Las aguas del mar estaban bravas y los vikingos estaban planteándose si realmente serían capaces de cruzarlo sin sus dragones.

—¿Qué preferís? ¿Volar con Galerna? ¿Un puente? ¿Un tobogán? —propuso Elsa con una sonrisilla que dejaba claro el orgullo que sentía de sus poderes.
—¿En serio? ¿Puedes hacer eso? —preguntó Astrid llena de admiración.
—¡Un tobogán, por favor! ¡Un tobogán! Siempre he querido probar a tirarme por uno de tus toboganes!

Los tres se giraron y vieron acercarse a ellos a una excitadísima muchacha de más o menos su edad.

—¡Por favor, Elsa! ¡Anda! ¡El tobogán! —le dijo la chica casi implorando.
—¡¿Quién eres?! ¿De qué me conoces? —preguntó Elsa totalmente perdida mientras los vikingos se ponían en posición de guardia.
—¡Venga! No me irás a decir que no me reconoces…
—¿Cómo te llamas? —preguntó cautelosa Elsa.
—¿No puedes adivinarlo? ¿No puedes sentirlo? —le contestó la chica con una sonrisa juguetona.
—Yo… —Elsa miró intensamente a sus brillantes ojos como buscando la respuesta en ellos—. Oh, cielos. No puede ser.

De pronto, Elsa salió corriendo hacia el interior del glaciar dejando atrás a todos los demás.

—Ehm… bueno… Así que, ¿conoces a Elsa? Nosotros somos amigos suyos. Mi nombre es Hipo, y ella es Astrid —balbuceó Hipo intentando aliviar la tensión del ambiente.
—Ah, lo sé —dijo devolviéndole una sonrisa.
—¿Lo sabes? —repitió él confuso mientras ella asentía.
—Hipo, no bajes la guardia. No me fío de ella —dijo Astrid sin perder de vista ni un sólo movimiento de la muchacha.
—No sé, Astrid. Tengo la sensación de que no tiene malas intenciones —contestó él encogiéndose de hombros.
—Como esperaba, tienes buena intuición, Hipo —dijo la desconocida mientras se sentaba mirando hacia el agua—. ¡Buah! Así que voy a ir más allá del mar… —susurró como soñando despierta.

Repentinamente, Elsa apareció tras ellos dejando que cada uno de sus pasos revelase la importancia de su descubrimiento y puso sus manos en los hombros de la pareja.

—No es peligrosa. O al menos eso creo —dijo al fin con gran calma haciendo que Astrid se relajase un poco—. ¿No es cierto, Ahtohallan?
—¡¿Qué?! —exclamaron sus amigos.
—¡Ahora le has dado! ¡Felicidades! —dijo Ahtohallan animadamente—. Pero, por favor, llamadme Hallan o algo así más cortito. Ahtohallan me hace parecer una viejales, ¿no?
—¿Por qué estás aquí? El glaciar ha perdido todo su poder. —¿No es obvio? He venido para ayudaros —dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
—Y, ¿por qué necesitamos tu ayuda? Ya nos has ayudado —dijo Astrid con algo de preocupación pensando en si habría algo peor esperándoles.
—Ya lo entenderéis cuando sea el momento.
—Si realmente eres el Ahtohallan… gracias por ayudarnos hace cuatro años. Te debemos la vida —dijo Astrid poniendo su mano sobre su propio pecho.
—Y por mostrarme mi camino cuando me convertí en quinto espíritu —añadió Elsa.
—No es nada —dijo Ahtohallan dándole un delicado apretón de manos—. Y ahora, por favor, ¡ya no puedo esperar más para subir al tobogán!
—Está bien —musitó Elsa entre risas—. ¿Estáis preparados?
—¡Vamos a encontrar a Valka! —gritó Ahtohallan dando ánimos.

Hipo respiró hondo y tomó la mano de Astrid.

—Sí, vamos allá.