Capítulo 4

Cuatro días antes de la inauguración tentativamente-programada del domingo, Harry estaba paseando por su taller y retorciéndose las manos, lo que había demostrado ser inútil para dar los toques finales a la escoba de Luna, que estaba destinada a estar ya terminada, lo que lo hizo oficialmente tarde su primera comisión, lo que significaba que su nuevo negocio era un fracaso y no debería gastar todo su dinero en una estúpida casa que no necesitaba.

—¿Estás bien, cachorro?

No sabía cuándo Sirius había entrado en la tienda, ni siquiera notó la ráfaga de aire gélido que traía consigo.

Harry negó con la cabeza una vez, queriendo decir que era una especie de movimiento de cabeza de "Estoy bien", en lugar de uno que decía: "Soy un idiota y estúpido fracasado al que no se le debería permitir el acceso al dinero o las grandes decisiones." Sirius no dijo nada y lo tomó gentilmente del brazo, luego corrigió su agarre en el hombro después de que Harry retrocedió. Salieron al feroz aire de principios de diciembre. Harry automáticamente caminó siguiendo su tan ya usado camino hacia el silo, pero Sirius lo guio hacia el otro lado.

—No hay forma de que te deje caviar allí arriba como una paloma, ¿qué te parece si tomamos una cerveza de mantequilla?

—Está bien —murmuró Harry, todavía sintiendo que al menos debería intentar terminar la escoba de Luna. Ella siempre fue tan genuina con él, tan cariñosa y extraña, de una manera que él no se sentía tan abrumado por su pasado cuando ella estaba cerca.

Pasaron la caminata rápida sin hablar, excepto para repasar los cálidos encantos de Harry. Aparentemente, estaba más en el control que en el movimiento; también ayudó cuando se obligó a concentrarse, alejando todos los pensamientos de abandonar a su padrino por planes de independencia hechos a medias.

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Todo esto era una conspiración, le insistió a Kim mientras paseaban por el perímetro de Hogsmeade.

Remus no cedía el acceso a la red flu ni a su lechuza; la bruja de la oficina de correos fingió que de repente no entendía inglés, despidiéndolo con un dulce y un guiño; Ron y Hermione estaban hablando de su nuevo lugar como si ya lo hubieran visto, hablando de organizar la Navidad allí; incluso Luna y Ginny vinieron para mantenerlo lo suficientemente ocupado como para que no caminara hasta M & P Realty y cancelara todo.

Sirius estaba detrás de todo esto, obviamente, y si Kim no podía ver eso, entonces estaba cegada con, con-

—¿Con qué, exactamente?

—¡Con lujuria! —Ohhh maldita sea… Las mejillas de Harry se calentaron lo suficiente como para empañar sus lentes y se los quitó, limpiándolos con su abrigo de lana.

De todos modos, era cierto. Su padrino era todo sonrisas maliciosas y momentos tristes y cariñosos que le recordaron a Harry a la Sra. Weasley despidiéndose de sus hijos en la Plataforma Nueve y Tres Cuartos. En sus pensamientos más oscuros, que surgieron sin previo aviso para torcer sus músculos en nudos, Harry se preguntó si había empujado demasiado a Sirius a lo largo de los meses. Tal vez había escuchado a Kim quejarse de él. Tal vez las payasadas de Harry lo lastimaron después del incidente con la bebida.

—O tal vez no soy lo suficientemente interesante para mantenerme cerca —se atrevió a decir en voz alta, eligiendo concentrarse en la forma en que su respiración se formó en el aire helado.

—Puedo pensar muy pocas preciosas personas que podrían ser más interesantes que tú, Haz —dijo Kim.

—Es solo- bueno, no es como si fuera una persona completa, ¿verdad? —Ella parpadeó. Hizo una mueca y lo intentó de nuevo—. Quiero decir, soy un adulto, está bien. Pero pasé la mitad de mi vida en un agujero, y la mayor parte del resto en una alacena... yo- solo digo, tal vez no hay suficiente de mí para hacer lo que debería ser un verdadero mago de 29 años.

Era un aburrimiento y una carga, y lo peor de todo, de alguna manera todavía era un extraño para sus seres queridos.

