¿Qué? ¿No puedo subir otro? Vamos, los deje esperando mucho tiempo.


Capítulo 4

Todas las rosas no son solo rojas


Los días pasaron y Ash junto a Marina terminaron la remodelación del departamento de esta último quien se encontraba más alegre que nunca. También con el tiempo que pasaron ambos juntos se sintieron muy felices el uno con el otro olvidando por completo el trabajo y el peso de la escuela; Marina poco a poco se acostumbraba mejor a su nueva vida, pero aún se sentía aburrida y sola al no estar su novio junto a ella, sin mencionar que ahora él le contestaba de forma más simple y sencilla que antes causándole más tristeza con el pasar de los días.

Ash por su parte pudo sentirse un poco más animado en compañía de su nueva amiga quien le trajo algo de color a un mundo que él veía con cierta palidez. Además de pasar tiempo con ella, él logró entablar contacto con su amigo Gary Oak que se hallaba en la región Sinnoh haciendo un intercambio de estudios con el fin de estudiar unos seres vivos fuera de lo ordinario. Ambos pudieron hablar por horas para ponerse al día con todo lo que hacía e incluso tocaron el tema del cual pocas veces él hablaba.

Ahora Ash se encontraba recostado en su cama pensando en su conversación que tuvo con Gary el cual le había hablado sobre el incidente con la niña que aparecía con ambos en la foto.

― Han pasado años desde que falleciste Serena. ― dijo el azabache ―. Años desde la última vez que estuvimos juntos y aún así no puedo creer que te has ido. Sé que me creerás un inmaduro, pero aún sueño ese viaje juntos al Monte Plateado donde… donde te diría te amo.

El corazón de Ash dolía tras recordar una y otra vez que aquel sueño se vio interrumpido por la partida de su amiga. Él había llorada y gritado cuando se enteró e incluso negó que fuera cierto, pero con el paso del tiempo se dio cuenta que no era verdad y debió aceptar la cruda realidad.

― Necesito un poco de agua.

Ash se levantó de su cama para ir en dirección a la cocina general. Cabe decir que en la entrada en una puerta a lado se hallaba la cocina general de los departamentos donde el solía pasar sus noches de tristeza emborrachándose. Al llegar prendió la luz y de inmediato se dirigió hacia el refrigerador donde vio su bote de agua totalmente lleno, pero también a lado veía aquella compañía en sus penas.

Por un momento Ash pensó en tomar nuevamente de la bebida, pero simplemente decidió no optar por ella. Tomando un vaso y sirviéndose agua, Ash decidió quedarse un rato en la mesa que se encontraba ahí, pensando en todo lo que haría con sus estudios. Entre sus metas estaban ser investigador, pero algunas veces ese sueño parecía más un capricho para estar con su rival y amigo de toda la vida; en verdad él carecía de plan de vida, pero por ahora el dinero no le hacia falta ya que hace tiempo su madre había invertido parte de él en una compañía de servicios tecnológicos en la región Kalos.

Pasaron los minutos y él se quedó ahí, pensativo ante la idea de lo que haría en ese año y, sobre todo, que haría con Marina. Y al hablar del rey de roma, un sonido llamó la atención de Ash quien salió para ver de que se trataba llevándose la sorpresa de ver a la chica en la que estaba pensando llegando a altas horas de la noche.

― Pero ¿qué…?

Él notó como la chica trataba de abrir la puerta y riendo de forma familiar para él. Acercándose a la puerta, él pudo escuchar murmullos provenientes de afuera. Al momento de abrir la puerta se llevó una sorpresa de ver de que se trataba de Marina la cual estaba con su cabello suelto el cual le llegaba un poco más debajo de los hombros.

― Eh, ¿hola? ― dijo él notando como ella le miró ―. Marina, ¿estás bien?

La chica no dijo nada y simplemente se limitó a ver directamente a los ojos de él. Ash no supo que había de diferente en el ambiente, pero le parecía un poco fuera de lo común. Fue en ese momento que él miró completamente a Marina la cual lucía un vestido rojo ajustado que resaltaba bien su pecho y el cual apenas y llegaba a sus muslos; dicho vestido tenía un escote que dejaba ver sus senos los cuales Ash decidió no ver por respeto, al menos no tanto. Además de eso, ella llevaba puesto unas pulseras y unas sandalias de tacón rojas y en su tobillo había una especie de pulsera plateada con un corazón.

