No podía creer la escena que ahora mismo estaba presenciando. Eren y yo, juntos en la misma cama. Era una completa locura. Lo conocí ese mismo día y sin embargo él estaba aquí, recostado plácidamente junto a mí, y yo intuía que él se sentía de la misma manera: como si hubiese pasado mucho tiempo desde que no nos encontrábamos, como que nos echábamos de menos a pesar de no habernos visto nunca. Sentía como nuestro encuentro pudiese estar predestinado desde hace mucho, tal vez desde antes que yo naciese.
El silencio no era para nada incómodo, a pesar de no tocarlo, podía sentirlo. Podía sentir la calidez que emitía su cuerpo, podía oler suavemente su dulce aroma a hierba fresca. Ese aroma que me hacía sentir nostálgico por alguna razón.
Apreciaba cada pacífico segundo a su lado, sin embargo, quería hablarle, quería ser capaz de conectar aún más con él.
—Perdón por lo del pasillo, —dijo el precioso chico moreno y de ojos esmeralda que yacía a mi lado—. no era mi intención ofenderte. Quería ser gracioso pero llegó un momento en que no supe qué decir. Perdóname. —su timbre era casi insonoro, como si le costase pronunciar todas aquellas palabras.
—No, todo lo contrario. Discúlpame tú a mí, por no haberme podido expresar. —dije intentando consolarle.
—La verdad es que quería dormir contigo, no sé porqué. Pero te juro que tenía muchísimas ganas de estar de esta manera, de estar a tu lado. ¡De verdad! —Intentó alegar con énfasis—. Solo que no sabía si tú querías… me sentí un poco inseguro y traté de descubrir si querías… —su tono de voz volvió a sonar titubeante.
— Me alegra oír eso, —admití con una sonrisa en mi rostro—.yo también quería dormir contigo. También me sentía inseguro de que lo supieras y que entonces te diese asco… o me rechazases.
— ¡Para nada! —Se excusó—.¡Quería estar contigo! —Giró todo su cuerpo de repente, dejando que nuestras miradas se encontraran.
Podía ver como esas piedras preciosas me observaban fijamente sin apartar la mirada. Su faz era casi inexpresiva a excepción de la comisura de sus labios que se mantenía ligeramente elevada. Cada parte de su rostro me parecía hermoso: sus cejas pobladas, su oscura tez, su fina nariz, aquellos carnosos y rosados labios, a pesar de todo lo magnífico que había en su ser había algo que resaltaba sobre lo demás, lo que me tenía más embaucado eran, sobre todo, sus maravillosos ojos que mostraban un ligero brillo proveniente de la luz de la enorme luna que alumbraba esta acogedora noche, aquella misma luna que lo vestía de resplandor.
De la misma manera él podría estar viéndome a mí.
Unos instantes de silencio que parecían eternos pasaron mientras veía como me observaba con detenimiento mis ojos, mi sonrisa tímida y discreta... ¡Él estaba viéndome! Él no paraba de contemplarme…
—Tienes los ojos bastante grandes. —dijo Eren un poco más expresivo—. Me gustan mucho. También tu pelo es como hilos de oro… —suspiró—. Eres muy bonito ¿sabías? —dejó ir unas dulces palabras al unísono que empezaron a dibujar una mueca bastante encantadora por parte de él.
Debido a la vergüenza y los gestos que exponían toda mi satisfacción, me tapé la cara con una de mis manos, dejando mis ojos al descubierto porque no podía dejar de verle. No podía dejar de admirar en todo su conjunto a la persona que tenía delante de mí.
Yo también quería decirle lo bello que era para mí pero no quería sonar falso. No quería que pensara que lo decía para quedar bien… Me armé de valor y me propuse a decirle todo lo que opinaba...
—Si digo que tus ojos verdes me atraen como miel a las abejas, que al verlos quisiera que mi vista corriese incesantemente por ellos como si fuesen unos enormes campos verdes… ¿Me creerías? —intenté sonar con confianza pese a que mi voz no se podía oír claramente y no mostraba seguridad alguna.
—Idiota. —repitió el gesto que hice anteriormente, tapándose de manera torpe la mitad de su cara, revelando sutilmente sus ojos que relucían un pequeño gesto de felicidad—. Lo he hecho. —me contestó con seguridad.
No pude evitar extender aún más mi tonta sonrisa mientras proseguía manteniendo mi mirada clavada en sus ojos rasgados y brillantes.
Podía notar como por debajo de las sábanas algo se movía sigilosamente y para mi sorpresa era una de sus ásperas manos intentando llegar a la mía, que esperaba ansiosamente enlazarse con la suya.
