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N/A: Siento la tardanza en actualizar, la verdad es que he estado bastante ocupada entre unas cosas y otras.

En este capítulo hay actitudes moralmente reprobables y violencia (no mucha, pero algo hay). Si decides leerlo, espero que te guste.


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Adora durmió el resto de la noche de un tirón. Roncaba de vez en cuando a causa de todo el alcohol que había tragado, pero a Catra no le importó. Ya entraban los primeros rayos de sol en el dormitorio cuando su teléfono comenzó a vibrar. Catra no tardó en hacerse con el móvil: no era un sonido tan intenso como para despertar a Adora, pero ella no quería arriesgarse. Iba a sacarlo de la habitación cuando tuvo una idea.

Averiguar la contraseña no fue difícil: puso cuatro veces el número ocho, el favorito de Adora. Rápidamente abrió whatsapp, donde había diez mensajes de Glimmer preguntando con insistencia dónde estaba.

-Hola, Brillitos –escribió Catra.

-Adora?

-No soy Adora, Brillitos. Adora no puede ponerse ahora mismo…

Hubo un momento de silencio al otro lado del chat. Catra estaba disfrutando: tenía a Adora dormida a su lado, la misma rubia tontorrona que le había confesado la noche anterior que dejarla había sido un error y que la seguía amando a pesar de los años transcurridos. No podía sentirse más triunfante y eufórica mientras la idiota de Glimmer se desesperaba por su ausencia al otro lado del teléfono. "No has tenido nada aún: yo lloré durante meses hasta que me hice a la idea de que ella no volvería conmigo. Ahora es tu turno, gorda estúpida," pensó Catra.

Una idea perversa vino a su mente: se sentía como el gato jugando con el ratón antes de cazarlo. Sabía que era peligroso, sabía que era estúpido, sabía que estaba mal, pero sus dedos parecían trabajar solos y ajenos a su voluntad mientras con sumo cuidado abrían los botones del escote del pijama de Adora. No demasiado, lo justo para dejar su cuello y hombros desnudos. La rubia se rebulló entre sueños, y ella le susurró que siguiese durmiendo. Adora sonrió sin despertarse, y con un suspiro volvió a quedarse quieta. Catra terminó su trabajo lanzándole una fotografía y enviándosela a Glimmer. Adora seguía perfectamente vestida, con todas las piezas de ropa en su sitio y sus pechos tapados, pero desde el ángulo en el que la otra la había fotografiado no lo parecía.

-Quién coño eres? –preguntó al fin Glimmer.

Como respuesta, Catra cogió su propio teléfono y buscó una foto guardada en una carpeta oculta. Allí, junto a las enredaderas del siniestro internado en el que habían crecido, dos chicas de uniforme posaban sonrientes, la rubia con el brazo echado sobre los hombros de la morena, que la besaba en la mejilla. No tenía el número de Adora para reenviarla desde allí, así que simplemente tiró otra foto a su teléfono, sin importarle que saliese su propia mano sujetándolo con sus afiladas uñas negras.

-Voy a llamar a la policía, puta zorra psicópata hija de puta –contestó al fin Glimmer.

-Creo que la ley no contempla como delito follarme a mi ex novia, Brillitos –añadió Catra junto con un emoticono que guiñaba un ojo.

-Sí que es un delito si está borracha, asquerosa. Adora te odia, desgraciada. Sé quién eres, me ha contado mucho sobre ti, y lo mejor que me ha dicho es que estás como una puta cabra, que eres una delincuente y que te tiene miedo –escribió Glimmer sin ningún emoticono y con una perfecta ortografía tras dos minutos de espera.

-Mucho miedo no me tendrá cuando está en mi cama ¿no crees, gordi? –escribió Catra intentando golpear en el punto más débil de Glimmer, pero sin sentirse tan segura de sí misma como antes: incluso sin saber que Adora y ella no habían tenido sexo, Glimmer había conseguido destrozar su juego con un par de frases demoledoras.

-¡Te odio, te odio, te odio! – murmuró Catra para sí misma mientras de forma compulsiva y masoquista stalkeaba las fotos de ambas en la galería del móvil de Adora. Parecían felices e integradas con su grupo de amigos, y ella pensó con desdén en Entrapta "la rara". Contra toda esperanza buscó Catra alguna carpeta en la que hubiese algún recuerdo de su larga relación, pero allí no había nada. Mientras, los mensajes seguían llegando a whatsapp, pero ella ya había decidido ignorarlos.

