CAPÍTULO CUATRO
TODO PASA Y TODO QUEDA
SECCIÓN PRIMERA: SHINJI IKARI
El ambiente en la sala de espera es deprimente. Varias personas están sentadas allí, entre algunos asientos que han sido arrancados de las banquetas. Muy pocos sentimientos se exteriorizan en las figuras, y si por casualidad alguno lo hace, no es ninguno deseable. Las toses aisladas acompañan el rumor tan típico de los hospitales.
A la entrada de un pasillo adjunto hay una claraboya traslúcida, único indicio de que afuera ya ha salido el sol.
Shinji está sentado cabizbajo, prácticamente caído hacia delante en el asiento. Tiene detrás una pared desgastada con la pintura blanca roída en varios puntos. En ella cuelga un poco más allá un viejo cartel de donación de sangre. Otro panfleto morado acerca de los beneficios de algún medicamento fue pegado encima, y de eso ya hace mucho tiempo. Ahora ambos carteles parecen combinarse.
"DONATE YOUR…HAPPINESS!"
Cuando la vista observa las banquetas las letras quedan como apenas un bosquejo lejano. El tiempo pasa, y los presentes van levantándose y desapareciendo. Alguno llega nuevo a la sala pero no tarda en disiparse. La única figura eternamente estática es Shinji. Hasta que el chico se queda completamente solo, y nada se mueve alrededor de él.
Por el pasillo se acercan unos pantalones oscuros, algo sucios, pero de corte elegante.
Fuyutsuki se deja caer junto a Shinji. El joven no levanta siquiera la cabeza. En verdad, tampoco la mirada del subcomandante se dirige a él sino al frente, evidenciando unas marcadas ojeras.
Hay un breve silencio entre los dos. A pesar de la postura erguida de Fuyutsuki choca directamente con la de Shinji, quien les observase diría sin duda que comparten estado de ánimo. Fuyutsuki habla finalmente con voz queda.
"Tu madre fue una gran mujer, Shinji. Espero que nunca olvides eso."
Ante tal repentino comentario, la única respuesta es un ligero estremecimiento. Fuyutsuki desvía la mirada hacia el lado contrario.
"En realidad, no sé cómo decirte…"
Una mujer entrada en años y en algunas carnes se detiene frente a ellos, interrumpiéndole. Respirando agitadamente, sus ojos buscan los de Fuyutsuki con ansia, como queriendo reconocer a alguien. Pero parece decepcionada. No pierde un segundo en continuar su recorrido a trompicones. Al final se pierde en la lejanía del pasillo.
Un desconcertado Fuyutsuki sacude suavemente la cabeza. Inspira hondo.
"Shinji, tu padre ha muerto. Encontramos su cuerpo junto al de Ritsuko Akagi en el Dogma Terminal."
No hay reacción en Shinji, su rostro sigue enterrado hacia abajo.
"Y la Mayor Katsuragi… también ha muerto."
En ese momento la espalda del chico sí que aparenta hundirse un poco más. Fuyutsuki le pone una mano sobre el hombro.
"Lo siento mucho, Shinji."
En sus siguientes palabras su voz es temblorosa.
"Ambos… todos… tendremos que salir adelante."
Mirando desde el suelo se podría superar la barrera de ese pelo negro y descubrir que Shinji tiene realmente los ojos abiertos de par en par, y también temblando. Como si lo viera, el subcomandante traga saliva y se inclina un poco sobre él. Esta vez sus palabras quien sonar más adultas.
"Escúchame, Shinji. A partir de ahora no tendrás que preocuparte por nada. ¿Me oyes? Por nada. El personal de NERV y yo estaremos disponibles para lo que necesites."
Vuelve a erguirse en su asiento. Ahora dos médicas transitan por delante de ambos.
"Ha sido una noche horrible. Hemos tenido que atender a toda esa gente de NERV y del ejército."
"Y que lo digas. Menos mal que aparte de eso no ha habido ningún ingreso grave hoy."
"Sí, menuda suerte. Si no, no sé cómo lo habríamos hecho."
La pesada soledad que queda de nuevo entre los dos dura un tiempo. Al final la rompe un susurro de Shinji.
"Fuyutsuki… gracias."
El subcomandante únicamente mueve la cabeza para asentir en silencio.
Sería imposible determinar con exactitud la hora en que una puerta se abre en el otro extremo de la sala. Fuyutsuki arquea una ceja. La puerta se cierra con suavidad, y el subcomandante se levanta automáticamente.
Shinji alza la cabeza, reparando en la figura color verde sanitario que les observa. Como si hubiera recuperado toda la vitalidad perdida, no tarda ni un segundo en llegar frente al doctor.
El chico le implora con los ojos pero el hombre se limita a devolverle una dura mirada. Fuyutsuki tarda un momento en acercarse, y sólo entonces el médico habla.
"La paciente se encuentra estable en este momento. La intervención ha sido un éxito, dadas las condiciones en las que llegó."
Los ojos de Shinji se iluminan. También hay alivio en Fuyutsuki, mejor escondido.
"Afortunadamente ningún órgano vital sufrió daños irreversibles. Sin embargo, la pérdida de sangre le provocó una parada cardiorrespiratoria. La logramos reanimar, pero su cerebro puede haber sido afectado por la falta de oxígeno."
Los zapatos del médico consisten en unos zuecos azules tipo crocs envolviendo unos gruesos calcetines blancos.
"Lo cierto es que las heridas que sustrajo eran muy sorprendentes. No revestían mucha profundidad, pero había gran desgarro de tejidos. La del hombro se ha llevado una gran cantidad de músculo."
El doctor escruta a Fuyutsuki con la mirada. Sus palabras se enlentecen.
"No sabía que dentro de un Evangelion se podía sostener esa clase de heridas."
Fuyutsuki aguanta estoicamente la mirada en silencio. Finalmente el médico termina bajando la suya, y su voz vuelve a acelerarse.
"De cualquier manera, eso no nos preocupa ahora."
Afuera el día es soleado, al igual que el anterior, pero el hospital tiene un aspecto pésimo: entre otros deterioros puede divisarse la herrumbre desprendiéndose de los terrados.
"Lo principal es el cerebro. Podría quedar con secuelas neurológicas, aparte de las físicas. Con los medios que tenemos, no podemos saberlo hasta que despierte. Estará en coma durante un tiempo indeterminado."
El edificio se desvanece con la categórica conclusión.
"Su situación sigue siendo muy grave."
La habitación de Shinji está sumida en las sombras propias de la madrugada. Está tumbado sobre la cama, y la vista se mantiene flotando por encima de él.
Mi padre está muerto.
Sus pensamientos son lentos, agotados.
¿Es normal… que no sienta pena por su muerte? Mi padre me abandonó. Me traicionó. Nunca me quiso. Yo sólo quería que me quisiera. Pero ahora no siento nada por él.
Vuelve la cara hacia la derecha.
En cambio ella se sacrificó por mí.
Su puño se aprieta involuntariamente, pero al instante vuelve a aflojarse.
Misato, no deberías haberlo hecho. Tendrías que estar tú aquí. No yo. Tú confiaste en mí. Tú me… querías. Nunca te dije…
Su espalda se arquea levemente como aquejada de un repentino pinchazo.
Por favor, necesito volver a verte. Quiero decirte tantas cosas… Quiero poder compensarte… Por favor, vuelve.
No se había oído antes un sonido en toda la casa.
"Vuelve."
Shinji acaba por enfocar al techo.
"Conseguí salvar el mundo, Misato."
No hay alegría en su rostro al pronunciar estas palabras.
Pero tampoco pude salvar a Asuka.
Shinji vuelve a apartar la cara, esta vez hacia la izquierda.
Asuka…
Durante una milésima de segundo, las tinieblas azules del cuarto se vuelven rojas. Tumbado boca arriba, el cuerpo encharcado de Asuka se superpone fugazmente de manera perfecta sobre el suyo.
Cuando el negro del ambiente retorna a su mente, Shinji emite un gemido y se acurruca sobre el costado.
No te mueras, Asuka. Por favor, no te mueras.
Su propio cerebro va difuminando la frase.
Por favor no te mueras, por favor no te mueras, por favor no te mueras…
Los ojos de Shinji están llorosos.
¿Y si no se muere pero… nunca se despierta? ¿Y si se despierta… como… un vegetal?
Sacude la cabeza con violencia.
¡No quiero pensar en eso! ¡No! ¡No puede ser verdad!
Su mirada reluce al abrirse, completamente cristalina.
¡No sé por qué ella tiene que sufrir tanto! ¡No tiene sentido! ¡Es demasiado cruel! ¡Demasiado cruel!
Entonces una idea surge clara y concisa, una idea que le golpea como un martillo.
¿No debería haber iniciado el Tercer Impacto, y haber terminado con todo esto?
Es ahí cuando Shinji se voltea bruscamente y hunde la cara en la almohada. Al menos desde el techo ya no se ven sus lágrimas, solo los fuertes espasmos, cuando por fin llora y llora sin que nada le reprima.
Parece que es la misma estancia la que, en ausencia de ventanas, emite esa luz penetrante. Una luz azul oscuro, como de tubo de neón, que deja las esquinas y los rincones en tinieblas. La aparatosa cama ocupa gran parte de la pequeña superficie; sobre ella se amontonan una gran cantidad de aparatos de monitorización.
