Si había algo que caracterizaba a Hermione era la terquedad. En todos los años que llevaban juntos, Ron la había visto salirse con la suya en multitud de ocasiones, pero esta vez… esta vez cabía la posibilidad de que estuviera excediéndose.
— Deberías dejarlo tranquilo.
La melena alborotada se agitó cuando Hermione levantó la cabeza con brusquedad para mirar a su novio, sentado al otro lado de la mesa de la sala común.
— Si lo hubiera dejado tranquilo, aún estaría en esa casa horrible encerrado sin ver a nadie.
Touché, pensó Ron. Harry se había pasado el primer mes tras la guerra encerrado en Grimmauld Place, sin ver a nadie. Hasta que Hermione convenció a sus suegros de que ellos serían los únicos a los que su amigo escucharía, porque era sus únicas figuras paternas vivas.
La señora Weasley había vuelto de la visita a Harry con los labios apretados y los ojos enrojecidos. El señor Weasley directamente no había vuelto. Pasó dos días encerrado con Harry. Nadie supo cómo lo había hecho, pero consiguió que saliera de allí y se instalara en el antiguo dormitorio de Charlie y Bill.
— Ron, Harry necesita un objetivo —le recordó por enésima vez Hermione—. No lo he dicho yo, lo ha dicho su terapeuta.
Tras días de pesadillas y ataques de pánico, Arthur Weasley había decidido que ayudar a Harry él solo estaba más allá de sus posibilidades. El buen hombre ya cargaba con sus propias penas y con ayudar a su familia a superarlas, así que había recurrido a su nuera, Fleur, que había comenzado al principio de la guerra a trabajar con un grupo de voluntarios que ayudaban a víctimas de situaciones violentas. Fue ella la que acompañó a Harry a su primera visita al terapeuta.
— Pero Hermione, ¿no crees que debe encontrar ese objetivo por sí mismo? Una de las cosas que Harry odia de todo lo que ha pasado es que un montón de gente ha tomado decisiones por él.
No pudo rebatir ese argumento, porque Ron tenía razón. Pero se sentía enormemente impotente viendo a Harry en ese estado continuo de abatimiento.
Harry estaba sentado en su cama, una tarde, unos días después de que sus amigos discutieran en la sala común creyendo que no se iba a enterar. Había tomado la, a ojos de Hermione, aberrante costumbre de andar por ahí siempre con la capa de invisibilidad, así que no era la primera vez que veía o escuchaba algo que no debía. La tarde anterior había incluso evitado que un grupo de gente, encabezado por Dennis Creevey, volvieran a mandar a Malfoy a la enfermería.
Podía entender la preocupación de Hermione, la veía en su cara continuamente, pero esta vez era Ron el que tenía la razón. Sí, necesitaba un objetivo en su vida. No quería ser un ente vagando por los pasillos como Malfoy. Pero era muy difícil encontrar algo que le motivara lo suficiente como para centrar su mente como le pedía su terapeuta. O quizás no tanto, se dijo a sí mismo, tomando de nuevo la carta que había estado leyendo unos minutos antes.
Desde que Fleur había sido la que había reunido el valor para arrastrarle en busca de ayuda, había creado un vínculo con ella. No creía que fuera aleatorio que, para llevarle hasta la consulta del terapeuta, la francesa le hubiera hecho atravesar el centro de ayuda a las víctimas. Había visto en esos escasos minutos suficiente dolor como para entender que no era el único sufriendo.
No había podido evitar preguntarle a Fleur, más tarde, mientras tomaban un café en el pequeño despacho que ella compartía con otros voluntarios, sobre algunas de las cosas que había visto. Los niños, especialmente los niños, habían removido algo dentro de él. Desde entonces mantenían correspondencia, ella interesándose por sus progresos, él preguntando por los casos que ella le había expuesto.
"La situación es complicada, Harry. El ministerio está más centrado en la venganza, en destrozar las vidas de las familias de los mortífagos, que en los niños. Las víctimas con las que tratamos son inocentes, no pertenecen a un bando. Cada día nos llegan nuevos casos de abusos, y ya no son solo los mortífagos los que abusaron de su autoridad, ahora también hay aurores y funcionarios. Es terrible, porque no tenemos manos ni medios para ayudar a todo el mundo y las instituciones que mantiene el ministerio solo se están centrando en las víctimas del bando ganador, y ni siquiera todas tienen acceso. Si las cosas siguen así, vamos a tener a muchos menores echándose a las calles, sin nadie que cuide de ellos"
Aquello le dolía en el mismo centro del pecho. Sabía lo que eran los abusos, lo que era la negligencia de los adultos que debían cuidar de un niño. Tomó pluma y papel y mandó una nota a su terapeuta, pidiendo una cita para el próximo día que tenían posibilidad de salir de la escuela. Necesitaba hablar de lo que estaba sintiendo y saber si ahí podía estar su objetivo: ayudar a los que eran víctimas de una guerra que él mismo no había podido evitar.