Al sentir la calidez que emitía su mano rozando la mía y sus fuertes dedos jugando con los míos me invadió la tranquilidad más grata que había sentido en toda mi corta vida.
Poco a poco su otra muñeca caía suavemente encima de la almohada blanca en la que encontraba su cabeza, sus ojos empezaban a cerrarse lentamente y su rostro lucía como el de un niño pequeño durmiendo después de haber estado incontables horas jugando con todos sus amigos.
Al día siguiente la melodía de los pájaros y las primeras luces del alba me despertaron con sosiego. Mi mente pretendía que todo aquello que había vivido la noche anterior fuese simplemente un sueño idílico pero me di cuenta que no fue así. Eren estaba recostado a mi lado, abrazándome, con sus brazos, uno de los míos. Estaba perplejo, realmente no entendía muy bien la evolución de esta situación. Todo el universo tenía que haber planeado esta circunstancia si no no entendía como podía ser tan maravillosamente fantástica.
Decidí dejar dormir a Eren no sin antes observar su sereno y plácido rostro unos instantes más y a continuación me levanté sigilosamente de la cama, procurando no despertarle y volviéndolo a tapar con esmero. Procedí a cambiarme de ropa y ponerme unos simples pantalones marrones y una camisa azul que me iba un pelín grande. Me puse mis patucos y bajé a preparar el desayuno.
Pasaron un par de horas cuando por fin Eren decidió aparecer con su cara adormecida, saludando con un enorme bostezo acompañado de un "buenos días" que no lograba entenderse a la perfección. Lucía una apariencia descuidada: la camisa blanca tenía botones sin abrochar, por lo que se mostraban sus musculosos pectorales, aunque se me iba la mirada a la clavícula, los pantalones estaban desabrochados y naturalmente y como no, su pelo estaba hecho un alboroto. Todo su aspecto de recién levantado me parecía, más que descuidado, adorable. Me resultaba muy mono. Me gustaba que tuviera la confianza para poder mostrarse así conmigo.
—Buenos días dormilón. —saludé. Pese a querer decirle que me parecía muy linda la manera en la que se veía, no tuve el valor de llegar a poder expresárselo.
—Tu cama es realmente cómoda y dormir a tu lado ha hecho que pueda descansar… —calló en seco—. ¿Cómo lo digo? —murmuró en un tono más bajo—. Dormir a tu lado ha hecho que pudiese descansar muy a gusto… Realmente he dormido muy bien. -dijo al fin.
—Entonces me alegro. —contesté evadiendo sus ojos para no mostrar mis mejillas sonrojadas—. Yo también… Yo también he dormido muy bien. —dije avergonzado.
—¿Por qué estabas conmigo? —preguntó pícaramente y con descaro, a lo que yo admití con un "hum" mientras asentía con mi cabeza—. Eres adorable. —noté su voz más cerca.
Empecé a sentirme intranquilo puesto que estaba cabizbajo y no lograba saber donde estaba con exactitud pero sorpresivamente su gran espalda, junto a sus brazos me envolvieron, dando luz a un precioso abrazo que hizo que mi corazón empezase a estallar de emoción. Sentía que mi corazón se saldría de lugar, sin lugar a dudas el "bom bom" que emitían mis latidos no era normal, eran demasiado ruidosos y yo no quería que fuesen ruidosos. Yo quería que él no supiera en qué estado me encontraba, no quería que se enterase que debido a ese abrazo mi interior estaba todo agitado.
—Vaya, tu corazón va muy rápido. - dijo con sorpresa mientras sus manos permanecían tocando mi pecho.
—N-No, no, no va rápido. —mi tono de voz sonó tembloroso—. E-en verdad sí. —admití—. ¿p-podrías dejar de abrazarme?
—¿No te gusta que te abrace? —susurró cerca de mi oído, cosa que no ayudó mucho a que me relajara y por el tono que moduló se notaba que quería que le dijese que sí que me gustaba que me abrazara, lo cual era cierto y una vez más sucumbí a sus ordenes.
—S-sí me gusta, de hecho me gusta demasiado… y por eso p-puedes…
—Tranquilo. - por la forma en la que lo dijo, sonó más relajante y calmado que todo lo anterior. - solo déjame estar un rato más así. —Me apretó con más fuerza—. Para ser un chico te ves realmente frágil y delicado.
No sabía si alegrarme por ello o no hacerlo. ¿Estaba bien ser así? A mi me hubiera gustado ser más alto, aunque quizás pudiese crecer un par de centímetros. Realmente me hubiese gustado verme más "varonil" y no tan afeminado pero ahora mismo me daba manera en la que él me percibiese, fuera la que fuese, esa era la manera en que yo le gustaba.
