Capítulo IV. Conflicto

La fiesta se sintió eterna.

La joven Ackerman moría de ganas por encerrarse con Jean a hablar seriamente de lo que acababa de oír. Sin embargo, prefirió contenerse y divertirse por lo que restaba de la noche, cosa que Kirstein agradeció; no quería hablar del incidente en ese preciso momento, mucho menos con todo el alcohol que llevaba encima.

Las cosas continuaron bien y una hora después de la ida de Armin, los desconocidos Porco y Pieck, a lado de Bertholdt, se fueron en un taxi que Mikasa les pidió para que llegaran a su hogar sanos y salvos.

Reiner, Eren y Jean empezaron a competir para ver quién tomaba más shots de vodka sin desfallecer pues eran los que más resistencia tenían al alcohol. Mikasa, Nicolo, Sasha e Historia, por su parte, platicaron el tiempo que pudieron con la poca cordura que les quedaba pues al igual que los demás estaban muy borrachos. Connie por otro lado, ya estaba acostado en la cama de Mikasa y Jean profundamente dormido.

Casi media hora después, Sasha y Niccolo también se fueron, llevándose a Connie a rastras junto con ellos. Historia ya estaba fastidiada, pero al ver que Eren seguía divirtiéndose con aquel par de mastodontes que llamaba amigos, le pidió a Mikasa que le permitiera recostarse en su cama.

— Espero que no les moleste, pero me da miedo que Eren maneje borracho. Si se siguen poniendo más ebrios ¿Habrá algún problema si nos quedamos a dormir aquí? No quiero arriesgar mi vida de forma tonta —le dijo la rubia algo aturdida. Mikasa sonrió.

— No hay ningún problema, tú descansa. Vendré a verte de vez en cuando y si se quedan a dormir, por la mañana les haré el desayuno —le dijo tratando de tranquilizarla.

Una vez que Mikasa salió del cuarto, empezó a recargarse de la pared; ella también estaba mareada, pero quería disimularlo. No quería caer dormida pues una parte de ella deseaba seguir en la fiesta, sin embargo, al ver a esos tres tan metidos en su plática, prefirió acostarse en el sillón de al lado por su cuenta.

La joven de pelos azabache tomó un shot de whisky en un instante de euforia y luego miró al techo mientras escuchaba música. Aprovechó que ya nadie ocupaba el karaoke y puso sus canciones favoritas.

Eren y Jean la voltearon a ver cuando la escucharon cantar a solas y en un ataque de borracho, Kirstein se soltó a las lágrimas. — ¡A que no es tierna mi princesa asiática! —exclamó mientras se lanzaba a Mikasa para abrazarla y besuquearla.

— ¿"Princesa asiática"? —repitió Reiner con cierta burla. – La voy a empezar a llamar así cuando él esté sobrio —recalcó juguetón.

Eren por su parte, miró disgustado como Jean se la comía a besos y Mikasa apenas reaccionaba. – Por dios, Jeanie, estamos aquí. Si quieres tener sexo con una mujer ebria, mejor vete a otro lado, maldito bastardo descarado.

Jean se dio cuenta de lo vergonzoso de la escena y volvió hacia Eren echo un lío, Kirstein apenas y se podía mantener de pie por lo que, al tratar de correr hacia Eren, cayó al suelo. Jaeger y Braun se miraron entre sí y compartieron una risa burlona.

— Bueno, creo que este es el mejor momento para que me vaya. Muy buena fiesta, muy buena para ser organizada por esta pareja de ancianos —mencionó el rubio señalando a Mikasa y Jean que ya estaban desvanecidos.

— Nos vemos luego, creo que igual me marcho, pero primero trataré de despertar a nuestros anfitriones —le respondió mientras lo acompañaba a la puerta.

— Yo estoy despierta —respondió Mikasa con la voz pastosa.

