Los personajes de Twilight no son míos sino de Stephenie Meyer, yo solo los uso para mis adaptaciones :)


CAPÍTULO 3

Con el visor nocturno pudo ver que había dos hombres en el coche, y el alma se le cayó a los pies. Era obvio que otros se reunirían con ellos, a no ser que la reunión fuera entre aquellos dos hombres sentados en el coche, conversando entre sí, lo que dudaba. Los estudió a la extraña luz verde del visor, pero permanecieron en el coche y no pudo echar un vistazo a sus rasgos.

Esperaba que Emmet siguiera el mismo razonamiento que ella y permaneciera en el sitio. Aunque lo había intentado, no lo había detectado. Estuviera donde estuviera, se había esmerado en esconderse.

Transcurrieron varios minutos y seguía sin ver a Emmet. Bien. Él había pensado igual que ella, que pronto debería llegar alguien más.

Unos diez minutos más tarde escuchó el motor de otro coche. El vehículo avanzó, sobrepasando la iglesia, después dio marcha atrás para entrar en el pequeño camino hasta quedar junto al otro coche.

Del segundo vehículo salieron dos hombres. Las puertas del primer coche se abrieron y de allí también salieron dos hombres.

Bella apuntó el visor hacia los recién llegados mientras se aproximaban, de frente a ella. El chófer era un mestizo alto y flaco, de Pelo largo y negro, recogido atrás en una cola de caballo. El pasajero era de menor estatura, más corpulento. En el instante en que lo enfocó se le heló la sangre.

Había seguido la pista de aquel hijo de perra durante diez años. El día en que le robaron a William era, en su mente, un horror difuso; los días posteriores, mientras luchaba por su vida en la pequeña clínica rural, habían desaparecido de su memoria. Pero el tiempo tenía una extraña manera de congelarse, y ella tenía un recuerdo perfecto, cuadro a cuadro, del ataque y, sobre todo, del rostro del hombre que le había arrancado a William de los brazos.

En ese momento no sería capaz de reconocer a su pequeño hijo, pero al hombre que se lo había llevado... a ése lo reconocería en cualquier parte. Recordaba claramente la sensación de su globo ocular reventando bajo las uñas que ella le clavara como garras, recordaba los surcos ensangrentados que le había dejado en la mejilla izquierda. Lo había lisiado, lo había marcado y eso le causaba una alegría malvada. No importa cuántos años llegara a vivir el miserable, siempre lo reconocería por el daño que le había hecho a su rostro.

Diez años después, el hombre caminaba directamente hacia ella. La cuenca de su ojo izquierdo estaba vacía, el párpado lleno de cicatrices y retorcido. Dos líneas profundas le surcaban el rostro de arriba abajo.

Era él.

Bella apenas podía respirar. Le dolían los pulmones y la garganta; la rabia le nublaba la vista.

Si son más de dos, no te muevas, le había dicho a Emmet. Él era inteligente: no podía imaginar de ninguna manera que ellos dos solos pudieran manejar a cuatro hombres, todos probablemente armados.

Pero el hijo de perra estaba allí, directamente delante de ella. Sabía que eso podía ocurrir, pero la violencia de su reacción fue tan fuerte que casi la encegueció. Una niebla roja le cubrió la visión y en sus oídos sólo se escuchaba un estruendo.

Los músculos le temblaban con violencia. Quería destrozarlo con sus propias manos. Un rincón de su cerebro le decía que se trataba de un ataque de locura, pero como si su mano no le perteneciera, se dio cuenta de que buscaba la pistola en el bolsillo y comenzó a incorporarse.

No pudo siquiera ponerse de rodillas. Algo duro y pesado la golpeó en el centro de la espalda y la tiró al suelo, impidiéndole todo movimiento. Varias cosas ocurrieron a la vez, tan rápido que no tuvo tiempo de reaccionar. Unas piernas se enredaron en las suyas, dejándola inmóvil, una mano le tapó la boca, tirándole la cabeza, hacia atrás, y un brazo de hierro se cerró en torno a su garganta. Quedó inmovilizada en lo que le pareció una fracción de segundo.

—Si te mueves o haces algún ruido, te parto el cuello.

La voz era fría y amenazante, las palabras fueron pronunciadas tan quedo que apenas había logrado oírlas, pero las había entendido perfectamente. El brazo que le impedía el acceso al oxígeno bastaba para ello. Estaba aplastada contra el suelo, incapaz de mover las manos para defenderse.

Mareada, intentó pensar. ¿Sería un explorador que había sido enviado por delante para cerciorarse de que el sitio de encuentro no estaba vigilado? Pero si lo era, debía haber visto también a Emmet, y el sentido común decía que debía inmovilizar primero a Emmet. Quizá lo había hecho. Quizá Emmet yacía muerto al otro lado del cementerio, con la garganta abierta o el cuello partido. Pero si se trataba de un explorador, ¿por qué le había dicho que no hiciera ningún ruido?