Alguien ha pegado con celo una hoja sobre el cabecero, y han escrito con prisa tres palabras en ella.
"ASUKA LANGLEY SORYU"
A duras penas se revela el conocido perfil de la joven bajo un azul profundo. Asoma por su boca un tubo de plástico que roza con un labio roto; la frente y el ojo izquierdo están tapados completamente por vendas.
Del resto del cuerpo sólo sobresale una banda en su hombro derecho. Los cables y las vías se deslizan por debajo de la sábana terminando en multitud de dispositivos diferentes. A contrario que en NERV, pareciera que la decrepitud exterior del Hospital IV es el precio a pagar por tanta, y tan moderna, maquinaria.
El negro y el añil de la vista no cambian cuando se oye una puerta deslizarse, y luego las patas de una silla arrastrarse en la oscuridad. Allí, frente al pie de la cama, se sienta una pequeña silueta. Otra, mucho más alta, queda de pie tras ella.
La voz de Hyuga es lo siguiente que se escucha en la habitación.
"Shinji, he propuesto convertirme en vuestro tutor a partir de ahora. De los dos. Espero que estés de acuerdo."
La Mayor Katsuragi se inclina entonces sobre Hyuga, las tonalidades del ambiente son de improvisto las de la sala de control de NERV.
"Ahora te quedas al mando."
Sobre los ojos añiles de Hyuga se imprime la respuesta que dio en su momento.
"¡Sí!"
Su silueta detrás de Shinji se mueve ligeramente. El chico no ha respondido.
"Me mudaré a casa de Katsuragi en los próximos días. Así no tendrás que cambiar nada."
La vista cambia por fin y queda frente a Shinji: el azul neón recorta su cuerpo y la oscuridad se concentra en él. No es posible distinguir su rostro, hasta el instante en que una luz blanca comienza sin previo aviso a alumbrarle. Al principio tampoco se inmuta, se mantiene impasible, pero termina parpadeando e incorporándose hacia la luz.
La tinieblas de los rincones han envuelto todo a su alrededor. La habitación y la cama han desaparecido, y sólo queda únicamente un fondo negro. Él es quien en realidad irradia la poca luz del ambiente, sus hombros cuelgan hundidos formando una pequeña sombra gris bajo sus pies. Y no hay nada más.
"¿Tendría que haber terminado con este mundo de mierda?"
Silencio en la oscuridad.
"Hay un futuro diferente después de pilotar un EVA. ¿Este futuro? ¿Una vida con todos muertos y Asuka… babeando en una silla de ruedas?"
Esa silla de ruedas ha aparecido detrás de él. Se vuelve sobresaltado. Sólo hay negrura.
"Quizá ella no vuelva a sentir nada. Nunca más. ¿No hubiera sido mejor salvarla uniéndola a los demás?"
Relaja una de sus manos y la eleva frente a su cara. La palma se recorta luminosa sobre el vacío.
"Entonces no habría felicidad. ¿Es que eso existe realmente? ¿O sólo para algunos? ¿Puede Asuka alcanzarla ahora en este estado?"
Shinji cierra la mano.
"Aquí no hay nada. Si sólo pienso en mí, estoy solo. Y si pienso en ella, estoy muerto."
Da unos pasos titubeantes hacia atrás.
"Lo que le ha pasado a Asuka es culpa mía. Está en esa cama por mí. Ella luchaba mientras yo… Ya no puedo hacer nada por ella. Ya no puedo hacer nada... por nadie."
Su expresión pasa a mostrar gran tensión.
"¡Pero sé que tengo que luchar, mamá, tú me lo dijiste! ¡Tengo que seguir viviendo! ¡Pero no sé cómo hacerlo!"
Un destello ocurre en la lejanía. Shinji corre hacia allí. A medida que intenta acercarse, sin embargo, el punto de luz se hace más y más pequeño. Acaba por detenerse en medio de una gran agitación.
"¡Mamá! ¡Mamá, ayúdame! ¿Dónde está el camino? ¿Qué puedo hacer ahora? ¡¿Qué puedo hacer, si no puedo hacer nada?!"
Ahora él da vueltas sobre sí mismo, completamente perdido en el vacío, o en la infinidad.
"¿Qué pasa si se me agota la voluntad? ¿Qué ocurre si me pegan tantos golpes que ya no resisto más? ¡¿Qué ocurre si se los pegan a alguien que me importa?!"
Finalmente la sombra gris se queda quieta, sus espaldas respiran pesadamente. Shinji gira la cabeza y su mirada se alinea con el punto que le enfoca.
"Quizá no sea lo bastante bueno para soportar tanto dolor. Es demasiado fuerte."
Se da la vuelta al completo.
"Si sólo pudiera volver…"
"El horario de visitas ha terminado por hoy."
Una desconocida voz femenina ha retumbado en el espacio, cortándole.
La vista gira entonces en torno a un desconcertado Shinji hasta situarse detrás de su hombro. El centro de la negrura vuelve a convertirse en un mero rincón, y el conocido toque de neón va formando las máquinas sanitarias a su alrededor. El rumor de los aparatos ha comenzado de nuevo.
Shinji se incorpora como un autómata, cabizbajo. Se apoya con las manos sobre el lecho de Asuka, y lo bordea con lentitud. No ha terminado de hacerlo cuando alza un poco la cabeza.
La vista, a sus espaldas, expone ante él un abismo inerte. Un abismo muy diferente al de aquella habitación 303. El cuerpo de Asuka está sepultado entre la oscuridad y las vías de sangre. Ya no parece dormida: su melena se abulta y se esparce formando una corona apagada alrededor de su rostro; el tubo que respira por ella no sólo mantiene abierta la boca, sino que dibuja una sutil e irreal mueca nunca antes vista por Shinji en su amiga.
El sonido de fondo se interrumpe en seco, la hojita sobre la cabecera aparece de nuevo. Algo ha cambiado en ella. Aunque la iluminación del ambiente lo imposibilita, ahora las letras son de un color rojo sangre. También, tres palabras.
"ELLA ESTÁ LUCHANDO"
El ronroneo de las máquinas se reanuda. La expresión del chico acaba de endurecerse significativamente. Apoya el brazo junto al cuerpo y se inclina sobre él. Al hacerlo, el pelo sólo deja ver la parte inferior de su cara.
"Esta vez no te abandonaré, Asuka. Estaré contigo pase lo que pase."
A pesar de la sombra que ha emergido tras él, Shinji se acerca todavía más a las enterradas facciones de su amiga.
"Me cueste lo que me cueste."
Cuando retiran su brazo de la cama, queda allí una difuminada marca sobre las sábanas.
Las colinas que rodean TOKIO-3 son las que reciben los primeros rayos del amanecer. No tarda mucho la lejana ciudad en estar completamente encendida.
El suero que llena la bolsa junto a Asuka no escapa al color profundo de la habitación. Se escurre una gota sobre la sonda. Luego otra.
Y otra.
La sala de espera del hospital escucha ese último y suave sonido de chapoteo. Shinji está sentado en una de las solitarias banquetas. El hundimiento de sus hombros ya no es tan pronunciado.
El sol vuelve a salir lamiendo las puntas de los rascacielos que aún sobreviven.
Varios transeúntes empiezan a poblar las calles de las afueras de la ciudad. Ciertos comercios exhiben letreros de reapertura. Otros rótulos advierten de la existencia de atascos en la autopista N2, sentido de entrada.
Por la noche ya casi no quedan coches en uno de los grandes puentes de acceso a la ciudad. Sí una hilera de personas. Portan grandes fardos bajo las farolas que les escoltan. La niña que camina con un hatillo se tropieza.
Una mujer se agacha y la rodea con los brazos. Seca unos ojos húmedos y besa el hombro malherido.
"Tranquila, hija. No ha pasado nada."
Da la impresión de que la venda que envuelve el hombro de Asuka no es blanca. El cilindro continúa irradiando su maldito azul con fuerza. Pero en un momento dado, el brillo parece temblar.
Y así se pasa la primera semana.
Continúa haciendo calor cuando un gigantesco cascote es izado por un cable. Dos grúas de grandes proporciones se levantan sobre los restos de la pirámide de NERV. La están desmantelando.
Un camión militar transita por algún camino de tierra de los alrededores. Lleva en su cargamento placas de color rojo llenas de barro. La rueda delantera derecha gira y gira moviéndose hacia la vista. Siempre a la misma distancia, solamente remueve el fango.
Todo lo contrario ocurre con la ruedecilla de la camilla, que no desplaza absolutamente nada al moverse. Una enfermera empuja despacio a Asuka por el pasillo.
La camilla enfila una estrecha puerta abierta. La mujer la mueve con cuidado, aunque no puede evitar que se desvíe y golpee con el marco. El lecho termina por deslizarse a través del umbral en silencio.
Varios jóvenes cruzan riendo la verja que se abre. Entran al patio de un instituto de TOKIO-3 acompañados de un animado griterío.
Sin tubos asomando por la boca y con vendas menos extensas, Asuka parece dormida en su nueva habitación. Sólo tiene un monitor conectado a ella.
Shinji duerme hecho un ovillo a la vera de su antigua compañera de fatigas. El sillón que le sirve de catre ni siquiera puede reclinarse.
