Aclaración: La historia original pertenece a la asombrosa knicnort3, yo solo la traduzco con su permiso. Los personajes son de Stephenie Meyer.

Thanks knicnort3 for allowing me to translate it.


Capítulo 4

Ratas

Todo sucedió tan rápido. Un segundo estaba pasando por encima de la pila de comida para perros que le dejé a Mikey, y al segundo siguiente estaba de espaldas y me arrastraban hacia la oscuridad.

Habría dicho que era lo más asustada que había estado en mi vida, pero la verdad era que no tenía tiempo para tener miedo. No tuve tiempo de siquiera considerar lo que estaba pasando hasta después de que el arma se disparó y me aferré a Edward por seguridad.

Automáticamente tiró de mí hacia atrás, pero luego ambos hicimos una pausa cuando notamos que los demás dudaban en las sombras.

—Oh, Dios mío, —susurré mientras mi adrenalina comenzaba a disminuir y finalmente comprendí lo que estaba sucediendo.

Por una razón que no entendí del todo, Edward no se movió más. Seguía mirando a la oscuridad y, para mi horror, una cara contorsionada nos devolvió la mirada.

—Edward, —dije ansiosamente.

—Se queda ahí, —dijo en voz baja—. Creo que el otro está muerto.

—¿Había dos?

—Al menos. Vamos, vamos a buscar nuestras cosas, —dijo lentamente.

Lo último que quería hacer era darle la espalda a la cosa mientras nos miraba, pero Edward comenzó a moverse apresuradamente y no pude hacer nada más que seguir su ejemplo.

Agarramos nuestras mochilas y metimos algunos artículos más dentro antes de irnos. No hablamos en el camino a casa, pero no estaba segura de si eso era algo bueno o no. Sabía que estaba enojado conmigo por no escucharlo, pero al mismo tiempo, esos kilómetros silenciosos hicieron posible que reflexionara sobre qué diablos acababa de pasar.

Saber que había gente enloquecida como zombis y ver a uno, eran dos cosas completamente diferentes. Fue espantoso, y lo peor fue que me pusieron las manos encima. Me estaban arrastrando. Todavía no tenía idea de si me habrían comido o simplemente me habrían convertido en uno de ellos, pero sinceramente tampoco quería saberlo. Ese rostro distorsionado, y la sensación de sus manos alejándome, perseguirían mis pesadillas por el resto de mi vida.

Cuando finalmente regresamos a la casa, me sentí aliviada, pero también sabía que le debía a Edward una disculpa.

—Oye, uh… lo siento mucho por no escucharte allá. Ahora me doy cuenta de lo idiota que fue. Me estabas gritando que me detuviera, y no lo hice, y lo siento mucho.

—Olvídalo, —dijo Edward en un tono entrecortado.

—Dudo mucho que olvidarlo sea posible. Solo quiero que sepas que no volverá a suceder.

—Genial. ¿Podemos dejarlo ahora?

—¿Estás bien? —pregunté preocupada.

—¿Estoy bien? Acabamos de ser atacados, y estoy bastante seguro de que maté a uno. Acabo de matar a alguien, Bella. No, no estoy bien.

—No era una persona, Edward, era… un monstruo.

—Era una persona que estaba enferma con este virus, —discrepó—. ¿Qué pasa si hay un científico en algún lugar inventando una cura en este momento mientras hablamos? ¿Y si están en camino aquí y pueden ayudar a todos? Bueno, ¿adivinen qué? ¡No pueden ayudar a esa persona ahora porque acabo de dispararle en la maldita cabeza!

—Fue en defensa propia. Me estabas defendiendo, —murmuré con pesar—. Lo siento.

—Como sea. No importa ahora. Vamos a llevar estas cosas a la cocina y poner los muebles de nuevo contra la puerta.

No estaba segura de poder sentirme más mal de lo que me sentía en ese momento. Cometí un error horrible, y ahora Edward estaba en un mundo de dolor y culpa por pensar que había matado a alguien. Todo fue mi culpa. ¿Cómo he podido ser tan estúpida?