Reiner y Eren voltearon hacia ella que había alzado la mano como si dijera "presente" al profesor de bachillerato. Rieron. – Sí, se ve que estás fenomenal —comentó Eren sarcástico.

Una vez que su amigo rubio se fue, al primero que trató de levantar fue a Jean que parecía haber perdido la consciencia con el golpe. Mikasa por su parte se le acercó con dificultad. El castaño tenso vio como se le aproximaba y lo ocupaba de apoyo para caminar, parecía que le daría un abrazo, pero pronto cambió esa idea al notar que ahora caminaba hacia el pasillo que daba a su habitación.

— ¡Debo de ver si Historia está bien, la estoy cuidando! —le aviso en voz alta.

Eren caminó tras ella atento por si se caía o resbalaba, pero la pelinegra se las arregló para llegar al cuarto sin accidentes de por medio. Eren la observó desde la puerta divertido al notar que lo único que hizo fue pararse a lado de su novia rubia durante casi un minuto.

Luego dirigió su mirada a Eren y levantó el pulgar en modo de triunfo. – Misión cumplida —dijo alegre mientras salía de la habitación de nuevo.

— Yo... —Mikasa se detuvo al oír a Historia murmurar.

— No te asustes, Historia suele hablar dormida —le explicó Eren que seguía vigilándola desde la puerta.

— Yo... Ymir —susurró con cierta melancolía para luego darse la vuelta y seguir durmiendo.

No supo por qué, pero esas palabras lograron que Mikasa recuperara la sobriedad un par de segundos mientras se dirigía a la puerta. Miró a Eren con miedo, él le devolvió una mirada seria. Se sintió incómoda.

Ambos salieron del cuarto y una vez en el pasillo, Eren cerró la puerta. Luego, miró a Mikasa que estaba parada frente a él.

— La veo muy cómoda en esa cama, ¿Te molesta si la dejo aquí y vengo por ella mañana? —preguntó el castaño.

— Puedes quedarte, de todos modos, esa cama es para dos personas, yo dormiré con Jean en la sala —contestó Mikasa con cierta timidez. – Ella me dijo que no quería que condujeras ebrio.

— No estoy ebrio —le aclaró casi de inmediato. – Y ella siempre tiene ese miedo, por eso no me la llevo, no quiero que piense que quiero poner su vida en peligro.

Mikasa se quedó pensativa varios segundos procesando las palabras del chico. — Pues eso es muy cortés —respondió sin saber si su respuesta tenían coherencia.

Eren sonrió. – Tú también deberías dormir, qué te parece si te recuesto a lado de ella y yo me duermo en el sillón con Jean —sugirió tomándola del hombro. — No te preocupes, no lo pienso besar si eso te preocupa —agregó en broma.

Mikasa sintió una fuerte corriente eléctrica recorrer su piel al sentir las manos de Jaeger sobre sus hombros. Instintivamente se echó para atrás quedando recargada a la pared. Fue todavía más incómodo porque se sintió acorralada. Eren seguía manteniendo esa mirada fría, pero bajo esa aparente indiferencia había muchas emociones entre mezcladas.

Eren se estaba mordiendo la lengua para no aprovecharse de esa pequeña intimidad y preguntarle acusadoramente el por qué no lo había vuelto a llamar cuando volvió de Hizuru, pero eso lo haría sentir como alguien desesperado y tonto, además de que al estar ella borracha, probablemente las cosas saldrían mal.

Mikasa se deshizo de su agarre y se abrazó a sí misma, tenía frío.

— Me dormiré con Historia, pero sólo si me prometes que levantarás a Jean del suelo, no quiero que se resfríe por estar en el piso toda la noche.

— No te preocupes —respondió él con una leve sonrisa. – No creo que pase eso, tu alfombra es bastante peluda y se ve calentita —agregó de nuevo juguetón. Mikasa rio.

— ¿Desde cuándo te robaste mi sentido del humor? Maldito impostor —lo acusó con mofa.

