Capítulo 4: Olvidado reencuentro

La brisa sopla en mi rostro provocando que me despierte, mientras siento como una energía cálida me rodea el cuerpo entero.

Ya consciente me doy cuenta que ya no me encuentro en el castillo, sino en la llanura cerca de la ciudadela. Ahora es de día y el sol está alumbrando todo.

- Los guardianes… el castillo destrozado… Ganon.

Aun no entiendo cómo pude tener la osadía de adentrarme al castillo sin pensar en las consecuencias, sobre todo dejarme llevar por su falsa belleza. ¿Lo aluciné? ¿Ganon provocó todo? ¿Todas las imágenes que llegaron a mi mente eran recuerdos o delirios causados por mi entorno?

- No… no fue así.

Al menos lo último estoy seguro que no fue una alucinación, pues cada paso y muralla del castillo, cada sensación experimentada que me trasportó a diversos escenarios, no podía ser un simple delirio. Todo estaba relacionado a mis vivencias, las que tanto añoro reconocer en su totalidad.

Hay cosas en las que el cuerpo y el corazón no mienten, por más frágiles que sean...

Me levanto para ver dónde estoy, dándome cuenta que me encuentro en un sitio que no vi cuando encaminaba al castillo, estando tan cerca de este.

- Este lugar…

Me hallo en un redondel de mármol con el piso adornado por el misterioso triángulo, al que me agacho a tocar con mis propias manos… y es en esa posición que comienzo a sentirme mareado, por lo que cierro los ojos.

Esta sensación ya la conozco… una vez más, parte de mi vida retorna…

*.*.*.*.*

- Qué falta de entusiasmo… – expresó una fuerte voz, con pesar.

A pesar de encontrarme de rodillas, con los ojos cerrados y la mente centrada en el discurso que me honra, no puedo evitar escuchar esos comentarios; los que no me incomodan por mí, sino por la voz que me habla, tan resentida y desanimada.

- ¿De qué te quejas? – consultó otra voz bastante engreída. – ¿No que el caballerito merecía una ceremonia? Esto no es más que un circo y nosotros los payasos.

- Silencio… la princesa está hablando. – expresó una voz femenina, suave y cálida. – Más respeto, por favor.

- Sólo digo la verdad. – continuó la voz altanera. – Y se nota a simple vista que ese mocoso no le inspira confianza a la princesa. Ni a mí.

- Cierra el pico, insolente. – habló otra vez femenina, pero fuerte y empoderada. – Ese chico no es más que el reflejo de sus carencias, así que es normal ese sentir. ¿Tanto te cuesta tener empatía?

- ¿Empatía? ¿Yo? – preguntó altivo. – No hubiera llegado hasta donde estoy si me dejara llevar por esas ridiculeces.

Al escuchar que la voz que me habla se silencia, abro los ojos y me encuentro con ella… una vez más. Aquellos ojos verdes en los que no podía dejar de pensar, los que expresaban tristeza y pesar.

Me mira con resentimiento, mientras observa su mano derecha con tristeza e impotencia.

¿Qué es lo que tanto le aqueja, princesa Zelda?

- Agradezco a todos por haber asistido a esta ceremonia para honrar al elegido por la espada. – dijo la dama, forzándose a sonreír. – Ahora son libres de ir a resolver sus asuntos.

De los cuatro seres detrás de ella, dos se retiraron dando una reverencia, mientras que el otro, el dueño de la ególatra voz, se va sin mostrar nada. Poco después se acerca la empoderada dama hasta la princesa, a la que le coloca una mano en su hombro.

- Tranquila… todo se dará.

Luego de su frase se retira, dejándome a solas con la princesa. Me pongo de pie frente a ella, sin decir nada, perdiéndome en las esmeraldas que me miran con recelo.

- Espero que con esta ceremonia no te crezcas tanto. – dijo con molestia. – Por más que hayas conseguido la espada, eso no cambia que el rey, mi padre, me imponga tu indeseada compañía… mantente lejos de mí.

No digo nada ante la dureza de sus palabras, a pesar que inexplicablemente me afectan… pues no es la primera vez que las recibo.

La dama se voltea y se retira del altar ceremonial, para poco después lanzar un ligero quejido de fastidio por la sombra que no la deja en paz… yo.

*.*.*.*.*

Mi mano sigue palpando con fuerza el símbolo del altar, aferrándose al recuerdo que acaba de renacer en mí. Aquel importante momento donde la princesa me reconoció como elegido de la misteriosa espada, pero con una actitud resentida y arrogante.

- Link…

Esa voz…

Mi corazón se paraliza al escuchar mi nombre pronunciado por aquel canto que me devolvió la vida, por el que cometí la locura de adentrarme al castillo. Las piernas y los brazos me tiemblan, no puedo levantarme para mirarla… pero puedo escuchar su respiración y como da unos pocos pasos hasta mí.

