Advertencias: no sé escribir los nombres de algunos personajes jajaja así que, bueno.

Advertencia 2: es largo, como this one.

Si los personajes fueran míos, sería un todos con todos.

Disfruten.


No entendía la razón de tener un chat grupal si cuando les decía que era una emergencia, tardaban una semana en llegar.

Bueno, lo entendía de Annie, que vivía a cinco horas de ahí y no podía desaparecer de la nada de su trabajo, pero Mikasa no tenía excusa.

—Esto es un asco —dijo ella, entrando después de Jean y seguida de Annie.

—No lo sería si hubieras venido antes —respondió él y se echó en el sofá. Hizo un gesto despreocupado con la mano sin mirarlas—. Siéntanse como en su casa o como sea.

—¿E Ymir? —preguntó Annie, mirando alrededor—. Esto es increíblemente lindo.

Exceptuando, claro, la mugre. Había latas de cerveza, empaques de comida y platos sucios sobre y alrededor de la mesita ratona y ropa de abrigo tirada en los sofás, como si se la hubieran sacado y ahí quedaron.

—¿Qué mierda pasó aquí? —volvió a preguntar Annie, parada delante de Jean—, a ella le rompieron el corazón, ¿y tú? ¿Decidiste acompañarla o qué?

—Pues–

—Yo le rompí el corazón —habló Ymir, regresando del baño. Mikasa fue la primera en atraparla y abrazarla, para disgusto de ella. Cuando Annie se acercó, Ymir ya estaba llorando—. M-mierda.

—Mierda, te rompió.

—¡Annie! —regañó Mikasa.

—Tiene razón —agregó Jean—, estuvo toda la semana–

—Cierra la boca —dijo Ymir.

—Toda la semana llorando por todo —concluyó, cambiando de canal.

—¿Si te abrazo, llorarás? —preguntó Annie, con una ceja elevada.

—Te voy a patear el trasero —masculló Ymir, pero se dejó rodear por los brazos de la otra.

—Esto es incómodo —dijo, con su frente en el hombro de ella—, ¿es igual para ti?

Ymir no respondió y cuando Annie levantó la vista a ella, lágrimas bajaban por sus mejillas. La abrazó más fuerte.

—¿Quieres contarnos qué pasó? —preguntó Mikasa, acariciando su espalda.

—¿Otra vez? —se quejó Jean—, lo escuché como doce veces.

—Eres un amigo de mierda, ¿sabes? —reprendió Annie, pero Ymir negó.

—No, es verdad, ya me harté de hablar de esto —se limpió la nariz con la manga y se quitó el resto de las lágrimas, luego miró a Annie—. ¿Qué mierda haces aquí? Creí que no podías viajar de improvisto.

—Ah, les dije que mi padre estaba por morir y que necesitaba días libres.

Ymir soltó una risa, luego giró a Mikasa.

—¿Y a ti qué mierda te pasó? Creí que llegarías incluso antes que Jean.

Ella respiró profundo y rodó los ojos—, Eren–

—Nop, eso también ya lo escuché como doce veces —se volvió a quejar Jean.

—Puta madre, vete de una vez —devolvió Mikasa molesta.

—Sí, vete con Armin, idiota —agregó Ymir, pero de inmediato hizo una mueca arrepentida, por hablar de más.

—¿Armin? —preguntó Annie, levantando una ceja.

Los tres se miraron, pero las miradas de Ymir y Mikasa terminaron en Jean.

—¿Qué hay con Armin? —insistió Annie, volteando a Jean.

Él se pasó una mano por el cabello y sonrió apenas, preparándose para lo peor.

—Puede ser que esté… ¿saliendo con Armin? —Annie entornó la mirada y jadeó apenas—. Sorpresa…

—Traidor.

—Ah, vamos, estás casi comprometida —devolvió él.

—¡Estuve años enamorada de él! —exclamó enojada, soltando a Ymir y acercándose a él. Jean se levantó del sofá y lo rodeó, ubicándose del lado contrario a ella—, ¿y encima soy la última en enterarme?

—En mi defensa —dijo Jean, pero no se le ocurrió ninguna excusa—, estás casi comprometida.

—¡Vete a la mierda! —volvió a exclamar. Rodeó el sofá, a la vez que Jean, quedando del otro lado. Volteó a Ymir y a Mikasa—. ¿Ustedes lo permitieron?

—No podría importarme menos —respondió Ymir, yendo a la cocina y volviendo poco después con una bolsa negra de basura.

—Creo que… —comenzó Mikasa, recibiendo la mirada de Annie y Jean. Tragó—, creo que estuvo mal lo que hizo Jean.

Él jadeó y se puso una mano en el pecho.

—Pero, ¿no me parece tan mal?

—Gracias.

—Ustedes —dijo Annie e Ymir levantó una ceja—, bueno, tú no, pero ustedes dos, no tienen códigos de amistad.

Ymir resopló irónica—, por eso no hay que salir con amigos, yo no quise hacer caso y ya ven qué me pasó.

Se tapó el rostro con ambas manos y Annie se acercó a ella, para consolarla. Ymir la abrazó y después miró a Jean.

Vete —moduló en silencio.

Te amo —devolvió él, de la misma forma.

Me debes una —respondió ella.

—¿Saben que los veo por el reflejo de la tele, no? —dijo Annie. Se separó y dejó su brazo alrededor de la cintura de Ymir—, esto no ha terminado, idiota.

—¿Qué harán ustedes? —preguntó Jean—, es decir, ya que me echan tanto.

Se apoyó en la pared del pasillo cruzado de brazos.

—Cosas de chicas —respondió Mikasa. Ymir gimió.

Jean hizo una mueca y se metió en su habitación para cambiarse.


Un rato después, ya estaba en casa de Armin. Porque él quería, no porque lo hubieran mandado.

—Te echaron, ¿verdad? —preguntó él burlándose.

—Claro que no, quería verte.

—Hace como un año que no ves a Annie y cuando llega, ¿lo primero que quieres hacer es verme a mí? Dudoso.

—Bueno, sí, me echaron, ¿feliz?

Entraron en el departamento. Armin estaba en pijama a pesar de ser casi el mediodía. Jean se sentó en el sofá, donde estaba Armin antes, y él fue a la cocina.

—¿Quieres algo? Todavía no iba a almorzar —dijo, sacando una caja de jugo de la heladera.

—Nah, estoy bien. ¿Qué estabas mirando?

Volvió y se sentó junto a él, recogiendo sus piernas y quedando pegado.

—Estaba terminando una serie —tomó el control de la tele—, y planeo seguir.

—Ah, sí, no te preocupes, yo solo voy a tratar de distraerte hasta que termine —bromeó Jean. Pasó su brazo sobre su hombro y pellizcó apenas su mejilla del otro lado.

Iba a agregar algo más, pero Armin dio play antes de que lo hiciera. Giró hacia la televisión, pero no prestó atención.

Pensaba en qué hacer con Ymir. Esa semana había tenido trabajo liviano, por lo que había podido estar con ella casi todo el tiempo. No estaba seguro de que le esperaba la semana siguiente, ni cuánto estaría Annie en la ciudad, ni Mikasa– y también tenía que hacer algo con ella y con Eren, porque esto ya era ridículo. No llevaban ni un año saliendo, ¿y ya peleaban así?

—¿Cómo está Ymir? —preguntó Armin cuando terminó el capítulo. Jean suspiró.

—Como la mierda —dijo—, ¿Christa?

—Igual. Se quedó dos días la semana pasada, luego volvió con su hermana.

Jean asintió y apoyó su cabeza sobre la de Armin.

—¿No sientes como… —siguió hablando él—, como si todo estuviera mal? Eren, Mikasa, Ymir, Christa…

—Sasha parece bien —respondió Jean—, pero ahora que lo dices, me pareció que Connie estaba algo raro el otro día…

—¿En la cena con Niccolo? Sí, también lo noté —coincidió—. Creí que era porque estaba celoso de Sasha, pero ella me dijo que habían hablado luego y que él estaba feliz, así que tiene que ser otra cosa.

Todo estaba raro. Como si muchos problemas hubieran aparecido de golpe.

¿O tal vez siempre estuvieron? Y tan solo se habían dado cuenta ahora.

—Al menos nosotros estamos bien —dijo Jean y lo miró—, estamos bien, ¿verdad?

Armin sonrió y lo besó.

—Por supuesto.


Se terminó enganchando en la serie de Armin. Lo bueno es que la había agarrado bastante cerca del principio.

Eran cerca de las ocho. Habían almorzado en el sofá, mirando la tele, y después habían terminado acostados ahí, abrazados. Prácticamente no habían charlado, pero Jean no recordaba otro día en que la hubiera pasado tan bien como hoy.

—¿Hola? —dijo Jean, llevándose el teléfono a la oreja. Armin estaba en el baño y Jean lo estaba esperando para ver los últimos dos capítulos.

—¿Sigues en lo de Armin? —era Mikasa—, logramos convencer a Ymir de salir, iremos a comer algo y después veremos.

—¿Ya? —preguntó y no pudo suprimir la congoja de su voz.

—No ya-ya, te esperamos —se alejó el teléfono y dijo algo que no logró distinguir—, no puedes traer a Armin, es solo salida de chicas.

—¡Chicas y Jean! ¡Ven aquí, idiota! —gritó Ymir.

—Está bien —rio apenas—, en un rato voy.

Colgó y cuando giró la cabeza al baño, Armin estaba asomado, sonriendo. Jean rio también, pero con pena.

—Vamos, no mires sin mí.

—Ambos sabemos que sí lo haré —rio él—. A menos que…

—¿Qué?

Armin se sentó en su falda y lo besó.

—A menos que vuelvas luego.

Abrazó su cintura y acercó sus labios al de él. Armin acarició sus mejillas y mordió apenas su labio.

—¿Hasta qué hora me esperas? No te prometo volver lo antes posible, pero…

—Veremos.


Cuando llegó a su casa, las tres estaban listas y sentadas en el sofá. Voltearon a él, igual de irritadas por haberlo tenido que esperar.

—En cinco estoy —sonrió apenado.

—Es mentira —susurró Ymir, pero no perdió tiempo en contradecirla. Tenía razón, por desgracia.

Se cambió el buzo de todos los días por uno de los fancy y se puso una chaqueta de cuero. Linda, pero no muy abrigada. Después fue al baño. Se tomó unos cinco minutos extras en llorar por su barba, que estaba cerca, pero que no volvía a todo su esplendor.

—Estoy listo —anunció, regresando a la sala. Las tres se levantaron.

—¿Llevas tu auto? —preguntó Mikasa luego de que Annie la codeara.

—¿Qué hay contigo, no me hablas ahora?

—Leí del hielo, idiota —respondió Annie, entornando los ojos.

—Así no funcio–

Comenzó Ymir, pero soltó una risa cuando Annie la miró.

—¿Y mi auto? ¿Soy conductor designado, entonces?

—Yo no tengo auto —dijo Mikasa—, Annie no sabe conducir.

—Y yo planeo ponerme tan en pedo.

Annie bajó con Ymir en el elevador mientras Jean cerraba.

—Oye, ¿tienes aquí las llaves de la casa de Armin? —preguntó él y Mikasa sonrió.

—¿Te vas a escapar cuando nos descuidemos? —levantó una ceja.

—No, pero no es una mala idea —bromeó—. Quedé en volver, estábamos viendo una serie.

Mikasa resopló divertida.

—¿Qué? —preguntó él.

Como si supiera algo que Jean no.

—Nada.

Las encontraron a las chicas junto a su auto. Jean suponía que había alguien que tenía el horario inverso a él que también estacionaba su auto delante del edificio, porque a veces había lugar y cuando no había, siempre estaba el mismo auto. Hoy sí había lugar.

Subieron y Mikasa le extendió las llaves de Armin cuando terminó de sacarlas de su llavero.

—Más te vale que regresen.

—No te voy a mentir —murmuró, guardándolas en su bolsillo—, entonces, ¿a dónde vamos?


Terminaron en la zona de bares y restaurantes. Era viernes y había bastante gente, a pesar de ser invierno todavía.

Luego de discutir un poco, lograron convencer a Annie de sentarse afuera.

—Espera a que el calor de la ebriedad haga efecto y te daré mi campera —dijo Ymir, prendiendo un cigarro.

Jean rio y tomó uno también, entonces, el camarero llegó.

—Ay, no, chicos, no fumen —dijo, queriendo ser amigable.

Ymir volteó a él, entornando la vista, y soltó el humo que cargaba en sus pulmones.

—Mi novia me dejó hace una semana, creo que tengo permitido fumar.

Annie la pateó por debajo de la mesa y Jean suspiró, pero el camarero rio apenas.

—Estamos en la misma parece, te invito la primera cerveza.

Ella soltó una risa, dejando un poco de lado su acidez—, me parece genial.

—Yo quiero una Margarita —dijo Mikasa, bajando el menú—, y queremos papas fritas, muchas.

—Ay, Mikasa, ¿tequila? —dijo Annie, haciendo una mueca de asco—, quiero lo mismo.

Ambas rieron.

—Yo cerveza también —concluyó Jean. El camarero se retiró y él las miró—, así que, ¿quién quiere empezar?

Se miraron entre ellas e Ymir levantó la mano, veloz.

—¡Yo no voy!

—Yo tampoco —dijo Mikasa seguida y Annie frunció el ceño—, entonces, estás saliendo con este chico-

—No, no —interrumpe Jean—, viviendo.

—Era compañero de Reiner, en la universidad —explicó ella, fingiendo irritación para ocultar su felicidad—, y cuando el idiota dejó de estudiar y no pudo pagar su parte del alquiler, le preguntó si quería mudarse con nosotros.

—¿Quién es el idiota y quién le preguntó? —preguntó Ymir, sonriendo de costado.

—Reiner y Reiner —dijo con énfasis—, no salía con él cuando se mudó. Es más, casi ni lo veía en el día, yo trabajaba y él también, además de estudiar. Creo que la primera conversación de verdad que tuvimos fue a los dos meses, cuando terminó el semestre.

—Aw, ¿y ahí se enamoraron? —dijo Mikasa y rio.

Annie rio también y los tres la miraron, a la vez que jadearon.

—¡Ya te gustaba! —exclamó Ymir y soltó una carcajada cuando el color comenzó a ascender por las mejillas de la otra y se tapaba el rostro, asintiendo apenas.

