Si los padres de Sirius no le abandonaban en un criadero de escregutos era por evitar la humillación que sufriría la familia. El primogénito de la más noble familia defensor de los muggles y sangre sucia, ¡menuda vergüenza! Pero lo que más rabia les daba era que superaba en todo a su amado Regulus: era más inteligente, más fuerte física y psicológicamente, mucho más guapo y sacaba mejores notas.

-¡Qué suplicio, madre, otra vez un montón de Extraordinarios! –suspiraba Sirius cuando volvía a casa con las notas de fin de curso- Me voy a dar una vuelta para que te dé tiempo a preparar la fiesta de celebración.

Y aunque solo tenía catorce años, se largaba de casa escuchando los exabruptos de Walburga. Así fue como empezó a visitar el mundo muggle y a fascinarse con su tecnología, su cultura… y sobre todo con sus motocicletas.

-Algún día me compraré una- se prometía a sí mismo babeando ante los escaparates.

Cuando sus padres se fueron de vacaciones y le dejaron solo como de costumbre, aún gozó de más libertad. Una noche estaba consultando un libro sobre Herbología para ver dónde podía conseguir una hoja de mandrágora para iniciar (por décima vez) el ritual para convertirse en animago. Eran complejas de conseguir y dado que el ritual requería mantenerla en la boca durante un mes sin sacarla ni tragarla, habían desperdiciado ya varias plantas. En eso estaba cuando alguien llamó al timbre. Le extrañó porque nunca recibía visitas.

-¡James! –exclamó al ver a su amigo escoba en mano- ¿¡Qué haces aquí!?

-¡He venido a secuestrarte, te vienes a pasar una semana a casa! Mi madre me ha dado permiso cuando le he explicado que te abandonan aquí solo.

No hizo falta más para convencer a Sirius. Subió a su habitación, metió un par de mudas en su mochila y se despidió de Kreacher con un "¡Vuelvo en una semana, engendro del mal!". Confió en que el miedo al castigo frenara al elfo y no avisase a Walburga de su ausencia; le daría miedo molestarla en sus vacaciones y además, poco le interesaría a ella que le sucediera algo a su hijo mayor.

-Si me mato con la escoba será la primera alegría que le doy- comentó Sirius montando con James.

Los Potter le brindaron una calurosa acogida: llevaban ya tres años oyendo a su hijo hablar de él sin parar. Sirius se integró bien y ayudó a Euphemia a cocinar y a Fleamont a limpiar la casa; en la suya nunca lo hacía pero en la de los Potter era hasta entretenido. Aprendió varios hechizos al respecto y también se informó sobre costumbres muggles.

-¡Vaya! Sí que son listos –comentó el día en que Euphemia los llevó en metro-. ¿Y se puede ir con esto a cualquier parte?

-Claro–comentó la madre de James-, coge un mapa del mostrador, ahí te explican todas las líneas.

Sirius lo estudió con atención. Una tarde que los tres Potter se marcharon a Gringotts para gestionar el acceso de James a la cámara, él decidió hacer una excursión. No se atrevía a viajar con escoba: si le veían o usaba magia, el Ministerio lo detectaría y le expulsarían del colegio. Por suerte los muggles habían solucionado ese problema. Localizó la línea que llevaba a Gloucestershire y dos horas después alcanzó su destino.

-¡Hola, Didi! Vengo a ver a Bella –proclamó Sirius sabiendo que su prima también pasaba el verano sola.

La elfina se le quedó mirando con la confusión patente en sus grandes ojos verdes. Su dueña no solía recibir visitas (salvo al Señor Siniestro). Aún así le dejó pasar. No le costó localizarla: se oían fuertes explosiones en uno de los salones de la planta baja. Como descubrió después, a Bellatrix le gustaba practicar duelo destrozando las pertenencias de sus padres (con quienes mantenía una relación más de conocidos que de familiares) y comprobar luego si podía repararlas. Se asombró mucho de verlo.

-¡Sirius! ¿Qué haces aquí?

-Tenía la tarde libre y he venido a verte –comentó con su sonrisa de suficiencia.

-¿Cómo has venido?

-En escoba. Me han visto un par de muggles, pero los he desmemorizado.

