Comentario:
By statistics of , I noticed people from english with first language in their countries has visited the fic. If you liked this series and want to comment you are very welcome to do it in your language. I would be glad to read your impressions. However I'm tented to translate my fics to english, I don't feel good in do it, because my level is not enough high for this.
Aviso:
Este capítulo tiene una escena de sexo. No podría considerarla lemon porque para mí el lemon es una descripción explicita de la escena, mientras que yo considero que no he hecho eso. De todas formas, como podéis ver, he cambiado la categoría del fic y es vuestra decisión seguir hacía delante o dejarlo aquí.
El Festival de las Mil Luces
Pasé muchos años yendo de un lado a otro del universo, investigando cómo funcionaba mientras esperaba a que Terra cumpliese la edad necesaria para ser mi nuevo cuerpo. Eraqus me mataría con sus propias manos si se enterase de mis propósitos. Ya me había perdonado por lo que le hice a Ventus, pero manipular a Terra rompería totalmente su confianza hacía mí.
Me daba lástima, pues en otras circunstancias, Terra hubiese sido nuestro hijo adoptivo.
Pero todo aquello quedó atrás. La vida en Scala ad caelum se terminó en el mismo momento que Oscuridad mató a nuestros compañeros. Nuestra relación cayó en picado cuando acusé, después de mi Marca de Maestría, al Maestro Odín de tener el corazón manchado de sangre y al haber sido él quién orquestó la muerte de nuestros compañeros. Él, lejos de defenderse, lo admitió con voz compungida y me miró, con verdadero miedo, cuando invoqué la Innómita y lo apunté con ella.
- Entonces usted debe de acompañarles – fueron mis palabras.
- ¡Xehanort! – gritó Eraqus.
- Así sea – dijo el Maestro Odín alzando la mano izquierda e invocando un gran haz de oscuridad que nos separó a los dos del resto de Scala ad caelum.
Fueron sus últimas palabras antes de lanzarnos al combate que lo dejaría moribundo en el salón de actos de Scala ad caelum. Me marcharía sin despedirme de Eraqus, demasiado afectado por lo que acababa de hacer, y en ese instante, perdería la capacidad de invocar mi arma. Sería el castigo por la primera muerte que ocasioné, pues todavía era demasiado joven e inexperto para controlar la oscuridad que implicaba matar a una persona tan cercana a mí.
Supe que aquello fue el punto y final de mi relación con Eraqus. Pero era necesario. Ese hombre iba a terminar con muchas más vidas y no podía quedarme de brazos cruzados.
Durante mis viajes, pensaba en ese combate. ¿Terminar con la vida del Maestro Odín trasladaría su oscuridad a mi corazón? ¿Era ese el motivo por el cuál arrebaté la Atisbadora tan rápido a Eraqus años después? ¿Por eso destruí sin miramientos a Scala ad caelum?
Yo era más fuerte que la oscuridad. No la temía. Mis decisiones eran premeditadas, pensadas y estudiadas. Sabía exactamente qué paso debía de dar para invocar el Kingdom Hearts y ahora, sólo debía de hacer gala de mi paciencia.
Terra era demasiado joven aun. Debía de esperar a su veinte aniversario.
Pero el aniversario de aquel niño coincidía con una fecha especial que debilitaría todas mis posibilidades de realizar con éxito el plan. Un recuerdo, lleno de luz, que haría retroceder a cualquier oscuridad. Me recluí, pues era doloroso, incluso en mi estado, recordar aquellos tiempos felices dónde era un ser humano común.
Scala ad caelum en verano mostraba todo su explendor. Era una ciudad húmeda aunque no tanto como podían serlo las Islas del Destino. Sus edificios blancos eran testigos de cómo el calor alegraba la actitud de la gente y los convertían en seres más sociables. El bullicio en el mercado era constante a casi todas las horas, así como en el paseo del muelle o bien en la plaza central. Y ese día, el gentío era mayor, pues se celebraba el Festival de las Mil Luces.