Todos rieron más, fuerte y estruendosamente, como hacía mucho que no lo hacían porque hacía muchísimo que no estaban los cuatro juntos.


Dos años después de terminar la secundaria, la madre de Annie había muerto. Su hermano menor, Reiner, que vivía con ella a cinco horas de Annie, se había quedado solo. En un principio, dijo que iría para convencerlo de mudarse con ella y su padre, además de ayudarlo a lidiar con todos los papeles y trámites correspondientes.

Un día, dos meses después de eso, los cuatro estaban en la casa de Jean. Era jueves y aunque todos tenían que levantarse temprano al día siguiente, el alcohol no faltaba.

—Reiner no está bien —soltó ella, de golpe. Los tres hicieron silencio y la miraron—, ah, no le pasó nada.

—Annie, no nos asustes así —masculló Ymir.

—Es… Él es débil, como, mentalmente. Lo de mi mamá lo hizo mierda y no puedo traerlo aquí.

—Qué terrible —dijo Mikasa—, sabes que estamos para apoyarte, ¿verdad?

Ella sonrió apenas y asintió.

—Me iré con él —dijo, mirando al frente, cerca de ellos, pero no a ellos—, ya pedí el traslado en el trabajo y el sábado nos iremos en el auto.

Ninguno dijo nada.

Mikasa tomó su celular y luego de un rato dijo—, si hay lugar en tu departamento, podemos tomar el tren de regreso el domingo en la noche.

—O podemos dormir en el auto —dijo Ymir.

—Pido asiento trasero —dijo Jean y todos soltaron una risa. Volteó a Annie—, te vamos a extrañar, pero no creas que te desharás de nosotros por vivir a tan solo cinco horas.

—Es verdad, en cuanto aprenda a conducir, estaré ahí cada fin de semana —amenazó Ymir.

—¿Tú? Yo estoy más cerca, solo tengo que esperar a que pasen los meses de principiante —Jean la codeó y ella le devolvió el empujón.

Annie rio mirándolos y volteó a Mikasa cuando sintió su mano sobre la de ella.

Siempre estaremos para ti, para todos, ¿sí?

Ella sonrió.

—Sí.


—En fin, puede ser que hayamos comenzado a salir en ese momento y, uh, una cosa llevó a la otra y llevamos dos años juntos —concluyó cuando el camarero les trajo las bebidas y las papas.

—Tienes la misma gracia que Jean para contar una historia —se quejó Mikasa, llevándose la margarita a los labios, pero se detuvo y la estiró hacia los demás—, brindemos.

—Por estar todos juntos —agregó Jean y después miró a Ymir—, más allá de la situación.

—MáS AlLá dE LA siTUaciÓn —se burló ella, pero igual chocó su vaso con el de los demás.

—Bueno, a ver, ¿qué quieres hacer? —cuestionó Annie, dejando la copa y pinchando una papa—. Se llama Bertholdt.

—Ya lo sabemos —dijo Ymir—, y qué nombre de mierda.

—Cuándo conoceremos a este Berth —respondió Mikasa.

Annie hizo una mueca y Jean e Ymir se miraron.

—En su boda —dijeron a la vez y rompieron en risas.

—Mierda, no, tengo veintitrés, no me voy a casar en al menos… —todos la miraron, incredulidad de antemano por su respuesta—, bueno, al menos en cinco años.

—Apostemos —dijo Ymir, agarrando su vaso—, ¿cuándo dicen que Annie se casará?

—Año y medio —dijo Mikasa y le sonrió cuando Annie volteó—, vamos, estás enamoradísima. Nunca te había visto así.

—Yo digo cinco —dijo Jean y la codeó apenas—, no me decepciones, eh.

—No estás en posición de pedir eso —dijo, mitad molesta y mitad bromeando, luego miró a Ymir.

Se encogió de hombros y bajó el vaso de cerveza—, yo digo que se separarán.

Ninguno respondió.

—O, bueno, en tres años. Con un bebé en camino.

—¡Mierda, no! —Jean y Mikasa soltaron una carcajada—, prefiero separarme.


Después de ese bar, fueron a dos más, aprovechando en todos la happy hour. Jean lamentó bastante ser el conductor, porque después del primer vaso de cerveza, se limitó a beber soda. Las chicas, por otro lado, se encargaron de beber por ellas, por él y hasta por el desconocido Bertholdt.

Pagaron la cuenta del último lugar y Jean comenzó a arrastrarlas al auto.

—¡Yo voy adelante! —dijo Ymir y Jean negó—, ¿qué? ¿¡Por qué!?

—Las tres irán atrás, no me voy a arriesgar a que me vomiten.

Ella abrió la boca para discutir, pero recordó que ya lo había hecho, así que guardó silencio.

Se subieron al auto, Annie en el medio y Mikasa detrás de Jean. Mientras se acomodaban los cinturones, él revisó su celular. Era pasada la una y no tenía ningún mensaje de Armin.

¿Sigues despierto? En media hora estoy ahí, escribió y miró a las chicas por el espejo.

—¿Listas?

—Pareces Uber —dijo Annie.

—Les cobraré como tal, entonces.

—Ya quisieras —dijo Ymir bostezando—, llévanos a mi casa.

Arrancó. El departamento no estaba tan lejos, a como quince minutos de ahí.

Cuando llegaron –no había lugar en la entrada–, seguía sin tener respuesta de él.

—Mierda, quiero usar el baño —dijo Mikasa y sacudió a Jean—, déjanos aquí y luego estaciona.

Resopló divertido, pero paró en la puerta. Ymir bajó con ella, pero Annie se quedó. Volvió a arrancar y cuando estaba doblando para dar la vuelta a la manzana, ella se acercó para hablarle.

—¿Por qué sales con Armin?

—Quisiste preguntarlo toda la noche, ¿verdad? —paró en un semáforo y la miró por el retrovisor—, no estoy saliendo oficialmente, pero… —se pasó una mano por el cabello y no pudo reprimir la risita que le salió—, creo que me gusta. De verdad.

Annie lo miró juzgándolo, la mirada fría de la ebriedad, y después le dio un golpe en el brazo.

—Auch.

—Me alegro por ti —dijo y se sujetó del asiento cuando él arrancó—, por ambos.

—Gracias. Y lamento no habértelo dicho.

—No te preocupes, nunca tuve chances —se encogió de hombros y después sonrió para ella—, ¿te conté que salimos dos veces?

Jean rio—, ¡nunca me contaste!

—Creo que ninguna sabe, le pedí que no le contara a Mikasa tampoco.

Encontró lugar y estacionó.

—¿Entonces? —insistió él.

Annie frunció la nariz, pero se le notaban las ganas de contarlo.

—Lo invité a salir cuando él estaba en último año —dijo, poniéndose apenas rojas pero sin trastabillar en las palabras—. Fuimos a la puta librería, estuvo dos horas eligiendo un libro.

—Anotado, nunca llevarlo a la librería —dijo Jean y ambos rieron.

—Después, fuimos a una cafetería y lo escuché hablar sobre el libro que compró, y creo que sintió culpa, porque cuando me acompañó a la parada del bus, me besó.

Jean jadeó, fingiendo celos, y Annie le dio un empujón antes de salir del auto. Él la imitó, cerró y comenzaron a caminar hacia el departamento.

—No puedo creer que nunca nos hayas contado esto —dijo Jean, caminando con las manos en los bolsillos.

—Dios, no —rio Annie—. Luego de eso, no me habló como, por dos semanas y, de repente, me invitó a su casa luego de la escuela.

Jean la miró sorprendido y ella le devolvió la mirada. Estaba ebria, pero no tanto, por lo que él no podía distinguir la expresión de su rostro.

—Su abuelo no estaba y, uh, nos besamos —continuó, un poco avergonzada—. El tema es que, en un momento se separó, puso cara y dijo "lo siento, Annie, pero–"

—Ay, no —dijo Jean, comenzando a reír y contagiando a la otra.

—"Lo siento, pero creo que no soy bisexual".

—Oh, sí, en esa época nos había dicho que creía que lo era —rememoró y volteó a ella—, ¿entonces? ¿Lo mandaste a la mierda?

—¿A Armin? No podría —rio apenas—, le dije que estaba bien, me pidió perdón mil veces, me sentí terrible y jugamos videojuegos toda la tarde.

Llegaron al departamento. Jean abrió y cuando Annie entró, él se quedó. Ella suspiró.

—Irás a verlo, ¿verdad? —él asintió, sonriendo avergonzado—, está bien, no te preocupes.

Le dio un golpe en el hombro.

—Au– deja de hacer eso.

—De verdad me alegro por ti.

—Gracias —sonrió y pensó en abrazarla, pero ella ya estaba cerrando la puerta.

Volvió en sus pasos hasta el auto. Cuando llegó y se subió, vio un mensaje de Annie, dormiré en tu cama. Respondió un emoji de pulgar arriba y después leyó el mensaje de Armin, espero que estés en diez minutos aquí con comida o terminaré la serie solo.

¿Qué quieres comer? preguntó, arrancando.


—Jean, la puta madre —Armin lo codeó por tercera vez. Había tenido dudas, pero los dos primeros codazos habían sido reales y no un sueño—. Apaga tu alarmaaa.

Él gimió, empujando a Armin para que volteara en la cama y dejara de pegarle, y con la otra mano tanteó la mesita de luz, buscando su teléfono. Eran las seis y media. Se quedó unos momentos más boca abajo, juntando coraje para levantarse.

Volteó al otro, que estaba tapado hasta la cabeza y le daba la espalda.

—Buenos días —canturreó y se acercó a él para besarlo hasta que se despertara, pero Armin lo miró antes con ojos pequeños y rojizos.

—Vete sin hacer ruido.

—Auch —rio Jean y le besó la mejilla igualmente—, luego te llamo.

Tomó su ropa y se cambió en la sala. Bostezó unas seis veces y se mentalizó en que sería un buen día, a pesar de que había dormido poco menos de tres horas y que quería morir.

Llegó a su casa con buen tiempo, tenía tiempo de ducharse. Entró al departamento silencioso y después a su habitación, de la misma forma. Buscaba su ropa y las cosas para ducharse cuando Annie jadeó, haciéndolo asustar.

—Mierda, me vas a matar —masculló ella, media dormida.

—Vuelve a dormir —murmuró él, sin voltearse.


Fue un día tranquilo en el trabajo. Trabajaba en una empresa de Relaciones Públicas en crecimiento, por lo que a veces el trabajo era a toneladas y otras era escaso. Le gustaba, a pesar de que había entrado porque estudiaba Marketing.

Lo más interesante del día habían sido los doce mensajes y cinco audios de Armin al mediodía, hablando de la serie.

—¿¡Cómo que no está confirmada la segunda temporada!? —exclamó Jean, casi escupiendo su hamburguesa. Estaba en el almuerzo.

Armin rio del otro lado del teléfono—, todavía no lo está, pero de seguro que en los próximos meses dicen algo. Tuvo muy buena recepción.

—Como para no tenerla, fue la mejor serie que vi en vida.

—Exageras.

—Un poco —rio y se metió el último bocado de la hamburguesa en la boca—. ¿Qué planes tienes para hoy?

—Recuperar las horas de sueño que me quitaste —bromeó y Jean jadeó.

—Te despertaste como a la una.

—¿Tú qué harás? —cambió de tema—, ah, ¿y cómo la pasaron anoche?

Jean soltó una risa y sonrió con maldad.

—Annie me contó —Armin no dijo nada—, de esas dos veces que salieron.

—Ughh, habíamos quedado en no decirle a nadie —gimió él, avergonzado.

—Eres todo un rompecorazones, Connie, Annie, yo… —enumeró Jean—, ¿alguien más de quien deba saber?

—Ay, por favor, ¿en serio quieres hacer esto? —se quejó riendo.

Jean lo sopesó un segundo.

—Nah, mejor no —rio y Armin lo imitó—. Pero bueno, la pasamos bien anoche. Ymir sigue angustiada, pero estar los cuatro juntos le sirvió. Mikasa también está mal por Eren, pero Annie y yo estamos de diez.

—Oh, ¿estás de diez? —preguntó él con voz suave y Jean se sintió sonreír.

—De cinco, ahora mismo, pero estoy de cien si estuvieras aquí —devolvió con voz grave.

Armin soltó una carcajada, de seguro avergonzado.

—Eres un hablador.

—Te encanta que lo sea —él guardó silencio—. Oye, deberías decir que sí.

—Quiero verte —dijo en cambio—, ahora.

Jean se mordió el labio, porque no podía escaparse del trabajo, pero sonaba tan tentador.

—Puedo ir en la tarde, cuando salga.

Armin suspiró—, nah, ya no será lo mismo.

Jean quiso preguntar qué no será lo mismo, pero no se atrevió.

—¿Viste los mensajes de Sasha? —Armin cambió de tema. Murmuró una negación mientras tomaba agua—, organizó para que fuéramos todos al camping. Dice que reservó y todo.

—¿Todos?

—Todos-todos —afirmó—, somos como diez.

Hizo una mueca, porque ahora mismo no tenía muchas ganas.

—Será divertido, ¿no crees? —continuó Armin.

—Exceptuando que estamos en invierno.

—El pronóstico dice que estará lindo mañana.

—Annie la va a matar —rio Jean. Miró el reloj y vio que ya casi tenía que volver.

—Annie siempre la quiere matar —bromeó Armin.

—La verdad que sí. Tengo que volver.

—Claro, hablamos luego.


Llegó casi a las cinco a su casa, Mikasa y Annie seguían ahí. O tal vez se habían ido y regresado. Estaban las tres sentadas, había platos sucios del almuerzo en la mesita y miraban la televisión. Pasó de largo de la sala, murmurando un saludo, y dejó sus cosas en su habitación.

Cuando regresó, ninguna volteó a él. Se sentó en el sofá individual.

—¿Qué planes tenemos para hoy, señoritas? —preguntó, al parecer el único con energía de los cuatro.

—Prepararse para mañana —masculló Ymir y bostezó. Giró a Mikasa—, ¿Eren también va?

Ella frunció la nariz.

—¿Puedes contar de una vez qué pasó? —se quejó Annie y bajó el volumen de la televisión.

—Todo empezó la otra semana, cuando Sasha nos invitó a conocer a su novio…

—Sí, sí, ya me contaron esa parte —dijo Annie.