Marina en ese momento rodeó con sus brazos al chico quien se sorprendió muy fuerte debido a la acción de ella; esto causo que ella riera para después descansar su cabeza en el pecho de Ash quien se mostraba visiblemente incómodo. De repente Marina comienza a frotar su rostro contra el pecho de él causando que el chico se sonrojara fuertemente y decidiera hablarle para que se detuviera, pero entonces ella toma la palabra.

― ¿Por qué me esperaste despierto, Ashy? ―preguntó ella para nuevamente mirar a los ojos de él.

― ¿Eh?

― Sabes que yo siempre vendré a dormir, no es necesario que me esperes. Además, únicamente fui a conocer un lugar de diversión que me dijeron unas chicas del instituto. ― aclaró ella algo que él no preguntó ―. Pero si deseas ir un día conmigo, te sentirás honrado de estar con alguien como yo.

Ash entonces se dio cuenta de lo que sucedía tras ver detenidamente a Marina y, además, de oler el aliento alcohólico que traía. Él soltó un fuerte suspiro y decidió cargar entonces a su amiga quien se sorprendió por eso último.

― ¿A-Ash?

― Te llevaré a tu cuarto. Es muy tarde para andar despierta y mañana tenemos escuela.

Ella no dijo nada y se limitó a abrazar el cuello de Ash para no caer. Marina se dio cuenta que él le cargaba de forma nupcial, pero se sentía más que nada como una princesa siendo llevada por su príncipe azul el cual se encontraba muy lejos y que muy a fuerzas contestaba sus mensajes desde que la obligaron a mudarse.

Una vez llegando a su departamento, Ash abrió la puerta para ingresar y ver el completo desorden que mantenía nuevamente Marina. Él no dijo nada y simplemente caminó con cuidado de no caer con toda la basura que había para así dejarla en su cama la cual era el único sitió que estaba completamente despejado. Dejándola ahí, él se iba retirar hasta que sintió como unos brazos lo rodeaban por la cintura para darse cuenta de que se trataba de Marina quien le miraba con unos ojos llenos de tristeza.

― ¿Sucede algo? ―preguntó él.

Ella entonces bajó la mirada y él se dio cuenta que había algo más que la molestaba.

― ¿Estás molesto conmigo? ―fue la pregunta de ella―. ¿Estás molesto por haberme visto así?

Él no sabía si se trataba del alcohol, un verdadero sentimiento de culpa o de ambos, pero de algo estaba seguro y era que una vez que bebías podías tener cambios de humor repentinos que podían afectar el descanso. Dejando salir otro largo suspiro, Ash soltó los brazos de Marina para girarse y verla directamente a los ojos.

― No, no estoy molesto y no lo estaré. Sólo quiero que descanses un poco, ¿está bien? ―no sabía por qué razón él se preocupaba tanto, pero al verla aún con esos ojos llenos de tristeza, decidió intervenir―. Déjame ayudarte a quitarte los zapatos, al menos eso puedo hacer, ¿no?

Los ojos de Marina se iluminaron intensamente seguido de una risa que dejó al azabache un tanto nervioso. Ella de inmediato extendió su pierna para que él le hiciera tal favor, mirándole con unos ojos llenos de… ¿lujuria?

―Eres un fetichista, Ashy, pero me agrada que tengas ese lado… ―ella no supo en que momento, pero estar con el chico la hacía sentir libre de toca culpa que su alma tuviera―, porque yo también tengo ese lado. Me gusta mucho usar la ropa del chico que amo, pero no traje nada… Tal vez, me puedas prestar algo para sentirme cómoda y protegida.

Ash en ese momento supo que ella ingirió mucho alcohol. Si se quedaba más tiempo, los dos podrían llegar a un punto donde se lastimarían al hacer o decirse cosas que ellos no podrían detener por la razón del momento. Su corazón latió muy rápido; ella era toda una diosa, pero incluso si tuviera una oportunidad, la rechazaría sin pensarlo ya que ella no estaba en la condición para mantener algo serio.