Dejé que mi propia culpa me consumiera durante el resto del día y en el crepúsculo, sin embargo, antes de que la noche pudiera sacar a los demás de nuevo, tuve un pensamiento oscuro que necesitaba expresar.

—Edward, ¿crees que podría estar… infectada ahora desde que me tocaron? Quiero decir, la mayoría de los virus se pueden propagar al tacto, y recuerdo las noticias que decían lo contagioso que es este virus en particular. No me siento mal ahora, pero ¿Qué pasa si empiezo a cambiar cuando oscurezca por completo? No quiero atacarte.

—Estás bien, —dijo Edward despreocupado—. No te convertirás. El virus se propagó como cualquier otro virus al principio, pero dado que mutó, no es tan contagioso.

—¿Cómo lo sabes? —pregunté, no del todo convencida.

—Mi papá me había dicho que eso es lo que les pasó a las ratas. Al igual que la forma en que el murciélago vampiro infecta a las personas. Tienes que llevar sus fluidos directamente a tu torrente sanguíneo para obtenerlo. Es decir, necesitan morderte.

—Oh, —dije con alivio. Solo deseaba que el alivio durara un poco más.

Edward y yo preparamos nuestras armas cuando escuchamos los gritos en la distancia, pero como la noche anterior, esperábamos que no pasaran por nuestra casa.

Nos equivocamos.

El ataque de esa noche fue el más intenso hasta ahora. Era como si estuvieran absolutamente seguros de que estábamos allí, señalándonos y decididos a entrar. Los golpes en las paredes eran tan fuertes que resonaron en mi pecho y hasta mis entrañas. Honestamente, cada golpe se sentía como un golpe directo contra mi cuerpo y era doloroso.

Cuando escuchamos otro grito no muy lejos, pensamos que el ataque a nuestra casa terminaría, pero siguió llegando. Golpe tras golpe. Podíamos escucharlos rodeándonos por completo. Por todos lados e incluso en el techo. No había un radio de un metro en el que no estuvieran golpeando. El polvo volaba por todas partes, las paredes sonaban como si se estuvieran agrietando bajo la presión e incluso el suelo vibraba.

—Va a estar bien, —escuché a Edward susurrar en un momento, pero me costaba creerle.

El asalto a mi casa duró hasta el amanecer, y cuando finalmente se fueron, no pude evitar preguntarme si alguna vez podría sentirme segura allí de nuevo.

—Ya no estamos seguros aquí, —dijo Edward inesperadamente, haciendo eco de mis pensamientos—. Creo que saben que estamos aquí. Creo…

—¿Qué? —le pregunté cuando dudó.

—Creo que las personas que te atacaron en la tienda eran Waylon y Pete. Nos conocen. Saben que vives aquí. Realmente creo que seguirán regresando hasta que encuentren una manera de entrar. No estoy seguro de cómo cuantos más ataques nocturnos puede aguantar esta casa antes de que se derrumbe.

—Entonces, ¿a dónde vamos a ir? —pregunté ansiosamente—. Si esas cosas duermen durante el día, cualquiera de estas casas podría tener algunos dentro. No tenemos forma de saber cuáles están vacías.

—Todo lo que sé con certeza es que no podemos quedarnos aquí. Reúne todo lo que necesites, pero solo lo que sea absolutamente necesario No vamos a volver aquí pronto, pero no podemos tomar más de lo que podemos llevar.

Odiaba la idea de irme sin tener algún tipo de plan, pero lo último que quería hacer después de la catástrofe de la tienda de comestibles era discutir. Así que corrí escaleras arriba y agarré la vieja foto que tenía de mis padres y el osito de peluche que me dio mi abuela. Eché un último vistazo a mi dormitorio y me pregunté si volvería a verlo.

—¿Lista? —Edward preguntó mientras bajaba las escaleras.