— Me lo trasfirió tu tío Levi a través de una patada —respondió mientras sacaba su celular. —Por dios, son las cuatro de la mañana. Te cargaré a la cama —le dijo a la vez que trataba de levantarla. Mikasa se negó y empezó a caminar hacia atrás, él por su parte le siguió el rastro haciendo que al final terminara arrinconada en la esquina del pasillo. La pelinegra estaba colorada.

— No necesito que me lleves, gracias. Puedo caminar sola —le dijo evitando el contacto visual.

Eren notó lo incómoda que Mikasa se sentía y se echó para atrás. – Creí que te daría igual, honestamente no pensé que te lo tomarías tan mal —comentó afligido.

— Los tiempos cambian, Eren —respondió ella mientras caminaba hacia la puerta de su habitación y la abría. – Buenas noches —se despidió antes de cerrar.

Eren se quedó pensativo por varios minutos. Se dedicó a reflexionar sobre dichas palabras y se dio cuenta de lo mucho que se había enfrascado en el pasado porque, de alguna manera, creía que ese pasado seguía siendo parte de su vida.

Caminó hasta la sala y con algo de dificultad levantó a Jean para acostarlo en el sillón más pequeño y así él pudiera dormir sin problemas en el largo sofá de al lado.

Eren se quedó por lo menos una hora inmerso en sus propios pensamientos, si de por sí era incómodo dormir en una casa ajena, era incluso peor tratándose del lugar donde Mikasa y Jean vivían juntos. Se preguntó por qué las cosas se habían dado de tal manera pues a los dieciocho, ellos eran la pareja más estable del mundo, parecía broma, pero debido a que se conocían de toda la vida, con Mikasa nunca tuvo que afrontar esas situaciones incómodas que tras la etapa de enamoramiento te hacen darte cuenta de que la persona que estuvo a tu lado por tantos meses o incluso años, era sólo una imagen idílica de lo que buscaba en el amor.

Pensaba que con Mikasa ni siquiera había tenido que pasar por la "etapa de enamoramiento", era amor tal cual; puro, real y profundo. Entonces, ¿Por qué todo se fue al carajo? Oh, claro, la distancia.

En un inicio habían pactado tener una relación a distancia, pero dicha idea fue descartada por él mismo ya que con todas sus inseguridades, se sintió alarmado una de esas tantas noches que, teniendo una videollamada con ella, le dijo una frase que en su momento le provocó escalofríos:

"Estoy muy feliz de estar aquí, la verdad vivir en un nuevo país me emociona bastante. Ya quiero conocer gente nueva, hacer amigos, en verdad no me quiero privar de nada, aprovecharé que no están mis padres acá para hacer de todo"

Al igual que esa noche en el departamento de Jean, un Eren más joven, estúpido e inseguro se quedó pensativo por días meditando en cómo debía reaccionar a eso. ¿A qué se refería con "de todo"? ¿Trataría de salir con asiáticos? No tenía nada en contra de ellos, en realidad quizá entendía el por qué quería aprovechar la oportunidad de besar bocas nuevas porque, ¿No era extraño que ambos hayan pasado prácticamente toda su adolescencia saliendo exclusivamente con una persona? Incluso le daba pena admitirlo, a tal punto que cuando Mikasa y Armin le preguntaban de más chico quién había sido su primer amor, siempre mencionaba el nombre de Hitch, la niña odiosa que se sentaba a lado suyo en la primaria.

Eren pensó que la distancia tarde o temprano los terminaría separando y no dejaba de imaginarse mil escenarios donde rompían, el que más le preocupaba de todos era ese en el que terminaban peleando y la amistad de toda una vida se perdía en un par de minutos.

