CAPÍTULO 3
Hinata tenía ganas de llorar. En vez de eso, se dedicaba a deambulaba por los escombros que alguna vez fueron su casa, forzándose a sí misma a seguir adelante. No había vuelta atrás. Su mirada iba de un desorden acumulado a otro. Un cementerio de escombros estaba en su camino. Cemento, ladrillo, piedra y pedazos de yeso esparcidos al azar, sus tobillos se burlaban de ella, haciéndole saber que se torcerían mientras caminaba. Tubos de acero y alcantarillados yacían destrozados en la calle mientras se movía. Un grifo arrojaba agua haciendo pequeños ríos que se encharcaban sin tener ninguna parte hacia donde drenar. Los animales se asentaban, apáticos o perdidos por el aturdimiento. Una pecera estaba sobre un sofá, medio agrietada y aplastada, dos peces nadaban en la pequeña cantidad de agua que quedaba. Subían espirales de humo desde los restos carbonizados de las casas. Gimió cuando vió un brazo quemado expuesto bajo un techo.
Un enorme cartel McDonald estaba en el jardín de un vecino.
Hinata había estado en aquel restaurante hacía dos días; estaba a poca distancia a pie, y había charlado con un amigo tomando café. Fue un día hermoso. Por la ventana de pedidos, la fila avanzó rápidamente. Una mujer estaba sentada fuera alimentando a su perro con algunos de sus nuggets de pollo y patatas fritas. Los niños jugaban en el interior, en la zona de juegos. Sonrisas a la vista, y sin preocupaciones. Todo había sido normal.
La devastación que enfrentaron era surrealista.
{¿Por qué me siento traicionada, como si deberíamos haber tenido una advertencia?}
¿Cómo puede la vida ser tan hermosa y luego convertirse en un infierno en dos días? Los periódicos mostraban otras zonas devastadas, pero contándolo como si nunca pudiera pasar aquí.
{Sin embargo, lo hizo.}
La tormenta que afectó a su pequeña ciudad no era como algo que Hinata hubiera visto antes, ni querido ver.
Tornados como huracanes, golpeando como pesadillas. Con rachas de viento, lluvias torrenciales, ruidos aulladores que gritaban a través de la casa de Hinata en la oscuridad de la noche. Una docena de almas en pena habría sido preferible... y menos aterrador.
Las paredes se derrumbaron a su alrededor hasta que sólo quedó una para brindarle refugio. El sótano colapsó y se llenó de agua.
Los muebles flotaron lejos. En el momento que la tormenta pasó, Hinata había perdido todo menos la ropa que llevaba puesta.
Las personas estaban emergiendo aturdidas de los sótanos, grietas o cualquier cosa que pudieron encontrar cuando buscaron refugio rápido. Se escuchaban gritos provenientes de todas las direcciones. Gritos pidiendo ayuda, desesperados. Cuerpos inertes sostenidos en brazos de alguna persona. Un hombre caminaba sin ver, llevando una mujer, sin duda su esposa; caminaba sin una dirección en particular, no había ningún lugar a donde ir.
Hinata parpadeó rápidamente. Los desastres no sucedían en pequeños pueblos somnolientos. La pesadilla que tenía delante era un sueño, tenía que ser un sueño.
Nada quedó en pie. Hinata no sabía qué hacer, no era médico; sabía un poco de primeros auxilios, pero no lo suficiente para ayudar a las personas que veía. La impotencia invadió su alma. No sabía hacia dónde ir. Su teléfono móvil estaba muerto o no había recepción, no había tenido conexión desde hacía algunos días.
Un suave gemido llamó la atención de Hinata. Caminó más cerca aumentando el ritmo, acercándose. Tal vez podría ayudar a alguien.
Dos niñas estaban acurrucadas bajo un gran trozo de madera rodeado de vidrio en una profunda depresión en el suelo.
"Vamos, pequeñas." dijo Hinata ofreciendo su mano a la más joven. "Yo os ayudaré. Estáis a salvo ahora".
Esperaba que fuera cierto con todo su corazón.
Las chicas estaban muy sucias. Sus pelos enmarañados no se habían lavado en mucho tiempo. Sus caras estaban cubiertas de suciedad, mugre y contusiones. Sus ropas estaban rotas y manchadas.
Varios arañazos eran visibles. La sangre seca dispersa daba testimonio de un horrible calvario.
"Esta es nuestra casa." respondió la niña mayor.
"¿Dónde están tus padres?" preguntó Hinata.
"Muertos. No me vas a creer, pero hay monstruos por ahí. Horribles, terroríficos monstruos."
"¿Cómo os llamáis, chicas?"
Hinata ayudó a la niña más pequeña a salir por el hueco.
"Soy Yodo y mi hermana pequeña es Chino. Esta misma tormenta azotó nuestra ciudad hace dos semanas. Llegaron hombres raros. Que nos miraban y se reían. Hemos estado vagando desde entonces. Todo el mundo está tratando de irse en las naves espaciales. Teníamos plaza en una, entonces el hombre raro dijo que yo podía ir, pero Chino era demasiado joven. No podía irme y dejar a mi hermanita sola. ¿Por qué pensaron que yo la abandonaría?"
