Como vuela el tiempo y si no me recuerdan se me va la onda de que tengo que continuar jajaja. ¡Hola! Deben de agradecerle a kaoru-sakura que si no me jinetea me tardo años en seguir, pero heme aquí cumpliendo mi palabra. Muchas gracias por sus reviews a javiera4150, kaoru-sakura y Lu-Sun ToT ¡Las adoro chicas gracias por leerme!

Pd. ¿Te acuerdas Kaoru que te dije que tendría que pasar una intervención? ¡Buenooo aquí esta!

¡Que lo disfruten y gracias por apoyarme en esta loca historia!

Los personajes le pertenecen a Masashi Kisimoto

Capítulo 4: Extendiendo la mano al cielo

"Le debes una disculpa a tu madre."

Arrojó su móvil hacia la mesa de noche. De todo el mundo que pudo contactarla, el que menos quería saber de su existencia fue el primero en reclamarle. Solo por ser su padre no tenía el derecho de exigirle algo, pues en primer lugar él protagonizaba la razón por la que se peleó con ella. El hecho de que quisiera meterse en sus asuntos le volvía más insoportable su existencia. Incluso fue su culpa que estuviera metida hasta el cuello en el hoyo que se encontraba. Una pisca de desesperación fue suficiente para orillarla a que se expusiera deliberadamente a las garras de ese ente, quien ahora estaba jugando con su vida entre sus dedos. Si tan solo hubiera… Apretó sus párpados deteniendo en seco sus lúgubres pensamientos.

Podía proclamarse como una persona fuerte, pero cuando se trataba de dedicarle oscuros deseos a su progenitor se mordía la lengua. Aunque le doliera admitirlo una parte muy dentro de ella se aliviaba que él siguiera presente. Inhaló profundo, reconociendo que la dirección de sus pensamientos tendía a desviarse. A consecuencia de sus pocas horas de reposo, estaba irritable y estallaba con el más mínimo roce. Haciendo que el último día donde pudo tener un descanso profundo pareciera lejano. Extrañaba no tener que estar al borde siempre para estar atenta por si algo la atacaba o cuando no sentía esa constante incomodidad de la pesada mirada que no la dejaba. Obligándola a que pensara cada detalle de su vida, desgastándose en los "que hubiera" y en los "qué tal si" en vez de permitir que su cerebro estuviese en paz.

Antes de que comenzaran sus clases, Temari le susurró a Karin que se encontraba a sus espaldas.

— Oye, ¿recuerdas que me contaste sobre unas pastillas que te ayudaron a dormir mejor? —La pelirroja solo alzó la mirada de su móvil—. Me preguntaba si aún tenías algunas.

La Uzumaki frunció el ceño y entrecerró sus párpados. Era evidente en el rostro de la Sabaku las horas acumuladas de insomnio con las que cargaba. Algo vacilante la observó con los labios torcidos, se resignó con un suspiro y buscó dentro de su mochila.

— Si —de una caja rectangular sacó un blíster que contenía tres pastillas y se las dio a la rubia—. Toma media pastilla, pues es un medicamento muy fuerte. Si has de tomarlo de preferencia que sea en fin de semana para que no te quedes dormida y termines perdiendo clase.

— ¡Gracias! —Exhaló con alivio la de los cansados orbes aquamarina—. ¡Te ganaste el cielo!

La pelirroja sonrió complacida y alzó un hombro.

— Lo sé. Soy lo mejor que te ha pasado —cambió su expresión a una más seria—. Solo no vayas a abusar de eso.

— ¡Prometido!

Temari hizo todo un ritual para mentalizarse y facilitar su descanso: se puso su pijama más cómoda, arregló su cabello para que no le estorbara, lavó su rostro y se metió debajo de sus sábanas. Tomó el blíster y lo observó recordando las palabras de su amiga. "Solo media pastilla". Sacó una del empaque para evaluarla. ¿Y si no hacia efecto? Los nervios de no poder lograr su cometido volvieron a presionarla, temiendo que cualquier desperfecto fuera a privarla de aquello que tanto necesitaba. Tomó su vaso con agua, colocó una pastilla entera en su boca y tragó del cristalino líquido para pasársela. Dejo el vaso a un lado de su cama, apagó la luz y se recostó. Cerró los ojos, expectante de poder descansar esa noche. Tuvieron que pasar quince minutos de silencio para que ya sintiera aquella pesadez que su conciencia tanto extrañaba.