—Bueno, al final terminé disculpándome yo porque estaba insoportable, y él se disculpó después, dijo que no mentiría más.

—Y adivinen qué hizo —murmuró Ymir, aburrida.

—Mintió otra vez.

—Ese hijo de puta —dijo Annie.

—Me canceló el cine a último momento porque dijo que había quedado con Armin antes y que lo había olvidado, pero luego Armin me preguntó si estaba libre a la noche —hablaba veloz, sin mirar a ninguno y con el ceño fruncido—. Llamé a Eren y le pregunté dónde estaba. "Con Armin," dijo. "No me mientas." "¡Es la verdad!" "Eren." "Dios, Mikasa, ¿por qué crees que siempre te miento? Estoy con Armin." "Vete a la mierda–"

—Woa, ¿en serio? —interrumpió Jean y ella asintió—, mierda, hay que brindar por eso.

—Todo esto fue el miércoles. Ignoré sus mensajes, tuve que bloquearlo porque no me dejaba en paz.

—Sabes que puedes terminar con él, ¿verdad? —dijo Ymir, sin sorna ni burla, totalmente sincera. Todos voltearon a Mikasa y ella suspiró.

—Claro que lo sé, pero de verdad, de verdad, lo amo. Y tiene todas estas cosas de mierda, pero sé que es porque le pasa algo más y no quiere contarme.

—¿Qué podría pasarle? —preguntó Annie, recelosa.

—Hablé con Armin y él piensa lo mismo —dijo Mikasa—. Eren no quiere hablar con nosotros. Tampoco sé hasta dónde presionarlo.

Jean estaba de acuerdo con ella, pero no quiso decirlo. La preocuparía todavía más.

Tal vez ella no quisiera presionarlo, pero él no tenía problemas en hacerlo.

Charlaron un poco más, pero a eso de las siete, ambas se fueron, quedando Jean e Ymir solos. Ella estaba sentada en el sofá y sospechaba que no se había movido de ahí en todo el día.

Si quería hablar de Eren con Ymir sería imposible, en parte porque a ella no le importaba él y en parte porque no le importaba nada ahora mismo.

—Tengo hambre —dijo ella y sacó su celular—, ¿pedimos comida rápida?

Él frunció la nariz.

—Solo para mí, entonces.

Hacía una semana que comían comida rápida y no paraban de tomar cerveza. Hacía una semana que no ordenaban. Volteó a mirarla, a observarla, y la encontré triste. Su ceño constantemente fruncido y su rostro pálido. Sus ojos habían perdido brillo. Y él no solo lo había permitido, sino que lo había alentado en parte.

—No pidas, cocinaré algo —dijo Jean.

—No hay nada —respondió.

—Bueno, levanta tu trasero de ahí e iremos a comprar —ella se quejó y tiró la cabeza hacia atrás en el respaldo—. Ya tuviste tu semana de auto-odio, ahora haremos las cosas bien, ¿me escuchaste? Iremos a hacer ejercicio.

—¡No jodas! —exclamó ella, mirándolo ceñuda.

—¡Mira! —Jean reveló su estómago y se sujetó los rollitos que, según él, habían aparecido esa semana—, ¡este no soy yo, Ymir!

—¡Eres–! —Jean sujetó sus muñecas y ella se dejó tironear para ponerse de pie—, ¡eres un puto dramático!

Fue con pisadas pesadas a su habitación a cambiarse.

—¡Ponte zapatillas para ir caminando!

—¡Hijo de puta!


Se despertó diez segundos antes de que su despertador sonara. Eso significaba que sería un buen día. O que se estaba volviendo viejo, pero prefería la primera opción.

Armin tenía razón, no hacía frío. Estaba fresco, sí, pero lo suficiente como para que se pusiera una bermuda. Se dejó la remera de pijama verde y fue a la habitación de Ymir.

—¡Arriba, hija de puta! —exclamó y salió antes de que ella le tirara una almohada.

Mientras preparaba el desayuno, lavó los platos de la noche anterior. Cuando llevó los cafés para los dos, ella ya estaba sentada en la mesa en pijama, bostezando.

—Te voy a matar mientras duermes.

—Me despierto antes que tú.

—Entonces te dolerá más —lo miró de arriba abajo—, ¿qué mierda tienes puesto? Pareces el de la película gay.

—¿Qué? —no captó esa referencia—. Desayuna de una vez y vístete, tenemos que ir a buscar a los demás.

Todos se encontrarían en la casa de Sasha y de ahí irían al camping.

—Christa irá —murmuró Ymir, mirando su celular.

—¿Estás hablando con ella?

Ymir negó—. Es Sasha, dice que lleve mi auto. Y, ah, Christa me preguntó ayer si iría y le dije que no sabía, y me dijo que esperaba que sí, que tal vez podríamos hablar o algo.

—¿Y tú qué piensas?

—Que no llevaré mi auto, porque espero que ponerme bien en pedo.

—Vamos —Jean rio apenas—, no seas así. Escucha qué quiere decirte, al menos. Puedo quedarme contigo, si quieres.

—Vas a estar detrás de Armin todo el día, no cuento contigo —se burló.

—Claro que no, si no estamos saliendo.

—Ajá, sí, claro.

—De seguro que tú terminas comiéndote a Christa antes que yo a Armin.

—¿Es una apuesta?

No respondió, porque no estaba seguro de si ganaría.


A las nueve llegaron a la casa de Sasha. Como nunca, eran los últimos en llegar. Jean bajó del auto, pero Ymir se quedó en el suyo, probablemente porque Christa estaba ahí y pospondría hablar con ella lo más que pudiera.

—¿Puedo ir contigo? —preguntó Christa, tímida. Jean rio y pasó su brazo sobre sus hombros.

—Claro, no tienes que ni preguntarlo —ella apoyó su cabeza en el hombro de él—. ¿Cómo estás?

—Bien —no sonaba especialmente mal—, tuve un control esta semana, todo sigue perfecto.

—¿Ya sabes la fecha?

—Quince de noviembre, si todo sale bien.

Él acercó su cabeza a ella, viendo que el resto comenzaba a caminar hacia los autos.

—Sabes que puedes pedirme cualquier cosa, ¿verdad? Aunque sea llamarme en medio de la noche.

Ella se pegó más—, gracias, Jean.

Estaba casi seguro de que su voz tembló.

Christa se subió a su auto, en el lugar del copiloto que estaba implícitamente reservado para Armin.

—Debí haber subido antes, ¿no? —dijo él, cuando se paró junto a Jean. Él rio—, ah, Eren también irá con nosotros.

—No me digas, Mikasa y Annie lo echaron, ¿verdad?

Armin rodó los ojos.

Los tres subieron, Eren detrás de Jean.

—Te juro que chocaré el auto si pateas mi asiento —amenazó Jean. Christa se giró y miró a Eren, entornando la mirada.

—Compórtate, no tienes cinco años.

Él bufó—, ¿practicando, Christa?

Mikasa, Sasha y Niccolo subieron con Ymir, y Annie y Connie con Reiner.

Jean rezó porque todo el día se mantuviera igual de agradable que el viaje en auto. Sin sarcasmo. Eren se había calmado y estaba de buen humor, por lo que Armin y Christa estaban igual. Lo que más le aburrió fue cuando hablaron del bebé y se pusieron a discutir cuál sería un nombre adecuado.

—Jean dijo que le pondría Kanye si es niño, Christa si es niña —dijo ella y soltó una risa.

—Ah, ¿sí? —preguntó Armin y Jean lo miró por el retrovisor.

—Qué nombres de mierda —dijo Eren y después volteó a Christa—, es decir– imagínate que sea nena y alguien diga "Christa". Sería muy confuso.

No sonaba tan confuso, en realidad.

Jean miró a Christa de reojo; se estaba acariciando la panza y sonreía apenas. A su parecer, creía que ella ya había tomado una decisión.

Llegaron poco después. El camping era como cualquier otro, retirado de la ciudad, verde y con lugares para hacer parrillada. Algo tarde se le ocurrió que debieron haber organizado qué llevaría cada uno.

—¡Hay que preparar el fuego! —fue lo primero que exclamó Sasha al saltar del auto.

—¿Alguien trajo algo para asar? —preguntó Connie, confirmando las sospechas de Jean.

Todos guardaron silencio.

—Podemos ir a comprar ahora, mientras alguien prende el fuego —propuso Niccolo, todavía algo tímido.

Jean fue el primero en sacar la billetera, mayormente para alentar a la manga de chupasangres que eran el resto.

—Tú, tú y tú, vengan —dijo Sasha señalando a Eren, Annie e Ymir—, así conocen mejor a mi novio.

Reposó su cabeza en el hombro de Niccolo y el rio apenas.

—Paso, lo conoceré luego —dijo Ymir.

—Yo sí quiero conocerlo —dijo Christa, colgándose del brazo de Eren para que no escape. Annie se encogió de hombros y también se les unió.

Ymir le tiró las llaves de su auto a Niccolo y él las atrapó. Los cinco subieron y regresaron por donde vinieron.

—¿Alguien quiere té? —preguntó Mikasa.

—Hay que juntar leña para eso también, ¿verdad? —dijo Reiner y fue lo primero que Jean escuchó de él en dos años.

—Si nos separamos, lo haremos más rápido —dijo Connie. Todos asintieron, pero nadie se movió.

—Bueno, esto en verdad es eficiente —murmuró Jean, sentándose en una mesa de piedra, enfrente de Mikasa.

—Así que, Reiner —dijo Ymir, sentándose adrede junto a Jean—, cuéntanos sobre ese tal Berth, porque Annie no dijo un carajo interesante.

Él soltó una risa, porque entendía bien a qué se refería.

—Me va a matar.

—Ya nos juró la muerte a todos al menos una vez —devolvió ella, prendiendo un cigarro—, y seguimos aquí.

Bertholdt era alto, más o menos como Jean. Era silencioso y le gustaba leer. Era simpático. Reiner era un imbécil.

—Siento que dijo incluso menos que Annie —murmuró Ymir cuando Reiner se fue a buscar leña con Connie.

—Ymir, ¿podrías–?

—¿Sentarme encima de Jean? —interrumpió ella a Armin y pasó una pierna sobre la falda del otro—, cuando quieras.

Mikasa rio apenas y Jean esquivó la mirada del Armin.


Cuando el resto regresó de comprar, Jean aprovechó el revuelo para escaparse y buscar a Armin, que había desaparecido hacía rato.

Todo parecía marchar bien. Todos estaban de buen humor y se estaban divirtiendo, incluso Mikasa e Ymir, las dos a las que Jean les tenía menos fe.

Encontró a Armin junto a los baños, mirando su celular.

—Te tomaste tu tiempo, ¿huh? —dijo cuando lo vio llegar. Jean lo miró sin entender—, te envié un mensaje.

—Oh —él rio y se paró frente a él—, dejé el teléfono en el auto. No creí que lo fuera a necesitar hoy.

—¿Y cómo haremos para escaparnos disimuladamente? —preguntó Armin, rodeando su cuello con sus brazos y estirando su rostro a él.

A Jean no se le ocurrió nada ingenioso para responder, por lo que prefirió cerrar la distancia entre los dos. Le parecía curioso que, después de tantos besos los últimos días, cada vez que su boca se encontraba con la de Armin, todo revoloteaba dentro suyo. Su estómago golpeaba y todo su cuerpo se calentaba, haciéndolo sudar, y eso no le preocupaba en lo más mínimo.

Lo abrazó con más fuerza y abrió la boca, a la vez que se inclinaban hacia la pared del baño. Las manos de Armin eran cálidas y se enredaban en su cabello, tironeándolo apenas.

Tenía un poquito de curiosidad de si todo esto provocaba el mismo efecto en Armin, o si solo él era el desastre. Pero eso tampoco le preocupaba.

—Me gustas tanto —susurró Armin contra su boca antes de morderlo otra vez.

—¿Ah, sí? —devolvió Jean. Soltó su boca y pasó por su mejilla hasta su oído—, dime más.

—¿Más? —Armin soltó una risita y suspiró cuando lamió su lóbulo—, pues… me encanta cómo hueles, a cuero y verano.

—¿Verano? —lo miró riendo apenas. Armin estaba ruborizado pero asintió.

—No sé explicarlo, me hace pensar en el verano… Como colonia y sudor.

Jean hizo una mueca y soltó una risa.

—Eso no suena para nada agradable —levantó el brazo y trató de olfatear su propia axila—, ¿tengo olor a sudor?

Armin rio avergonzado y se tapó el rostro.

—Entonces, te gusta que huela así —instigó bromeando—, a partir de hoy, dejaré de bañarme. Como las esposas del siglo diecisiete.

—Deja de exagerar y sigue besándome.


Armin lo dejó poco después, alegando que hacía como media hora que él se había ido. Jean entró al baño, pero había un poco de fila. Bostezó apenas y su estómago hizo ruido, no por los efectos residuales de Armin, sino por hambre.

Logró entrar a un cubículo y en cuanto se sentó en el inodoro, escuchó fragmentos de una conversación.

—Me alegra que hayas venido.

No estaba seguro de si era buena o mala suerte, era suerte y ya. Aunque le parecía demasiada coincidencia que Ymir y Christa se hubieran puesto a hablar justo debajo de la ventana del cubículo de él.

—¿Cómo te sientes? ¿Sigues con los pies hinchados? —preguntó Ymir, ignorando lo que la otra dijo antes.

—Bien, me canso rápido, pero bien. ¿Tú cómo estás?

—Me las arreglo —la conocía tanto, seguro que se había encogido de hombros. Estaba fingiendo estar relajada—. ¿Sigues en lo de Frieda?

—Sí —hizo una pausa. A Jean le habría encantado ver las expresiones de ellas—, todavía no estamos seguras de qué

—No hace falta —interrumpió Ymir—, que me digas, ah, no sé.

Otra pausa.

—¿Estás enojada?

—Christa…

—Perdón, por todo lo que hice, si pudiera volver atrás y decirle a Frieda que no

—No es por eso —Jean no sabía qué le sorprendía más, la firmeza de Ymir o que lo dijera con ternura—, el bebé es un tema aparte, lo que me dolió fue que éramos somos un equipo y no pensaste en mí.

Christa no respondió.