Ni siquiera le parecía ya divertido regocijarse con la angustia de Glimmer. No después de haber visto sus fotos. Apagó el móvil y presa de la rabia se dio un cabezazo contra la pared que hizo retumbar el frágil tabique. Un horrible cuadro en el que se podía leer "follow your heart" sobre un fondo de flores y mariposas que Scorpia había colgado con mejor intención que gusto cayó al suelo al instante, con el resultado de que tanto el marco como el cristal se rompieron esparciendo sus pedazos por el suelo y de que Adora se terminó de despertar de golpe.

Miró estupefacta a Catra, recordando lentamente la noche anterior. Su ex novia parecía una demente, con el ceño fruncido, sus ojos bicolores enrojecidos y rodeados por ojeras violáceas, y una brecha en la frente de la que goteaba la sangre.

-¿Qué pasa, Catra? –preguntó la rubia, alarmada.

-No es nada, el imbécil de Hordak, que me ha mandado un mensaje en mi día libre preguntándome sobre un informe que es responsabilidad de Lonnie, no mía –mintió la otra con desenvoltura sacando su propio móvil y mirándolo con desdén antes de volver a guardarlo.

-Tú todo te lo tomas a pecho –murmuró Adora moviendo ligeramente la cabeza. Pero fue una mala idea, pues una punzada le taladró el cerebro.

-¿Te duele, eh? Pues te lo mereces –dijo Catra al ver su gesto.

Adora la miró con cara de cachorrito desamparado, y Catra sintió que su enfado se desinflaba. Se acercó a la cama donde su ex novia estaba torpemente sentada y le acarició la mejilla.

-¿Me lo merezco? –preguntó ella.

-En realidad no –respondió Catra con un suspiro. Se vio reflejada en sus ojos azules y por un momento no reconoció su propia imagen ¿quién era esa mujer tan enfadada?

-Necesitas ponerte hielo en la cabeza. Se te va a hacer un morado muy feo.

-Mierda, se me está manchando el pijama de sangre –dijo Catra arrancándose la sudadera y tirándola lejos. Debajo solo llevaba una fina camisetilla que transparentaba sus pechos.

Adora no pudo evitar mirarla, y se sonrojó al hacerlo.

-Anda, llévame al baño. Voy a curarte eso –dijo cogiéndole la mano.

-¿Te acuerdas de lo que pasó ayer, Adora? –preguntó Catra mientras la llevaba de la mano al baño.

-No sé si quiero acordarme, la verdad. Imagino que dije muchas tonterías.

-Más de una. Me hablaste de un portal y de movidas así. ¿Te acuerdas de eso?

La rubia movió la cabeza, suspiró y miró hacia otro lado.

-¿Qué me dirías si te contara que lo del portal es de verdad? –preguntó Adora mirándola de reojo.

-Te diría que dejes las drogas o que cambies de camello. ¡Adora, no puedes creerte esa mierda en serio, vamos!

-Un día soñé con eso y desde entonces no me lo quito de la cabeza. No digo que sea verdad, pero a veces pienso que sí podría serlo, porque hay cosas que no… hay cosas que no encajan, Catra –dijo Adora mirándola con los ojos muy abiertos.

-Entiendo. Soñaste con eso, y te viste en la necesidad de buscarme para contármelo –respondió Catra sonriendo con sarcasmo.

-De todas formas no espero que lo entiendas. No debería habértelo contado.

Adora parecía algo decepcionada, y apretó los labios esquivando los ojos de Catra.

-También me dijiste que te arrepentías de haberme dejado –dijo Catra, disparando las palabras a bocajarro y tocando el mentón de Adora para atraer su mirada.

Ella volvió la mirada y evitó sus ojos una vez más. Esa reacción suya le pareció a la otra más odiosa que si directamente hubiese negado toda la noche anterior. Apartó a la otra de un manotazo: no necesitaba que la tratasen como a una niña pequeña, lo que quería de Adora era algo bien distinto.

-¿Qué te pasa ahora? ¿Por qué te pones así? –preguntó la rubia con enfado, sujetando aún un algodón en su mano.

Sus ojos se encontraron por un momento. La mirada bicolor de Catra taladraba a Adora, que volvió a apartar los ojos para finalmente rendirse y volver a mirarla. Toda ella parecía un gato enfadado: Sus puños apretados y sus hombros echados hacia adelante, sus ojos entrecerrados y penetrantes, con la nariz arrugada y los labios entreabiertos, entre los que se adivinaban la punta de sus colmillos. Parecía a punto de arañarle a Adora, pero ella no sintió miedo sino ternura. Sus aires de jefaza no eran más que un disfraz para la niña que seguía siendo. La niña a la que Adora no había dejado de amar.

