldito?

—No es necesario que respondas, Hashirama —habló Tobirama.

—Sospechoso, muy sospechoso, sí, sí —hablaba el Primer Mizukage.

—Los he llamado a todos aquí —habló Hashirama al fin—, porque creo que hemos crecido lo suficiente como para considerar una Alianza Total de los Shinobis, para darle fin a tantas generaciones de matanzas.

—No han sido tantas —dijo el Primer Mizukage, y tenía razón.

—Lo que Lord Mizukage quiere decir —habló Mizaki, calmado y con los ojos cerrados—, es que los Ninjas tienen cuentas pendientes que no desaparecerán bajo bonitas palabras de un futuro mejor.

—No, pero tal vez sí mengüen bajo la promesa del progreso.

—Jo, me gusta la idea, ósea, no lo tomen a mal —habla J—, está bien todo eso de ser guerreros y la dignidad, pero si tuviéramos unidos, no sé, piénselo, me gusta la música, mi nombre es J, ¿eh, qué pasa, hermanito?

—¿Realmente cree que somos tan inocentes? —cuestionó Ishikawa Primer Lord Tsuchikage—, algunos de nosotros no tenemos el cerebro de adorno, ¿sabe, Primer Hokage?

—Jo, ¿a quién se referirá?

—Una Alianza Total pero bajo la supremacía de la Hoja, ¿cierto? ¿Qué le hace pensar que nos plegaremos tan gentilmente a su "inocente invitación"? Tenemos culturas diferentes, pensamos de forma diferente, y por lo mismo, buscamos cosas diferentes...

—Pero todos respiramos el aire de este mundo, y comemos los frutos de la misma tierra, y todos tenemos hijos y queremos velar por el futuro de ellos... ¿Realmente quieren un mundo donde no tengan más opción que odiarse y matarse?

—Sí —respondieron al unísono.

—Lord Hokage —prosiguió Ishikawa—, sus palabras son muy bonitas, pero mi villa no se alimenta de esperanza, sino de guerra. ¿Qué sentido tiene lo que usted propone? ¿Cómo reaccionarían los Señores...?

—Por eso les estoy proponiendo esto —se puso de pie Hashirama—, abandonemos a los Feudales, dejemos de hacerles los mandados, impulsemos nuestro propio sistema Ninja, creemos un mundo diferente para nuestros hijos...

Ante eso, se impuso un gran silencio en la sala. Tobirama inspeccionaba las expresiones de cada Kage, que hasta parecían considerar la propuesta.

—Es una locura —habló Lord Mizukage—, una locura les digo.

—¿Qué nos espera sin los ingresos de los Feudales? —intervino Reto Lord Kazekage—, hambre, pobreza, sonambulismo...

—Jo, me gusta la idea, pero es como muy eh, y habría que hacer esto, y lo otro, y no sé, como que es mucho trabajo...

Ishikawa Tsuchigumo, Primer Lord Tsuchikage, respiró tranquilo.

—Como ve, Lord Hokage, su propuesta es ridícula.

—Por favor, les pido que piensen en El Sabio de los Seis Caminos —habló Hashirama, con un tono suplicatorio que Tobirama no soportaba—, él soñaba con un pueblo Shinobi unido.

—Ja —se burló Ishikawa—, cuentos para niños a los que un Kage no debería prestar tanta atención... Si esto es todo cuanto tenía que decir, Lord Hokage, deje decirle que me siento decepcionado.

—Hay algo más —habló Tobirama con firmeza, y aunque no debieran escucharle, los Kage se detuvieron y prestaron atención—, sabemos que están buscando a los Bijus.

—¿Qué dice? Las payasadas son de familia, ¿cierto?

—Sabemos que si consiguen esos Bijus, los usarán contra Konoha. Quiero que tengan claro que eso nunca les funcionará, y si lo intentan pueden esperar una brutal represalia.

—Lo que mi hermanito quiere decir es que podemos unirnos y dar caza a los Bijus todos juntos. Así finalmente acabaremos con esos monstruos que han atemorizado por tanto tiempo a los Shinobis, sean del clan que sean. —Hashirama río para agregar tranquilidad a la escena.

Los otros líderes sopesaron las palabras e intercambiaron susurros con sus acompañantes. El 1er Tsuchikage se levantó.

—No hay trato.

Y Tobirama retomó la palabra antes que su hermano.

—Solo diré esto una vez —enserió todavía más si es posible la mirada, y una inmensa presión espiritual inundó el salón, poniendo en alerta a todos los Kages y sus guardaespaldas—. Cesen en su cacería de Bijus, o nosotros los cazaremos a ustedes.