— Wow. Tomaste más de la dosis recomendada. —Abrió sus ojos en un instante.

Aquella silueta que le habló estaba junto a la ventana, cuyo contorno era iluminado por la luna llena de esa noche. Estaba contemplándola desde las sombras como solía hacerlo, con una postura relajada y con los brazos cruzados. Temari se sentó en su cama inmediatamente a pesar de que sus párpados ya le pesaban. Discretamente arrastró su mano debajo de su almohada alcanzando la lámpara que compró en la tienda de autodefensa, recogió sus rodillas y las abrazó sin soltar el metálico objeto. No iba a despegarle la mirada de encima. Justo cuando se disponía a dormir él apareció solo para atormentarla, quien continuó siendo uno con las sombras, observándola meticulosamente. Mientras que la chica comenzó a cabecear en su lugar.

"Maldito seas," pensó la rubia luchando desesperadamente por mantenerse consiente. Para su desgracia el químico del fármaco la estaba adormilando. La rubia acomodó su mentón sobre sus rodillas, tallándose los ojos constantemente para quitarse el pesado velo del sueño que tenía encima. Su voluntad no fue suficientemente fuerte para que no se durmiera. Cerró los ojos por un minuto, cuando sintió movimiento a su alrededor. Su mente lanzó una última señal de desesperación logrando entre abrir sus ojos y lo que encontró fue al Nara jalando sus piernas lentamente.

— N-no —susurró usando sus manos para poner distancia entre ellos, pero su cuerpo no le estaba reaccionando como debería por el medicamento—. Aléjate de mí.

Shikamaru la tomó de las manos, quitándole la lámpara y la recostó en la cama. La expresión en blanco de su rostro la perturbaba.

— Shh —respondió con su voz ronca—. Esperare a que haga efecto. Gracias por facilitarme el trabajo.

Su imagen se volvió borrosa y de sus orbes aqua se deslizó una lágrima de frustración para luego quedarse dormida como no lo había hecho desde hace semanas.

"¡No!" Su conciencia pudo responder ante su último recuerdo. Trató de reincorporarse lo más rápido que pudo, pero no lo logró. Al tratar de mirar la razón vio que tanto sus muñecas como sus tobillos estaban atadas a cada una de las esquinas de su cama. Jaló cada una de sus extremidades para intentar liberarse, aunque fue inútil porque estaba firmemente atada a ellas. Contrajo sus músculos más, apretó la quijada y liberó un quejido, mas no lograba aflojar los amarres. Miró a su alrededor buscando comprender la situación. Unas velas encendidas rodeaban su cuerpo, iluminando con su pobre luz amarillenta la habitación. De repente apareció un rostro familiar que se acercó hasta el pie de la cama.

Su sonrisa perversa le confesó lo complacido que estaba por que hubiera despertado. Un escalofrió recorrió la columna de la rubia, quien continuó luchando contra sus ataduras. Estaba verdaderamente aterrada por lo que tuviera en mente ese depravado. El Nara se subió a gatas a la cama acercándose lentamente a la inmovilizada mujer. Ella jadeaba escandalosamente por su intenso forcejeo, para luego ser testigo de cómo ese demonio se arrodillaba sobre ella. Deleitándose por el miedo que provocaba en la rubia, dedicándole una mirada digna de un depredador y congelándola a sus pies con esta. Inútilmente batalló una vez más contra las telas que la inmovilizaban. Entonces, reflejándose en sus obres aqua presenció cómo Shikamaru levantó su mano y con gran velocidad esta atravesó su pecho quebrando sus costillas con el impacto. En menos de un segundo, la extrajo, sacando con esta el corazón de la mujer.

Gritó al despertar sosteniendo su pecho y sintiendo como su perturbado órgano vital se estremecía dentro de este. Jadeaba temblando y cubierta en sudor. Le tomó un tiempo normalizar su agitada respiración. Podía jurar que lo que vio y sintió en esa pesadilla había sido real, pero a su fortuna todo fue obra de los delirios de su trastornada imaginación. Cerró los ojos con una mueca de fastidio. "Suficiente", gruño ella. Se puso lo primero que encontró para salir. Al llegar a su destino, bajó de su automóvil y admiró la enorme edificación que se elevaba ante ella. Por lo elaborada de su fachada al igual que su ornamentación podía adivinar que la estructura había sido construida hace más de cien años.

— ¿Qué estás h aciendo? —Cuestionó despreocupado el demonio quien estaba recargado en el barandal del terreno.

