Día 4. Cardverse.

Las mejores historias ocurren en secreto, se ocultan de los necios que no entienden de belleza, que no comprenden los desvaríos del alma rota. Y es en este baile tan especial, donde se reúnen los cuatro reinos que han regido este mundo y guían las leyes de esta vida, en un salón se encuentran los Diamantes, con un lirio amarillo en las solapas de sus trajes y en las cabelleras de las damas, ellos son el reino de la eterna riqueza.

En ese grupo de extraños esta Francine, de rosadas mejillas, pupilas tan azules como el cielo que resguarda nuestros sueños, vestida con un vestido bohemio y presumido de color violeta, en sus cabellos rubios cenizo esta la enigmática flor, ella ríe y anda en pasos coquetos enamorando a todos los invitados, ella no es de la realeza pero parecería la reina del espectáculo, robando miradas y suspiros, era la mujer impredecible que pertenecía al consejo de sabios y a ratos podía ser una guardiana, la consejera más íntima de la verdadera reina Lily, una pequeña rubia de ojos gigantescos y destiladora de ternura.

Como decíamos en este evento se reúnen los enemigos y amigos, Tréboles aparece, seguidos del sobrio y tímido grupo de Corazones. Tienen en sí historias interesantes y dignas de ser relatadas en otra ocasión pues nuestro cuento nos exige ignorarles un poco para dar lugar a la esperada historia de amor, pasan los minutos, los saludos cordiales son dados, parece que para la sorpresa de todos las Espadas aún no hace acto de presencia, pero ellos harán una gran entrada, que hará a todos enloquecer.

Un pequeño reloj pierde la cordura y retrocede, se congelan todos, despiertan un segundo después del estupor, algo confundidos y sonríen cuando aparecen en el centro los culpables de ese suceso anormal, la familia real llego junta, en trajes azulados y negros, con una pica tejida en sus prendas, es el grupo más grande y ruidoso, pero solo nos interesa el muchacho que mantiene un rostro desinteresado e incluso de desagrado al estar en esta reunión, es Arthur, el menor de una larga línea de hombres gloriosos y victoriosos.

Sin saberlo el destino ha escrito una de sus mejores obras para su futuro pero ahora mismo es simplemente un aparente malhumorado que odia las reuniones de etiqueta sin sentido, deseando el aislamiento donde poder explorar los secretos ocultos de la magia y hundirse en libros que tienen palabras fascinantes.

Entre la multitud Francine siempre atraía los murmullos halagadores, Arthur no necesita una gran descripción para saber de quién hablan, de esa mujer que ha robado sus días y noches, aún recuerda cuando hablaron por primera vez y lo mucho que se odiaron, fue el instante en el que un igual firme y maravilloso apareció en su desabrida vida.

Desde ese día en secreto le ha profesado una devoción como ninguna, la espera todos los días en el hueco de un viejo árbol, que resiente el peso de su sabiduría, allí ambos se han paseado, han tenido charlas que van desde la simpleza de sus obligaciones y debates más filosóficos de sus existencias banas, parecen encajar como una melodía armoniosa y una letra significativa, de regreso al baile Arthur permanece indiferente al eco de las voces chismosas, se prepara para el encuentro furtivo que sabe tendrá con esa damisela y considera a los murmullos presagios de lo especial que será en esta ocasión su reunión.

Francine no fue la única en sorprenderse por la entrada llamativa y exagerada de Espadas, se detuvo como todos y ella sonrió satisfecha cuando pudo visualizar a Arthur, el hombre que había logrado atrapar su corazón aun cuando este fuera hosco y estirado, piensa en todas las reuniones bajo el árbol, el cómo lograba mostrarle un lado tan distinto de su usual actitud arisca, piensa en cómo podía volverse tan interesante y romántico estando tan lejos del resto del mundo.

