La historia de Ron
El cielo nocturno acababa de ser diluido por un rojo intenso. Mientras el amanecer avanzaba sobre los campos que rodeaban La Madriguera, un hombre pelirrojo bajaba las largas escaleras que desfilaban por los distintos pisos de la casa, hasta llegar a la cocina.
El hombre era alto y atractivo, con ojos azules y largo cabello pelirrojo que llevaba en una cola de caballo. Llevaba un collar con un colmillo, y había profundas cicatrices en su rostro. Mientras ponía la pava para un té, observó una luz afuera, en un cobertizo donde solían guardar el antiguo coche familiar, el Ford Anglia, muchísimos años atrás.
Poco después, cuando el té estuvo listo, tomó la taza y se alejó con ella por la puerta que abandonaba la casa y cruzó caminando el trozo de jardín que lo apartaba del cobertizo. El cielo aclaraba cada vez más, y el sonido de los animales de campo despertando todo alrededor de la casa inundaba sus oídos. Vio algunos gnomos correteando entre los pastizales, un paisaje muy común en los jardines de La Madriguera.
Bill abrió la puerta del cobertizo y encontró a su hermano dentro, trabajando con un camión de helados que apenas cabía allí.
-¿Ron? -preguntó, jugando con la taza de su té-. ¿Qué haces aquí?
-¡Bill! -Ron se incorporó de un salto y sonrió mientras se acercaba para estrecharle la mano a su hermano-. ¿Cuándo llegaste aquí?
-Anoche -dijo él, devolviéndole el apretón de manos y la sonrisa-. ¿Y tú?
-La otra noche -Ron señaló el camión de helados que ocupaba la casi totalidad del cobertizo-. Me queda solo un día para terminar de reparar este bebé, así que decidí despertar al alba para empezar -se limpió algo de sudor de la frente-. Es bonito, ¿no crees?
Bill le dio un sorbo a su taza de té mientras contemplaba el camión.
-Hermoso -dijo, finalmente-. ¿Planeas vender helados?
-Sí, ese es el plan, básicamente -dijo él, tomó su varita y empezó a hacer algunos hechizos en la parte delantera del vehículo, donde unas abolladuras del capó empezaron a cambiar de forma y a repararse, recuperando una apariencia normal-. Siempre quise tener un camión de helados. Cuando papá me dijo que había rescatado uno de la chatarrería muggle y estaba viendo si podía hacerlo funcionar, no pude resistirme. Si me esfuerzo y consigo que arranque, puedo llevármelo hoy mismo.
-Genial -Bill sacó su varita de un bolsillo de su túnica y caminó alrededor del vehículo, buscando desperfectos. Hizo unos encantamientos mudos sobre una de las puertas y empezó a probar abrirla y cerrarla. Luego de realizar dos o tres encantamientos, dejó de chirriar. -¿Mamá sabe de esto?
-Claro que no -dijo Ron, revisando los neumáticos-. Hace años aprendió a no entrar aquí. Es mejor no ver todo lo que anda metiendo papá.
-¿Tan mal anda la cosa en Sortilegios Weasley, entonces?
-¿Bromeas? El negocio anda perfecto. Tan bien, de hecho, que ni George ni yo estamos yendo. Hay un nuevo encargado que lo maneja sensacional, estamos haciendo más dinero que nunca. Pero ahora tenemos mucho tiempo libre, y pensé en seguir alguno de mis antiguos sueños para ocupar mi tiempo.
-Pues qué mal que en todos estos años nunca me hayas dicho que soñabas con ser un vendedor de helados.
Bill dejó su taza en una estantería y usó las dos manos para tratar de abrir la ventana lateral del camión, desde donde se atendía a la gente, pero la chapa no cedió.
-Probé de todo -dijo Ron-. No consigo dar con un encantamiento que…
Pero Bill había hecho un círculo con su varita en torno al lugar, y al instante la ventana se abrió de golpe. El hombre probó abrirla y cerrarla, y Ron contempló maravillado que ahora se movía con total naturalidad.
-¡Genial! -dijo, sonriente-. ¡Lo has logrado!
Bill le guiñó un ojo y siguió caminando en torno al vehículo.
-¿Cómo andan todos por aquí? Anoche apenas llegué a cruzar un par de palabras con papá y mamá.
-Todo bien, creo -dijo Ron-. Un poco… -pareció dudarlo antes de continuar-. Un poco decaídos, quizás…
Su sonrisa había desaparecido de su rostro, y su varita quedó suspendida en el aire sobre un neumático trasero, sin moverse.
-¿Cómo estás tú? -Bill lo observaba muy serio desde la parte trasera del camión.
Ron no contestó enseguida. Su expresión se volvió distante, como si acabara de recordar que algo muy horrible había pasado, pero no quisiera recordar exactamente qué. Finalmente suspiró hondo y dijo:
-No lo sé.
-Sabes que si necesitas ayuda… -Bill fingió que revisaba algo en la puerta doble trasera del camión, aunque se notaba que era una excusa para no incomodar a su hermano-. Si necesitas un consejo, o simplemente alguien con quién hablar…
-Sí, lo sé, gracias -dijo Ron, en voz tan baja que fue casi inaudible-. Mamá y papá… Creo que les ha afectado.