Asentí con la cabeza y agarré mi mochila que todavía tenía comida de nuestro viaje de compras el día anterior.

—Necesitamos llevar agua también, así que nuestras mochilas serán un poco más pesadas que ayer.

—Está bien, —estuve de acuerdo. Después de que nuestras mochilas estuvieran llenas de todo lo que podían llevar sin que se rompieran, salimos y nos sorprendió el estado del exterior de la casa. Había agujeros gigantes en el estuco, y partes del alféizar de la ventana parecían estar masticadas. Había lo que parecían marcas de garras por todas partes, y las tejas del techo estaban absolutamente destrozadas. No pude evitar preguntarme cómo no entraron; en una noche más seguramente lo harían.

Seguí a Edward tan silenciosamente como me fue posible, pero no tenía idea de adónde nos estaba llevando. No fue hasta que giramos al bloque familiar de la tienda de comestibles que comencé a confundirme.

—¿Vamos a volver a la tienda?

—Sí.

—¿Por qué? —pregunté desconcertada.

—Porque tengo una idea, —respondió Edward sin dar más detalles. Se llevó el dedo a los labios para decirme que me callara, y cuando llegamos a la tienda, se agachó a través de los fragmentos de vidrio y entró.

Dudé en la ventana, congelada por el miedo al saber qué había dentro. Sin embargo, después de ver a Edward alejarse más de mí, y sabiendo que no había nada detrás de mí, lo seguí. Podría haber sido otro movimiento estúpido de mi parte, pero si Edward fuera atacado, sabía que probablemente no tendría una oportunidad de sobrevivir sola. Tenía una pistola en mis manos, así que lo mínimo que podía hacer era estar allí para defenderlo de la forma en que él me defendió a mí.

Pero cuando me decidí a ir tras él, Edward ya había desaparecido en algún lugar del interior, y era demasiado arriesgado llamarlo.

—Mierda, —me quejé.

Me quedé allí como una idiota petrificada durante lo que pareció una hora, pero probablemente estuve más cerca de un par de minutos, y afortunadamente reapareció.

—¿Dónde estabas? —siseé.

Respondió sosteniendo un juego de llaves. —Vamos, —me dijo mientras pasaba.

Automáticamente lo seguí fuera de la tienda, donde fue directamente a una vieja camioneta roja que estaba en el estacionamiento. Usó las llaves, entró y puso en marcha el motor.

—¡Si! —exclamó mientras golpeaba el volante.

—¿Pensé que habíamos acordado que un motor sería demasiado ruidoso? —pregunté nerviosamente mientras miraba a nuestro alrededor en busca de señales de que estábamos a punto de ser atacados.

—Creo que ya no importa. Ayer, cuando estuvimos aquí, estaban despiertos, pero no daban un paso hacia la luz del sol. Es como si, cuanto más tiempo tienen este virus, más los afecta. Estábamos aquí; nos vio, y todavía no salió porque era demasiado brillante.

—Bueno, eso es bueno, ¿verdad? Al menos nos dará un poco de alivio durante el día.

—Mientras nos mantengamos alejados de lugares oscuros desconocidos, deberíamos estar bien, —confirmó.

—Bien, entonces, ¿de quién es esta camioneta y cómo supiste dónde encontrar las llaves? —cuestioné.

—¿No la reconoces? Es de Waylon. Como estoy bastante seguro de que todavía está aquí atrás, supuse que sus llaves también estarían aquí.

—Si estábamos planeando conducir a algún lugar, ¿por qué no tomamos mi auto?

—¿No viste tu auto cuando nos fuimos? —preguntó—. Esas cosas deben haber saltado sobre él o algo así. Estaba aplastado.

—Oh, supongo que no me di cuenta, —dije, asumiendo que no me di cuenta de muchas cosas debido a lo asustada que estaba.

—Esto es mejor de todos modos. Podemos llenar esta cosa con tantos suministros como podamos de la tienda, pero movámonos rápido. Vamos a necesitar tanto tiempo como sea posible para encontrar otro lugar donde quedarnos esta noche.

