Él era la libertad en carne y hueso. El símbolo de la resiliencia y el orgullo de la Ciudad Subterránea...

—Tú... —el pequeño estaba absorto y ahogado en emoción —¡¡Eres Levi!! —gritó y apoyó su cabeza en el abdomen del Ackerman.

Detrás de ellos, Mikasa sonreía y estaba al pendiente del hombre que yacía en el suelo.

—No puede ser... —murmuraba— No puede ser que tú seas esa maldita rata.

Encolerizada, la Ackerman se ubicó junto al él. Lo miró seriamente y respiró profundo antes de hablar.

—Esa rata, así como despectivamente lo llamas, es el hombre más admirable de todos los que existen—frunció el ceño—¡Ni tú ni nadie tiene derecho a referirse a Levi de esa manera, basura! —sin siquiera pensarlo, lo pateó con suma fuerza, lanzándolo unos metros más adelante.

El Ackerman estaba sorprendido ante las palabras de Mikasa. Ella se mostraba muy determinada, segura y madura.

Al voltear, miró al niño y sonrió.

Ya no era la misma mocosa que perseguía a Eren a donde fuese. Su mirada tenía un brillo especial y su voz se alzaba en pos de ser oída hasta los confines del mundo.

Mikasa había renacido después de la devastación.

—¿Cómo te llamas? —inquirió y acarició su cabello.

—Niku—musitó avergonzado. Levantó su mirada hacia Levi y agregó: —. Por favor, necesito que me acompañen con mis hermanos.

El Ackerman miró a su acompañante y ella asintió de inmediato. Mikasa tomó la mano del niño y él los fue guiando. Levi se ubicó junto a ella y observaba sus alrededores.

—¿Estamos muy lejos, Niku?

—No, sólo unos metros más y llegaremos—se aferraba con fuerza a los panes—. Perdón por meterlos en problemas, no tenía la intención —se lamentó. Cabizbajo, suspiró y añadió: —. Si ese hombre llegaba a encontrarme...

—Da por hecho que no volverá a hacerlo—interrumpió Levi, captando la atención del pequeño—. Si se atreviera a lastimarte a ti o a algún otro mocoso, yo mismo le haré comer mierda... —espetó y apretó su mandíbula.

—Lo sé, por eso te admiramos—respondió Niku con alegría—. Tú eres nuestro orgullo, ya verás.

El niño, de aproximadamente seis años, mostraba una peculiar admiración por Levi.

De hecho, llevaba un corte similar al suyo, aunque su color de cabello era castaño claro. Su ropa denotaba la miseria en la que podría vivir, dado que tenía signos de estar rasgada por el tiempo y la humedad. Su piel cargaba con las cicatrices de una vida triste, de lucha diaria entre el hambre y la delincuencia para sobrevivir. En su corazón prevalecía la esperanza, mas el tiempo estaba acabando con ella más pronto de lo que podían imaginar.

Sin embargo, la aparición de los Ackerman fue un regalo del cielo que jamás habían contemplado.

—Aquí es—señaló el menor—. Pasen, mis hermanos se encuentran dentro de este lugar.

Se trataba de un viejo edificio. El mismo contaba de varios departamentos donde, antiguamente, vivían las personas de alto poder adquisitivo. No obstante, luego de la malaria en la Ciudad Subterránea, varios de ellos huyeron en busca de un sitio mejor y menos peligroso.

Al ingresar, el niño los guió hasta lo que sería el hall principal. Allí se detuvo y gritó con todas sus fuerzas.

—¡¡Hermanos he vuelto!! —el sonido retumbaba en todos los rincones —¡¡Traje pan y un regalo para todos!!

De pronto, el sonido de varias pisadas fueron incrementándose. Levi y Mikasa esperaban ver quiénes más estaban viviendo en esa misma situación.

Él estaba asombrado ante la energía y alegría de Niku. Era como Isabel...