- Durante todo este tiempo he estado atenta a ti, admirando la valentía e impulsividad de tu alma. – dijo ella, deteniéndose a unos pasos detrás de mí. – Siempre estuve segura que volveríamos a vernos.

Haciendo un esfuerzo por tranquilizarme, me pongo de pie y me doy la vuelta para verla de una vez por todas, para conocer, o más bien reconocer, a la dueña de los ojos verdes.

Mi mirada se fija en ella de pies a cabeza, analizando su blanca vestimenta manchada por la malicia, pero aún con la pureza conservada en ella. Poco después subo hasta su rostro, y es en ese momento que me quedo petrificado.

¿Esa es la imagen de la voz que me despertó de mi centenar letargo? ¿La dama escondida en las sombras de todos mis recuerdos y pensamientos?

Frente a mí está una joven de piel blanca, pálida, con cabello que se pierde entre los rayos del sol y con aquellos ojos verdes que me persiguen desde mi despertar. Su belleza, tan enigmática y familiar, me suspende en el limbo de mis confusiones, las que se acrecientan ahora que la tengo frente a mí.

- Cada lágrima que derramas es una puñalada para mí.

A mi mente llega otra frase incompleta del pasado, pero la dejo de lado para centrarme en quien tengo frente a mí.

Es ella… Zelda.

- Gracias por haber ido a rescatarme, Link. – habló ella, con aquella voz que aún no asimilaba, sonriéndome de manera ansiosa y auténtica. – Dime… ¿te acuerdas de mí?

Me impacto ante la pregunta que me hace, pues la respuesta se encuentra cayendo en el abismo de mis lagunas. Sé quién es ella, sin duda alguna, pero los recuerdos se encuentran enredados en los hilos de la realidad, incertidumbre y miedo.

- Yo… princesa Zelda.

- ¿Qué… qué dijiste? – preguntó ella con la voz temblorosa, desvaneciendo la sonrisa de sus labios.

La princesa me mira con ojos de sorpresa, mientras coloca una mano en el pecho. Su respiración comienza a agitarse.

- ¿Princesa, qué le ocurre?

Ante mi pregunta me da la espalda, pero puedo darme cuenta que está a punto de desvanecerse, por lo corro a tomarla de los hombros para que no se caiga. Su cuerpo tiembla horriblemente. No entiendo qué le ocurre.

- ¿Se siente bien? ¿Necesita algo?

Poco a poco su agitada respiración se va estabilizando, mientras aún de espaldas a mí, se endereza. Me parece ver que rápidamente roza su cara con su mano, luego de eso se voltea hacia mí.

Me pierdo en cada una de las delicadas facciones de su rostro, mientras mi cuerpo se eriza al sentir su piel entre mis manos. De inmediato me aparto un poco, guardando la distancia que me corresponde con ella. Con el último recuerdo al menos sé cuál es el lugar que me corresponde.

- Link…

Al pronunciar mi nombre vuelve a colocar una mano en su pecho, a la vez que cierra los ojos y lanza un suspiro. Luego de eso esboza una ligera sonrisa, pero aun en su mirada percibo las sombras del impacto.

- ¿Se siente mejor?

- Sí, estoy bien. Gracias. – dijo, enderezando su postura. – Solamente que son demasiadas emociones… cien años sin vernos… un siglo con Ganon.

Al decir ese nombre veo como su entristecida mirada cambia a una de terror y rechazo. Me angustio al verla así, por lo que le respondo rápido para que no vuelva a perderse en la oscuridad.

- No logro ni imaginar lo que le tocó vivir en estos cien años. – dije, tratando de reconfortarla. – Pero lo único que sé es que por usted he despertado de mi largo sueño, he regresado a vivir. Gracias, princesa.

Hago una reverencia, que es lo único se me ocurre en ese momento para respetarla. A pesar que tenerla frente a mí me impacta, que me provoca en el corazón deseos de cometer acciones inentendibles, debo mantener el decoro hacia a ella. El último sueño me hizo tambalear las emociones… pero mi recuerdo en este sitio me hizo asimilar la realidad.

- No tienes nada que agradecer, pues tu tiempo de despertar había llegado. – dijo ella, evadiendo mi mirada. – Lo que sí me sorprende es que hayas llegado tan pronto al castillo.

- Lo sé, y estuve a punto de morir en las garras de Ganon por mi desobediencia. – dije, sin conocer el alcance de mis palabras. – Y usted me salvó… de nuevo le debo la vida.

- Yo…

- Sé que sonará increíble lo que le diré… pero fue su padre el que me lo advirtió.

- ¿Qué? ¿Mi padre? Pero si él…

Su rostro de sorpresa e incredulidad me impactan, y puedo ver como la tristeza quiere invadir su rostro. Sin embargo, se contiene, pues sé que ella tiene una imagen que guardar, sobre todo delante de mí, su pasado servidor.