Su prima le miró con una mezcla de envidia y admiración. Pero pronto llegó la incredulidad y Sirius le relató la verdad. Eso aún sorprendió más a su prima. La primera media hora Sirius la dedicó únicamente a explicarle los medios de transporte muggles. Cuando por fin se hizo una idea, Bellatrix comentó:

-Pero entonces… ¿Has estado dos horas en un trasto muggle bajo tierra solo para venir a verme?

Sirius se encogió de hombros y asintió despreocupado. A él no le parecía una gran proeza, pero al parecer a su prima sí. No recordaba que nunca antes ella le hubiese dado las gracias por nada. Preguntó por Raspy, que acudió al instante. Su pelaje era marrón claro y blanco en la tripa. Ya había alcanzado los cuarenta centímetros de alto que sería su máximo tamaño.

-Se ha quedado más pequeñito que la mayoría de escarbatos porque de bebé su madre no lo alimentó… –comentó Bellatrix- Esa etapa es la más importante para su crecimiento y no sé cuántos días estuvo solo, alimentándose de frambuesas hasta que lo encontré.

-Así puede esconderse mejor –aseguró Sirius acariciando su mullido pelaje-. ¿Y tus padres y tus hermanas no sospechan nada?

-A mis padres solo los veo dos semanas en verano y otras dos en Navidad. Cuando están en casa Raspy juega en el bosque de detrás o en mi mochila. Y practico con él el hechizo desilusionador para volverlo transparente. Mis hermanas lo saben, así que no hay problema. Aunque de Andy no me fío mucho… pero bah, me tiene el suficiente miedo como para no decir nada.

A Sirius le extrañó que la relación de las Black mayores se basara más en el miedo que en la complicidad, pero él no era quién para opinar… Pasaron una tarde muy entretenida y volvió a repetir al menos una vez por semana. En una de esas ocasiones, cuando salía de la mansión, Sirius se cruzó con alguien. Había oído hablar de él y lo vio años atrás en una fiesta a la que sus padres le obligaron a acudir… pero aún así sintió una profunda inquietud. Era muy pálido y alto, casi ceniciento, con ojos pequeños y enrojecidos y nariz hundida. No tenía pelo y parecía que humanidad tampoco.

-Vaya, vaya… El Black descarriado –comentó con un tono frío y agudo similar al siseo de una serpiente.

Bellatrix, que había salido a despedir a su primo, se quedó completamente paralizada. Sirius, arrogante y descarado con todo el mundo, era incapaz de responder. Sentía un pánico irracional y muchas ganas de salir corriendo. Le daba miedo que aquel hombre le propusiese unirse a sus clases para enderezar sus valores. Entendía que su prima quisiese ser una gran bruja, pero si el precio era soportar a ese ser, no merecía la pena. Cuando Voldemort volvió a abrir la boca, reuniendo un valor que no tenía, Bellatrix se adelantó:

-Amenacé a este idiota con cruciarlo para que me trajese la máscara maldita del tío Orión. Quiero enseñársela, señor. Venga, le encantará. ¡Y tú lárgate, vete! ¡FUERA! –le chilló Bellatrix a Sirius intentando convertir su temor en falsa ira.

Su primo no necesitó más y corrió a todo lo que sus piernas le permitieron. Esa fue la primera vez que se alegró de encerrarse en Grimmauld Place. Le horrorizó pensar que Bellatrix se reunía voluntariamente con aquel hombre y encima lo veneraba. Lo único que le animó fue que le había mentido y distraído para protegerle… Tenía salvación, no permitiría que fuese más allá: ese ser no le quitaría a su prima.

-¡Qué tal! ¿Preparados para el nuevo curso? –preguntó Sirius cuando se reunió con sus amigos en el tren- A ver si Sprout ha vuelto a criar mandrágoras porque no hay manera de conseguir más hojas…

James asintió y continuó:

-Sirius y yo hemos aprovechado para avanzar con nuestro mapa: hemos trazado todo el interior del castillo con lo que descubrimos en las exploraciones bajo mi capa.

-¡Qué bien! Yo ya sé qué hechizos usar para localizar a cada persona –apuntó Remus.

-A mí se me ha ocurrido que podemos llamarlo el Mapa del Merodeador –comentó Peter con timidez-. Si os parece bien, claro… Se me ha ocurrido porque McGonagall siempre dice que enciende la chimenea del Aula de Detención en cuanto nos ve merodear. Pero si se os ocurre cualquier otro nombre…

-¡Perfecto! Seremos los merodeadores –sentenció James.