—Si no te hubiera ofrecido alcohol esa noche, ¿me habrías dicho? ¿O me habría enterado cuando te creciera la panza? ¿O cuando tuvieras que ir al médico? ¿Qué… qué pensabas hacer?

—No pensé. Ese fue el problema.

Estaba casi seguro que ambas estaban llorando o cerca. Estuvieron en silencio y después escuchó a Ymir encender un cigarro, algo lejos de ella y de la ventana.

—¿Tengo que llevarme mis cosas? —ese era un golpe bajo, incluso para Christa. No podía decir que él no hubiera hecho lo mismo en su lugar.

—¿Quieres llevártelas?

—La verdad que no.

—Quiero que vuelvas —confesó Ymir y Jean casi se sintió jadear—, pero no ahora. Sigo enojada y necesito mi espacio, pero igual… ¿Sabes que puedes contar conmigo, verdad?

—Ahora sí —respondió. Hizo una pequeña pausa y preguntó—, ¿puedo pedir un abrazo?

—Estoy fumando.

En otra situación, en cualquier otra, Ymir habría tirado el cigarrillo.

Escuchó a una de las dos alejarse y se apresuró a salir, casi chocando con Connie.

—Estuviste como diez minutos, ¿te estabas cagando?

Jean hizo una mueca, pero no respondió. Cuando salió del baño, se encontró con Christa. Al verlo, ella se limpió el rostro.

—¿Lágrimas buenas o malas? —él sonrió suave y ella le devolvió la sonrisa.

—Me arriesgo a decir que buenas —respondió. Jean le estiró el brazo y ella enganchó el suyo, luego empezaron a caminar de regreso con los demás—. Dijo que me quiere de vuelta.

—¡Eso es genial! —capaz fue un poco demasiado efusivo.

—Pero no ahora, porque sigue enojada —continuó ella, pero sonaba animada—, vamos bien. Temía que ya no me amara.

—Ay, Christa, una persona no deja de amar a otra de un día para el otro —dijo Jean. Ella asintió—, Ymir es orgullosa y cabeza dura, pero no duda cuando quiere a alguien. No va a dejar que te escapes de ella tan fácil.

—Ni yo dejaré que ella de mí.

—Esa es la actitud —le dio un apretón en el brazo con la otra mano. Llegaron a la mesa con los demás. Ella se soltó apenas y se sentó junto a Sasha.

Jean hizo un escaneo general. Niccolo estaba en la parrilla porque ese era su safe place, Ymir y Eren estaban con él, ambos con una cerveza en la mano, pero parecían estar charlando con él de forma, uh, civilizada. Niccolo no parecía sufrir, al menos. En la mesa estaban Christa, Sasha, Mikasa y Annie, que también reían. No veía a Armin, ni a Connie ni Reiner– ah, ellos volvían del baño.

Cuando volteó, se encontró a Armin sentado en su auto.

—Esto es demasiado, incluso para tus estándares —bromeó, apoyándose en la ventanilla abierta. Armin lo miró y sonrió, pero volvió la vista al celular. Por un segundo, Jean estuvo a punto de besarlo.

—Pensé en poner música, pero me distraje —respondió—. Además, no sé encender el auto.

—Arrancar —corrigió. El otro hizo una mueca—, no tiene botón, así que no se enciende.

—Bla, bla, bla, ven y arráncalo —dijo y se pasó al asiento del copiloto. Jean subió riendo—. ¿Qué tienes ganas de escuchar?

—A ti, suspirando mi nombre —murmuró Jean, un poco inclinado hacia él y dándole la espalda a todos los demás.

Armin soltó una carcajada y Jean rio también, como si eso fuera a aplacar su sonrojo y vergüenza.

—Eres… —comenzó Armin, todavía riendo y buscando la palabra correcta—, yo sé que intentas ser encantador, pero eso sonó más…

—Sí, sí, no me hagas sentir peor, por favor —se tapó la cara con una mano.

—Te perdonaré esta vez —respondió. Conectó su celular al bluetooth del estéreo. Arctic Monkeys comenzó a sonar.

—¡Súbele! —gritó Eren desde la parrilla.

—Creo que deberíamos volver —murmuró Armin, casi apesadumbrado.

—Siento que será un día larguísimo, si estaremos así.

—¿Quieres tener esta conversación con todos, ahora? —Armin enarcó una ceja.

Jean lo sopesó un momento, más pensando en que al otro no parecía molestarle que el resto supiera sobre lo que sea que tuvieran entre manos.

Antes de que pudiera responder, Armin le pellizcó apenas la nariz y salió del auto. Él subió el volumen casi al máximo y se unió al resto, al mismo tiempo que Niccolo traía los primeros sándwiches de carne.

Era la primera vez que hacían esto. Y probablemente sonaría ingenuo e infantil, pero si tenía que describir una familia, todo esto era lo que le llegaba a la mente.


Si no conociera a Sasha desde los nueve años, creería que estaba con Niccolo por su comida únicamente. Pero sabía que eso solo había sido un pequeño factor, porque se le notaba de lejos que lo amaba.

Pero Jean no tenía menor duda de que el hombre tenía una mano mágica para cocinar, porque la carne asada, algo tan simple, le había quedado deliciosa. Literal se chupaba los dedos y todos estaban igual. Era algo incómodo escuchar los gemidos de todos cada vez que comían bocado, pero Niccolo parecía complacido.

Luego de comer, Christa se había acostado en el auto de Ymir a dormir la siesta. Jean quiso unírsele, pero Reiner había traído una pelota y hacía mucho que no jugaba.

Se acercó a Reiner y a Connie, que estaban charlando algo alejados, pero Eren y Mikasa captaron su atención. Él estaba sacando otra lata de cerveza de la conservadora que él había traído, y Jean veía a Mikasa, murmurando cosas veloz.

—Estoy bien —lo escuchó decir, un poco hastiado, pero después se volvió a ella, sonriendo suave—, en serio, bebé, no te preocupes.

Se acercó a ellos y le quitó la lata a Eren.

—Deja eso, vamos a jugar un rato.

Él se quejó, pero se dejó llevar por Jean cuando él pasó su brazo sobre su hombro.

—¿Qué vamos a jugar? —preguntó Eren cuando se acercaron a los otros.

—Fútbol–

—¿Y Armin? ¿Y los demás? —preguntó después, hablando casi encima de Reiner.

—Creo que Armin fue al baño, Mikasa está por allá con Annie —señaló Connie a la mesa—, Ymir dijo que iba a buscar algo al auto y no tengo idea de Niccolo y Sasha.

—Allá vienen —dijo Reiner.

Ambos caminaban de la mano, charlando.

—Iré a buscar a Armin —anunció Jean, pero antes de dar dos pasos, lo vio volviendo. Suspiró.

—Bueno, ¿y qué vamos a jugar? —repitió Eren.

—Ya te dijo que Fútbol —devolvió Connie.

Sasha y Niccolo también se les unieron, pero Armin trató de escaparse, excepto que pasó entre Jean y Eren y ambos lo sujetaron a la vez.

—Vamos, ambos saben que no juego —sonrió, tratando de zafarse.

—Tenemos que ser al menos ocho —Jean le devolvió la sonrisa.

—¡Mikasa, ven a jugar! —llamó Eren, volteando y dando unos pasos a ella.

—Llego a recibir un pelotazo y lo lamentarás —dijo Armin acercándose más a Jean.

—¿Oh, es una amenaza? —él sonrió pasando su brazo sobre sus hombros de la forma menos romántica que podía.

—Es una promesa.

Armin picó sus costillas y cuando Jean saltó, se deslizó del agarre.

—Dice que está muy llena —dijo Annie, uniéndose a ellos—. ¿Cómo son los equipos?

—¡Yo quiero estar en el mismo equipo que Annie! —dijo Jean veloz y pasó su brazo sobre los hombros de ella—, tú también puedes estar.

Pasó el otro brazo por los hombros de Armin otra vez.

—¿Nos ves cara de apoyabrazos o qué? —preguntó ella, pero no se soltó. Armin rio.

—¿¡Listo, equipo!? —exclamó Eren, tirándose sobre ellos. Armin y Annie escaparon, prácticamente ignorándolo y él se colgó de Jean—. ¿Listo para perder?

—Estamos en el mismo equipo, idiota —se volteó y lo sujetó del cuello.

Se acercaron a los demás empujándose.


Luego de un rato de jugar, Niccolo se cansó, aunque parecía estarlo desde el principio. En un momento dijo iré a tomar agua y nunca volvió. Ymir entró en su lugar.

—¡Deja de hacerme tropezar! —exclamó Jean, por quinta vez desde el suelo.

—¡No te pasaría si tuvieras piernas tan largas! —rio ella y pateó la pelota hacia Armin, haciendo gol.

—Das asco —dijo Eren mirando a Armin. Él frunció el ceño.

—¡Ni siquiera quiero jugar!

—Cambiemos —dijo Annie, entrando al arco improvisado. Armin hizo una mueca y caminó hacia el resto.

Estaban por empezar, cuando notaron la ausencia de Eren.

—Dijo que iba al baño —Mikasa se acercó, con intenciones de jugar. Connie hizo una mueca.

—¡No pueden tener a Annie y Mikasa en el equipo, es injusto!

—Ustedes tienen a Ymir —respondió Jean, riendo.

—Ella está a punto de escupir un pulmón —devolvió señalándola por encima de su hombro.

—¡Hijo de puta, los estoy haciendo ganar!

—Bueno, ya, igual paremos un rato —dijo Jean y se alejó hacia la mesa para buscar algo de beber. Revisó la conservadora, solo había una botella de agua grande a medio descongelar. No había rastro de ninguna cerveza y Jean no estaba seguro de qué lo preocupaba más, que Eren se hubiera bebido todo o que lo hubiera hecho sin que nadie lo notara.

—Dame —dijo Armin a su lado. Jean dio un trago largo y se la pasó.

—Oye, ¿viste cuánto tomó Eren? —murmuró. Armin negó y él hizo una mueca—. Entonces, ¿viste a alguien más tomar?

—Vi a Ymir con una lata y creo que los demás compartían, excepto Mikasa y Annie.

El resto se acercó y dejaron la conversación.

De a poco se fueron sentando en la mesa y la idea de seguir jugando abandonó a todos, siendo reemplazada por el frío posterior al sudor. Parecía que Niccolo lo había presentido, porque ya estaba preparando té y había sacado galletas y un budín de su mochila.

—¿De dónde sacas tanta comida? —le preguntó Ymir, desconcertada y probando bocado—. Mierda, es delicioso.

—¡Y eso que no probaste la tarta de chocolate! —acotó Connie.

Niccolo rio y se acercó a la mesa con la jarra de té—, me gusta comer y me gusta que el resto también lo haga.

—¿Y por qué no estás gordo? —preguntó ella.

—Mucho tiempo en el calor de la cocina —bromeó e Ymir soltó una carcajada.

—Iré a buscar a Eren —murmuró Mikasa a Annie, sentada a su lado. Ella asintió y Jean se levantó.

—¿Vas al baño? Te acompaño —dijo y comenzó a caminar para que ella no se negara.

Caminaba con las manos en los bolsillos tratando de fingir la despreocupación que no sentía. Volteó a Mikasa cuando llegó a su lado y notó que se veía como él.

—Está bien —dijo él. Le dio un empujón suave cuando no respondió y repitió—, Eren está bien.

—Lo– lo sé, es solo… —miró hacia abajo—, hay algo mal con él, desde hace meses —volteó a mirarlo, afligida—, ¿será mi culpa?

—¡No! —dijo veloz—, no, no, no–

—Y entonces, ¿qué está pasando? ¿Por qué no habla conmigo? Se supone que estoy para esto, para apoyarlo cuando está mal.

—Sabes cómo es Eren —dijo Jean—, sabes que, como eres a quien más quiere, no querrá preocuparte. ¿Recuerdas cuando… cuando en la escuela, su madre se enfermó?

Ella asintió.

—No le dijo nada a nadie, Sasha se enteró porque lo vio saliendo del hospital un día.

—Es verdad…

Llegaron al baño.

Eren no estaba ahí.


A pesar de que trató de calmar a Mikasa, ella llegó alterada. Cuando vio a Eren jugando con la pelota donde estaban los demás, ella se detuvo. Respiró profundo y dio un paso hacia él, emanando furia.

—Oye, oye —la sujetó apenas del codo y se enfrentó a su mirada asesina—, tranquilízate, ¿sí? No hagas una escena.

Ella jadeó indignada y se soltó brusca, cruzándose de brazos.

—No haré una escena —refunfuñó. Pasó de largo de Eren y se sentó en la mesa, entre Annie e Ymir.

—¡Ey, Jean! —exclamó Eren y pateó la pelota hacia él. Jean volteó en el momento justo para que la pelota le diera en la boca y parte de la nariz.

—¡La puta madre! —exclamó por encima de la risa de Eren.

—Ay, Dios– mierda, lo siento tanto —decía mientras reía. Se acercó a Jean.

—¡Sal de aquí! —dio un paso atrás, furioso—, ¡puta madre, Eren, te voy a matar!

Armin fue el primero en acercarse. Eren seguía riendo histéricamente, sin lograr calmarse.

—Déjame ver —dijo Armin suave. Jean quitó su mano y la vio con sangre—, bueno, vuelve a ponerla.

Sujetó su nariz e hizo la cabeza hacia atrás mientras Armin iba a buscar servilletas.

—A ver —dijo Eren, curioso.

—Te voy a dejar igual, hijo de puta —masculló Jean y lo empujó con una mano. Eren dio dos pasos hacia atrás y cayó sentado de culo. Después vomitó. Jean miró hacia la mesa, todos observaban la escena, pero ninguno tenía ganas de intervenir. No los culpaba.

Mikasa era la única que se acercaba, además de Armin. Él le dio las servilletas y le pasó un par a Mikasa.

—¿Qué mierda te pasa? —regañó ella con voz cansada—, esto es demasiado, Eren, ¿por qué haces esto?

—Pero Jean me empujó —se excusó cuando terminó de vomitar.

—¡Vete a la mierda!

—¡Pero fue sin querer! —devolvió, frunciendo el ceño.

—Ah, ¿también tomaste de más sin querer? —dijo ella.

—¿Otra vez con eso? No me jodas, Mikasa —trató de levantarse del suelo, pero no pudo. Apoyó sus brazos en sus rodillas, en cambio.