Con sumo cuidado, desabrochó las cintillas de las sandalias de ella y las dejó en el piso. Marina se sorprendió con la velocidad, pero en ese momento él se giró para ir a la puerta sin verla. Al principio ella se molestó, pero de pronto se sintió algo incómoda y triste. Antes de salir, Ash le dio una mirada calmada, regalándole una sonrisa para así dedicarle unas palabras.

―No creo que sea correcto darte una de mis prendas, chica fetichista―masculló él para salir de ahí dejando sola a Marina.

Tras que él se fuera, la chica se levantó de golpe con una mirada triste y molesta. Con fuerza pateó sus zapatos lejos y se quitó el vestido de tal forma que llegó a rasgarlo un poco. El tiempo que llevaba, solo ha sido tristeza para ella al encontrarse en un lugar al que no podía llamar hogar, pero, además sin recibir ningún mensaje de su novio. ¿Acaso él ya no la extrañaba? Era difícil para ella siquiera pensarlo, pero hace tiempo que no recibía mensaje alguno y los que recibió eran secos y sin emoción alguna.

Lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas y ella se miró al espejo que tenía. Ahí estaba ella, viéndose completamente desnuda y con su maquillaje manchando su rostro. Tal era su desesperación de que al menos Ash la notara, que simplemente dejó salir todo aquello que creía que un hombre deseaba solo para darse cuenta de lo patética que se veía llorando al buscar recibir un poco de atención.

Marina llevó sus dedos hacia su intimidad y comenzó a acariciarla. Ella ya lo había hecho antes al imaginarse su primera vez con Jimmy, pero lamentablemente su relación se volvió cada vez más áspera y en su anhelo de sentirse realizada, cayó en esto.

Lloraba y lloraba mientras sus dedos acariciaban su clítoris dejándola gemir. No buscaba placer, buscaba sentirse importante para su novio, pero pareciera que a él jamás le importó ella. Gotas de su fluido caían al suelo mientras su mano cada vez más masturbaba aquella área. Se sentía asqueada, culpable y sobre todo triste al verse tan patética frente al espejo haciendo eso, pero se sintió peor aun cuando se imaginó por un segundo que Ash abría la puerta e iba a consolarla. Cayó de rodillas una vez llegó al clímax y aquel líquido que salía de su entrepierna manchaba el suelo.

No importaba cuantas veces lo hiciera con anterioridad, simplemente se sentía mal consigo misma y hoy, hoy simplemente se vio como la persona que era. Había ido desnuda a aquel lugar con la esperanza de tener a un hombre que la tomara, pero al no poder hacerlo, creyó que Ash la tomaría, pero al final fueron tristes intentos de ser querida por alguien ante la poca atención que recibía de un chico que probablemente ya no le amaba o que simplemente jamás le amo.

―Soy patética

La noche pasó rápido para el joven dueño de aquellos departamentos. Fue imposible dormir para él después de haber pensado en todo lo que sucedió anoche; era tal aquel sentimiento de culpa por dejarla sola que se vio imposible no recordar aquellos ojos llenos de tristeza que ella tenía. Por un momento pensó en ir a su lado y disculparse, probablemente rieran, pero aquello no se dio por su miedo de enamorarse una vez más.

Él entonces miró a su lado y miró aquella fotografía tan especial para él. Habían pasado ya varios años desde que fue tomada y el verla siempre le recordaba la fragilidad de su vida. Tomando la fotografía con cuidado, Ash pasó sus dedos por donde se encontraba la imagen de la chica de ojos celestes y mirada tímida.

Serena, como él la llamó, formaba parte de su pasado, uno que a veces deseaba olvidar, pero que no podía. Cada vez que la recordaba, su mundo daba vueltas al punto de que él mismo se abstraía del mundo en el que vivía. Podía ser fácil y sencillo olvidar para muchos, pero para él no. El recuerdo de Serena estaba ligado a su cuerpo, más de lo que muchos pensarían. Al levantarse de su cama, se quitó su playera de dormir y se miró al espejo dejando ver una marca vertical que atravesaba su pecho en forma de una cicatriz que siempre le recordaría su fracaso.