Los cuatro asintieron con solemnidad y se prepararon para un gran año.

-¡Este curso por fin podemos asistir al baile de Navidad! –exclamó James.

-No sabía que te gustara bailar –comentó Remus.

-Bailar me da igual, lo que quiero es ir con Evans.

-Ya, pero por si acaso busca un plan B, porque creo que Lily preferirá ir con el sauce boxeador… -comentó Sirius burlón.

-Entonces iré contigo, Siriusín –replicó James.

-Con Sirius querrán ir todas las chicas. Podrás elegir a la que quieras –comentó Peter con una mezcla de envidia y adoración.

El aludido comentó que odiaba los bailes. En su familia era tradición acudir a fiestas de los Sagrados Veintiocho y danzar mientras se conspiraba. Él lo aborrecía. Si alguna chica le gustaba preferiría invitarla a Hogsmeade, pero nada de bailes. Pensó entonces que sería divertido ir con su prima aunque solo fuese por las reacciones de todo el mundo… pero lo descartó enseguida. Para que sus padres (o peor aún, su maestro) no se enfadaran con ella, Bellatrix debía fingir que le odiaba. Además sus amigos tampoco sabían que se llevaba bien con la slytherin amiga de Quejicus… No, iría al baile con alguna gryffindor y sabotearía el ponche como fuente de diversión.

Todo sucedió según los pronósticos: Lily le dio calabazas a James, que se deprimió y se escondió bajo su capa de invisibilidad hasta que Sirius le obligó a salir. Le explicó que debía acudir con pareja para que Evans viese que había vida más allá de ella.

-No vayas a parecer un marginado como Quejicus...

Con esa frase Sirius terminó de convencer a James. No obstante, estaba tan dolido por el rechazo que no quería buscar a otra chica. Por otro lado, Remus y Peter eran demasiado tímidos para pedírselo a nadie. Así que Sirius les buscó pareja a todos: Alice Fortescue era la otra golpeadora de gryffindor y aceptó acudir con James; a Emmeline Vance Remus llevaba años deseando pedirle una cita y Sirius lo hizo por él; y por último encontró a Mary Cooper, una hufflepuff bastante retraída que acudiría con Peter. Quedó tan agotado de su trabajo como emparejador que ya no se esforzó más. A él se lo pidió Marlene McKinnon y aceptó. Era guapa, inteligente y lo pasaba bien con ella.

Y efectivamente lo pasaron bien. McGonagall los vigiló con ojo de halcón, pero en cuanto Dumbledore la sacó a bailar, los dos morenos vertieron una sospechosa sustancia en el ponche. Unos minutos después a varios profesores y alumnos se les llenó el cuerpo de manchas con forma de patitos de goma. Nadie pudo acusar a los culpables porque bailaban con sus parejas con aspecto inocente. La felicidad por el éxito de la broma duró hasta que James vio a la pareja de Lily.

-Quejicus… ¿Quejicus? ¡Quejicus es la pareja de Evans! –exclamó James tan fuerte que casi se escuchó por encima de la música.

-Lo hará para ponerte celoso –respondió Sirius para calmarlo.

-O por lástima –apuntó Remus.

-O porque no tiene gusto –terminó Peter.

Mientras Snape lucía una sonrisa nunca antes vista, Lily parecía ligeramente incómoda, pero aún así mantenía el tipo. James se sentó en una silla enfurruñado y pasó el resto de la noche vigilando a la extraña pareja. Sirius se solidarizó y se sentó a su lado mientras su amigo le hacía comentarios insidiosos sobre los danzantes. No obstante Sirius no le escuchaba. Llevaba varios minutos intentando distinguir a Bellatrix entre la multitud. Su corazón dio un brinco cuando descubrió una melena oscura y un vestido verde… pero resultó ser Andrómeda. No distinguió si estaba con alguien, parecía algo inquieta intentando charlar con un hufflepuff sin que la vieran sus compañeros.

-James, eres un muermo –sentenció Alice-, voy a bailar con Frank.

-Estupendo –murmuró su pareja sin apenas escucharla.

