Ezeiza, Buenos Aires.
Aeropuerto Internacional Ezeiza.
Aquellos minutos a solas con la chica le habían resultado eternos. ¿Cuánto tiempo más tendría que pasar clavando su mirada en cualquier cosa existente intentando apartarla de ella? ¿Acaso Yuki, Kojiro y Tomeya no pensaban regresar?
-¿Por qué te pusiste tan nervioso de repente, Aoi?- Preguntó ella, mirándolo curiosa. Shingo dió un respingo al sentirse nombrado.
-¿Eh? Yo no estoy nervioso.
-Y... ¿por qué no me mirás?- Azula enarcó una ceja, asomándose, notándolo muy sonrojado. -¿Te incomodo? No te voy a hacer nada, soy inofensiva.
-Claro que no me incomodas.- Murmuró con vergüenza, mirándola al fin.
-¿Tenés miedo de que te robe tus monedas?
Aoi sonrió levemente ante la broma.
-Por suerte las tengo muy bien guardadas.- Tanteó su pecho.
-Si te las roban o las perdés... ¿perdés también tus poderes futbolísticos?
-Oye, no te burles de mi.- Hizo un mohín, percatándose de un trío de japoneses que se aproximaba. -¿Qué tanto estaban haciendo?
-¿Qué fué lo que me dijiste?- Hyuga inquirió a la argentina, quien soltó una risa antes de responder.
-Solo relacioné tu nombre con tu aparente personalidad.- Sonrió.
-Y no estuviste tan errada tampoco.- Murmuró Shingo, viendo la escena divertido.
-¡No le festejes esas estupideces!
-Ya, ya...- Yuki se entrometió, sonriendo nerviosa. -Esperemos a Tsubasa en paz, ¿sí?
-Díselo a tu amiga.- Bufó el delantero, entrecerrando los ojos a la chica de cabello castaño oscuro, quien volvió a sonreír.
Un buen rato después un avión llegó y con este, el alboroto de una gran cantidad de personas y reporteros. Definitivamente el capitán nipón había llegado...
-¡TSUBASA!- Aoi quiso hacerse ver colocándose sobre una banca, sacudiendo sus brazos.
-¿Crees que te verá así?- Preguntó Akai. -Mira cuántas personas hay.
-¡AOI!- El del Barsa apareció de entre la multitud con una gran sonrisa, dando un grito similar al de su compatriota, quien rió.
-Ven, vamos a presentarte.- Dijo el Príncipe del Sol a una sonriente Azula mientras la tomaba de la muñeca y la llevaba hacia allí. Al llegar, él le habló en japonés. -Ella es Azula, es tu mejor fan. Ella nos ha ayudado en nuestra llegada al país.
-¿Puedo...?- La latina preguntó a Sanae, quien sonrió y asintió. Entonces se abalanzó a Tsubasa y lo abrazó, cual fangirl. -¡Qué bueno conocerte, Tsubasa Ozora!- Chilló, separándose y mirándolo con una profunda admiración. -Supe que llegarías lejos cuando entraste de suplente en ese partido de Libertadores cuando San Pablo jugó con Boca. Nos dejaste afuera con tu gol, pero siempre es bueno ver los inicios de una figura mundial.
-Oh, eres de Boca. Lamento eso.- Tsubasa rascó su nuca, apenado. -Ella es...
-Sanae Ozora, lo supuse.- Sonrió a la japonesa, la cual observaba la escena con alegría y ni una pizca de celos, pues siempre le era agradable conocer a admiradores de su esposo. -Encantada, bienvenida al país. Si quieren podría darles un tour chiquito en los mejores lugares de Buenos Aires. Siento que los mejores lugares del país son los lugares naturales de las provincias, pero Buenos Aires también tiene lo suyo.
-Nada de tour chiquito, quisiera conocer Buenos Aires a fondo.- Dijo Tsubasa, procediendo a saludar a sus compatriotas junto con Sanae. -¡Dudo que podramos volver pronto aquí y quiero aprovechar cada momento!
-¡Perfecto!- Sonrió la chica, dirigiéndose luego a los demás. -Vamos a dar un tour con los mejores lugares de acá. Ustedes se prenden, ¿cierto?
-¿No íbamos a ir a comer?- Quiso saber Yuki.
-Podemos comer en un lugar mejor que en un aeropuerto, solo que esos lugares quedan en la Capital y es un viaje de como una hora. Allá podemos comer en La Boca, en Puerto Madero, en Calle Corrientes...
Hyuga resopló, fastidiado.
-Si no te gusta, acá cerca tenés un Mc Donald's.- Comentó, mirándolo feo.
-No me gusta poner en manos de una desconocida mi tour.
-Anda, no seas así, ella solo está siendo gentil.- Aoi se entrometió entre las miradas retadoras de ambos.
-De seguro estás esperando alguna oportunidad para revolcarte con ella antes de partir, enano aprovechado.- Kojiro le contestó en japonés. Shingo enrojeció y Yuki le encajó un fuerte golpe en el brazo al moreno.