―Serena… ―en aquel momento las lágrimas aparecieron y se dispuso a derramarlas sin riesgo alguno―, perdóname por no haber medido las consecuencias, perdóname por no haber estado en ese momento contigo y perdóname por no saber apreciarte…

Era tanto su dolor que de repente él sintió como su cuerpo pesaba más. Se sentó en su cama, esperando tranquilizarse, pero al recordar ese rostro hermoso de ella y su angelical voz como él la recordaba, simplemente lograban que la culpa se apoderara de él.

―Me hubiera encantado tenerte a mi lado siempre, Serena―murmuró Ash con tristeza para tomar nuevamente aquella fotografía―, y me hubiera encantado haber tenido ese baile contigo.

La triste ya había marcado su vida y no podía simplemente olvidar después de todo lo que sucedió. Aun así, al final ella estaría junto a él, siempre y eso lo tenía claro. Volviendo a poner la foto en su lugar, Ash se secó aquellas lágrimas ya que sabía que a la chica no le hubiera encantado verlo así y puso una de sus mejores sonrisas ya que los bellos recuerdos hacían de su mundo algo mejor.

Tras vestirse, Ash salió de su departamento observando así la puerta del departamento de enfrente. Algo lo hacía sentir triste, tal vez la chica se sentía mal después de lo de anoche, tal vez había sido muy grosero… Tal vez, ¿no? Incluso si lo fue, no podría perdonarse el hecho de aprovecharse de ella y no quería causarle problemas en la relación que sostenía con aquel chico con el que ella salía. Sí, todo un dilema era esto, pero en el mejor de los casos debía actuar como el adulto que se había vuelto y no involucrarse en más problemas.

Una vez llegó a la cocina del lugar, se dispuso a cocinar algo especial, pero a la vez sencillo. Era una suerte el no haberse agotado los alimentos, ya que, de lo contrario, debía ir al centro de la ciudad para comprar los mejores y no era una idea que en verdad gustara tratar con una chica que posiblemente tuviera una de las peores resacas.

―Lo mejor será prepararle un desayuno para su resaca―masculló―. Me pregunto dónde he dejado el sartén con el que cocino panqueques.

Mientras él buscaba aquel instrumento de cocina, Marina se encontraba despertando después de haber dormido algunas horas y para su desgracia si sentía los estragos que dejaba una noche de fiesta. Su mente era un caos y el terrible dolor de cabeza que sufría no ayudaba en nada. Sus ojos se sentían pesados y su cuerpo intoxicado; ella sufría de una fuerte resaca.

Levantándose con algo de dificultad, Marina alcanzó una camisa blanca la cual uso para cubrir su desnudo cuerpo. Ella se dio cuenta, tras ponerse la prenda, que no le pertenecía y la cual era visiblemente más grande, parecida a una prenda masculina. Pasando sus dedos por la tela y oliendo el aroma que desprendía, rápidamente supo a quién le pertenecía.

―Ash―susurró, sonriendo tras ver que él le cumplió su capricho―. Siento ganas de vomitar… Pero no quiero mancharte―dijo ella, estirando un poco la prenda.

Le fue difícil levantarse de su cama, pero cuando logró al fin que sus piernas lograran sostenerla, se dio cuenta que su vestido y zapatos se encontraban sobre la silla que daba a su escritorio. Marina no pudo evitar sonreír, pero un sentimiento de tristeza eliminó aquella sonrisa rápidamente tras recordar lo que hizo.

―Soy una zorra fácil. Es obvio que el jamás se aprovecharía de mí.

Su cabeza de repente dolió y ella cayó de rodillas, sujetándola por ambos lados mientras gruñía esperando que el dolor pasara. A su mente llegaron imágenes de lo que hizo anoche, entre las que estaba su acto de auto placer, donde después de correrse, ella perdió el conocimiento. Era obvio que no se encontraba en la cama y eso lo sabía por una mancha frente al espejo donde miró su cuerpo.

No era malo darse placer, ¿verdad? Al contrario, ella sabía que era algo bueno, pero al verse reflejada en el espejo, notó como unas silenciosas lágrimas bajaban por sus mejillas sin antes haberlas notado. Su corazón comenzó a doler y esa sensación de soledad nuevamente la abrigó haciéndola recordar momentos tristes que había tenido con su novio. Ella movió su cabeza de lado a lado, intentando alejar aquellos pensamientos, pero fue en vano. No quería recordar, pero su mente la doblegó al traer de nuevo las imágenes de él, engañándola con su mejor amiga en su escuela.