-Es entendible. Es decir, Harry era casi… bueno, más bien era un miembro de la familia.
-Era -dijo Ron, y una sombra pareció oscurecer su rostro unos instantes.
Pasados unos instantes donde el silencio hizo eco por el cobertizo, Bill decidió decir algo para romper aquella tensión.
-¿Alguien del Ministerio se acercó aquí a hablar con alguien? Siendo que la familia ha tenido tanto contacto con él…
Ron respiró hondo y le contó a su hermano todo sobre los tatuajes, y que lo habían interrogado a él del departamento de aurores por ser uno de los cinco sospechosos del asesinato.
-¿Qué? -dijo Bill, cuando este terminó, sin dar crédito a sus oídos-. ¿Sospechan de ti?
-Sospechan de los cinco -Ron se encogió de hombros-. Es entendible. El encantamiento de este tatuaje tiene ese funcionamiento, ¿sabes? Ya lo había sentido antes. Y cuando pasa…. Bueno… Las pocas veces que pasó, fue en esa clase de momentos.
-Pero tú no creerás… -Bill hizo una mueca extraña, como una media sonrisa, y luego se puso serio otra vez-. Ninguno de ustedes cinco podría… Es decir, ¿cómo es posible…?
-Lo sé, también me cuesta creerlo -Ron se cruzó de brazos y se quedó mirando el vacío, mientras negaba con la cabeza-. El auror que me interrogó está convencido de que fue uno de nosotros. Me preguntó quién pensaba yo que pudo haber sido, que si sospechaba de alguien, que si sabía algo íntimo que hubiera pasado entre los seis y que no se haya sabido públicamente…
-¿Y? ¿Tú qué le dijiste?
-Le he dicho que me parece imposible que uno de nosotros hubiera matado a Harry. Pero no solo porque no creo que ninguno tuviera motivos, ni creo que ninguno sea un asesino, porque conozco a todos ellos… No, es por otra cosa, además -Ron miró a su hermano fijamente-. Tú conociste a Harry. Yo también. He trabajado a su lado en el departamento muchos años, lo he visto en acción. Diablos, él mató al Innombrable… ¿Vas a decirme que Ginny o Luna lo asesinaron? ¿Así como así? ¿O Neville? No existe forma. Harry podría haberlos derrotado a todos con los ojos cerrados.
Bill se quedó pensativo unos instantes.
-Sí, es cierto -dijo, lentamente-. Ginny, Luna o Neville no tendrían chances contra él… Pero Hermione sí. Es decir, creo que ella era más hábil que él con la varita. Ella pudo derrotarlo.
Ron se quedó con una expresión de total sorpresa en el rostro.
-Es decir, no es que crea que ella lo hizo -dijo Bill rápidamente-. Solo digo que pudo vencerlo en batalla. Pero no creo que Hermione sea una asesina.
-No, claro que no -dijo Ron enseguida-. Yo tampoco lo creo.
-Pero entonces, ¿qué crees que…?
-No tengo ni idea -Ron se encogió de hombros-. Lo que le dije a ese auror fue eso: yo no he sido, definitivamente. Hermione no pudo haber sido. Luna o Neville no matarían a una mosca aunque les regales montañas de oro, y Ginny… -pareció dudar unos instantes-. Sé que Ginny no está bien, tú lo sabes… Pero de ahí a matar a nadie…
-No, no podemos pensar así -dijo Bill-. Ninguno de ustedes es un asesino. Aquí debe haber algo más, algo que explica el dolor de los tatuajes y lo que ocurrió, pero sin que ustedes cinco hayan tenido nada que ver.
-Sí, supongo que sí -dijo Ron, aunque no parecía convencido-. Aunque sabes, de verdad te digo que la magia de esos tatuajes funciona bien. Cuando ocurrió… tú sabes, lo otro… Lo sentí.
Bill no dijo nada, pero se notaba que sabía a qué se refería.
-Alguna explicación tiene que haber -dijo, negando con la cabeza-. Lo que me preocupa, y que quería hablar contigo, es otra cosa.
-Sí, ya lo sé -Ron revoleó los ojos-. El auror me ofreció protección, pero la rechacé.
-¿Por qué hiciste eso?
-Oye, que yo también fui un auror y luché para matar al Innombrable. Sé defenderme bien. Nadie va a venir a matarme. Y si lo intentan, tendrán que vérselas conmigo.
-Ron, no seas idiota. Estamos hablando de alguien que ha conseguido asesinar a Harry…
-Sí, lo sé -dijo él, cortante, y pareció sentir temor durante unos instantes, aunque luego sacudió la cabeza, recogió su varita y se puso a reparar el neumático del camión-. Y no sé cómo lo consiguió. Pero ya te digo: no lo conseguirán conmigo.
Bill se dio cuenta que no tenía sentido presionar ese punto, así que regresó al trabajo en el camión.