Temari lo miró con desprecio y retornó su mirada hacia el frente.

— Algo que debí de hacer hace mucho tiempo. —Dijo casi en un murmuro tras iniciar su marcha.

— No te recomiendo que lo hagas. —Advirtió él con pocas energías.

Después de decir eso el Nara desapareció. Debido a la gran cantidad de escalones que tuvo que subir su respiración se entrecortó. Se detuvo enfrente de la enorme puerta de madera que se encontraba abierta, tragó saliva e ingresó al lugar. Sabía que no era devota a ninguna religión, pero a esas alturas no sabía que más hacer. Al entrar admiró la doble altura de su techo, los rústicos asientos de madera sólida y las enormes vidrieras que iluminaban de colores el interior de la iglesia. Volvió a inhalar profundo porque su respiración seguía un poco agitada, comenzó a sentir calor y carraspeó un poco.

— ¿Algún problema?

Esa voz masculina la hizo brincar en su lugar y girar sobre su eje. Sentado en una de esas bancas de madera estaba ese ser que no la dejaba en paz. Temari estaba anonadada, creyó que al estar en ese lugar estaría protegida de él. En cambio ahí estaba a escasos metros de ella, con los brazos extendidos sobre el respaldo, las piernas cruzadas y con una expresión de aburrimiento sobre su rostro. No debía entrar en pánico. La de orbes aqua empezó a escudriñar con la mirada el lugar para localizar a un padre, aunque el picor de su garganta seguía molestándola y empezó a sudar.

— Por la expresión de tu rostro puedo adivinar que no me esperabas —la Sabaku tocio y fue acercándose al altar—. Sabes, —dijo el Nara al mismo tiempo que se levantó para seguirla— estos lugares están llenos de hipocresía y de tantas falsas buenas acciones. Los que asisten en su mayoría son seres retorcidos que se resguardan detrás de máscaras con gestos humildes, buscando justificar sus acciones egoístas con el número de veces que asisten a este lugar —la rubia se detuvo en seco por lo frecuente que se había vuelto su tos y se cubrió la boca con su mano—. Tal vez deberías de ponerle más atención a lo que sientes —sugirió en un tono alegre cuando la alcanzó—. Este lugar no me afecta porque me resguardo en ti. Por eso mismo, lo que yo debería de sentir al pisar esta tierra sagrada, lo sentirás tú a flor de piel porque eres mi escudo. Apuesto que sientes que ardes en tu lugar y no le estas dando oportunidad a tu cuerpo de procesar el oxígeno que estas respirando —se detuvo junto a ella—. Si sigues ignorándolo terminaras muriendo por asfixia y por lo que veo —miró hacia ambos lados y se acercó a su oreja—. Nadie se dará cuenta. —Terminó con una sonrisa.

La tos que la había abordado estaba agravándose tal como lo describió el demonio. Estrujando sus pulmones cada vez que lo hacía e inhalaba menos aire en cada lapso. Las costillas comenzaron a dolerle y sintió como la sangre se le subía al rostro. Tenía razón. Estaba asfixiándose. Dio media vuelta y corrió hacia el exterior de la Iglesia, bajando con cuidado los escalones y fue a recargarse sobre el cofre de su auto. Su pecho parecía que quería reventarle por la presión en como su diafragma expulsaba su respiración. Hasta que tocio por una última vez antes de poder respirar como antes. Sintió algo húmedo en la palma de su mano y en su boca quedo un residuo de sabor metálico. La apartó de su rostro para verla y descubrió una gran mancha de sangre impregnada en esta, aparte de que la marca del pacto se volvió visible nuevamente. Sus oídos le zumbaban mientras veía la mancha carmín sobre su piel y jadeaba con aflicción.

Cada día su estado mental se deterioraba más. Si antes dormía poco, ahora no lograba dormir más que una hora. Después de esa pesadilla, acudir a las pastillas para dormir no era opción. Si iba con un psicólogo la meterían a un hospital sin dudarlo y si trataba de contarle a alguien lo que le sucedía aparecía ese demonio amenazándola con su presencia que mantuviera la boca cerrada. Temari se sentía acorralada, viviendo al máximo su instinto de supervivencia hasta agotarla. Estaba sufriendo un ataque de ansiedad y necesitaba controlarse.