- El espíritu del rey me dijo que debía dirigirme primero a la Aldea Kakariko a buscar a una mujer llamada Impa.

- ¿Y por qué no lo hiciste? – preguntó preocupada. – Ese era el camino correcto que debías tomar.

- Princesa… quiero que sepa que en este lugar he retomado un recuerdo de mi vida pasada. – dije, firme en mis palabras. – Y es por eso que descubrí cuáles eran mis funciones hace cien años.

Los ojos de sorpresa de la dama no dejan de aparecer ante mis palabras. Las escucha atenta, pero al mismo tiempo incrédula.

- Desde que me desperté tuve deseos de venir a rescatar a la voz que me devolvió el aliento de vida, y es por eso que fui directo al castillo. – continué con mi relato. – Y ahora que me encuentro en el altar ceremonial, he recordado cuál era mi papel con usted. Protegerla.

- ¿Qué clase de recuerdos te trajo este lugar?

- El momento en el que me bendijo como el elegido de la espada que aún no recuerdo. – respondí seguro. – Y nuestro intercambio de palabras al final de la ceremonia.

La princesa gira su rostro, apenada, ante el relato que le cuento, el que seguramente ella también recuerda.

- ¿Así que recordaste eso? – dijo, mostrando pesar. – ¿Hay algo más que sepas de nuestra vida pasada?

- Las lagunas mentales y los sueños son confusos, por lo que lo único que tengo presente es que fui un caballero de Hyrule, y usted la princesa bajo mi protección por órdenes de su padre. Sé que mi caída fue por…

- Ya no importa. – interrumpió, esbozando una sonrisa. – Es normal que aún no tengas las cosas claras, Link. Ha sido una avalancha de noticias de un sólo golpe, por lo que debes… no, debemos ir poco a poco, pues yo también tengo demasiado que recuperar.

Los ojos de la dama se cristalizan, pero de inmediato contiene su sentir y me sigue sonriendo. ¿Qué es lo que tanto le pesa? Sé que todo lo ocurrido han sido demasiadas emociones, pero como siempre mis memorias siguen cerradas, y sólo se muestran a mí cuando les da la gana. Oportunas e inoportunas a la vez.

- Princesa, ahora que usted acabó con Ganon…

- Te equivocas, Link. – interrumpió preocupada. – Ganon no ha sido derrotado.

Me sentí incrédulo ante su afirmación, pues yo vi con mis propios ojos como el villano desaparecía por la luz emanada de ella, maldiciendo su destino.

- Eso no puede ser…

- Link… no hay una manera lógica de explicarte esto. – dijo ella, abrumada. – Pero mi poder se engrandeció tanto que pude librarme del sello de Ganon y alejarlo de nosotros, mas no de esta tierra. Desconozco a qué sitio pudo haberse ido.

- Pero si usted… su poder…

- Mi poder se ha desvanecido. – respondió tajante. – Como te dije, se manifestó hasta su máximo nivel y alejó a Ganon, pero eso causó que se vaya de mi vida. Ya no lo siento latiendo dentro de mí.

La expresión impotente y frustrada de la princesa se me hacía tan familiar, como el recuerdo en dónde vi su mirada con carencias.

Me acerco un poco más hasta ella, preocupado por la noticia que acaba de darme. ¿A dónde se habrá ido Ganon? Nuestras vidas corren peligro, pues en este momento podemos estar a merced de él.

- Link, al igual que tú me siento muy confundida. – dijo ella, perturbada. – Pero aun así no podemos quedarnos con los brazos cruzados. Vamos a la Aldea Kakariko por Impa, la sheikah… que me cuesta creer que siga viva.

La princesa Zelda toca su rostro y se dirige abrumada al pequeño estanque del altar para ver su reflejo. Toca sus mejillas y su rostro una y otra vez, como incrédula a lo que ve.

Tengo tantos deseos de decirle que su belleza es magnífica… pero no me atrevo.

- Princesa… – me acerqué a ella, sacando la tableta sheikah. – Su imagen sigue igual, no ha envejecido.

- Eso es…

A Zelda le tiemblan las manos al ver la tableta sheikah antes de tomarla, pero luego lo hace para ver su reflejo en la opción de cámara frontal.

Me puse al lado de ella al ver cómo se veía, y al observarnos juntos... lagunas mentales regresaron.

- Las flores te quedan tan bien como a mí.

- Soy tu escolta, Zelda, no tu maniquí...

- Puedes ser ambos… ¡Sonríe!

- ¡Espera, no…!

Lo último que distingo es el eco de un sonido peculiar, el mismo que escuché en mi visión de la glorieta del castillo.

- ¿Estás bien, Link?

- Si… no pasa nada. - mentí, dejando de lado mis pensamientos.

- Debemos buscar a Impa cuanto antes. – dijo Zelda. – Estoy segura que ella podrá orientarnos sobre todo lo que ha pasado… y la pérdida de mi poder.