-Ayer discutí con Glimmer en una fiesta. Ella me dijo que si cogía la puerta… que no me molestase en volver.

-Y como estabas sola, aburrida, y muy borracha, te acordaste de mí. Entiendo, Adora.

La rubia se llevó las manos a la cara, murmurando que no había sido así. Volvió a mirar a Catra, que no despegaba su mirada afilada de los ojos de Adora.

-Fue un impulso hacerlo así, estando borracha y todo eso… pero lo llevaba pensando mucho tiempo. Puede que años. Durante años he pensado en ti, dónde estarías, qué estarías haciendo... pero luego dudaba, ¿entiendes?

-¿De qué tenías que dudar?

-No lo sé –dijo Adora evitando de nuevo la mirada bicolor.

-¿No lo sabes?

¡Dudaba de si alguna vez te había conocido en realidad o solo te había imaginado! Y dudaba de que tú siguieses siendo la chica que yo recordaba, y también dudaba si en realidad yo era la misma que fui entonces, o si realmente alguna vez…

-Si realmente alguna vez me habías querido ¿verdad? –preguntó Catra. Su mirada era de un frío que quemaba, pero estaba conteniendo la respiración.

-No, Catra. Dudaba si realmente alguna vez yo fui la persona que había creído ser. Si fui una buena persona. Creo que nunca lo fui.

-Ya te informo yo que no: ni lo fuiste ni lo vas a ser en tu vida. Ser tonta y ser buena persona no es lo mismo –dijo Catra chasquando la lengua con desprecio–. ¿Por qué es tan importante eso para ti? ¡Adora, me desesperas!

-Pero yo te quiero. Creo que te quiero. Sé que te quiero. Aunque sea tonta y no demasiado buena.

Las manos de Adora se adelantaron hacia Catra, que las tomó entre las suyas con suavidad murmurando su nombre. Catra había pensado durante años lo que pasaría si alguna vez Adora volviera arrastrándose hasta ella, lo que le diría, los reproches que le haría y las pruebas que le pondría para merecer de nuevo su amor, pero en ese momento no recordó nada de eso, se sentía hipnotizada por los azules ojos de Adora.

Sus labios se aproximaron, Catra pudo notar el calor de la respiración de Adora en su cara y la rubia olfateó el fuerte perfume de hombre que ella usaba. Cerraron ambas los ojos y se besaron, primero con cierta torpeza, y al cabo de unos segundos con el deseo de dos lobas hambrientas. Por desgracia Entrapta no recordaba que es de buen gusto llamar a la puerta antes de entrar, y cuando Adora abrió por un momento los ojos la vio mirándolas con curiosidad, como si ambas formasen parte de un experimento científico y la otra fuese una doctora de bata blanca.

-Entrapta, tía ¿qué coño estás haciendo? –preguntó indignada Catra.

-Ah, nada, no te preocupes por mí, podéis seguir: ¡yo no molesto!

-¿Pasa algo? –preguntó Adora, sintiéndose muy incómoda.

-Quería hablar con Catra, pero puedo esperar a que terminéis.

-En serio, Entrapta, espero que esté ardiendo la casa o algo así para que me hayas molestado justo ahora.

-Todavía no está ardiendo, pero… tal vez en un rato sí que arda.

-¡Dime de una vez qué pasa, me estás sacando de quicio!

-Tal vez… tal vez prefieras que… ¿hablemos a solas? –dijo en tono de duda la chica.

-¡Habla de una vez o lárgate!

-Como quieras: vienen las princesas a por Adora.

-¿Las princesas? ¿Qué princesas? –preguntó Catra.

-¿Pero cómo saben ellas que yo estoy aquí? –preguntó Adora casi a la vez.

-Bueno, Bow me lo preguntó, y yo le dije que sí. Le dije que no se chivara, pero no me ha hecho caso. Las princesas son tías de la carrera de Adora, y tienen un grupo de whatsapp por el que se envían memes de gatitos y comentan mierdas que solo les importan a ellas. Bow insistió en agregarme, no sé muy bien por qué, pero Mermista y Perfuma no eran muy amables conmigo y me acabé yendo –añadió Entrapta encogiéndose de hombros.