Pero con un espantoso y amargo calambre en el estómago, descubrió que ya no era un extraño para la prensa. Mientras se abrían paso a través de otra multitud grande y extrañamente emocionada, la cual estaba cerca de la oficina de correos, a la cual Harry lanzó una mirada sin entusiasmo a través de la ventana en dirección a la bruja de la oficina aparentemente solo sorda para él, un mago empujó la puerta. El tiempo pareció detenerse, y la mirada de Harry se posó en una copia del Diario El Profeta que llevaba bajo el brazo.

En la portada: una foto enorme de Harry y Sirius, bebiendo cervezas de mantequilla.

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Sirius estaba vigilando la red flu y Harry estaba escondido en su taller, mirando abatido la escoba de Luna que no estaba del todo terminada. Pensó que le vendría bien una capa más de tinte sobre la mayor parte, pero ya había hecho la cola, así que ahora tenía que encontrar una manera de proteger las ramitas terminadas de la mancha. Había demasiados encantamientos complicados en la cola como para que él se arriesgara. Quizás debería dejarlo ahí... pero se resistía a entregar algo menos de lo mejor que él podía hacer cuando Luna viniera mañana.

Escuchó a Sirius entrar esta vez y se apresuró a parecer ocupado, derribando el bote de mancha abierto en el banco. Gruñó. Precisamente no podía hacer nada bien.

—Demonios, idiotas, ¿puedo tener un poco de tiempo para mí? —Espetó, limpiando el desorden con un trapo— Juro solemnemente que no huiré hacia Draco y le lanzaré un Obliviate

—Espero que no —dijo una voz familiar que definitivamente no era la de su padrino. Una reacción instintiva envió a Harry a precipitarse debajo de su mesa de trabajo, trepándose al estante de almacenamiento a una pulgada sobre el nivel del piso y tirando herramientas y latas de tinte a un lado para hacer espacio. No, no, no, no, no, NO, NO-

Los pasos se acercaban tentativamente y demasiado pronto, las piernas de Draco aparecieron a su lado donde se agachó debajo de la mesa como un bloque de madera de gran tamaño, que bien podría serlo con su cerebro inútil. No se trataba de una cama de acero atornillada al suelo; todavía estaba expuesto, todavía a su alcance, y Draco tenía todas las razones del mundo para sacarlo a rastras.

—¡Lo siento lo siento! —suplicó, una grieta en su voz lo hizo sentir mucho más joven de lo que recordaba haber sido hace unos momentos— ¡Lo siento mucho, por favor!

Draco se agachó, apoyándose con una mano en la mesa y mirándolo con leve alarma.

—¿Haz…?

Harry se congeló.

—¿Sobre qué demonios tienes que pedir perdón, sobre tu cabello? —La boca de Draco se curvó en una sonrisa burlona, pero sus llamativos ojos grises estaban preocupados. Extendió la mano como para quitarse el polvo del cabello, pero Harry se echó hacia atrás y se retiró— He visto un nido de pájaro antes que el tuyo, ya sabes, no me derrumbaré al verte sin tu sombrero…

Harry dejó escapar una especie de zumbido quejumbroso de una risa falsa y la sonrisa de Draco desapareció, reemplazada por una mueca.

—¿Qué...? Ah —Draco se mordió el labio y pareció reconsiderar lo que fuera a preguntar— ¿Estás buscando algo aquí abajo?

Harry asintió. Estar de acuerdo parecía lo correcto.

—Bien… ¿Lo encontraste?

—¿Encontrar qué?

Draco se movió de donde estaba agachado sobre sus talones y le dio una mirada extraña.

—¿Encon…? ¿Encontraste aquello que estabas buscando ahí abajo?

—Oh —Harry se humedeció los labios—. No —El aserrín cubría sus gafas, una llave inglesa pesada que no recordaba haber visto antes estaba sujeta en su mano izquierda mientras la derecha apoyaba su peso contra la pata más cercana de la mesa.

—… ¿Puedo... ayudarte? A buscarlo, quiero decir.

—No

—Oh… Debería irme, ¿entonces? —Draco retrocedió, preparándose para irse— ¿Traigo a Sirius?

—¡No!

Permanecieron sin moverse, en sus respectivos sitios, demasiado incómodos en muchas maneras.

