Buenas, buenas.

¡Acá traigo el número tres! Espero que lo disfruten, aunque Itachi bebé sufre la mayor parte del tiempo (u.u).


[3]

Did you try to live on your own?

When you burned down the house and home

Did you stand too close to the fire?

Like a liar looking for forgiveness from a stone

[ Green Day, 21 Guns ]


Sigue la espalda de Shisui entre los árboles y siente como si el tiempo le devolviera aquellos momentos que jamás podrá repetir en la realidad. Los días en los que ambos entrenaban juntos traen lágrimas melancólicas a los ojos de Itachi.

En algún punto del camino, Shisui se hizo más alto. Su espada galopa sobre sus omóplatos cada que salta de un árbol a otro. Itachi intenta seguirle el ritmo, pero Shisui siempre ha sido más veloz (contrario a lo que pensaba Sasuke cuando era un crío).

El de pelo rizado se gira hacia la comadreja.

—¿Qué pasa? ¿No puedes alcanzarme? — Sus labios son una sonrisa de media luna, juguetona y un tanto traviesa—. ¡Una tortuga tendría más oportunidad!

Itachi frunce el ceño y acepta el desafío, aunque en el fondo sabe que los problemas que tiene para alcanzar a Shisui son genuinos. A lo mucho, puede mantener el ritmo, y el ocaso no ayuda. La comadreja espera que puedan llegar a Nakano antes del anochecer.

—¿Estás listo, 'tachi? —pregunta la voz de Shisui.

Itachi adivina a qué se refiere el joven, aunque tiene la vaga sensación de que le falta algo más.

Sin embargo, la imagen de Sasuke emerge de su mente en ese instante. Ha estado guardada, grabada como fuego en la conciencia del moreno desde el momento en que lo abandonó, condenándolo a una vida solitaria, únicamente motivada por el odio y el deseo de venganza.

El mundo es cruel; pocas veces se rige por un intercambio equivalente. A veces, Itachi escapa de su complejo de mártir y piensa que las cosas que perdió no valen lo que intenta conseguir, porque nada en el mundo traerá de regreso a sus padres y a Shisui; nada le devolverá la infancia a Sasuke y él jamás podrá repetir la felicidad que en algún pequeño momento de su vida llegó a sentir: cuando todos estaban vivos y la paz, aunque efímera, era auténtica.

Pero si logra que el futuro de Sasuke sea diferente, al menos…

—Sabes lo que pasará si Sasuke conoce la verdad, ¿cierto? —Desde niños, Itachi se acostumbró a que Shisui lea sus pensamientos antes que él mismo.

Asiente por inercia, pues Shisui sigue dándole la espalda.

—Sé lo que debo hacer en caso de que eso suceda.

—Bien.

Hay un breve lapso de silencio.

—Veo que estás cuidando bien del regalo que te di—comenta Shisui al fin, marcando un timbre juguetón y despreocupado en su voz—. Aunque hacer que ese chico se trague un cuervo me parece un poco bizarro para ti.

La mirada ónix de Shisui se fija sobre Itachi, sin perder el rumbo del camino. La comadreja siente que sus extremidades cosquillean y se pregunta si Shisui conoce la decisión que ha tomado («por supuesto que la sabe»), y si está molesto por ello.

Sin embargo, usar el ojo izquierdo de Shisui para manipular el corazón de Sasuke y así impedir la destrucción de Konoha es lo mismo que mantener la paz. ¿Y no fue esa la última voluntad de Shisui? Proteger a la aldea y el nombre de los Uchiha.

Itachi todavía puede cumplirla. Quiere creer que es así.

—Ese chico, Naruto, me recuerda un poco a ti.

Shisui levanta una ceja.

—¿Debería ponerme celoso? —Itachi no responde, pero suaviza su expresión y un pequeño rubor se instala en sus mejillas. Shisui exhala, sin borrar su sonrisa—. Habrías sido un excelente Hokage, Itachi.

Vuelve a fijar su mirada hacia al frente, acelerando el paso. Itachi tiene que esforzarse por seguir el ritmo. Sigue siendo difícil, aunque dentro del genjutsu no pueda sentir dolor o cansancio físico.

Es como si una fuerza tirara de él hacia atrás, alentando sus pasos mientras Shisui se aleja cada vez más rápido, entre la espesura del bosque que se cubre por la noche.

—Vas demasiado rápido, ¡espera! — pide Itachi, y se percata de que su voz se escucha agitada—. ¡Shisui, espera!