No podía estar con los otros cuatro hombres. Cualquiera que fuera su interés en el encuentro, estaba allí por sus propias razones. Entonces, quizá Emmet todavía estuviera libre, y quizá, si se mantenía muy quieta, lograría salir de aquello con la espina dorsal intacta.

No podía respirar. La vista se le nubló y soltó un leve gemido ahogado. El brazo que le atenazaba la garganta se aflojó por un instante, pero fue suficiente para que ella pudiera tomar un poco de aire.

Tenía la cabeza echada hacia atrás en un ángulo que le permitía ver a los cuatro hombres sólo de reojo, y sin el visor nocturno no podía distinguir detalles. Habían abierto los maleteros de ambos coches y ahora dos de ellos tiraban de algo que se encontraba en el segundo coche y lo llevaban al primero.

La piedra en el bolsillo le pinchaba una zona sensible donde la pierna se unía a la cadera. Tenía los pechos dolorosamente aplastados contra el fango, y le dolía la espalda por la dolorosa torsión del cuello. En el peso del hombre que la aplastaba no había una gota de blandura o concesión: parecía de hierro. En esa posición, la cabeza del hombre estaba apoyada de lado sobre la de ella, pero, aunque podía sentir cómo el pecho se desplazaba mientras respiraba parejo y con lentitud — el canalla no daba muestras de nerviosismo o de la menor excitación—, no percibía sobre su piel ningún movimiento del aire cuando espiraba. Daba miedo, como si no fuera del todo humano.

El hombre no le prestaba ninguna atención. Ahora, que la había sometido, estaba completamente concentrado en los cuatro hombres detrás de la iglesia.

Estaban montando en sus coches respectivos, una vez terminada la transacción que los había reunido, fuera la que fuera. El hombre que le había robado a William se marchaba. Lo había encontrado después de diez años, y ahora se le iba. Se tensó y presionó hacia arriba, contra el que la mantenía allí, protestando con todo su cuerpo, y el incrementó la presión de su brazo en la garganta de ella. Cuando se le volvió a nublar la vista, la desesperación la hizo quedar inerme, con un sollozo agitándose en su pecho. En esa posición, estaba tan indefensa como una tortuga vuelta del revés.

El segundo coche comenzó a alejarse lentamente, giró en la esquina y desapareció. El primer coche, marcha atrás, retrocedió por el camino estrecho. El hombre que la retenía la liberó súbitamente de su peso y la volvió sobre la espalda.

—Duerme la siesta —gruñó, y sus dedos presionaron con fuerza un lugar en la base del cuello.

Ella intentó luchar, pero ya le faltaba el oxígeno, y se deslizaba por el borde de la inconsciencia. El hombre se inclinó sobre ella, un bulto oscuro, sin rasgos, amenazante, y el mundo se apagó.

Volvió en sí recostada sobre la rodilla de Emmet mientras éste, ansioso, le palmeaba el rostro, el hombro, el brazo.

—¿Bella? ¿Bella? ¡Despierta!

—Estoy despierta —balbuceó, con palabras imprecisas—. Siesta.

—¿Siesta? ¿Dormiste una siesta? —La incredulidad lo hacía alzar la voz.

Con un esfuerzo tremendo intentó recuperarse, pero se sentía como si cada movimiento, cada gesto, lo estuviera haciendo bajo el agua.

—No. Un hombre me atacó.

—¿Qué? ¡Mierda! —Emmet levantó la cabeza y miró a su alrededor—. Deben de haber tenido un escondrijo que no logramos detectar.

Lentamente, la ayudó a levantar la cabeza de su rodilla y a sentarse. Le dolía todo el cuerpo, como si hubiera sido lanzada contra el suelo. Oh, sí, eso era lo que le había pasado.

—No, no era uno de ellos.

—¿Cómo lo sabes?

—Me dijo que, si hacía el menor ruido, me partiría el cuello.

Y si el dolor que sentía en la garganta era la medida de sus intenciones, el hombre había hablado en serio.

—¿Y por qué iba a hacer eso, a no ser...?

—¿...que él también los estuviera vigilando? —Bella terminó la frase cuando Emmet, siguiendo la lógica, la interrumpió.

—Pero, ¿por qué te atacó? Sólo estábamos vigilando.

Hubiera podido quedarse donde estaba y no nos hubiéramos enterado.

La angustia la sacudió al recordar lo cerca que había estado del hombre que se había llevado a William. Cerró los ojos.

—Estuve a punto de cometer una estupidez.

—¿Cual? Tú nunca haces estupideces.

—Uno de los hombres del segundo coche, el pasajero, es el que me robó a William.

Emmet aspiró profundamente y después espiró el aire.