-¿Y quién coño es Bow? ¿Qué mierda de nombre es ese? –gritó Catra.

-Bow es el mejor amigo de Glimmer, es como su hermano postizo. Estaba conmigo en informática, pero se cambió a Ciencias Políticas. La verdad es que le pega más, le va ese rollo.

-Glimmer se está pasando de la raya. ¿Quién se cree que es para llamar a las princesas y venir a por mí? ¿Se cree que soy una mascota perdida? –exclamó Adora.

-Creo que está preocupada por ti. Catra le envió una foto tuya en bolas y con cara de estar en un estado muy etílico –dijo de modo impulsivo Entrapta antes de darle tiempo de advertir la mirada asesina de su amiga.

-¡Entrapta, tía, te juro que te voy a matar! ¡Te voy a abrir en canal y después te estrangularé con tus propios intestinos! ¡Así aprenderás a tener la puta boca cerrada!

Entrapta miró un momento a Catra como para intentar evaluar si la amenaza iba en serio. Iba a contestar que tenía demasiados TOCs relacionados con la limpieza como para hacer algo tan antihigiénico, pero enseguida abandonó su idea al contemplar como en un segundo Adora se adelantó para cruzarle la cara de un bofetón a Catra.

Como la chica lista que era, adivinó que no era buena idea permanecer más tiempo en aquella habitación, y se escabulló como un pequeño roedor hasta la salida, cerrando silenciosamente la puerta tras de sí mientras escuchaba a Adora preguntarle a voces a Catra que qué se suponía que había hecho. Tuvo un momento de duda sobre si había actuado bien o mal diciendo eso delante de la rubia, pero al final se encogió de hombros: se iba a enterar de todas formas.

-¡Adora, te juro que no es lo que parece! ¡No te he hecho nada, solo te abrí un poquito el escote para tirarte la foto! –dijo Catra con la mano en el lugar donde aún ardía el bofetón.

-¿Qué no has hecho nada? ¿Cómo que no has hecho nada?

-Vale, lo de mandarle esa foto a Glimmer ha estado feo, pero ya está. No he hecho nada más. ¡Solo quería fastidiarla, solo eso!

-¿Solo eso? ¿Cómo puedes ser tan rastrera? ¡Eso… eso ha sido tan horrible! ¡Ha sido demasiado bajo incluso para ti!

-Adora, ya deberías saber que nada es demasiado bajo para mí –dijo Catra dejando ver uno de sus colmillos al sonreír. Pero enseguida cambió de expresión al ver cómo el brillo peligroso de los ojos de Adora se iba apagando para dar paso a la frialdad de la decepción.

-Debería haber sabido que no habías cambiado. Ha sido una tontería por mi parte buscarte.

-¿Eso piensas?

-Sí, eso es lo que pienso.

Se miraron con frialdad durante unos segundos, hasta que el insistente timbre de la casa las interrumpió. Adora miró por un segundo a través del estor que cubría la ventana, contemplando cómo Perfuma y Bow intentaban pacificar a Glimmer, Frosta, y Huntara. Mientras tanto, Mermista hablaba por teléfono con alguien –probablemente su amigo con derechos– con cara de aburrimiento. "Un momento" –pensó Adora– ¿eso que llevaba Glimmer en las manos no era un hacha vieja y oxidada que había pertenecido a su padre?

Adora se apartó de la ventana y resopló poniendo los ojos en blanco y Catra ocupó su lugar tras la rendija.

-Nunca me había imaginado que los de políticas tuviesen ese aspecto, contestó entre divertida y preocupada Catra.

-Tú tampoco tienes pinta de historiadora.

-No soy historiadora, dejé la carrera cuando desapareciste.

Catra volvió a mirar hacia afuera. Hacía mucho tiempo que no veía a Glimmer, y el tiempo le había sentado bien: parecía más segura de sí misma, y –debía reconocerlo– más guapa. Además se había presentado en su casa con un puñado de dementes y un hacha para recuperar a su novia, la misma que prácticamente le había puesto los cuernos. Y ahora, Adora estaba a punto de abandonarla de nuevo para volver con ella, pensó con rabia.

Adora siempre obtenía todo lo que quería. Abandonaba a la gente, y luego volvía sin consecuencias. Todo le salía bien siempre, y ella seguía pensando que estaba en su derecho a hacer lo que quisiera con todo el mundo. Ella siempre tenía razón y los demás no.

Ella no iba a permitir eso. Ella no podía permitir eso, pensó Catra mirando de reojo a la rubia.