Abro el mapa en la tableta sheikah y veo que el punto en la Aldea Kakariko sigue brillando. Mas aun lo que preocupa es que está muy lejos.

- La Aldea Kakariko está muy distante, Link, y tardaremos mucho en llegar. – dijo apenada.

- No queda más remedio que ir caminando. – dije molesto. – Lamento que, después de todo lo que ni imagino le ha tocado pasar, tenga que estar incómoda.

Ella gira el rostro para evadir mi mirada, sin decir nada. No quiero pensar qué fueron para ella esos cien años junto a Ganon, en sus asquerosas entrañas para mantenerlo a raya. Yo en cambio sólo estuve dormido, con el precio de perder mis memorias.

Me saco la capucha que me regaló el rey y cubro a la princesa, causando impresión en ella por mi acción, pues no esperó eso de mi parte.

- No, Link. – dijo apenada. – En serio no…

- Pronto hará frío y va a ser una larga caminata. – dije sonriendo. – Con todo respeto su vestimenta es muy descubierta. Acépteme ese gesto, por favor.

- Gracias…

- No es nada. – expresé apenado. – Princesa… bienvenida a su reino de nuevo.

Zelda sólo sonríe, esta vez sin forzar nada. Incluso me parece ver sus mejillas sonrojadas, pero a lo último lo dejo pasar, pues no tendría sentido. A pesar que se muestra cálida, tengo presente por mi reciente recuerdo cuál es la postura que debo tener.

¿Cómo pude haber soñado bailar con ella? Seguramente me encontraba tan desubicado que aluciné con eso. Ridículo.

Ambos comenzamos con nuestra caminata a la Aldea Kakariko, tomando el camino del Este. Me mantuve al lado de ella, alerta a que ningún guardián se encontrara cerca de nosotros. Me siento capaz de enfrentarme a cualquier monstruo, pero a ellos no. No sé por qué sólo pensarlos me causa pánico.

- Tranquilo, los guardianes se encuentran como unos locos buscándote por todo el castillo y ciudadela.

- ¿Cómo supo que…?

- Porque te veo alerta mirando de un lado al otro, y lamentablemente el centro de Hyrule está invadido por guardianes. – respondió ella, mirándome seria. – Al menos por ahora no van a molestarnos… a mí tampoco me agradan.

Espero que no piense que soy un cobarde, pero es en serio que no tolero verlos, sin entender por qué.

Nuestra larga caminata nos lleva a un montón de ruinas, donde sólo se visualizan casas destrozadas y una pequeña fuente en las mismas condiciones. Imagino que alguna vez fue un pueblo habitado por personas.

- Las ruinas que ves aquí pertenecen a lo que un día fue la Aldea Mabe. – explicó la dama. – Era el pueblo comerciante del centro de Hyrule, el encargado de abastecernos de todos los alimentos necesarios, sobre todo las frutas, verduras y lácteos. Incluso cerca de aquí se encuentra un rancho.

- El rancho…

El nombre me suena muy familiar, tanto que necesito despejar mis dudas.

- ¿Podemos pasar por ahí?

- Claro que sí. – dijo ella. – No se encuentra lejos.

Juntos nos dirigimos a dicho lugar, pasando por todos los escombros de lo que alguna vez fue un pueblo. De inmediato en mi cabeza comienza a resonar la voz de la niña de mis sueños... mi hermana.

- Ya sabes, hermanito, con un dulcecillo cierro el pico. Papá ni se enterará de que te vi en…

Las carcajadas de ella siguen resonando en mi cabeza, lo que me causa una mezcla de molestia, gracia y melancolía. Al parecer ella y yo tuvimos una relación cercana, a pesar que parecería que le gustaba molestarme. Es una lástima que no recuerde su nombre... ni el de mi padre.

¿Debería preguntarle a Zelda sobre ellos? ¿Los recordará?

Sin embargo, mis preguntas existenciales se detuvieron al escuchar un grito sumamente fuerte, acompañado de unos gruñidos conocidos.

- Ya estamos cerca del rancho. – dijo Zelda. – Pero parece que algo ocurre ahí.

Adelantándome a cualquier amenaza que pueda interponerse en nuestro camino, corro al rancho, o a lo que queda de él, para descubrir qué pasa.

Otra vez uno de esos bokoblins se encuentra haciendo de las suyas, y esta vez montando a un animal bastante extraño… Eso es un…

- ¡Un caballo! – exclamó Zelda. – El monstruo lo tiene atrapado.

El caballo castaño con crin color crema se ve feroz y ansioso por querer sacar de su lomo al Bokoblin, mientras que este se sigue agarrando de su crin para no caerse.

Estoy decidido a ayudar al animal…

Saco de mi alforja la espada que encontré en el castillo y con toda la velocidad que el cuerpo me permite me dirijo al monstruo, y con un sólo salto y golpe en la cabeza lo acabo. Como era de esperarse, el villano desaparece en la asquerosa humareda que me recuerda a Ganon.

