Fic
Matrimonio Concertado
Por Mayra Exitosa
Capítulo 4
Consumación
La comida en el gran salón continuaba, después de música y felicidad, más ella recordaba a quienes la había llevado hasta ahí y no habían salido tan bien de ese encuentro, su marido notaba su rostro entristecido y le preguntaba si no le gustaba la fiesta, ella sonriendo sutilmente le respondía que era hermosa, que si la notaba un poco nostálgica es porque pensaba en aquellos que venían junto a ella en el carruaje y no se encontraban ahí. El asentía y lentamente la tomaba de su mano llevándola hasta su habitación, alejándose de ella para que ingresara y las damas entraban para ayudarla quitándole su vestido y ella veía que ya estaban todas sus cosas ahí, se quedaba sola y acomodaba lentamente algunos detalles, la entrada de él, no la escuchaba al estar tan embebida en acomodar sus pertenencias.
- ¡Lady Andrew! - ¡Oh! ¡Mi Lord! - Cuando se encuentre aquí, le pido de favor que me espere en el lecho, esas cosas las arreglaran sus doncellas, venga acá. - Si mi Lord. Ella se acercaba, y él tomaba sus manos, se sentaba en la cama, abriéndole su camisola, dejándola caer hasta el suelo. - Así la quiero tener, completamente desnuda y en nuestro lecho. - Si, mi Lord. Sin decir más tomo sus pechos con urgencia y los unió a su boca, haciendo que ella se sintiera estremecer en un instante, las manos de él le acariciaban desde su espalda hasta sus nalgas. Dejándola a ella sentir emociones que jamás había imaginado, la probaba de sus pezones como si fuera un bebe, y ella habiendo cerrado los ojos, temiendo caerse colocaba sus manos en sus hombros, al sentirse invadida por algo desconocido, la sentaba en una de sus piernas y tomaba su boca con avidez para probarla hasta su oreja y cuello, se notaba dificultoso para respirar, y se escuchaba algo ronco al hacer ruidos en gaélico, que le anunciaba que estaba esperando, que no había minuto que no la anhelara y que le gustaba mucho tenerla completamente desnuda.
Con habilidad sin dejar de probarla, se desabrochaba la cintura del kilt, para sacarse la camisola y dejarla ella recostada en su lecho, la miraba con esa forma obscurecida en su mirada, su boca habida de probar todo su cuerpo ahora lamía sus pies y pantorrillas, provocando sensaciones que jamás había sentido. Sin esperarlo se le escapaba un gemido del cual se arrepentía y cubría su boca con una de sus manos, haciéndolo reír por lo que ella tímidamente hacía y ahora lamía su camino entre sus piernas con pequeños besos hasta probar su cuerpo no solo con su boca, sino también con sus dedos y la otra mano, la sujetaba para que no se moviera al no poder evitarlo con la sensibilidad que probarle le hacía moverse. - ¡deliciosa! Se sentía como si su marido acabara de decirle que se la iba a comer, algo que no podía ser, pero lo que comenzaba a sentir la hizo morder la tela de la cama y los cobertores con piel que forraban el respaldo. -¡Aaaaahhh! Como un logro, celebraba su hazaña para posterior subir derramando sus besos por su vientre y llegar de nuevo a sus pechos, sin quitar una mano de entre sus piernas deleitándose en la humedad que acababa de recibir. - ¡Eres mía! ¡Completamente mía!
Esa frase de posesión la hacía en ella, sentir que estaba feliz de haberse casado con ella y que la anhelaba de tal manera que ahora deseaba conocerla completa, se sentía salvaje, avergonzada y su rubor se expandía por su rostro y sus orejas. Mientras él satisfecho, llegaba hasta su rostro y acomodándose entre sus piernas, la miraba orgulloso por estar a punto de tenerla para siempre así, tan bella y en su cama, era una mujer hermosa, la más bella y delicada doncella jamás imaginada y ahora estaba ahí, solo para él. Orgulloso tomaba su rostro y le prodigaba palabras amorosas, diciéndole cuando la había esperado y estaba feliz de que llegara, que no deseaba lastimarla por eso la estaba tocando. Le ampliaba la entrada para que el dolor pudiera tomarlo con calma y no lastimarla demasiado, metiendo hasta tres de sus dedos para poder luego acomodarse e ingresar poderosamente en ella.