El castaño estaba tan desesperado que por momentos se arrepentía de haber empezado a salir con Mikasa en primer lugar. "¡Maldito idiota! ¡Ahora por tu estúpida calentura vas a terminar perdiendo todo!" se repetía numerosas veces. "Si tan sólo hubiese esperado a que Mikasa regresara de Hizuru y entonces hubiéramos intentado algo, los dos ya seríamos mayores, maduros y después de haber conocido una que otra persona nueva nos daríamos cuenta de que estábamos hechos el uno para el otro". Las palabras de su padre y su hermano recordándole que su primer amor no duraría para siempre le retumbaron en la cabeza más que nunca.

Fue entonces que se le ocurrió esa maravillosa idea.

Lo pensó un poco más y después de ver las posibilidades que eso traería en un futuro se convenció a sí mismo de que era una idea maravillosa. Esa misma noche llamó a Mikasa y le dijo que tenía algo muy importante qué decirle.

— ¿Terminar? —preguntó ella incrédula.

— ¡Sí! ¡Sí! ¡Pero escucha! El plan es que nos demos un tiempo en lo que tú estás allá, así conoces gente nueva, no te privas ni te martirizas pensando que tienes un novio a cinco mil kilómetros de distancia esperando por ti y cuando vuelvas a Eldia retomamos nuestra relación.

Observó la expresión de Mikasa con detenimiento, se veía furiosa ante la propuesta.

— ¿Has conocido a otra persona? ¿Por qué sacas esto tan de repente? —preguntó la pelinegra que parecía no concebir que Eren estuviera proponiendo tal barbaridad.

— Escucha. Sé que nos queremos mucho, pero siento que, si nos separamos un poco, aprendemos a extrañarnos y dejar de depender del otro, en un futuro seremos más maduros y podremos hacer que nuestra relación sea diez veces mejor. Además, esto te beneficia más a ti que a mí, tú estás en un nuevo país y si andas con otras personas vas a poder vivir tu experiencia en Hizuru completa.

Se la pasaron debatiendo por horas y cada minuto que pasaba, parecía que Mikasa perdía el interés en llevarle la contraria a Eren, al final terminó aceptando.

— Cuando nos veamos en vacaciones podremos ser de nuevo Armin, tú y yo, los viejos amigos de siempre. Y cuando todo termine, tú y yo estaremos juntos de nuevo ¿De acuerdo?

La pelinegra le dedicó una mirada hosca, luego respiró hondo y respondió. – Está bien. Me debo de ir, acá es medio día y muero de hambre. Nos vemos —se despidió su ahora exnovia.

El castaño supo que las cosas no habían salido tan bien como esperaba de inmediato y, de hecho, Mikasa no le respondió sus mensajes hasta un mes después. Eso lo deprimió.

La navidad de ese año, cuando por fin volvió de su primer año en Hizuru, él y Armin fueron los primeros en recibirla con un abrazo cuando llegó a Shiganshina. Recordó que fueron a la casa de Mikasa y ella nostálgica le mostró sus álbumes de música favoritos, en medio de la plática a él se le hizo fácil lanzarse sobre ella y robarle un beso. Triste descubrió que Mikasa no le quería corresponder. "Los amigos no se besan" agregó mientras ponía las palmas de sus manos sobre los labios de él.

"Podemos ser de los amigos que se besan una vez al año cuando se ven en navidad" sugirió el castaño bromeando.

"¿De qué hablas, idiota? Somos como hermanos, eso es asqueroso" respondió ella quitándoselo de encima. Eren se sintió afligido ante su respuesta.

"Además, eres como mi hermanito en silla de ruedas; quiero darte galletas y revolver tu pelo, no chuparte el pene" agregó haciendo evidente que estaba bromeando. Mikasa no quería que la atmósfera entre los dos se volviera extraña y lo logró pues Eren rio ante su estúpido comentario.

"Creí que Armin era nuestro hermanito en silla de ruedas" dijo mientras miraba a la puerta pues justo el rubio iba entrando.