Su piel le hormigueaba y se sentía fría. Practicaba unos ejercicios de respiración en su baño en lo que se recargaba con sus manos en el lavamanos. Para distraerse empezó a deshacer su peinado frente al espejo, notando que al ver su reflejo ella ya no se reconocía. Por aquellas bolsas purpura que permanecían debajo de sus ojos aqua y por como sus pómulos se marcaban en su semblante por todo el peso que había perdido en esas últimas semanas.

Comenzó a lavarse el rostro como si quisiera borrar la evidencia de la tortura por la que estaba pasando. Entonces escuchó una risa que hizo que regresara su atención al frente. Era su reflejo cuyo rostro se distorsionaba y se movía independientemente de lo que hacia ella. Sonriendo de oreja a oreja, burlándose de ella misma. Primero fue bajo, luego aumento su intensidad. Riéndose a carcajadas, haciendo eco con su risa entre las paredes del baño. Temari retrocedió un par de pasos turbada por lo que estaban presenciando sus orbes aqua.

— D-detente —le tembló la voz, pero su reflejo continuaba riéndose a carcajadas—. ¡Basta!

Golpeo con su puño el cristal, fragmentándolo con el impacto y tirándolo de su eje. El marco se estrelló contra el mueble y se deslizó hacia el suelo. El silencio retornó a la habitación a excepción de un goteo que provino de sus pies. Levantó su mano al sentir un líquido deslizarse de esta. Era su sangre. Se había cortado sus nudillos al romper su espejo. No estaba soñando, eso había pasado, ¿verdad? Ya no podía distinguir entre una ilusión y de su opresiva realidad. Caminó hacia atrás hasta topar con la pared, colocó sus manos sobre su dorado cabello y presionó sus dedos contra su cráneo como si quisiera atravesarlo con estos. Un intenso zumbido resonaba en sus oídos, alterando su respiración y llevándola al límite. Gritó su tormento a todo pulmón. Dejándose caer al suelo sin soltarse la cabeza y empezó a sollozar.

Tras horas de llorar fue a recostarse un poco. Cuando abrió sus ojos vio el reloj. Tres de la mañana. Sería otra noche donde pretendería que estaba dormida, aunque sus pensamientos la mantenían despierta. Exhaló desganada. Estaba cansada de tener que reaccionar al más mínimo ruido o movimiento. Quizás ya no debería de esforzarse en defenderse, pues ya no tenía fuerzas para interceder por sí misma. Se rendía. Fue ahí que sintió una presión. Abrió lentamente sus párpados desenvolviendo sus orbes aqua. Descubriendo que, apoyándose sobre sus rodillas y codos, el Nara estaba encima de ella. Tal como en sus sueños, con la única diferencia que no estaba atada ni había velas a su alrededor. Solo la miraba fijamente a los ojos. Como si esperara una respuesta, pero lo único que consiguió de ella fue su quietud y mudez.

Su juicio estaba tan difuminado que nuevamente no comprendía si se trataba de otro sueño o la realidad. Temari le correspondió la mirada sin drenar ni una sola gota de energía en expresar emoción alguna. Queriendo trasmitirle un mensaje a través de sus pupilas: "Solo hazlo de una vez." Su boca no se atrevía a emular sus palabras. "Hazlo," frunció el ceño desafiándolo y nuevamente regresó ese molesto zumbido.

"Lo siento por lo del otro día. Te amo."

Con su dedo tembloroso envió el mensaje. Entendía que después de enviar ese texto estaría acabada. Ya no tenía una gota de cordura en ella y su cuerpo se había puesto en automático, pero sintió que vibró algo en su costado que la hizo reaccionar. Sacó el objeto para leer en su pantalla:

"Te amo más hija. Vuelve cuando gustes a la casa. Siempre serás bienvenida"

Ese mensaje hizo que recuperara la noción sobre ella misma. Derramando una lágrima echó un vistazo al entorno, percatándose que estaba en la calle sin la más remota idea de cómo había llegado ahí. El cielo estaba teñido de un naranja amarillento, sus pies tenían vida propia y la dirigían hacia un puente que se elevaba siete metros de un rio de poca profundidad… ¿Por qué pensaba en eso? Nunca planeó llegar a ese lugar, pero cuando trataba de detenerse no podía. Necesitaba ayuda. Sus aterradas pupilas aqua se aferraban a los transeúntes que pasaban junto a ella, charlando, riendo, andando con tranquilidad mientras la ignoraban. Nadie la miraba a los ojos. Nadie notaba que estaba pidiendo socorro en silencio.