Mikasa sentía su corazón rebasante de orgullo. Pese a la situación en la que se encontraban, podía notar que la amabilidad del niño era lo que más se destacaba.

Minutos después, un grupo de aproximadamente diez niños se acercaron hasta ellos. Sus edades oscilaban entre los cuatro y dieciséis años, aproximadamente. Los más pequeños se escondían tras los mayores y estos, a su vez, se mostraban recelosos ante los adultos.

—Niku, ¿Quiénes son ellos? —preguntó el más grande —¿Por qué los trajiste hasta nuestro escondite?

El aludido corrió hasta él y expresó: —¡¡Él es Levi!! —tomó su ropa y exclamó con euforia: —¡¡Es Levi, nuestro héroe!! Ha regresado a casa...

"¿Cómo es posible que un niño sienta tanta devoción por alguien completamente desconocido?" fue lo primero que pensó Levi al escuchar a Niku.

—No puedo creerlo—el mayor de ellos se acercó hasta Levi y se arrodilló ante él —. Tú eres nuestro héroe, nuestros padres siempre hablaban de tu benevolencia y de la dicha de salir de este basurero...

Absorto ante la acción, lo primero que hizo Levi fue tenderle su mano para que el niño se levantara del suelo.

—Oye, no hagas eso—giró su rostro y estaba con el ceño fruncido—. No es como si fuera un Dios ni nada parecido.

Mikasa comenzó a reír y se ubicó junto al Ackerman.

—Lo siento, Levi—cuando se levantó, sacudió su ropa y continuó diciendo: —. Nuestros padres nos contaron todo lo que tú y tus hermanos hacían para ayudar a las familias como nosotros. Por mucho tiempo hemos luchado para salir de este lugar, pero la malaria nos ha jugado muy chueco—lamentó.

—Entiendo, pero... —carraspeó e inspeccionó rápidamente el lugar—¿Cómo es que tantos mocosos llegaron hasta aquí?

—Pues, Niku hace trabajos para los vecinos y a veces le pagan con comida—comentaba el mayor de los niños—. En otras ocasiones, tenemos que salir a robar para poder comer o que al menos los más pequeños tengan un pan para la cena.

La realidad era mucho más cruda de lo que esperaban. Mikasa sentía una ferviente necesidad de llevárselos a todos a la superficie y que conozcan un cálido hogar, comida deliciosa y amor.

—Por favor, quédense con nosotros esta noche—insistió Niku. En sus manos ya no cargaba los panes, así que se tomó el atrevimiento de abrazar a Levi—. Yo quisiera que nunca nos vuelvas a dejar aquí.

En ese momento, fue la Ackerman quien tomó la palabra al ver que el aludido se mantenía estático.

—Pues, Levi y yo hemos venido a esta ciudad para buscar a niños como ustedes y que vivan en la superficie junto a otros pequeños que también han sufrido por la guerra—dulcificó su voz—. En la superficie hay un gran hogar esperando por ustedes.

Niku miró a Mikasa y dejó caer unas lágrimas ante la emoción. Las secó de inmediato y se dirigió al niño mayor: —Iler, este sería el sueño de todos nosotros hecho realidad—susurró —. Sabríamos qué hay afuera y veríamos el cielo con nuestros propios ojos—exclamaba.

Para cualquier persona, la contemplación del cielo era algo completamente naturalizado. No obstante, para los habitantes de la Ciudad Subterránea era una utopía a la cual pocos podían convertirla en realidad.

—Mikasa es quien cuida de los niños y les da todo lo que necesita para que crezcan sanos y fuertes—llevó una mano a su rodilla y soltó un sutil quejido. Niku se alejó de él y corrió al interior del edificio.

El silencio los abrazaba. Los Ackerman estaban rodeados por la esperanza que residía en los corazones de los pequeños.