—Lo siento —intentó Harry de nuevo. La fina capa de aserrín que había removido flotaba en el aire entre ellos, cubriendo su garganta y haciendo que fuera mucho más difícil pronunciar las palabras—. Lo siento tanto, Draco, por favor…

Draco le frunció el ceño de manera bastante dramática, como si hubiera comenzado a hablar en pársel, y luego se asomó por el borde de la mesa. Cogió un par de trapos y los puso en el suelo para apoyar las rodillas. Harry no podía imaginar cómo el barniz de madera podía ser mejor para sus pantalones que un piso polvoriento, pero no estaba dispuesto a corregirlo. Draco se sentó más cómodamente en el suelo justo al lado de la cornisa de Harry, luego lo miró a los ojos de una manera que parecía completamente sin pretensiones, pero aún era un misterio para él.

—Difícilmente puedo perdonarte si no sé lo que has hecho.

Harry se encogió y se armó de valor, tratando de cuadrar sus hombros lo mejor que pudo en el estrecho espacio.

—Ya debes haber visto El Profeta —refunfuñó miserablemente—. Te mentí, sobre- sobre todo: Mi nombre, y- y yo... No era mi intención que durara tanto tiempo, pero solo pensé- —Maldita sea, ¿por qué era esto tan difícil? ¡Había tenido casi cinco meses para pensar en una manera de sincerarse!

Draco parecía perplejo y Harry deseaba que dejara de jugar al juego que estuviera jugando.

—¿Te refieres a esa foto tuya y de Sirius de ayer?

Con la boca seca, Harry asintió.

—Pero… — Draco arrugó la nariz de una manera que hubiera sido entrañable si Harry no estuviera demasiado ocupado apoyándose contra la mesa para evitar ser... hechizado, agarrado, gritado o algo así—. Pero yo ya sabía todo eso.

—¿Qué? —Harry graznó.

Draco lo miraba como todos los demás lo hacían justo después de su rescate. Como si estuviera loco.

—¿Cómo pensaste que sabía cómo llevarte a casa? Nuestra cita- ah, es decir, nuestra salida.

—¿Cita? —Hubo un rugido sordo en sus oídos y más bien sintió que estaba viviendo la vida de otra persona en este momento.

—Yo- bueno, pensé que era eso... Y dijiste, entonces, que querías dejar todo atrás, toda esa podredumbre de nuestro pasado, y ser- –Draco se aclaró la garganta, las mejillas sonrojadas como lo habían estado esa brillante, estúpida, noche de octubre—. Deduje que te arrepentías, al menos en parte, ya que no querías hablar más de eso después del hecho. Pero pensé que… pensé que al menos dejaríamos el pasado atrás —Era una afirmación, pero sonaba un poco como una pregunta.

—Dejar todo atrás.

—Toda nuestra... mierda de la escuela, y el cuarto año especialmente y a mi papá… —Draco lucía diez veces más incómodo que Harry, lo cual no creía posible—. Sa-sabes que ya no me suscribo a esas tonterías, ¿verdad? No lo he hecho en mucho tiempo... Mi mamá me ayudó, y Astoria fue un sueño, ella abrió un mundo completamente nuevo para mí, y ahora tengo un hijo, así que... tengo la intención de hacerlo mejor con él. ¡La mitad de mis clientes son muggles, por el amor de Merlín!

Harry se estremeció instintivamente, pero la voz de Kim ya le decía que se trataba de una agresión mal dirigida y que no estaba en más peligro que hace unos segundos. Y luego sus pensamientos valientes se pusieron al día con lo que había dicho.

—Tú… ¿lo sabías? —Él se quedó boquiabierto. Draco arqueó las cejas— ¿Lo supiste todo este tiempo y- y… lo sabías?

—... siento que he me he perdido... No estoy acostumbrado a este sentimiento, soy bastante astuto, te haré saber, yo-

—¿Sabías mi nombre real?

—¿Cuál? ¿Harry Potter? —Parpadeó y luego explicó, muy lentamente— Tú... me lo dijiste... esa noche en el bar. Hace semanas.

—¿Te lo dije?

—Me dijiste que tenías una confesión que hacer, que tu verdadero nombre no es Haz Blue, vaya alucinante revelación, sino que es Harry Potter, pero que a ti —Draco se aclaró la garganta de nuevo, sonrojándose —te gusta más que te llame Haz. Pensé que podría ser una situación en la que te llamé por tu deadname1 o algo así.

