Capítulo 4. ¿Dejarlo vivir o matarlo? La decisión definitiva.

Kyotaro corría por la comisaría mientras se ponía la chaqueta. No salía mucho de allí, pero justo el día que había salido, le avisaron de que Ken Ichijouji, de la Agencia Nacional de Policía, le esperaba en su propio despacho. Kyotaro intuía que si Ken había ido hasta allí era para saber de primera mano cómo iba la búsqueda de Yamato Ishida.

–Siento haberte hecho esperar. –dijo Kyotaro disculpándose una vez que entró al despacho.

–No te preocupes. Soy yo el que siente haberse dejado caer por aquí sin avisar y estando tan ocupado como estás. –dijo Ken restándole importancia.

–En cuanto a la fuga de Ishida, todo mi departamento está movilizado para encontrarle. –dijo Kyotaro, aunque Ken no parecía sorprendido.

–Lo sé.

–¿Entonces?

–Hoy estoy aquí por una cuestión personal. –dijo Ken.

00000000

En cuanto recibió la llamada de Yuuko Kamiya, Takeru dejó todo lo que estaba haciendo para ir al hospital. Yuuko sabía lo preocupado que el profesor de su hija estaba por ella y también sabía que intentó ayudarla, pero ni su propia hija le dio tiempo a que él hiciera nada al respecto.

–Takeru, Hikari ha abierto los ojos esta mañana. –dijo Yuuko en cuanto vio a Takeru entrar. Efectivamente, Hikari estaba allí inmóvil en su cama con sus ojos marrones abiertos. Ya no estaba intubada pero sí tenía una mascarilla de oxígeno. Ante la novedad, Takeru le dedicó una cálida sonrisa y se acercó a su alumna.

–Hikari, lo estás haciendo muy bien. –dijo Takeru. Pero la castaña no le respondía. –¿Hikari?

–Aunque la llames, todavía no responde a estímulos. Todavía no saben si es por el daño cerebral o por la conmoción. El médico dice que no lo sabrán hasta que no salgan los resultados de las pruebas. –explicó Yuuko, volviendo a Takeru a la realidad. De verdad había esperado que al menos le hubiera reconocido. Entonces Yuuko siguió hablando con algo de esperanza. –Pero sólo verla con los ojos abiertos, pienso que todo irá bien. Eres una chica muy fuerte, ¿verdad?

Takeru no podía admirar más a la señora Kamiya. Lo que en realidad vio era a una madre muy asustada y preocupada por el devenir de su hija, pero no quería mostrar esa debilidad delante de Hikari. No sabía si realmente escuchaba o era consciente de lo que ocurría a su alrededor, pero en ese momento, Yuuko quería ser fuerte.

00000000

–¿Cómo está Aiko? –le preguntó Koushiro a Sora.

–Bien, ha estado descansando todo el día. –dijo Sora mientras abría el frigorífico para sacarse algo de beber. Cuando Sora le contó la crisis que había sufrido su hija al volver de su día de campo, Koushiro se había mostrado muy preocupado y decidió ir al apartamento de su amiga para comprobar en persona que todo estuviera bien.

–Y pensar que desde hacía tiempo que no había sufrido una crisis. –dijo Koushiro mientras examinaba unos papeles del trabajo.

–También fue un poco culpa mía. Me descuidé. –dijo Sora. Entonces, la pelirroja vio entre los papeles que examinaba su amigo, el logo de la Farmacéutica Nishijima. Recordó que Taichi le había dicho que Daisuke Motomiya era el hijo de Daigo Motomiya, el presidente de esa farmacéutica.

–¿Qué tal tu herida? –preguntó Koushiro sacando a Sora de su ensimismamiento.

–Oh, bien. –dijo ella llevándose la mano al vendaje que todavía llevaba puesto.

–Ese trabajo tuyo te va a matar un día. Debes tener cuidado. –dijo Koushiro acercándose a su amiga. Cuando él le tocó el vendaje, ésta dio un pequeño respingo, no porque le hiciera daño, sino porque no se esperaba el gesto de su amigo.