—¿Te encuentras bien, Levi? —Mikasa llevó una mano a su espalda y otra a su pecho. Él cruzó su mirada con la de ella y notó la preocupación que la abrumaba —Si necesitas algo, no dudes en pedírmelo...

Fue instantáneo. El ligero cuerpo de Levi se desvaneció en sus brazos. Él ocultaba más de lo que creía.

Ante la ignorancia y desesperación, los pequeños salieron rápidamente en busca de ayuda.

—¡Levi!—Mikasa se arrodilló y apoyó la cabeza del Ackerman sobre sus piernas —¡Despierta, por favor...!

No se trataba de una dolencia física sino espiritual. Él cargaba con mucho dolor y era común que su cuerpo lo canalizara en diversas formas. Una de ellas eran los mareos o desmayos.

Sin embargo, esto duró poco. La calidez de las manos de Mikasa le abrieron las puertas para regresar a la normalidad.

Al abrir sus ojos, se encontró con una profunda admiración escondida tras su actitud dulce y agresiva, en ocasiones. El ligero temblor de sus orbes lo apenaba. Ella estaba a punto de llorar y no podía tolerar eso.

—Por fin has despertado—exclamó y lo abrazó.

En ese corto lapso sintió los fuertes y frenéticos latidos de su corazón, acompañado de un inmenso calor que abrasaba su alma y le devolvía la energía perdida.

—Estoy bien, Mikasa. No te preocupes... —Mintió y se incorporó rápidamente.

La realidad iba más allá de cualquier dolencia. Su espíritu suplicaba ser salvado en el presente, el cual aún estaba encadenado al pasado.

Levi era un maniático de la limpieza externa. No soportaba ni un rastro de polvo en los muebles. Sin embargo, había olvidado limpiar lo más importante: su mente y alma, los pilares para continuar adelante.

—Deberás tomar un descanso. Velaré tu sueño mientras te recuperas... —sugirió y Levi se sintió nuevamente apenado ante su vulnerabilidad.

De verdad necesitaba dormir unas horas.

—Habrá oportunidad para hacerlo—respondió y se levantó con dificultad. Levantó el bastón, resopló y añadió: —. Mocosos, a partir de mañana, nos iremos de este lugar.

Los pocos que aún permanecían allí estaban atónitos. Jamás imaginaron una vida fuera de ese lugar y que, de pronto, el hombre al cual sus padres admiraban llegase y les dijera que dejarían la Ciudad Subterránea, era imposible de creer.

En ese instante, los demás habían regresado. Si bien no habían obtenido ayuda, se alegraron al ver al Ackerman repuesto.

—¡Hoy haremos una cena especial con nuestros invitados! —expresó Iler, el mayor— Será emocionante...

"Su energía penetra los poros de mi piel. Es contagiosa y muy pura. Nada ha cambiado en este basurero..."

[...]

No había forma de notar la diferencia entre el día y la noche. Jamás llovía ni podía nevar. Ese lugar no conocía ningún fenómeno meteorológico.

Luego de la cena y una extensa charla donde Levi y Mikasa fueron conociendo a los pequeños residentes de ese sitio, la hora de descanso había llegado.

Cada uno de ellos poseía una bolsa de dormir y tenían algunos de más por si se sumaba alguien a su grupo.

Levi estaba junto a los niños y Mikasa, con las niñas. Ambos en dos grandes habitaciones separadas.

La Ackerman estaba preocupada. Realmente deseaba poder descansar y llevar a los habitantes de la Ciudad Subterránea a la superficie. Desvelada y sin una solución que le permitiera poder conciliar el sueño, ella decidió levantarse.

Caminó en silencio por el hall principal, observando cada rincón e imaginando por todas las penurias que atravesaron los niños.

Paredes resquebrajadas y con ligeras manchas de humedad. Si bien el ambiente no era muy seguro, podía afirmar que los niños eran muy ordenados y limpios.

—Tú tampoco puedes dormir, ¿verdad? —la voz de Levi la exaltó. No pensó que él podría estar despierto.