—Sí, otra vez con eso —respondió—, eres– estoy decepcionada de ti.

—¿¡Por tomar alcohol!? Por favor, deja de exagerar —miró al costado con el ceño fruncido.

Ella le dejó las servilletas en la falda y se alejó, de vuelta a la mesa.

—Eso se ve mal —murmuró Jean, mirando a los otros.

Esto se ve mal —dijo Armin, limpiándole la sangre de la boca—. Ya se está hinchando.

Jean gimió y lloriqueó un poco—, tengo una reunión mañana.

—Será una muy buena historia para romper el hielo —bromeó Armin, acariciando apenas su mejilla.

Jean rio apenas, pero le hizo doler la boca.

—Tengo que irme —anunció Connie. Miraba su celular, escribió un mensaje y miró al resto, sonriendo apenas—. ¿Alguien me lleva?

—Yo puedo —respondió Reiner, pero después giró a Annie—. ¿Puedo?

Ella levantó una ceja.

—Claro, sí —dijo Ymir en su lugar—, nos arreglamos con mi auto y el de Jean.

—Genial —respondió Connie. Hizo una mueca—, lamento irme así.

—Oh, no te preocupes, Eren ya arruinó el día —dijo Sasha.

Sonaba como una broma, pero nadie rio. Voltearon a ver a Eren, pero estaba dormido en el pasto.

Connie y Reiner se fueron y el resto comenzó a levantar las cosas para empezar a irse también. Christa se levantó de la siesta. Miró a Eren y después a los demás ordenando.

—Le dije que se comportara —dijo, cruzándose de brazos. Ymir pasó a su lado llevando un bolso al auto.

—Oh, claro que se comportó —dijo irónica—, como un idiota, como siempre.

Mikasa se acercó a Eren y lo empujó apenas con el pie—, Eren, levántate.

Él murmuró algo y giró en el suelo. Niccolo se acercó a ellos.

—¿Lo ayudo? —sonrió tímido.

—Gracias —dijo ella sonriendo apologética, después se volvió al otro—. Eren.

Niccolo lo tironeó de los brazos, despertándolo y ayudándolo a pararse.

—Vamos, amigo, de pie —dijo él.

—Mikasa, dijiste que ya no podías levantarme —murmuró Eren, abrazando a Niccolo.

—Eren, por favor, das vergüenza —dijo ella, tirando de él para que suelte al otro.

Lo arrastraron hasta el auto de Ymir.

—¡Oigan! —exclamó ella—, no, no, el perdedor va con Jean.

—Claro que no, ya me pegó —se defendió él—, además, yo lo traje, te toca llevarlo.

—Aw, ¿se pelean por mí? —preguntó Eren desde el asiento trasero.

—Por no llevarte —masculló Mikasa, cerrando la puerta.

Ella subió al auto de Jean junto a Christa y Armin, el resto al de Ymir y arrancaron de regreso a la ciudad.

—¿Estás bien? —preguntó Christa volteándose a Mikasa. Estaban en la autopista.

Ella respiró profundo y se encogió de hombros.

—Hay que hacer algo —dijo Armin con seriedad—, esto no puede seguir así. Se está haciendo daño.

—¿Una intervención? —preguntó Christa—, ¿servirá?

—Tiene que saber que estamos para él —agregó Jean—, que si tiene un problema, puede contarnos.

Armin apoyó su mano sobre la de Mikasa.

—Es para ti también —dijo cuando lo miró—, no tienes que lidiar con él sola, ¿sabes?

Tal vez, eso era lo que más tenía en común con Eren. A Mikasa le costaba muchísimo pedir ayuda, sin importar lo que fuera.

Y eso preocupaba bastante a Jean.


Habían salido alrededor de las seis de la tarde del camping, por lo que se encontraron con todo el tráfico de regreso a la ciudad. Llegaron casi a las nueve. Jean dejó a Mikasa en su casa y cuando arrancó, miró a Christa.

—¿Dónde te dejo?

Ella sonrió con disculpa—, ¿en tu casa? Necesito buscar unas cosas, también.

Armin y Jean se miraron por un segundo y Jean arrancó. Christa los miró también.

—Oh– ¡oh, lo siento! —rio apenada—, no, está bien, puedo ir otro día.

—No, no es nada, duerme en mi cama, si quieres —Jean rio también—. ¿Tienes tus llaves?

Ella asintió. La dejaron en la puerta del departamento.

—¡Diviértete con Ymir! —dijo Jean mientras ella entraba al edificio—. Para mí que van a dormir juntas.

Armin rio, al fin sentado a su lado.

—Creí que Ymir seguía enojada.

—Lo está, pero es débil.

Ambos rieron un poco más, pero Jean no estaba seguro de si quería que se reconciliaran ya mismo. Ymir necesitaba más tiempo.

—Te ves serio —comentó Armin cuando pararon en su semáforo.

—Es porque seriamente quiero besarte —respondió volteando al otro y sonriendo de costado.

Armin soltó una risa y se acercó—, eres un tonto —dijo antes de besarlo.

Acarició sus mejillas con sus manos y Jean se aferró con fuerza al volante, disfrutando de los labios del otro.

Se separaron apenas, pero antes de que pudieran volver a besarse, el auto de atrás tocó bocina.

—Uy —rio Jean arrancando, pues había cambiado a verde hacía un rato.


Lo primero que vio a la mañana siguiente fueron los mensajes de todos en el grupo, diciendo que llegaron bien. No pensó mucho en eso, pues se había quedado un poquito dormido y tenía que ir a su casa a cambiarse para el trabajo.

Esta vez, Armin no lo había puteado porque su alarma lo hubiera despertado, porque la que había sonado antes había sido la de él.

—Deberías dejar una muda aquí, así no llegarías tarde —murmuró desde la cama, mientras veía a Jean cambiarse el pijama.

—Suena muy tentador —dijo mientras se ponía el calzado—, pero tengo que confesar que solo tengo dos camisas para el trabajo, así que…

—¿Solo dos? —frunció la nariz—, ¿tú?

—¿Qué significa eso?

—Tienes toneladas de ropa.

Jean bufó—, claro que no.

—Claro que sí —rio. Iba a agregar algo más, pero Jean se acercó a besarlo—. No puedes callarme con besos.

—Puedo y lo hago —volvió a besarlo y Armin ni se molestó en levantar los brazos de la cama, pues ya se había alejado—. Nos vemos luego.

—Esta conversación no ha terminado.

Hizo un gesto con la mano y salió de la habitación.


No tuvo mucho trabajo ese día, por suerte. Recién al mediodía se dio cuenta de que Christa no estaba en su habitación cuando había ido a cambiarse. Estaba por mandarle un mensaje a Ymir para preguntarle si había pasado algo, pero la llamada de Annie lo distrajo.

—¿Qué hay?

—Hola. ¿Qué tal el trabajo? —preguntó ella.

—Oh, bien, algo aburrido hoy. ¿Tú qué haces?

—Nada especial, ah, ¿hablaste con Reiner?

Eso era extraño.

—No, es decir, ¿ayer, en el camping, o…?

—No regresó a dormir anoche y tiene el celular apagado —dijo ella, algo preocupada—, no me dijo si iba a salir, ni nada, pero…

—¿Le preguntaste a Connie?

—Le escribí varias veces y lo llamé, pero nada.

—¿Y al resto?

—Lo mismo, nadie sabe de ellos.

Se cambió el teléfono de lugar.

—Está bien, no te preocupes —dijo y ella suspiró un poco irónica—, me escaparé del trabajo e iré a ver si fue a trabajar, ¿sí?

—Okay —dijo. Hizo una pausa—, está bien, gracias, Jean.

—Avísame cualquier cosa.

Se tragó lo que quedaba de su sándwich, tiró el envoltorio en el tacho de basura y regresó a su escritorio a buscar sus cosas, pero un mensaje de Annie lo detuvo.

Ya volvió a casa. No te preocupes.

Le respondió a ella y después abrió la conversación con Connie. Le preguntó cómo estaba y que pasaría luego por su trabajo. Dejó el teléfono al costado al mismo tiempo que le traían tareas nuevas.


Alrededor de las seis de la tarde llegó al local de Connie. Le costó, pero se pudo escapar más temprano del trabajo.

Connie vivía con su madre, tenía un negocio familiar que era una mezcla entre almacén y kiosco. Estaba a algunas calles de su departamento, así que si él no estaba ahí, su casa sería la siguiente parada.

Estaba abierto, esa era buena señal.

—Está cerrado– ah, hola —dijo cuando lo vio. Traía la puerta de la cortina metálica con él. La apoyó y chocó el puño con Jean—, ¿qué haces aquí?

—Qué, ¿no puedo venir a verte de vez en cuando? —respondió, algo raro. No le salió natural.

Connie levantó una ceja—, nos vimos ayer.

—Ah, cierto. Bueno, te envié un mensaje y no me contestaste, así que pensé en pasar —se apoyó en el mostrador y Connie comenzó a cerrar—. ¿Harás algo luego? Podríamos ir a comer.

—Estoy ocupado —dijo y lo miró con disculpa—, ¿otro día?

—Otro día, claro.

Quedaron en silencio. Jean lo miró mientras bajaba la cortina y colocaba la puerta. Se devolvió al mostrador, cerró la caja, hizo otras cosas administrativas o lo que sea y después lo miró.

—¿Nos vamos?

—Claro.

Lo siguió fuera, se golpeó la cabeza con el borde de la puerta.

—Au.

Connie rio y cerró con llave. Comenzaron a caminar despacio hacia el auto de Jean cuando Connie habló.

—Mi mamá está en el hospital.

Jean se giró a mirarlo veloz. Connie tenía las manos en el bolsillo y su bufanda tapaba su boca.

—Connie, ¿qué–?

—Se sintió mal ayer y fue al hospital, por eso me fui de repente —explicó—. Le conté a Reiner cuando íbamos en el auto e insistió en acompañarme. Annie me puteó unas doce veces por no avisarle cuando se quedó sin batería su celular, supongo que a él le dio una paliza.

Jean resopló divertido.

—¿Qué tiene?

—Probablemente cáncer —dijo—, hace un mes que le están haciendo estudios.

—Puta madre, Connie, ¿por qué no nos dijiste? —reprendió con voz suave—. ¿Estás bien? ¿Necesitas algo? ¿Dinero, que te cubra en el negocio?

Él sonrió y lo miró.

—Gracias, pero estoy bien. El negocio también está bien —Jean le dio un apretón en el hombro—. Aunque, podría aceptar un viaje al hospital.

—Claro, sí, cuando quieras.

Subieron al auto.

Jean mentiría si no le picaran un poquito los celos. ¿Por qué le contaría primero a Reiner y no a él? O, bueno, a cualquiera de ellos.¿Será por…?

—Pondré música —dijo Connie, conectando su celular al bluetooth del auto.

—Claro.

¿Será por ese beso que Armin le contó?

Ah, no sería correcto preguntar. Armin se enojaría si Connie se enteraba que lo había escuchado de él. Aunque, podría decirle que Reiner le contó a Annie y ella a él… eso sonaba más factible–

La música se cortó con una llamada entrante en el celular de Connie.

—¿Qué hay, Reiner? —contestó. Jean levantó las cejas, sin desviar la vista del frente.

—Hola, estoy algo apurado, así que, iré al grano —dijo él atropellado—. Annie me dijo que saldría con las chicas.

Ah, no le habían dicho nada.

—Así que, puedo quedarme a dormir otra vez, ¿irás al hospital? Puedo recogerte de ahí, y podríamos ver una película o algo. Esta vez sí llevaré muda de ropa —rio, como si fuera un chiste interno.

Jean paró en un semáforo y no se atrevió a voltear a Connie.

—Reiner —suspiró cansado—, estoy con Jean. En altavoz.

—… Oh.

—Hola… —Jean rio incómodo.

Connie respiró profundo.

—Bueno, esto es incómodo —dijo Reiner.

—Estamos llegando al hospital, luego te llamo.

Colgó sin esperar respuesta. Todavía faltaban algunas calles para llegar al hospital. Jean mantuvo la mirada fija en el frente, pero sentía la incomodidad de Connie, de seguro esperando un interrogatorio o algo.

Llegaron a la entrada. Connie estaba agarrando su mochila del asiento trasero cuando Jean habló.

—Mira, no le diré nada a nadie, es más, supongamos que esto nunca pasó —Connie no respondió—, y de tu madre, puedes pedirme cualquier cosa– no, tienes que pedirme cualquier cosa, si necesitas ayuda, si necesitas que te recoja, lo que necesites, ¿sí? Sino, te daré una paliza.

Connie rio apenas.

—Gracias, perdedor.

—Cuando quieras, perdedor —él abrió la puerta para salir—. ¿Necesitas que te venga a buscar?

—Nah, le diré a Reiner, no te preocupes, mom.

Jean rio—, maldito.

Se despidió y entró al hospital. Jean lo siguió con la mirada hasta que lo perdió. Sentía un pequeño malestar, ah, ¿impotencia? No se le ocurría nada para poder ayudarlo.

De verdad esperaba que le dijera si necesitaba ayuda.


Suponía que tenía un problema menos. Uno y medio, si era generoso.

Mikasa lo había llamado porque Eren le dijo que iría con él a algún lado. Por supuesto que ella no le había creído, pero Jean le dijo que no se preocupara, que averiguaría dónde estaba.

Le escribió a todos, pero nadie sabía dónde estaba. Suspiró.

—¿Vas a buscar a Eren? —preguntó Ymir, sentada en el sofá—. Te acompaño.

—No es necesario —Jean le restó importancia.

—Ah, vamos, no me quiero perder la oportunidad de darle una paliza a Jeager —bromeó. Fue a su habitación a ponerse zapatillas y un buzo.

—Mira que iré caminando.

—Vete a la mierda, ya vi que tienes tus llaves —le dio un empujón y salió del departamento.

Estuvieron en silencio hasta que subieron al auto. Ymir lo miró.

—¿Alguna idea de a dónde iremos?

—Pues… —suspiró—, tengo una idea, pero no te agradará.

Ymir frunció la nariz.

—Armin le revisó el celular el otro día a Eren y vio que estaba hablando con Floch Foster.

—Ughhh… ¿Por qué no me dijiste antes de subir? Puta madre.

