─ No te vayas, no te vayas… sigue conmigo ¡No cierres los ojos! ─

Sus manos estaban manchadas de sangre, no podía detener la hemorragia. Estaba desesperada, por más que intentaba no podía cerrar la herida. Su frente estaba sudando por el esfuerzo y la concentración. Aun cuando su alrededor era un caos ella no detenía sus acciones.

─ Resiste ¡Resiste! ¡No duermas! ─

Si tan solo tuviera un poco más de experiencia…

Los llamaron como apoyo para una sangrienta batalla contra un demonio luna inferior. No sabía el número de su posición, tampoco sabía sus técnicas ni habilidades, ni siquiera se fijó en su apariencia. Eso no le importaba.

─ ¡Estarás bien! Vas a estar bien, ¡Te lo prometo! ─

Ella se dirigió directamente hacia las personas inocentes inmiscuidas en esa absurda batalla. Ayudándolos a escapar a un lugar seguro y atendiendo a los heridos. Ese era su trabajo.

Entonces, si ese era su trabajo, ¿Por qué no lo estaba haciendo bien?

─ ¡No te rindas!... no te rindas… ─

Algo explotó tras de ella, levantando polvo y lanzando escombros, causado probablemente por la técnica de sangre de ese demonio. Se lanzó hacia el cuerpo de la persona que intentaba salvar, cubriéndolo con su propio cuerpo, sintiendo su espalda arder por recibir las secuelas del ataque.

Pero no le importó.

Se incorporó rápidamente para seguir con su labor. Su frente sangraba, su espalda estaba lastimada, su cabello castaño estaba suelto hecho un desastre obstruyendo su vista.

Pero seguía peleando por mantener la vida de ese pequeño ser en el mundo terrenal.

─ Se...ñorita… ¿po-podré ver pronto a… M-Mamá? ─

¿Por qué volvía a cometer el mismo error de su pasado?

Ella se detuvo. Volteando hacia el sucio y mallugado rostro del infante que increíblemente se encontraba sereno. Ella lo sabía. Ya no podía hacer nada. El niño estaba perdiendo sus sentidos, olvidando el dolor.

Sus ojos se cristalizaron y su pecho se llenó de impotencia.

Con el valor y la cordura que aún le quedaba le sonrió con cariño, lo cubrió con una prenda que se encontraba olvidada a un metro de ella en el piso y se recostó a su lado acariciando sus cabellos.

─ Sí, ella te está llamando. ¿Lo ves? Allá arriba, entre las estrellas, tu familia espera por ti ─

Señaló hacia el estrellado cielo, luciendo lejano y hermoso, ignorante a la masacre que ocurría bajo él.

Lo envolvió con su cuerpo, sintiendo poco a poco al calor que emanaba, escapar. Esperando lo inevitable. Presenciando con asombro su última sonrisa, genuina e inocente.

─…Los veo… ─

Y el brillo en sus ojos escapó.

Se levantó. La pelea había terminado hacia un tiempo y desconocía cuanto llevaba a sus espaldas observándola. Se giró hacia él, sus ojos observándola, su rostro sin expresión alguna. Aguardando, por ella. Hizo contacto visual con él, pensando en creer soportarlo.

No lo hizo. Bajo la mirada.

─ Yo… no pude hacerlo… soy débil ─

Se rehusó a mirarlo. Lo sintió acercándose a ella. Se mantenía viendo a sus pies, pues ¿con qué cara podría verlo después de lo que hizo? O más bien, de lo que no fue capaz de hacer.

─ ¿Lo eres? ¿En verdad eres débil? ─

Levanto su rostro. Chocando su mirada chocolate con la dorada de él. Vio inconformidad. Sus prominentes cejas fruncidas.

─ Porque lo que yo vi fue totalmente lo contrario ─

Esperaba un regaño, una reprimenda o su rechazo. Él era el hombre que nunca permitiría que alguien muriera. Estaba confundida.

─ "Si tan solo", "Si fuera", "Si hubiera", esas son palabras sin valor. Deja de aferrarte a tu pasado y no permitas que tus decisiones sean influenciadas por el miedo ─

Habló duramente, tajante y con fuerza.

El cielo comenzaba a aclarar, las estrellas a desaparecer y dando la espalda al alba Kyoujuro le pareció más brillante que el mismo sol.

─ ¡Vive con orgullo! Si te vence tu debilidad, enciende tu corazón, aprieta los dientes y sigue adelante ─

Le dijo sonriendo radiante a la par en la que el sol se alzaba sobre los fuertes hombros del muchacho, el calor del nuevo día acariciando su propio rostro y haciendo lucir sus lágrimas discretas como diamantes.

Sus piernas no la sostuvieron más, cayó de rodillas al suelo y dejó a sus emociones fluir.

Lloró con todas sus fuerzas.