"¿Están volando ya? ¿Las naves?" preguntó Hinata. "¿Pensé que necesitaban unos meses más?"
"Lo hacen. Tienen un refugio subterráneo lleno de mujeres. Son todas un poco mayores que yo, ninguna tiene más de cuarenta años. El hombre raro me iba a apartar, pero oí a otros decir que yo les sería útil. Era espeluznante e hizo que mi piel se erizara por la forma en que me miraba. Agarré la mano de Chino y corrí, los oí reír cuando arrancábamos. Fue raro. Era muy guapo; y sé que era uno de los alienígenas. Pero parecía muy cruel. Pensé que querían ayudarnos. Mamá y papá tenían billetes para las naves para todos nosotros. Papá decía que eran nuestra salvación. Mi madre y mi padre eran muy jóvenes cuando me tuvieron. Ahora mis padres están muertos y los billetes se han ido. Estamos atrapadas aquí."
"Eso es raro. ¿Solo mujeres? Estoy segura de que oí que un gran número de empresarios compraron pasajes para los primeros vuelos. La mayoría de ellos eran hombres." dijo Hinata.
"No sé nada de eso." dijo Yodo. "Papá era dueño de una gran empresa, la heredó del abuelo, pero no sé a dónde ir para encontrar ayuda. Estamos solas; mamá y papá eran hijos únicos. La abuela murió un año después de mi nacimiento; el abuelo murió el año pasado. Nunca en toda mi vida pensé que tendría que beber de los charcos o encontrar comida en los contenedores de basura. El lugar para que vayan los niños ha desaparecido, no he encontrado otro. Tampoco funcionan los teléfonos, mi móvil está muerto y no tengo donde cargarlo. Mamá y papá nos dieron todo, y se han ido, incluso su corporación. Nadie quiere comprar ninguna propiedad en la Tierra, las tormentas están azotando en todas partes. El dinero que tenía se ha ido. De todos modos, nadie quiere dinero, quieren billetes o alimentos. De dónde venimos está fatal. Tenía la esperanza de que fuera mejor aquí."
Las manos de la adolescente se retorcieron mientras sus dedos se entrelazaron, parecía a punto de llorar. Hinata podía entenderla.
Yodo era sólo una niña, el peso del mundo estaba sobre sus hombros y tenía una hermana menor a quien cuidar y proteger. Debió haber sido un momento muy duro ser tentada con la libertad en otro planeta.
"Tengo hambre."
La pequeña voz cantarina de la hermana menor hizo que Hinata sonriera. La honestidad de la juventud. Hinata se sentó sobre sus talones y tomó las manos de la niña.
"¿Cuántos años tienes?"
"Ocho. Yodo tiene dieciséis años."
"He cumplido dieciséis años la semana pasada. Papá me iba a comprar un coche. Quería uno rosa."
La mirada angustiada de Yodo mantuvo la de Hinata por un segundo. Luego se volvió roja y Hinata podía decir que estaba avergonzada.
"Puedes tener nuevos sueños." dijo Hinata.
"Lo dudo. Todo lo que quería era volver con mis padres. Yo los quería y nada más, incluso si no teníamos otra casa, o cualquier otra cosa. Las cosas no significan nada, las cosas no dan amor y ellas no te cuidan. Lección aprendida." susurró Yodo.
Fue una dura lección. Hinata nunca había visto tanta desolación en el rostro de un adolescente. La mirada de Yodo se movió y Hinata se preguntó lo que había visto.
Ella mencionó monstruos. Con una niña de dieciséis las palabras podrían significar cualquier cosa, aunque Hinata deseaba saberlo.
Hinata se puso de pie y miró a su alrededor.
"Mi tía Natsu tiene una pequeña cabaña no lejos de aquí. Necesito ver como esta. Creo que ambas debéis venir conmigo."
"¿De verdad?" preguntó Yodo.
Los ojos de la muchacha se iluminaron y las comisuras de sus labios se torcieron en una tenue sonrisa. Hinata corrió los dedos sobre la mejilla sucia de la niña pequeña. Fue una mirada triste y esperanzadora.
Hinata había oído en las noticias sobre niños que habían quedado huérfanos y nadie los cuidaba cuando la necesidad de hogares de acogida aumentó.
Ella nunca se dio cuenta de que el problema era muy grave hasta que le dio en la cara. El aumento espectacular de niños huérfanos, los números incrementándose. Hinata sabía que eran las tormentas las que mataban a sus padres, pero también había una alusión a las personas desaparecidas, la mayoría mujeres. Los 'monstruos' de los que Yodo habló la hicieron detenerse, de nuevo. No era la primera vez que oía utilizar ese término.
Los aliens que habían llegado a su planeta ofrecían la salvación contra las tormentas que estaban creciendo. Hinata sabía que los tiempos eran duros, pero abandonar la Tierra no era un escenario probable.