–Si pudieras curar cualquier herida o enfermedad con sólo tocar a una persona con la mano…

–¿Es la continuación de la conversación del otro día? –preguntó Koushiro interrumpiéndola.

–Si tuvieras ese poder, ¿qué harías? –terminó de preguntar Sora.

–Eso no es algo inusual. Es lo que se llama cuidados en el tratamiento médico, ¿no? Como cuando Aiko tiene tos y le frotas la espalda haciendo que se sienta mejor. –dijo Koushiro.

–Sí, eso está bien, pero no me refiero a eso.

–Entonces, si tuviera ese poder milagroso, la gente haría cola para que le curara las heridas y las enfermedades. Pedirían las cosas con humildad, como si fuera un dios. Tendría tanto dinero y autoridad como deseara y podría conseguir cualquier cosa que quisiera.

–Oh, para. De ser así terminaría odiándote. –dijo Sora.

–¿Por qué? Creo que sería una reacción normal. –opinó Koushiro.

–No lo es. –dijo ella.

–Bueno, entonces, si ese milagro existiera realmente, primero lo querría ver con mis propios ojos. –dijo Koushiro.

–En eso sí que tengo que darte la razón. –dijo Sora mientras su amigo se levantaba para ir al baño. –Tengo que asegurarme de ello.

00000000

Takeru se había ofrecido a quedarse para que Yuuko pudiera irse a casa a descansar un poco porque también debía ir a trabajar y debía de estar en condiciones. A pesar de mostrarse reticente, finalmente aceptó la ayuda de Takeru. Sabía que en cierta manera, el profesor de su hija se sentía responsable por no haber podido ayudarla a tiempo y si quedarse con Hikari le hacía sentirse mejor, aceptaría. Además, Takeru tenía razón. Necesitaba descansar un poco.

–"El viento soplaba sobre mi amada, sobre mí también soplaba el viento. Mi amada sonrió inocentemente, mientras la tormenta se asomaba en la distancia". ¿Qué piensas? Es bastante bueno, ¿verdad? –le dijo Takeru a Hikari. Le había estado leyendo un fragmento de un poeta japonés de principios del siglo XX. A pesar de leerle, Hikari no respondió. Tan sólo se escuchaba el sonido del monitor marcando sus constantes vitales con normalidad.

–Eso era de Nakahara Chuuya, ¿verdad? –preguntó una voz familiar. –Tantos años en prisión me han dado para leer mucho.

–Yamato. –dijo Takeru, que no esperaba que apareciera por allí.

–Aunque la llames, no despertará. Es lo que se llama estado vegetativo. –dijo Yamato posándose al lado opuesto de la cama al que estaba Takeru.

–¿Por qué estás aquí? –preguntó Takeru levantándose de su silla. Yamato le mostró su mano y la dirigió a la frente de Hikari, pero antes de tocarla, la retiró. –¿Por qué diablos has venido?

–Por nada en especial. Sólo pasaba por aquí. Adiós. –dijo Yamato marchándose. Cuando Takeru se recuperó de la impresión de ver a Yamato, salió para seguirlo, pero chocó con una enfermera.

–Llame a la policía, por favor. –dijo él para seguir corriendo en busca de Yamato.

–¿Qué? –preguntó la enfermera sin saber de qué iba todo aquello. No obstante, al ver la cara de apuro de aquel chico, decidió hacerle caso.

–Pregunte por la detective Sora Takenouchi. –tras decir aquello, Takeru bajó corriendo por la escalera hasta llegar a Yamato, que sólo había llegado a la planta inferior. Lo cogió de la pechera. –¡Yamato!

–Deberías guardar silencio en un hospital. –dijo Yamato sin apenas inmutarse. –Vas a molestar a los pacientes.

–Cállate.

–¿Piensas entregarme a la policía?

–Por supuesto.