—Mierda. Maldita sea. —Calló por un momento—. Imagino que ibas por él, ¿no? Aunque ellos fueran cuatro, ¿verdad?

El silencio de Bella fue respuesta suficiente. Se quitó la gorra de béisbol y metió ambas manos en su cabello ondulado y enmarañado.

—He soñado muchas veces con volverlo a ver. He pensado en eso durante diez años, imaginándome cómo le ponía las manos encima. Lo habría ahogado para arrancarle respuestas, aunque me dataran en el intento.

—Y es lo que hubiera ocurrido: por si no te habías dado cuenta los cuatro portaban armas.

No, no se había dado cuenta: tras ver el rostro que la había obsesionado durante una década, no había percibido nada más. Era evidente que el hombre que la había agredido, sin darse cuenta le había salvado la vida.

Con un gruñido, se puso en pie. La manta que se había echado sobre los hombros yacía a un par de metros y la recogió. El visor nocturno había rodado hasta la base de la lápida adyacente. Sin embargo, la pistola que llevaba en el bolsillo había desaparecido. Su asaltante se la había llevado con toda segundad.

La jaqueca que antes la molestara regresó con una fuerza escalofriante, con latidos en sus sienes, y sintió una leve náusea.

—Vámonos a casa —dijo, con cansancio.

Había estado muy cerca, pero sin conseguir nada. La amargura de todo aquello le había dejado un sabor a ceniza en la boca.

Regresaron en silencio a la camioneta. Al pasar delante de la cantina, la furia la invadió de nuevo y se volvió, impulsiva, abriendo la puerta de un empujón tan fuerte que chocó contra la pared. Hacia ella se volvieron unos rostros rudos, asombrados, poco definidos a la tenue luz del pequeño recinto lleno de humo.

Bella no entró. En lugar de eso, habló en el español que había mejorado durante todos esos años:

—Me llamo Bella Swan. Trabajo para Rastreadores, en El Paso. Pagaré diez mil dólares estadounidenses a cualquiera que pueda decirme cómo encontrar a Masen.

En México debería de haber un millón de Masen, pero a juzgar por el repentino silencio de los hombres de la cantina, todos sabían a quién se había referido. Por supuesto, antes también habían ofrecido recompensas; diez años atrás hubo una por cualquier información relativa al secuestro de William Black. Ella también pasaba regularmente sobornos, mordidas, y financiaba un reducido ejército de informantes. Anunciar una recompensa en una pequeña cantina deslucida de un poblado pequeño probablemente no consiguiera resultados diferentes, pero al menos se sintió como si estuviera haciendo algo. El hombre que había destrozado su vida hacía diez años acababa de estar en este poblado, detrás de la iglesia, y «Masen» era la única posibilidad con que ella contaba para ponerle nombre. A veces una estocada en la oscuridad sacaba sangre.

En las cantinas mexicanas no eran bienvenidas las mujeres, a no ser que se tratara de prostitutas. Uno de los hombres comenzó a ponerse de pie, y Emmet avanzó hasta pegarse a las espaldas de Bella, mostrando su imponente presencia.

—Vámonos —dijo, tomándola por el brazo, y la fuerza de su mano decía que no estaba bromeando.

Bella montó en el desvencijado vehículo y Emmet la siguió. El motor arrancó tan pronto dio vuelta a la llave y ya estaban moviéndose cuando dos de los clientes de la cantina salieron a la puerta y los observaron alejarse.

—¿Qué sentido ha tenido eso? —exigió Emmet, airado—. Siempre nos dices que no debemos arriesgarnos, y vas y te metes en una cantina. Eso significa meterse en un lío.

—No entré. —Bella se frotó la frente y suspiró—. Tienes razón. Lo siento. No lo pensé. Al ver a ese tipo, después de todos estos años... —Su voz se hizo más gruesa y tragó saliva—. Lo siento — dijo de nuevo, mirando hacia la noche a través del parabrisas asegurado con cinta aislante.

Después de soltar lo que le molestaba, Emmet no volvió a pincharla. Se concentró en la carretera, en la búsqueda de baches, vacas y gente que conducía con los faros apagados.

Bella se clavó las uñas en la palma de la mano. Habían pasado diez años desde que había visto aquel rostro del mal. Tenía la esperanza de que para aquel hombre hubieran sido años largos y miserables, aunque era imposible que fueran tan largos y miserables como lo habían sido para ella. Esperaba que sufriera de alguna enfermedad incurable y muy dolorosa, pero no mortal. Quería que tuviera una existencia horrible, pero no deseaba que muriera. Aún no. No antes de que ella obtuviera la información que necesitaba sacarle para encontrar a William. Entonces, ella misma lo mataría jubilosa. El la había destruido, ¿por qué, en compensación, no podía ella destruirlo a él?