Aquellos que recibieron pases para las naves volverían poco después de salir. Si no es así, Hinata les deseaba lo mejor. El planeta de las mil maravillas sonaba demasiado bueno para ser verdad. No estaba segura de confiar en esos aliens.
Los Akatsuki (creía recordar que se llamaban así) venían desde un lugar llamado Ulsy. Hinata no estaba segura de si ese era el nombre real del planeta o el término humano para resumir 'Ya lo verás cuando llegues allí'. Los machos eran humanoides y, tal como dijo Yodo, Hinata también escuchó que los hombres eran muy atractivos. Y persuasivos. Con los terribles desastres de la Tierra en aumento, se preguntó si los aliens estaban en lo correcto al suponer que las tormentas empeorarían.
Que estos alienígenas hubieran aparecido en el último momento la hizo sospechar, por decir lo menos. Las tormentas habían estado llegando cada vez más fuertes durante los últimos años. Siempre se hablaba de las tormentas en las noticias. Un terrible tsunami en un país, incendios forestales en otro, graves inundaciones en un área donde la sequía era acostumbrada. Parecía que una vez que los aliens se presentaron, las incidencias estaban en todas partes. Era sin duda algo en lo que pensar.
"Apuesto a que mi tía tiene pan casero y mermelada." dijo Hinata y pellizcó la nariz de Chino.
Las tres partieron y caminaron durante una hora. La cabaña no estaba muy lejos, los escombros en las otras áreas hicieron difícil la caminata. La tormenta había arrojado muchos artículos domésticos que debieron trepar o rodear, algunos coches, incluso colchones. La vegetación exuberante se hacía más dominante en la medida que los restos de las otras casas finalmente se iban dispersando. A medida que avanzaron a través de la arboleda vieron la pequeña cabaña de pie y aparentemente intacta, Hinata suspiró de alivio.
Tía Natsu estaba sonriendo en la puerta, saludándolas. Su casa olía a pan fresco y galletas de jengibre.
Las chicas se limpiaron la cara y las manos y luego se sentaron en una mesa en la que devoraron todo lo que se les daba.
Hinata llevó a Natsu a un lado.
"La casa ha desaparecido, la ciudad también. Espero que no te importe si me quedo aquí con mis amigas. Ellas no tienen a nadie."
"No, en absoluto, querida. Pobres pequeñas querubines. Tengo el sótano abastecido. He estado durmiendo allí por la noche. ¿Has notado que las tormentas en su mayoría vienen por la noche? Como si fuesen planeadas así. Me pregunto si nuestros visitantes tienen algo que ver."
Hinata se había estado preguntando lo mismo.
"La niña mayor, Yodo, me dijo que los visitantes solo parecen estar interesados en mujeres jóvenes."
"Y hombres con grandes cantidades de dinero. Supongo que cuando consigan lo que quieren, las tormentas se detendrán. Sólo han llegado aliens hombres. Eso también me hace pensar." dijo Natsu.
"Creo que tienes razón. Pero es raro que los aliens tomen nuestro dinero. ¿Tal vez los hombres con dinero están siendo utilizados por una razón diferente? Para atraer a las mujeres jóvenes a una falsa sensación de seguridad. O tal vez por alguna otra razón la gente con dinero deben ir primero y pagar por las naves, como el gobierno dijo. ¡Estoy perdida!"
"Creo que debemos ir abajo hasta que la tormenta pase, literalmente. Tengo algo de ropa vieja almacenada en el ático. Debería adaptarse a estas jóvenes."
Hinata puso su mejor cara de 'todo está bien', y llevó leche a las niñas. Sólo sería cuestión de tiempo antes de que todo estuviera bien en el mundo.
Solo necesitaban paciencia. La paciencia era algo que Hinata tenía en gran cantidad.
Naruto había visto las imágenes de la Tierra en el monitor durante días en el transbordador, pero parte de él no creía lo que estaba viendo.
Cuando se le acabó el bosque, se sorprendió al llegar a un pueblo. Una sustancia negra dura bajo sus pies no blindados y se detuvo un segundo para agacharse y tocarlo. Arrugó la nariz preguntándose por qué alguien pondría basura dura sobre la gran belleza natural de la Tierra; tan extraño como era el suelo de la Tierra, de todas maneras era mejor que aquella asquerosidad negra. ¿Es que el planeta necesitaba revestimientos para todo?
{¿Quien revestía un planeta?}
Un viento frío se deslizó sobre su pecho mientras se levantaba. La zona estaba tranquila, y se trasladó con sigilo. Partes cerca de las casas estaban cubiertas de esa sustancia negra, alineada por donde se asentaban o se movían los vehículos; una línea extraña de color blanco grisáceo al lado del negro y de la hierba verde.
Naruto sabía lo que era la hierba, en su planeta también la tenían.
No era del mismo verde exuberante al que estaba acostumbrado. La hierba era más dura y no olía tan dulce. También estaba seccionada curiosamente en cuadrados y rectángulos. La mayor parte era de la misma longitud.