–¿Acaso no te acuerdas de que quien mató al guardia fuiste tú? –Yamato tenía razón. Al decir aquello, Takeru recordó todas las muertes que tenía en su haber y la decisión con la que había corrido hasta alcanzar a Yamato se había esfumado. Yamato apartó las manos de Takeru sin que éste opusiera resistencia y se asomó a mirar a los pacientes que paseaban por la planta de abajo. –Los hospitales son lugares interesantes, ¿no lo crees? Sólo quieren vivir un día más para liberarse del dolor de la enfermedad. Si vienen aquí, sus deseos se cumplen. O eso es lo que ellos piensan. No hacen más que fabricar medicamentos que sólo tienen efecto placebo y se someten a operaciones de consolación. Qué idiotez.

–No son idiotas. Sólo están desesperados por seguir viviendo. –dijo Takeru indignado.

–Lo que estoy diciendo es que la desesperación es estúpida. –dijo Yamato.

–Tienes el poder de salvarlos, ¿no? ¿No decías que si conseguías salir de la cárcel utilizarías tu poder para mejorar la vida de la gente?

–Es cierto. –reconoció Yamato.

–¿Era todo una farsa o sólo lo dijiste para convencerme de que te sacara de allí?

–¿No crees que has malinterpretado algo? Incluso sin utilizarlo, podría haber salido cuando quisiera. –dijo Yamato. –Te lo mostraré.

Takeru siguió a Yamato hasta una habitación VIP del hospital. Abrió la puerta corredera de la habitación que era más grande que su propio apartamento.

–¿Tú eres Yamato Ishida? –preguntó un hombre desde una cama conectado a un montón de aparatos. Junto a él, al lado de la cama, había una mujer de pie, vestida con ropa bastante cara, abrazada a un perrito y de su muñeca colgaba un gran bolso rosa más grande que el perro, que cabía perfectamente en él. –Llegas tarde.

–Si no estás conforme, puedo irme. –dijo Yamato. –Sólo hago esto porque me pidieron un favor.

–¿Dónde está el presidente Motomiya? –preguntó el hombre mientras que Yamato se sentó en un sillón sin preguntar.

–Debe de estar de camino. –respondió Yamato mientras cruzaba las piernas.

–¿Quién es él? –volvió a preguntar el paciente.

–Es Takeru Takaishi. Takeru, este es el Señor Aoi, enfermo terminal de diabetes y postrado en la cama de por vida. Sólo se dedica a esperar a la muerte. –informó Yamato. –El hombre que fue un héroe en el mundo de la tecnología ahora está en este estado lamentable.

–Ya es suficiente. –dijo el hombre, harto de la manera en que lo estaba presentando. –¿Cómo vas a curarme?

–¿No te lo ha contado Daigo? –preguntó Yamato.

–Daigo sólo me dijo que puedes curar cualquier enfermedad. –dijo Aoi.

–Así que, estás dudando. –dijo Yamato.

–Eres el contacto de Daigo, así que no dudo ni de ti, ni de nada. Adelante. –le dijo el hombre a su acompañante. La mujer le dio la vuelta a la cama hasta dirigirse hacia una mesa baja que había junto a unos sofás. En la mesa, había un maletín que abrió con una sola mano, donde había un montón de papeles de lo que parecían ser escrituras de propiedades. –Una casa, una casa de campo, el edificio de una empresa y tierras. Son copias del registro y una llave de una caja de seguridad en la que hay joyas. En total, veintidós billones. Si me curas, todo será tuyo.

A decir aquello, la mujer comenzó a llorar.

–No llores. He llegado muy lejos con este cuerpo. Si estoy sano, podré volver a empezar. –dijo Aoi.

–Tienes mucha confianza en ti mismo. –dijo Yamato.

–¿Me curarás?

–¿Es el bolso de tu mujer hecho a medida? Parece caro. –dijo Yamato. La mujer, asustada, se giró para esconder el bolso como si no lo hubieran visto durante todo el tiempo. –Me prometiste todas tus pertenencias.