Floch había ido a la escuela con todos ellos. Nunca había sido amigo de ninguno, y cuando Ymir le dio un puñetazo en una fiesta de Eren, como que se había vuelto menos que amigos.

Eren siempre había tenido mal gusto para las amistades y Floch era la cereza de su pastel.

—Te dije que no era necesario.

—Creí que lo decías por cortesía o una mierda así —se hundió en su asiento—. Regresemos, no quieres a Eren tanto.

—Pero a Mikasa sí, y tú también.

—Mierda, es verdad —suspiró.

Jean esperaba que Floch siguiera viviendo en el mismo lugar que siempre, sino, no tenía idea de a dónde ir.

—Así que, ¿van a hacerle una intervención al fracasado? —preguntó Ymir, mirando su celular.

—Es la idea.

—¿Ahora?

—Ah– no lo había pensado, pero sería acertado, ¿no? Lo agarramos con las manos en la masa.

—Christa está yendo a la casa de Armin, podrían reunirse todos ahí y nosotros llevamos a Eren.

—Oh, estás hablando con Christa —movió las cejas.

—Concéntrate, idiota.

—¿Durmieron juntas? —la ignoró.

Ymir suspiró—, no, durmió en tu cama. No hicimos nada, solo charlamos. Me contó lo de Eren, que ella también estaba preocupada.

—¿Te dijo algo de Frieda? —ella se encogió de hombros.

—Nada nuevo, pasa algunos días con ella y después alterna entre el resto, Armin, Sasha, Mikasa… No le pregunté qué hará con el bebé, pero…

Hizo una pausa, como si ella tampoco estuviera segura de sus palabras.

—Pero, no lo sé, tal vez deba empezar a hacerme a la idea de ser tres.

—¿El bebé, tú y yo? Wow, podrías ser más romántica —bromeó él.

Ella soltó una risa y llegaron a la casa de Foster. Jean estacionó y miró a Ymir.

—Antes muerta —dijo, leyendo su mente. Él rio y bajó. Recordaba el timbre del departamento porque era muy memorable, noveno b (no-ven-o ve). Tocó y esperó.

—Hola. Soy, uh, Jean Kirschtein —dijo cuando contestaron. Suspiró—. ¿Está Eren?

—Sí, está aquí, ¿quieres subir?

Suspiró aliviado—, no, gracias, estoy apurado, ¿podrías decirle que vine a buscarlo? Es una emergencia. Una emergencia urgente.

Ymir le hizo señas y se acercó al auto.

—Todos están en la casa de Armin —dijo y Jean asintió—. ¿Está bajando?

—Sí.

—¿Qué le dijiste?

—Que hay una emergencia —la puerta del edificio se abrió y Jean susurró—, finge estar preocupada.

Eren salió riendo. Se despidió de Floch y se acercó despreocupado al auto.

—¿Qué onda? —saludó con las manos en los bolsillos.

—¿¡Qué mierda hacen ahí parados!? ¡Suban de una vez! —exclamó Ymir. Jean empujó a Eren en el asiento trasero y después subió del lado del conductor.

—¿Qué, qué pasa? —preguntó Eren.

—¡Christa está en el hospital! —exclamó Jean.

—¿¡El bebé va a nacer!? —se irguió de golpe y se hizo para adelante.

—Tenemos que ir a buscar unas cosas al departamento de Armin y después iremos al hospital —siguió Jean, tratando de reprimir la risa.

—Por cierto, ¿qué hacías en la casa de Floch? —preguntó Ymir sin voltearse. Eren no respondió, probablemente pensando en una mentira—. Mikasa me llamó, porque dijo que estabas con Jean y ninguno de ustedes contestaba.

—¿Le dijiste–?

—No, le dije que ambos estaban en casa —siguió mintiendo y Eren suspiró aliviado.

—Gracias, te debo una.

—¿Por qué le mentiste? —insistió Jean.

Eren se encogió de hombros—, no le gusta que me junte con Floch. Dice que es mala influencia.

—Pero lo es —dijo Jean y Eren bufó.

—Estás borracho o drogado, si es que no ambas —señaló Ymir.

—Vamos, ustedes también lo hacen.

—No un miércoles —dijeron al mismo tiempo e Ymir le dio un golpe en el hombro a Jean.

—Au —se quejó.

Los tres quedaron en silencio. Poco después llegaron al departamento de Armin.

—Los espero aquí —dijo Eren. Jean e Ymir se miraron.

—Necesito ayuda para buscar unas cosas, de seguro tú sabes dónde están —mintió Jean.

—Sí y, uh, yo necesito usar el baño.

Eren no dijo más. Los tres entraron y cuando subían en el elevador, Eren se rascó la nuca.

—¿Por qué tienes las llaves de Armin?

—Mikasa se las olvidó el otro día —respondió Ymir y Jean asintió. Llegaron al departamento y tragó, preparándose.

Entró él primero, después Eren y por último Ymir, cerrando la puerta tras ella.

Christa estaba sentada en el sofá con los pies sobre la mesita de la esquina.

—Creí que estabas en el hospital —Eren frunció el ceño y después se dio cuenta de que Sasha y Connie estaban sentados en la mesa, Mikasa a la cabeza y Armin regresaba de la cocina—. ¿Qué pasa?

Jean le dio una palmada en la espalda—. Siéntate.

Se sentó junto a Christa y miró a todos.

—¿Qué pasa? ¿Alguien está en el hospital? —ninguno dijo nada—. Chicos, me están asustando.

—Todos estamos bien —dijo Armin. Llevaba algunas tazas con té, las dejó en la mesa y le acercó una Christa.

—Todos menos tú —agregó Connie.

—Yo–

—Eren, ¿qué te está pasando? —preguntó Mikasa. Estaba más afligida que molesta—. Me mentiste otra vez, estás ebrio y–

—Claro que no —mintió, cruzándose de brazos. La miró—. ¿Otra vez con esto? Eres insoportable hablando siempre de lo mismo.

—Estoy preocupada por ti, todos lo estamos.

—No tienen de qué preocuparse —rio apenas, restándole importancia—. Además, ¿quién no ha tomado una cerveza al final del día? Están exagerando.

—Amigo, hasta aquí llega la peste de borracho —dijo Connie.

—No tengo porqué escuchar nada de esto —replicó y trató de levantarse, pero Christa tomó su mano. Él la miró entornando los ojos—. No te atrevas a–

—Eren, por favor —ya estaba llorando—. Te estás haciendo daño.

—¿Por qué haces esto? —preguntó Sasha.

—¿Por qué sientes la necesidad de tomar alcohol todo el tiempo? —preguntó también Armin.

—No es todo el tiempo…

—¿Qué te está pasando? —repitió Mikasa.

—¡N-No me pasa nada! —jadeó—, estoy bien, solo me gusta tomar cerveza.

—No hueles a cerveza —señaló Ymir y Eren la miró frunciendo el ceño—. Si quieres que te ayudemos, tienes que empezar diciendo la verdad.

—No quiero su ayuda.

—Pues, qué mal, porque–

—Oye —murmuró Jean, todavía parado a su lado. Ymir suspiró y se volvió a Eren.

—Mira a todos, todos están mal por ti, porque les haces daño.

Eren no se atrevió a girar.

—No es mi intención lastimar a nadie.

—Sí, bueno, ser adulto es darse cuenta de que herimos a los otros sin querer a veces —siguió Ymir—. Así que, reconoce tus errores y haz algo.

Eren bajó la cabeza.

—Lamento que… —comenzó—, lamento que ninguno de ustedes tenga vida propia y tengan que venir a romperme las pelotas.

—Uy, yo te las voy a romper, hijo de puta —dijo Connie levantándose.

Jean respiró profundo, pasándose una mano por el rostro.

—Entonces, tomaste vodka —dijo Armin.

—Claro que no.

—Te pones así de idiota cuando tomas vodka —dijo Jean.

—Tú te pones idiota, idiota —respondió y bufó—, ¿ya terminaron? Me quiero ir a casa.

—Ya no quiero ser tu amiga —murmuró Christa, todavía sosteniendo su mano. Seguía teniendo ojos llorosos y le devolvió la mirada a Eren cuando él giró a ella—, no quiero ver cómo te arruinas la vida, prefiero ni verte.

—No seas exagerada–

—Tiene razón —agregó Mikasa—, yo no quiero estar con alguien pasa la mitad del tiempo ebrio.

—Pero– te amo.

—Y yo también, pero no puedo con esto. Me mientes todo el tiempo, cada vez que pasamos tiempo juntos, estás tomando cerveza —la voz de Mikasa sonaba rara, de seguro que era por el nudo que tenía en la garganta—. ¿De qué estás huyendo? ¿Es por mí? Si ya no quieres que salgamos–

—¡No, no! —se levantó y se acercó a la mesa—, ¡sí quiero! Es solo…

—¿Es solo qué, Eren? —cuestionó Sasha.

—Yo…

—¿Algo te preocupa? —preguntó Armin.

—¿Es tu familia? —preguntó Connie.

—¿Estás estresado? ¿Triste? —preguntó Christa.

—Dinos, Eren, queremos ayudarte —agregó Jean.

—Eren… —murmuró Mikasa y se levantó, tomando su mano—, Eren, por favor, ¿qué pasa?

Sollozó apenas.

—No lo sé —dijo con un hilo de voz—, no sé, no… ¡No sé qué pasa!

Mikasa lo rodeó con los brazos y él se hundió en el hueco de su cuello.

—Está bien… No estás solo.

—Literal, podemos acompañarte —agregó a Armin—, si estás acompañado, será más fácil dejar de beber alcohol.

—Y tienes que empezar terapia —dijo Christa—, porque algo está pasando, aunque no te des cuenta.

Él se separó apenas de Mikasa, se limpió el rostro y asintió.

—Dilo —dijo Ymir—, no mentiré…

—No mentiré, haré terapia.

—Y tienes que estar siempre acompañado, hasta que mejores —agregó Jean.

—Y estaré acompañado. Gracias —se limpió el rostro otra vez. Respiró profundo y miró a todos—, así que, ¿quién quiere el primer turno?

Bromeó apenas, pero todos hicieron una mueca.

—Yo no —dijo Connie veloz—, tengo que hacer cosas. En realidad, ya debo irme.

Se levantó y tomó su campera y la mochila del sofá. Dio un saludo general y señaló a Eren con un dedo.

—Pórtate bien.

Eren sonrió apenas.

—Bajaré a abrirte —dijo Jean y salió con él del departamento. Estaban delante del elevador cuando volvió a hablar—, ¿irás al hospital? Puedo llevarte.

—Claro, gracias.

Salieron del edificio y subieron al auto de Jean. Connie conectó su celular al vehículo y puso música.

—Espero que no llame Reiner —bromeó Jean, no pudiendo aguantarse.

Connie gimió y rio apenas—, dijiste que harías como si no hubiera pasado.

Jean rio y se disculpó sin mucho remordimiento.

—Solo para que quede claro, no estoy saliendo con él —soltó Connie algunos minutos después—. Puede ser que me lo esté cogiendo.

Jean soltó una risa—, ¿"puede ser"? Eso dice mucho–

—Es una forma de decir, idiota —se cruzó de brazos.

—¿Y hace cuánto que puede ser que te lo coges?

Connie hizo una mueca—, un par de… ¿años?

Jean jadeó, ¿por qué nadie me cuenta nada?

—Uh, okay, ¿y nunca lo vas a presentar formalmente? —lo miró de reojo y Connie le devolvió la mirada.

—No estamos saliendo, o sea, es como un amigo como cualquiera, solo que a veces–

—No, por favor —interrumpió.

—Pero, ¿entiendes? No me gusta él, es solo sexo.

—Claro.

Parecía seguro de lo que decía, no en estado de negación. Sorpresivo porque estaban hablando de años, pero no tanto conociendo a Connie.

—¿Y él sabe que es solo sexo? —preguntó, parando en la puerta del hospital.

—Muy buena pregunta —dijo y se estiró a tomar su mochila del asiento trasero. Se volvió y le dio una palmada en el brazo—. Gracias por traerme.

—¿Quieres que te venga a buscar? ¿O le dirás a Reiner?

—Tomaré un taxi, idiota. Nos vemos.

—Nos vemos.


Para cuando regresó al departamento de Armin, Eren, Mikasa y Sasha se habían ido. A Mikasa le tocaba la primera guardia.

—¿A dónde mierda te fuiste? —cuestionó Ymir—, creí que te habías ido sin mí.

—Traté, pero me dio culpa —bromeó y se sentó en el sofá junto a Christa, apoyando su brazo en el respaldo—. ¿Qué onda? ¿Vemos una película o nos vas a echar?

—Yo no me iré —sonrió Christa, siguiéndole la broma a Jean.

—Pidamos pizza —agregó Ymir, reclinándose en su asiento en la mesa y quitándose el calzado—. Jean invita.

Armin suspiró—, bueno, pero se van temprano.

—Claro —dijeron Jean e Ymir al mismo tiempo.


No solo no se fueron temprano, se quedaron a dormir. A Ymir le tocó el sofá porque no iba a dormir con Christa– además de que no entraba en la cama, y Armin prefería dormir con Jean que con ella.

Cuando sonó su despertador y se levantó, un relámpago iluminó la sala y a Christa que se asomaba de su habitación.

—¿Te vas?

—Tengo que ir al departamento a cambiarme —dijo, fingiendo que no la asustó.

—¿Puedo ir contigo? —sonrió apenada—. La verdad es que no puedo dormir bien fuera de–

—¿Mi cama? —sonrió ella, burlándose un poco.

—El colchón, Ymir —se cruzó de brazos, pero sonrió también.

—Claro, sí, como digas —pasó junto a ella y se paró en la entrada del baño—, pediré un Uber, te dejo allí.

Ella asintió pero no se movió. Ymir la miró de arriba, una mirada usualmente altanera, pero que Christa conocía bien, la mirada que decía mi orgullo no me permite besarte, y Christa se preguntó si esta vez Ymir también le haría caso o si el sueño o el extrañarla o lo que sea que fuese jugaría en su favor y le dejaría recibir al fin un beso.

—Quiero usar el baño —murmuró Ymir y entornó los ojos.

—Y entonces úsalo.

Ella entornó los ojos con más fuerza y levantó un dedo acusatorio.

lo que estás haciendo, te conozco demasiado.