Por alguna razón su cuerpo no obedecía a las desesperadas peticiones de su mente, solo seguía aproximándose a la peligrosa orilla del barandal, ¿por qué tenía miedo de acercarse? No tenía intenciones de hacerlo. No era ella. Hasta que sus pasos se detuvieron a la mitad del tramo, colocó su mano sobre el barandal y bajó su vista a lo que lucía como una mortal caída. Un destello de conciencia hizo que desviara su mirada y la enfocará en un rostro de la multitud que le llamó la atención.

No se trataba de su demonio esta vez. Ese rostro le pertenecía a un hombre que rondaba por los treinta años. Una voz en su interior le ordenó que dejara de verlo… "¿Por qué?" Se cuestionó a si misma. Retornó su mirada para identificar algunas características del desconocido. El hombre tenía el cabello platinado, mirada cansada, pupilas oscuras y tanto su nariz como su boca estaban cubiertas por una bufanda verde. Usaba un suéter negro y jeans de mezclilla. Este emanaba un aura de seguridad que le atraía de cierto modo. Al tener su atención, el extraño comenzó a acercarse a ella. La rubia entornó su mirada tratando de reconocerlo, pero no tenía idea de quien se trataba. Al estar a unos cuantos pasos de alcanzarla, apareció Shikamaru deatrás de ella.

— Ni siquiera lo pienses. —Mustió entre dientes el demonio.

Las palabras del Nara parecieron detener de tajo las intenciones del desconocido. La Sabaku se negó a sentir esperanza de que alguien viera a su verdugo. Probablemente fue mera coincidencia que el hombre se detuviera ahí. La rubia miró de reojo a sus espaldas al demonio, quien había transformado su típica cara de aburrimiento a una de fastidio. ¿Le estaría hablando a ella? Devolvió su atención al desconocido quien alzó las cejas.

— ¿Así que tú eres quien atormenta a esta pobre alma?

Temari estaba boquiabierta. No tuvo tiempo de pensar en cómo sabía eso, porque la mano fría de Shikamaru cubrió sus orbes aqua, jalándola hacia atrás. Forzándola a que recargara su cabeza sobre su hombro y pegara su espalda contra su pecho.

— Ella me pertenece —proclamó el demonio—. Márchate junto a tus sucios trucos.

La rubia se sentía desorientada, procesando lentamente en silencio lo que estaba pasando. Por cómo había reaccionado el chico de la coleta, indicaba que conocía a ese hombre. No se inmutó por la manera en cómo la agarró el demonio, pero su curiosidad por la identidad de ese sujeto iba en aumento. El de cabello plateado ladeo la cabeza.

— Mira quien habla. ¿No la engatusaste cuando solo era una niña?

"¿Cómo sabe eso?" pensó ella.

— Es demasiado tarde para detenerme.

— En eso concuerdo, hermano —agachó la cabeza alzando los hombros—. No puedo desterrarte sin que ella pierda la vida en el proceso, pero puedo interceder para serenar la pesadez que es tener que lidiar contigo.

— De ninguna manera.

Shikamaru soltó a la rubia para alejarse del hombre, pero cuando notó que la Sabaku no lo estaba siguiendo se detuvo en seco. Impactado de que algo no estaba sucediendo como debería.

— Rompí tu control sobre ella porque no puedo permitir que te la lleves —atrajo la atención del Nara y se acercó a la rubia—. Permítame presentarme —hizo una reverencia—. Si gusta llamarme Kakashi Hatake. Supongo que después de conocer a mi desterrado hermano no le sorprenderá escuchar que soy un arcángel. También quisiera advertirle que tuve que detener el tiempo para que la gente no crea que esta actuando extraño o está hablando sola —la chica miró a su alrededor para comprobar que lo que había dicho él era cierto y en efecto, los transeúntes que antes eran indiferentes a su presencia estaban congelados en su lugar—. Con esto aprovechare la oportunidad para conversar con usted al igual que la libere de su control. Creo que notó que sus pasos eran gobernados por alguien más e ideas oscuras eran susurradas a su mente. Podrá distinguir ahora que no es su conciencia quien lo hacía, sino la voz de este vil ser. Por fortuna la encontré antes de que ejecutara su plan. Quizás pueda ofrecerle mi ayuda para que pueda recuperar su vida como era antes. —Terminó al mismo tiempo que le ofrecía su mano.

