Aquella mañana de domingo, la sala común de la clase 1A estaba llena de energía. Las chicas discutían sobre cómo sería la nueva compañera que iba a unirse a ellas; Izuku y Denki se habían metido en la conversación para especular sobre su singularidad. Tenya, por su lado, se aseguraba de que todo estaba en orden para recibir a la nueva. Mezo había sido el encargado de recoger sus maletas, así que esperaba junto a la puerta.

Ida entró en la que sería la habitación de la chica junto a Aizawa, y se estremeció.

—¡Hace mucho frío aquí dentro! Esto es inaceptable, deberíamos…

—Chicos, ¡vuestra nueva compañera ya ha llegado!

El caos estalló en el edificio. Los jóvenes se movilizaron inmediatamente: gritos, empujones y preguntas. En la puerta, Eleonora los esperaba con las manos entrelazadas frente a la cadera. Sorprendentemente, se había desenredado la espiral que solía ser su pelo, y una cascada de mechones ondulados de amarillo pastel se le derramaba sobre los hombros y la espalda. Llevaba un elegante vestido color cielo que, unido al resplandor natural de su piel, relucía como si estuviera hecho de cristales.

Aizawa no esperaba olvidarse de respirar al llegar a la entrada y verla así.

Junto a su tranquilizadora sonrisa maternal, Morpher, sobre su hombro, abría las alas y las agitó hasta que todos los alumnos callaron. Finalmente, la tutora le indicó que se detuviera y le acarició la cabeza.

—Como os comentamos ayer… hoy van a venir tres estudiantes de intercambio. Uno de ellos va a unirse a vuestra clase, así que espero que la hagáis sentir tan bienvenida como habéis hecho conmigo. Enid, por favor…

Se apartó con un gesto amable. Tras ella, y cargada con una sola maleta, una joven esperaba sutilmente encogida sobre sí misma: su cuerpo blanco, ligeramente azulado, parecía cubierto por una capa áspera y gruesa de piel translúcida. Esto, junto a su postura vulnerable, la hacía parecer de lo más delicada, a pesar de los músculos definidos de su torso, brazos y piernas. Junto a toda aquella blancura, su cabello era directamente cegador, tan claro que parecía repeler las sombras y reflejaba la luz hasta un punto doloroso. Sus ojos azules parecían velados por una capa blanquecina, aunque los pasaba por los presentes con suficiente precisión como para saber que todavía veía con ellos.

Al ver a tanta gente, se esforzó en mostrarles una brillante sonrisa tímida. Los labios violetas le temblaron ligeramente.

—¡Hola!

Hubo suspiros y exclamaciones al oírla hablar. Aquella voz, tierna, dulce y aguda, parecía más propia de una niña pequeña o un juguete que de una mujer adulta. Mina y Denki se pelaron por llegar junto a ella, emocionados, pero Tenya logró retenerlos a tiempo en cuanto vio que la chica se encogía de miedo. Una vez se calmó su público, la nueva lo intentó de una vez más.

—Hola —repitió, algo más bajo—. Soy Enid Fubuki, ¡Fubuki Enid! ¡Sois todos muy guapos!

Kaminari por poco no sufrió un ataque al corazón. Mientras él se recuperaba, Mezo Shoji se acercó a ella y se agachó un poco para acercarse a su altura.

—Bienvenida, Enid. Yo soy Mezo Shoji. ¿Quieres que te lleve la maleta?

Ella asintió efusivamente, mirando con ojos enormes y brillantes los apéndices de su nuevo compañero. ¡Qué divertidos! Le tendió su equipaje, que él se cargó al hombro. Justo después, Mashirao se acercó balanceando la cola a la chica.

—Te estábamos esperando —sonrió con voz calmada. Lo que ella necesitaba era algo de tranquilidad—. Estamos encantados de conocerte, Enid. Yo soy Mashirao Ojiro, pero no espero que te aprendas todos los nombres tan pronto.

Ella se distrajo un momento mirando la cola del chico, fascinada, así que él la movió de lado a lado con una sonrisa tierna. Eleonora rio por lo bajo.

—¡Gracias, Mashirao, tú! —dijo finalmente—.Me cuestan los nombres. ¡Me gustas!

El chico no supo responder, incluso cuando oyó el grito de frustración de Kaminari. Se quedó con la boca abierta, sin palabras y con la mano extendida, hasta que ella se la estrechó y él dio un brinco. Estaba… helada.