Asentí con la cabeza, pero estaba confundida cuando me dijo que me apartara. Hice lo que me ordenó y lo vi en estado de shock mientras él entraba en la camioneta, la conducía en un círculo para darle la vuelta y luego retrocedía hacia la tienda, justo a través del vidrio roto.

—Será más fácil de esta manera, —me dijo cuándo estacionó el auto.

Me reuní con él en la tienda e inmediatamente comenzamos a llenar la parte trasera de la camioneta con cualquier cosa que no se echara a perder. Pero también obtuvimos algo de equipo para acampar y otros elementos esenciales que ayudarían a donde sea que nos lleve nuestro viaje.

—Estoy agarrando estas garrafas para poner más gasolina, —explicó Edward—. Tendremos que llenar tanto como sea posible antes de salir de la ciudad, porque no sé cuándo o si encontraremos más.

—¿Ese es nuestro plan entonces? ¿Salir de la ciudad? —le pregunté, sin saber si eso me hacía sentir mejor o peor. No tenía ninguna razón para creer que nuestros padres estuvieran vivos, pero aun así no pude evitar esperar algún tipo de milagro. En la pequeña posibilidad de ese milagro, ¿cómo podríamos reunirnos si no tuvieran forma de saber a dónde fuimos? ¿Y por qué estaríamos más seguros al salir de la ciudad de todos modos? El virus era una pandemia, lo que significaba que la gente se estaba convirtiendo en esas cosas locas en todo el mundo. ¿Cómo encontraríamos un lugar seguro?

—Creo que lo mejor que podemos hacer es subir a las montañas. Si podemos encontrar un lugar sin gente, entonces no habrá criaturas.

—O incluso un pueblo remoto y aislado al que el virus aún no ha llegado, —sugerí.

—Tal vez, pero a menos que impongan una regla estricta de no viajar, no hay forma de evitar que el virus llegue incluso a las comunidades más remotas. Solo debemos tener cuidado, pero primero creo que debemos conducir y asegurarnos de que no quede nadie escondido como nosotros.

—¿Podemos ir a La Push? —le pregunté con un rayo de esperanza de volver a ver a Jacob.

—Probablemente deberíamos. Y quiero pasar por mi casa para agarrar algunas cosas.

Decidimos ir primero a la casa de Edward. Con su casa más lejos de los límites de la ciudad, no estábamos seguros de si los demás habrían ido allí o no. Desafortunadamente, pudimos ver las ventanas rotas y la puerta estropeada en el momento en que condujimos hasta la propiedad.

—Es posible que haya algunos de ellos adentro, —me advirtió Edward mientras ambos salíamos de la camioneta. La casa siempre había sido tan brillante con luz natural, así que dudamos que alguno de los infectados optara por refugiarse allí, pero no podíamos estar seguros.

—¿Cuáles son las posibilidades de que tu papá y Esme estén encerrados en la bodega o algo así? —pregunté mientras caminábamos por la casa.

—Estaban en el hospital cuando todo salió mal. No hay forma de que regresen aquí, —dijo Edward con gravedad.

—¿Quizás todavía están a salvo en el hospital? —dije, tratando de mantener una actitud positiva—. Como si estuvieran atrincherados en una habitación, o algo así. Tal vez mi papá entró allí con ellos, y todos han estado tratando de sobrevivir durante estos últimos días como lo hemos hecho nosotros.

Edward dejó escapar un largo suspiro y la expresión de su rostro mostró cuánto no creía en mis palabras, pero a pesar de todo, dijo —Quizás. —Lo agradezco. Puede que no le quede ninguna esperanza, pero fue amable de su parte no intentar matar al resto de los míos.

Lo seguí hasta su habitación, donde tomó la foto de él y sus compañeros de secundaria en su tocador, sacó una cadena de algún tipo de su cajón y se la guardó en el bolsillo.

