Las siguientes semanas fueron una continua sorpresa para Lincoln. Muchas chicas ya se le habían declarado, pero él no podía aceptar a ninguna. No era solo por Luna, pero en verdad ninguna de las chicas le llamaba la atención. Todas se marchaban tristes, y eso no le gustaba.
Al final dejaron de intentar algo con él, aunque no perdían la esperanza. Lincoln no podía olvidar el beso que le dio Luna, y se atontaba cada vez que lo recordaba. Tenía un buen humor que no se le acababa nunca.
Lincoln notaba a su hermana como nunca lo había hecho antes. En las comidas, cuando tocaba, o cantaba incluso su voz, por débil que se oyera. Esa voz, que fue lo que lo convenció de sus sentimientos.
Lincoln amaba cada vez más a Luna. Consideró confesarle su amor, pero no había forma. Sin embargo, no podía evitar sentirse de esa forma. Y fue cuando todo parecía que iba a explotar dentro de él se le ocurrió: no necesariamente tenía que decirle eso. Podían simplemente salir como hermanos, o incluso tocar alguna canción.
Él no era muy bueno con la música, pero por ella haría lo que fuera. Salió a buscarla. Cuando por fin terminaron las clases, se embarcó en la búsqueda de su hermana. Finalmente, la vio dirigirse al patio de atrás de la escuela. La siguió. Y cuando por fin la iba a alcanzar, Lincoln escuchó que la rockera estaba hablando con alguien. Decidió esperarse; no valla a ser que fuera algo importante.
- ... tiempo que quería hablarte, Luna, pero no tenía el valor -era la voz del tal George, de eso Lincoln estaba seguro.
- ¿Eh? ¿Valor para qué?
- Verás, desde que estamos en secundaria... tú... me... gustas, Luna. Y quería saber si... querías ser mi novia.
No se oía ni siquiera el viento.
- Me encanta como eres, tu voz me cautiva, tu pelo, tus ojos... todo de ti me gusta.
- George... yo... no sé...
George bajó la cabeza.
- Entiendo, no tienes que hacer nada. Yo... solo quería que ... supieras... lo que siento... así que... me voy...
- ¡No, espera! -lo detuvo Luna- George, eres un gran chico, y me encanta que me veas de esta forma. Nos gusta el rock, y compartimos los mismos gustos, eres inteligente, lindo, y...Sí, me encantaría ser tu novia.
- ¡¿Lo dices en serio?! ¡Luna, me has hecho el hombre más feliz del mundo!
Lincoln se arriesgó a echar un vistazo. Quedó mudo. Luna y George estaban abrazados, sus manos en las espaldas, sus ojos cerrados, y sus bocas estaban unidas en un apasionado beso.
No supo cuánto tiempo se quedó ahí, observando. No fue consciente del momento en que empezó a correr.
Su corazón estaba roto en mil pedazos. Sentía arder sus entrañas, le entraban ganas de golpear a alguien, de correr miles de kilómetros sin parar, de aullar de dolor, de llorar hasta quedarse seco. De modo que era a George para quien Luna escribía esa canción. Mientras corría, no podía quitarse de la cabeza a Luna enzarzada con George, que de seguro seguían besándose en el patio. Llegó a su casa y usó toda la compostura que le quedaba para poner una cara normal. Su padre lo vio en cuanto entró, y lo saludó con soltura.
- Hola, campeón, ¿cómo estuvo tu día?
- Bien papá, muy cansado. Perdona, pero comí un poco con Clyde, no cenaré hoy.
- Hum, bueno está bien hijo -dijo su padre, algo desconcertado- Te guardaré un plato para mañana.
- Sí, muchas gracias papá. Me voy a dormir.
Fingió un bostezo y se fue a su habitación. Se aseguró de que su puerta tuviera puesto el seguro y se echó en su cama. Apretó su rostro en la almohada y se puso a llorar. Horas y horas pasaron hasta que el llanto se detuvo. Estaba en un estado de depresión. No podía hacer nada. En el fondo, sabía que George iba a terminar saliendo con Luna. Eran muy cercanos, y Lincoln no había hecho nada para acercarse a Luna. Y para colmo, eran hermanos. Amaba a Luna, pero cada segundo que pasaba se hallaba más fuera de su alcance. ¿Qué podía hacer?
