Aquí yo otra vez, decorando la media tarde de domingo con un intento de nsfw, esta vez sobre Toji Fushiguro. No me pueden negar que este personaje es casi el símbolo sexual de Jujutsu (y con mucha razón).
Este apartado va dedicado a las chicas del grupo de facebook, quienes están tan enamoradas de Toji como yo. Devórenselo sin culpa.
El one shot me quedó un poco más largo de lo que esperaba, pero creo que tampoco quedó tan mal. Como siempre, dejaré que ustedes juzguen.
Espero que les guste.
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AU sin maldiciones, en donde Toji Fushiguro no recibe dinero por su sexualidad, y tampoco es padre
Una de sus manos te acariciaba el cuero cabelludo con suavidad. La otra controlaba el volante.
No era que no confiabas en la concentración de Toji Fushiguro al volante, puesto que más de una vez te había demostrado que era un hombre completamente capaz de conducir muy bien. Pero te preocupaba que a su vez fuese incapaz de separar el placer y el orgasmo de su trayecto por la carretera, y en consecuencia de ello pudiesen estrellarse contra algún árbol, o incluso salirse de la carretera; una infinidad de accidentes posibles se reprodujeron como película en tu cerebro, productos de malos conductores.
Te aterraba la posibilidad de morir dentro de un BMW que no era tuyo, te producía pavor el hecho de que si eso sucedía, tal vez también podrías ser víctima de una cruel agonía que podría llegar a extenderse por horas antes de morir. Te asustaba también, que si llegaban a ser víctimas de alguno de esos accidentes que te eran inevitables evocar en tu mente, los paramédicos descubrieran tu cuerpo en una posición comprometedora y sexual; brindándole placer a otra persona. no
El pudor tomó control de tus sistemas. Sentiste la sangre acumularse en tus mejillas.
—Confía en mí —habló Toji halándote de tus pensamientos a la vida real—. No soy mal conductor.
—No lo dudo —respondiste deslizando tu mano por la pierna del hombre a tu izquierda—. Pero si chocamos, seré yo la que pase vergüenza —aquella confesión te hizo morderte el labio inferior.
El hombre de cabello oscuro y mandíbula firme suspiró.
—No chocaremos. Ya te dije que confíes en mí —sentenció como una orden, que fue enviada directamente a tus dedos traviesos.
Decidiste confiar en Fushiguro.
Tu mano oscilante entre la cadera y la rodilla del conductor a tu lado fue dirigida hacia la entrepierna, aquel pequeño rincón en el que comenzaste a acariciar y frotar con parsimonia. No escuchaste el más mínimo sonido brotar de los labios finos de Toji, y si acaso emitió algún jadeo, se vio camuflado por el rugido del motor. Pero percibiste un no tan pequeño bulto que crecía en la entrepierna del hombre, señal de que lo que hacías no estaba mal.
Continuaste con tu labor.
Acariciaste con la mayor suavidad que te era posible el cúmulo sensible de placer entre las piernas de tu acompañaste, te percataste de inmediato de que apretó ligeramente la mandíbula; las manos voluminosas se asieron sobre el volante con más fuerza, sus nudillos se veían blancos y las venas relucían como afluentes sobre su piel lechosa. Aquellas minúsculas señales de tu buen inicio te deleitaron por dentro; tu vientre bailoteó de felicidad al saberte pronta a tocarlo.
A él. A un hombre tan atractivo a tu vista, que la primera vez que apareció frente a ti te pareció un placer que se difuminaba en la lejanía, un pequeño aperitivo que se volvía evanescente, mezclándose con el ambiente. Nunca, en todos estos meses que llevabas conociéndolo todo lo que él te permitía, te habrías imaginado en tu situación actual. Habías ansiado tocarlo y hacer mucho más con él, claro está, pero por ahora te conformabas con la situación que Toji te había planteado.
Cuando perfilaste sus facciones simétricas por primera vez en el hipódromo, tus entrañas se relamieron las comisuras y tu vientre bajo vibró suavemente. Mientras él se vislumbraba tranquilo pese a que el caballo al que le había apostado estaba perdiendo, tú imprimías en tu memoria cada centímetro de su rostro perfecto; desde la cicatriz que le partía la comisura derecha hasta sus pestañas espesas, unas hebras azabache que le llovían sobre el comienzo de la frente y la nariz respingada de la que era poseedor. Pero no te quedaste ahí.