—¿A dónde vamos ahora? —le pregunté cuando salimos de su habitación pero fue en la dirección opuesta a la salida.

—Necesito algunas cosas de la oficina de mi papá.

La oficina de Carlisle era mucho más oscura que el resto de la casa. Tenía estanterías de pared a pared y solo un par de ventanas que generalmente estaban cubiertas con persianas opacas, lo que siempre pensé que era extraño y un poco inquietante. Sin electricidad, Edward rápidamente abrió las persianas para que pudiéramos ver, y estaba agradecida de que no nos sorprendiera ningún monstruo escondido en la oscuridad. Pero cuando Edward abrió lo que siempre había asumido que era un armario, me quedé absolutamente atónita.

—¿Qué diablos es esto?

—La oficina de mi papá, —dijo Edward claramente, como si fuera obvio.

—No, esta es su oficina, —dije, señalando hacia el espacio principal de la habitación—. Eso es como un escondite secreto o algo así.

Edward esbozó una pequeña sonrisa. —Este es solo su laboratorio, —dijo mientras lo seguía al interior. Pulsó un interruptor de luz y me sorprendió cuando se encendieron luces tenues—. Generador, —explicó—. Mi papá trae mucho de su trabajo a casa, y algunas de las cosas que hace deben mantenerse fuera de la radiación ultravioleta, por eso hizo construir esta pequeña área.

—Eso es… extraño.

—Bueno, nunca pensé que fuera extraño hasta que todo este virus apareció. Él lo sabía, Bella. Él sabía lo que iba a pasar, mucho antes de que sucediera. Creo que lo había estado estudiando por un tiempo. Mira, —dijo, abriendo lo que parecía ser un armario, pero una vez abierto el contenido me hizo saltar.

—¡Oh, mierda! —Edward dijo, sorprendido por la rata muy viva que saltaba a la jaula de plástico en la que estaba—. Ya no esperaba que hubiera nada vivo aquí.

—Oh, Dios mío, —dije lentamente cuando noté todas las otras jaulas además de la de la rata activa. Otras dos también tenían ratas vivas, pero parecían mucho más dóciles, y decenas de otras jaulas contenían ratas muertas en varios grados de descomposición. Cómo no apestaba allí, no tenía ni idea.

—¿Deberíamos dejarlos salir? —cuestioné—. Quiero decir, si nos vamos, se morirán de hambre allí sin nadie que los alimente.

—No podemos dejarlos salir. Están contaminados.

—¿Son? —pregunté en estado de shock.

—Sí. Son ratas de laboratorio, Bella. Mi papá estaba tratando de encontrar una cura para este virus. ¿Ves? Todos están categorizados con esta tabla.

—Entonces, ¿incluso estos que todavía están vivos tienen el virus?

—Sí, pero mira a este tipo, —dijo, señalando a la rata más activa—. Creo que podría curarse.

—¿Curado? Estás loco. Si alguno de ellos está curado son esos dos, —dije, en referencia a los dóciles.

—No mira, están durmiendo. Como lo hacen las personas infectadas durante el día.

—Cuando la rata activa saltó hacia nosotros a través de la jaula de plástico de nuevo, miré a Edward para obtener más explicaciones.

—Bella, piénsalo. ¿Por qué está haciendo eso?

—Porque está loco por el virus y quiere comernos como todos los demás, —dije tranquilamente.

—No, porque no se ha alimentado en días. Mira, —dijo mientras vertía algunos gránulos de comida para ratas en la abertura. Efectivamente, la rata devoró la comida como si estuviera hambrienta y se calmó de inmediato—. Ahora mira, —dijo Edward antes de poner algo de comida en las otras dos jaulas.

—¿Quizás se estén muriendo? —sugerí cuando las dóciles ratas no se movieron por la comida.

