Disclaimer: Los derechos de autor de la presente obra, le pertenecen a Lora Leigh. Yo solo adapto a los personajes de Crepúsculo de Stephanie Meyer, con fines exclusivamente lúdicos o de entretenimiento.
Capítulo 3
Caía una fría lluvia de invierno, todavía no era hielo pero era lo bastante cercana como para helar la carne de Edward mientras es taba parado en las sombras de su porche a altas horas de la no che.
No estaba seguro de lo que le había despertado.
Pero algo lo había hecho. Se había puesto instantáneamente alerta, con sus sentidos amotinados, la erección diminuta y casi imperceptible del vello por todo su cuerpo mientras se deslizaba de la cama y se vestía silenciosamente.
Ahora se quedó parado dentro de la oscuridad que le ocultaba, mirando alrededor del patio, con sus ojos que sondeaban la noche como si su visión única le ayudara a ver a través de la noche sin luna.
En su mano lleva una poderosa metralleta ultraligera.
Descansaba al lado de su pierna mientras su muslo opuesto sostenía el peso del cuchillo letal guardado con seguridad en la funda que se había atado allí.
El vello de la parte de atrás de su cuello hormigueaba, advirtiéndole que no estaba solo en la oscuridad.
Sus ojos examinaron su patio y luego se volvieron al de Bella.
Las luces de arriba estaban encendidas; cada pocos minutos podía verla pasear delante de la ventana del dormitorio. Necesitaba cortinas más tupidas.
Algo le oprimió en el pecho, se le constriñó ante el pensamiento de que lo que acechaba en la oscuridad pudiera ser una amenaza para ella.
Su mandíbula se endureció mientras alzaba la cabeza, hundiéndose en los olores que le rodeaban y separándolos rápida y automáticamente.
Algo estaba ahí fuera; lo sabía, y debería ser capaz de olerlo. No tenía sentido que las respuestas que buscaba no estuvieran en el aire a su alrededor.
Podía oler el aroma de los hermanos de Bella.
Habían aparecido esa tarde y se habían llevado pan cuando se habían marchado. Maldito fuera su pellejo.
Había considerado asaltarlos durante un loco minuto.
Podía oler los trastos viejos que habían traído, colocados en su patio trasero, y el aroma del carbón de leña en el aire de los filetes que habían asado en la parrilla para cenar. Pero no había ningún olor de un intruso.
Flexionó los hombros, sabiendo que la lluvia podía estar destilando el olor, sabiendo que iba a tener que aventurarse en ella y odiando el pensamiento.
Salió silenciosamente del porche, con cuidado de permanecer en la sombra de los pequeños árboles que se había tomado el tiempo de plantar antes de venirse a vivir. La mayor parte eran abetos de algún tipo, plantas de hoja perenne que nunca perdían su follaje de camuflaje.
Estaban espaciados a la distancia justa para proporcionar el encubrimiento que necesitaba mientras recorría el perímetro de su propiedad.
Ahí.
Se paró en la esquina más lejana y alzó la cabeza para aspirar profundamente, sintiendo la lluvia contra su rostro, el hielo que se formaba a lo largo de su pelo empapado. Pero ahí estaba el olor que estaba buscando, y estaba en la propiedad de Bella.
Giro la cabeza y sus ojos se estrecharon en busca del movimiento que no estaba ahí, aunque el olor era casi irresistible.
«¿Dónde estás, bastardo?», gruñó silenciosamente mientras se dirigía al montón de trastos viejos, usándolos para ocultarse de la parte trasera de la casa y teniendo una visión clara de su porche trasero mientras quitaba el seguro de la poderosa arma que llevaba.
La lluvia helada corría en riachuelos por su pelo y sus brazos, empapando la camisa de franela y los vaqueros que llevaba pues tos.
Apartó de su mente el frío y la sensación de la tela mojada.
Se había entrenado en condiciones peores que estas durante años.
Aspiró de nuevo y examinó cuidadosamente los olores hasta que pudo determinar de dónde venía ese en concreto.
El viento soplaba desde el oeste y se movía a través de la casa hacia el pequeño valle en que estaba situada la urbanización.
El olor estaba definitivamente en la parte de atrás de la casa. Era demasiado claro, demasiado lleno de amenaza, como para haber sido diluido por los arbustos del patio delantero.
La noche sin luna dejaba el patio casi como boca de lobo, pero el ADN que le convertía en una abominación también le hacía capaz de ver mucho más claramente que el enemigo que acechaba en la noche con él.