Entre las ruinas de dos rascacielos hay colgado un cartel colosal. El atardecer no hace justicia a sus vivos colores. Se reconoce la figura de un soldado que tal vez abraza a dos niños. Las gruesas letras blancas sí que se leen con más facilidad.
"¡Eterna gratitud a nuestras Fuerzas de Autodefensa que consiguieron la victoria!
¡La Fiesta Nacional de Japón será celebrada en vuestro honor, héroes!"
Shinji se apoya en las baldosas de la ducha, parece ser lo único que le sostiene. En la cocina del apartamento de Misato cuece a fuego lento una cacerola.
Shinji comprueba el reloj sobre la mesita junto a Asuka. La claridad que la ventana da a la habitación ya desfallece. Su mochila se abre dejando a la vista una pequeña tartera.
Vestido con una camisa verde, Hyuga baja las escaleras de la puerta principal del Hospital IV. Al llegar a la acera se detiene, y sacude la cabeza sin convicción.
Ya no hay amasijos de hierro rodeando el agujero abierto en el corazón de TOKIO-3. Una inmensa visera comienza a tomar forma cubriendo el antiguo GeoFront. Esta vez la estructura no deja pasar nada de luz.
El hocico de un avión de pasajeros se abate sobre un cielo gris. Su tren de aterrizaje toca tierra en una pista de cemento desgastado.
Una mujer desdibujada se abraza con fuerza a su acompañante al ver a Asuka. La mano de la joven reposa inmóvil sobre la cama.
Otra mano ruega en medio de la lluvia. Un vagabundo pide limosna frente a algún transeúnte perdido. Hay muy pocos. La lluvia se detiene sobre la palma, y en su lugar cae una moneda reluciente.
También han vuelto hacia arriba la mano de Asuka. Su madrastra está besándola entre lágrimas. Se incorpora con dificultad ayudándose del padre de la joven.
Ya se han ido. El avión se hace cada vez más pequeño alejándose en el cielo azul.
La niebla cubre los lagos que rodean la ciudad. No hay calma, hay motosierras. Varios obreros en chalecos naranjas avanzan en línea. Detrás dejan un rastro de troncos. Junto a la carretera hay un panel informativo
"Nueva Construcción de Barrios Residenciales
PLAN ECONÓMICO DE RECONSTRUCCIÓN NACIONAL
Gobierno de Japón. Recuperando el Empleo."
El sillón de Shinji está pegado a la cama, desaprovechando mucho el espacio de la habitación. Su mano izquierda está aferrada a la de ella. En la derecha sostiene un libro.
Desde arriba unos coloridos paraguas giran con vitalidad propia, amontonados frente al cine. El corro de amigos y amigas se acerca en piña a la taquilla con una sonrisa.
"¡Sí, seis entradas por favor!"
El grupo que se reúne ante la puerta de la habitación es mucho más silencioso. Un abatido Shinji ocupa el umbral por delante de Hyuga. Ibuki cae de rodillas frente a ellos tapando su rostro con las manos. Fuyutsuki y Aoba tratan de levantarla con dificultad.
La puerta sin número de la habitación de Asuka se cierra suavemente.
En el apartamento de Misato, la puerta del cuarto de Shinji ha quedado abierta. Sobre el suelo se hallan tirados sus cascos y el reproductor de canciones.
Hace ya tiempo que no se escucha música de fondo.
SECCIÓN SEGUNDA: ASUKA LANGLEY SORYU
El paso del tiempo se podría medir con precisión gracias a los pitidos que suenan sobre el cuenco metálico lleno de agua. El líquido se mantiene en calma por un tiempo, entonces un guante de látex suelta sobre él unas tijeras quirúrgicas. Un instante después el agua ya no es transparente sino roja.
Es de ese color el líquido que se sume más tarde por el lavabo. Alguien se está lavando las manos. Se quedan agarradas al terminar, y se escucha un susurro.
"Pobre chica."
Después la puerta doble de la sala se balancea, y unos crocs azules se pierden fugazmente por el pasillo.
En el centro la solitaria cama emana un conocido azul de neón. El perfil izquierdo de Asuka, irreconocible y partido por un tubo de plástico, no deja ver más que su nariz respingona. Su cruel mueca añil no se mueve, no dice nada, pero la vista sí es capaz de escucharla en el pasado.
"¡No quiero morir!"
Con un fuerte impulso, los cuatro MP EVAs han levantado el vuelo ágilmente.
Los chillidos han bajado de intensidad dentro de la cápsula, pero todavía se sienten. Con dificultad puede advertirse el cuerpo de Asuka revolviéndose en la verde oscuridad. No ha dejado de intentar contener el líquido negro que oculta la mitad de su figura. Una mano en el vientre y otra en la cara.
Sus sacudidas y gemidos continúan cuando un grito de Shinji inunda repentinamente la cabina, desesperado y casi indescifrable.
"¡Asuka!"
Los zarandeos de la encogida Asuka se enlentecen. Entonces, tumbada como está, echa bruscamente la cabeza hacia atrás.
Su ojo derecho está completamente abierto, pero no en la parte usual de la vista. El rostro del revés tiene la parte izquierda completamente negra, y debe de haber una brillante luz en el exterior que hace que el iris derecho tenga un color naranja. Sólo hay dos imperceptibles detalles en ese rostro que no casan con su desesperación: ese ojo con algo de brillo, y una arruga aparecida en la comisura de los labios. Así se anula el resto de la expresión: en realidad transmite infinita esperanza.
La enorme aguja que se desprende corta ese anhelo. Asuka se ve sacudida violentamente hacia abajo con un alarido mientras un chorro de sangre sale despedido de su hombro derecho. Después la oscuridad se traga todo lo demás.
Sólo queda un fondo ausente de color y de sonido.
Los segundos pasan hasta que se eleva un lejano susurro.
"Asuka…"
También parecen lejanos los ecos que comienzan. Entre ellos se arrastra la voz anterior, y lo poco inteligible de ella vuelve a ser una llamada.
"¡A...suka!"
Los ruidos van adquiriendo la naturaleza de golpeteos y chasquidos. Ya se reconoce con claridad cuál es la siguiente palabra que suena sobre ellos, y que es Shinji quien la pronuncia.
"¡Locura!"
Los chasquidos se mitigan poco a poco hasta disiparse por completo. Entonces suena la voz de Shinji, clara y concisa.
"Perdóname, Asuka. Soy una mierda."
El vacío continúa presente durante un par de segundos, y desaparece.
Dentro de la cápsula, el brazo izquierdo de Asuka se ha extendido hacia delante. El dedo índice es el más estirado, el resto se ha quedado a medio camino; de todos ellos chorrea sangre negra.
No, mamá…
Una de las pantallas secundarias de la cápsula parpadea. Con un suave pitido, se muestra un mensaje de grandes letras.
"LINK TRUNCATED: SINCRONIZATION REDUCED TO 0%"
Acto seguido la inscripción que reza "EVANGELION-2014-02" escucha un debilitado zumbido, y el EVA se apaga para siempre.
Retumba todavía el estruendo de la caída de la Unidad 02 cuando sus quebradas facciones aparecen hundidas en el fango. De nuevo la oscuridad hunde a Asuka.
Unos cuantos segundos pasan hasta que se forma una figura sobre el fondo negro. Es Shinji, sentado y tocando su violonchelo. Sin embargo, lo que suena es el tono despreocupado de Asuka.
"La verdad es que me estaba aburriendo con mi cita, así que me escapé mientras hacíamos cola en la montaña rusa."
Shinji responde muy pausadamente.
"Qué cruel eres."
Ella se encuentra delante de él. Sin un sólo rasguño, está tumbada boca arriba sobre el vacío, ataviada con su vistoso vestido verde y gruesos calcetines blancos. Con los brazos cruzados tras la cabeza, ella ignoró el comentario de Shinji con aire desdeñoso.
"Bah, el único tío que merece la pena es Kaji."
Sus pies enfundados se menean juguetones frente a Shinji.
La mera respuesta de él es una exhalación fuerte de aire.
Un tenue azul celeste, propio de una decoración de azulejos, ha devorado el negro y formado la mano abierta de Shinji sobre él. Es una más que reconocible imagen: la palma y los dedos están pringados con semen.
Sobre la mano manchada comienzan a oírse unos delicados gemidos de mujer, que continúan cuando cambia la tonalidad imperante. A un metro de distancia, la dura mirada de Shinji contempla una escena sexual oculta.
Asuka abre los ojos bruscamente sobre la almohada. Encendida con furia, no se para ni un segundo en analizar la familiar habitación del apartamento de Misato. Sus piernas pegan un salto y, entre resbalones, se lanza hacia el pasillo.
Al llegar a la cocina se acerca con determinación a Shinji.
"Eres un idiota, y eres culpable."
Ella está ahora inclinada sobre el empequeñecido muchacho.
"Si no puedes ser completamente mío, no te necesito."
La mano de Shinji agarra la suya, posada sobre la mesa. Asuka no le dirige la mirada.
"Te odio, Shinji."
La pequeña niña pelirroja corre animada hacia la vista, corre y corre, hasta que la puerta final se abre.
Todo se enlentece tanto como la rotación del cuerpo de su madre que cuelga del techo. No hay palabras en el convulso grito de Asuka. Cuando deja de gritar, la silueta sigue girando despacio por unos segundos más.