Un rumor se extendió por Hogwarts durante el mes de noviembre: Potter y sus amigos estaban trabajando en algo. Los rumores eran contradictorios, nadie tenía muy claro en qué consistía su proyecto, pero lo que sí era cierto era que, tras más de un mes sin apenas dejarse ver, de repente ahora acudía a las comidas o trabajaba en la biblioteca. Tenía incluso otro aspecto, se le veía… decidido, parecía más sano e incluso más alto.
Astoria observaba a Ginny Weasley y Potter hablando en la biblioteca en susurros. Mucha gente creía que eran pareja de nuevo, porque andaban juntos a todas partes, solos o acompañados por el otro Weasley y Granger. Un movimiento a su lado sobresaltó a la premio anual, tan absorta estaba en la pareja que hablaba tres mesas más allá. El destello de un largo pelo rubio le dijo de quién se trataba antes de girarse.
— Lovegood.
— Astoria —le saludó con su cálida sonrisa—. Quizá te gustaría unirte a nosotros, para estudiar.
Levantó las cejas, sorprendida.
— ¿Con quienes?
Luna señaló con la barbilla a la mesa en la que se acababa de acomodar también la pareja Weasley-Granger.
— Te lo agradezco, pero no creo que sea buena idea.
Se volvió de nuevo a sus libros y tomó la pluma, dando por terminada la conversación.
— Ginny dijo que dirías eso. Yo le dije que seguro que te gustaría.
Era imposible resistirse a esos ojos azules, pensó Astoria para justificarse a sí misma cuando se sentó a la mesa llena de Gryffindors.
La noche siguiente había una reunión con el subdirector, que era el que organizaba las guardias nocturnas. Sentados en la sala de reuniones, Nott y ella permanecían en silencio, como siempre, observando las interacciones de los demás. Quizá por eso le pilló un poco más por sorpresa la voz de alguien sentándose a su lado, un alguien pelirrojo.
Mientras conversaba en voz baja con Ginny, podía sentir la mirada de Nott clavada en ella. Seguramente era una mirada desaprobadora, porque si había algo peor que lo que ella había hecho el año anterior, eso seguramente sería relacionarse con los Weasley.
Al terminar la reunión, caminaron juntos hacia la sala común. Esta vez no le pilló por sorpresa cuando Nott habló a su lado.
— Parece que estás llevándote muy bien con los Weasley.
— Estudiar juntos una vez no nos convierte en amigos del alma —contestó con aspereza.
Theo suspiró fuerte, frustrado.
— ¿Es necesario que estés siempre a la defensiva?
— ¿Disculpa? —preguntó enfadada, con un tono más agudo de lo que le habría gustado— ¿Te has pasado seis años ignorándome y ahora me dices que estoy a la defensiva? No esperaras que confíe en ti como cuando éramos niños, Theodore.
— Astoria…
— Ahórrame el tono de padre condescendiente, por favor.
Siguió caminando sin mirarle, con la barbilla levantada. Estaba bastante hasta el sombrero de la actitud de Theo y de su hermana, parecía que ambos consideraban que su comportamiento era un problema. Ja.
— No era eso lo que pretendía.
El tono de su compañero le hizo detenerse. Se giró a mirarlo, parado en el pasillo.
— Solo quería tener una conversación contigo, de algo que no sean las guardias. Por Merlín, Tori, no soy el enemigo…
En todos los años que conocía a Nott, nunca le había visto así. Triste, incluso compungido. Entonces recordó, recordó su infancia, la cantidad de horas que habían pasado juntos jugando en su jardín, nunca en casa de los Nott. Porque el señor Nott era un hombre temible. Y ahora no estaba.
Se acercó hasta él y sondeó los ojos verdes.
— ¿Qué ocurre, Theo? ¿Es por tu padre?
Movió negativamente la cabeza y volvió a caminar de nuevo en dirección a la sala común.
Acompasó sus pasos a los de su compañero, sintiéndose un poco mal por haberle hablado con brusquedad. Justo cuando iban a entrar a la sala común, la voz de Daphne les detuvo. Venía por el otro extremo del pasillo con un libro en la mano. Entonces lo vió, la cara de Nott cambió completamente mientras miraba a su hermana acercarse. Y lo supo.
Para Nott, la muerte de su padre implicaba tres cosas: por un lado, librarse del hombre que había hecho de su infancia algo muy oscuro; por otro, le convertía en un paria, porque el ministerio quería quedarse con todo y porque perdía todas sus posibilidades de casarse bien. Ya nunca sería un buen candidato a ojos de los Greengrass y eso era lo que realmente le dolía.
Astoria no pudo evitar poner su mano en el brazo de Nott y dar un pequeño apretón, mientras veía a su hermana acercarse.
— No pierdas la esperanza, Theo —le susurró para que Daphne no pudiera oírles.
Ya sé, os estáis preguntando de qué va este capítulo... habrá que seguir leyendo. Respecto a Theo, no puedo evitar amarlo, always.
Nos volveremos a ver el lunes, espero que os esté gustando un poco. ¡Buen finde!