- Tranquilo… tranquilo…

Me acerco al caballo y tomo su hocico para tranquilizarlo, el que para mi sorpresa se calma apenas cruza su mirada con la mía. Es un animal hermoso, y aunque no diera la imagen, hasta dócil. Me siento en paz y contento a su lado.

- Buen trabajo, Link. – dijo Zelda, sonriendo.

- Los Bokoblins son monstruos demasiado fáciles de vencer, ya me he cruzado con algunos.

Veo que el animal relincha de gracia al tenernos cerca. Y es en ese momento que se me ocurre una excelente idea.

- Princesa, ya que este caballo parece amigable, podemos usarlo para movilizarnos.

Ante mi frase, el caballo relincha de alegría y después acaricia su hocico en mi rostro. La princesa se contenta ante eso.

- Le caes muy bien. – dijo ella, lanzando una pequeña risa.

- Sí… qué casualidad haberlo encontrado aquí.

- Créeme, Link… hay cosas en esta vida que no son casualidad.

La miro serio ante su frase, mientras que ella voltea el rostro para evitarme. Aun siento que guarda demasiados secretos, pero no pienso presionarla para que me los diga. Seguramente se siente tan perdida como yo.

Sin mucho esfuerzo me subo al caballo y le estiro la mano a la dama para que se acomode en él, detrás de mí. Por un momento parece dudar, pero luego me hace caso.

Ahora con un medio seguro para transportarnos, nos dirigimos un poco más al Sur, esperando en el camino no toparnos con monstruos… o guardianes.


No me sentí tranquilo cuando llegó la noche, pues tuvimos que huir de unos monstruos esqueléticos que jamás en mi vida había visto; por suerte el caballo resultó más rápido y pudimos alejarnos de ellos. Durante el camino, Zelda me explicó que se trataban de esqueletos de Bokoblins que poseían vida gracias a la influencia de Ganon.

No puedo creer los alcances de ese ente, más nefastos de los que imagino o logro recordar.

Nuestro camino se detuvo al llegar a un sitio bastante extraño, pero que como siempre se me hace conocido. Se ve bastante acogedor, y la decoración tan peculiar que tiene, una cabeza de caballo en el techo.

- Hemos llegado al Rancho del Río. – dijo Zelda. – Hay varios de estos sitios en las diferentes regiones de Hyrule, y son usados como áreas de descanso para viajeros y caballos.

- ¡Perfecto! – expresé animado. – Entonces podemos hacer una parada aquí y descansar. Mañana continuamos con el viaje.

- Link, pero necesitamos dinero, y nosotros no…

No dejo a la princesa terminar con su frase, pues lo que a ella le preocupa ya lo tengo resuelto. Me bajo del caballo y la ayudo a ella en la misma acción. El caballo nos sigue sorprendentemente.

- Link… no podremos...

- Tranquila, déjeme hablar a mí.

Me acerco al recibidor del rancho, donde se acerca un hombre con mirada amigable.

- Buenas noches, jóvenes. – dijo el señor. – Soy Makber, su servidor. ¿En qué puedo ayudarlos?

- Deseamos pasar la noche. ¿Cuál sería el costo?

- Bueno, el costo por cama es de veinte rupias. – respondió. – Aunque como son pareja…

- ¿Qué? – pregunté, avergonzado y sonrojado. – No, no, serían dos camas. Una para mí y otra para la dama.

Volteo a ver a Zelda sumamente apenado. Sin embargo, ella está de espaldas acariciando al caballo. Me tranquiliza saber que no escuchó nada.

- Oh, perdón. – expresó Makber, soltando una risa. – Pensé que eran una parejita. Entonces serán dos camas.

Le pago al hombre las cuarenta rupias. Poco después se pone atento al caballo que nos acompaña.

- Oh, está hermosa esa yegua. – dijo admirado.

- ¿Una yegua? – pregunté curioso, y Zelda miró a Makber de la misma manera.

- Claro, muchacho. Se nota a simple vista que lo es, pues los caballos son de mayor tamaño. Yo ya soy un experto en eso. – dijo orgulloso. – ¿Cómo se llama?

- No tiene nombre, recién la encontré en la pradera. – respondí confuso.

- ¿En serio? – preguntó impactado. – ¿Tan precioso animal y no tiene nombre? ¡Inaceptable! Sin embargo, aquí tenemos la solución.

- ¿Solución?

- Este rancho no es sólo para personas, sino también para los caballos. – explicó el hombre. – Podemos darle a tu yegua un espacio en el corral para que descanse junto con los otros equinos, pero antes debes inscribirla y darle un nombre. Eso tiene un costo de veinte rupias.