Ella se entusiasma por su presencia y decide jugar un rato con la mente del señorito Kirkland, para provocar miles de emociones en ese hombre, para demostrarle el poder que ella tenía en su corazón, pues era la dueña absoluta de este, todo para recompensarle al caer la luna de plata con el secreto a voces de que Arthur podía destruirla y armarla con unas cuantas palabras.

Así que juega una de sus mejores cartas y ella misma se acerca a un desconocido, habla unos segundos y no le cuesta nada el que este desee invitarla a bailar, accede gustosa, este es su primer movimiento, sin decir ni una palabra logrará que Arthur fije su vista en ella, Francine se mueve como una flor que ha sido arrancada y es guiada por el viento, moviéndose con elegancia y clase, el baile pide un cambio de parejas y ella acepta a casi todos los candidatos de buen rostro.

Arthur quien ha tenido un escalofrío se encuentra contemplándola, encandilado con cada suave paso que ella da, quienes le acompañan en su baile son simples figuras sin rostro, para él solo existe la dama de los lirios y cuerpo gallardo. Está molesto sin duda, no entiende el porqué de este espectáculo tan descarado pero cae perfectamente en el papel que Francine ha planeado para Arthur. Hace acercamientos sutiles que saben le harán estar confundido, no entrega demasiado para hacerle ver que aun cuando finge disfrutar de sus acompañantes, poco le importan y ella le está mandando un mensaje.

Arthur desaparece de su vista, lo que le hace preocuparse, pierde un poco de su gracia y antes de que pueda lamentarse observa para su sorpresa que su amante ha decidido unirse a los bailes, con discreción y sin mucho interés en guiar realmente a la joven con la que danza, Francine se recupera y ambos están de esquina a esquina, bailando con personas menos importantes.

En una sala llena de gente sus miradas se encuentran, en un instante ambos llegan al centro y Arthur reclama las manos de Francine, las toma, por fin se han encontrado, se miran con intensidad, esto de verdad está ocurriendo pero ninguno dejará su alma al descubierto entre ese mar de gente, Arthur pronuncia unas palabras misteriosas, en un parpadeo su escenario cambia; de la pista ambos se esfumaron, fueron arrastrados como polvo de estrella y fueron guiados hacia donde la luna plateada resplandecía con intensidad, el suelo ya no es firme, en su lugar les acaricia la yerba y el abrumante aroma de miles de perfumes es reemplazado por el fresco olor de las flores reales y vivas.

Arthur acaricia su mejilla y ella lo abraza con fuerza, siguen bailando, la música ahora parece tan lejana así que se guían por el ritmo de sus corazones unidos, Francine perderá sus tacones, Arthur su saco, puede que a ella la despeine y tienen un vals íntimo, con movimientos torpes, con juegos que a ratos se vuelven elegantes, significativos, como cuando entrelazan sus dedos y ella se acurruca en él, sintiéndose amada, protegida y feliz como en ningún otro momento de su vida, Arthur a su vez se siente tan nervioso y calmado a la vez, no puede creer este momento y tampoco puede imaginarse una vida sin tenerla entre sus brazos, quiere demostrarle en gestos lo que tanto le cuesta en palabras.

Francine comprende sus sentimientos a la perfección, agradeciendo el poder vivir este instante, ambos creen que podrían morir en unos segundos y poco les interesaría hacerlo, esta noche es eterna, magnifica y se grabará con fuego en la piel de ambos, luego de mecerse sin saber que hacer es que la dama de los lirios rompe el silencio confortante:

Embrasse moi

Arthur cumple su deseo, uno que él mismo tenía, se vuelven protagonistas de la clase de pintura que sólo podría ser hecha por los artistas que conocen la belleza del amor profundo, del amor absorbente y dulce. Son los enamorados que se aman ocultos en un jardín mágico, la espada atravesó al diamante, sus destinos han sido sellados, están condenados a este amor, a amarse por el resto de sus vidas, ante todo obstáculo y ante la muerte, se amaran.