No es una madre sino un padre, Gendo Ikari, el que se aleja ahora de Asuka. Ella se asoma por encima del hombro de un Shinji que llora, y le observa desconcertada. La sonrisa de Misato se pierde tras la compuerta de un ascensor. Asuka se desmorona en la oscuridad, separa sus labios de los de Shinji en la cocina y escapa corriendo al lavabo.
En el cielo grazna un cuervo. Hacia allí apuntan los ojos de Asuka. Pero están vacíos de todo, y ella está desnuda en una desvencijada bañera. El sol que alumbra su rostro inexpresivo es intenso, finalmente un acto reflejo la obliga a girar la cabeza y a entrecerrar los ojos.
A esta mirada entrecerrada le cuesta ahora enfocar. Un tubo fluorescente despide luz sobre ella, desvelando muy poco de un decrépito techo. Misato se alza allí junto a ella: su pelo morado es inconfundible bajo el foco, su rostro sin embargo es tan negro como el techo. De pie detrás de Misato hay un chaval de pelo gris.
Asuka termina cerrando sus blancos párpados cansadamente.
Lo siguiente que ve es a un Shinji enterrado en su almohada.
"¡Señora Ikari, Shinji no quiere ir al colegio!"
"Traidora…"
Ambos corren hacia el colegio sin decir nada. Sus caras expresan una calma apacible.
Entre los pupitres, Asuka observa pensativa a Shinji mientras él se gira hacia Kensuke. Rei Ayanami se presenta frente a la clase, y la silla de Asuka se desplaza hacia atrás. Rei resopla.
"¿Pero por qué le defiendes? ¿Es que estáis saliendo o qué?"
Asuka rebota hacia delante alzando el dedo índice.
"¡Tú estás loca! ¡Pero nadie se mete con mi amigo!"
Se deja caer en la silla con los brazos cruzados y la barbilla en alto. Cierra sus ojos con tremenda indignación, el jolgorio de la clase continúa en el fondo negro que ella ve.
Pero en unos segundos el ajetreo ha desaparecido. Es su propia voz la que suena en la oscuridad, muy diferente a la de antes.
"¿Amigo? Yo no tengo ningún amigo."
El mismo paso del tiempo llega a hacer incómodo el silencio, hasta que este se rompe con un vivaz grito. Es la voz de Misato.
"¡Asuka!"
El negro se abre verticalmente dando forma a un rostro desenfocado. El pelo morado no tiene pérdida.
"¡Asuka! ¿Estás bien?"
Misato la está observando con una alegre sonrisa.
"¿Es que no te lo vas a comer? ¡Qué pinta más buena!"
Un humeante cuenco de ramen con aleta de tiburón y cerdo ocupa la mesa de madera frente a Asuka. Despacio, la joven vuelve a mirar a Misato. Ella está comiendo su bol de ramen con sincero disfrute. Asuka se inclina muy levemente hacia delante, lo suficiente para que el contorno de su acompañante se desdoble. Más allá, Shinji también está ensimismado en su comida, luciendo una sonrisa casi bobalicona. En el lado contrario, el plato de Rei es significativamente más verde.
Los ojos azules se encuentran de nuevo con el cuenco de aleta de tiburón y cerdo. La animada voz de Misato vuelve a sonar con la boca llena.
"¡Venga, Asuka, a qué esperas!"
Como por arte de magia, esas palabras iluminan la mirada de la joven. Aferra los palillos con ganas. Las cuatro espaldas se perfilan ahora en fila bajo el toldo rojo del puesto. También es de un intenso rojo sangre el farolillo que alumbra la mesa en la noche.
La hambrienta Asuka se está alimentando con avidez contenida; los cuatro continúan comiendo en silencio. Varios segundos han pasado cuando sus nucas reciben un débil resplandor, quizá de algún coche de policía que pasa por la calle.
Ahora es Asuka quien está ensimismada terminando su plato de ramen. Parece ignorar la luz hasta que esta termina envolviéndola, convertida en fuertes fogonazos azules.
Levanta la cabeza de su plato bruscamente. El rojo del ambiente se ha derrumbado, como si el coche patrulla estuviera justo detrás de ella. A su derecha, los rostros de Misato y Shinji se han girado hacia la fuente del potente fulgor. Entonces ella hace lo mismo.
Su rostro únicamente es visible cada medio segundo. En esos momentos su piel se advierte completamente lívida. Su melena, suspendida en el aire de manera irreal, comparte ese mismo tono blanquecino. No se sabe lo que ve, pero la efímera alegría ha desaparecido de sus ojos completamente abiertos.
Algunas calles más allá, una vieja acera se parte con un sutil chasquido. La calle se resquebraja en una grieta negra y profunda que no tarda en agrandarse y serpentear como si estuviera furiosa.
Bajo el toldo ya sólo queda la pobre Asuka observando los fogonazos azules, los demás se han desvanecido. Desde las alturas el puesto de comida parece insignificante, y como tal se lo traga la tierra. La naturaleza intermitente de la luz da la impresión de una caída a cámara lenta cuando la grieta se abre bajo el puesto y el lejano cuerpo Asuka cae cual muñeca de trapo.
En un abrir y cerrar de ojos, la caseta entera se ha despeñado. El resplandor azul sigue insistiendo pero ya casi ni se nota: sólo queda un enorme agujero frente a él, y nada que se pueda iluminar.
La maleza que nace entre los árboles es un enmarañado manto que no deja palmo libre. Pero la vista no se detiene a examinar las zarzas, sino que pasa por encima. El túnel de vegetación que conforma la maraña y las hojas termina en una ventana muy verde.
Esta se agranda cada vez más para desvelar una pequeña ladera de césped de corte impecable. Mientras el bosque queda atrás y la vista sigue su camino hierba arriba, se advierten dos voces que conversan. No se identifica lo que dicen hasta un poco después.
"… lo que hiciste en todo ese tiempo que estuve ausente."
En la cima de la pequeña colina se alza un banco de madera que apunta hacia la izquierda. Allí, más allá de otra arboleda, la espléndida pirámide de NERV reluce como hecha de cristal bajo un cielo anaranjado.
Quien ha hablado ha sido Kaji, situado de pie justo detrás del banco. Asuka, sentada con las piernas cruzadas en el extremo más alejado, se está revolviendo para mirarle llena de fastidio.
"Si ya lo sabes, ¿para qué tienes que preguntar?"
Kaji esboza una media sonrisa.
"Quiero que me lo cuentes tú. Además, por aquí no hay mucho más que hacer."
Asuka le retira la mirada frunciendo el ceño. El paisaje del antiguo GeoFront que se extiende frente a ella no difiere de su aspecto usual salvo por un detalle. Sobre las copas de los árboles el sol asoma prácticamente horizontal, y el cielo se dilata hasta los confines del horizonte.
"Ese tiempo que no estuviste… no fue mi mejor momento."
Asuka alza repentinamente la mirada.
"Pero volví a ver a mi madre, ¿sabes? ¡La volví a ver! Bueno, en realidad… la sentí. Dentro del EVA."
La luz sobre sus ojos no parece molestarla lo más mínimo.
"¡Ella me abrazó! ¡Y me dio fuerzas! Ya no era… no era…"
"… no era la misma que recordabas."
Asuka vuelve a rotar sobre sí misma, esta vez violentamente.
"¡Tú eso ya lo sabías, ¿verdad?! ¡Sabías lo que le pasó a mi madre! ¡Y no me lo dijiste! ¡Maldito mentiroso!"
La mirada serena de Kaji recae en la apartada pirámide.
"Asuka, ya no te estoy hablando como a una niña. Una verdad revelada en el momento inoportuno puede ser más peligrosa que cualquier mentira."
La réplica inmediata de ella es un bufido exasperado, quedando sentada de lado sobre la madera. En el silencio que sigue, la vista se acerca desde el flanco del asiento: aún sin descruzar las piernas, cubiertas por la falda de su uniforme, Asuka miraría hacia la imagen si no fuera porque está jugando con sus dedos sobre el regazo.
La ausencia de más palabras por parte de Kaji parece tener un efecto al fin en la joven.
"Tampoco recuerdo mucho del resto que hice. Supongo que no di la talla como piloto de EVA."
Inspira hondo.
"No sé hacer nada más. Sólo sé pilotar. Eso es en lo único que creo, lo único que me importa… también a los demás."
Ahora sí que alza la cabeza y mira directamente. Con un sol cada vez más bajo, el lado derecho recibe toda la luz y el izquierdo toda la sombra.
"¿Cómo no voy a odiarme si fallé… miserablemente?"
"Podrás fustigarte todo lo que quieras, Asuka, pero lo cierto es que me gustó mucho cómo luchaste contra aquellos EVAs."
La cara de Asuka se retira entonces de la vista visiblemente dolida.
"¡Fallé! ¡Te digo que fallé, Kaji! … ¡No pude vencerles! ¡Y ese imbécil de Shinji tuvo que venir a salvarme!"
El resentimiento proporciona a su voz la vitalidad necesaria para no romperse. Ahora Asuka da la espalada completamente a Kaji.
"¡Ese condenado idiota! ¡Siempre saliéndose con la suya! ¡El Gran Shinji Ikari! ¡El Gran Shinji Ikari! ¡¿Es que hay algún problema?! ¡No pasa nada, él lo conseguirá! ¡No te preocupes, Asuka, él te salvará!"
Hace ademán de levantar el puño.