-¡No le digas esas cosas a mi hermano!
-¿Qué? ¿Qué le dijo?- Azula enarcó una ceja a la japonesa, luego a Shingo y luego a Kojiro, a quien miró horrible.
-Ya... ¿por qué no nos vamos?- Sanae interrumpió, hablándoles en japonés. -Muero de hambre.
-Entonces... ¡vamos!- Sonrió la chica y volteó, iniciando el camino del grupo y dejando atrás el altercado con el Tigre Japonés.
La Boca, Buenos Aires.
-¡WOW!- Exclamaron tanto Tsubasa como Aoi al pisar el césped de aquel lugar. En la agenda de cualquier turista futbolista el visitar los estadios más importantes no podía faltar, y la Bombonera era algo de lo que no podían perderse.
-No parece tan imponente como se la pintaba.- Comentó Hyuga, observando a su alrededor. Azula volteó a él, ofendida.
-¿Qué no ves que no hay público?
-¿No pueden estar sin pelear?- Tomeya giró sus ojos.
-A mi me parece hermosa.- Dijo Shingo al delantero.
-Eso ya es obvio. Ahora... ¿qué opinas del estadio?- Se mofó el de Saitama. Aoi enrojeció.
-¡Me refería a la Bombonera!
Kojiro se rió, sin embargo una horrible mirada de parte de Yukiko Aoi bastó para que se dejase de molestar. Pues si, como buena hermana mayor siempre defendería a su pequeño hermano.
-Tsubasa, en este lugar jugó Diego Armando Maradona...- Dijo Shingo, cambiando el italiano por su natal japonés, colocándose en cuclillas y acariciando el césped. -Es una lástima, me hubiese gustado verlo jugar.
-También jugó Juan Román Riquelme.
-Tengo que admitir que se siente algo.- Comentó Tomeya, disfrutando de una brisa que llegaba al lugar. -Si algún día llegase a casarme, podría hacerlo en un estadio.
-¿Cómo no se me ocurrió?- Se dijo Tsubasa haciendo reír a Sanae, quien agradeció que no se le haya ocurrido en su momento.
-Me siento un poco fuera de conversación.- Le dijo Azula a Shingo, acercándose con una mirada apenada. Él levantó la vista y le sonrió. Definitivamente el verla desde aquella perspectiva y con aquel fondo era algo maravilloso.
-No nos dimos cuenta, lo siento.- Le dijo él, poniéndose de pie.
-Tendrían que venir un día de partido, alguna vez en su vida.- Dijo, contemplando el ambiente y disfrutando de una leve melodía de bombos, trompetas y canticos. -Ahí es el asunto.
-He visto varios partidos de Boca y sí, parece ser verdad todo eso que dicen sobre la mítica de la Bombonera.
-¿No te gustaría venir a Boca?- No pudo dejar pasar la pregunta.
-No.- Negó Aoi, sonriente. -Mi lugar está en la Serie A, en ningún otro lugar.
-Al menos lo intenté.- Se rió.
-Si ya terminaron de flirtear... ¿nos vamos a comer? Sanae ya tiene hambre.- Tsubasa, quien estaba al tanto del trato entre ambos (al igual que todos allí), se acercó con una sonrisa burlona y utilizó tanto su español como su japonés. Azula asintió, ruborizada.
-¿Qué fué lo que dijo al principio?- Quiso saber Shingo, por lo que la chica aumentó su rubor de repente. -En fin, creo que deberíamos ir a comer. ¡Para eso era que vinimos aquí y acabamos en el Museo de la Pasión Boquense!- Sonrió divertido al final.
-Sí, acá cerca hay unos lindos lugares.- Dijo Azula, retirándose del campo de la Bombonera junto con Aoi, con los demás detrás.
-No te enojes, Yuki, pero... creo que algo hay allí.- Comentó Akai a la chica.
-No sé cómo reaccionar.- Respondió ella, con una mueca confusa. -Ella me cae bien, parece ser una buena chica y es justo el tipo de persona que querría para Shingo, pero es dos años mayor que él.
-Eso no debe de ser importante.- Le sonrió él, apenado.
-¡Es mi hermanito!- Hizo un puchero, lo cual hizo que el joven la comparara con el mismo Shingo en una de sus rabietas, solo que más alto y con el cabello largo, y sonriera. -¡No quiero que mi hermanito se meta en relaciones amorosas aún! Aún es pequeño como para afrontar todo eso.
-Tampoco es tan pequeño, tiene veinte años y como todo hombre joven, tiene deseos...
-¡No me digas esas cosas!- Chilló Yuki, escandalizada, mirando después a su preciado Shingo. Entonces suspiró...
Shingo Aoi definitivamente había dejado de ser ese pequeño terremoto que tanto había hecho renegar a sus padres con sus travesuras e hiperactividad, y aunque algunas cosas no hayan cambiado, tales como esa sonrisa infantil, esas muecas caprichosas y esa personalidad alegre, él hoy en día ya era todo un hombre.
Yukiko soltó un suspiro melancólico.