A la mierda el beso, era más divertido hostigarla así.

—¿Qué estoy haciendo? —parpadeó inocente y dio un paso a ella.

—Dios, esto —hizo un gesto apuntando a las dos—, esto es cliché, ¿sí? Te dije que dejaras de ver esas películas de mierda.

Christa jadeó indignada y dio un paso más, parándose justo en medio de la puerta del baño.

—Ahora no me voy nada, tendrás que usar el baño conmigo acá.

Ymir soltó una risa irónica.

—¡Cómo si fuera la primera vez! Solo– —le puso las manos en los hombros—. Fuera, o sino–

—¿O si no, qué?

—Huh —se cruzó de brazos pensando—, muy buena pregunta… Podría tirar a la mierda esa base-crema-la-mierda-que-sea que compraste el otro día.

Christa frunció el ceño, la nariz y la boca.

—Está bien, me voy.

—Espero que estés lista, porque–

Christa sujetó el cuello de la camiseta de Ymir y tiró de ella, pero no se atrevió a besarla, en parte porque no era correcto, en parte porque–

—¿Acabas– acabas de golpearme con la panza? —la sorpresa fue lo primero que llegó que Ymir, seguida de cerca por la risa—. Ay, esto…

—Cierra la boca —Christa la soltó y se devolvió a su habitación, roja.

—¡Le contaré a todos! —dijo antes de entrar al baño.


Escuchó de lejos a Ymir riendo, pero no le dio mucha importancia porque prefería dormir.

Cuando despertó de verdad y vio que habían cancelado la reunión de la mañana, lo primero que hizo fue suspirar y estirarse, porque era un maravilloso día lluvioso para quedarse tiempo extra en la cama. Después pensó en acercarse a Armin, pero la vez anterior no había estado muy conforme con que lo despertara.

Se levantó despacio, fue al baño y cuando salió se fijó que Ymir y Christa se habían ido.

Fue a la cocina, pero no había nada para preparar el desayuno. Extraño. Solo encontró té.

—Buenos días —susurró mientras entraba a la habitación. Dejó las dos tazas en la mesa de luz y se tiró junto al otro—. Armin, hice el desayuno.

Él gimió apenas y giró en la cama.

—¿Qué hora es? —preguntó con voz ronca. Jean se volvió a su celular en la mesita.

—Casi las ocho.

—¿¡Las ocho!? —se levantó de golpe—. No, no, nooo…

Jean levantó una ceja y lo vio mientras caminaba veloz hacia el baño. Después escuchó la ducha.

Diez minutos después, regresó en ropa interior.

—No es lo que esperaba, pero estoy satisfecho–

—No, no, tienes que irte —dijo Armin yendo a su armario y rebuscando entre la ropa—. Tengo– tengo cosas qué hacer.

—¿Cosas?

—Y es tarde.

Okay.

—¿Necesitas que te lleve? —se llevó la taza a la boca y después tomó su pantalón de los pies de la cama.

—Tomaré un taxi.

Jean notó que estaba usando ropa buena, no la de todos los días, sino especial.

—Está lloviendo, no conseguirás.

Armin hizo una mueca.

—Té —dijo Jean estirando su taza.

—Está bien —aceptó casi regañadientes—, pero es en la otra punta de la ciudad.

—¿Qué tienes que hacer?

Armin salió de la habitación con la taza en la mano, sin responder.


No era como si le molestara, porque no le molestaba. Todos tenían secretos. Ymir y su relación secreta con Christa de hace años. Connie cogiéndose a Reiner desde hace años. Eren y lo que sea que le estuviera pasando. Armin.

Si era justo, lo que tenía con Armin también era algo así como un secreto. Pero no ocultaba nada de él. Aunque Armin sí.

Es decir– no le molestaba.

Tal vez, un poquito.

El mensaje de Mikasa en el almuerzo lo sacó de su monólogo interno. Te toca Eren, dijo. Está bien, podía ir a recogerlo cuando saliera del trabajo. Te está esperando afuera, dijo después. Levantó la vista y lo vio, en la calle de enfrente, delante de la oficina. Vio que se abrazaban y ella se iba caminando. Eren estaba con las manos en los bolsillos, mirando hacia el cielo.

Lo llamó por teléfono y le dijo que estaba en la cafetería de enfrente.

—Wow, pareces un adulto —bromeó Eren cuando se sentó delante de Jean.

—Y tú no pareces un desastre, cuántas sorpresas, ¿no?

—Oye–

—¿Quieres comer algo? —él negó—, qué bueno, porque ya tengo que regresar.

Regresaron a la oficina.

Lo que más le preocupaba de que sus amigos le ocultaran cosas era que no podía darles apoyo. Como con Connie y lo de su madre. Si no hubiera ido ese día al almacén, probablemente seguiría sin saber nada y no era justo.

Con Connie.

No era justo que Connie lidiara con eso solo.

Por eso, si Armin–

—Quieto —dijo Jean, mirando a Eren. Él tomó las biromes con las que jugaba y las volvió a meter en el lapicero.

—Estoy aburrido —se quejó y giró en la silla que Jean le había traído.

—Usa tu celular.

—No tiene batería.

—Ve a dormir al baño.

—Vamos —Eren lo miró levantando una ceja.

—Bueno, puedes ayudarme con esto —le dio una pila de papeles—, ordénalos por fecha y después resáltala.

Eren gimió largo y tendido y giró más en la silla, pero terminó haciéndolo. Quince minutos después, volteó a Jean y lo golpeó en la cabeza con los papeles.

—Terminé —él lo miró frunciendo el ceño y Eren se cruzó de brazos—, dame algo que me haga pensar, al menos.

—Necesitas un cerebro para poder pensar —se volvió a su computadora, donde estaba editando una foto—. ¿Qué hiciste ayer? ¿Hablaste con Mikasa?

Eren se reclinó en la silla y puso sus brazos detrás de su cabeza.

—Algo así, estuvo haciéndome ley del hielo. Dormimos en su casa.

—¿Estaba Levi?

—Estaba Levi —asintió y Jean rio—, también me hizo ley del hielo, pero eso es lo usual —suspiró—. Dormí en el suelo de su habitación porque si duermes en la sala, puedes escaparte, y no vas a dormir conmigo, pero, bueno, mucho mejor que dormir en la habitación de Levi.

Jean volvió a reír, en parte por disfrutar del sufrimiento del otro y en parte por el tono irónico que usaba.

—Esta mañana —siguió—, me despertó como a las ocho, pisándome la mano —Jean abrió la boca—, no, no se disculpó, pero, hey, me hizo el desayuno. Así que, soy positivo de que todavía me quiere un poco.

—Ah, vamos, si no te amara, no haría nada de esto.

Eren tenía una expresión triste, pero de resignación, como si creyera que ya la había cagado tanto que no había vuelta atrás.

—Supongo —murmuró Eren, pero no sonaba convencido.

El teléfono fijo de la oficina sonó y Jean contestó.

—Jean Kirstein, ¿en qué puedo ayudarle? —dijo Jean con su voz profesional y Eren soltó una risa a su lado. Frunció el ceño y golpeó su brazo.

—¡Au, hijo de puta! —susurró.

—Hola, ¿estás ocupado? —era Armin.

—Uh, no, pero… —volvió a su voz normal y miró a Eren, que estaba girando en la silla otra vez—, ¿podrías llamarme al celular? Hay mucho ruido aquí como para hablar.

—Traté, pero no entraba la llamada —dijo él—, pero, bueno, no es urgente, luego hablamos.

—Aw, está bien.

—¿Qué harás esta noche?

—No estoy seguro… ah, pero tengo, uh…

—¿Sí?

Jean suspiró—, Eren está conmigo.

—¿Con quién hablas? —preguntó él de inmediato, acercándose.

—No te importa —respondió, poniéndole una mano en la cara para alejarlo.

—Oh, entiendo —rio Armin—, ahora preguntaré a quién le toca tenerlo después y te aviso.

—Gracias, luego hablamos.

—Adiós.

—¿Quién era? —insistió Eren.

—Qué mierda te importa —dijo y rebuscó en sus bolsillos hasta que encontró su celular. Estaba muerto de batería—. Huh, raro.

Lo puso a cargar.

—Entonces —estaba decidido a cambiar de tema—, ¿qué mierda te pasa?

Eren hizo una mueca.

—Y no te atrevas a mentirme, prefiero que me digas que no quieres hablar —agregó Jean, girando a su computadora otra vez.

—No me pasa nada.

—Ajá —era mentira.

—Nada fuera de lo usual —agregó. Jean lo miró entornando los ojos y Eren le devolvió la misma mirada.

—Estás contando la verdad a medias.

—Me agarraste ahí —rio y después suspiró—. Hablemos de otra cosa.

Jean frunció la nariz.

—Supongamos que Mikasa te oculta algo —preguntó sin desviar los ojos de la computadora—, ¿por qué lo haría?

—Para estar a mano —se encogió de hombros—. ¿Quién te oculta algo?

—Qué te importa —murmuró y después se giró—. Ymir.

—Ymir no es tu novia.

—Vivimos juntos, es casi lo mismo —le restó importancia—. ¿Por qué podría ser?

Eren volvió a encogerse de hombros—, ¿tal vez porque no es asunto tuyo? O, tal vez, no está tan segura como para compartirlo. Ella es algo cerrada, ¿o no?

¿Armin era cerrado? Dependiendo del tema.

—Supongo que sí.


Para cuando salió del trabajo, su teléfono tenía apenas diez por ciento. Algo no andaba bien.

Fueron al departamento de Jean. Ymir todavía no había llegado, pero Christa sí.

—Creí que estaban peleadas —dijo Eren cuando la vio.

—Qué suerte, creí que eran ella —rio Christa—. Estamos… un poco menos peleadas. Espero.

Jean quiso preguntar, pero Christa no le contaría con Eren ahí.

—¿Te quedas a cenar? —preguntó en cambio.

—No, no, le dije que me iría temprano, así que, tengo que irme antes de que vuelva.

—¿Necesitas que te lleve? —Eso lo hacía recordar a Connie. Debía enviarle un mensaje—. ¿A dónde irás?

—Gracias, pero estoy bien —sonrió y se puso el saco que reposaba en el respaldo del sofá—. Iré a lo de Frieda.

Se despidió de ambos y se fue.

Eren estaba sentado delante de la televisión y Jean se sentó en el sillón individual junto a la toma de corriente cargando su celular, el cual parecía dispuesto a dejar de funcionar ese día. Mirando los mensajes, se encontró con un grupo (Servicio de recolección de basura), donde estaban todos menos Eren. Era obvio el objetivo del grupo. No leyó nada y solo entró al chat con Connie, preguntándole cómo estaba él y su madre.

Después volvió al grupo. Otra vez, no leyó nada y preguntó ¿a quién le toca Eren? Lo tuve desde el mediodía.

Se sentía un poco mal tratarlo así, como si fuera un objeto, pero era lo había. Tendría que aguantarlo hasta que se ganara la confianza de todos otra vez.

Aunque Servicio de recolección de basura le parecía un poco cruel. Solo un poco.

—¿A dónde me toca ahora? —preguntó Eren, sin desviar los ojos—, ¿o dormiré aquí?

No sonaba molesto ni triste. Sonaba resignado.

Tráelo a mi casa, dijo Sasha.

—Vamos a lo de Sasha —Eren hizo una mueca y se levantó a la vez que Jean—. ¿Qué pasa? ¿Me vas a extrañar?

—Mikasa me dijo que lo abracé a Niccolo y que hice una escena y eso —tenía el entrecejo fruncido, miraba hacia abajo y tenía las mejillas rosadas.

—Ay, ¿estás avergonzado? —preguntó y Eren bufó, cruzándose de brazos. Jean soltó una carcajada.

—Vete a la mierda.

—Oye, a mí me diste un pelotazo en la cara y no pediste perdón.

—Vete a la mierda —repitió, pero un tono más de risa.


Cuando llegaron a la casa de Sasha, Niccolo fue quien los recibió.

—¿Qué tal? ¿Quieren pasar? —saludó cuando abrió la puerta—. Sash todavía no regresó del trabajo.

—¿Sasha trabaja? —preguntó Eren y Jean lo codeó. Él lo miró frunciendo el ceño y después le dio una palmada en la espalda, con fuerza—. Jean se quedará a esperarla.

Lo miró levantando una ceja y después suspiró cuando Eren puso ojitos de por favor.

—Claro, sí.

Ambos entraron y siguieron a Niccolo hasta la cocina.

—Estaba preparando la cena —dijo él—, ¿les gustaría un poco de sopa?

Jean y Eren se miraron.

—Claro —dijeron a la vez y Jean le pegó a Eren en el brazo.

—Au– ¿por qué fue eso?

Jean se encogió de hombros—, Ymir me lo pegó. Literal.

Niccolo les dio una taza con sopa a los dos. Olía muy bien.

—Entonces, ¿Sasha está trabajando? —dijo Jean, por conversar.

—Sí, su padre abrió otra sucursal y ella se está haciendo cargo.

—¿Es carnicera ahora? —Eren levantó una ceja.

—No —Niccolo rio—, se hace cargo de la caja y eso. Contrataron a alguien más.

Cayeron en silencio. Eren y Jean dieron un sorbo a la sopa y Eren habló.

—Así que, ¿qué estás preparando?

—Es algo así como un estofado, es una receta que aprendí cuando estaba estudiando.

—¿Qué lleva? —preguntó Jean.

Niccolo enumeró los ingredientes, que mayormente eran verduras. Eren frunció la nariz.

—No seas maleducado —lo codeó Jean.

—Lo siento, pero no soy fan de los vegetales —se cruzó de brazos—, y deja de pegarme o vamos mano a mano.

—Me lo debes por el pelotazo.

—Oh, eso se vio bastante mal —acotó Niccolo y miró a Jean—, qué bueno que no dejó marca.

—Bah, la barba lo disimula —restó importancia Eren. Jean lo miró frunciendo el ceño y volvieron a caer en silencio.

Hasta que la puerta de entrada se abrió.

—Gracias a Dios —susurraron los tres a la vez.

—¡Llegué! —exclamó Sasha, entrando a la cocina. Les dejó un beso en la mejilla a Jean y a Eren y después llegó a Niccolo. Abrazó su cuello y lo besó ruidosamente.