"¡Maldito seas! ¡Yo no soy tu estúpida damisela!"
Durante unos segundos su perfil solo respira con agitación y unos párpados apretados.
"¿Cómo no voy a odiarte… si siempre has sido mejor que yo?"
Se abren entonces sus ojos, fijándose en algún simple pedazo de hierba. Allí permanecen estáticos, abstraídos, como perdidos en algún punto de su memoria. Todo su semblante se ha contagiado de este enfrascamiento cuando emite un susurro pensativo.
"Aunque él parecía sufrir mucho dentro del EVA… despreciaba el hecho de ser tan buen piloto…"
Ella misma se corta sacudiendo la melena con potencia, y su barbilla se vuelve a levantar.
"Es un imbécil. Un guarro pervertido. Se masturbó con mi cuerpo en el hospital. No podía caer más bajo."
La mano de Kaji sigue apoyada en el respaldo detrás de ella.
"Y ni siquiera pudo salvarme."
Ha sonado esta última frase de Asuka como un verdadero siseo de serpiente. Ajena a la aparición de una muñeca de trapo en el otro extremo del banco, la joven habla ahora con una voz casi aliviada.
"Al menos pude conectar contigo, mamá."
En realidad no era tan ajena a la muñeca. Con un bamboleo baja las piernas a la posición normal y se gira estirando el brazo. Con un último empujón, los dedos consiguen agarrar el trapo y arrastrarlo hacia ella.
"Por lo menos no me fui con las manos vacías de allí."
Sitúa la muñeca frente a su cara.
"Pero menos mal que me fui."
Está observando fijamente el rostro de tela. La sonrisa mal pintada y los ojos de botón le dan un aspecto tétrico, pero no es miedo lo que refleja Asuka, más bien al contrario. Ya sólo son ellas dos, Kaji ha desaparecido.
De repente suena una risotada: Asuka tiene que bajar los brazos debido a la fuerza del ataque de risa.
"¡Vaya paliza que le pegaste a Shinji, mamá, casi le matas!"
Vuelve a dejar la muñeca con delicadeza a su izquierda. Por primera vez su voz encierra genuina diversión.
"Vamos, no se merecía tanto. Sí se merecía un buen susto, ese tonto, pero no llegar a tal extremo… ¡Ja!"
La media sonrisa que se ha formado en su cara tardará un rato en desaparecer. Pero sus ojos sí van cambiando.
"En realidad supongo que me dará algo de cosa… dejarle atrás. No sé qué será de él. Cómo… continuará su vida… lo cierto es que no tenía buena pinta."
El sol ya se ha escondido tras los árboles.
"Aunque era la única persona que a veces me…"
Sin previo aviso se gira bruscamente hacia la derecha. La mala suerte y la cercanía del reposabrazos metálico hacen el resto, y Asuka se golpea la base del codo contra él. Su rostro se contrae en una mueca de dolor; aferra la articulación fuertemente contra su cuerpo. Hay extrañeza en sus ojos por un instante, luego sólo irritación. Esa irritación parece infiltrarse, como sería de esperar en una situación así, en lo más profundo de su pensamiento.
"No, en verdad no. No me ayudó cuando lo necesitaba. No, no me dará ninguna pena."
Se restriega con ahínco el codo dolorido.
"Ojalá alguien se hubiera preocupado por mí. Fuera quien fuera. Hubiera querido que alguien… me cuidara."
Y lo repite muy lentamente.
"Que alguien me cuidara."
Sus zapatos escolares cuelgan del banco sin moverse, las puntas rozando el suelo pero sin llegar a tocarlo.
"Quizás… la única manera de conseguir que me ayudaran hubiera sido… que yo les ayudara a ellos."
Reacciona a sus propias palabras con un resoplido de fastidio, desviando los ojos hacia un lado con desdén.
"Entonces vaya coñazo de vida. Una auténtica mierda. Aunque tampoco podría haber sido peor de lo que fue, así que…"
Ya cuesta discernir los matices de su rostro en la semioscuridad, pero puede verse que no tiene la mirada fija.
"Sí, supongo que debería haber…"
Se muerde el labio antes de continuar. Acaba echándose hacia atrás y meneando la cabeza sutilmente, aunque con decisión.
"No, no, no. Todo eso ya no importa."
En ese momento sus piernas comienzan a mecerse como las de cualquier niña adolescente.
Bajo un manto de penumbra, el banco y las espaldas de la chica quedan ahora lejos. Tras unos instantes quieta, la vista comienza a aproximarse como si estuviera caminando sobre la hierba.
Se acerca. Poco a poco. Cuando está casi sobre el hombro izquierdo, cesa su avance. Y se inclina un poco más sobre Asuka. Es entonces cuando se escucha con claridad el susurro de una voz extraña.
"¿De verdad lo hubieras hecho?"
Apenas da tiempo a ver la repentina y desconcertada reacción de Asuka.
Ahora ya es noche cerrada. Aunque la distinción entre cielo y tierra sigue siendo patente incluso en la más profunda de las noches, ya no hay diferencia entre el césped recién cortado y la maraña caótica entre los árboles: se han convertido en la misma oscuridad.
Precisamente sólo a causa del contraste entre cielo y tierra se observa la silueta del banco sobre la pequeña colina. Asuka ya no está allí.
Primero aparecen unas sábanas blancas, a continuación, una almohada. Finalmente, el rostro de Asuka. Su ojo izquierdo es lo único oculto en la apacible expresión durmiente. A pesar de que sus mechones continúan tan espigados como siempre, alguien ha cortado su melena, probablemente para facilitar algún procedimiento médico.
Una gran habitación de hospital es lo que se extiende frente a ella. Sólo se aprecia un viejo sillón vacío ocupando una de las esquinas más alejadas. Dos estrechos ventanales a su lado aportan poca claridad a la estancia.
La tranquilidad más absoluta domina el cuarto. Hasta que, rebelándose contra ella, un ligero movimiento cruza la cara de la joven. Y luego otro. Y otro.
El ojo derecho de Asuka se abre muy despacio. Descubierto al fin tras mucho tiempo, apunta al vacío. Todavía su perfil derecho todavía está prácticamente desprovisto de cualquier signo de vida. Tras él, uno de los ventanales revela un lejano paisaje neblinoso.
Y llega el primer parpadeo, lento y prolongado. El segundo ya es algo diferente, apretado y sentido. Entonces su voz interior se arrastra sobre el silencio.
No… no… no puede ser…
Después de tragar saliva con dificultad, su párpado se vuelve a cerrar como anhelando volverse a dormir. Pero a medida que los segundos siguen fluyendo, aumenta cada vez más la intensidad y la rapidez de la respiración.
Al final se han convertido en un verdadero sofoco. Su ojo vuelve a abrirse repentinamente, moviéndose ansioso hacia todos los lados. Todas sus facciones reflejan ya una angustia total.
Tan pesada es su respiración que parece poder llegar a ahogarse. En realidad, son intentos de sonido los que salen de su boca. Y tardan en tomar la forma de una voz muy ronca.
"No puedo… no puedo…"
Su ojo continúa frenético.
"No puedo moverme…"
Por un instante el iris azul se detiene justo en el punto en el que devuelve una mirada implorante a la vista. Hasta que toda su expresión se contrae por el esfuerzo. Al contrario, su mano descansa completamente quieta sobre las sábanas.
"Ayuda…"
Tampoco se mueve la puerta entrecerrada de la habitación.
"Ayuda… que alguien me ayude…"
Su rostro es la viva expresión de una lucha contra los elementos.
Entonces su propia voz retumba sobre ella. Enérgica, diáfana, libre de toda ronquera.
"¡Veo que necesitas ayuda!"
Pero ella no lo ha dicho. No es probable que Asuka hubiera oído su voz grabada tantas veces como para reconocerla, y menos en dicho estado. En su lugar el ojo apunta como el rayo hacia la puerta, y luego hacia el lejano sillón vacío.
"¡Oh, por favor, ayúdame, ayúdame…!"
Lo siguiente es una fuerte tos que le impide continuar por algunos segundos. Cuando lo hace, su tono es más bajo.
"Por favor, no puedo moverme, no puedo moverme… haz algo, tócame, levántame o… no siento nada, por favor haz algo…"
Su ojo continúa una incansable pero infructuosa búsqueda. Termina deteniéndose dirigido completamente hacia su izquierda, hacia su más grande punto muerto de la habitación.
"No sé dónde estás, no te veo, por favor busca ayuda… llama a un médico, que venga un médico… pero no te vayas, no me dejes sola, por favor, no me dejes sola…"
La otra voz le responde tan tranquila que de verdad parece alguien diferente.
"Tranquila, me quedaré aquí contigo. Aunque, en realidad, no sé por qué debería echarte una mano. En tu condición, es difícil que luego me puedas ayudar tú a mí."
Se abre aún más el ojo de Asuka, todavía incapaz de descubrir que no hay nadie a su izquierda.
"¿Qué? ¿Qué… estás diciendo? ¡Ayúdam…"
Su voz se ha roto en esa última palabra no por la emoción, sino por pura afonía. Otra vez traga saliva como si le fuera la vida en ello.
"Oh, maldita sea… maldita sea... ayúdame… Tengo mucho miedo… por favor, haré todo lo que me pidas…"
"Hombre, una cosa que podría hacer es… sacarte de aquí."