Me alegra saber que la yegua tendrá un lugar donde descansar, pues ha hecho un excelente trabajo transportándonos y seguro se siente igual de cansada que nosotros. Saco de mi alforja la cantidad solicitada y el hombre toma una libreta.

- Y bien... – consultó Makber. – ¿Cómo se llamará?

¿Qué nombre le pongo a la yegua? No se me ocurre nada en estos momentos, y no quisiera elegir uno cualquiera por la prisa.

- Epona…

- ¿Ah?

Traslado mi vista a la princesa, quien me mira sonriente y curiosa, mientras acaricia a la yegua.

- ¿Te gusta el nombre Epona?

- Epona…

No comprendo por qué ese nombre me llama la atención, hasta el punto de darme un escalofrío. Sin embargo, me gusta mucho, me parece excelente.

- Ha tenido una gran idea, princesa. ¿Cómo se le ocurrió?

Ella sólo sonríe ante mi pregunta, para después mirar a la yegua con cariño.

- No lo sé… creí que te gustaría.

Ahora tengo más razones para sentir curiosidad por la princesa, la que parece adivinar las cosas que llaman mi atención.

- Epona. – le dije a Makber. – Así se llama.

Epona relincha feliz al escuchar su nueva identidad, mientras que Zelda la abraza. Poco después sale Makber para llevársela al corral.

- Como regalo por su inscripción le pondremos Epona una brida y una silla, así viajarán más cómodos. – indicó el hombre. – Tu cama y la de la joven son las dos últimas de la esquina, y a mi derecha se encuentra la fogata; ahí pueden calentarse y preparar sus alimentos.

- Gracias, señor. – expresé.

Makber se retira con Epona, dejándonos solos a la princesa y a mí. Al ver la fogata y a la cacerola encima de esta, recuerdo que no hemos comido nada en todo el día.

- Vamos a la fogata. – dije mirándola. – Tengo algo de comida cocinada que nos dejará satisfechos y nos calmará el frío.

Algo tímida, la princesa acepta mi propuesta. Nos sentamos en la fogata y saco de la alforja la carne picante que el rey preparó para mí.

- Esa comida… – mencionó, casi con la voz ahogada. – ¿Tú la preparaste?

- ¿Esto? Es carne picante. – respondí. Y no la hice yo…

Dudo en decirle que el espíritu de su padre fue el encargado de prepararla, pues cuando lo mencioné en el altar ceremonial se estremeció, y no deseo volver a verla de esa manera.

- Coma, le aseguro que le gustará. – dije, evadiendo su pregunta.

Zelda toma la comida y con los cubiertos la ingresa a su boca. Al inicio la saborea tranquila, pero luego veo cómo sus ojos se humedecen y voltea el rostro; como siempre escondiendo de mí lo que siente.

- Princesa. ¿No le gustó la comida? – pregunté preocupado. – Tengo otra cosa, si desea…

- No pasa nada, Link. – dijo, con la voz entrecortada. – Sólo que me siento cansada, iré a dormir. Buenas noches y gracias por tus atenciones.

Con mucha prisa se levanta de la fogata e ingresa al rancho, donde supongo busca la cama que le corresponde.

¿Qué pasa contigo, princesa? ¿Qué es lo que tanto te aqueja que no me dices?


Según la información de la tableta sheikah, Zelda y yo nos despertamos a las ocho de la mañana, por lo que nos apresuramos en comer algo para aguantar el camino y dirigirnos a la Aldea Kakariko. Al parecer el cansancio no nos permitió levantarnos más temprano.

Esta vez viajar en Epona, con la silla y la brida puestas, es mucho más cómodo para nosotros, y tampoco le molesta a ella.

El tiempo pasó sumamente rápido...

Por cada lugar que pasamos, Zelda se encarga de decirme sus nombres…

Pasamos por el puente de Asteus, el que después nos llevó hasta el Lago Navi Sur que se encontraba a los pies de los Picos Gemelos que tanto el rey me insistió visitar.

Y ahora entiendo la razón de su insistencia, pues una torre sheikah se encuentra en medio de las gemelas montañas.

- Zelda, iré a activar la torre. – dije, bajándome de Epona. – No tardaré mucho.

Gracias a que una plataforma se encuentra empinada hacia las bases de subida, pude llegar rápido a la terminal de la torre. La activo como de costumbre, viendo como la lágrima azul muestra al nuevo mapa de la región.

Una vez en tierra firme, Zelda me sigue esperando encima de Epona.

- ¿Cuántas torres has activado hasta ahora, Link? – preguntó curiosa.

- Con esta, son tres. – respondí. – Las que se me han cruzado en el camino.

- Entiendo. – dijo ella, seria. – Sigamos con el camino, estamos muy cerca de la Aldea Kakariko.

Seguimos el camino que divide los Picos Gemelos, cuidando de no topar con el agua o con los monstruos que se encuentran por ahí. Por suerte parecen tenerle miedo a Epona, pues apenas la ven salen despavoridos.