Sus párpados se abrieron pesadamente, su cuarto se encontraba a obscuras, se incorporó con lentitud de sus sabanas y giró su delgado cuerpo hacia la ventana que siempre mantenía abierta.

─ Justo a tiempo ─ Dijo en un susurro observando con una mirada llena de amor los primeros rayos del sol salir.

~o0o~

Dejó sus cosas en su escritorio en el aula de maestros y tomó entre sus manos un termo con té helado y el almuerzo que amablemente le preparo su hermano menor antes de que salieran de casa.

─ ¡Hey, Rengoku! Al fin llegas, sí que torturaste a tus estudiantes ─ Le dijo Tengen llamando su atención ─ Ven aquí, almorcemos juntos ─ Habló animadamente invitándolo a unirse a ellos, mientras Tomioka lo miraba con su seriedad habitual.

Se giró hacia sus compañeros quienes se encontraban engullendo sus alimentos, al parecer reconciliados de su anterior pelea. Siempre era así con ellos. Sonrío.

─ No coman tan rápido o se van a atragantar, aunque pensándolo bien, no parece una mala idea ─ Dijo un hombre joven entrando a la conversación, todos dirigieron su mirada hacia él.

─ ¡Shinazugawa! ¿Nos acompañaras? ─ Volvió a hablar Tengen. Sanemi Shinazugawa es el profesor de matemáticas. También forma parte de su extraño grupo de amistades. Este año lo trasladaron al tercer piso como encargado y coordinador de los grupos de tercer año por lo que ya no podrán verlo tan seguido.

─ Lo siento, tengo una junta con el directivo, solo pasaba a saludar. ¡Tomioka come más despacio! ─ Informó a la par que mostraba un poco de preocupación por el Profesor de deportes, el cual como era normalmente lo ignoró. Provocando la molestia del peliblanco. ─ ¡Muere entonces! ─ Dijo con una vena saltando en su frente.

El rubio miró su almuerzo y después volteó su cabeza mirando hacia la ventana que daba al exterior con una sensación de opresión en su pecho. Luego tendría tiempo para almorzar. Dejó nuevamente lo que tenía en las manos sobre su escritorio dispuesto a seguir sus instintos.

─ ¡Disculpen! ¡Pero tengo que encargarme de algo en estos momentos! ─ Dijo el joven Profesor de historia dirigiéndose hacia sus amigos ─ Disfruten su comida, ¡Nos vemos después! ─ Habló rápidamente despareciendo del salón dejando a todos confundidos.

─ ¿Pero qué mosca le picó? ─ Preguntó al aire Uzui mientras todos miraban hacia la puerta donde segundos antes salió disparado el rubio.

─ Quien sabe ─ Contestó Sanemi mirando a los jóvenes adultos extrañado.

─ ¡Por cierto Tomioka! ¡No comas tan rápido tus alimentos, podría dolerte el estómago! ─ El mayor de los Rengoku hizo un inesperado acto de presencia para advertir a su amigo. Al parecer no pudo quedarse tranquilo sin advertir a su compañero. Causando que todos se sobresaltaran y que el mencionado escupiera lo que tenía en la boca en dirección al Profesor de artes.

Y así como regreso se volvió a marchar. Tomioka comenzó a comer con lentitud.

~o0o~

Se dirigía a los jardines del club de arreglos florales, donde le pareció verla. Aun no sabía si encontraría a esa persona, pero quizá estando en ese sitio sus recuerdos sobre ese día puedan completarse. Necesitaba respuestas.

Necesitaba encontrarla. Necesitaba verla.

Se acercaba a su destino, todavía se encontraba dentro del edificio. Una voz, una melodía, lo hicieron detenerse.

El tiempo nos acelera otra vez… ─

Era esa canción.

─ Y la vida se nos va sin darnos cuenta…─

La que escuchó en sus sueños.

Aun si despertamos de este sueño no… ─

La que ella cantaba con frecuencia.

─ Dejamos de la misma luz buscar…─

Comenzó a caminar hacia el origen de ese canto. Ansioso, nervioso. Podría tratarse de cualquier persona. Pero, era la primera vez que escuchaba esa canción en esta vida. La buscó en innumerables ocasiones, pero nunca encontró la melodía ni ninguna otra que se le pareciera.

─ Bajo del manto de estrellas siempre están…─

Solo ella la sabía. Solo podría tratarse de ella. Inconscientemente comenzó a acelerar el ritmo de su caminar.

─ Las constelaciones junto a las sombras de ayer ─

Las puertas que daban al exterior se encontraban abiertas dando el acceso al aire invernal, chocando con su rostro, helando sus mejillas y enrojeciendo su nariz. Estaba tan inquieto que olvidó su abrigo y su bufanda, pero le restó importancia. Tan solo deseaba ver a la causante de sus aflicciones.

─ ¿Y qué piensas de todo lo que pasó?... ─

Sus piernas que en un principio estaban caminando pasos temerosos e inseguros, comenzaron a acelerar ansiosos, después a trotar decididos y luego a correr deseosos.