—O se han convertido en caníbales sedientos de sangre. Sólo hay una forma de averiguarlo, —dijo Edward antes de cortarse el dedo con el borde del marco que trajo con él, y luego exprimir su sangre en las aberturas de la jaula. En el momento en que esas ratas lo olieron, se animaron y comenzaron a enloquecer de hambre desquiciada. Uno de ellos incluso comenzó a estrellarse contra la pared cuando no había suficiente sangre para su gusto.

—¿Sabes lo grande que es esto? —pregunté asombrada—. Edward, tu papá inventó la cura. ¡Podríamos salvar a todos!

Edward suspiró. —Excepto por el hecho de que no somos médicos o científicos y no tenemos idea de cómo entender todo esto, y mucho menos implementarlo a gran escala.

—¡Oh, vamos! Eres mucho más inteligente de lo que pensaba, —admití—. Parece que ya sabes mucho sobre estas cosas; al menos podrías echarles un vistazo a todas.

—Bella, todo lo que sé son las cosas que mi papá me explicó, —discutió—. Apenas me gradué de la escuela secundaria. No hay forma de que pueda resolver todo esto.

—Entonces, ¿ni siquiera lo intentamos? —pregunté, pensando que teníamos más posibilidades que nadie, dado el hecho de que no había nadie más.

—Mi papá guardó todos sus datos en su computadora, que se llevó con él hasta el hospital. Es decir, no está aquí. Puede que lo tenga guardado en alguna parte, pero incluso si lo tuviéramos, ciertamente no es algo que pueda imaginar pronto. Realmente no creo que haya nada que podamos hacer.

—Busquemos al menos cualquier unidad de almacenamiento que pueda tener aquí, y llevémosla con nosotros. Quién sabe si tendremos la oportunidad de usarla más adelante.

—Eso es realmente una buena idea, —estuvo de acuerdo Edward—. Pero miremos rápido. No queremos quedarnos atrapados aquí después del anochecer.

Básicamente, volteamos ese laboratorio en busca de unidades de almacenamiento, pero no encontramos mucho. Sin embargo, encontramos muchas cosas raras.

—Oye, ¿por qué tu papá guarda aquí este gran suministro de la vacuna contra la gripe? —pregunté cuando encontré una caja llena de pequeños viales marcados con "Gripe".

—¿Eh? —Edward preguntó sorprendido—. Eso es extraño. Mi papá nunca vacuna. Ni siquiera atiende pacientes. Su trabajo siempre ha sido en los laboratorios y en enfermedades infecciosas.

—¿Pero él siempre nos pone nuestras vacunas contra la gripe? —disputé—. Quiero decir, creo que sus colegas probablemente se los dieron a él para que nos los diera.

—¿De qué estás hablando? —Edward preguntó perplejo—. Mi papá nunca me puso la vacuna contra la gripe. De hecho, me dijo que las vacunas contra la gripe eran un desperdicio ya que rara vez funcionan.

—Eso es realmente extraño. Lo juro, desde que Esme comenzó a salir con él, él había estado viniendo a mi casa cada seis meses y dándonos la inyección a mi papá y a mí… Ahora que lo pienso, es un poco extraño que él los trajera a nuestra casa así.

—Especialmente porque se supone que las personas solo deben vacunarse contra la gripe una vez al año, no cada seis meses, —señaló Edward.

Me encogí de hombros. —Nos dijo que era la vacuna contra la gripe. Si no era la vacuna normal contra la gripe, tal vez era un tipo diferente de vacuna contra la gripe. Quiero decir, tal vez descubrió que funciona mejor cuando se administran dos dosis al año.

—Y sin embargo, no he recibido ningún tipo de inyecciones. Demonios, ni siquiera puedo recordar la última vez que me dieron una por alguna razón. ¡Eso es tan jodidamente extraño! Si fue tan importante para ti y tu papá ponérselas, ¿por qué no me las puso?

—La tía Esme dijo que ella también las estaba recibiendo, —recordé—. Mi papá no quería ponérselas porque pensaba que todo era una mierda, pero Esme lo convenció. Dijo que las estaba tomando y que ellos estaban ayudando. No había estado enferma desde entonces, y trabajaba con pacientes en el hospital todos los días. Las inyecciones deben funcionar, porque no he estado enferma desde que empecé a recibirlas. Ni siquiera un pequeño resfriado ni nada.