—Bienvenida —dijo él con las mejillas rosadas, avergonzado.

—¿Te quedas a cenar? Mi padres no estarán esta noche —preguntó ella, mirando a Jean.

—No, gracias, Ymir me espera —se bebió lo que le quedaba de sopa y se quemó un poco la lengua. Después se levantó—. Sasha, ábreme la puerta.

—Oh, ¿quieres que prenda tu auto también?

—No–

—No tiene botón, no se prende —dijo Eren mirando su celular.

—¡Gracias! —dijo exasperado. Tomó su chaqueta del asiento—. Adiós, Niccolo, adiós, Eren– Sasha.

Ella rodó los ojos y lo acompañó.

—Así que… ¿Qué tiene esta sopa? —oyó a Eren preguntarle a Niccolo.

Caminaron hasta la puerta del frente. Jean la abrió y le hizo gesto a Sasha para que saliera primero.

—Espero que sea algo interesante —dijo cuando él cerró la puerta.

—Es por Eren, me da cosa hablar delante de él —metió sus manos en sus bolsillos—, no lo pierdas de vista, por favor, Mikasa lo hizo dormir en el suelo de su habitación por si trataba de escaparse.

—Podría encerrarlo en el sótano —propuso y Jean lo consideró.

—No, espera– tienen la bodega en el sótano.

—Oh, cierto —rio apenas—, entonces, cambiaré habitación con Kaya.

—¿A tu hermana no le importará? —ella negó—. ¿Y Niccolo?

—¿Qué hay con él? No vive aquí.

—Oh.

—Ay, Dios —se tapó el rostro y empezó a reír—, Dios, Jean, no traería a mi novio a vivir conmigo a la casa de mis padres.

—Me voy —anunció y se dio vuelta, huyendo de la risa de ella.

Apenas subió y arrancó el auto, su celular comenzó a sonar.

—Hola —dijo, poniéndoselo en la oreja y agregó—, ahora sí estoy solo.

—¿Lo dejaste con Sasha? —era Armin.

—Así es y evité que lo dejara durmiendo en el sótano.

—¿Junto a la bodega? —rio—, bien hecho.

—Así que, ¿qué era lo que me ibas a decir más temprano?

De verdad esperaba que tuviera relación con las cosas que tuvo que hacer en la mañana.

Armin soltó una risa, como si se hubiera esperado que Jean le preguntara de eso.

—Supongo que recuerdas que mi abuelo murió.

—Un detalle bastante inolvidable.

—Hace algunos meses comencé a hacer los trámites de herencia, pero mientras lo hacía pensé, ¿qué haré con ese dinero extra?

—Okay…

—Esta mañana, me reuní con–

Hizo silencio.

—¿Con? —silencio—, vamos, creo que fue suficiente suspenso.

Silencio.

—¿Armin?

Paró en un semáforo.

Su celular estaba apagado.


Cuando llegó a casa y lo conectó, descubrió que no prendía. Se acostó en el sofá a lamentarse.

—¿Qué mierda haces ahí? —preguntó Ymir cuando llegó.

—Mi teléfono murió —respondió con voz amortiguada por estar boca abajo. Levantó la cabeza y la miró—. ¿Estas son horas de llegar?

—Dice Armin que si quieres saber con quién habló, que vayas a su casa —dijo, ignorándolo—. Pero prepara la cena antes.

—Dile que mi celular murió.

—Y que irás luego de cenar.

—¿Qué soy, tu esposa?

—Si no pagas alquiler, algo así.

—Vamos, pago la mitad de los gastos.

—Menos charla y más cocina —dijo ella y movió las manos, echándolo, luego entró a su habitación—. Creo que tengo un teléfono viejo por algún lado.


Estando frente a la puerta del departamento de Armin se preguntó, ¿sería raro entrar como si nada? Tenía la llave, pero…

Pero entró. Había música sonando en la sala y Armin estaba en la cocina, mirando la heladera.

—¿Hiciste–

—¡Puta madre! —exclamó dando un salto.

Jean rio—, ¿hiciste las comprar?

—No.

—Entonces, no hay nada.

Cerró la puerta y se cruzó de brazos, sonriendo.

—¿Estuviste revisando mi heladera?

—Es muy difícil hacer el desayuno si no hay nada —sonrió también y se acercó a él. Acarició su mejilla con un dedo.

—Está bien, te perdono por las buenas intenciones.

Levantó la cabeza y se estiró para besarlo. Jean estaba apenas inclinado, sino, no habría podido llevar.

—Sash abrazó a Niccolo cuando lo besó —murmuró cuando se separaron, haciendo puchero y mirando al costado.

—Eres alto mantenimiento, ¿sabes?

—Me lo han dicho —se encogió apenas de hombros y sonrió cuando las manos de Armin acariciaron sus hombros, antes de engancharse detrás de su cuello.

Jean abrazó su cintura y se inclinó hacia el otro, pegando todo su cuerpo contra el de él. Acarició su espalda y lamió sus labios antes de separarse.

—Así–

—Voy a publicar un libro.

Se separó más y lo miró. Armin sonreía y se mordía apenas el labio inferior, parecía que llevaba bastante queriendo contarlo.

—Eso– ¡genial! ¡Felicidades! —exclamó Jean y lo abrazó, levantándolo del suelo—. Aunque no sabía que escribías.

—Es un secreto que iba a llevarme a la tumba —dijo, abrazándolo también.

Jean suspiró aliviado y lo devolvió a su lugar.

—Esta mañana, tuve una reunión con un editor y cree que me podría ir decente.

—¿Decente?

Armin frunció la nariz y sonrió otra vez—, bueno, dijo bien.

—No puedo creerlo, esto es maravilloso —volvió a besarlo—. Hay que festejar —volvió a besarlo—. ¿De qué es el libro? —beso—. ¿Puedo leerlo?

Armin lo besó—. No.

—¿Qué? ¿¡Por qué!?

—Dios, no —se tapó el rostro, riendo—, es… me da vergüenza.

—Vamos, tienes que presumirlo —dijo Jean y estiró una mano al aire—, Armin Arlert, escritor. Tienes que hacer tarjetas personales.

—Creo que te estás precipitando —dijo, saliendo de la cocina y sentándose en el sofá—. Me moría por contarte, pero qué bueno que no lo hice. Si no salía todo bien…

—Pero salió —se sentó a su lado—. Y ahora, ¿qué sigue?

—Tengo que pagar y comienzan a hacer todas sus cosas de, uh, publicación de libros. Tal vez salga en dos o tres meses.

—Wow —murmuró Jean, asintiendo. Volteó a él sonriendo—. Estoy orgulloso de ti.

—Eso es de mom friend —lo besó y se pegó más a él—, pero, gracias.


Llegó el terrible viernes. Último día de Annie ahí. Ymir no había llorado otra vez en toda la semana, capaz porque lo había guardado todo para ese día.

Habían quedado en cenar en la casa de Ymir, y mientras ella limpiaba, Jean se había encargado de cocinar.

—Parecen una pareja casada —comentó Annie cuando entró, después de Ymir.

—En el peor de los casos, nos casaremos a los cuarenta —dijo Ymir.

—¡Oye! ¿Cómo que en el peor de los casos? —exclamó Jean desde la cocina—. ¡Soy un partidazo!

—Claro, Jeannie, claro.

Comieron, jodieron y charlaron, exactamente como era antes. También habían hablado un poco de Eren, de que había estado en el día con Connie y que ahora debía estar en su casa con Christa, pero eso no le había sacado el tono animado a la cena. Era imposible perderlo estando los cuatro juntos.

Iba a extrañar mucho a Annie, otra vez.


Su celular sonó. Eran alrededor de las dos de la mañana y ya estaba dormido, pero cuando vio que era Christa, se despertó de inmediato.

—¿Christa? ¿Estás bien?

—Eren se me escapó —estaba llorando—, llamé a Connie, pero no contestaba y lamento despertarte, Armin, pero no sé qué hacer.

—Oye, oye —dijo suave, levantándose—, no te preocupes. Ahora voy a llamar a Eren, ¿sí? Y te avisaré.

—Gracias.

Colgó de inmediato antes de que ella siguiera llorando. Suspiró y se pasó una mano por el rostro. Revisó los mensajes del grupo, pero nadie había dicho nada. Después llamó a Eren, pero él no contestó, rechazó la llamada. Volvió a suspirar y se levantó de la cama.

—Christa —dijo cuando ella contestó—, no te preocupes, vino a mí casa.

—Ay, Dios —suspiró aliviada—. ¿Qué le pasó? ¿Va a volver?

—Estoy bajando a abrirle la puerta —mintió—. Le diré que se quede aquí, no te preocupes.

—¿Estás seguro?

—Sí, sí, no te preocupes. Regresa a dormir.

—Pero…

—No digas nada en el grupo, por las dudas —agregó—, el resto se preocuparán si saben que se escapó.

—Está bien —murmuró ella—, está bien. Llámame si algo cambia.

Colgó y miró el teléfono.

—¡Puta madre!

Marcó llamar mientras se vestía con lo mismo que había usado antes. Buzón de voz, llamó otra vez.

—¿Hola? —recién a la tercera llamada, Floch se dignó a contestar.

—¿Está Eren ahí?

—¿Qué–? No sé… ¿Quién habla? —estaba dormido.

—Armin. ¿Dónde está Eren?

—¿Qué mierda sé yo? Déjame de joder.

—¡Puta madre, Floch! —exclamó molesto—, ¿no te das cuenta de que es una emergencia? ¿Dónde está Eren?

—¿Por qué no le preguntas a él?

Armin respiró profundo, manteniendo la calma.

—¿No crees que si pudiera comunicarme con él, le preguntaría?

—Ah.

Idiota.

—Tal vez esté en el bar ese… uh, ¿cómo se llama... ? Está en la calle principal.

—¿Los Scouts? —Eren siempre insistía que fueran con él ahí.

—Creo que ese.

No respondió y colgó, buscó la ubicación en el celular y salió de su departamento.


Lo primero que Armin vio al entrar al bar fue a Eren, sentado en una mesa. Estaba inclinado hacia adelante, encorvado, un vaso vacío en la mesa y otro a medio beber en su mano. Armin suspiró y se sentó frente a él.

—Qué veloz —murmuró irónico.

—¿Qué haces aquí? —Eren hizo gesto hacia el vaso—. Te das cuenta de que si tienes que escaparte es porque tienes un problema, ¿verdad?

—No tengo un problema con el alcohol, tengo un problema con ustedes, que no me dejan tomarlo.

Un camarero se acercó con un menú.

—¿Nos trae la cuenta, por favor? —dijo él y Eren se irguió.

—¿Qué? No–

—Cierra la boca —volteó al camarero, ya sin sonreír—. La cuenta.

Eren se bebió lo que quedaba en un solo trago largo y eructó, sin cortar el contacto visual con Armin. Él frunció el ceño.

—¿Por qué eres así?

Él bufó. Trajeron la cuenta y se miraron por largos segundos hasta que Eren sacó dinero y lo dejó en la mesa.

Salieron a la calle a esperar un taxi.

Tal vez, lo que más enojaba a Armin era que él ni siquiera tenía culpa. Tenía esa posición de indignación, como si Armin hubiera ido solo para arruinarle la diversión.

Un taxi paró, subieron y Armin dijo la dirección de la casa de Eren.

—Sabes que puedo–

—Dios, Eren, a esta altura, no me importa —cortó Armin, sin mirarlo—, al menos, no despiertes a Christa.

—Salí por la ventana para no despertarla —murmuró, como, tratando de justificarse.

—No quiero saber.

—Vamos, ¿por qué hacen tanto drama? No estoy haciendo nada malo.

—No tienes control y lo acabas de demostrar con esto.

—Claro que sí tengo.

—Entonces, eres un imbécil, porque pudiste haber esperado a que confiáramos en ti de vuelta para mandarte esta.

—Oye–

—Basta, no quiero hablar ahora.

Llegaron. Armin bajó con él y le pidió al taxista que lo esperara.

—No hace falta que–

—¿No sabes hacer silencio, no?

—¡Pero, la puta madre, Armin! ¡Te pones insoportable! —exclamó él.

—¡Baja la voz! —exclamó también, pero susurrando.

—¡No me jodas!

—Eres– eres un pendejo de mierda, actúas como si tuvieras quince todavía y ni siquiera te das cuenta de cuánto nos hieres con lo que haces. ¿Tienes idea de lo preocupada que está Mikasa?

—Dios, Mikasa, siempre Mikasa.

—¿Qué se supone que significa eso? —preguntó, entornando los ojos—. Es tu novia.

—Por favor, ni siquiera te importa lo que me pasa.

—¡Claro que sí!

—Solo te importa porque Mikasa es más amiga de Jean.

—¿¡Y eso qué mierda tiene que ver!?

—Que porque sales con él, te pones del lado de ella.

—No hay lados, solo estás tú, siendo un idiota —dijo y bufó—, y no estoy saliendo con Jean.

—Ay, por favor, los en la fiesta, en el verano —rio irónico—. Además, no son muy disimulados que digan.

El taxista tocó bocina y Armin se volteó.

—¡Ya voy! —gritó.

—¿No decías que bajara la voz?

—Eres inmaduro, insoportable y un idiota —dijo Armin—. Vete a la mierda —concluyó, comenzando a caminar.

—¡Tú vete a la mierda!

Lo miró por encima del hombro, con los ojos entrecerrados.

—Entra a la casa, Eren —dijo, sin volverse. Se subió al taxi y se fue.

—Voy a entrar porque tengo sueño —murmuró Eren, arrastrándose hacia su casa.


Dedicado a quien me dijo la bella frase de "adulthood is the realization that people hurt each other by accident sometimes". Such a nice line.

Como datazo, vete a la mierda es dicho ocho veces acá. Creí que eran más veces, no hice bien mi trabajo JAJA

Si llegaron hasta acá, ni me voy a molestar en poner glosario.

El título del capítulo es ese porque el doc se llama "the one in which annie tries to kill jean" y me dio paja pensar en otro(?

No me acuerdo qué más tenía que decir.

Gracias por leer y dejen comentario, carajo mierda, o no escribo más. O sí(?

Vayan a ver mis otras historias de snk, están buenas(?) y estén atentis, mis escasos lectores, porque voy a participar de la semana eremika (probablemente).

Saludos.