{¿Por qué toda la hierba en la Tierra sólo llega hasta una cierta altura?}
Las pequeñas cosas que dió por sentado en su planeta hacían de este planeta algo desagradable. Las ventanas estaban cubiertas por cristales, pero Naruto supo instintivamente que estas ventanas no cederían a su paso si las presionaba, se romperían en pedazos.
Se veían raras. Se inclinó para examinar una pequeña porción de la sustancia de cristal en pedazos en el suelo, la pieza se desmoronó en su mano derecha demostrando su teoría. Salía humo en espiral de unos pequeños objetos cuadrados en los tejados. Los humanos contaminaban su aire deliberadamente. No tenía ningún sentido.
El planeta había cambiado mientras realizaba su vuelo de aterrizaje. La Tierra no era igual a su planeta. Los árboles eran de distintos tamaños, la temperatura del aire era diferente. Era como si hubiera más planetas dentro del mismo planeta, y cada uno tenía su propio estilo y clima.
En su casa todo estaba orientado a las necesidades de un guerrero, todo era igual en todas partes, los árboles y el terreno; no importaba a donde fuera Naruto en su planeta, siempre estaba cómodo. La Tierra no tenía favoritismos. Naruto se preguntó si los humanos elegían las zonas que les eran más cómodas.
Su mirada iba a todas partes, tratando de absorber todo a la vez.
Los humanos vivían por separado, no en una colonia. No había ninguna seguridad en este concepto.
Sus casas eran feas y hechas de extrañas sustancias. Todo era duro al tacto. Naruto agarró un pedazo pequeño del revestimiento de una casa, ladrillo, lo aplastó con su mano. Los refugios eran una burla horrible de lo que debería ser un verdadero refugio.
Naruto se agachó cuando vió humanos. Un macho caminaba con su hembra, y dos hijos, un niño y una niña, a lo largo de la tira de color blanco grisáceo de la superficie dura.
El macho humano, su mujer y sus vástagos llevaban diversos tipos de ropa. Los artículos que usaban eran similares entre sí, y no parecidos a los primeros humanos que encontró. El macho llevaba una camisa con mangas cortas, la hembra mangas largas.
Algo molestó en su conciencia.
{¿Cómo sabe alguien si esa hembra pertenece a aquel macho?}
Algo faltaba.
Otra pareja atravesaba el camino a pie por el lateral que parecía diseñado para tal fin.
{¿Una zona designada para caminar? ¿A los humanos se les dice por dónde caminar? ¿Qué dictadura es esta?}
Los machos llevaban camisas en diversas formas, había cosas que cubrían sus pies. Pensó en lo que Madara le dijo, que esos extraños objetos eran llamados 'zapatos'. Naruto necesitaba zapatos para encajar, también necesitaba una camisa.
Al parecer, la mayoría de los humanos se congregaban en el frente de las casas y así él se pudo deslizar detrás de los numerosos edificios. En un hogar, Naruto entró por la puerta trasera. La puerta fue sacada de sus goznes.
El escudo de Naruto subió en aquel espacio confinado mientras entraba. Una bola ladradora de piel comenzó a hacer un ruido horrible.
Naruto olfateó el aire. El ladrador era hembra y no mucho más grande que su mano cuando no estaba blindada. Un solo golpe la mataría. La criatura era inofensiva e inútil; Naruto se preguntó por qué los humanos la querían aquí.
Naruto gruñó a la criatura y ella se escapó para esconderse debajo de un mueble que se veía extraño, dejando un rastro de orina detrás.
Ella permaneció lloriqueando bajo la mancha marrón rellena de algún material.
La habitación en la que estaba crujía bajo sus pies, los azulejos reventándose bajo su peso. Dejó caer su escudo no detectando ningún peligro. Muchos dispositivos dispares adornaban la habitación. Había pequeñas botellas en un mostrador. Naruto cogió una y la abrió, leyendo la etiqueta.
"Pimienta."
Naruto era consciente que los humanos y Akatsuki hablaban el mismo idioma pero la palabra era extraña. Naruto olió el contenido y estornudó. Dejó caer la botella, que rebotó; aplastó el objeto infractor bajo su pie.
{Sus dispositivos de alarma y armas eran burdos.}
Había muchas pequeñas puertas impares en las paredes de la habitación que parecía ser una especie de espacio para comer. Naruto abrió uno; por accidente, arrancó la puerta de las bisagras. La dejó caer.
Los platos se apilaban uno encima del otro.
"¿Tienen que apilar los platos?"
En su casa regresaban al replicador los platos que usaban. Los guerreros no hacían platos. Ni lavaban vasos.
Mientras pensaba, caminaba por las muchas habitaciones que señalaban diferentes puertas. Había muchos lugares para esconderse. Una puerta grande le condujo a una habitación donde dormían obviamente los habitantes. Dentro del dormitorio, había un par de puertas dobles.
"Esto es un maldito laberinto."
Abrió las puertas y parpadeó. Filas de pantalones, camisas y zapatos estaban apilados o colgados cuidadosamente.
"¿Cuántas personas viven aquí? ¿Un centenar? ¿Cuánta ropa necesita un humano? Ésto sería una enorme sorpresa en mi planeta."