La entrada sentía un ardor y dolor intenso, pero al morder las sabanas, su gemido era tragado, hasta que él tomaba su boca con posesión encorvándose para esperarse dentro de ella y dejar que se acostumbrara a él. - ¡Pasara preciosa! ¡lo juro! - ¡Si! Ella al decirle palabras tan delicadas, le acariciaba el rostro limpiando el sudor de su frente en el esfuerzo que estaba soportando y ella al sonreírle le aseguraba que ya estaba pasando aquello que la había lastimado, lentamente y con toda su concentración iniciaba ese vaivén delicado y las cosas se transformaban pues ahora percibía algo muy diferente, al sentirlo dentro de su cuerpo. - ¡Oh por Dios! - ¡Oh si! la rudeza inevitable de sentir el cuerpo de su ahora esposo, parecía hacerla tan dichosa porque se sentía completa y plena, hasta el grado de explotar mucho mejor que cuando estuvieron sus dedos dentro de ella. El culminar de él era muy ansiado, desde que la vio, y tenerla ahora era como el regalo que los dioses del mundo le enviaban por su dulce y agonizante espera.
Lejos de ahí, en habitaciones lujosas colmadas de sirvientes, guardias y muchos invitados aun, que parecían tener el morbo de saber lo que supondría después de la boda, la espera de la consumación, el Duque cerraba las cortinas de su cama, para desnudarle quitando su ultimo camisón, era tan delgada que podía sentir las costillas y sus largas piernas podía tocarle los huesos. Con coraje por lo que tenía que hacer, y no se encendía su lívido, se molestaba y tocaba con una mano su cuerpo por sus pequeños botones, para luego tocar su entre pierna y tentar su entrada, mientras el con la otra mano se preparaba para endurecerse y entrar, porque su mujer virtuosa aun no poseía grasa ni musculatura suficiente para tentar a un hombre a cumplir con su deber, ya habiéndose preparado, se acomodaba e ingresaba tapando la boca de ella, tras iniciar un desmesurado grito, para luego moverse agitado para poder cumplir con lo que era su deber y hacer posible la entrega de su ser así engendrar al heredero que serviría para sus anhelados fines. -Tranquila mi duquesa, lo haremos mejor en un rato más, descanse, aquí la espero a que se sienta menos dolorida. - Gra… gra…gracias mi señor. - Ahora es usted la Duquesa de Grandchester, ambos tendremos hijos tan hermosos como usted, verá que se pondrá más hermosa cuando se encuentre preñada. - Que gentil, mi señor. Este le daba un beso en su frente. Y se recostaba para reponerse, tenía que dejarla preñada lo antes posible, le había implorado su padre que por cada que la preñara, sería más seguro poseer ambos ducados. Terry pensaba que su padre se refería al ducado de Grandchester y al de su mujer el Ducado de Sutherland, ignorando que su padre lo decía por el Ducado de Edimburgo.
Los placeres de la pareja inglesa eran muy extenuantes para su mujer que al amanecer después de solo dos veces preparase con agilidad manual para la inducción del heredero, ella amanecía pálida, despeinada con sus cabellos elevados y su rostro sin color alguno, el ardor y dolor parecía haberla hecho más daño, para su marido era por ser tan estrecha y delgada, ahora lo que le pediría a los sirvientes es que comiera mejor y varias ocasiones al día hasta que ella tomara mejor músculos en sus piernas, caderas y pechos, porque vaya que le faltaban.
En Escocia la celebración continuaba, los heridos estaban mejor y sanando, deseando que ninguno falleciera, ella se despertaba temprano y al pensar que podía levantarse, su marido que por varias ocasiones la había poseído por toda la madrugada, ahora que lo notaba dormido, él la detenía tomándole de su mano y con los ojos cerrados, sonreía preguntando - ¿A dónde va mi mujer? - Iba a prepararle la ropa y vestirme. - ¡oh no mi dulce Lady! Usted todavía no debe ponerse en pie, déjeme probarla y saber que usted se encuentra plenamente bien. - Por supuesto que me siento bien, usted fue muy cariñoso y procuró mi bienestar todo el tiempo. - Entonces no le molestaría que le brinde mis atenciones por las mañanas. - Por supuesto que no, lo que desee de mi, será un placer poderle conceder. - ¿Lo dice usted segura? - Es usted mi marido, su felicidad es la mía. - Me da gusto saberlo. Tomaba su boca y tentaba para recostarla de nuevo y al estar tan despierto podía probar si realmente no mentía y ella ahora después de seguir sus instrucciones podía disfrutar de sostener sus relaciones maritales y hacer todos los ruidos que deseara, esa habitación estaba lejos de todos y nada se escuchaba en esos enormes muros que los resguardaban.
Continuará...
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Mayra Exitosa
