Se han tenido que hacer ajustes rápidos en el Louvre, pero al menos todos están a salvo. Nerviosos, pero a salvo. Sobre los nazis… pues se han reunido y obtenido apoyos inesperados de parte los locales. Y por si fuera poco, han recibido un mensaje desde 1943. ¡GRACIAS POR LEER!


Este fic es un Spin – Off del fic "DESTINO" de Abby Lockhart y cuento con su autorización para escribir esto (de hecho, ella me animó a hacerlo). Les recomiendo su lectura.

DISCLAIMER: Los personajes son propiedad de Thomas Astruc, Zag Toons y quienes hayan comprado las respectivas licencias. No estoy ganando dinero con esta historia, sin mencionar que no tengo ni donde caerme muerta: si me demandan, no van a sacar nada.


ADVERTENCIAS

La plaga todavía no ha sido purgada de estas tierras. Cuídense y cuiden de otros. Mantengan la distancia, lávense las manos y a resistir como mejor podamos.

Puede haber spoilers de la cuarta temporada.


"ENTRE DOS SIGLOS"

CAPÍTULO IV: Un poco de calma

Palacio del Louvre. París.

Horas después. Atardecer.

Nino se bajó del carruaje y ajustó su abrigo. Se había levantado un viento muy helado durante la tarde que calaba hasta los huesos. Si hubiera dependido de él, no habría salido de su casa ni de chiste, pero ahí lo tenían. El hombre se había tomado unos días de licencia autorizado por el Rey, para ajustar algunos detalles de su próxima boda con mademoiselle Alya Cesaire. Aquél tema era lo que había ocupado sus días y le había permitido descansar de la corte y sus deberes militares. Su madre y su suegra estaban en llamas planeando la boda y a todas luces su opinión no era considerada en la ecuación, ni la de su prometida, pero al menos había podido pasar tiempo con ella que de otro modo no habría tenido. De hecho, estaba pasando la tarde con Alya cuando un mensajero de palacio había llegado a toda carrera, avisándole que el Rey lo necesitaba de regreso con la mayor de las urgencias.

Así que ahí lo tenían, por completo perplejo y pensando en quizás qué lío se habían metido ahora (no los podía dejar solos ni cinco minutos). Nino no se había preocupado mucho, solo estaba frustrado, pero…

Mon poté… —lo saludó Adrien con gravedad ni bien se bajó del carruaje, lo que no era propio de él— lamento que te hayamos sacado del lado de tu prometida.

—Ahora sí que me preocupo. —le dijo Nino muy alerta— Tú no dejas el lado de Marinette por salir a recibir a nadie, incluso a mí. ¿Qué ocurrió?

—Aquí no. —Adrien le indicó que lo siguiera, y sin esperar por alguna pregunta, inició la marcha al interior del palacio.

Nino notó en seguida que algo grave estaba pasando. La guardia estaba muy alterada y los nobles con los que se cruzaron estaban mucho más callados de lo normal. A medida que se adentraban en el palacio notó que habían endurecido los controles y que ya no se podía circular libremente por los corredores. Lo que sí notó fue la presencia de los ex piratas de Luka, quienes se movían como sombras entre los soldados, sin que éstos les pusieran freno alguno, y todos con cara de circunstancias, como si estuvieran en medio de una misión.

—¿Qué pasó aquí? ¿Acaso atacaron al Rey? —dijo a tono de broma, quizás para aliviar el pesado estado de ánimo.

—Sí.

—¡¿Qué cosa?! —exclamó Nino dando un respingo— ¡¿Y lo dices tan tranquilo?!

—No hubo muertos, al menos de nuestra parte, pero sí hay heridos.

—Define heridos.

—El rey recibió un rasguño. Y… madame royale está herida de gravedad.

—¿Madame Royale? —Nino sacudió la cabeza perplejo— ¿De qué estás hablando? El rey no tiene hermanas ni tías vivas. —Adrien se detuvo brevemente y lo miró a la cara, con una expresión que Nino supo en seguida que el almirante no estaba mintiendo, por descabellado que fuera. Aguantó la respiración.

—Pasaron cosas muy extrañas. Tenemos visitas en el palacio.

En ese momento Nino vio a un pelirrojo un tanto más alto que Nathaniel, pero muy parecido a él, caminando apresurado y quizás huyendo por Alix. De cerca los seguía el mencionado pintor, que intentaba calmar a su esposa, quien atormentaba al recién llegado entre indignada y asustada.

—¡Es Que Es No Creer! ¡¿Cómo Esperas Sobrevivir Una MALDITA Guerra Sin Golpear De Vuelta?! ¡Te Van A Matar! ¿Esperas Que Me Quede Tranquila?

—Amor, por favor, no lo atormentes ¡Sus razones tendrá! —trató de razonar Nathaniel, tratando de lidiar entre su esposa y el estudiante, aunque se notaba tan angustiado como Alix.