Todos los guerreros Akatsuki llevaban pantalones grises flexibles. No necesitaban camisas o zapatos. Las hembras tendrían suerte de tener ropa en su planeta; los machos no necesitarían ninguna si estuvieran muertos. Naruto recogió un par de botas negras y frunció el ceño. Colores de los guerreros Konoha. Los zapatos de color rosa que recogió después parecían interesantes.
Fue a sentarse en la cama. Era incómoda y su culo se hundió a medio camino del suelo. Puso un zapato a su lado y trató de conseguir meter su pie en el otro. La punta era puntiaguda y el talón era de diez centímetros de altura.
{Interesante elección de arma.}
Naruto prefería sus garras. Naruto gruñó mientras trataba de meter su enorme pie en el tacón de color rosa del estrecho zapato. Se preguntó por qué el material no cedía para acomodarlo.
"Maldita sea, incluso su material es de mierda. Déjame entrar, maldita cosa."
Empujó y empujó. Su pie no estaba entrando.
El material se partió por la mitad. De esta manera consiguió meter la mayoría de la parte delantera de su pie en el zapato, pero salió por la parte trasera. Sonrió, hasta que se puso en pie, agitó fuertemente sus brazos para estabilizarse pero cayó al suelo.
{¡Maldita sea!}
Gruñendo, Naruto se arrancó el zapato, se acercó y cogió las botas negras. Fue capaz de meter sus pies descalzos en el interior del duro material, pero tuvo que enroscar los dedos de sus pies. La sensación era incómoda y pinchaban haciendo que su escudo se contrajera. Se puso de pie y caminó pesadamente alrededor de la habitación. Sus acciones eran torpes. Alcanzó a ver su reflejo en un reflector. Se veía ridículo; oía los aullidos de risa de los otros Akatsuki en su mente.
"¡Que te jodan, Madara! Ahora ya sé por qué me has enviado aquí. Muy divertido."
Naruto se dejó caer en la cama y lanzó las botas al estilo misil, incrustándolas en la pared más cercana.
Para concentrarse, cubrió sus pies con su escudo menos las garras, se mostraba la mitad de su piel pero era mejor que nada. Se dirigió de nuevo al armario y sacó una camiseta gris. Tiró y estiró tratando de meter la cabeza a través del pequeño agujero. Se las arregló para arrastrar el material a lo largo, pero fue estrangulándole hasta que se lo arrancó.
"Jodidos humanos cabeza de alfiler."
Tomó otra camiseta gris y la estudió. Naruto se sintió un poco estúpido cuando observó tres agujeros. metió sus brazos a través de los agujeros más pequeños y su cabeza a través del más grande. A continuación se acercó al armario con cajones. Encontró pantalones pequeños en una cajonera. Tomó un par gris.
"Hay un agujero en ellos." dijo y metió el dedo a través del agujero.
Miró su dedo por un momento y luego lo movió un poco. Levantó una ceja.
"¡Oh, sí!, está bien, lo entiendo."
Arrojó los pantalones de nuevo y abrió otro cajón. Encontró una cosa como un tubo largo en éste. Naruto sostuvo el tubo por cada extremo.
Parpadeó con asombro.
"Joder, este tío está chiflado. ¿Quién demonios necesita un compartimento lleno de calentadores de pollas?"
Dejó caer el calcetín y regresó al armario.
Un par de pantalones grises le llamó la atención. Estos eran ajustados, pero le quedaban por encima de sus propios pantalones grises ceñidos. Se fue hacia el espejo de cuerpo entero y contempló su apariencia.
" Madara tiene razón en una cosa. Eres un mierda feo."
Había espejos en su planeta, pero normalmente Naruto los evitaba.
Odiaba el color de su pelo, su color de ojos; más o menos odiaba todo lo relacionado con él. Excepto por el hecho de que él era más grande que Madara. Naruto medía un metro ochenta y tres centímetros y sonrió a su reflejo sabiendo que Madara le odiaba debido a su altura.
Su pecho estaba confinado en el material apretado, una buena flexión y se rasgaría. Él era un guerrero fornido, y eso era todo. Creció siendo llamado feo y sin valor toda su vida. Sabía que no tenía ningún valor, pero ser feo era un asunto completamente diferente. No había hembras para juzgarle; estaba seguro de que pensarían que era horrible, así que no le importaba. El no ser aceptado por nadie era algo con lo que había aprendido a tratar.
"Cariño, ¿estás en casa? Diddles, ¿por qué estás ahí debajo? ¡Oh, mierda!, Diddles, ¿te hiciste pis de nuevo? Mierda, eres un meón. ¿Qué te asustó ahora, chucho sarnoso? ¿Una hoja se acercó demasiado a la jodida casa? Juro que un día te voy a meter la punta de un plumero por el culo y utilizarte para desempolvar por aquí."
Era la voz de un hombre que venía de abajo. Por su tono era obvio que el macho no tenía ningún cariño por aquella criatura peluda.
Tal vez era una cosa de la hembra.