Al levantar la vista notó cómo la tenue luz de una vela iluminaba su rostro. Estaba adormilado pero en estado de alerta.

Típico en Levi.

—No— suspiró con pesadez—. Francamente, me encantaría llevármelos de aquí —caminó hasta él, quien se encontraba junto al ventanal, observando la quietud de la calle—¿Te sientes bien?

¿Por dónde podría empezar?

—Hacía mucho tiempo que no volvía a mi ciudad natal—expresó—. Es un dolor inmenso el que siento al recordar a todas las personas que estuvieron conmigo hasta que salí de este lugar—dirigió su mirada a ella —. Por eso me siento orgulloso de tu labor, Mikasa—bajó su tono de voz y esbozó una sutil sonrisa.

—Pues, no tienes que agradecérmelo. Lo hago porque amo ver los rostros de felicidad en ellos—respondió y sintió un ligero ardor en sus mejillas.

Contemplar la sonrisa de Levi era como avistar al mismísimo cometa Halley.

—Cuando nos vimos por última vez, creí que acabarías atada a esa sucia bufanda y al tortuoso recuerdo de Eren—confesó y cerró sus ojos—. Sentí rabia al no poder llegar antes, lo siento...

¿Por qué estaba diciéndole tantas cosas?

—Yo...

—No estaba dispuesto a dejarte atrás. Quería quedarme a tu lado y acompañarte en el duelo. Ya no tenía nada que perder ni ganar, tú estabas en la misma situación y por eso lo anhelaba—suspiró.

Esas palabras pesaban y el mismo se iba aligerando a medida que iba contándole a Mikasa lo que sentía.

—Pero... ¿Qué fue lo que pasó? —inquirió.

—Falco fue quien propuso que me estableciera en Marley y viviera con él mientras me recuperaba de mis heridas—llevó una mano a su rodilla—. Se tomó la molestia de llevarme a los mejores médicos del lugar y tuve una larga rehabilitación —volteó a ver por el ventanal y añadió: —. Por un tiempo, estuve atado a una horrible silla de ruedas. Créeme que fue lo más humillante.

Mikasa no podía creer todo lo que Levi estaba contándole.

¿Su capitán en silla de ruedas? No podía siquiera imaginarlo.

—Es por eso que usas ese bastón, ¿verdad? —preguntó sin rodeos.

—Así es. Si bien, he mejorado notablemente, debo llevarlo conmigo porque en ocasiones siento debilidad y pierdo el equilibrio —chasqueó la lengua.

Fueron muchos recuerdos los que invadieron la mente de ella. Partiendo desde su última batalla, donde tuvo que acabar con su única familia; la partida de todos sus amigos en pos de preservar la paz y su decisión de reescribir la historia de Paradis.

Era muchísima información en tan solo pocos minutos.

—Todo esto es muy repentino, es decir, tú querías quedarte a mi lado para que...

—Para que juntos superarámos su pérdida. Para que el dolor sea leve—resopló—. Entiendo perfectamente lo difícil que es perder a un ser amado y aún peor si estás en soledad. No quiero ver sufrir a nadie más, Mikasa y eso te incluye—sus orbes oscuras se posaron sobre las suyas y añadió: —. Por eso me sentí feliz al conocer el proyecto en el cual estabas trabajando. Me tomé el atrevimiento de regresar a este lugar y le solicité a Historia que tú me acompañaras...

Aquella conversación era una de las pocas en las cuales Mikasa podía saber qué tanto guardaba Levi en su mente y corazón.

Él era un hombre muy sensible.

—Y yo soy muy afortunada de contar con tu compañía en este sueño —la Ackerman sonrió y añadió: —. Gracias por estar a mi lado en este momento, Levi.

"Definitivamente, la mocosa tétrica que era capaz de alzar su cuchilla contra mí había madurado.

Ella renació en este hermoso mundo cruel..."