Cualquier cosa que se le ocurriera solo terminaría lastimando a Luna. No quería eso. Su corazón no podía resistir tanto dolor, así que golpeó su almohada. No le sirvió de nada. Gritó en su almohada. Se sentía igual. Así que solo siguió llorando.
Al día siguiente amaneció enfermo. Tenía bajas sus defensas, y no se podía mover. Su familia se preocupó por él, pero el albino insistía en que solo necesitaba descansar. Su mamá le dio medicina, y se aseguró de que Lincoln pudiera tomarse las pastillas del resto del día, ya que ella tenía que trabajar y nadie más estaría ahí para atenderlo. Lincoln se quedó solo en casa. Dormitaba de vez en cuando, pero no lo suficiente para amainar su dolor emocional. Después de unas horas de inquieto sueño, Lincoln notó que su celular vibraba, por lo que lo encendió. Ahí vio mensajes de sus hermanas que le deseaban que se recuperara.
Pero solo puso atención al mensaje que le envió Luna: ¡Pronto podrás seguir, rockero!
- Oh, Luna -susurró- ¿Cómo puedes hacerme sentir tan vivo y tan muerto al mismo tiempo?
Después de mucho tiempo, por fin se quedó verdaderamente dormido.
En la mañana ya estaba recuperado. Aunque seguía muy triste, logró esconderlo. No podía confiar en nadie para contarle sus problemas, ya que lo repudiarían por sentir eso hacia un propio familiar. Y dado que eran doce las personas en la casa, le sorprendía que nadie sospechara nada.
No pudo evitar ver a Luna salir con George de vez en cuanto, pero éste le daba mala espina al peliblanco. Cada vez que los veía juntos sentía una desconfianza cada vez mayor. Por los siguientes días vio muy de cerca al rockero, asegurándose de que fuera de fiar. Una vez cuando Luna no miraba, vio que George sacó su celular y contestaba una llamada. Se alejó para contestarla en privado, lo que no le gustó nada al peliblanco. Como el albino conocía muy bien los escondites de la casa mejor que nadie (excepto Lucy) se escondió detrás del pasillo en el que estaba George. Se quedó callado y alcanzó a escuchar unas palabras:
- ...te veo al final de clases, amor...
Eso lo dejó helado. No podía referirse a Luna si había estado junto a ella hacía poco. Se enojó con eso, de modo que decidió espiarlo para averiguar lo que pudiera. No tuvo que esperar mucho, y después de unos días más de espionaje, hizo un descubrimiento. El albino lo siguió por un rato cuando George decidió no irse con Luna e irse solo a otra parte. Y cuando Lincoln vio que el rockero se detenía, él también lo hizo. Y vio lo siguiente: George se reunió con una chica muy linda que lo tomó de la mano y se sentaron a una mesa. Y vio como George besó a esa chica y se miraban con pasión. No podía creer lo que veía: George estaba engañando a Luna. Era probable que ella no fuera la única, debía haber muchas de ellas cayendo en las garras de ese bastardo. Eso lo sospechó, ya que, cuando escuchó hablar a esa chica, su voz no era la que había oído detrás de la llamada de George.
Pero Luna no podía saber eso. Era peor que tu amor se fuera: solo estabas siendo usado por otra persona. Decidió guardar el secreto, pero no sabía cómo lo lograría, ya que sentía sus entrañas hirviendo de rabia.
Esa tarde, Luna hizo una reunión de hermanos. El peliblanco dijo que estaba cansado y que se quedaría en su cuarto, pero aún así escuchó lo mucho que Luna apreciaba a George y los planes que tenía para salir con él. Lincoln no soportaba escuchar sobre eso, pero mantuvo la boca cerrada.
Se sentía vacío y sin sentido, confundido y asqueado, deseando decir todo aquello. Estaba triste y enojado, no sabía qué hacer.
En el caso de Luna, ella se sentía feliz de tener novio, pero tremendamente culpable a la vez. Había notado lo mucho que le había afectado a Lincoln la noticia, y no pudo evitar pensar que tal vez él la amaba.
Pero descartó la idea. Podría ser una coincidencia, o tal vez que George no le agradara. Podían ser muchas cosas. Pero aún así, le preocupaba que su hermanito no estuviera igual de contento que sus hermanas sobre el asunto. Decidió ir a verlo.