Casi al instante cambia de dirección la mirada de Asuka, hacia la obvia salida.
"¡Sí! ¡Sí! Sácame de aquí… así me ayudarán… sácame de aquí, por favor…"
Se acerca lentamente la puerta entornada a la vista, o quizá Asuka a la puerta entornada, y suena la réplica.
"Está bien, lo haré. Pero entonces tendremos que ir con ellos."
"¡Claro… ellos me ayudarán! ¡Iremos con ellos! ¡Vamos!"
Sin embargo, la puerta frena su avance.
"¿De verdad quieres ir?"
Está claro que Asuka sacudiría la cabeza con desesperación si pudiera. Pero sólo cierra el párpado mientras su boca tiembla cada vez más.
"¡Sí! ¡Sácame ya de aquí, te lo suplico! ¡Llévame con ellos!"
Un animado piar de pájaros brota del fondo blanco que entonces secciona sus facciones.
Todavía tarda un poco en formarse el contorno de un desconocido patio de colegio, copado con árboles, por delante de una espléndida melena pelirroja.
Ajena a los niños que tiene enfrente y su griterío, una intacta Asuka no sale de su profundo asombro. Mueve las manos por delante de sus ojos y toca con los dedos la parte izquierda de su cara.
Unos segundos más tarde una expresión de alivio puro desplaza a la sorpresa. Extiende su brazo derecho hacia el frente y su delgada su mano se extiende, se aprieta, se gira, se contonea. Con extrema suavidad.
Asuka la está contemplando, embelesada. Quizá lo ya pasado se diluya como en un sueño, o quizá sea imperioso no recordarlo más; lo cierto es que poco a poco una viva confianza va afilando su mirada. Aunque esto sólo dura hasta que, a pesar del murmullo presente en el patio, un comentario se escucha claramente.
"Mira, ahí tienes otra vez a la rarita esa."
Aquello que se encuentra tras la extendida mano de Asuka pierde su desenfoque. Es un grupo de adolescentes en uniforme, a varios metros de distancia, que la observan disimuladamente.
El rechazo y la extrañeza tiran del rostro de Asuka hacia atrás. Justo en ese instante, en el que hasta su hombro izquierdo se desplaza por la impresión, una joven rubia surge desde sus espaldas y pasa pegada junto a ella.
Aquella muchacha camina con mucha dificultad ayudada de una singular muleta. La vista y Asuka contemplan a la chica mientras se aleja despacio hacia el grupo. Pero ellos se alejan a su vez de ella. Entonces la joven gira su cabeza levemente, lo cual permite distinguir en su escondida expresión una sonrisa afable. La respuesta de las chicas del corro es un cuchicheo divertido, y la de los chicos, unas cuantas lenguas fuera.
De pronto otra muchacha aparece corriendo, y en un abrir y cerrar de ojos pega un violento empujón por detrás a la chica, quien acaba en el suelo. Las risas ya han estallado en el grupo cuando uno de ellos se acerca a pisar la muleta. El aumento en el volumen de las risotadas parece convencer a otro de aproximarse también, y pegar una soberana patada a la muleta lanzándola por los aires.
A duras penas consigue la joven apoyarse sobre las rodillas y los codos de manera inestable. En medio de las risotadas, su cortina de cabello dorado empieza a volverse hacia Asuka. Por fin uno de los mechones se desplaza, dejando a la vista un iris verde y lloroso. Suplicante.
Exactamente medio segundo después es otro ojo el que copa la imagen. Uno azul. Está observando fijamente, abierto y tensionado hasta el extremo.
Lentamente se desplaza la vista alejándose de él, y revela dónde está realmente Asuka. La misma almohada de hospital, la misma gasa y el mismo pelo corto.
Pero ahora el ambiente vuelve a cambiar, y es una pequeña habitación con dos sofás lo que ahora se percibe sobre su hombro izquierdo.
No es la de Asuka la única silueta de espaldas en la estancia, sino que se une a la de un hombre sentado en un sofá justo delante. Un poco más allá, una mujer anciana está sentada frente a él, y su rostro es el único visible. Esclarecidos únicamente a causa de una tenue lámpara que ocupa una mesita alejada, los ojos de la anciana miran hacia abajo. Aunque se animan ansiosos a la vez que un zumbido inunda el cuarto.
La nuca de Asuka rota ligeramente hacia la derecha justo cuando un hombre en silla de ruedas adaptada aparece desplazándose despacio. De mediana edad, de cuerpo consumido y con finas gafas, parece usar una diminuta palanquita con su meñique para moverse.
Un estremecimiento sacude la melena de Asuka. El hombre tiene la sonrisa torcida. Al llegar entre los dos sofás la silla de ruedas se gira hacia la anciana, quien se inclina presurosa, y el impedido chico le susurra unas incomprensibles palabras al oído.
La anciana escucha atentamente, luego niega con la cabeza, de nuevo vuelve a escuchar. Al final se forma en su cara una sonrisa cansada, y asiente levemente. Parece animada la expresión del hombre cuando la silla da la vuelta entre los sofás, con el espacio justo, y se va lentamente por donde ha venido.
La mirada de la mujer sigue su recorrido incluso cuando este ha desaparecido de la vista. Entonces pronuncia ella claramente, casi grita, con un tono que en realidad podría pasar por un ruego.
"Tú estate tranquilo, te lo prepararé antes de dormir."
Pronto acaban los ojos de la anciana por caer de nuevo. Frente a ella, la forma del hombre todavía no se ha movido, y ahora es cuando se echa con lentitud hacia delante. En una voz de anciano la que habla en un murmullo triste.
"Cuándo piensas decirle…"
La mujer se levanta con un arrebato impropio de su edad. De pie frente a él, eleva un dedo índice tembloroso y se inclina hasta que su semblante queda totalmente oculto por el contorno del anciano.
"Ni se te ocurra decírselo, ni se te ocur…"
Su voz ya había empezado descompuesta. La anciana aparta la cabeza antes de marcharse apresuradamente. Asuka la acompaña con la vista. La mujer cierra la puerta de la estancia, y se queda allí parada. Ha comenzado a llorar desconsoladamente, su rostro hundido en un pañuelo que busca acallar la sonoridad.
Sobre la almohada del hospital se han hecho más profundas las arrugas que rodean el ojo azul. Se ha humedecido y ha comenzado a temblar descontroladamente.
Alguien ha empujado a Asuka, ahora toda su expresión se arruga. Pero no dice nada y continúa caminando despacio. Porta una manta sobre los hombros, en medio de una fila de personas que visten ropas oscuras.
Los zapatos manchados de la procesión se arrastran sobre una fina capa de nieve. Únicamente alumbra los tímidos copos un alto foco apartado en la noche, que otorga una tonalidad aún más plomiza a las figuras y blanquea sus nubecitas de vaho.
En paralelo a Asuka discurren a su izquierda dos vías de ferrocarril. Hay muchos vagones en una de ellas, un tren completo, todos con un diseño tan simple como los usados para el transporte de ganado. A la derecha se extiende una explanada, y más allá se levanta una hilera de casetas.
Hacia este lado vira la fila algo por delante de Asuka, terminando frente a un par de hombres uniformados. Tras ellos varias siluetas siguen el camino marcado por las vías adentrándose en la noche, coronado a lo lejos por una borrosa torre.
Ahora los dos oficiales están hablando con un hombre que, ante un gesto de uno de ellos, termina por cruzar la explanada y adentrarse en las barracas. Una mujer joven y el niño pequeño de su mano son los siguientes en la fila.
Se oscurece la vista cuando quien va delante de Asuka se desplaza un poco hacia la derecha y se detiene. Asuka saca un poco la cabeza de la fila. Delante la mujer del niño está gritando en una lengua extraña mientras los oficiales intentan calmar sus agitados gestos. En una situación así, desconocer el idioma que se escucha no es un impedimento, más bien un catalizador, para descubrir el sentimiento real que se esconde tras una reacción. En el caso de la joven, está verdaderamente desesperada.
Su angustia continúa aumentando de volumen en el momento en que la luz del ambiente cambia. Asuka se vuelve.
Un automóvil antiguo se ha detenido cerca de ella. Sus faros circulares iluminan a la madre y los oficiales como si fuera una escena de teatro, un teatro que ha enmudecido. La manilla de la puerta suena claramente, y se baja una figura uniformada que camina decidida hacia ellos.
Sin dejar de caminar habla ese hombre de manera honda, calmada, sin esforzarse en elevar la voz más que sobre el ronroneo del vehículo. Y por fin en un idioma que Asuka puede entender.
"Was ist denn hier los?" / "¿Qué está pasando aquí?"
Sólo recibe la respuesta al llegar junto a ellos. Se distingue cómo uno de los hombres señala al camino que sigue las vías, luego, al de las casetas, y cómo la madre aprieta al niño contra su pierna. Sigue inaudible la conversación con el paso del tiempo, y la mirada de Asuka se orienta otra vez hacia el coche situado un poco por detrás de ella. Pero la luz de los faros deslumbra su vista y se ve obligada de nuevo a mirar hacia delante.
El oficial recién llegado no ha dejado de mirar a la mujer. Acaba dirigiéndose a ella en su idioma. Sus dificultosas palabras parecen aun así transmitir un sosiego sincero. La joven, sin embargo, sólo tartamudea penosamente como respuesta.