—¡Ya Tomé Mi Decisión! ¡No Voy A Hacerle Daño A Nadie A Propósito! (por más ganas que me den) —se defendía el extraño, tratando de ser todo lo respetuoso que podía— No es mi vocación dañar a nadie, madame Kutzberg, por favor… ¡Entienda que mi campo de batalla es uno muy distinto!

—¡Pero Te Van A Matar! Como Casi Te Matan En El Taller De Arte, ¡No Pretendas Que Me Quede Tranquila!

El pequeño grupo continuó su camino. Nino parpadeó perplejo, sin evitar fijarse en los detalles. El atuendo del extraño era… muy diferente y se notaba angustiado, no solo por el acoso de Alix, sino por vaya a saber Dios qué otras preocupaciones. Adrien entonces le palmeó el hombro.

—Vas a escuchar una historia muy extraña e increíble. Doy fe y atestiguo que es cierta. —le dijo el almirante muy grave. Fue entonces que Nino notó algunas manchas de sangre seca en sus ropas— El Rey ha prohibido todo comentario de ella fuera de palacio.

—¿En qué lío se metieron ahora? —Nino señaló en la dirección en la que Nathaniel, Alix y el desconocido se habían alejado— ¿Quién era él?

—Sebastián Kutzberg. Creo que nació en 1920.

—Adrien… estamos a finales de 1589. Lo sabes. —comentó Nino incrédulo.

—Dije que ibas a escuchar una historia increíble.

El almirante reinició la caminata, seguido de cerca por Nino. Entraron a un estudio y tras asegurarse que estaban solos, comenzó a contarle a grandes rasgos lo ocurrido, a sabiendas que era probable que su amigo no le creyese palabra.

Mientras tanto, en la habitación en donde habían atendido a Marie, las chicas no habían querido dejarla sola, mucho menos el pequeño duque de Orleans. Se habían cambiado de ropa para no desentonar tanto y Tikki las ayudaba con sus nuevos atuendos. Marinette se había propuesto ella misma reparar las prendas que se habían quitado, lavarlas y quizás copiarlas para que se llevaran ropa nueva de regreso a su tiempo, prestándoles toda su atención y curiosidad mientras revisaba las prendas descartadas. Aurore velaba a Marie con mucha dedicación: habían aprovechado para cambiar las ropas de la princesa por un camisón fresco, que diera mejor acceso a sus heridas y le brindase más comodidad en lo que durase su convalecencia.

Sí, Marie Juliette se parecía mucho a Aurore, pero estando inconsciente tenía más rasgos de Félix, por bizarro que pareciera. El pequeño duque en cambio se parecía bastante al rey: su ascendencia era innegable.

—¡Qué prenda tan extraña! —exclamó Marinette mientras sostenía un sostén en alto— Pero por su función me parece brillante.

—¡Yo lo odio! Pero comparado con esta cosa infernal creo que lo quiero de regreso. —se lamentó Bridgette, en lo que Tikki la ayudaba a ajustar el corsé— ¡Me voy a tardar una eternidad en quitarlo!

—Es cosa de práctica, Bridgette. —la animó Tikki mientras tiraba de los cordeles— los ataré de la forma fácil para que no tengas tantos problemas después.

—Es un estilo de ropas muy distinto, pero nunca me habría imagino hacer faldas tan cortas. ¡Me gusta el diseño! —insistió Marinette, que seguía revisando las ropas de las viajeras.

—Hay faldas mucho más cortas, pero no sé si me atrevería a usar alguna. ¡Una tiene que tener un poquito de decencia! —Bridgette dio un brinco al sentir un último tirón de los cordeles— Ouchie…

—Lo siento.

En verdad Marinette se estaba entreteniendo un montón con las ropas que estaba viendo. El estilo del 1943 era diferente a cualquier cosa que se hubiera imaginado. Las faldas, las blusas, los sweaters, el calzado, los accesorios, ¡ni en sus sueños más locos! Algunas prendas parecían más cómodas que otras, y otras le parecían fascinantes, como el sostén. Liiri había sido la primera en cambiarse, sin quejarse ni una sola vez, pese a la novedad de usar un traje histórico, y no dejaba de analizar su atuendo.

—Creo que podría acostumbrarme a esto. —dijo Liiri con ilusión— ¡Me siento como en un cuento!

—Yo me hubiera quedado con mis ropas. —se lamentó Bridgette, quien a diferencia de Liiri, sí estaba lamentando el cambio— ¡Así no me voy a poder liar a golpes con nadie!

—Kagami te puede dar lecciones sobre como golpear con vestidos —opinó Tikki con suavidad, mientras la seguía ayudando a vestirse— O cualquiera de las otras chicas… que trabajan con el capitán Couffaine.

—Lo voy a considerar.

—¿Qué tan seguido ven combates ustedes? —preguntó de pronto Marinette, acercándose a Bridgette— Hablan como si fuera cosa de todos los días. —añadió mientras acariciaba su panza.

—Hay días mejores que otros. Últimamente no hemos podido descansar todo lo que nos hubiera gustado… —confesó Bridgette bajando la cabeza, aunque de pronto sonrió— Creo que podría aprovechar para tomar un descanso también.