—Hmm, —dijo Edward, luciendo perplejo. Miró la caja de viales y decidió que probablemente era mejor llevárselos. Tomó las jeringas que estaban allí también, y antes de irse, fue al archivador y agarró una carpeta en particular.

—Vámonos antes de que se acabe la luz del día, —sugirió, entregándome el archivo y su foto para que los guardara, para poder llevar la caja de viales. Sin embargo, al salir, Edward se volvió hacia las jaulas de ratas y me sorprendió abriendo la jaula con la rata curada.

—¿Estás seguro de que es una buena idea? —le pregunté.

—No, —respondió—. Pero me siento mal por dejarla ahí sí está sana. Al menos de esta manera puede encontrar la salida y tener una oportunidad. Vamos.

Pusimos los viales y todo lo demás de su casa en la cabina de la camioneta con nosotros, para asegurarnos de que no se rompiera, y luego volvimos a la carretera.

—¿Podemos ir a La Push? —pregunté esperanzada.

—Sí, pero me voy a desviar primero, —respondió Edward. No necesitaba vocalizar a dónde íbamos, ya que se hizo evidente con bastante rapidez. Había estado en la casa de Tanya un par de veces antes con él, así que cuando doblamos por su calle, sentí su dolor al pasar por toda la destrucción en las casas vecinas. El vecindario estaba a solo unas cuadras del hospital y, como ya sabíamos, el hospital fue donde comenzó en nuestro pueblo, por lo que la devastación allí fue aún mayor que donde vivía.

Cuando llegamos a la casa de Tanya, Edward apretó la mandíbula y siguió conduciendo. No había forma posible de que alguien pudiera estar adentro con lo dañado que estaba, y no estaba dispuesto a desperdiciar la valiosa luz del día buscando una causa perdida.

—Lo siento, —murmuré.

—Yo también lo siento, —dijo monótonamente—. Pero no pudimos haber hecho nada.

Los dos estábamos en silencio mientras veíamos pasar el mundo transformado fuera de nuestras ventanas. No había ni una sola casa sin tocar. Parecía un pueblo fantasma desierto, y mientras nos dirigíamos a La Push, era más de lo mismo.

—No voy a parar, —dijo Edward mientras pasábamos por la casa de Jacob y vimos el daño allí.

—Lo sé, —respondí, sintiendo una ola de dolor pero negándome a mostrarlo. Conocía a Jacob desde segundo grado. Nunca imaginé un futuro sin él, pero al mismo tiempo, no podía llorar. No por Jake, no por los incontables otros perdidos, ni siquiera por mi papá. Simplemente no se sentía real. O tal vez se sentía demasiado real, como si me permitiera sentirlo, empezaría a llorar y nunca pararía.

La vida nunca será la misma. No había vuelta atrás y no podíamos permitir que esas emociones nos ahogaran. Teníamos que seguir moviéndonos si teníamos la más mínima esperanza de sobrevivir.

Entonces, nos dirigimos hacia las montañas. Honestamente, no tenía ni idea de dónde terminaríamos. Ni idea, es decir, excepto por una…


¿Qué les pareció el capítulo? ¿Qué piensan de lo que encontraron? ¿A dónde creen que se dirigen? Escucho sus teorías.

Gracias por sus todos y cada uno de sus reviews, son mi única paga. Y además me encanta saber lo que opinan de cada capítulo y lo que creen que va a pasar. Así también quienes quieran leerlo de noche adelante, lo mismo para quienes lo quieran leer a la luz del día, elijan su ambiente.

Nos leemos en el próximo el miércoles (a menos que llegue a 100 reviews subo antes), en el grupo de élite habrá adelanto el martes próximo. También les hago la invitación a mi grupo de Facebook para que conozcan de mis fics propios.

Saludos