Todo su alrededor giró; se sentía sofocada de repente y de pronto se encontró vomitando. Vomitó y vomitó en más de una ocasión. Los efectos de una gran ingesta de alcohol se mostraban al tener de rodillas a la chica regresando todo. El cuerpo de Marina temblaba y sus ojos estaban llenos de lágrimas. Tras terminar, comenzó a toser fuertemente, logrando hacer que el chico entrara a la habitación de golpe.

― ¡Marina! ―exclamó él, yendo a socorrerla.

Tan pronto él la ayudo a levantarse, la sensación de asco había regresado. Viendo que ella iba a vomitar nuevamente, la tomó por detrás mientras la mantenía de pie. Tras un par de minutos, Marina había terminado de devolver todo y para su pena, Ash presenció una buena parte.

―Lo siento―se disculpaba ella.

―Descuida. ¿Te encuentras mejor? ―preguntaba Ash, preocupado por la situación de su compañera.

―Creo que me sobrepasé con lo que tomé anoche―Marina de pronto perdió el equilibrio, siendo socorrida por Ash quien la atrapó―. Lo siento.

―Tranquila, sé cómo solucionar esto.

Ash decidió cargar a Marina en brazos al estilo de una princesa, logrando ponerla nerviosa y algo tímida por la acción. Él salió de ahí, llevando a la chica hacia la cocina donde al llegar, ella vio un hermoso desayuno preparado para ella, aunque esto no lo sabía del todo. Una vez la dejó en la silla, Ash regresó a la habitación para ver como quedó todo, dándose cuenta de que debía limpiar bien para que el olor no se impregnara.

Yendo a la habitación de mantenimiento, Ash se topó con un cielo nublado que amenazaba en cualquier momento con dejar caer una tormenta. Juraba haber visto un hermoso sol, pero considerando el lugar dónde estaban, las tormentas no deberían ser algo anormales. Tomando las cosas que necesitaba, el chico fue rápidamente a limpiar la habitación de su compañera. No fue una tarea sencilla, pero después de algo de duro trabajo, al final pudo completarlo dejando como nuevo el lugar.

―Fue difícil, pero he terminado con esto―dijo él, mientras secaba el sudor de su frente―. Es hora de ir con ella. Probablemente este molesta por haberla dejado sola, pero… No, no debo pensar en eso.

Alejando ideas extrañas de su mente, el chico guardó los productos de limpieza y fue en dirección a donde se encontraba la chica. Al llegar, sus ojos lograron ser testigos de algo que jamás creyó ver, al menos no en un tiempo considerable desde anoche. Marina logró ver al chico parado a un lado del marco de la puerta, mostrando una mirada nerviosa y jurando ver un coloreo rojizo en aquellas mejillas.

― ¿Ash? ―Marina miraba confundida al chico, quien se encontraba nervioso.

―Marina―tartamudeó él un poco, logrando hacer que la chica se sintiera incómoda―. Deberías abrochar esa camisa.

― ¿Qué? ―la chica de cabellos cerúleos bajo la mirada, dándose cuenta a lo que se refería él―. ¡Kya! ¡No veas! ―gritó ella, cubriendo su entrepierna con sus manos―. ¡¿Por qué no me habías dicho antes?!

― ¡No pensé que mostraras tanto! ―se defendió él.

Marina no podía creer que anduviera mostrando su zona más preciada, al aire y sin darse cuenta de que lo hacía. Podía sentir como sus mejillas ardían ante el hecho de que el chico presenciara su cuerpo, pero su mente trabajó y su cerebro logró hacerle recordar que Ash ya la había visto desnuda antes.

―Maldito, pagarás por haberme visto desnuda―sentenció ella a punto de atacar cuando de pronto se tomó la cabeza con sus manos―. ¡Argh! Te acabaré después de que se me quite el dolor de cabeza.

El chico se quedó con una sonrisa en su rostro y se dio cuenta de que ella no había tocado su comida. Ayudándole a tomar asiento, Ash se sentó a comer junto a ella mientras recibía miradas de muerte de parte de la chica a quien simplemente veía con una sonrisa.

―Me preocupaste―murmuró Ash, esperando ser escuchado.