"¿Por qué siempre me debo de convertir en la víctima de sus bromas cuando no estoy presente, bastardos?" respondió enfadado al escuchar el comentario de Eren. Armin le soltó una patada con poca fuerza y luego se agachó al nivel del suelo, donde los dos estaban sentados. Posteriormente, les dio un vaso con ensalada de manzana a cada uno.

Eren siempre recordaba a detalle ese tipo de conversaciones y momentos específicos de su vida que quizá a primera vista no eran importantes pero que dentro de su memoria quedaban tallados en piedra.

Uno de esos momentos que recordaba mejor fue la última navidad que vio a Mikasa. Ese año se atrevió a mostrarse por primera vez frente a ella saliendo con otra chica, curiosamente, se trataba de la misma Hitch que llegó a despreciar unos años atrás.

"¿Así que le pediste una cita a tu primer amor y ahora son pareja?" le preguntó la pelinegra incrédula. "Me alegra que ya hayas conocido a alguien, espero que algún día tú puedas conocer a Atsushi" le dijo mientras le daba una palmadita en la espalda y se iba de la habitación donde platicaban sobre sus nuevas aventuras amorosas.

Eren siempre creyó que Atsushi no existía, no porque Mikasa no fuese lo suficientemente atractiva para conocer a alguien después de él, sino porque sólo hablaba de él cuando convenía en la conversación, era como si sólo existiese para causarle celos y muchas veces Mikasa contaba la misma anécdota dos veces: Una en la que iba a la premier de la película del momento junto a su tía Kiyomi y otra en la que iba con Atsushi; no entendía por qué mentía de forma tan descarada, se veía que ni siquiera se esforzaba en que sus palabras parecieran coherentes.

Después de despedirse de ella esa navidad no la volvió a ver en cuatro años.

Mikasa no le respondía los mensajes, ni las llamadas, mucho menos las videollamadas y las navidades siguientes dejó de ir a Shiganshina a pasarla con su familia. La señora Ackerman le había dicho que su hija ya era mayor y prefería pasar esas fechas de vacaciones con las nuevas amigas que había hecho en el otro país. Al parecer por los siguientes años estuvo pasando su navidad en otros países cercanos a Hizuru, cualquier lugar menos en la isla donde ambos habían crecido.

Durante el primer año, Eren estuvo esperando que ella lo volviera a buscar. Cada mañana sentía que ese sería el día en que, por fin y de manera inesperada, recibiría un mensaje larguísimo de Mikasa explicándole por qué había dejado de hablar con él y con Armin. Nunca pasó.

Con el paso del tiempo, debido a la universidad y sus propios planes, empezó a dejar eso de lado. Sin embargo, no podía negar que en el fondo saber de Mikasa era algo que le carcomía la cabeza, algo que hasta hace dos semanas atrás seguía siendo quizá, el misterio más grande en su vida.

Eren no se dio cuenta en qué momento cayó dormido, pero la fuerte luz del sol que entraba directo a su rostro desde la ventana, lo despertó. Cuando miró a su alrededor vio el desastre que la bola de borrachos había formado. Pocos minutos después, salió Historia del pasillo que se veía demacrada. — Qué bueno que ya despertaste, vámonos de aquí me quiero dar un baño —le pidió la rubia.

Eren se levantó y le dio un par de cachetadas de forma amistosa a Jean para despertarlo. El joven de barba reaccionó pronto.

— ¿Eh? ¿Qué ha pasado? —preguntó al ver a Eren e Historia observándolo. Kirstein se levantó sobre saltado y luego se sobó la espalda, había dormido en una posición muy incómoda. — ¿Y Mikasa? —preguntó mirando a todos lados.

— Aquí estoy —respondió la pelinegra que ya se había lavado la cara y cepillado el pelo, aunque seguía manteniendo una apariencia desaliñada. – Pueden quedarse a desayunar con nosotros si gustan —ofreció la chica recordando la propuesta que le había hecho a Historia la noche anterior.