—Al menos rescatamos a Philipe. ¡Pobrecillo! Se sentía muy culpable —Liiri le dirigió la mirada a Tikki con ansiedad— ¿Estará bien? Es un peque travieso y se desaparece en un pestañeo…

—El profesor lo está cuidando, y él sabe lo que hace. ¡Calma Liiri! —la tranquilizó Bridgette.

—Además Plagg le está echando un ojo, y a él no se le pierden los niños —añadió Tikki con una sonrisa— ¿Qué disciplina enseña?

—¿Allan? Creo que era profesor de filosofía y retórica en la universidad de París. —respondió Bridgette— Es muy agudo cuando quiere.

Tikki infló el pecho de orgullo y comenzó a hacer más preguntas sobre su descendiente. Tanto la Reina como Marinette sonrieron enternecidas: hacía tiempo que no escuchaban a Tikki tan interesada por otra cosa que no fuera el pequeño Lucien. En ese momento madame Agreste se acercó a Bridgette y la tomó de la mano. El bebé que llevaba en el vientre dio un vuelco contento al sentir la súbita alegría de su mamá.

—¡Me alegra que se planteen la posibilidad de descansar un poco! Les hará muy bien a todos —Marinette hablaba muy en serio— Aprovecha para tomar fuerza. No sacan nada con estresarse en vano.

Bridgette abrió los ojos como platos, fijándolos en Marinette. Sintió un súbito alivio en su corazón y asintió con timidez. Se le hacía muy rara la situación, pero supuso que tendría que verla del lado positivo. Además, no todos los días se tenía la oportunidad de conocer a sus ancestros. ¡Uy! Su hermano Gabriel iba a ponerse verde de la envidia cuando supiera.

—Al menos que esto sirva para que Madame Marie baje el ritmo —añadió Liiri con un triste suspiro. La mujer tomó aire, algo mareada, y decidió sentarse— Se presiona demasiado y los últimos días la preocupación casi la hizo pedazos.

—¿Te sorprenden? Apresaron y casi mataron a su hermanito menor. —Bridgette ladeó la cabeza— ¿Liiri?

—¿Te sientes bien, Liiri? —le preguntó Tikki, notando a la chica pálida. Se acercó a ella con interés— Quizás tu corsé quedó muy apretado…

—No, quedó bien. Y me siento bien, madame… ¡Ocurre que doné sangre! Ya se me pasará.

Tikki levantó las cejas en el acto. ¡Cierto! Sebastián había pedido que tanto a Allan como a Liiri les dieran algo para comer y beber más sustancioso, preferentemente tibio y dulce, para compensar la pérdida de sangre. Todavía no les traían nada a ellas, pero no dudaba que Allan ya había comido: sospechaba que tenía el mismo apetito que su marido y que el glotón de su hijo, así que más que seguro había encontrado algo con qué saciar el hambre después de donar sangre. Tikki miró a Marinette.

—Iré a ver qué pasa con lo que pedimos, ¡Vengo en seguida!

—Ve, que yo me encargo.

A la mención de Marie, Aurore levantó la cabeza mirando brevemente en dirección de las mujeres. En el momento en que Tikki abrió la puerta para salir, Philipe se asomó con timidez y apenas esperó que le dieran permiso: trotó hasta la cama de su hermana y se sentó a los pies, luciendo como un gatito remojado. Aurore alcanzó a cruzar miradas con Marinette antes de asentir y volver su atención hacia la Delfina. Philippe se pasó la mano por el rostro, como estrujando algunas lágrimas.

—Su hermana tiene mejor color, joven duque. —comentó Aurore, tratando de distraerlo— ¿No le parece?

—No me dejaron donarle sangre. —gruñó el muchacho, antes de mirar a la reina con mucha curiosidad— ¿Por qué quiso donar sangre? Apenas nos conoce.

Aurore asintió. Hacía unas horas que Sebastián había pedido donadores de sangre. Eso le valió una fuerte discusión con Laplant que solo fue interrumpida cuando ella y Félix regresaron a la habitación. Al poco andar el médico real decidió retar al joven estudiante para que probara su teoría, por lo que pidió voluntarios entre sus camaradas para darle sangre a la delfina. Ella, en un acto de súbita valentía pidió ser la primera… lo que desató otra discusión y que todos los demás quisieran donar sangre en su lugar. Sebastián tuvo que poner orden, pues según él no tenía el equipo necesario para determinar los grupos sanguíneos (no entendió nada de eso, pero bueno), por lo que prefería irse a la segura: Allan y Liiri donaron sangre, el primero por ser donante universal y Liiri por ser del mismo grupo que Marie. No se consiguió mucha sangre, apenas un litro entre dos personas, pero algo era algo. El proceso… tuvo sus dificultades, pero consiguieron el objetivo… y para asombro de Laplant, hubo una mejoría bastante evidente en Marie.