Temari casi no lo podía creer. Luego de que el Nara se hiciera presente en su vida, todo a su alrededor se sentía surreal. Ángeles. Demonios. Nuevamente estaba dudando de su juicio por si se trataba de otro sueño o era, una muy distorsionada, realidad. Aunque al fin alguien había escuchado sus plegarias y le ofrecía una salida de su miseria. Con lo cansada, harta y desesperada que se encontraba estaba dispuesta a tomar la primera oportunidad que se le presentase. Reservando algunas dudas, extendió su mano hacia el arcángel. Entonces Shikamaru trató de intervenir, pero Kakashi fue más rápido al colocar la palma de su mano sobre el rostro del de la coleta alta deteniéndolo y distanciándolo de la chica mientras estrechaba su mano. Cuando la rubia alzó su mirada, por cómo se curveaban hacia arriba los parpados del Hatake, podía adivinar que le estaba dedicando una honesta sonrisa.

— Te he concedido el derecho de hacer un nuevo trato —estrechó su mano firmemente—. Úsalo sabiamente pequeña. Antes que nada: no puedes pedir que se aleje de ti, pero al menos te dará la oportunidad de reescribir unos términos, pero para que se lleve a cabo tienes que superar una prueba.

— ¿Prueba? —El del cabello plateado asintió—. ¿C-como qué?

— ¿Practicas algún deporte?

— A-atletismo.

— Excelente. Si logras terminar una carrera en una competencia, podrás revocar algunas cláusulas.

— ¿Por qué tiene que ser de ese modo? —Peguntó la Sabaku algo confundida.

— Tienes que demostrar que aun quieres luchar por ti misma. Sé que es difícil y que lo que te ha hecho mi hermano no es fácil de olvidar. Por lo que tienes que mostrar tu voluntad para poder cambiar esos términos.

— Olvidas algo, —interrumpió el antipático Nara— sin mi participación no es un trato justo.

Kakashi bufó con la nariz.

— ¿Tú vas hablarme de justicia? —Soltó con ironía—. Ya has hecho suficiente para hacer estragos su vida al igual que su rendimiento. De que lo logre dependerá completamente de ella y su voluntad. Si no lo logra, será toda tuya de nuevo y respetare su previo pacto. Sin embargo, —su tono de voz se hizo más severo— te advierto que, si tratas de intervenir antes de que la prueba se lleve a cabo yo también lo hare, ¿te queda claro?

— Como desees arrogante emplumado. —Suspiró cerrando sus ojos y guardando sus manos en sus bolsillos.

— Otra cosa, si ella gana. Me tomare unos minutos para hablar con ella. A solas. Ha de tener muchas dudas y no creo que le hayas dado mucha información sobre ello.

Shikamaru le dedicó una mirada fría al arcángel.

— Como sea —alzó los hombros—. No creo que llegue tan lejos.

— Por ahora podrás estar tranquila, —el de cabello platinado regresó su atención a la chica— hasta que tu carrera ocurra yo lo mantendré alejado de ti. Nos veremos pronto.

Kakashi chasqueó los dedos, regresando el movimiento alrededor de Temari quien se asustó por el brusco cambio. Las personas retomaron sus viejos rumbos, continuaron con sus charlas y jamás notaron la anomalía que acababa de ocurrir. Con sus orbes aqua quiso localizar al Hatake, pero ni su demonio personal ni él se encontraban por ahí.

La Sabaku regresó a su departamento y definitivamente sentía el cambio. Era como si fuera más ligera. Las nubes de pensamientos oscuros y desgastantes ya no la seguían, permitiéndole que recobrara el control sobre ella misma. Como por arte de magia había recuperado el valor para subirse al elevador y llegó a su piso sin problemas. Cerró la puerta, recargándose con su espalda en ella y liberó un enorme suspiro. De repente escuchó el timbre. La chica se alejó y vio a través del mirador. Al averiguar de quien se trataba inmediatamente abrió la puerta. Otra vez se hizo presente aquel hombre con la diferencia que ahora tenía la bufanda deshecha, dejando descubierta su boca la cual tenía un pequeño lunar cerca de esta. El de orbes oscuros levantó su mano y le sonrió cálidamente.

— ¡Hola!

— Um, hola —Parpadeó un par de veces la rubia y lo vio de pies a cabeza.

— Disculpa las molestias, ¿puedo pasar? —Le sonrió el Hatake.

— Claro —con incertidumbre la chica abrió más la puerta permitiéndole la entrada a Kakashi a su departamento. Este la siguió y observó detenidamente el hogar de la mujer—. ¿Quieres —hizo una pausa— sentarte?

— Sí. Gracias.