«¡No puedo alcanzarte!»

¿Shisui lo escucha? ¿Itachi se ha vuelto mudo? No tiene tiempo para sopesar las cosas. Shisui se vuelve borroso, se está perdiendo en el camino.

La negrura ciñe el paisaje, los árboles y la luz que queda de la luna. Ciñéndose alrededor de Itachi igual que pequeñas garras. No importa cuánto acelere el paso, ya no puede identificar el camino, mucho menos a Shisui.

—¡Shisui!

A lo lejos se oye la cascada. Itachi sabe que está cerca, pero aun así un nudo se cierra sobre su garganta, impidiéndole gritar el nombre del otro Uchiha. La desesperación es cada vez más intensa. Por más que se esfuerce, es incapaz de ver algo.

Itachi no quiere deshacer el genjutsu. No está listo para seguir si lo último que vio fue a Shisui alejándose de él, perdiéndose, justo como sucedió en la realidad. Sin embargo, ¿qué otra opción tiene?

Itachi desactiva el sharingan y… falla.

Una, dos, tres veces.

Irremediablemente se da cuenta de que no tiene el control de la situación. No es igual a sus escapes normales, cuando puede ir a Shisui para buscar consuelo, calor, y una charla capaz de ubicar sus pies sobre la tierra.

No siente paz. Más que un sueño, esto parece una pesadilla. Y sus pesadillas, a diferencia de su genjutsu, jamás están bajo su control.

Como última opción, intenta detenerse. Pero siente como si estuviera dentro del cuerpo de alguien más. Sus piernas no obedecen, siguen corriendo a través de la oscuridad. Y, de pronto, se percata que lleva puesto el uniforme de ANBU.

Cuando da un salto para alcanzar otro árbol, Itachi cae al vacío. Intenta sostenerse de algo sin éxito. Un frío calador le golpea el rostro hasta que logra caer de pie, sobre el piso.

Sus brazos tiemblan.

No, no es un piso. Es un poste. Se percata de eso porque el panorama comienza a aclararse un poco. La noche es fría y la luna llena brilla tras de él. El cielo está teñido de rojo carmesí; el aire trae consigo el hedor a sangre fresca.

Itachi siente que su corazón se comprime dentro de su caja torácica. Un gemido doloroso muere en su garganta antes de que él pueda intentar cualquier cosa, pues la imagen se distorsiona de repente y, cuando vuelve a ser consciente de sí, Itachi está frente a sus padres.

Sus manos sostienen una espada cuyo filo reluce con sangre. Sus piernas arrastran la sensación de que en cualquier momento sucumbirán, pero Itachi sabe con horror que él va a continuar hasta el final.

—No temas, este es el camino que elegiste, ¿verdad? — escucha la voz de Fugaku. Su cabeza está dando vueltas—. Y nuestro dolor, al contrario del tuyo, terminará en un instante.

Itachi separa los labios. Las palabras se arrastran con dificultad sobre su lengua.

—Padre, madre… yo…

—Lo sabemos, Itachi—murmura Mikoto.

—Aunque nuestras formas de pensar sean diferentes, estoy orgulloso de ti—Esa fue la única vez que las palabras de Fugaku mostraron nada más que el amor sincero que tenía por sus hijos. Itachi contiene el aliento, el dolor se concentra en su pecho—. Eres un chico tan bueno.

Le es imposible soltar el grito que se acumula en su garganta. Ese cuerpo no lo deja. Está encerrado dentro de sí mismo y no puede controlar lo que está sucediendo. ¡Pero no! ¡No quiere escuchar lo que Fugaku está por decir! ¡Quiere deshacerse de la sensación de sus manos aferrándose a la espada! Quiere abandonar todo, derrumbarse y llorar, como el niño que jamás pudo ser.

—Solo prométeme una última cosa—comienza Fugaku, e Itachi siente todo su dolor enterrándose como púas en su corazón.

Quiere huir.

Si él se queda… si Itachi escucha el nombre de su hermanito y luego lo ve, sobre el suelo, con las lágrimas, los mocos y la mueca de horror ante los cadáveres de sus padres, que yacen bajo la expresión asesina de su hermano mayor…

Va a perderse. No tiene nada más a qué aferrarse.

Entonces, ocurre lo impensable (lo irónico de las cosas): Itachi consigue manipular su propio genjutsu. Pero eso no logra arrojarlo de vuelta a Shisui, o a la realidad.