Aurore mojó un algodón con agua y humedeció los labios de su descendiente, arropándola un poco más. Tanto Sebastián como Laplant habían coincidido en que Marie no podía enfriarse más de la cuenta y que por causa de su herida, estaría más sensible al frío, así que la reina se había propuesto no dejar que eso ocurriera.

—¿Madame? —insistió el muchacho.

—Ustedes son mis descendientes. Y si no lo fueran, ¿qué clase de ser humano sería si no ayudase a mi prójimo en momentos tan difíciles?

—Qué raro…

—¿Qué es lo raro?

—Es usted la reina. No creí que fuera así.

—Ah, ya veo. ¿Esperabas que fuera diferente? —Aurore le guiñó el ojo a Philipe e hizo un gesto como de desdén— ¿Qué fuera como las madrastras de los cuentos? ¿Toda mala y fría?

—Err… No. Este… no sé. Yo… lo siento mucho. Es que hace mucho… que no nos encontramos con algo así. —Philippe miró a su hermana preocupado— Se va a asustar mucho cuando despierte.

—No me extrañaría.

—Va a creer que todo es culpa suya. Y va a estar muy enojada conmigo… no debí salir a jugar… ¡Pero es que estaba tan encerrado! —el muchacho hizo un súbito puchero— ¡Debí aguantar! Por mi culpa le dispararon, ¡Todo porque quise salir!

Aurore puso su mano sobre la cabeza del pequeño, quien de nuevo había roto en llanto. ¿Qué clase de vida estaban llevando? Debía ser muy difícil: casi no podría imaginar cómo lo haría ella si llegaran a invadir Francia y tuviera que retirarse a la clandestinidad. ¿Y cómo culpar al muchacho? A los once años se necesita el ejercicio, jugar con los semejantes, respirar aire fresco y estudiar, ¡a esa edad no se entienden bien los motivos de los adultos!, no era su culpa por querer tener algo parecido a la normalidad.

—No es culpa tuya, pequeñito. Es culpa de quienes te capturaron. Sobre tu hermana… si es descendiente de mi querido rey, te aseguro que se va a recuperar y poner a llorar a quienes le hicieron esto.

Philipe entonces levantó la cabeza y la miró de hito en hito. ¡Cierto! Esta mujer no era una mujer cualquiera, era su abuela en la chorromil generación. ¡Y era la reina Aurore! La esposa del rey astuto. Hizo un puchero y se restregó los ojos: apenas comprendía que estaban en 1589, pero su joven mente parecía aceptarlo más rápido que los adultos. Mientras ellos se cuestionaban el cómo y porqué, él, con sus tiernos once años, ya se había explicado todo: máquina de los nazis, algo salió mal, ¡PAH, DRAMA!, llegaron a 1589.

—¡Cierto que eres mi abuela!

—Jejejeje, podría decirse. ¿Te imaginaste tener una abuela tan joven?

BRILLANT.

—Oiga, pequeña alteza. Aquí su majestad la reina es vuestra abuela, así que debe recordar sus modales. —le advirtió Bridgette muy juguetonamente, mientras le arreglaba los cabellos— ¡Quizás va a pensar que lo estamos cuidando en un gallinero!

—¡Pero sí me tienen en un gallinero!

—Ah, ¡no es un gallinero! La entrada está en uno, pero el escondite es limpio y amplio y no huele a paloma rancia.

—Bridgette me dice que tienen un escondite oculto en una granja a las afueras de París. —explicó Marinette, echándole un vistazo a Marie— Tiene mucho mejor color.

Aurore asintió y volvió a mojar los labios de la delfina, deteniéndose unos instantes al ver que esta respiraba profundo. Tal cosa le trajo mucho alivio, y por instantes deseó que la princesa despertara, pero no sucedió. Philipe por lo visto esperaba lo mismo, y cuando no sucedió, se abrazó de Bridgette. ¡Pobrecito! Se notaba que era un pequeño muy dulce y que era querido por quienes lo rodeaban… por su cuna y posición, evidentemente se esperaba mucho de él, pero todavía era un niño y nadie tenía derecho de interrumpir así su infancia. ¡Tan solo esperaba que la experiencia lo ayudase en el futuro y no le afectara tanto!

—¿Lady Bridgette? —la llamó de pronto Aurore— Entonces eres descendiente de mi buena amiga Marinette.

—Eso creo, Madame. Mi padre es el marqués de Agreste y nuestra casa desciende del Almirante en línea directa. —la chica suspiró— Es mi hermano Gabriel quien mejor conoce la historia familiar en todo caso.

—Aun si no lo tuvieras claro, mi corazón me dice que sí. ¡Además que el parecido es incuestionable! —Marinette se acarició la panza: el bebé estaba muy activo esa tarde y eso que se había pasado ya algunos días muy tranquilito— Suficiente prueba para mí.

—Me pasa similar con Marie y Philipe. —Aurore se encogió de hombros— El parecido los delata a todos ustedes en todo caso.

—Pues yo no sé qué pensar… —comentó Philipe en voz bajita.

—Tómalo como una aventura, petit prince. —le dijo Bridgette mientras le desordenaba algunos cabellos. El muchacho infló las mejillas— Siempre has ansiado tu propia aventura.