No era un Mestizo. Podía oler a un Mestizo a una milla.
Pero tampoco era una amenaza inocua. Podía sentir la amenaza en el aire, volviéndose más fuerte por momentos.
Se apartó del camuflaje del montón de trastos y se abrió paso hasta estar más cerca de la casa. Incluso más importante que localizar la amenaza era mantener a Bella en la casa y segura.
Era tan condenadamente batalladora que si pensaba siquiera que había alguien en su patio trasero saldría a exigir res puestas ignorando el peligro.
Rodeó el pequeño arco que madera que sostenía el balancín, esquivó con cuidado el comienzo de un arriate en el que la había visto trabajar los días pasados y se deslizó a lo largo de la cerca que separaba su propiedad del vecino del otro lado.
Podía sentir al intruso. El picor en la parte de atrás de su cuello se estaba volviendo más insistente por momentos. Hizo una pausa, acurrucándose al lado de un arbusto de hoja perenne mientras examinaba el área de nuevo.
Y ahí estaba. En cuclillas al lado de la casa y avanzando por el porche.
Vestido enteramente de negro, el bastardo podría haber pasado desapercibido si Edward no hubiera captado el movimiento del blanco de sus ojos.
Era bueno.
Edward observó cómo se dirigía a la caja de los fusibles a un lado de la casa. Demasiado bueno. Edward observó cuando una linterna de lápiz enfocaba un mínimo haz de luz mientras el intruso trabajaba.
Cuando hubo terminado Edward se habría apostado sus incisivos a que el sistema de seguridad había sido anulado de alguna forma. Las luces estaban todavía encendidas, y no había habido ni un parpadeo en la corriente. Pero había un aire de satisfacción en la forma en que la figura vestida de negro se dirigía a la puerta trasera.
No iba a suceder.
Edward se movió rápidamente, alzó el arma y apuntó, solo para maldecir violentamente cuando la figura se giró, se sacudió y alzó su propia arma.
Edward rodó cuando oyó el silbido del arma silenciada. Al esperar, tontamente quizá, que el asaltante se diera la vuelta y huyera, se puso de rodillas y apuntó de nuevo solo para encontrarse arrojado de vuelta a la hierba húmeda mientras el arma le era arrancada de una patada de la mano.
Rodó a un lado y se puso en pie de un salto. Su pierna voló para conectar con una mandíbula, y oyó el gruñido de dolor cuando el otro hombre retrocedió, tambaleándose en busca de eRileyibrio. Edward sacó el cuchillo de la funda, ahora preparado cuando el otro hombre vino sobre él. Dio una patada al arma que tenía en la mano, lanzó una poderosa patada al plexo solar, y gruñó cuando se giró y vio al bastardo venir a por él de nuevo, armado también con un cuchillo.
Al mismo tiempo se encendió la luz del porche trasero, cegándole durante un precioso segundo en que el atacante hizo su movimiento. El dolor quemó su hombro cuando el cuchillo encontró su destino antes de que él pudiera saltar hacia atrás.
Un disparo resonó en la noche. El sonido de la poderosa escopeta hizo que los dos hombres se detuvieran, respirando pesada mente, antes de que el atacante se girara y corriera.
—¡Ni lo sueñes! —gruñó Edward mientras se apresuraba a perseguirle, y sus pies se deslizaban en la porquería bajo ellos antes de tomar tracción y correr a toda velocidad detrás de él.
Casi lo tenía, maldición. Estaba a centímetros de lanzarse contra el otro hombre y derribarlo cuando otro disparo silencioso silbó por delante de su cabeza, haciendo que en lugar de eso tuviera que inclinarse y arrojarse a un lado.
El sonido de un vehículo rugiendo calle abajo rompió la noche. Los neumáticos chirriaron cuando el coche se paró de golpe,
unas voces se alzaron exigentes y luego se separaron rápidamente de la parte delantera de la casa mientras Edward corría a toda velocidad para conseguir divisarlo.
—¡Joder! ¡Joder! —Su maldición llenó la noche mientras el sedán negro, sin matrícula por supuesto, rugía alejándose.
El atacante estaba bien entrenado y obviamente venía con refuerzos.
La sospecha de que era el Domador que estaba buscando se asentó en su mente. ¿Pero por qué ir a por Bella? El hombre era lo suficientemente listo, estaba lo suficientemente bien entrenado como para que se hubiera confundido de casa que atacar.