- ¿Lincoln?
Él levantó la vista de su cómic. Su hermano se veía bien, aunque algo despistado, y sus ojos se veían fríos y sin emoción, completamente ajenos a como solían ser.
- ¿Estás bien? Hace tiempo que estás decaído.
- Estoy bien, Luna, solo un poco cansado. Gracias por preguntar.
Pero ella no le creyó nada, se veía más distante que nunca. Aunque el peliblanco disimulaba bien, ella era una de las que mejor detectaban las mentiras.
- No, no es cierto. Algo pasó. Vamos, Lincoln, dime. Puedes confiar en mí.
- No es cuestión de confianza, Luna. Es que no es algo que le pueda decir a cualquiera.
- Pero si ni siquiera le puedes decir a tu propia familia, ¿entonces a quién?
Lincoln no respondió.
- Lincoln, vamos, dime por favor.
No dijo nada.
- Al menos mírame cuando te hablo... Oye, escúchame.
Agarró el rostro de Lincoln y lo levantó.
- No sé qué te esté causando esto, pero no es razón para estar así. Soy tu hermana, y te aseguro que puedo ayudarte. Nos tienes a todas para apoyarte. Dime, ¿qué es lo que te pasa?
Lincoln guardó silencio. Luna no se iba a rendir fácilmente. No apartó la mirada. Pasaron unos minutos sin decir nada, hasta que Lincoln desistió.
- Luna, ¿eres feliz?
Esa pregunta la sorprendió.
- ¿A qué te refieres?
- George. Me preocupa mucho que no sea el mejor chico para ti.
- ¿Qué te hace pensar eso?
- No sé, es solo que algo en él no me agrada.
- ¿Eso es todo? ¿No sabes y por eso estás deprimido? Eso no puede ser todo.
- Es que... Creo que solo te está usando. Si no lo conoces del todo, tal vez no deberías salir con él.
Pero esas palabras solo hicieron enojar a Luna.
- Bueno, pues ya soy lo suficientemente grande para tomar mis propias decisiones -dijo Luna, en un tono frío que Lincoln nunca había oído.
- Pero, ¿qué pasaría si no es lo que aparenta ser? ¿Qué tal si solo te está usando?
Luna se enojó aún más.
- Eso no te incumbe, Lincoln. ¡Yo sé lo que estoy haciendo! -dijo Luna casi gritando.
- ¡No! -Lincoln no pudo contenerse más- ¡Te está usando! ¡Solo eres una más de sus pertenencias! ¡Te busca solo por el placer, no porque te ame en realidad! ¡Solo te busca por tu cuerpo!
- ¡Cállate!
Las lágrimas le resbalaban por la cara, herida tanto por lo que escuchaba, como porque su hermano tan querido la había lastimado.
- George es la mejor persona que he conocido. ¡Nunca me haría algo como eso! Solo aléjate de mí, Lincoln. No puedo creer que me hayas hecho esto. ¡No me vuelvas a hablar nunca más!
Luna salió corriendo de la habitación. Se encerró en su propio cuarto, y no dejaba que nadie entrara, ni siquiera a Luan, quien era la más cercana a ella.
Lincoln se apresuró a salir de la casa, dolido por las palabras de Luna, pero también para huir de su familia, pues trataban de hacer que Luna saliera y les dijera qué pasaba.
- Lincoln, ¿sabes qué le pasa a Luna? -le preguntó Lori en cuanto lo vio.
El albino no respondió.
- ¡Eh, Lincoln!
Salió de la casa. Nunca se había sentido tan desolado. Corrió sin destino, con la única idea de escapar de una persona que ahora lo odiaba, y que él había pensado que nunca lo dejaría. Pero sobre todo, no se perdonó a sí mismo. Había herido a Luna tratando de protegerla. Y ella le había dicho que nunca lo quería volver a ver.
Incluso la persona que amaba lo abandonaba. ¿A dónde puede ir alguien así?
Sin saber la respuesta, se adentró en una ciudad peligrosa y sin conocer a nadie, sin dinero y con trece años, solo. Lo recibió con los brazos abiertos, una vez más, la oscuridad.