En el saloncito y sentada sobre el sofá, Liiri sonrió para sí misma al escuchar la conversación. Philipe seguía siendo un pequeño soñador, y esperaba que la guerra no le robase sus sueños, como lo había hecho con los suyos. Suspiró profundo y cerró los ojos, apoyándose en el respaldo, tratando de contener el mareo y otras molestias. Tenía frío, lo cual era esperable: se había arriesgado mucho donando sangre, pero estaba segura de que valdría la pena. Sebastián todavía no tenía la experiencia para saber cuándo un paciente le mentía y ella se había hecho una experta dando información ambigua. Para su altura, le faltaban un par de kilos y ciertamente no comía desde la tarde previa, pero le había dicho a Sebastián que sí estaba en su peso ideal y que había comido antes de salir a la misión ese día (lo que no era cierto). Como resultado de haber donado medio litro de sangre, con todas las complicaciones que eso supuso, en esos momentos Liiri no se sentía bien para nada. Se quería mover lo menos posible.

Escuchar las quietas conversaciones de las demás aquietaba su alma y se concentró en esa agradable sensación para aguantar un poco más, tratando de ignorar todo lo posible lo mal que se sentía. ¡Maldita sea! Tenía que comenzar a cuidar más de ella misma o no sobreviviría la guerra. ¡No estaba enferma! No es que se sintiera físicamente mal o algo, no. Sí notaba que estaba cada vez más apática y le costaba encontrar la motivación en las mañanas al despertar. Salvar su vida o comer estaban perdiendo atractivo. Pero no estaba enferma, en absoluto. Sí reconocía que se estaba descuidando, ¿Pero enferma ella? Pffff.

—Creo que no te sientes bien y que te estás haciendo la valiente —dijo de pronto Tikki, poniendo su mano sobre la frente— estás un poco sudorosa.

—Pierda cuidado madame. —dijo Liiri sonriendo apenas— Acabo de donar sangre, normal que me sienta… —en ese momento la chica abrió los ojos, notando que Tikki no estaba sola. De pie junto a ambas estaba Sass, con cara de querer estar en cualquier lugar menos ese, con una bandeja en las manos. La miraba atento, con esos hipnóticos ojos celestes que tenía, llenos de intriga. Una subida de adrenalina la hizo sentir mucho mejor en cosa de segundos— … algo descompuesta. ¡Pero se me pasa en seguida! —exclamó mejorando su postura y arreglando sus ropas.

—Puedo comprenderlo: sigo pensando que les sacaron mucha sangre a ti y al profesor Lombard. —Tikki le puso una mano sobre el hombro, escondiendo una risita para ella misma al notar el cambio de actitud— ¿Estás segura de que no quieres que llame a ese chico, Sebastián? O al médico real…

—El matasanos va a intentar hacerle una sangría —opinó Sass con soltura— Y el argumento de que la sangre debe ir por dentro me compró por completo.

Tikki asintió con lentitud y se puso de pie. Atrajo una pequeña mesita de apoyo y tomó de las manos de Sass la bandeja que seguía sosteniendo. El aroma a leche tibia con canela, huevos revueltos, tostadas de pan y mermelada llegó hasta la nariz de Liiri y pareció hasta llenarle el alma. ¡Qué hambre tenía de pronto!

—Sass. Acompaña por favor a mademoiselle Liiri en lo que voy con la reina…

—¿Yo por qué?

—Porque yo lo digo. —gruñó Tikki— No creo que mademoiselle muerda.

—Hmpf.

—¡Ya deja de gruñir! Ni que te fuera a obligar a casarte o algo —Tikki se volvió a Liiri con naturalidad— Te dejo unos momentos. Si Sass te da problemas, me dices y le diré a mi marido que lo enriele. Permiso.

Tikki hizo una modesta reverencia y se alejó en dirección de la reina. Sass la siguió con los ojos, como suplicando que no lo dejara solo, pero aceptó como el caballero que era la misión encargada. Liiri se dio cuenta de ello, el hombre no quería estar con ella y eso… pues le dio mucha tristeza: seguro le había dado una muy mala impresión. Sacudió la cabeza y no quiso pensar en ello. Observó como Sass atrajo una silla para sentarse y por lo mismo aprovechar de mejor modo las oportunidades que tenía.

—No tiene que acompañarme si no quiere. Le puedo decir que tuviste que ir a un llamado.

—No sería justo con usted, miss Chastain.

—Gracias, supongo. —Liiri se asomó a la bandeja y tomó el tazón con leche con ambas manos, dándole una probada— Leche fresca… ¡qué delicia!

La chica comenzó a comer, aunque tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no morfarse hasta la mesa. Después de todo era una señorita: no era noble ni de chiste, pero sus padres la habían criado muy bien. Comió principalmente en silencio, escuchando la acompasada respiración de Sass, que apenas le prestaba atención. No era de grosero, pasa que el hombre no sabía qué pensar de Liiri y de los lindos ojos que tenía. Lo descuadraba un poco que fuera tan atrevida y al mismo una señorita y eso que había convivido con mujeres piratas.