Eren e Historia intercambiaron miradas, estaban algo incómodos.

— Muchas gracias, pero preferimos ir a casa y comer allá —respondió Eren mientras tomaba del perchero su gabardina y se dirigía a la salida.

— Está bien, al menos permítanme acompañarlos al ascensor —dijo Mikasa mientras les abría la puerta. Una vez fuera, miró a ambos con amabilidad. — Agradezco que vinieran, fue lindo recuperar contacto. Espero nos veamos pronto.

— Pues podemos vernos el fin de semana en la fiesta de cumpleaños del papá de Armin —respondió Eren. Mikasa se quedó sin palabras y Jaeger vio el gesto con desagrado. — ¿Cuánto tiempo tiene que no visitas a tus padres, carajo? Parece que tiene milenios que no sabes de ellos —la regañó.

— Lo siento, el trabajo me ha mantenido ocupada, pero quizá vaya, de todos modos, toda esta semana estaré de vacaciones —respondió apenada.

Eren e Historia se subieron al elevador.

— Adiós — se despidió él. — Yo estoy siempre en mi tienda, si quieres puedes visitarme cuando tengas tiempo libre —anunció el castaño antes de cerrar la puerta y desaparecer.

Mikasa se quedó ahí parada unos minutos, no sabía si era buena idea tomarle la palabra.

Luego recordó lo de anoche y sintió escalofríos recorrer todo su cuerpo. No quería entrar y enfrentar a Jean.

Ella definitivamente no quería casarse y el pensar en una declaración futura era uno de sus mayores miedos. Además, sentía que no tenía sentido pues estaba segura de que los dos se sentían insatisfechos con su relación desde hace meses.

¿O no?

Ahora tenía más miedo, no quería romper el corazón de Jean o hacerlo sentir incómodo, triste o desilusionado.

Al entrar vio que su novio ya había empezado a limpiar: estaba recogiendo las latas y botellas vacías y metiéndolas en una bolsa. — ¿Me ayudas? —le pidió al verla entrar. Terminaron de limpiar pronto y se metieron a duchar juntos, pero a diferencia de otras ocasiones, ni siquiera se tocaron.

Cuando dieron las 9 los dos ya estaban en la cocina desayunando.

— Jean, ayer lo de Connie sólo era una broma, ¿Verdad? —preguntó temerosa, esperando que su respuesta fuera afirmativa.

Para su mala suerte, el castaño no dijo nada, sólo la observó afligido.

— Compré ese anillo hace cinco meses, cuando recibí mi primera comisión anual, era muy buen dinero y me puse a pensar en que ya ganaba lo suficiente como para sentar cabeza. Lo hice en un arranque de euforia, pero, después de pensarlo una y otra vez, decidí no dártelo —le explicó para luego darle un sorbo a su café. — Debería ser muy iluso para creer que un anillo de compromiso, una casa e hijos iban a solucionar nuestros problemas. No quiero que tengas esa patética imagen de mí —agregó con la cabeza gacha. — Sé que no solemos discutir, ni siquiera es que haya algo malo entre tú y yo, es sólo que a veces pienso que la razón por la cual no pasa nada es porque somos como un cascarón vacío.

Mikasa tuvo deseos de llorar.

— Disculpa si dije algo hiriente, no era mi intención. No soy tan negativo, pienso que quizá sólo estamos pasando por una etapa difícil, una que, si logramos superar siendo fuertes, nos puede traer felicidad en el futuro. No siento que todo vaya tan mal como para tirarlo por la borda de la noche a la mañana, al menos yo no quiero terminar mi relación contigo —declaró con dulzura mientras se acercaba para abrazar a la pelinegra, ella le correspondió al abrazo y una vez que pudo recargar su cabeza sobre el pecho de su novio, por fin se soltó a llorar. ¿Qué debía hacer ahora?

CONTINUARÁ...