Los años desfilaron por su mente como un conteo imparable.

Hacía diez años le habían robado a William.

Hacía nueve años que Jacob se había divorciado de ella. No podía culparlo de nada. Perder a un hijo significaba tanta tensión, tanto estrés en los padres, que los matrimonios se separaban con frecuencia. En su caso, Jacob no sólo había perdido a su hijo, sino también a su esposa. Desde el instante en que volvió en sí tras el ataque, cada uno de sus pensamientos, su vida entera, los destinó a encontrar a William. Simplemente, en ella no había quedado nada para Jacob.

Hacía ocho años que, mientras seguía una pista más que no había dado ninguna información sobre William, había recuperado un bebé robado. El niño, en aquel momento, estaba más muerto que vivo, pero había sobrevivido y Bella encontró cierto consuelo al ver la alegría histérica de la madre por su hijo que había regresado. Ella misma no había disfrutado de un final feliz, pero quizá podía producir finales felices para otros.

Hacía siete años que había organizado Rastreadores. Era un grupo con algunos empleados, pero formado en su mayor parte por voluntarios que se movilizaban para encontrar niños desaparecidos, que simplemente se hubieran perdido o que hubieran sido raptados. Los departamentos de policía de todo el país carecían de fondos y de personal, y simplemente no tenían la gente o el tiempo para dedicarse en cuerpo y alma al problema. La diferencia entre encontrar a un niño vivo o muerto se reducía a veces únicamente a la cantidad de personas que pudieran participar en la búsqueda. A Bella se le daba muy bien movilizar gente. Gracias a su popularidad tras el secuestro de William, era también muy buena cuando se trataba de recaudar fondos.

Hacía seis años que Jacob se había vuelto a casar. Eso le dolió más de lo que hubiera podido creer. Una parte de ella sentía resentimiento porque él hubiera sido capaz de reconstruir su vida sin ella y sin William, pero sobre todo se sentía herida. Le había amado tanto. Todavía lo amaba, aunque su tiempo de enamorados había termina- do el día en que le robaron a William. En pocas palabras, Jacob era el mejor hombre que ella había conocido. Cada persona se enfrentaba a su dolor de forma diferente, y Jacob se había enfrentado al suyo volcándose totalmente en su trabajo, salvando vidas que, de otra manera, se hubieran perdido. Tenía su trabajo como médico para sobrevivir en medio del dolor. Y Bella había continuado su incansable búsqueda del niño.

Hacía cinco años que Rastreadores había aceptado su primer caso de persona desaparecida. Ahora no sólo buscaban niños perdidos, buscaban a cualquiera que hubiera desaparecido. El sufrimiento de quienes quedaban atrás, preguntándose qué había ocurrido, era demasiado grande para que ella pudiera soslayarlo.

Hacía cuatro años que Jacob y su nueva mujer tuvieron un niño. Bella se sintió embargada de angustia al oír que su esposa estaba embarazada. ¿Y si era un varón, otro hijo? Era miserable de su parte, y ella lo sabía, pero no creía poder soportar que el hijo de Jacob fuera un varón. Para enorme alivio suyo, habían tenido una niña. Y Bella siguió buscando a su propio hijo.

Hacía tres años, mientras celebraban las Navidades en casa de sus padres, en Ohio, su hermano Ross le dijo de forma brusca que ya era hora de que ella retomara su vida y no dejara que algo ocurrido siete años antes dominara todas sus reuniones familiares. Para horror de Bella, su hermana Julia no la había defendido y había evitado mirarla a los ojos. Desde aquel día, Bella visitaba a sus padres sólo cuando sus hermanos no estaban presentes. Los días de fiesta los pasaba en soledad, pero creía que nunca podría perdonarle a Ross su insensibilidad.

Hacía dos años que había oído por primera vez el nombre de Masen. Tras ocho años de vacío, finalmente contaba con una pizca de información que posiblemente tenía alguna conexión con William.

Un año antes, Jacob y su esposa tuvieron un segundo niño, un varón. Cuando se enteró, Bella estuvo llorando aquella noche hasta que se durmió.

Esta noche... esta noche lo había visto a él, el monstruo que la había destruido. Había estado tan cerca, sólo para volver con las manos vacías una vez más.

Pero él aún estaba vivo. Aquel había sido un miedo enterrado muy profundo: que él muriera antes de que pudiera hablarle. No le importaba lo que pudiera ocurrirle a aquel hombre mientras ella pudiera hacerle decir lo que había hecho con su bebé. Y ahora que se había cerciorado de que estaba vivo y de la zona por donde se movía, iba a intensificar su búsqueda. Lo cazaría como a un perro rabioso, o moriría en el intento.


Quien creen que ataco a Bella?

pobre Bella ver todo lo que esta padeciendo es muy duro

que opinan?

leo su reviews :)