—Seth Aiden Sanders. —dijo Liiri en apenas un suspiro.

—¿Miss? —Sass se volvió hacia Liiri sorprendido. No escuchaba ese nombre de la boca de nadie desde hacía años.

—El primer inglés que formó parte de las filas del Secret du Roi. —respondió Liiri en voz muy bajita— ¿O me equivoco?

—¿Cómo sabe eso? —siseó Sass muy molesto.

—Mi papa era profesor en una escuelita rural en las cercanías de Carentan… Historia era su materia favorita.

—Oh. Pasé a la historia. ¿Os dijo vuestro padre que soy un pirata y un ladrón?

—Sí, pero ladrón nunca fuiste. Te tendieron una trampa. ¿Eres maestro de esgrima?

Sass no le respondió. Estaba un poco mosqueado con que supieran su nombre real, pero supuso que viniendo del futuro esta mujer lo sabría. Al menos había tenido el tino de apenas alzar la voz cuando lo llamó… o cuando mencionó al Secret du Roi: Luka estaba siendo muy estricto con que la oficina recién formada por decreto Real se mantuviese lo más secreta posible. Liiri siguió comiendo, sintiéndose cada vez mejor, con un sonrojo que le arrebolaba las mejillas.

—Liiri Chastain. —pronunció esta vez Sass— ¿Qué dice tu familia de tener a una de sus hijas en la guerra? —el hombre suavizó el rostro de pronto— ¿Y qué clase de guerra exige que hasta las niñas de Francia entren en la lucha?

Liiri se detuvo de la impresión y lo miró con ojos muy transparentes. No fue capaz de responder por temor a que se le quebrase la voz y Sass se dio cuenta de ello, por lo que no insistió. Liiri bebió un buen sorbo de leche, agradeciendo como ésta le entibiaba el cuerpo. Dejó el tazón sobre la mesita, pero no lo soltó de inmediato, sino hasta que escuchó la voz de Sass.

—Tenéis mejor color.

—Gracias. Ya me lo imaginaba. —Liiri suspiró profundo y le sonrió— No te di las gracias por lo del caballo. ¿Cómo supiste detenerlo?

—Es un truco conocido. La próxima vez ten más cuidado y no te pongas en el camino de un caballo desbocado.

—Me alejo de los caballos hasta en condiciones normales. —reconoció Liiri— Me gustan… bien de lejos. —explicó Liiri reprimiendo un súbito escalofrío, que no pasó desapercibido para Sass.

—¿Le tenéis miedo a los caballos?

—Mucho. Y ellos lo saben.

—Eso va a ser un problema. Es el principal medio de transporte por aquí.

—Me imagino, así que tendré que mantenerme cerca suyo por si acaso.

Sass sonrió de costado, divertido por el intercambio. Liiri era muy extraña, pero podría acostumbrarse a sus modos. Eran muy diferentes, pero lo llenaban de curiosidad. Quizás las futuras conversaciones con ella fueran menos difíciles para él, se notaba que era una mujer muy dulce y de modos delicados, pero al mismo tiempo detectaba en ella un lado casi depredador, como la actitud de un águila que reposa y observa antes de lanzarse al ataque… le intrigaba ver con qué comentarios lo sorprendían.

En ese momento el viento se golpeó contra los cristales y aulló con fuerza en el exterior, con la suficiente intensidad como para que todos se detuvieran unos instantes a ver qué pasaba. El sol apenas se había ocultado tras el horizonte y el cielo se había cubierto de gruesas nubes.

—Será una noche muy fría.

Indeed.


Saint Dennis, plaza mayor.

Medianoche

Bichoffhaussen apenas intercambió miradas con sus camaradas. Uno a uno, lograron reagruparse en el sitio acordado, aunque llegar a él les había tomado más esfuerzos de los previstos. Si hubieran estado en 1943 habrían llegado en tres tiempos, pero tuvieron que lidiar prácticamente con un terreno desconocido: en 400 años las cosas cambiaban mucho, desde la señalética hasta los puntos de referencia, los caminos y el paisaje. Además, había sido difícil pasar desapercibidos y llamaban la atención, lo cual fue particularmente molesto pues eran buscados por soldados del Rey, quienes apenas hacían un par de preguntas y en seguida la gente señalaba hacia ellos.

En algún momento todos se habían cambiado de ropas, pero lamentablemente seguían destacando por el corte de pelo y la afeitada al ras.

—¿Estamos todos?

—Fuerza de 15, herr kommandant. Dos heridos leves. El teniente Heiden todavía no aparece.

—¿Qué hora es?

—Cerca de medianoche.

—Pregunté la hora exacta. ¿Qué dice su reloj, cabo Hanke?

—Las 23:40 hora de París, herr kommandant. —el hombre frunció el ceño— Mi reloj está calibrado para 1943, no 1589.