La chica bufó y se largó. Marlene por su parte bailaba con su amiga Dorcas, no parecía haberse dado cuenta de que Sirius la había abandonado. Varias chicas se acercaron para intentar bailar con ellos, pero Sirius declinó las invitaciones con su sonrisa encantadora. Sonrisa que borró en cuanto localizó a Rodolphus Lestrange. Llevaba una túnica de gala elegantísima, bordada a mano y con sus iniciales en hilo de oro. Su pareja estaba preciosa, con un vestido plateado y el pelo cayéndole en suaves ondas. Parecía feliz de ir del brazo de Rodolphus y bailaba con una elegancia innata sin dejar de sonreír. Sirius abrió mucho los ojos.

-No es Bella –murmuró.

-¿Qué? –gruñó James sin apartar los ojos de Lily.

-Nada -respondió su amigo frunciendo el ceño.

La acompañante de Rodolphus era Rose Macnair, otra slytherin de su curso. Sirius estaba seguro de que Bellatrix iría con Lestrange, era su mejor (y prácticamente único) amigo y sospechaba que algo más...

Comentó que iba al baño y salió del Gran Comedor. En el pasillo desierto ejecutó un accio y un minuto después, el protomapa del merodeador acudió a su mano. Los terrenos exteriores eran aún un boceto, pero se distinguían a grandes rasgos. Comprobó que en las zonas más próximas al castillo había varios nombres de alumnos enroscados entre sí. Más allá, junto al lago, solo había una persona. Guardó el mapa y salió del castillo.

Hacía frío y nevaba, pero la estampa era realmente hermosa con una gruesa capa blanca brillante que lo cubría todo. Gracias a eso encontró un rastro: alguien había cavado una especie de túnel que había elevado la nieve creando un montículo. Siguió la línea zigzagueante hasta topar con su autor: Raspy jugaba a formar pequeñas bolitas de nieve y deshacerlas en un fuego azulado que ardía junto a él. Bellatrix le contemplaba embobada sentada en una zona del suelo que había despejado de nieve.

-¿Qué hacéis? –preguntó Sirius.

-A Raspy le gusta jugar con la nieve pero le entra frío, uso el fuego portátil para que se caliente –explicó Bellatrix-. ¿Y tú qué haces aquí vestido de cobrador de Gringotts?

Su amigo no se ofendió sino que rió con arrogancia. Estaba guapísimo, pero jamás lo reconocería porque la túnica de gala se la compró su madre. La frase de Walburga fue: "Hazme el favor de ponerte esto y no uno de los trapos de Kreacher, que te veo capaz solo por darme más disgustos". Y como pese a todo le sentaba como un guante…

-He tenido que huir. McGonagall me busca por un asunto con el ponche… Y otro asunto con la túnica de Slughorn que se ha vuelto traslucida y varios alumnos han vomitado al verlo…

Bellatrix dibujó una sonrisa ante esa imagen pero enseguida la borró. Sin decir nada, Sirius se sentó frente a ella dejando a Raspy entre ellos. Se estaba bien así, el fuego desprendía un calor muy agradable y el escarbato era realmente entretenido de observar.

-¿Por qué no has ido al baile?

-Rod me lo pidió, pero le dije que mejor fuese con Rose, a ella le hacía mucha ilusión y yo odio los bailes.

-¿Por qué?

-Porque es ridículo. A mis hermanas se les da bien, pero a mí eso de ser delicada y grácil –comentó imitando el tono cursi de sus madres- y dejarte llevar mientras alguien te toca… Me da repelús. Prefiero jugar con Raspy.

-Ya… A mí tampoco me gusta.

-¿Entonces por qué has ido? ¿Te lo han suplicado tus novias? –comentó la bruja con acidez.

Sirius frunció el ceño ofendido.

-Me lo han pedido mis amigos. Y no tengo novia, no es como tú con Lestrange.

-¡No tienes ninguna novia porque prefieres estar con todas! Y Rod y yo solo somos amigos.

-Así se llama ahora…- ironizó Sirius.

Se miraron con rabia y enseguida volvieron a bajar la vista al escarbato. Viendo que era el centro de atención, Raspy se sumergió en la nieve e hizo una exhibición para que vieran lo rápido que excavaba. Después, volvió a colocarse entre ellos y se sacudió para librarse de la nieve. Bellatrix se inclinó sobre él para ayudarlo. En ese momento, Raspy dio un salto, se enganchó a la pajarita de Sirius haciendo que el chico inclinara la cabeza con un grito ahogado… y sus labios quedaran justo sobre los Bellatrix.