A renglón seguido de esa sospecha vino el conocimiento de que él, el cazador, podía muy bien convertirse en el cazado.
Y pareció como si hubieran colocado a Bella en el medio de la guerra que se llevaba a cabo entre el Consejo y sus creaciones ahora libres.
—La policía está en camino —gritó Bella desde la puerta tras era—. ¿Edward, estás bien?
Al menos ella estaba todavía en casa.
Un gruñido vibró en su pecho cuando se volvió y corrió de vuelta al patio, localizando el cuchillo y la metralleta ilegal en el ahora fangoso patio.
La puerta trasera estaba abierta y ahí estaba ella, vestida con un camisón largo y una bata a juego, sujetando esa escopeta de mierda como si pudiera protegerla.
Apretó los dientes cuando oyó las sirenas que rugían en la distancia y fue pisando fuerte hacia la casa.
—No me menciones, ¿lo entiendes? —le ordenó cuando se paró delante de ella, fijando la mirada en sus ojos enormes y conmocionados mientras ella parpadeaba hacia él.
»¿Me entiendes Bella? —siseó con impaciencia—. No me menciones.
Después de que se vayan volveré. ¿Entiendes?
Tendió la mano para asir su brazo, retrocediendo a la vista de la sangre que goteaba en su mano. Joder, su hombro ardía.
—Estás herido. —Ella tragó fuertemente. Las sirenas estaban acercándose.
—Bella. —Él se acercó y respiró su aroma, su miedo—. ¿Me oíste?
—Sí. ¿Por qué? —Sus senos se alzaban y bajaban bruscamente, sus rasgos enfatizaban sus ojos grandes y oscuros.
—Te lo explicaré más tarde. Te lo prometo. —Hizo una mueca dolorida
—. Tan pronto como se vayan estaré de vuelta, Bella. Pero no les digas lo que ha pasado.
Su tapadera se iría derecha al infierno con que ella simplemente hiciera alusión a él. La policía convergiría directamente en su casa y se vería forzado a decirles exactamente quién era. Adiós misión, adiós Domador.
Ella asintió lentamente y se volvió a mirar a la casa mientras el sonido de las sirenas se repetía alrededor de ellos.
Él asintió ferozmente antes de volverse y desaparecer en la noche.
El corte en su hombro no era un peligro para su vida, pero era profundo. Iba a tener que ocuparse primero de eso.
Desapareció en su casa mientras las unidades de policía en traban bruscamente a la calle y se paraban con un chirrido en el exterior de la casa de Bella. Cerró la puerta rápidamente y empleó unos preciosos segundos en quitarse las botas antes de moverse por la oscura casa.
¿Qué demonios estaba pasando?
Se quitó sus ropas en el cuarto de lavado y dejó caer la ropa fría y empapada en la lavadora antes de tomar una toalla limpia del armario y envolverla alrededor de su brazo. La maldita sangre iba a mancharlo todo.
Subió con rápidas zancadas, llegando a través de su habitación hasta el baño, donde podría ocuparse de la herida de su hombro.
Mientras se limpiaba y se cosía cuidadosamente la herida examinó los acontecimientos recientes, intentando encontrarles sentido.
¿Por qué había intentado alguien irrumpir en la casa de Bella cuando era claro que estaba en casa? Los ladrones esperaban hasta que sus víctimas estaban en la cama, muy probablemente dormidos, o fuera.
No forzaban la entrada mientras las luces brillaban en la casa, y era totalmente seguro que no se quedaban después de que se veían claramente atrapados.
Y con toda seguridad no estaban tan bien entrenados como lo había estado el ladrón de Bella. No era un intento de robo. Era un asesinato premeditado. ¿Por qué intentaría alguien matar a Bella a menos que fuera para llegar hasta él? ¿Una advertencia? Y si era ese maldito Domador, ¿cómo demonios había sabido que Edward lo estaba rastreando?
Untó la gasa con un poderoso antiséptico antes de ponerla sobre la herida cosida y asegurarla bien en su lugar.
Entonces se vistió y esperó. Se quedó de pie en la ventana de su dormitorio, mirando, esperando, mientras esperaba a que la policía hablara con Bella, preguntándose si prestaría ella atención a su advertencia anterior.
Rezando porque lo hiciera.
Sabiendo que sería mejor para ambos si no lo hiciera.
El peligro asecha!