Hans entrecerró los ojos y meditó unos segundos el argumento del cabo. Suspiró profundo encontrándole la razón, mejor no se fiaban de eso y trataban de adaptarse a la situación local. Era un ambiente de sumo hostil y si no se acomodaban rápido a las circunstancias, morirían.

—Medianoche entonces. Es buena apreciación.

—Gracias señor.

—Esperemos al teniente Heiden 20 minutos. No podemos demorarnos más.

—¿Qué haremos señor? ¿Volveremos a casa?

Hans se quedó en silencio. Habían pasado por tanto las últimas doce horas que no estaba seguro como responder esa pregunta. La mecánica de cómo habían viajado en el tiempo era una nebulosa muy rara, pero ofrecía tantas posibilidades que le llegaban a picar las manos para regresar pronto y reportar sobre el inesperado hallazgo, pero… ¿cómo hacerlo? ¿Podrían repetir la anomalía?

—Paciencia cabo Hanke. Primero tenemos que reagruparnos y…

En ese momento hubo cierta agitación en las tropas que los obligó a prestar atención. Bichoffhausen y Hanke levantaron cabezas y llevaron sus manos a las armas, en caso de que estuvieran siendo emboscados, pero no parecía ser el caso. Por entre la oscuridad detectaron que se les acercaban dos figuras, una muy familiar, pero la otra demasiado femenina. Hans entrecerró los ojos al identificar a los recién llegados.

—Teniente Heiden… ¿Y fräulein…?

Herr kommandant. —Heiden se puso de firmes para saludar. También se había cambiado de ropa, pero sus gélidos ojos seguían vistiendo el uniforme de las SS— Disculpe por la demora, me retrasé. Traigo noticias.

—¿Buenas o malas?

—Usted dirá. Permítame presentarle a fräulein Chloé Bourgeois…

—¡¿Fräulein?! ¡Soy la única hija del conde André du Bourgeois! ¡Par de Francia! Más respeto con tus superiores. —Chloé entrecerró los ojos— Harás bien en recordar tal cosa.

La mujer fijó la mirada en Hans, quien rodó mentalmente los ojos. Bastó echarle un vistazo a Heiden para saber que estaba a punto de ahorcar a la mujer y que si se resistía, se debía a un muy buen motivo.

—Reciba mis más respetuosas disculpas por mis subordinados, madame. —le dijo Hans sin estar muy convencido, pero muy educado— No cometerán el mismo error. ¿Heiden? Si me explicas…

—Madame aquí presente ha ofrecido su residencia para alojarnos a todos… también dice conocer saber como entrar al Louvre sin ser vistos, entre otros recursos. —Heiden dejó las implicancias de aquello en el aire, pero Hans las entendió en seguida— Quizás podríamos rescatar a los nuestros y acabar con la Daga de Francia de una vez por todas.

—¿A cambio de qué…?

—La cabeza de los reyes. —Chloé intervino con los ojos llenos de rencor, mientras apretaba las manos— Son la causa de mi destierro, de las penas que he tenido que pasar y…

—¡HERR KOMMANDANT!

Rápidamente se extendió un siseo generalizado de las tropas que estaban ahí presentes para que se hiciera silencio. La idea era que nadie los detectara y cualquier ruido sin duda delataría su presencia, si es que no se habían dado cuenta ya. Pero el profundo silencio de la noche fue interrumpido por un siseo mecánico que desconcertó a Chloé e hizo que los demás nazis levantaran la cabeza con esperanzas.

—¿Qué es ese ruido?

Un soldado se acercaba con un radio extendido hacia Bichoffhaussen, quien tras dar dos zancadas se lo arrebató de las manos.

—¡Contrólate, soldado! ¿Qué pasó?

—Estaba nervioso señor, me puse a jugar con el dial… y… —el soldado señaló al radio y a la serie de ruidos constantes que estaba haciendo—… eso es código morse: preguntan por la contraseña del día y por el oficial de más alto rango.

—¿Cómo es eso posible? —Heiden aguantó la respiración— ¿Transmitieron un mensaje a través del tiempo?

—No lo voy a cuestionar, Heiden. —gruñó Hans, rodando los ojos. Después de haber hecho un salto de cuatrocientos años en el pasado, ya pocas cosas le parecerían imposibles— Soldado, supongo que conoces el código morse.

—Sí señor.

—Pues… contactemos a ver qué pasa. —Hans tomó aire y asintió— Transmite la contraseña del día y luego lo que sigue: Aquí el teniente coronel Hans Bichoffhaussen. ¿Cuáles son mis órdenes?

El soldado asintió y con manos temblorosas, comenzó a pulsar el botón del radio transmitiendo el mensaje en código morse lo más rápido que podía. El silencio se cayó sobre ellos con pesadez y pronto la expectación se centró en el radio con tanta intensidad que Chloé ni siquiera se puso a chistar.

Al cabo de una pequeña eternidad, una sucesión de clicks hizo que todos se saltaran tres latidos de la emoción.

—¿Solo eso? ¿Tanta emoción por esos clicks? —preguntó Chloé, aunque en el fondo comprendía que era una forma de comunicación— ¿Y bien?