―Lo sé―respondió Marina, quien alcanzó a oírlo―, pero me alegro de tenerte a mi lado. Quiero disculparme por mi actitud de anoche; la verdad no quería incomodarte, pero es obvio que me he pasado de copas.

Él no pudo evitar echar una risa tras oír las disculpas que le habían dado. Viendo que hacían gracia de ella, Marina soltó un ligero golpe al hombro del chico en señal de protesta quien, al ver el ceño fruncido de ella, no tuvo más opción que disculparse. Con esto, los dos continuaron el desayuno que había preparado el chico. Algo que sorprendió mucho a Ash, fue que Marina le esperara para comer, y lo otro, resultó ser la confianza que ella tenía para estar junto a él usando únicamente aquella camisa que le dejó.

«Eres una fetichista» pensó el azabache mientras tomaba un poco de jugo. De repente Marina nuevamente lo golpeó, mirándolo con esos ojos molesto.

―No soy una fetichista―declaró ella, para seguir así con su desayuno.

Ash no pudo más que temer. Sí, el temía por su vida al creer que la dulce chica que tenía a su lado podía leer la mente.

«¡Dios mío! ¿Será capaz de leer mis pensamientos?»

Después de pasar un agradable mañana después de todo lo que había sucedido, Marina fue a cambiarse, dejando a solas a Ash, quien le dio unas pastillas para la resaca que le aliviarían un poco el dolor de cabeza y las nauseas por la ingesta de alcohol. La sorpresa que Marina se llevó al ver su habitación arreglada no tenía precio. Ella en verdad debía agradecerle al chico por todo lo que hacía por ella.

― ¿Acaso eres así de lindo con todas o lo eres solamente conmigo, Ashy? ―aquella pregunta hizo sus mejillas teñirse de rosa al imaginar que, al menos en le fondo, él sentía algo por ella―. No, jamás me amarás, aunque te digan que lo hagas―ella sabía perfectamente que él jamás estaría con alguien como ella.

Su mente le decía una y otra vez la clase de chica que era. Si se veía a sí misma, podía ver una chica que lloraba por alguien quien probablemente ya no le amaba, ni le extrañaba; había comprobado que se entregaría por un poco de amor y logró experimentar el rechazo por parte de una persona con la que llevaba compartiendo techo por un tiempo.

Si lo ponía sobre la mesa, ella era todo lo contrario a lo que es Ash.

Sus ojos se humedecieron en poco tiempo y cuando se dio cuenta, nuevamente estaba llorando. Ella había llegado con él por simple recomendación de su madre debido a la amistad que esta tenía con la madre del chico, algo de lo que apenas y ellos dos habían hablado, pero en el poco tiempo de estar juntos se daba cuenta de que no era tan malo vivir juntos siempre y cuando se respetaran el uno al otro.

Pasó una semana larga y llena de trabajos en la escuela que pusieron a los dos chicos en aprietos. Marina detestaba las matemáticas, pero con ayuda de Ash y una compañera llamada Lucy logró pasaron el tema de calculo diferencial con aplicaciones en la vida real que a ella poco le llamaba la atención abordar. Ash, por su parte, estuvo junto a uno de sus compañeros para ver el tema que darían en la exposición de ciencias sociales donde debían hablar de los cambios políticos en los últimos años y que, para su mala suerte, tenía que durar casi dos horas al ser de los pocos que iban a presentar.

― ¿Quieres ir más de rato a comer algo? ―preguntaba Marina quien esperaba a que Ash terminara de guardar sus cosas.

―Creo que aceptaré tu invitación―respondió Ash con una sonrisa burlona que sonrojó a Marina―, aún me debes lo de cálculo.

―Me sigue sorprendiendo que seas un genio en esas cosas, ¿pero a quién carajos se le ocurrió crear una materia tan complicada? ¡Es del Diablo! ―gritaba ella con molestia mientras veía reír a su compañero―. Ahora te burlas de mí por ser una tonta, como le lástimas el corazón.

―Reina del drama; pero bueno, lo mejor será irnos si queremos disfrutar nuestro fin de semana antes de volver a la cárcel para jóvenes―decía él mientras se preparaba para salir tomando la mano de la chica.