"Bueno, ¡mierda santa!, ¿qué diablos pasó con el suelo?" gritó el hombre.
Naruto se tensó y corrió a la ventana. Un dispositivo de transporte estaba en la entrada. Corrió por el pasillo hasta una habitación trasera y saltó por la ventana después de abrirla para deslizarse.
Su escudo estaba protestando, pero Naruto no podía arriesgarse a cambiar. Una vez fuera de vista, aminoró el paso y se dirigió a una carretera. El viento picaba y Naruto sintió el frío salpicando algo en su brazo. Estaba lloviendo, primero suave y luego torrencialmente. La ropa que se tomó la molestia de adquirir se saturó en cuestión de segundos y colgó, restringiendo sus movimientos. Naruto no sabía si gemir o gruñir.
"Que se joda esta mierda."
Se arrancó la ropa, dejando caer la camisa y los lánguidos pantalones en un charco. Un relámpago cruzó el cielo oscuro. Una ráfaga de viento lo habría golpeado de nuevo si sus garras no se hubieran incrustado en el suelo al instante, la fuerza del viento era muy grande. Un embudo daba vueltas a la distancia.
"Tornado. Increíble."
Naruto se quedó mirando el embudo, que se movía y retorcía. Sus entrañas se retorcieron de emoción.
Se le habían mostrado imágenes de tornados y lo perfectos que parecían. Los científicos manipularon el clima de la Tierra con las propias armas de la Madre Naturaleza. Este era el primer desastre de Naruto. La lluvia salpicó por su frente empapando su cabello.
Oscuras nubes grises rodaron por encima cambiando el día en noche. Los coches en la carretera comenzaron a deslizarse, tocando bocinas. Sobrevino el caos. Naruto nunca había sido testigo de un accidente automovilístico. Los vehículos cayeron y rodaron cuando el viento se hizo implacable, la destrucción arrasó furiosa.
Naruto se agachó cuando un camión voló sobre su cabeza. Su escudo se cerró. Nadie le prestaba atención. Los humanos estaban centrados en mantenerse con vida. Quedó impresionado con la capacidad de los científicos para manipular el entorno de manera eficaz.
Su padre se habría quedo impresionado con este aspecto de la ciencia.
Los vehículos se estrellaron, algunos fueron aplastados lo que sorprendió a Naruto, él pensaba que los humanos estarían a salvo en esos dispositivos de transporte. Estaba equivocado, esos grandes objetos ayudaban en la destrucción.
Las ventanas se hicieron añicos. Estaba en lo cierto, el vidrio se reventaba con cualquier cosa. Un macho, en plena madurez salió volando por una ventana lateral de su pequeño coche al impactar contra un camión. Su cuerpo rebotó cuando golpeó el pavimento. Dejó un rastro de sangre cuando se deslizó sobre otro coche y fue aplastado entre otro deslizante vehículo.
"Apuesto que eso dolió." murmuró Naruto.
Se dio cuenta de que un enorme camión se deslizaba a lo largo de la carretera, casi de lado, chocando contra otros vehículos. El ruido de los neumáticos chillando era una indicación de la muerte inminente para las personas a su paso.
Los humanos estaban gritando por el terror, huyendo de sus coches atrapados. La lluvia torrencial caía con fuerza añadiendo más al caos reinante, o era a causa ello. Se podían oír los gritos aterrorizados de una mujer por encima del resto.
Cuando Naruto la vió, la mujer estaba apuntando a algo mientras tropezaba con sus pies. Naruto vió en la distancia a una niña de no más de tres años, de pie e inmóvil.
De alguna manera la niña había sido separada de su madre. El transporte estaba inclinando gradualmente hacia un lado, y la niña estaba en su camino.
Los niños eran todavía una novedad y esta era la hembra más pequeña que había visto hasta la fecha en la Tierra. Su conciencia batallaba.
{La niña morirá.}
Los Akatsuki querían hembras. Él no interferiría. Ella moriría.
{No interferiré.}
Era muy pequeña y vulnerable. Si fuera Madara, iba a disfrutar viendo morir a la niña y bromearía sobre el desorden generado cuando fuese aplastada.
Pero Naruto no era Madara. Naruto estaba en movimiento. La orden de no interferir resonó en sus pensamientos, pero la niña era hembra. Su misión era la de determinar la magnitud de los daños causados a la Tierra por el satélite Akatsuki.
Se preguntó si los científicos conocían la magnitud de los daños que estaban causando. Por todas partes la Tierra estaba sufriendo. No completamente, pero si lo suficiente como para que los humanos creyeran las mentiras que los Akatsuki les decían respecto a que su planeta se estaba muriendo.
La Tierra se calmaría después de la selección de los humanos transportados a otro planeta donde los Akatsuki podrían cosechar hembras y matar a los machos. En un siglo, los Akatsuki podrían volver a la Tierra y cosechar más hembras.
La mujer que seguía gritando y el transporte capturaron su atención. Se encontró con un pequeño dilema.
Si Naruto no interfería la pequeña niña hembra humana moriría. Las hembras humanas eran valiosas. De adulta, esa niña podría llevar a un guerrero Konoha caer de rodillas.