–Dáselo. –le ordenó Aoi.

–No, esto no. –se resistió la mujer.

–Venga, te compraré tantos como quieras. –le insistió Aoi estirando el brazo para coger el bolso, pero su mujer se giró y con el forcejeo, el bolso cayó al suelo, esparciéndose varias joyas y unos papeles. La mujer soltó al perro y se lanzó a por lo que se había caído, pero Yamato sólo tuvo que estirar el brazo para coger los papeles. En realidad, no tenía interés alguno por el bolso, sino en lo que había dentro. Al ver la reacción de la mujer supo de inmediato que algo se habría guardado.

–¿Qué es esto? ¿Una casa en Hawái? –preguntó Yamato mientras hojeaba los papeles.

–No me digas que has puesto todas las propiedades a tu nombre. –le dijo Aoi a su mujer.

–¿Cómo vas a empezar de nuevo sin tus propiedades? Pagar tu tratamiento sería mi final. –dijo la mujer desesperada.

–¡¿A quién le importan esas cosas?! ¿Acaso quieres matarme?

–Nunca querría eso. –le respondió su mujer.

–Esa opción también está disponible. –les dijo Yamato sin apartar la vista de los papeles. Entonces miró a Takeru. –Pero eso es el ámbito de trabajo de Takeru.

Yamato se levantó y le dejó los papeles en la cama.

–Espera, ¿no vas a curarme? –preguntó el Aoi. –Si es por el dinero, te lo daré todo.

–Para curarte, me prometiste entregarme todas tus pertenencias. Has sido tú quien ha faltado a su palabra. –dijo Yamato. Ahora todo era de su mujer, y para él era más que evidente que ella no iba a renunciar a nada aunque se mostrara apesadumbrada. Pero eso eran temas de pareja que a él no le interesaban.

–¡Espera! ¡¿Acaso era todo una mentira?! –siguió preguntando Aoi. –¡Impostor!

00000000

Sora esperaba en su pequeño coche negro a las puertas de la residencia Motomiya a que Daisuke saliera. Estaba segura que en algún momento saldría. No había tocado el timbre porque si la reconocía no le abriría, por eso, se decidió a esperar para que no le quedara de otra que hablar con ella cuando saliera.

Entonces, la puerta automática que daba acceso a la propiedad comenzó a abrirse. Sora salió del coche y se dirigió hacia la puerta. Cuando Daisuke la vio, le dio al mando para cerrar la puerta. Por suerte para él, se abrió lo suficiente como para verla pero no para que ella entrara.

–¡Espera! –gritó Sora. A pesar de golpear la puerta, era evidente que no se iba a abrir. Entonces le sonó el móvil. –¿Diga?

–Tenemos un mensaje de Takeru. Ven inmediatamente. –le ordenó Taichi mientras todos los agentes disponibles se ponían en marcha.

0000000

–Esa mujer quería ver muerto a su esposo lo antes posible. –le dijo Yamato a Takeru al salir de la habitación. Iban paseando hasta que llegaron al área de urgencias.

–¿Qué es lo que quieres? ¿Dinero, o sólo jugar con las vidas de la gente? –preguntó Takeru.

–Quién sabe. –respondió él. Entonces, llegó una ambulancia.

–¡Dejad paso! –dijeron los camilleros entrando con un niño con un collarín puesto y el abdomen con algunos moratones. Por detrás, iban sus padres también con algunas heridas. Todo apuntaba a que habían tenido un accidente de tráfico.

–¡Yuki!¡Yuki, aguanta! –gritaba su madre desesperada.

–¡Niño de ocho años herido de tercer grado en la cabeza por colisión de tráfico cerca de un parque. Está en estado de shock y está perdiendo la conciencia! –dijo uno de los camilleros. Cuando llegaron, lo pasaron de la camilla de la ambulancia a las de urgencias.

–¿Es este el último herido? –preguntó un policía a uno de los camilleros. –Sí, cuatro en este hospital. Con este hay un total de diez personas. Los que murieron en el acto ya han sido confirmados.