Al llegar al final del camino, llegamos al Rancho de los Picos Gemelos, nombre que Zelda menciona al verlo. Poco después nos dirigimos más al Norte, y en el trayecto nos encontramos a una mujer.

Quizás ella pueda darnos más información.

- Hola, recién llegados. – dijo ella. – Soy Leborie. No parecen ser de por aquí.

- Hola. – saludé, mientras que Zelda se cubrió más con la capucha y se escondió en mi espalda, nerviosa. – Queremos ir a la Aldea Kakariko.

- Pues eso se encuentra muy cerca, muchacho. – respondió ella, señalando a una dirección. – Justo al Norte, sigues en esta dirección, pasas el Puente de Kakariko y llegarás sin problema a la aldea.

- Muchas gracias.

Ya con la información más clara, muevo a Epona para que siga con su camino.

Al inicio pensé que los movimientos de la yegua provocaban ese sentir en mí, pero poco después me doy cuenta que la princesa se encuentra temblando, abrazada a mi espalda y con el rostro volteado a mi izquierda.

- ¿Princesa, se siente bien?

- Si… estoy bien, Link.

- Si está cansada podemos deten…

- ¡NO, NO POR FAVOR! – gritó exaltada. – Disculpa… quiero decir que no quiero que nos detengamos. Ya quiero irme de esta zona.

Desconozco las razones por las que Zelda quiere alejarse de aquí. Sin embargo, acelero el paso para darle gusto, pues lo que menos quiero es verla consternada…


Después de un largo camino y tantas emociones contradictorias, hemos llegado a la Aldea Kakariko. Un lugar rústico y lleno de tranquilidad que me alegra ver que no ha sido tomado por las garras de Ganon, y su gente y mercaderes viven en paz en sus actividades.

Sin perder ni un sólo minuto, Zelda me guía hasta una enorme casa, la que me dice es el hogar de Impa. Al llegar a la entrada, nos disponemos a subir las escaleras para llegar a la puerta, mas un hombre detiene nuestro paso.

- ¡Un momento, muchachos! – preguntó enojado. - ¿A dónde creen que van?

Zelda iba a responder, pero de repente se quedó muda. Puedo sentir en ella miedo e inseguridad, y ante eso intervengo yo.

- Venimos a hablar con Impa. – pregunto serio. – ¿Se encuentra en su casa?

- Si, ella está en casa. – dice el hombre. ¿Tienen cita con ella?

- No, la verdad…

- Entonces no puedo dejarlos pasar. – indicó tajante. – Además ella se encuentra muy ocupada en una reunión con su hermana, y esta última pidió que nadie las interrumpa.

- No nos iremos de aquí hasta hablar con ella…

El hombre me mira enojado ante mi osadía, mientras que Zelda se impacta. Sé que no es la postura correcta que debo mostrar, pero no hemos pasado por la peor de nuestras pesadillas y viajado tanto para recibir una negativa.

- Sin cita no puedo dejarlos pasar. – aclaró de nuevo. – Sin embargo, hablen con la nieta de la señora Impa. Quizás ella si pueda darles el permiso.

- ¿Dónde está ella? – preguntó Zelda, quien decidió hablar.

- Ella se encuentra en el cementerio de la aldea. – respondió el guardia. – Como todos los días a esta hora, va a orar por el descanso eterno de su madre.

- Bien, iremos a hablar con ella. – dijo Zelda.

Sigo a Zelda hasta el cementerio, dirección que parece si conoce. Con el relato el hombre, ahora me entero que Impa es una anciana, pues tiene una nieta.

Después de unos cuantos pasos llegamos al cementerio, algo alejado del pueblo. De rodillas, ante una lápida de piedra, se encuentra una joven de piel tostada, cabello blanco y vestimenta típica de este sitio.

Zelda, como fuera de sí, se acerca hasta ella y la toma del brazo, causándole impresión por haber sido interrumpida en su oración.

- ¡Ooh! – expresó la mujer, asustada.

- ¿Impa? – dijo Zelda, consternada. – No puede ser, en serio eres…

- No… no… yo no soy Impa. – dijo la chica, levantándose del suelo y ayudando a Zelda en lo mismo. – Me estás confundiendo. Mi nombre es Apaya.

- ¿Apaya? – preguntó impactada

- Sí… – respondió la mujer, sonriendo nerviosa. – Impa es mi abuela.

- Eres idéntica a ella...

- Je… así me lo han dicho siempre. – respondió Apaya. – Todos en la aldea dicen que soy el vivo retrato de ella cuando era joven. Curioso, ¿no?

Zelda sonríe nerviosa ante las palabras de la sheikah, pero al mismo tiempo la siento decepcionada, como si la emoción que sintió por haber visto a quien tanto buscaba se esfumó… A veces la entiendo en su mar de emociones.