El de cabello platinado se dirigió hacia el comedor, tomó asiento y Temari lo imitó. Se sentó enfrente de él y seguía con una expresión incrédula pintada en su rostro.

— Una pregunta. ¿Acaso ya enloquecí?

Kakashi soltó una pequeña risa y siguió con su pacifica postura.

— Él te estaba enloqueciendo, pero no. Aun sigues bastante cuerda a mi parecer. Sé que tienes más preguntas, aunque habrá algunas que no podre responderte aun porque vendrá mi hermano a tratar de silenciarme y no será dócil.

La rubia miró a su alrededor.

— ¿Él está aquí? —Susurró inclinándose sobre la mesa.

— Él siempre está a tu lado —recargó sus codos sobre la madera—. Supongo que mencionó algo de ser tu sombra. Lo decía muy enserio. No lo ves porque ahí se oculta.

— ¿Son reales?

Kakashi asintió y volvió a ofrecerle su mano. La de orbes aqua colocó la suya sobre la de él con intriga. El Hatake la sostuvo con suavidad, la acercó a su rostro para que ella tocara su mejilla y la sostuvo ahí por unos momentos. Temari estaba asombrada por la calidez que desprendía ese ser, de no haberle dicho lo que era ella hubiera creído que era otra persona más. La rubia recuperó su mano.

— ¿Alguien más los puede ver?

— Por supuesto. Solo queda en nosotros si nos volvemos visibles para ustedes, tanto para que solo una persona nos vea o que todos los demás lo hagan. Mi hermano ha estado usando eso a su favor para romperte más fácil y poder controlarte como lo hizo antes. Una mente desgastada es una que se puede manipular con facilidad. Siguiente pregunta.

A la chica le pareció extraño que cambiara de tema, pero decidió respetar los límites que le ponía el arcángel.

— Entonces si tú eres real, ¿no debería de tener a un ángel de la guarda cuidándome?

El Hatake borró su sonrisa y se mantuvo serio.

— Tuviste un ángel desde el día que naciste. Debió de presentir el peligro en que te encontrabas cuando él te puso en su mira. Te aseguro que luchó hasta la muerte para protegerte. Aunque si mi desterrado hermano logró acercarse a ti fue porque asesinó a tu guardián a sangre fría. A pesar de su victoria, esa batalla lo dejo débil y presentarse inofensivo ante a ti fue otra carta a su favor.

Un escalofrió recorrió la espalda de la rubia. Su presencia. Pudo reconocer su presencia. Sin tener que girar su cabeza sabía que el Nara se había vuelto a materializar detrás de ella. Por cómo se desviaron sus pupilas oscuras, el arcángel le confirmó sus sospechas a la chica.

— ¿Nuestra conversación te está molestando, hermano? —Preguntó sereno el Hatake ofreciéndole una sutil sonrisa.

Shikamaru siguió mudo unos segundos más detrás de Temari, quien no se dignaba a mover ni un solo centímetro su cuerpo. Estaba tensa y con su mirada fija en el rostro del hombre que tenía delante de ella. El demonio caminó a un lado de ellos y se echó en el sofá, con los brazos cruzados y con los ojos cerrados como si pretendiera dormir en esa posición. Kakashi volvió a tomar de la mano a la Sabaku, para asegurarle su bienestar sutilmente acompañado de una sincera sonrisa.

— Descuida —pronunció en un ronroneo—. Mientras yo esté aquí, él se mantendrá a raya. Creo que tiene suficiente coherencia para no meterse con un arcángel, pues los de mi tipo se dedican a erradicar a los suyos.

La chica no entendía como el semblante de aquel hombre era lo único que la reconfortaba en ese momento. Le prometía que sus días de inseguridad se habían acabado, que dejara de creer que había perdido la razón y que probablemente lo que estaba experimentando todo estaba en su cabeza. Con lo cansada que estaba, compraría fácil que esos dos eran producto de su imaginación y que algo no estaba bien con ella. En cambio decidió creerle al Hatake y confiar en él, aunque… Cambio su vista hacia el demonio que reposaba en el fondo. El Nara tenía sus filosas pupilas clavadas en ella, haciéndole otra promesa con tan solo la mirada. Que lamentaría el día que había estrechado su mano con ese arcángel.

— Necesito quedarme en su cuarto para brindarle seguridad.

— ¿Eh?