─ ¿A quién miras fijamente dímelo?... ─

Cruzó el umbral de la puerta y la luz del exterior lo cegó, llevó una mano a la altura de sus ojos para cubrirlos y una vez acostumbrado, con encanto presenció al cielo nevar.

Frente a él, unos metros adelante una chica se hallaba sentada en una fría banca de concreto admirando el mismo cielo dándole la espalda mientras finalizaba la canción.

El escenario que se formó a su alrededor no le permitía apartar la mirada de ella.

¿A quién miras fijamente dímelo?

Terminó.

Sintiendo su presencia tras ella, se giró y con los mismos ojos curiosos e inocentes que recordaba lo miró.

Su corazón dio un vuelco y sus rodillas temblaron. Era ella.

Era Shiro. Su Shiro.

Si el ambiente estaba helado él no lo sentía así. Su respiración era entrecortada, su corazón latía frenético, pero su pecho se sentía cálido, sus manos suplicaban por contacto físico y su estómago se sentía atacado por una sensación similar al aleteo de mariposas furiosas.

Se sentía horrible.

Ni en la adolescencia tuvo un ataque de emociones tan fuerte como el que tenía en estos momentos.

No sabía qué hacer, no podía reaccionar. Realmente no quería hacerlo. Podría contemplarla por horas. Pero algo detuvo sus deseos.

Una silenciosa lágrima brotó de la mirada de Shiro. Y por impulso se acercó hasta ella, extendiendo su brazo derecho y cortando el recorrido de aquella gota con el tacto más suave que alguna vez recordó usar. Chocaron miradas y volvió a la realidad.

Apenado retiró la mano de su rostro tan rápido como si el contacto le causara dolor. Su rostro enrojeció y comenzó a balbucear cosas para justificar sus acciones. Se obligó a tranquilizarse y antes de que pudiera hablar ella tomó la palabra.

─ Lo siento, creí que me encontraba sola ─ Dijo con voz tenue casi como un murmullo mientras se enjugaba las lágrimas. Para después brindarle una cálida sonrisa y una mirada que no supo interpretar.

─ Disculpa mi atrevimiento, pero no pude evitar preocuparme, ¿Te encuentras bien? ¿Hay algo de lo que quieras hablar? ─ Le preguntó el rubio activando el modo profesor, no debía tener ese tipo de acercamientos hacia sus alumnos, al menos no dentro del instituto.

Hasta se sentía mal pensando eso.

─ No se preocupe, perdí a alguien importante hace poco, estos días me recuerdan a esa persona ─ Contestó con cariño ─ ¡Estoy bien! ─ Sonrió radiante.

El solo pudo observarla embobado. Le devolvió la sonrisa con su característica energía.

─ Eres una estudiante transferida ¿No es así? Estoy seguro que recordaría a alguien como tú ─ Upss. Habló de más. Ella lo miró con un leve sonrojo en sus mejillas ─ ¡ Qui-Quiero decir! Como profesor es común que me familiarice con los rostros de los estudiantes ─ Se explicó nervioso. Salvado.

─ ¡Así es! Es mi primer día aquí, soy estudiante de tercer año, Shiro Hatoyama, grupo "A", un placer conocerlo ─ Dijo la joven castaña educadamente haciendo una reverencia hacia el rubio.

Shiro ─ Saboreó la palabra ─ El placer es mío. Mi nombre es Kyoujuro Rengoku, Profesor de historia ─ Devolvió el saludo y la acción. Volviendo a tener un impulso, tomó delicadamente la mano femenina entre la suya, apretándola ligeramente. Asombrado por la diferencia de tamaños y por el tacto. Sus manos eran callosas y gruesas debido a su entrenamiento en el arte del Kendo. Mientras que la de ella era suave, cálida y pequeña.

Saliendo de sus pensamientos, notó la mirada chocolate de ella sobre él. Curioso le regreso la mirada. La atrapó escudriñándolo, aunque ella no se preocupó por ser discreta.

Comenzó a sentirse un poco avergonzado.

─ ¿Ocurre algo? ─ Preguntó nervioso con la mirada de ella aún puesta sobre él.

Ella pareció reaccionar ─ No, lo siento ─ Contestó tranquila a diferencia de él que era un mar de inseguridades. Ella volvió a hacer una expresión junto con un sentimiento en su mirada que no podía descifrar ─ Es solo que me parece bastante familiar ─ Habló.

El abrió sus ojos con impresión, ¿Podrá ser…?

─ Tal vez nos conocimos. Tal vez en otra vida ─ Dijo la joven con confianza, sonriendo con nostalgia. Aun sosteniéndose de la mano. Removiendo algo dentro de él.

Tal vez en otra vida…

Tal vez, una pequeña y débil luz de esperanza.

Sin saberlo, ambos pensaban lo mismo.

Te encontré