—¿Yo dije eso?

—¿No lo dijiste en serio…? Supongo que puedo llamarte Harry, si lo prefieres —La forma en la que la boca de Draco se torció ante su nombre de pila dejó muy claro sus pensamientos al respecto.

—No. No, llámame Haz, me- me gusta que me llamen así —Harry tomó una respiración profunda y tranquilizadora— ¿Qué más dije? ¿Qué es un deadname?

—Es- ehm, ahorita no importa eso, ¿realmente no recuerdas lo que dijiste? —Draco resopló, luciendo divertido y ofendido al mismo tiempo.

—Recuerdo estar muy, muy borracho.

—Eso es muy cierto... Bueno, Haz, yo estaba- ejem, bromeando ligeramente contigo, en una especie de forma amistosa, fíjate, acerca de tu, ah... peculiar colección de requisitos de vivienda que hemos descubierto estos últimos meses —Las mejillas de Harry ardieron—. Lo admito, la historia detrás de tus preferencias me tomó con la guardia baja, pero todo tenía sentido... Al menos, todo el sentido con el que pudiste explicarte en ese momento. Y dije que llamándote por tu- llamarte Harry, se sentía mal.

El perfecto rostro rosado de Draco se arrugó con fingido disgusto antes de ver algo en la expresión de Harry que lo impulsó a retroceder.

—No está mal, quiero decir, sigues siendo , obviamente, solo que... —Los hombros de Draco se levantaron mientras buscaba inútilmente las palabras correctas— Esto fue más fácil cuando estábamos borrachos ... De todas formas, ambos estuvimos de acuerdo en que era extraño, en el mejor de los casos, y tú me aseguraste que si te llamaba por tu nombre de pila solo me llevaría a ver, finalmente, lo idiota molesto que eres, como si pudiera olvidarlo —dijo con una sonrisa—. Siendo honestos, no fuiste particularmente preciso con tus palabras; pero con lo de nuevos comienzos y... Y todo lo que tiene que ver con eso, fue lo que llegue a deducir.

—Yo no… — Harry trató en vano de sacar las telarañas de sus recuerdos inconexos de esa noche, pero no se le ocurrió nada claro o coherente que no hubiera ya recordado y reproducido en su cabeza mil veces. Lo que salió de su boca ahora era nuevo, por lo que sabía—. No quiero que nuestra historia eche a perder todo lo que... tenemos ahora —finalizó sin convicción.

—Yo tampoco quiero que arruine las cosas —estuvo de acuerdo Draco, y esbozó una inusual sonrisa de nerviosismo—. Al menos no antes de que pueda besarte.

Los pensamientos vacilantes de Harry se detuvieron en seco, lo que significaba que lo siguiente que dijo no fue culpa suya.

—Nunca me había besado con nadie antes —confesó—. Solía probarlo, a veces, adentro, allá abajo, en el- solía practicar besuquearme con la mano, ¡así!

Levantó su mano izquierda, que todavía sostenía la absurdamente enorme llave inglesa, y solo recordó dejarla caer en su regazo antes de llevar su puño a sus labios y demostrar. Por supuesto, fue entonces cuando su cerebro lo alcanzó y retrocedió, mortificado.

—No —dijo—. No, no. Lo siento. Lo siento. Me gustaría eso, definitivamente, como, no tienes idea... Contigo, quiero decir- tus labios, obviamente, no tu mano- ¡argh! —Se las arregló para cerrar la boca antes de que los dioses pudieran, piadosamente, callarlo. Se movió y dejó caer la llave inglesa de su regazo con un ruido sordo, y comenzó a arrastrarse por el otro lado de la mesa de trabajo, lejos de Draco. Nunca debería haberle permitido meterse en este lío, en realidad, todo fue culpa de Sirius…

Draco apareció de repente, agachándose una vez más, esta vez del otro lado de la mesa por donde se escapaba. Harry se congeló. Draco vaciló, tocando con su esbelta mano la desaliñada mandíbula de Harry. Abrió la boca como si estuviera a punto de hablar, pero luego se acercó con sus mejillas rosadas y sus labios más rosados. Draco cerró los ojos y Harry también lo hizo.