El tiempo se ralentiza hacia atrás. Sus movimientos le resultan terriblemente familiares. Está corriendo por un piso teñido de rojo, los cadáveres son bultos en las esquinas que van levantándose a medida que Itachi se acerca a ellos; la sensación de los gritos en los oídos del ninja es tan surreal que piensa que va a enloquecer.

Primero observa los pedazos de carne sobre el piso, antes de que la sangre salpique su rostro. Luego su espada hace un movimiento diagonal, uniendo los cuerpos de sus tíos, componiendo nuevamente sus muecas de pánico cuando ven al ninja blandir su arma.

Itachi sabe que tiene la expresión de un maniquí tras la máscara de ANBU, aunque por dentro su alma se desmorone, como los restos de un pergaminito antiguo soplado por el viento. Su espada abandona el pecho de Izumi y cierra la herida de la joven, quien está lista para entregarse a la muerte, presa de una ilusión donde su destino fue diferente.

La masacre del clan se ha repetido innumerables veces en la cabeza de Itachi. Hubo ocasiones en las que despertó hiperventilado en su habitación en la base de Akatsuki, sudando frío, sufriendo contracciones y con lágrimas calientes escociéndole el rostro. Kisame y Sasori creyeron que eran síntomas de su enfermedad; Itachi jamás podría decirles que en realidad eran simples pesadillas que dolían más que los estragos del sharingan.

Eran sus pecados arrastrando su alma hacia el pasado, recordándole los rostros de las personas que perecieron bajo sus manos, la imagen de sus padres yaciendo sobre un charco de sangre y la oscuridad ciñendo el cuerpo de Sasuke como una enredadera. A veces, la miseria de Itachi era tan grande que en sus sueños se aferraba a Shisui, estrechándolo entre su llanto como si quisiera fundirse en él, solo para separarse y encontrarse abrazando a un esqueleto envuelto en los jirones de la ropa de su amante muerto.

«Todos están muertos», piensa, a medida que revive aquella noche en carne viva; la ilusión confundiéndose con la realidad.

«Shisui, lo siento»

Siente las lágrimas sobre sus ojos secos.

«Lo siento muchísimo»

Todo se detiene cuando Itachi llega al inicio. En ese momento debería estar preparándose para el ataque. Aturdido, intenta dar un paso hacia delante y se sorprende de que ha recuperado el control de su cuerpo. Sin embargo, cuando abre la boca para articular algo, la oscuridad consume luz de la luna que se filtra por la ventana tan rápido como un parpadeo.

Itachi es incapaz de ver. Por un instante, piensa en lo grandiosa que es esa apología a su ceguera. Comienza a considerar si ésta sigue siendo una ilusión, o no es nada más que la realidad.

—Itachi.

No sabe si la voz de Shisui suena en su cabeza o allá afuera, entre la oscuridad, en algún punto que él no puede identificar. Sin embargo, Itachi comienza a correr tanto como le permiten sus piernas.

Entonces, escucha el sonido de la cascada. El olor del agua llega hasta su nariz; la sensación del viento y la brisa le erizan la piel. Los árboles y el paisaje cobran su forma. A lo lejos, Itachi ve la silueta de Shisui, de pie frente al acantilado, dándole la espalda.

—¡Shisui!

El usuario del shunshin se gira lentamente hacia él, con los ojos cerrados. Un camino de sangre corre desde los lagrimales hasta su barbilla. Itachi siente un hueco en el pecho, está tan destrozado que los pedazos de su espíritu se pulverizarán si eso sucede de nuevo.

Simplemente no puede.

Con un grito ahogado, la comadreja extiende el brazo en un intento desesperado por alcanzar a Shisui. Y es entonces cuando abre los ojos.

El genjutsu se ha roto.

Está solo, en la guarida del clan Uchiha. Itachi busca mantener el ritmo de sus latidos mientras cierra los ojos, concentrándose, preparándose para la batalla. Unos pasos huecos rompen el silencio, y cuando él separa los parpados, la silueta de su hermano comienza a materializarse frente a su vista quebrada.

La desesperación y el miedo de perder a Shisui son reemplazados por el duro golpe de realidad. Ha llegado el momento de enfrentar a Sasuke.


Espero que les haya gustado. Solo faltan dos capítulos más~

¡AH! Cómo me duelen y cómo amo a estos dos.

¡Muchas gracias por leer! El próximo martes subo el cuatro :3