Blindado, Naruto se movía demasiado rápido para que los humanos lo vieran. El transporte chilló mientras las ruedas patinaron por la acera.
El camión estaba casi en su lado.
Naruto agarró a la niña, dejando caer su escudo, sabiendo que si cualquier humano le viese, le filmarían y la misión se comprometería, era evidente que hacían eso en exceso.
La niña se abrazó al cuello de Naruto mientras giraba debajo de la camioneta en el último segundo. El transporte se estrelló en la carretera y se arrastró, haciendo que volaran chispas por todos lados.
No había otros vehículos detrás de él, y Naruto notó que su escudo había subido. Nunca había habido más veces en donde su escudo desarrollara una mente propia hasta ahora.
Sospechó que la niña tenía algo que ver con lo que experimentó.
La carita tibia de la humana estaba enterrada en su garganta, su escudo detectó heridas. Ella estaba baja de peso.
La amenaza había pasado y él bajó su escudo. Naruto puso a la chica de pie. Ella se metió el pulgar en la boca y le miró.
{¡Joder, sí que es minúscula!}
Era difícil imaginar que crecería hasta ser utilizada como un arma. Afortunadamente, los Akatsuki se habrían ido antes de que creciera. Naruto miró a su alrededor.
Oyó los gritos de una hembra que corría en medio de todo el revoltijo de coches, motocicletas y escombros; era la misma hembra que había visto antes. Exhaló el aire que tenía retenido. Naruto recogió a la niña y la subió a un camión con remolque. Sentó a la niña abajo.
"Cuando veas a tu madre, llámala. No te levantes, porque si te caes de cabeza te lastimarás, niña. ¿Entiendes?"
Ella le ofreció una sonrisa de medio lado, se quitó el dedo pulgar de su boca y le besó en la mejilla. Naruto se sorprendió. No había sentido los labios de una hembra sobre él desde que su madre le dio un beso por última vez.
El sentimiento era desconcertante. Campanas y silbatos paternos de protección ardían en su escudo. El impulso de protegerla y devolverla a su madre era fuerte.
{Maldita sea. Incluso esta pequeña es peligrosa.}
Naruto dejó a la niña donde sabía que su madre la encontraría; podía ver a la hembra corriendo sobre las piezas de coches, sobre capots y alrededor de las bolas de fuego. Sólo una madre saltaría por sobre todo ese desastre. Naruto saltó al suelo; mientras corría, cambió. Su mente le gritaba que escapara.
La pesadilla caída de los cielos fue sólo el comienzo en esta parte del mundo. Madara debería compensarlos por la fragilidad humana.
Las tormentas eran demasiado fuertes y demasiado numerosas como para que los humanos fueran tan maltratados repetidamente.
Naruto tendría que informar que aflojaran. Si los Akatsuki no se cuidaban, todos morirían. No habría ninguna segunda cosecha.
Naruto quería ver más de la Tierra. Quería dejar muy atrás a esa pequeña niña vulnerable.
Chino estaba acurrucada en los brazos de Hinata mientras ella le leía un cuento sentada en un sillón de gran tamaño. La niña podía leer sola, pero era más una cosa de comodidad para las dos.
Hinata abrazó a Chino más cerca, había formado una fuerte unión con las dos niñas. Yodo era más como una hermana pequeña, pero Chino ansiaba una figura materna.
La madre de Hinata insistía en que ella era una gallina con todas las criaturas. Era verdad, y esta niña no era diferente, El corazón de Hinata se suavizaba cada vez que la chica pronunciaba su nombre. Hinata deseaba que sus padres estuvieran vivos en momentos como estos; ella podría utilizar sus abrazos como apoyo. Hubo un estruendo profundo en los cielos. Hinata escuchó suspirar a Yodo.
"Suena como si viniera de nuevo. Tercera tormenta en poco más de una semana." dijo Natsu.
"Están empeorando." dijo Yodo.
"Estoy segura de que esto va a pasar, cariño. Pero, ¿por qué no agarramos nuestras bolsas de emergencia durante la noche como medida de precaución y nos acomodamos en la entrada de la bodega en lugar del sótano? Chino, cariño, toma tu libro; podemos terminar más tarde".
Hinata besó la frente de la chica mientras la deslizaba fuera de sus brazos.
Todas comenzaron trabajar para conseguir lo que querían, no tenían una prisa real. Las tormentas como esta eran más una molestia que otra cosa. Hubo un aumento de las tormentas en las grandes ciudades.
Hinata y su tía escucharon algo en la radio; la recepción de la televisión era mínima. Era realmente preocupante que los otros países se distanciaran del resto del mundo. Hinata pensó que podrían ser los aliens que jugaban con los satélites y las ondas de radio. Estas afirmaciones sin fundamento de que paralizaban a los países tenían que ser exageradas.
Hinata observó como Chino recogía unos cuantos cuentos más; tenían un generador y un montón de gas. Dormían con una luz encendida en la noche; tanto Chino como Yodo tenían pesadillas.