—La singularidad de Enid es la resistencia al frío —intervino Aizawa abriéndose paso entre sus alumnos—. Además de una considerable resistencia física.

—Y estoy fría —asentía ella en voz baja, sonriéndole a Mashirao. Eleonora le acarició un brazo.

—Su temperatura corporal funciona al revés que la nuestra. Por lo general está fría, y se enfriará más cuando un ser humano corriente se calentaría. ¡Y al revés! Así que no soporta ciertos niveles de calor.

—Por eso, su habitación está refrigerada —añadió el profesor. Luego se volvió hacia la chica—. Si tuvieras cualquier problema con eso, te moveremos junto a Todoroki. Por lo demás, empiezas mañana, así que te recomiendo que vayas probándote los uniformes.

Shoto, al oír su apellido, levantó una mano.

—Yo soy Todoroki. Puedes llamarme Shoto.

Enid le dirigió una sonrisa deslumbrante.

—¡Hola, Shoto, tú! ¡Eres muy guapo!

Aizawa apoyó una mano sobre el cabello blanquísimo de la nueva y señaló a Todoroki.

—Tú, y tú —añadió llevando el dedo a Bakugo—. Os reuniréis conmigo y con Fubuki más tarde. De mientras, ayudadla a instalarse.

Katsuki, que se había sentado en el sofá, subió los pies al cojín y miró de reojo a la chica nueva. Puso los ojos en blanco, exasperado.

—¡Has dicho que su habitación es prácticamente una nevera! ¿No? ¿Por qué tengo que ayudarla yo?

Enid iba a contestar, pero Eleonora la detuvo con un gesto elegante y una sonrisa.

—Os veré a los cuatro en la habitación de Enid en una hora. Gracias por colaborar.

Katsuki simplemente gruñó.

En los dormitorios de la clase B había todavía más agitación. A falta de alguien con más calma que Sheziss, los alumnos estaban alterados, nerviosos y muy emocionados. Kendo se había asegurado de relegar a Monoma al final del comité de bienvenida, pero el propio Vlad King tenía problemas para contener la emoción y se había confinado a sí mismo junto a Neito para no ser disruptivo.

Finalmente, Sheziss entró en la sala y extendió las manos con un profundo suspiro.

—Criaturas. Criaturas mías. Calma, por favor. —Una sonrisita se le escapaba por las comisuras de los labios—. Vuestro nuevo compañero no va a entrar si no os calláis.

Poco a poco, el tumulto perdió fuerza. Itsuka realmente era útil, se dijo la tutora al ver cómo lograba aplacar los ánimos de su clase con sus palabras tranquilizadoras. Cuando estuvo satisfecha, Sheziss dio un paso atrás y dirigió la mirada a la entrada.

—Haru, cariño, pasa. Se mueren por conocerte.

Tras un pequeño momento de duda, un joven asomó el rostro blanquísimo por el zócalo de la puerta. Sí, este estudiante también era blanco como la nieve. A diferencia de Enid y su capa azulada de frío, sin embargo, el chico tenía en la piel el tono lechoso del albinismo. Mientras Enid tenía las pestañas oscuras, aunque cubiertas de aquella extraña capa de escarcha, el joven frágil tras aquella puerta las tenía completamente blancas, lo que daba a sus ojos violetas un aspecto tremendamente delicado a pesar de las ojeras que los enmarcaban. La nariz respingona, la tez salpicada de imperfecciones, le daban un aire inocente e infantil. También al zócalo asomaba su cabello, del blanco roto de la falta de melanina, puntiagudo y peinado hacia adelante.

Finalmente esbozó una sonrisa tímida repleta de dientes afilados.

—Hola. —Dio un paso adelante, tironeando de su chaqueta tejana para distraer la mirada. No era especialmente alto ni fornido, pero al menos parecía atlético. Su rostro blanquísimo adquirió algo de rubor—. Me llamo Haru Uzusame. Estaré… con vosotros un tiempo aprendiendo a ser un héroe.

Itsuka y Tetsutetsu se acercaron trotando a él. El segundo se apresuró a cargarse sus bolsas sobre los hombros, aprovechando para mostrarle los brazos convenientemente al descubierto.

—¡Bienvenido! —gritó. Haru se encogió, sobresaltado, pero Kendo se apresuró a cogerle una mano.