La vista reptó por su cuerpo, a pesar de que llevaba la camiseta negra que le cubría toda la piel, eran visibles los músculos firmes que se marcaban por debajo de la tela. Más abajo te guiaron las escleróticas maravilladas, hasta que te encontraste con el pequeño bulto marcado en la entrepierna. Desde aquel pequeño instante, por algún motivo que escapaba a tu comprensión, sentiste que aquel rostro rezumaba erotismo y sensualidad por cada poro de su piel.
Y el tiempo te dió la razón.
Ahora, tu mano libre y traviesa comenzaba un pequeño jugueteo sobre la zona del vientre bajo del conductor a tu lado, protegida por la camiseta oscura, mientras la otra extremidad brindaba unos pequeños trozos de placer al órgano palpitante bajo la tela, que parecía anhelar un mayor contacto cada vez. La paciencia no era de tus mejores virtudes; así que te supiste de inmediato desabotonando el pantalón de Toji, acariciando con las yemas de tus dedos las pequeñas secciones desnudas de la piel de su abdomen.
Deslizaste con lentitud una mano bajo la prenda azabache de Fushiguro, tocando la piel cremosa y suave que se perdía tras la dichosa tela; él bramó un casi imperceptible jadeo, que solo fue ocultado por el sonido del automóvil en marcha.
Con la otra mano hiciste a un lado como pudiste la tela de la cremallera, revelando el creciente bulto húmedo que se alzaba bajo la ropa interior oscura; mordiste tu labio inferior al verlo. Tu boca se secó al imaginar aquello invadiendo tu garganta; no sería tu primera vez, pero el que se tratara de Toji Fushiguro era lo que te producía una ligera descarga pudorosa en las mejillas.
Pero a los músculos de tus manos inquieta les fue inevitable empezar a frotar aquella erección palpitante, tocar la piel caliente de Toji bajo la camiseta y sentir una ligera punzada de calor en el vientre bajo; unas cuantas fantasías pasaron fugaces por tu mente, que decidiste hacer a un lado por ahora.
Deslizaste un poco hacia abajo la estorbosa ropa interior, única barrera entre tus dígitos juguetones y el miembro duro del hombre que conducía, que ahora dejabas expuesto. No te sorprendía el tamaño, no era precisamente el más grande que habías visto.
No sería un obstáculo para ti.
Enrollaste tus dedos en el falo y comenzaste a halar de él rápidamente; sentiste los músculos de los brazos de Toji tensarse ligeramente. Apretó la mandíbula provocando que se acentuara su mentón firme. Las manos estrujaron el volante con más fuerza que antes, unas magníficas señales de aprobación a tus acciones, que te instaron a continuar con tu labor.
Llevaste la mano hacía el glande y colocaste tu pulgar en la punta, mojándolo con la gota única y brillante de líquido pre seminal, para luego extenderlo por el resto del órgano sexual. La tentación de escupir sobre él hizo nido en tu boca pero decidiste no hacerlo, tenías en claro que usarías la saliva pronto. En vez de ello permaneciste moviendo tu mano de arriba hacia abajo sobre la piel sensible del miembro, siendo elogiada por los jadeos cada vez más perceptibles del pelinegro.
Un hormigueo hacía cosquillas en las puntas de tus dedos. Halaste de la piel del prepucio, llevándolo hacia la punta y luego dejándolo volver a su posición natural. Las cientos de finas líneas azules salpicaban casi todo el falo firme y caliente, semejantes a pequeños afluentes de un único río de satisfacción. Y se te hizo agua la boca al pensar en lo que harías con él.
Es ahora, pensaste.
Sin previo aviso deslizaste tu lengua por el falo apenas húmedo, saboreando la esencia salada del pre semen sobre la piel; un gemido de Toji te acarició los oídos. Imitaste aquella acción una segunda vez, y luego una tercera; mientras los profundos ruidos de fondo provenientes de la garganta de Fushiguro te aplaudían entre versos roncos. Sabías que ibas por un buen camino, que lo que hacías le daba placer y que estabas cumpliendo al pie de la letra con el acuerdo previo entre ambos.
Dos de tus dígitos se cerraron sobre su escroto, halando apenas de la sensible piel sin intención de producirle dolor. Y Toji gruñó más fuerte como respuesta, el bramido suave del motor del BMW no lo sepultó esta vez.
Evocaste por inercia la frase que el pelinegro te había dicho unas horas antes, mientras miraba un boleto y una carrera de caballos se desenvolvía frente a ustedes, a la que no le prestaban atención.