Hinata miró dentro de un armario, reuniendo una brazada de latas. La cena sería simple, latas de carne, guisantes y patatas redondas. Los pudines se servirían como postre. Unas cajas de zumo y una pequeña botella de vino fueron lo último. Su mente vagaba, pensando que tendría que ir a la tienda de la esquina por la mañana.
Las cosechas eran escasas, pero el dueño era todo sonrisas el día antes de decir que esperaban una carga de un camión pequeño de los agricultores. A su juicio debería durar si racionaban lo que tenían.
El comerciante cargaba un enorme rifle.
"Ya tienes lo que se te dio" les decía, y se aseguraba que aquellos con niños fueran atendidos en primer lugar. También tenía cinco hijos mayores, que no eran descerebrados. Con su propio pequeño ejército, nadie le daba ningún problema. Ninguno de estos grandes hombres estaba disponible para transportar las cosas y a ninguno de ellos parecía importarles.
Todos en la zona hablaban, y la mayoría pensaba lo mismo que Hinata y su tía. Los aliens se irían pronto y las tormentas se detendrían.
Hinata se puso a cuatro patas cuando sonó un horrible estruendo; la comida cayó de sus brazos. Chino y Yodo gritaron cuando un rayo cayó en un árbol, el cual se estrelló contra la cabaña, a pocos metros desde donde estaban, cayendo una parte del techo.
La lluvia y el viento golpeaban en sus caras mojándolas. Hinata estaba en movimiento; se quitó la camisa que se acababa de poner y la envolvió alrededor de Chino, tirando de la niña en sus brazos.
El cielo quedó al descubierto por el techo destrozado. Las cuatro corrieron fuera. Los rayos cruzaban los cielos con una lluvia elíptica. No fue una racha de aquí para allá, eran numerosas explosiones que iluminaban el cielo como fuegos artificiales. Los cielos estaban vivos con una lluvia de meteoritos.
Chino estaba gritando, Hinata atrajo a la niña a sus brazos cuando un árbol explotó cerca de ellas. Huyó con Natsu y Yodo a la bodega en la parte trasera de la cabaña. La bodega estaba más profunda que el sótano. Se tropezó y se deslizó por el terraplén, la hierba estaba mojada y tenía pozas, pero no podían ser ayudadas. Dado que estar arriba era altamente peligroso.
Las mujeres y las niñas habían estado juntas por más de una semana. Las dos niñas fueron a amontonarse en un pequeño catre de metal, oxidado por la edad, con el colchón gastado.
Hinata agarró unas gruesas mantas y las tiró sobre las muchachas mientras ellas se abrazaban. Se tomó un momento para pasar su mano por las mejillas de ambas niñas para calmarlas. Sus ojos confiados la miraron de vuelta.
"No tengáis miedo, amorcitos." les dijo Hinata. "Sabéis que estamos a salvo aquí. No estáis solas. Estáis pegadas con nosotras. Voy hacer unas palomitas de maíz después de la cena y os leeré a las dos. Vamos a utilizar los suministros de emergencia aquí y voy a conseguir nuevamente las cosas que se me cayeron en la cocina esta mañana. No os preocupéis."
"Tu las dejaste allí para traerme." dijo Chino.
Llevaba su adorable mohín con la cara triste. Hinata le tomó la barbilla.
"Bueno, ¿quién no preferiría llevar una hermosura a una brazada de latas frías?"
"Necesitamos el gas adicional para el generador." dijo Natsu.
"Parece que no va a parar por un tiempo. No traje el gas adicional para un caso así, bueno en caso..."
Hinata sabía que quería decir en caso de que la casa fuera aniquilada y hubiera una explosión. No había otra opción ahora. Hinata nunca había visto antes el cielo en llamas. El lugar donde estaba el gas extra podría no estar allí mañana. Su tía se volvió para ir, pero Hinata la detuvo. Natsu tenía poco más de sesenta años.
"Iré yo. Vigila a las chicas."
"Está en el cobertizo."
"Lo sé; vuelvo pronto. Cierra la puerta detrás de mí y trábala. No le abras a nadie más."
"Vuelve rápido." llamó Chino.
"Lo haré, cariño. Soy imparable porque estoy alimentada con amor. No hay mejor combustible en ningún lugar."
El trueno estalló haciendo que Hinata se sobresaltase mientras salía de la bodega. El cobertizo estaba alrededor de la valla trasera de la línea del bosque. La lluvia se convirtió en granizo y gritó cuando fue alcanzada con helados granizos del tamaño de pelotas de golf que le dejaron ronchas rojas que picaban. Puso su brazo sobre su cabeza, protegiéndose mientras corría.
La puerta del cobertizo estaba cerrada cuando tiró de ella en varias ocasiones. Gimió sintiéndose tonta, recordando que el cobertizo se abría hacia el interior. Utilizando ambas manos las estrelló contra la puerta y la abrió, se agachó en el interior, y la cerró. Puso su espalda pegada a la puerta, con el pecho agitado. Todo lo que necesitaba era la lata de gas y su ingenio.
Todo estaría bien.
Continuará...