El soldado que tenía el radio se acercó al comandante y en secreto le relegó el mensaje que acababan de recibir. El oficial alemán infló el pecho y suspiró de alivio, antes de volverse a todos los rostros que lo miraban inquietos.

—Camaradas —comenzó a decir Bichoffhausen tras unos instantes— Nos contactaron del cuartel en 1943. Tenemos nuestras órdenes.

Continuará

Por

Misao–CG


Próximo capítulo: Coquetería del tímido

Luka sonrió para sus adentros y supo en ese momento que las interacciones entre Sass y Liiri iban a estar muy interesantes de observar. Luego se lo comentaría a Kagami, pues ahora tenía otros asuntos que tratar, comenzando por lidiar con el mensaje que Sass le había dado, pues sumado a la información que Kagami le había entregado momentos antes, se auguraba unas jornadas algo difíciles para el palacio real.

—Bueno tenemos cosas…

—¿Qué es ese olor? —preguntó Kagami de pronto, tapándose la boca.

En ese momento, percibieron una notable agitación en el palacio que alertó a todos los presentes. Liiri reconoció el olor en seguida, al igual que Philipe, que regresó corriendo a su lado y se aferró a sus faldas como una lapa.

—Gas lacrimógeno.

—¿Gas lacri–qué cosa? —preguntó Luka molesto.

—¡Estamos bajo ataque!


Notas finales: Las cosas por parte, me alegra muchísimo saber que están leyendo este mamotreto y que hayan llegado hasta aquí. Ojalá no los decepcione mucho. Tengan en cuenta que esto es un UA alterno y un spin off, por lo que si tienen dudas, háganlas.

Por favor, cualquier error, gramatical o de ortografía, me lo dicen para poder arreglarlo si corresponde. Del mismo modo, estoy aprendiendo esto del uso del guion de diálogo y salí más cabeza dura de lo esperado, así que un poco de paciencia en lo que aprendo. ¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!


Sí se trata del personaje de Stormy Weather, Manu. Sobre la serie, ya veremos como Thomas Astruc nos sorprende al respecto. ¡Gracias por las fresas y por leer el fic!

¡Gracias por leer Arianne Luna!


BRÚJULA CULTURAL:

Traída gracias a la magia de internet y Wikipedia. Otros sitios serán debidamente indicados. Debido a que habrá bastantes, nos iremos con calma para no colapsar tanto esto. So… aquí vamos.

Secret du Roi: (Secreto del Rey) fue el servicio secreto del rey de Francia Luis XV. Es heredero del Cabinet Noir del cardenal Richelieu y antecesor del BCRA y de la DGSE. Permaneció en activo desde 1745 a 1774.

En el momento de su creación, su dirección le es confiada al cardenal Fleury, que estará a cargo durante veinte años. Sucesivamente controlada por el príncipe de Conti, Jean Pierre Tercier y el conde de Broglie, esta diplomacia secreta se dedicó al control de los ministros y al incremento de la influencia francesa en el Este y el Norte de Europa.

Saint Denis: Es una comuna francesa ubicada en el departamento de Sena-Saint Denis en la región de Isla de Francia. Es la subprefectura del distrito de Saint-Denis, y el chef-lieu de los cantones de Saint-Denis-Nord-Est, Saint-Denis-Nord-Ouest y Saint-Denis-Sud.

Saint-Denis se localiza en los suburbios de París, a 9,4 km al norte de dicha ciudad. En esta localidad se encuentran la necrópolis real de la Basílica de Saint-Denis, el estadio nacional de Francia, el Stade de France, construido para albergar la Copa Mundial de Fútbol de 1998 y la Ciudad del cine (Cité du cinéma).

Inicialmente un suburbio industrial, Saint-Denis se ha convertido en los últimos tiempos en una localidad residencial, habitada en gran parte por inmigración musulmana proveniente de las antiguas colonias francesas y de países latinoamericanos.

Código Morse: También conocido como alfabeto morse o clave morse, es un sistema de representación de letras y números mediante señales emitidas de forma intermitente. En sus comienzos, el alfabeto Morse se empleó en las líneas telegráficas mediante los tendidos de cable que se fueron instalando. Más tarde, se utilizó también en las transmisiones por radio, sobre todo en el mar y en el aire, hasta que surgieron las emisoras y los receptores de radiodifusión mediante voz.

En la actualidad, el alfabeto Morse tiene aplicación casi exclusiva en el ámbito de los radioaficionados y escultistas, y aunque fue exigido frecuentemente su conocimiento para la obtención de la licencia de radioperador aficionado hasta el año 2005, posteriormente, los organismos que conceden esa licencia en todos los países están invitados a dispensar del examen de telegrafía a los candidatos.

También se utiliza en la aviación instrumental para sintonizar las estaciones VOR, ILS y NDB. En las cartas de navegación está indicada la frecuencia junto con una señal Morse que sirve, mediante radio, para confirmar que ha sido sintonizada correctamente.