Fueron largos segundos de parálisis y ojos muy abiertos. Los Black no procesaban lo que acababa de pasar. Se habían besado. Raspy había hecho que se besaran. Y eso no fue lo peor…

-¡Mi primer beso ha sido con mi primo! –exclamó Bellatrix asqueada mientras se pasaba la mano por la boca como para limpiarse.

-¿Ha… ha sido tu primer beso? –balbuceó Sirius.

-¡Sí! ¡Qué pasa! –le espetó ella furiosa- ¡No todos vamos por ahí comiendo bocas como si fueran ranas de chocolate!

-¡Eh! ¡Que también ha sido el mío! –protestó él levantándose- ¡Y ha sido un asco!

-¡Sí que lo ha sido! Y será el primero para el resto de nuestras vidas, qué horror… -exclamó la bruja ocultando a Raspy dentro de su capa e incorporándose.

-¡Ni de broma! Esto no cuenta como beso, ha sido solo un… un choque de labios.

-Eso aún suena peor.

Sirius estuvo de acuerdo pero no se dignó a responder. Se despidió con un gruñido y se marchó de vuelta al castillo. A mitad de camino pensó que igual había sido demasiado brusco, no quería hacerle daño a su prima. Cuando estaba con ella sentía cosas extrañas que nadie más despertaba en él. Se giró dubitativo y descubrió que Bellatrix le había seguido. Con el mismo tono indignado, la bruja exclamó: "¡Si va a ser el primero mejor que lo hagamos bien!". Sin darle tiempo a reaccionar, Bellatrix le dio otro beso. Sirius se turbó y murmuró ruborizado: "Ha… ha estado mejor". Su prima asintió y con expresión altiva entró al castillo.

No la volvió a ver puesto que al día siguiente se marchó a pasar las Navidades en casa. Sirius las pasaba con los Potter (sus padres no le querían ver y el sentimiento era mutuo). Dedicó bastantes horas a recordar ese beso y a preguntarse qué había significado. Le había gustado, era agradable besar a su prima… aunque era raro, no estaba bien. Pero bueno, solo había sido una noche.

-¿Qué haces con ese jersey? –le preguntó James mientras preparaban sus regalos de Navidad.

-Encogerlo. Es de los de calidez automática, se activa cuando tienes frío. Quiero hacerlo más pequeño para Raspy, así podrá jugar con la nieve sin enfriarse.

-¿Raspy? –inquirió James pensando de qué le sonaba ese nombre- ¿El escarbato de Bellatrix? ¿No os odiáis?

-Más o menos –respondió su amigo-. Pero un escarbato nos vendría bien para nuestras travesuras, igual si le hago un regalo por Navidad quiere ayudarnos.

James lo meditó y finalmente se encogió de hombros. Por probar… Sirius lo empaquetó y lo etiquetó con una nota que ponía: "Mr. Raspberry Black". Le indicó a la lechuza que se lo entregase a Bellatrix cuando estuviese sola y pareció entenderlo.

Cuando todo el mundo volvió de vacaciones, una tarde que merodeaban cerca del Bosque Prohibido, los cuatro amigos vieron a Bellatrix. Leía y practicaba conjuros apoyada en el tronco de un árbol. A su alrededor, Raspy con su jersey azul con estrellitas perseguía su pelotita brillante. Sirius no había recibido ninguna respuesta, pero sí una caja de ranas de chocolate sin remitente que sospechó que era el regalo de su prima. Pusieron a prueba su teoría: le preguntaron si podía prestarles a Raspy para sustraer del despacho de Slughorn un chivatoscopio. No podían hacerlo con la capa invisible puesto que el profesor tenía un detector de enemigos que podría alertarle. Bellatrix miró a su mascota y puso sus condiciones:

-Raspy no trabaja gratis. El pago es un galeón por adelantado y otro cuando haya cumplido la misión.

Hubo intentos de regateo, pero finalmente Sirius le tendió una moneda al escarbato y cuando cumplió su cometido, James le dio otra. Aprovechando que ambos eran ricos, volvieron a utilizar en varias ocasiones a su eficaz compinche.

Sirius empezó a darse cuenta de que su prima tenía una relación extraña con el dinero: lo guardaba todo. Jamás se compraba nada en Hogsmeade como hacían el resto de alumnos. No le dio importancia y no le preguntó para incomodarla. Siguieron quedando juntos a escondidas y hubo algún otro beso furtivo que ninguno de los dos entendía pero sí disfrutaban. Y con uno de esos besos concluyó el cuarto curso.