Ginny se abrazó a sí misma, con los ojos llenos de lágrimas mientras Luna abría la puerta, apoyándose en el marco con indecisión.

—¿De nuevo?

La pelirroja había sorbido un poco, ingresando a la casa sin ser invitada. La rubia suspiró, mientras cerraba la puerta y la seguía por el pasillo.

Debía ser al menos la cuarta vez en la semana que su amiga iba hasta su casa, con el corazón roto y una pelea con su novio, Harry Potter. Quien iba un grado más arriba que ellas. Era simpático sí, pero no podía ver el día en que dejara de hacer sufrir a su amiga.

La primera vez había sido alrededor de seis meses atrás. Pelearon por una estupidez, y Ginny estuvo tres días esperando una llamada porque Harry fue el que tenía la culpa en esa ocasión. La angustia le pesaba como plomo mientras le contaba la situación y dormía allí una semana.

Era injusto. No solo para su amiga, si no que para ella también. Porque se notaba que Harry no la quería, y a pesar de que Ginny no se dejara arrastrar o pisotear, él terminaba haciéndolo de igual forma. No la amaba.

No de la forma en la que Luna lo hacía.

No la miraba como ella. Más que tristezas o angustias no le había dado en toda la relación de un año que mantenían, solo la lastimaba, y luego le pedía perdón. No la valoraba en lo absoluto.

Y aunque quería engañarse, aunque necesitaba engañarse, Luna estaba segura de que Ginny ya estaba cansada. Y que luego del tiempo compartiendo juntas, correspondía un poco, quizás solo un poco, a sus sentimientos.

Lo veía en la manera en la que la miraba cuando creía que la rubia no lo notaba, completamente hipnotizada. O la forma en la que rozaba sus manos casi de manera inocente. O en los abrazos que se daban, que duraban mucho más de lo que una amistad normal lo permitiría. Era apodada Lunática, sí, pero eso no quería decir que fuese tonta.

Ginny se sentó en su cama, luego de haber saludado a su padre y resopló, fijando sus ojos en ella. Las pecas de su rostro lucían mucho más bellas que de costumbre a la luz de su cuarto.

—¿Por qué sigues ahí? —preguntó con suavidad.

Ella suspiró, y bajó la mirada hasta sus zapatos. A Luna se le revolvió el estómago, mientras tomaba uno de sus mechones y lo retorcía entre sus dedos.

—No sé que hacer...

La rubia se sentó a un lado de su cama, y tomó su mano, mirándola directo a los ojos. Pudo sentir un leve escalofrío de la pelirroja.

—¿No quieres hablar del tema, no es así?

Ginny se mordió el labio, y luego negó.

—La verdad, Harry Potter está entre la menor de mis preo--

—No me refiero a Harry. Hablo de nosotras —le interrumpió dulcemente.

—Luna...—la chica pidió con expresión suplicante.

—Sabes que no fue un error lo de la noche pasada.

Los ojos de Ginny se llenaron de lágrimas.

—Es que--

—Mírame. Fijo a la cara —pidió, sonriendo—. Te juro que me voy si dices que no sientes nada.

La pelirroja desvió la vista, abrazándose a sí misma, dejando pasar un momento de silencio. Luna suspiró, y sin perder la leve sonrisa se levantó, soltando su mano y palmeando su pierna.

—Iré por algo de comer, ¿quieres? —ella asintió con gesto culpable— Bien, vuelvo en un segundo.

Luna había bajado hasta la cocina, que estaba completamente desierta, y luego de echar una mirada por el perímetro sacó su celular.

Comenzó a buscar entre sus contactos el de Harry Potter, el cual había adquirido hace no mucho, y marcó, poniendo el teléfono en su oreja mientras sacaba algún snack. Luego de tres pitidos, el pelinegro contestó.

—¿Hola? ¿Luna?

La rubia se enderezó, sacando un envase y dejándolo en la encimera.

—Hola Harry —respondió.

—Qué...peculiar escucharte. ¿A qué se debe el motivo de tu llamada?

Luna podía sentir el bullicio de una fiesta a través del teléfono, y como un hombre hablaba a un lado del chico. Le sonaba conocido...quizás era de su mismo grado. No le gustaba esa situación.

—Seré breve —aseguró asintiendo repetidamente. Su corazón estaba latiendo un poco más rápido—. ¿Por qué no terminas con Ginny?

Harry no respondió de inmediato, y el nerviosismo de la chica se incrementó. No sabía si era lo correcto, pero la verdad es que ya estaba harta de esto, sin importar sus sentimientos por Ginny.

—¿Perdona? —dijo finalmente. Luna suspiró.

—Sé que no es ninguno de mis asuntos, pero...Se nota que no la quieres. O al menos no se lo demuestras, entonces, por qué--

—No, Luna —le interrumpió con una risa incómoda—. Yo y Ginny no estamos juntos desde hace meses.

La chica no reaccionó de inmediato, parpadeó un par de veces, mientras volvía a la realidad, comenzando a volcar el contenido de unas papas envasadas dentro del recipiente.

—¿Qué? —fue lo único que logró decir.

—Pues eso —volvió a repetir—. ¿No lo sabías? Van a ser cuatro meses ya. De hecho, se armó un tremendo alboroto porque ahora estoy con--

—¿Cuatro meses? —preguntó, interrumpiendo, sin creérselo, apagando las luces del cuarto y encaminándose escaleras arriba.

—Así es. Puede ser que un poco más, no lo sé.

Luna llegó hasta la puerta de su habitación, y la abrió con cuidado, sobresaltando un poco a Ginny.

—Está bien —dijo mirándola—. Lo siento mucho. Gracias Harry.

Lo último que oyó antes de cortar la línea y que la mirada de Ginny se transformara en una de pánico, fue un "está bien, tranquila."

—Te juro que tiene una explicación —se apresuró en decir la chica. Luna asintió lentamente, cerrando la puerta tras de sí.

Dejó el bowl con las papas encima de su escritorio y se apoyó allí, trenzando su propio cabello y sin dirigirle la mirada.

—Sí. Mentí —admitió de forma directa, como siempre. La más pequeña suprimió un escalofrío—. Porque no tenía idea de qué otra forma acercarme a ti, y me da miedo. Porque eres una chica —infló sus mejillas exageradamente—. Ymegustas.

Subió la vista de golpe, la cara de la rubia iluminándose completamente al oír sus palabras. Una pequeña sonrisa se abrió paso por su rostro, con la pelirroja devolviéndole la mirada.

—¿Sabes que me pasó anoche? —le preguntó con voz suave. Ginny negó insegura— Volví a soñarte. Así ha sido durante meses y-- —negó con la cabeza— Me gustaría que en un futuro seas lo primero que vea al despertarte. No quiero ser tu amiga —amplió su sonrisa, sin poder retenerle una sola gota de rencor por la mentira— Quiero ser la persona que sane tus heridas.

La otra chica volvió a morderse el labio, y Luna se acercó hasta ella, tomando sus dos manos. Ginny no reaccionó de forma inmediata, clavando la vista en sus dedos entrelazados, y Luna finalmente se inclinó hacia su cara, sintiendo su respiración. Haciendo que la rubia hablara sobre sus labios, enviando descargas eléctricas por todo su cuerpo.

—Solo dime cómo lo hago.

No necesitó nada más.

Porque el "sí" de respuesta, vino en forma de un beso.