Era cálido, húmedo, suave y más dulce que los cristales de azúcar de una Pop-Tart.

Se separaron y Harry mantuvo los ojos cerrados, incapaz de ver lo que estaba haciendo Draco y, por lo tanto, no estaba seguro de si debía abrirlos.

—¿Te gustó?

Los ojos de Harry se abrieron por su propia voluntad para encontrar a Draco mirándolo, con la boca entreabierta, los ojos brillantes y el ceño ligeramente fruncido.

Harry asintió tontamente.

—Mucho mejor que mi mano.

—Por favor, deja de hablar de tu mano.

—¿Celoso?

Draco sonrió nerviosamente y apoyó sus antebrazos contra la mesa, inclinándose hacia el espacio de Harry una vez más.

—¡PAPI! —De repente, pareció librarse una batalla contra la puerta de su tienda. Harry se sobresaltó violentamente, golpeando su cabeza contra el tablero de la mesa y enviando una lata de pintura rodando por la tienda.

—¡Francés! —maldijo, frotándose la cabeza.

—¡Scorpius! —Draco gritó en reprimenda, y Harry parpadeó a través de una neblina fresca de aserrín flotante. La puerta se abrió y escuchó a Scorpius entrar. Suponiendo que se había vuelto tan idiota como podía llegar a serlo hoy, trató de salir subrepticiamente de su escondite... Solo para lograr caer espectacularmente en el mostrador al lado de la mesa.

—¡Hey! —Miró a Draco— ¡Podrías haberme atrapado! — De hecho, Draco se había apartado de su camino para evitar atraparlo.

Draco se encogió de hombros con un poco de impotencia, como si realmente estuviera fuera de sus manos.

—Estás sucio.

Harry estuvo a punto de arrojar un puñado de aserrín a la elegante chaqueta de lana de Draco, pero se detuvo a tiempo para darse cuenta de que los harapos habían dejado dos manchas de una pegajosa suciedad marrón en sus elegantes pantalones grises. Eso fue suficiente venganza.

—¡Papá, hice un pájaro de nieve!

—Scorpius, Haz y yo estábamos hablando.

Harry resopló y murmuró—: Hablando…

—¡Ven, mira! —Scorpius corrió hacia ellos, muy bien abrigado con una prenda muggle y un gorro de lana. Los agarró a ambos, una manita enguantada para cada uno de ellos, y los sacó a la nieve.

Las briznas de hierba todavía asomaban a través de la capa de nieve, pero Scorpius efectivamente había logrado hacer un ave de nieve. Harry parpadeó y sintió que un bloqueo de emoción completamente inesperado lo golpeaba.

—Hedwig… —susurra, su boca entreabierta en estado de shock.

—¿Quién? —Draco miró entre él y la lechuza blanca que le llegaba hasta la rodilla, hecha de nieve real. Un par de guijarros marrones del jardín para los ojos, algunas ramitas clavadas en la base para los pies, las alas estaban torcidas, pero el tamaño y la forma eran correctos... ¡Era- era Hedwig!

—¿No te gusta? —Preguntó Scorpius, mirándolo con atención.

Harry se arrodilló, tragó saliva y parpadeó con más fuerza.

—Se parece a una vieja amiga mía. Su nombre era Hedwig.

—¿Era? Oh... ¿Se ha ido? —Preguntó Scorpius, acercándose. Harry respiró hondo y trató de responder, pero su voz se atascó en su garganta. Serrín estúpido. Asintió y tomó al pequeño Scorpius por sus guantes, apretándolo alentadoramente.

—Ella era mi muy buena amiga —dijo enfáticamente—. Ella estaba conmigo en la escuela y en casa cuando, eh... bueno, tener su compañía significaba mucho para mí cuando me sentía solo o asustado. La he extrañado. ¡Y creo que ella estaría muy celosa de esta! —Asintió con la cabeza al ave de nieve y se rio entre dientes al pensarlo. Hedwig podría picotear al muñeco hasta dejarlo hecho polvo.

—¿Así que te gusta? —Scorpius susurró con reverencia.

—Me encanta —insistió, sonriendo ampliamente y dejando caer sus manitas con un apretón final— ¡Quizás tenga que contratarte algún día para hacer mis escobas igual de hermosas!