—No te preocupes. Gritar es su forma de expresar que está contento de conocerte. Yo soy Itsuka Kendo, la delegada de clase. Él es Tetsutetsu Tetsutetsu.

Al chico se le escapó una risita.

—Me alegro de conoceros. Estoy un poco nervioso, a decir verdad…

Sheziss le apoyó una mano en el hombro y le dio un apretón amistoso.

—No lo estés. Intimidan un poco, pero son un buen grupo.

Él miraba fijamente a quien luego conocería como Shihai Kuroiro, cuya sonrisa afilada le cruzaba la cara negrísima mientras lo examinaba detenidamente. Aun así, otro joven distrajo su atención abriéndose paso junto al profesor.

—Yo soy Neito Monoma, encantado… ¿Cuál es tu don? —El chico estiró la mano, pero Vlad King se la apartó antes de que Haru lo tocara.

—Está muy bien que preguntes, Neito. De hecho, Uzusame no tiene muy claros los límites de su singularidad, así que tú le ayudarás a explorarlos con tu habilidad para copiar.

Haru arqueó las cejas, pero luego se frotó el torso y mostró más los dientes en una sonrisa cargada de desafíos. Al otro lado de la sala, a Tetsutetsu se le cayeron las bolsas de las manos.

—Espero que no te importe mojarte, entonces.

La última de los tres estudiantes de intercambio llegaba entonces a su dormitorio del brazo de Percyval. Los estudiantes de la clase 1C de estudios generales eran mucho más tranquilos, así que el tutor había tenido menos problemas para pedirles paciencia. En cuanto la nueva puso un pie en la puerta, sin embargo, la atmósfera entera cambió. Todas las miradas le cayeron encima, y la clase contuvo el aliento.

La joven albergaba el carisma, la elegancia, la actitud, de la nobleza en cada poro de su piel perfecta y sonrosada. Las uñas recién hechas le relucían cuando se las pasó por la melena pelirroja, cerciorándose de que la coleta baja estaba donde debía. Llevaba ropa cara, una chaqueta de algún material transparente sobre el jersey de exquisito acabado y una gargantilla con una gema encastada. Llevaba otra piedra preciosa en la frente, colgada de una diadema, y un lazo blanco en el pelo.

—¡Hola a todos! —saludó. La sonrisa le realzó las mejillas redondeadas bañadas de pecas—. Me llamo Hanna Flora Lilesse. Estoy encantada de conoceros.

Pronto se vio rodeada de gente que la saludaba y le hacía preguntas, cautivada por su brillo. Percyval no llevaba bien las multitudes, así que se mantuvo apartado mientras la nueva se ocupaba de gestionar la atención que recibía tan repentinamente. Su aura relucía y atraía a sus nuevos compañeros. Muy a duras penas, la chica logró poner orden. Sus ojos violetas y azules se disparaban de un lado al otro de la sala.

—¡A ver, a ver! Uno por uno —reía, halagada por la atención que la rodeaba—. Primero; sí, llamadme Hanna Flora, por favor. He venido a estudios generales porque no tengo muy claro lo que quiero hacer… No tengo don, pero me gustaría dedicarme a la asistencia o ser enfermera.

Una figura algo apartada roncó una carcajada.

—Vete a asistencia, entonces.

El aura desenfadada que Hanna Flora había construido se desplomó en un instante. El grupo se partió cuando todos se volvieron hacia el desconocido y se apartaron para que la nueva pudiera verlo. Alguien estaba dispuesto a excusar el comentario, pero Hanna Flora levantó una mano para detenerlo.

—Me encantaría... pero me echarías de menos —Se alzaron exclamaciones, y la chica pausó un momento para absorber su momento de gloria. El desconocido no pudo evitar sonreír ante su actitud desafiante—. ¿Cómo te llamas?

Él hizo una pausa para examinarla de arriba abajo.

—Soy Hitoshi. Hitoshi Shinso.

Hanna Flora le guiñó un ojo.

—Es un placer.

Enid Fubuki

Edad: 20

Don: tanque ártico

Enid tiene más aguante que los humanos corrientes; su piel es más dura y resistente de lo común, y es prácticamente inmune al frío. Sin embargo, su temperatura corporal está invertida, así que no aguanta bien ciertos niveles de calor, y si se enfría mucho puede causar daños a otros y a su alrededor. No se sabe si tiene la capacidad de regularlo.

Altura: 1,76m