«Todo lo que tienes que hacer es abrir la boca. Del resto me ocupo yo» te había prometido. Y te viste aceptando con un silencioso movimiento de la cabeza, sabiéndote hipnotizada por las facciones duras y los hombros firmes del hombre, que al parecer, había perdido dinero en la carrera de caballos una vez más.
—Hazlo —gruñó Fushiguro con los músculos de sus brazos anchos marcados sobre la camiseta oscura, y las manos estrujando fuerte el volante.
Introdujiste la cabeza del miembro caliente a tu boca, trazaste círculos con tu lengua sobre el glande, el sabor salado se te adhirió al paladar. El pelinegro dejó escapar unos pequeños gruñidos profundos; tus entrañas vibraron suavemente y tu pecho se hincó de emoción. Saberte en aquella posición, como habían acordado horas atrás, de alguna forma te llenaba de júbilo.
Aquel momento, de tan solo breves minutos, era tu momento. Tuyo y de Toji Fushiguro; y eso era lo que más te gustaba.
La carretera no era el más preciso símbolo de intimidad, pero para ese punto, las cuatro puertas y el caparazón metálico que se interponía entre los demás autos y tu acción, era más que suficiente para desdibujarte el pudor.
Separaste tu boca del miembro erecto sólo para introducirlo entre tus fauces una segunda vez, un fino hilillo de saliva y pre semen conectaba tus labios al glande; esta vez casi la mitad entró acariciándote apenas la garganta. No te molestó.
El sonido de la saliva deslizándose entre tu paladar y la mitad superior del falo húmedo, hacía eco en el interior del vehículo; mezclándose únicamente con la respiración agitada y los gemidos roncos de Toji; un coro de sinfonías obscenas enhebradas entre los cristales del BMW.
Tu mano también dibujaba un sendero sobre el resto del órgano que no cabía en tu boca, evocando ruidos fuertes y húmedos; tus fauces continuaron engulliendo el miembro a un ritmo apresurado, rezumando la urgencia del pelinegro entre las comisuras. Él jadeaba, empezó un vaivén ligero y veloz con sus caderas, intentando en vano simular estocadas. Partía a la vez su concentración a la mitad para conducir.
Sentiste en segundos los dedos firmes del pelinegro enredarse entre tus hebras, y comenzar a mover tu cabeza a su voluntad, guiándote a un ritmo apresurado y urgente sobre el miembro; y entendiste de inmediato el mensaje, él estaba cerca del orgasmo. Acataste la orden silenciosa con la mano también, llenando el vehículo de psicofonías obscenas y jadeos. Tu otra extremidad acariciando suavemente el escroto, arrancándole un gruñido gutural.
Estaba cerca. Podías sentir los músculos tensarse, el aire que parecía hacerle falta en los pulmones, su pecho que subía y bajaba velozmente. Lo dejarías satisfecho; y más tarde, tal vez en unas cuantas horas, él te dejaría satisfecha a ti.
Una explosión salada te besó la garganta. El líquido tibio y espeso se deslizó por tu esófago, y el clímax de Toji te acarició el vientre bajo desde dentro; te separaste del pene que se tornaba flácido en ausencia de tus labios, hilos de saliva y gotas de la excitación blanca del pelinegro te escurrían por las comisuras. La respiración agitada del conductor volvía a tomar su ritmo habitual poco a poco, y una pequeña descarga de satisfacción te sacudía los huesos.
Limpiaste con una servilleta tu boca y las gotas que habían salpicado sobre la ropa de Toji, y le acomodaste cada prenda; la ropa interior, la cremallera del pantalón, y la camiseta oscura que hacía relucir su musculatura. Una mano te acarició la cabeza casi con dulzura mientras terminabas de subir el cierre del pantalón; y en un brusco segundo la regresó al volante.
—¡Carajo! —gritó girando el volante en un repentino movimiento, esquivando apenas un auto que pasó por la derecha esbozando un coro de bocinazos. Por una fracción de segundo te pareció ver la vida pasar frente a tí.
—La próxima vez —hablaste mientras te recomponías de la reciente ración de adrenalina— intercambiamos los roles. ¿Te parece bien?
Toji Fushiguro dibujó una sonrisa, la cicatriz partiéndole la comisura te llamó para que la besaras. Pero sepultaste ese instinto al menos por ahora.
—Hecho.
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El erotismo no es lo mío definitivamente, pero hago lo que puedo. Tenía muchos deseos de escribir algo sobre papá Fushiguro x reader. En fin, espero que les haya gustado.