— Solo para poder actuar al instante en que mi hermano lo haga, —argumento el de cabello platinado— como entenderá mi presencia aquí lo tiene muy molesto y va a aprovechar cada instante que la deje por su cuenta. No se preocupe —entró a la habitación cargando una silla— esto será suficiente.

— Um. No sé si me sienta cómoda sabiendo que estas aquí. —Trató de protestar la rubia.

— Pronto te acostumbraras, como te acostumbraste a la presencia de mi hermano — "No me he acostumbrado" reprochó ella en su cabeza y frunciendo el ceño—. También sé que has sufrido muchas pesadillas últimamente. ¿Sabes que solo basta que susurre cosas oscuras a tu oído mientras duermes para crearlas?

Sus obres aqua rodaron hacia la ubicación del demonio que estaba donde mismo. Cerca de la ventana, con los brazos cruzados, un pie apoyado en el muro, pero esta vez también mantuvo sus párpados cerrados. La chica aún tenía sus dudas sobre el camino que había elegido. Kakashi colocó la silla a un lado de su cama, se sentó en ella y dio unas palmadas sobre las colchas.

— Anda. A la cama. —Temari negó con la cabeza. "Si me hablaran menos, quizás podría regresar más rápido a la normalidad," pensó ella.Obedeció un poco incrédula al arcángel, se metió debajo de sus sábanas para luego acostarse y ver el techo—. Te garantizo que descansaras mejor ahora. Buenas noches.

La rubia se giró a posición fetal dándole la espalda al Hatake que la observaba sintiéndose algo incomoda, pero sus palabras la estaban ayudando a rendirse ante el sueño con rapidez. Sentía que podía confiar en él. Él era el único que pudo ver a su tormento cuando nadie más lo hizo, él pudo escuchar sus gritos de auxilio cuando todos los demás la ignoraban y no le tenía miedo hacerle frente al Nara. Parecía que estaba en buenas manos, en lo que solucionaba su gran dilema. Hasta que la rubia se quedó profundamente dormida. Sin necesidad de extrema fatiga o medicamentos. Por fin se sentía segura. Los minutos pasaban y los dos entes se quedaron quietos como rocas en sus respectivos lugares.

— Sé que estas en agonía hermano, —habló el de cabello plateado sin apartarle su apacible mirada de encima a la chica, sabiendo que su voz no la despertaría— te suplico que tengas paciencia hasta que esto se solucione.

— Tú no sabes nada de mí. —Escupió el Nara apretando sus propios brazos con sus manos.

— Te equivocas. Lo sé absolutamente todo. Aunque debo de confesar que eres una criatura muy peculiar. Es de esperarse que los de tu especie sean astutos, pero tú —lo miró por el rabillo del ojo— haz encontrado tus modos para llegar hasta aquí.

— Tu fanfarronería no me interesa. Sin importar lo que hagas su vida me pertenece.

Temari se movió en su lugar, colocándose boca arriba. Continuaba dormida, pero por la expresión de su rostro algo dentro de su mente la perturbaba.

— La atormentaste hasta casi el punto de quiebre —el Hatake se acercó a ella, colocando la palma de su mano sobre su frente y suavemente como una ligera briza le sopló en el rostro. Con eso hizo que la chica relajara su semblante y suspirara en medio de su sueño—. Es una chica dura, pero te agradezco que no hayas mostrado aun lo peor de ti —volvió a recargarse en el respaldo de la silla—. Quisiera hacerte una pregunta, ¿por qué aguardaste hasta ahora para actuar? Pudiste hacerlo desde que te vio de pequeña. Pudiste seguirla hasta su casa y elaborar una escena aun peor. No me digas que aun conservaste algo de humanidad después de todas las victimas que has asesinado. Sé que ella no es la primera que cazas, pues puedo ver que tus manos están manchadas de sangre.

— No tengo que darte explicaciones, mucho menos si te interpones en mi camino. Mejor mantén tus ojos sobre ella, porque en el momento que te descuides la eliminare.

Kakashi prefirió dar por terminada la conversación. Enojar a un demonio era un plan suicida. De no haberlos encontrado antes el Nara hubiera cumplido con su cometido y la hubiera agregado a su lista de víctimas, aunque le parecía extraño que se tardara tanto en cumplir con su cometido. Si tenía experiencia asesinado a ángeles, matar a un humano le era una tarea fácil. Más no lo hacía. Se contenía y escondía su verdadero propósito con sus lentos métodos de tortura. Conservando su aspecto humano ante ella y no en el aterrador monstruo que ocultaba debajo de su piel. Vaya que era peculiar.