—¡¿En serio?! —Scorpius bailaba de puntillas, sus ojos brillando, las mejillas sonrosadas, representando una infancia tan feliz que Harry no pudo evitar maravillarse. Se puso de pie, con las rodillas entumecidas y casi saltó cuando Draco tomó su mano. Entrelazaron sus dedos en un ajuste perfecto, copos de nieve arremolinándose a su alrededor como la mascota de Scorpius, "Hedwig", e, inexplicablemente, Harry se sintió... emocionado por la inauguración del domingo. Podía hacer esto y no estaba solo. Estaba listo.

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El nido de Blue

#9 ½ Flint Ct.

1 cama, 1 baño

28m2 muggle, 56m2 reals

Harry estaba ciego y caminaba torpemente por un campo nevado y descuidado. Largas briznas de hierba rozaban sus rodillas, cubriendo sus espinillas con frío húmedo, y estaba realmente harto de la pompa.

—¿Acaso no podría-?

—¡NO! —Un coro de voces: Draco, Pansy, Sirius, Remus, Ron y Hermione, le gritaron y él siguió caminando con dificultad. No habría aceptado el hechizo de ceguera si hubiera sabido qué tan lejos estarían caminando. Draco lo llevó de la mano y Harry se alegró de llevar guantes hoy, pues estaba seguro de que sus propias palmas estaban sudando. Él estaba nervioso. Ya estaba hecho. Esta sería su hogar. Lejos de Sirius y Remus. Estaba a punto de volar el gallinero y, a pesar de lo emocionado que estaba hace tres días, ahora estaba más que mareado.

Su caravana se detuvo y se quedó extrañamente silenciosa. Harry apretó la mano de Draco con fuerza, olvidándose de respirar.

—¿Estás listo, Haz? —Susurró, de repente muy cerca, su aliento caliente le hizo cosquillas en la oreja. Harry perdió sus palabras y asintió. Con un susurro finito, el hechizo se levantó. Harry parpadeó y entrecerró los ojos contra el brillo del cielo despejado que brillaba contra el campo nevado. Una estructura alta y familiar se paró ante ellos, y jadeó.

Era su silo, con una cabaña de troncos encima.

El silo había sido renovado de tal manera que ahora lucía casi irreconocible, pero Harry sabía que era suyo. La madera vieja y deformada en el exterior ahora era lisa y brillante bajo tanta mancha oscura; una única ventana increíblemente larga subía en espiral como la línea roja de un bastón de caramelo; en la parte superior, descansaba una cabaña construida con troncos enteros, con un pequeño porche colgando del borde, cortando el cielo mismo.

—... ¿Cómo…? —Lo miró fijamente, con la boca abierta, luchando por comprender lo que estaba viendo.

—¿Entramos? —Preguntó Draco después de un largo momento en el que Harry fue completamente incapaz de hablar. Lucía tanto engreído como asustado. Harry asintió tontamente y acortaron la distancia a la estructura imponente.

Había una sola escoba, su Saeta de Fuego, colgando en un clip de latón montado en la pared afuera. Harry se preguntó si así era como llegaría a la cima. Era difícil hacerse otra idea de cómo lo lograría. Notó que su trasero estaba entumecido. Había sido un largo camino.

El interior del silo era tan alto y cavernoso como acogedor. Las paredes del interior también debían haber sido renovadas, aunque no tenía idea de cómo se veía antes. Había tablas de madera largas y cálidas que llegaban hasta el abismo en lo alto, y la ventana larga y en espiral dejaba entrar una luz hermosa. Mesas de trabajo nuevas y frescas se alineaban en las paredes, curvándose suavemente alrededor del perímetro, y sus herramientas colgaban pulcramente de clavijas de latón. Una escalera de caracol hecha de pino dorado brillante comenzaba a su derecha y seguía el camino de la ventana, arriba, arriba...

—Mi taller… —respiró profundamente, su pecho hinchándose locamente ante la idea de pasar sus días aquí en lugar del viejo y mohoso cobertizo de Sirius. Podría pasar horas y horas aquí y no acostumbrarse a la forma en que la luz del sol entraba en ese ángulo a través de la ventana. Un carrusel en el medio contenía algunos viejos prototipos de sus diseños de escobas y Harry se quitó los guantes automáticamente, ya ansioso por comenzar un nuevo proyecto, aunque solo fuera para estar aquí.