Una vez salieron del instituto, ambos tomaron el metro donde Marina se acercó mucho más a Ash logrando ponerlo nervioso por la cercanía, pero recordando que ella no era de las personas que amaban ir por debajo del suelo en un vagón lleno de gente que en cualquier momento podría sobrepasarse con ella, por lo que con una mano la acercó más para darle algo de confianza, cosa que la sorprendió bastante.

Tras salir de lo que ella llamaba la caja chica de los depravados, se dirigieron al centro de la ciudad la cual siempre daba una imagen moderna a todos sus visitantes. Los dos chicos se dirigieron a uno de los tantos callejones donde se podía hallar desde ropa hasta comida donde pasearon por un rato viendo algunos locales donde Marina se enamoró de algunos pares de zapatos que no dejó para después haciendo que el chico riera más por la actitud consumista de la chica.

―No te burles, juró que los voy a usar todos―declaró ella mientras pagaba.

―Sí claro, mejor te espero afuera antes de que me hagas cargar todos tus bolsas―dijo él, marchándose del local dejando atrás a su compañera.

Marina se había indignado ante tal acción, pero su mente tuvo una brillante idea de venganza ante el recuerdo de su primer encuentro con él.

Pasaron un par de minutos y el joven dueño de los departamentos no veía por ningún lado a su compañera provocando una angustia que se fue al momento de verla caminar con algunas bolsas en mano. Una vez llegó ella, esta le entregó una bolsa con un obsequio dentro que lo dejó sorprendido debido a que no se esperaba este detalle.

― ¿Qué es esto? ―preguntó Ash mientras veía la caja en sus manos.

―Te compré un obsequio, ¿no lo ves? ―respondió ella con sarcasmo―. ¡Vamos, ábrelo! ―pedía ella mientras buscaban un sitio donde sentarse.

―Oh, que me ha comprado mi hermosa compañera―decía Ash en tono de burla.

Ella no dijo nada ante sus palabras y simplemente buscó un lugar donde los dos descansaran encontrando una banca frente a los puestos de comida que habían estado buscando. Al abrirlo, Ash se percató de que era una caja de zapatos, para ser más exactos, zapatillas para una chica lo que provocó que su rostro se tornara azul mientras Marina aguantaba su risa.

―Me compraste unos… tacones―dijo Ash mientras habría la caja y veía unas sandalias de tacón color café―, y de mi número.

―Sí, creo que en este tiempo que llevamos viviendo juntos aprendí una o dos cosas sobre ti… o tal vez más―aquello último lo dijo en susurro mientras miraba al chico sudar nerviosamente―. Tranquilo, no te voy a obligar a que te los pongas, bueno sí, pero te podrás salvar siempre que no me hagas enojar, tonto.

―Creo que reconsideraré hacerte enojar de ahora en adelante―dijo él guardando ese regalo en su mochila para después soltar una risa―. Aunque sabes, en ti se verían perfectos.

―Fetichista

― ¿Eh?

―Eres un fetichista de pies, creo que ahora podré decirte fetichista, ¿no?

―Ya me lo habías dicho, pero no, ese no sería mi fetiche―respondió él con cuidado.

―El tuyo es despertar en el pecho de una hermosa mujer como yo, pero sigue siento un fetiche.

El azabache rio un poco. Había sido atrapado en su propio juego por la chica a la que tanto cuidaba de ella misma y en ese momento notó lo linda que se veía en su uniforme mientras las luces iluminaban su piel de porcelana. Intentó negar esos pensamientos, pero cada vez que la miraba se daba cuenta de que se perdía en ella, cosa que también sucedía con ella al verlo.

En medio del agitado lugar, él buscó la mano de ella, encontrándola y sorprendiéndola por eso.

Los corazones de ambos latían rápidamente; sus dedos se entrelazaron uniendo sus manos mientras dejaban pasar el tiempo en aquel lugar dándose algunas caricias que hacían feliz al otro. ¿Estaban haciendo lo correcto? Ellos ya sabían la respuesta, pero incluso si negaban esos sentimientos, los dos se estaban encontrando poco a poco en un sendero de luz y oscuridad en el cual por azares del destino terminaron tomando. Él no podía vivir viéndola llorar, y ella era incapaz de verlo caer porque en el fondo comenzaron a quererse a ellos mismos.

―A veces me pregunto, si el eco resonará en esta ciudad