Efectivamente, parecía que el servicio de urgencias del hospital estaba bastante ocupado atendiendo a las víctimas de un accidente de tráfico de diversa consideración.

–¡Yuki, Yuki! –gritaban los padres del niño.

–Señor, deje que le curemos sus heridas. –le dijo una enfermera al padre de Yuki. Sabía que las suyas no revestían gravedad y que no eran las más urgentes, pero la enfermera necesitaba que los padres salieran de allí para que dejaran trabajar a los sanitarios.

–Nosotros estamos bien. Salven a nuestro hijo. –dijo el padre de Yuki.

–Lo haremos, Señor, pero deben tranquilizarse. –dijo la enfermera.

–¡Deja de molestar! –gritó uno de los heridos en evidente estado de embriaguez. Al verlo, el padre de Yuki se indignó.

–¡Ese paciente conducía borracho y fue el que atropelló a todos los peatones! –dijo el padre de Yuki. La enfermera volvió a intentar curar al borracho, pero apartó su mano de forma violenta.

–¡Lárgate!

–¡Todo esto es tu culpa, idiota! –dijo el padre de Yuki cogiéndolo de la pechera, mientras la enfermera intentaba separarlos.

–¡Calmaos! –dijo el policía sosteniendo al padre de Yuki. –No se preocupe, Señor, cuando esté curado lo pondremos a disposición judicial.

Entonces, los aparatos que monitorizaban el estado de Yuki comenzaron a cambiar el ritmo, avisando a los sanitarios de que al niño se le escapaba la vida ante la mirada impotente de sus padres.

–Si continúa así lo vamos a perder. Voy a intubarlo. –dijo el médico.

–¡Por favor, Yuki, despierta! –le decía su madre.

Mientras tanto, Takeru y Yamato estaban siendo testigos del drama que se estaba viviendo en el box de urgencias a través de los cristales.

–Ese niño no se salvará. –dijo Yamato mientras los médicos intentaban salvar a Yuki desesperadamente, mientras que el causante de su inminente muerte estaba muy bien, y además, causando problemas a la enfermera que le atendía por su agresividad. –Oye, mata a ese tipo.

–¿Qué? –preguntó Takeru.

–Si lo haces, salvaré al niño. –le propuso Yamato.

–No me voy a dejar engañar de nuevo. –le dijo Takeru. –Si lo matara, ¿qué ganarías tú salvando al niño?

–Nada. No hay beneficio. Pero si no lo matas, ese niño no tendrá oportunidad de salvarse. Si matas a ese idiota, yo salvo al niño. –dijo Yamato.

El maldito Yamato lo volvió a poner en una encrucijada moral. Parecía especialista en aquello. ¿No podía salvar al niño y ya está? ¿Por qué para salvar al niño era necesario matar al otro, por mucho que se lo mereciera? Takeru se quedaba sin tiempo. Veía a los sanitarios intentando salvar a Yuki, pero los datos que marcaban los monitores no auguraban muchas esperanzas para el niño.

–¡No puedo intubarlo! –dijo uno de los médicos.

–¡Presión arterial de cuarenta y tres. Saturación inestable! –informó otra doctora. Takeru miró al causante del atropello.

–Siéntese, por favor. Así no puedo curarle. –le pedía la enfermera, pero éste se agarró a ella y cayeron los dos, tirando un carro de instrumental de por medio. El policía volvió a intentar sostenerlo.

–Un conductor borracho matando gente inocente. Debería ser él el que muriera. Todo el mundo pensaría eso. ¿Vas a quedarte ahí de pie por él y ver morir al niño? –dijo Yamato.

–¡Dejadme en paz! –gritó el borracho una vez que el policía lo volvió a poner en la camilla.

–¡Cabrón! –le gritó el padre volviendo a por él, por lo que el policía, que no daba abasto, intentó separarlos de nuevo mientras que el borracho se burlaba.