Sirius dio un leve silbido de agradecimiento.

—No vi cómo mejorarías mi antiguo espacio, Malfoy, pero tengo que admitir…

—Continúa —instó Draco.

Mierda —fue todo lo que dijo Sirius.

—Esto no es real —espetó Harry. Sacudió la cabeza incluso mientras deambulaba por el espacio, tocando cada superficie, asimilando todo—. Esto no es… ¡Draco! —Giró sobre sus talones para enfrentar al bastardo que parecía más complacido con cada segundo que pasaba del asombro de Harry—. Esto no puede... cómo... esto no puede ser real —insistió.

—Oh —dijo Draco, con los ojos brillantes—. Mi error. Tengo un amigo en el Departamento de Misterios, ¿debo llamarlo para que investigue esta omnipresente ilusión por nosotros? ¿O debemos ir arriba?

Harry lo empujó cuando pasó a su lado y corrió hacia arriba, casi estallando de júbilo. Escuchó a los demás subiendo las escaleras detrás de él, pero eran pasos firmes y no vibraban bajo la pequeña estampida. En la parte superior había una trampilla dorada y ornamentada, que se levantó automáticamente cuando se acercó. Subió los últimos escalones hasta su nuevo hogar.

Se congeló y tuvo que ser empujado hacia adelante, sin demasiada suavidad, por Draco. La habitación era tal como la imaginaba en la sala de yoga con Pansy, pero, de alguna manera, era un poco más de lo que habría podido llegar a soñar.

El piso era de un hermoso pino amarillo anudado, brillante con acabado, y las paredes eran troncos enteros que se podían tocar y clavar las uñas. Un pilar de troncos a juego estaba en el medio de la única habitación, mágicamente ampliada, con un área de cocina a su izquierda y un espacio habitable a su derecha, y vio un pequeño retrete a través de una puerta en línea recta. Los armarios de la cocina eran del mismo pino reluciente, rematados con elegantes encimeras de mármol verde y una isla a juego con una repisa para el desayuno. Una colección simple pero bonita de esferas de vidrio sobre radios de hierro formaba un candelabro sobre la isla.

El espacio habitable se enfrentaba a una magnífica chimenea de piedra que le recordaba a Hogwarts, de hecho, a la Sala Común de Gryffindor. Se preguntó si Pansy había hecho una visita y archivado ese delicioso pensamiento para reírse más tarde. Había una enorme alfombra verde oscuro en el medio y... ¡el sofá de Blupin Frottage!

—¿Es ese- es ese el mueble de la Madriguera? —Preguntó con incredulidad. Se lanzó hacia él y se hundió en el familiar sillón de felpa que siempre había amado.

—Sí, amigo —dijo Ron, sonriendo.

—Un poco de muebles de todos nosotros —dijo Hermione con un movimiento de cabeza hacia la estantería en la pared del fondo—. Neville hizo la vegetación —Harry notó la gran cantidad de plantas alrededor del espacio, absorbiendo todo el sol que entraba por las ventanas y las paredes—, Ginny y Luna hicieron ese escritorio —lo cual fue un gesto dulce, aunque un poco torcido, se dio cuenta, mirando el escritorio hecho a mano y pintado brillantemente, en la esquina de los estantes.

—¿Le quitaste la alfombra a la Sala Común de Slytherin o algo así? —bromeó, mirando a Draco, quien frunció los labios y no respondió. Harry echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada, le dolía el estómago por la fuerza que empleó para reírse.

—Hicimos una breve visita a Hogwarts —admitió Pansy, su tono era irritable y cuidadoso— en busca de inspiración. No para robar. Honestamente, ¿tu opinión de los Slytherins es realmente tan baja?

Por la bondad de todo su corazón, Harry decidió no señalar que el hecho de que su visita fuera en busca de inspiración no excluía la posibilidad de que hubieran dejado el castillo con más que eso.

—Podríamos cambiar los adornos a azul en lugar de verde, si así lo prefieres —agregó Pansy con frialdad.

—No te atrevas —dijo, aun reprimiendo su alegría.