Poco después veo como la chica posa su mirada en mí, y en ese momento se sonroja como un tomate, para después taparse los ojos.

- ¡OH! ¡UN HOMBRE!

La chica se voltea para no mirarme, cosa que me deja bastante desencajado. En serio es una sheikah bastante extraña.

- Apaya... – dijo Zelda, tocándole el hombro. – No te preocupes, Link es mi acompañante.

- ¿Link? – preguntó sorprendida, volteándose a mirarme. – Ese nombre es tan…

Los ojos carmesí de la chica se desorbitan al ver la tableta sheikah colgando de mi cinturón, para luego posar su mirada en la princesa, quien en ese momento se quita la capucha para mostrarse por completo. Apaya comienza a tartamudear sin piedad.

- No puede ser… – dijo espantada, mirándome a mí y a Zelda. – Él tiene la tableta sheikah… y tu cara… esas ropas… ¡ERES LA PRINCESA ZELDA!

Apaya comienza a respirar agitada, muy nerviosa. Incluso Zelda tuvo que taparle la boca para que se calme, pues no queríamos llamar la atención.

- Tranquila, Apaya. – pidió la princesa. – Todo tiene una razón.

- La princesa Zelda y el héroe elegido… – mencionó impactada. – Son quienes siempre mi abuela me ha mencionado. ¿Pero qué hacen aquí? No se supone que tú… digo usted, debe estar sellada en…

- Es una larga historia, por eso vinimos a hablar con Impa. – dijo Zelda, con voz suave y calmada. – Por favor, llévanos donde ella, pues el guardia que vigila su casa no nos quiere dejar pasar.

Zelda y yo le dimos un poco de tiempo a Apaya para que se calme. La mira a ella y se asusta, me mira y se sonroja. ¿Todas las personas de este siglo son así?

- Lo siento... – mencionó Apaya. – Pero esto es totalmente inesperado. Por supuesto que voy a llevarlos donde mi abuela... de inmediato.

- Muchas gracias, Apaya. – dijo Zelda, conmovida.

- Síganme, por favor.

Ya más tranquila, Apaya toma la delantera del camino, y una vez más, al verme, vuelve sonrojarse. No comprendo qué le pasa.

Rápidamente llegamos a la casa de Impa, y con el permiso de Apaya el guardia no tuvo nada que refutar. Subimos las largas escaleras, ansiosos de encontrarnos con la mujer que nos sacaría de todas nuestras dudas.

Una vez en la puerta, Apaya se disponía a abrirla. Sin embargo, unos gritos al interior de la casa nos detuvo.

- ¿¡QUÉ FUE LO QUE HICISTE, DESQUICIADA!?

- Pues no sé tú, pero yo me siento fabulosa.

Apaya se espanta ante los gritos, por lo que no abre la puerta. Sin embargo, temiendo que algo grave estuviera pasando dentro, hago a un lado a la chica y tumbo la estructura de una sola patada.

Con prisa entramos a la casa, y en ese momento Apaya lanza un grito tan fuerte que seguramente se ha escuchado por todo el reino.

- ¿¡PERO QUÉ ES ESTO!? – gritó la sheikah, consumida por el pánico.

En el piso de la casa se encuentran dos mujeres peleando… y una de ellas es idéntica a Apaya.


Comentarios finales:

Hola, mis queridos lectores ^^

Espero se encuentren bien en este Lunes de capítulo nuevo… sobre todo porque ahora tenemos a Zelda con nosotros.

No pienso hablar al respecto sobre la interacción de Link y Zelda en este "primer encuentro", pues me gustaría leer en sus comentarios como han tomado la reacción de cada uno al verse, sobre todo la de ella. Zelda está pasando por muchos conflictos, y todo lo imaginado por años le cayó como un balde de agua helada. Y ahora por el bien de muchas cosas le toca afrontarlo.

Una vez más, para el recorrido a la Aldea Kakariko tuve que encender el Nintendo y darme el paseo por mí misma para encontrar el camino más apto para llegar. En ese trayecto quise traer a la historia a la maravillosa yegua de nuestro héroe, y qué mejor lugar para aparecer que en las ruinas de lo que alguna vez fue el rancho Lon Lon (llamado rancho de la llanura en BOTW). Obviamente la yegua también tiene su historia, algo parecido a cierto corcel que sale en el juego.

Ahora… sobre el final, creo que todos pueden imaginarse lo que pasó. Veamos si logran adivinar qué.

Bueno, ahora a responder a los invitados/guest:

Niakuru: Muchas gracias por seguir leyendo, y me alegra que esta historia te esté atrapando cada día más. Y a estas alturas ya puedo decir que atinaste al decir que Zelda fue quien rescató a Link. ¿Cómo? ¿Por qué? Pues todos sabemos la razón… o quizás no.

Muchas gracias a todos por sus bellos comentarios. Nos vemos la próxima semana. Un abrazo ^^