–Un tipo como ese, cuando salga de prisión volverá a hacer lo mismo otra vez. No le importan las vidas de la gente. –dijo Yamato mientras veían como el borracho reía. –Si le dejas vivir, seguro que habrán más víctimas.

–¿Todavía no está disponible el quirófano? –preguntó un médico.

–Cuando han traído al niño ya había otro paciente en el quirófano de emergencia. –dijo una de las enfermeras.

–¿No hay ningún lugar al que lo puedan llevar? –preguntó el padre desesperado.

–Les falta como una hora. –informó un celador.

–Se nos va. Preparad sangre para una transfusión. –informó el médico.

–Puedo salvar al niño, pero depende de ti. –le dijo Yamato.

–Te divierte todo esto. –afirmo Takeru. –Juegas con la vida de la gente por capricho. Todo el mundo intenta sobrevivir. Luchan contra la enfermedad y las heridas, pero tú disfrutas decidiendo quién merece vivir o morir.

–¿Y qué hay de malo en ello? No soy el único que lo hace. ¿Acaso no te acuerdas de la habitación exclusiva de antes? ¿No has visto la arrogancia? Hay gente que puede pagar el tratamiento médico y hay quien no puede permitirse ni una aspirina. Sus condiciones empeoran y mueren solos. El precio de la vida difiere de una persona a otra. Soy yo quien decide si los mantengo con vida, o si se les mata. Es mi libertad de utilizar o no mi poder. Tú también tienes ese poder. Si lo utilizas o no, es asunto tuyo. –dijo Yamato.

–No voy a hacer lo que te plazca. –dijo Takeru. En cuanto dijo eso, los monitores del niño emitieron un pitido continuo.

–¡Ha entrado en parada! –dijo una enfermera.

–¡Trae el desfibrilador!¡Voy a comenzar el masaje! –gritó el médico mientras comenzó a darle al niño masajes cardiacos hasta que trajeran el desfibrilador. –¡Trae rápido el desfibrilador!

–¡Ya está aquí! –dijo la enfermera.

–¡Carga! ¡Apartaos! –con la carga, el cuerpo del niño se levantó un poco para volver a caer. –¡¿Dónde está la sangre?!

Yamato observaba cómo Takeru se debatía entre salvar al niño por la vida del conductor borracho o no. Mientras la mente de Takeru iba a toda velocidad, el conductor borracho salió del box de urgencias haciendo eses, chocándose con Takeru. Mientras tanto, la enfermera que lo había estado atendiendo había ido a ayudar con el niño y el policía estaba despistado viendo cómo intentaban salvarlo. El borracho cogió a Takeru de la pechera, como si hubiera sido él el que se hubiera chocado con él.

–¿Qué diablos haces? –preguntó el borracho. Takeru lo cogió de la muñeca y apretó. El borracho cayó sentado en el sofá con los ojos abiertos pero con expresión de tranquilidad.

–¡Señor! ¡¿Se encuentra bien?! –dijo la enfermera que lo había estado atendiendo. Por más que le pesara, ella ya no podría hacer nada más por el niño, así que fue a por su díscolo paciente. La enfermera lo sacudió un poco esperando respuesta, pero el hombre estaba completamente inerte. La enfermera colocó su oreja frente a la boca del tipo, pero comprobó que no respiraba. –¡Doctor, está inconsciente!¡No tiene pulso, parece que está en parada!

El doctor seguía intentando reanimar a Yuki mientras miraban hacia donde estaba el borracho al ser llamados por la enfermera. La enfermera intentaba hacer lo propio con el borracho. Fue entonces cuando Takeru se percató de que Yamato no estaba allí.

–¡Yuki, Yuki! –gritó la madre del niño, cuando de repente, como si nada, el niño, todavía con el collarín puesto, se incorporó.

–Mami. –dijo el niño.

–¡Yuki, gracias a Dios que estás bien! –dijo la madre abrazándose al niño.

–¿Qué ha pasado? –preguntó el médico.