Una nueva palabra de él, más dura, establece entonces un silencio intranquilo. Roto por un simple ademán unos segundos más tarde. La madre grita cuando los dos oficiales la agarran con fuerza por los brazos. Empujan sus alaridos hacia las cabañas. El niño, en un principio pegado a ella, no aguanta el tirón y queda atrás sobre el suelo.
Un estremecimiento general recorre la hilera por delante de Asuka. El oficial de mayor rango está arrodillado junto al hijo, aparenta consolarle. Termina por cogerlo en brazos con mucha delicadeza, y poco después marcha por el otro camino que sigue la vía.
Justo en ese instante el automóvil vuelve a rugir. Y justo en ese instante, la joven, que todavía gritaba y forcejeaba con los dos hombres, tiene éxito. La fuerza del amor de una madre es tan poderosa que te permite de soltarte de dos enemigos que te doblan en peso. Aunque esta vez, la fuerza de un culatazo en la nuca es mayor.
El cuerpo de la joven cae a plomo sobre la nieve, y se hace el silencio. El hombre con el niño en brazos se detiene, se da la vuelta, y finalmente deshace despacio el camino andado. Varios segundos más tarde ni se inmuta al pasar junto a la inconsciente madre. Continúa su paso calmado hacia el coche.
Va a pasar de hecho por delante de Asuka, y se advierte como la vista gana en negro al esconderse ella todavía más en la fila. Pero no hay opción, pues la figura con el niño se detiene justo delante de ella, iluminada intensamente por los focos del coche. Es el niño en brazos quien en realidad se lleva toda la luz; la expresión del hombre es difícil de vislumbrar. Sí que se oye con claridad su voz.
"Meine Herren, wir wollen hier keinen Ärger! Ich hoffe, Sie können mich verstehen, ohne dass die Sprache ein Hindernis darstellt." / "¡Señores, aquí no queremos problemas! Espero que puedan ustedes comprenderme. El idioma no ha de ser un impedimento."
Ha hecho un gesto con la mano libre mientras hablaba. Sus ojos comienzan a recorrer lentamente la fila. Su dura mirada se va acercando a la de Asuka, ya casi ha llegado, pero en un instante ha pasado tan de largo como con cualquier otra.
Al contrario, el pequeño parece más pendiente de algo más allá. Un poco después su madre es arrojada como un peso muerto delante del oficial. Este se inclina ligeramente hacia ella, ahora puede verse su semblante acusador.
La madre parece haber recuperado algo la consciencia, en todo caso no lo suficiente como para alzar la cabeza.
"Frau, du wirst glücklich sein. Siehe, dein Sohn!" / "Mujer, ya estarás contenta. ¡Aquí tienes a tu hijo!"
La vista ha comenzado a acercarse poco a poco a la propia figura del oficial, y la madre ya ha desaparecido de ella.
"Sohn, siehe, deine Mutter." / "Hijo, ahí tienes a tu madre."
La vista no deja de ser atraída por el niño mientras el oficial agarra algo de su cinturón y extiende el brazo hacia abajo. Poco después se escucha el disparo.
El pequeño se sobresalta, y sus ojos quedan vacíos de todo, catatónicos, por el impacto de lo que acaba de ver. Algo similar a descubrir a una madre colgando del techo. En el ambiente se ha hecho el vacío total tras el tiro.
El oficial reacomoda al huérfano sobre su otro brazo. Ausentes de toda lágrima, los ojos del niño siguen siempre fijos en el mismo punto del suelo. Entonces el hombre comienza a caminar de nuevo, y se lo lleva de la vista.
Asuka, sobre la cama de hospital, sí está llorando. A lágrima viva. Esas lágrimas caen por su sien inerte y se cuelan por los surcos de su oreja. Al final, dejando el oído empapado, llegan a la almohada.
La puerta de la habitación continúa entrecerrada, y la vista parece buscar en ella una salida para alejarse de la joven.
La vista sale al pasillo vacío de la planta del hospital. Y se mete en los laboratorios y en los quirófanos; tampoco hay rastro de gente allí. Sale al exterior, a una avenida con dos hileras de árboles junto al hospital: no hay coches circulando, ni aparcados.
Nunca había habido nadie en aquel mundo.
Es una misión increíblemente complicada deshacerse del fondo negro, presente ya desde hace tiempo. Lo intenta un primer barrido vertical que sólo llega hasta la mitad, pero que al final cae con fuerza. El segundo barrido es igual de estéril que el primero. Sin embargo, el tercero ya consigue llegar un poquito más alto.
Dos intentos más tarde ya se resigna el negro a ser arrollado por su contrario. En ese nuevo fondo blanco se delinea la forma de una pequeña bombilla halógena incrustada en el techo.
No es esta vez el perfil de Asuka, sino su expresión al completo, la que ha abierto un ojo ausente. Un apósito le cubre el otro; por lo menos su melena se arremolina larga sobre la almohada.
Pasado un instante, algo revive de súbito en su ojo. Su semblante entero se tensiona.
La vista se mueve desde el insulso techo hasta la figura sentada junto a ella, a su izquierda. Es Shinji. Está sentado dándole la espalda, inmóvil y ajeno a la mirada. Su pelo negro inclinado parece concentrado en algo oculto en sus manos. Concretamente en su mano izquierda.
Su otra mano está sobre la suya.
La cara de Asuka continúa totalmente electrificada, su iris ahora temblando. Su ceja es la primera en caer emocionada, su piel entera se relaja aun sin perder la electricidad, y el alivio más puro se personifica en ese momento en la cama. Un alivio tan inmenso que ha abierto su boca en una sonrisa bobalicona y ha alzado de nuevo su ojo al cielo, como si de una acción de gracias se tratara.
Su dedo meñique se mueve. Da toques imperceptibles sobre la sábana. Y su sonrisa se ha ampliado.
Pronto los dedos de su mano derecha parecen dotados de la suficiente fuerza para arquearse. Cuando su entrecortado y tenaz movimiento culmina en un puño que se cierra, emite una fuerte exhalación.
Entonces un libro golpea el suelo con estrépito. La vista acompaña rápidamente el frenético giro de Shinji al incorporarse, para terminar recibiendo el vivo impacto del iris azul de Asuka. El chico comienza a temblar desenfrenadamente antes de inclinarse sobre la aliviada expresión de la joven.
Casi no se acierta lo que quiere pronunciar; tras unos momentos ya puede entenderse algo.
"¡Asuk…! ¡Asuka! Estoy aquí, Asuka. Estoy aquí. ¿Puedes oírme? Dime algo, por favor, dime algo. Asiente. Asiente si me escuchas."
No se ha movido la sonrisa de Asuka, ni su afable mirada. Todavía pasan un par de segundos hasta que, con un débil gemido, levanta dificultosamente la barbilla. Arrastra una voz tan ronca como la última vez que se la escuchó.
"Puedo… moverme."
El reclinado perfil de Shinji revela al fin sus facciones, justo a tiempo para advertir en ellas un atisbo de ilusión. Pero todavía queda mucha inquietud en sus ojos.
"Sí, puedes moverte, Asuka. Puedes moverte… te has despertado... ¿Me… reconoces? ¿Sabes quién soy?"
Por vez primera la expresión de ánimo de Asuka se relaja un poco, y su iris vuelve a apuntar al techo antes de cerrarse algo cansado.
"Claro… que sé quién eres… no seas idiota."
Esa última palabra parece golpear físicamente a Shinji. Pero también ha despejado de un plumazo toda la angustia que se escondía en su cara. Se echa hacia atrás, y una sombra cruza su semblante. Y rompe a llorar.
Bajan ya las lágrimas por las mejillas cuando se derrumba sobre el borde de la cama. Allí queda sollozando, encorvado.
La venda de Asuka comienza a girarse despacio hacia la izquierda, con evidente esfuerzo, hasta que el azul aparece tras la nariz. Al contemplar a Shinji hundido llorando, su ojo aumenta aún más su sorpresa.
Los dos se mantienen así, uno llorando y la otra observando, en la tranquilidad de la extensa habitación. El sol que atraviesa los ventanales pega en el suelo pero no llega a tocar la cama. Asuka termina por girar la cara, ya con una palpable intranquilidad. Ha intentado mover el brazo que descansa junto a Shinji, aunque el resultado ha sido una simple palmada sobre el colchón. Parece que va a pronunciar algo, pero ella no es la primera que habla.
"Perdóname… perdóname, Asuka, perdóname…"
Shinji no deja de repetirlo en lo sucesivo. Una media sonrisa inconsciente se ha formado en Asuka. Cuando al final ella habla, su voz es suave dentro de la ronquera.
"Ya lo sé… lo sé. A veces eres un auténtico… pero no te tortures. Eso ya pasó."
Mira hacia el techo, y su barbilla se eleva fugazmente en el acto de tragar saliva.
"Todo eso ya no importa."
Los lloros de Shinji se reducen, pero no terminan. Poco después la expresión de Asuka se arruga. Ladea la cabeza hacia el lado contrario, y su tono es más serio y cortante.
"Por favor, deja ya de llorar. Estás haciendo que me duela aún más la cabeza."
De manera automática cesan los sonidos provenientes de Shinji. Asuka está mirando hacia el otro lado, y sólo escucha sus palabras preocupadas.