—Si quieres ver dónde dormirás —interrumpió Draco en voz alta—, voy a revelar el coup de gras…

Harry se paró rápidamente de su asiento y se unió a Draco junto a la enorme ventana en la pared este. Había un manojo de cuerdas y tela colgando del alféizar de la ventana, a la altura de los ojos. Las manos de Draco (se había quitado los guantes en algún momento) temblaban levemente y Harry le dio lo que esperaba que fuera una sonrisa alentadora. Draco soltó parte del paquete y lo estiró hacia el pilar, acomodándolo en el lugar. Harry miró boquiabierto la hamaca. Era hermosa: lienzo envejecido a rayas, suave bajo las yemas de los dedos, con una cuerda suave y borlas en cada extremo. Las mantas y la almohada no eran visibles cuando estaba doblada, pero estaba todo allí, luciendo tan acogedor como un nido.

—¿Y? —Preguntó Draco suavemente—. ¿Te gusta o no?

Harry prácticamente se tiró a la hamaca, la cual se balanceó salvajemente hacia la ventana antes de regresar a la habitación. El sol brillaba a través de las ventanas del techo y él sonreía al cielo azul brillante sobre su cabeza y a su lado.

—Me encanta — dijo simplemente mientras la hamaca se balanceaba. Se rio cuando vio la mirada chispeante de Sirius. Los rostros de su familia, sonrientes, aunque desconcertados, llenaron su espacio, su corazón, y cerró los ojos de golpe, demasiado lleno de todo para asimilarlo más. El balanceo de la hamaca era constante y brillante.

Todo era tan... perfecto.

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Todos habían regresado a sus respectivas casas y Harry estaba entusiasmado con el hecho de que, de hecho, ya estaba en casa. Solo Draco se quedó, apretujado en la hamaca con él, y se balancearon suavemente, contemplando todas y cada una de las vistas de ensueño a su alrededor.

—Entonces, Sr. Blue, ¿M & P Realty puede contar con usted para una buena reseña? —Preguntó Draco a la ligera. Harry se volvió de costado y apoyó la barbilla en el hombro de Draco, acercándose poco a poco. Draco giró la cabeza y se encontró con él a mitad de camino para darle un dulce y lento beso.

—Les escribiré a ustedes dos, de hecho —respondió descaradamente.

—¿Oh? ¿Por el taller y la casa?

—Uno como Haz Blue y otro como Harry Potter.

—Oh, ahórrame la experiencia —Draco puso los ojos en blanco, presionando otro beso en sus labios—. Ese Potter no conocería el buen gusto, aunque este le mordiera el trasero.

—Pruébalo.

Draco gruñó y rodó encima, aparentemente a punto de probar algo muy extraño, pero calculó mal: la hamaca se inclinó hacia un lado, uno de los dos, o ambos, chilló de pánico, y cayeron al piso de pino en un montón de mantas y ramas.

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3 semanas después, navidad del 2009

Harry llevó la escoba a su porche en lugar de caminar penosamente por las escaleras, sintiéndose demasiado lleno y saciado. La cena de Nochebuena fue un asunto íntimo en Blupin Frottage: Solo Sirius, Remus, Draco y Scorpius; pero su estómago estaba lleno y sus ojos picaban por el sueño. Mañana averiguarían exactamente cuántos Weasley cabían en su pequeña cabaña.

Por ahora, no tenía nada que hacer más que encender un fuego bajo, meterse en su cálido nido de mantas y mirar las estrellas.

Cuando se despertó la mañana de Navidad, con el amanecer casi a su alcance, descubrió que un invitado ya había llegado. Estaba sentada en la ventana de arriba, alborotando sus viejas, pero familiares, plumas, picoteando el cristal e inclinando la cabeza.

–¿Hedwig...?

Fin.

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Nota final del autor:

La casa está basada en su totalidad en la que tenía mi vecino cuando era pequeño. (De hecho, volví a casa en octubre y tomé la foto para esta historia, ya que mis únicas otras fotos tienen al menos diez años). Mi vecino es muy extravagante y usó una grúa para colocar esta cabaña (que él construyó) encima de un viejo silo como casa de juegos para su nieta. ¡Ha crecido ahora, pero solíamos saludarla desde su porche! Nunca he estado adentro, pero no quiero hacerlo. ¡Imaginar el interior es mucho más divertido!