–No lo sé, de repente ha recuperado la consciencia y la respiración. –dijo una enfermera.

–Incluso las heridas superficiales han desaparecido. No puedo creerlo. –dijo el médico.

Al ser consciente de lo que había pasado, Takeru se asomó por la esquina del pasillo. Allí, Yamato lo miró y le sonrió antes de irse. Esta vez sí cumplió su promesa.

00000000

Daigo Motomiya había observado todo lo que había acontecido en aquella sala. Justo cuando había llegado a la habitación de su amigo Aoi, había visto a Yamato y a otro tipo salir de allí y decidió seguirlos. Era cierto lo que le había contado.

00000000

–¡Taichi! –dijo Sora acercándose al operativo secreto que había montado a las puertas del hospital. –¿Está Yamato aquí?

–Takeru nos ha dado un chivatazo por medio de una enfermera. –le dijo Taichi. –Definitivamente, entre Yamato y Takeru debe haber algún tipo de conexión. Seguid vigilando las puertas de atrás. Vamos a entrar. –dijo esto por radio. Los agentes se separaron para buscar por el hospital.

Sora se dirigió a la zona de urgencias, cuando vio a Takeru allí sentado pensativo. Ya habían retirado el cadáver del borracho para llevarlo dentro del box a intentar reanimarlo.

–¡Takeru! ¿Dónde está Yamato?

–¡Gracias a Dios, gracias por salvar a mi niño! –la madre de Yuki no se despegaba de su hijo.

–¿De verdad que estás bien? –preguntó su padre.

–¡Sí! –dijo el niño muy animado. Mientras tanto, los sanitarios intentaban reanimar al conductor borracho.

–No tiene sentido, está muerto. –dijo el médico parando el masaje.

Cuando Sora vio aquello, comenzó a realizar conexiones mentales. Un niño que parecía que había casi revivido milagrosamente, un hombre al que intentaban reanimar y que estaba muerto y el semblante serio de Takeru mirándose la mano. Sora comenzó a intuir que efectivamente, Yamato había estado allí, y que los dos habían actuado.

00000000

En la Agencia Nacional de Policía, todo el mundo se había marchado ya, excepto Ken Ichijouji. Delante de un ordenador portátil, veía los informes de las autopsias de Shuuhei Uchimira y Narushi Ikeda. En ambos casos, la causa de la muerte era desconocida. A pesar de que Jou era un gran doctor, no había podido identificar la causa de la muerte de esos dos individuos, lo que a Ken le producía más curiosidad.

–La mano del Diablo. –se dijo a sí mismo.

00000000

Tras presenciar lo que había ocurrido en las urgencias del hospital, se apresuró a llamar por teléfono a Maki Himekawa mientras su chófer le abría la puerta del coche.

–Soy Daigo. He encontrado un buen médico.

–No voy a operarme. –le dijo Maki descartando esa posibilidad antes si quiera de que Daigo le dijera nada. Estaba en su despacho delante de una montaña de papeles a los que no les quitaba ojo. –No puedo ausentarme de mis deberes públicos. Además, si me hospitalizan, los medios podrían enterarse y será el fin de mi vida política.

–No hay necesidad de que te operes, ni de que te ingresen. –dijo Daigo. Aquellas palabras hicieron que Maki apartara la vista de los papeles que estaba ojeando.

–¿Puedo curarme sin necesidad de operarme?¿Qué vas a hacer, traerme a Dios para que me cure milagrosamente? –preguntó Maki con escepticismo e ironía.

–Exacto, aunque podría ser el Diablo. –dijo Daigo riendo.

00000000

Yamato seguía en el hospital. Cuando se había apartado de la vista de Takeru, subió a la habitación de Hikari Kamiya.

Continuará…


Notas de autora: dedico este capítulo a mi gran amiga Ginevre. Como ves lo he publicado antes gracias a tus ansias por saber cómo sigue la historia. No he tenido el valor de hacerte esperar. Nos leemos en el próximo.