"¿Te duele mucho la cabeza? ¿Estás… estás bien? ¿Cómo te encuentras?"
En la dirección que apunta Asuka cae la puerta cerrada del cuarto.
"Me duele mucho… la cabeza… parece que me va a explotar."
La respuesta de Shinji es inmediata.
"¡Voy a avisar a los médicos!"
Al oír esto el brazo izquierdo de Asuka se estira inesperadamente.
"¡Espera!"
Sólo ha conseguido rozar el antebrazo del chico con una mano flácida, debilitada hasta la vergüenza, que ni siquiera ha podido retrotraer con rapidez. Cuando Shinji se da la vuelta algo desconcertado se encuentra, ahora sí, con la mirada avergonzada de Asuka.
Sin poder separar aún el cuello de la almohada, Asuka tartamudea.
"Es que… yo… yo también…"
Parece que sus pensamientos están luchando en su cabeza contra las palabras que quieren salir.
"Yo…"
Aguanta unos segundos el silencio hasta que ella expulsa aire hondamente.
"… también tengo un pitido muy molesto en los oídos."
A Shinji le cuesta esconder su desconcierto.
"No te preocupes, seguramente será algo normal. Vendrán a verte enseguida, tú tranquila."
Ya está bordeando apresuradamente la cama.
"¿Cuánto tiempo llevo aquí?"
La pregunta detiene a Shinji al pie del colchón. Al menos la respuesta del chico intenta por primera vez transmitir seguridad.
"Podrías haber estado mucho más. Lo importante ahora es que descanses. Ya verás, mañana todo el hospital estará de enhorabuena."
Otra vez vuelve a dirigirse hacia la puerta, y otra vez no puede avanzar mucho. Es evidente que hay algo que preocupa a Asuka bastante más que todo lo anterior.
"¡Shinji! Shinji… por favor, ¿podrías avisar desde la puerta? No te vayas, por favor. No te vayas."
Su rostro espera expectante la respuesta de Shinji.
"Sí, tranquila. Me quedaré aquí en la puerta."
Esas palabras son como un bálsamo para ella. Pero el sosiego en su mirada sólo dura hasta que Shinji aparta la suya y abre la puerta. El cuerpo del chico se esconde tras el marco inclinándose hacia el pasillo, presumiblemente voceará y avisará.
De súbito, un envolvente silencio aprieta la habitación. Lo único que se mantiene visible de Shinji es su brazo, que ha quedado apoyado sobre la pared interior. El de Asuka está temblando sobre las sábanas.
El terror se ha apoderado de ella. Cualquiera diría que prefiere morir a volver a quedarse sola en aquella habitación. Que si ese brazo de la puerta desaparece, aquella horrible parálisis volverá para inutilizar sus músculos y su mente para siempre.
Pero ese brazo no desaparece. En medio de un repentino y alegre griterío, retorna decidido hacia ella.
Un penetrante y continuo pitido en el oído comienza a sonar, anulando todo el resto de sonidos.
La entrada del hospital es la de un bullicioso día cualquiera. Lo mismo ocurre en la cafetería de servicio. Hay mucho personal esperando en la cola, y otros charlan animadamente en sus mesas.
Una enfermera pasa de largo por la puerta sin número de la habitación.
Asuka está recostada sobre su cama, con una de las piernas al aire. La tiene completamente flexionada hacia su torso, mientras una mujer vestida con un pijama azulado agarra con fuerza la blanca piel. Poco a poco la pierna comienza a estirarse. Con el ojo cerrado, Asuka no desprende mucha comodidad. De pie junto a la ventana, Shinji tampoco está mirando. Afuera el sol brilla con fuerza.
La puerta se abre, y el animado rostro de Hyuga aparece bajo el marco. No está sólo. Asuka, reclinada sobre un cojín, ladea la cabeza con una débil sonrisa. Shinji se levanta del sillón pegado al lecho.
Quien ahora está sentada en ese sillón es Ibuki, conversando cariñosamente con la convaleciente. Detrás de ella se apoya Fuyutsuki. Sus antiguos uniformes ya quedaron perdidos en el olvido. Hay un sentimiento especial en la mirada de Ibuki, y, aunque más velado, también en la de su exjefe.
Aoba, Hyuga, Shinji e Hikari charlan al pie de la cama. Shinji habla y habla con una expresión alegre.
El zumbido continúa acallando todo sonido.
La noche envuelve la habitación, difícil de distinguir todo en la penumbra.
Aprovechando la exigua claridad de un día neblinoso se sitúan dos sillones bajo los ventanales. A la izquierda, la melena de Asuka cae con desorden sobre sus hombros hundidos. Está sentada en una butaca de grandes reposabrazos que sostienen sus manos laxas, viste un camisón blanco y zapatillas de hospital. A su derecha, Shinji ocupa su viejo asiento de siempre. Tiene una revista en su regazo y parece estar explicando algo haciendo gestos. Ella le escucha con expresión apacible.
El semblante de Asuka que ahora llena la vista no es nada apacible: está contraído por el esfuerzo. En una estancia llena de aparatos más propios de un gimnasio, una mujer sujeta con decisión su brazo derecho estirado. Ese hombro tiembla cuando la mujer rota despacio la mano de Asuka. Ella se muerde el labio con fuerza.
El pitido ha atenuado ligeramente su intensidad.
Está sentada en su butaca en el momento en que su madrastra irrumpe en la habitación. Al recibir el sofocante abrazo, ya está incorporada. Su cara asoma sobre el hombro de la recién llegada, sonriendo débilmente a la figura de su padre. Shinji les observa a los tres con una mirada reservada.
Gran cantidad de juguetes, revistas y productos de belleza cae sobre las piernas acostadas de Asuka. La joven dirige una sonrisa, algo incómoda, a su madrastra. En la una de las esquinas del cuarto, el señor Langley se ha adueñado del sillón de Shinji.
Asuka recibe otro abrazo de su vigorosa madrastra. No están sus mofletes todavía recuperados cuando su padre se acerca a aferrarla en otro monolítico apretón. Esta vez, por encima del hombro sobresale un ojo azul sorprendido.
La mano izquierda de Asuka se alza como despedida, y la puerta se cierra sobre ella.
Su hombro sigue temblando sobre la camilla metálica del gimnasio. La rehabilitadora aprieta un poco más, y Asuka evita el grito con entereza.
Shinji observa desde la puerta el contorno de la joven, sentada en la butaca vuelta hacia los ventanales. En el reflejo del cristal no se discierne el rostro alejado del chico, pero sí el cercano de Asuka. El apósito que cubre su ojo se confunde con su piel pálida en lo translúcido de la imagen. Pero claramente se advierte su boca, doblada en una mueca de hastío, como dispuesta a morder si alguien se acercara.
El pitido es ya menos intenso.
El cuerpo de Asuka se desplaza lentamente hacia el interior de la máquina de resonancia magnética. Desde dentro, el túnel de anillos va llevándose la luz a medida que se abate sobre ella.
Ambos jóvenes están en la habitación frente a frente. De pie junto a la butaca, Asuka mueve exasperada el brazo izquierdo con una mirada furiosa. Shinji está casi acurrucado en el sillón, la mira sin abrir la boca.
El chico continúa encogido en el sillón mientras Asuka le da la espalda sentada sobre la cama. Una espalda completamente recta.
La barra de luz sobre el cabecero ilumina la bandeja de comida que Shinji posa encima de la descuidada cama. Asuka está sentada en su butaca junto al ventanal, en la penumbra de la habitación.
Dirigida hacia el cristal, su barbilla descansa sobre su mano izquierda, y en su ojo el único brillo que despunta es el de alguna farola lejana. Tras su hombro se aprecia que Shinji mueve los labios. El duro semblante de Asuka empieza a cambiar. Su boca se afila en una media sonrisa cansada, y termina girando la cabeza hacia él.
Resplandecen los ventanales cuando la puerta de la habitación se abre. Ibuki entra, y Asuka se pone de pie de un salto desde el borde del colchón. Toma con cuidado el pequeño regalo que le ofrece Ibuki. Sonríe y gira grácilmente sobre sí misma. Ambas conversan alegremente apoyadas en el lateral de la cama, y Shinji las observa alegre.
El zumbido se ha tornado muy tenue, aunque sigue sin haber otro sonido.
Brilla el sol el día en que hay una bolsa de cuero abierta sobre la cama.
Ya no hay apósito sobre el ojo izquierdo de Asuka, sino un flamante parche blanco envuelto por una correa azul oscuro, casi añil. Ofrece la maleta con resolución y una sonrisa.
Abandona definitivamente la habitación vestida de calle. Shinji, cargado con bolsas y bolsos, va detrás.
En el hall del hospital todo son gestos alegres y muestras de enhorabuena. Asuka ocupa el centro de un amplio círculo de médicos, doctoras y enfermeras. Estrecha manos, devuelve sonrisas, y se inclina una y otra vez. Levanta su brazo izquierdo en señal de despedida.
No espera por Shinji y Hyuga, se dirige decidida hacia la salida del hospital. Ante ella se abre la puerta corredera. Su alegría en el presente inunda su pasado y su futuro: es imposible que algo malo suceda en el futuro, y también que haya sucedido en el pasado. Para ella ya no hay oscuridad.
Asuka da un paso al frente. El sol asoma tras su melena y ciega la vista, convertida en un único fondo blanco.