-¿Y qué le has dicho de lo otro? Sobre si hay algo íntimo que no se haya sabido. No ha ocurrido nada, ¿verdad? Es decir, ninguno de ustedes se hablaba hace años, ¿no es así?
-Sí, bueno -Ron se rascó un poco el hombro-. No le he contado a nadie, pero…
-¿Qué? -Bill alzó la mirada.
-Ha habido… algo. No le digas a nadie, ¿está bien?
-Sabes que puedes confiar en mí, Ron.
-Sí, lo sé. Pero porque no quiero que George se entere y me haga la vida imposible. Ha habido una especie de… romance, podríamos decir.
Se formó una sonrisita en la cara de Bill que desapareció casi enseguida.
-¿Ah sí? ¿Con quién?
-Con Luna -dijo Ron rápidamente-. No fue nada. Solo ha ocurrido un par de veces…
-¿Se acostaron?
-Sí. Lo sé, seguro querrás burlarte de mí.
-No, para nada. ¿Por qué lo haría? No me parece mal.
-De cualquier forma, terminó ahí. No me sentía listo para estar con nadie, así que se lo dije. Creo que no se lo tomó del todo bien, porque cuando le quise explicar eso se puso muy fría. Y luego no hemos vuelto a hablar. De cualquier forma, no nos hablábamos antes de eso. Lo que ocurrió fue que me la crucé un día en el Callejón Diagon, saliendo del negocio, nos pusimos a charlar un poco, porque las cosas no estaban mal entre nosotros dos, como con los demás… y no sé cómo fue que acabamos en el Caldero Chorreante. Primero bebiendo unas copas en el bar, luego rentando una habitación… Oye, prométeme que no le dirás a George, ¿está bien?
-Tranquilo, hermano. Oye, ya ni me acuerdo su nombre. ¿Cómo era? ¿Lucía?
Ambos rieron, y la tensión pareció aflojarse un poco.
-Bueno, ¿y le has contado eso al auror?
-No -dijo Ron-. ¿Para qué? No era algo importante, y no quiero que se sepa.
Bill pareció preocupado.
-Estamos hablando de una investigación de un homicidio, Ron, no deberías guardarte información. Pueden acusarte o ponerse en tu contra por eso.
-No me interesa, no andaré revelándole mi vida privada a nadie.
Bill insistió.
-Pero imagina que la interrogan y ella sí lo comenta… Eso podría hacer que se pongan en tu contra, pensando que estás escondiéndoles información.
Ron lo pensó unos instantes, jugando con su varita entre los dedos.
-No lo había pensado…
-¿Hubo algo más que no les hayas dicho?
-Sí, bueno… solo una cosa más -ahora Ron pareció ponerse un poco más nervioso-. Pero esto sí que no se los diría, jamás, no me importa qué consecuencias haya.
Ahora Ron estaba totalmente serio. Bill lo miraba con el ceño fruncido.
-Me hicieron preguntas sobre Rumania -dijo Ron, y Bill pareció entender al instante. El tema de conversación dejó a ambos con una seriedad total. Estaban tocando el tema más oscuro de todos.
-¿Querían saber… lo que tú sabes?
-Me negué a decirlo en su momento, y no lo diré ahora -dijo él, decidido-. No dejaré que pongan esa mancha sobre Rose.
-Sí, pero sabes que sólo tenía dos años…
-Me da igual que no vayan a condenarla a nada, cosa que por supuesto no harán, porque está claro que fue un accidente. Pero no quiero que a nadie se le ocurra decir que fue su culpa, porque no quiero que ella jamás oiga algo así. ¿Te imaginas que la pobrecita escuche a alguien culparla por eso…?
-Sí, Ron, lo sé -Bill lucía muy afligido ahora-. Ocultarles esa información a los aurores no fue algo malo de tu parte… Fue tu decisión, y estoy de acuerdo contigo. De cualquier forma, no podías cambiar lo ocurrido.
Hubo un breve silencio, donde ambos hermanos parecieron estar en una especie de trance.
-Sabes que por eso me fui del departamento -dijo Ron, ahora con el rostro muy sombrío-. Harry me pidió como veinte veces que me quede, pero no podía. No podía tolerar seguir trabajando allí. En ese ambiente… George siempre me había dicho que podía trabajar con él si quería, y la idea de irme de allí fue irresistible. Me da igual lo que ellos sepan o no sepan. Era una niña de solo dos años, y la sometieron a toda clase de preguntas, de interrogatorios. Pusieron especialistas de San Mungo a hablar con ella… No, no dejaría que le pongan esa mancha encima.
-Sí, Ron, todos sabemos que no fue culpa de Rose… No realmente.
Compartieron una mirada en la que Ron pareció tener unos diez años más. Bill pareció notar algo en su hermano, porque rápidamente cambió de tema.
-Entonces eso fue todo -dijo, y abrió la puerta trasera del camión de golpe-. Bueno, dejemos que ellos hagan su trabajo, y ya se sabrá qué hubo detrás de todo esto… Ven, vamos adentro. Tenemos que chequear la refrigeración.
Le hizo señas a su hermano de que lo siguiera, y saltó dentro del vehículo.