Era una festividad tan importante que ese día no teníamos clase y decidimos ir de picnic a uno de los jardines del paseo. Urd preparó unas deliciosas tartas mientras que Hermod se ocupó de traer tortillas, pizza y patatas fritas. El resto nos ocupamos de los elementos necesarios para completar la mesa.
- ¿Estáis nerviosos? – preguntó Hermod una vez que estábamos sentados en circulo con la comida y las bebidas en medio.
- ¿Por ver si envenenas a Xehanort para que no te supere? – preguntó Eraqus con sonrisa maliciosa sirviéndose un pedazo de tortilla de patatas.
- Oh, eso sería poco elegante – rió Hermod y me guiñó un ojo -. Quizás es la forma más apropiada de actuar de Bragi.
- ¡Eh! – gritó el aludido -. Jamás lo envenenaría: a ver quién me chivaría las respuestas de los exámenes.
- Si nunca te las digo – respondí con las mejillas rojas, pues seguramente Bragi las escuchara de cuando se las decía a Eraqus.
- A Eraqus sí se las dices – se quejó Bragi revolviéndose el cabello -. Aunque… Desde que os besáis, ahora lo entiendo – y me dio un codazo -. Debe de besar bien si luego le das las respuestas.
- Cállate, idiota – reprendió Urd pegándole una merecida colleja.
Tuve que servirme un poco de comida para no quedarme más rojo por los comentarios de nuestros amigos. Sí, a Eraqus eso se le daba bien. Pero no iba a decírselo a Bragi.
- Pues, yo quería saber por qué deberíamos de estar nerviosos – intervino Vor con dulzura y se sirvió un pedazo de pizza -. ¿Es por la fiesta de hoy?
- ¡Bingo! – exclamó Hermod -. Hoy será un día especial.
- Vamos, Hermod. Todos los años se hace lo mismo – intervino Baldr con las manos en la cabeza, apoyadas como lo solía hacer Eraqus cuando mostraba despreocupación -. Se sueltan farolillos en el océano en memoria de los Dientes de León. ¿Cuál es la novedad?
- Oh, vamos, ¿No te mueres de ganas en saber qué discurso preparará nuestro amigo? – preguntó Hermod rodeando los hombros de Eraqus.
Eraqus enrojeció de inmediato, pues odiaba con toda su alma ese día. No le gustaba decir que tenía sangre azul y de hecho, su comportamiento bromista y a veces, descuidado, era debido por esconder esa característica suya.
- ¡No se lo recuerdes! – exclamó Vor tapándose la boca -. No le gusta.
No me quedó más remedio que sonreír ante la sinceridad de la niña.
- ¡Hablemos de qué farolillos os habéis comprado! – pidió de inmediato al ver que Hermod abría la boca, seguramente para reñir a Eraqus y recordarle que descender de los Dientes de León era un gran honor y que debía de dar ejemplo -. El mío tiene una gran flor amarilla y unas abejas.
- ¿Abejas, Vor? – pregunté siguiéndole el hilo.
- ¡Claro! – exclamó -. Las flores tienen abejas porque las abejas las cuidan. Vosotros sois las flores que cuido, o bien, yo soy la flor que vosotros cuidáis.
Qué dulce podía llegar a ser. Le sonreí y le revolví el cabello agradecido.
- Vor eso es muy bonito – comentó Urd con una tierna sonrisa -. El mío tiene varios copos de hielo porque es el hechizo que mejor se me da. La verdad, es que no tiene nada que hacer contra el tuyo – añadió imitándome.
La sonrisa de Vor se ensanchó todavía más cuando el resto la halábamos. Incluso Eraqus sonrió y se destensó.
- Venga, ¿Quién más? – preguntó la niña mirándonos al resto.
- El mío tiene varios escudos: tengo la misma originalidad que Urd – dijo Bragi en tono vacilón y Urd volvió a darle una colleja - ¡Auch! Eso duele.
Urd le sacó la lengua y el resto reímos. A veces, pensaba que Urd y Bragi también se besarían tarde o temprano. La conversación siguió y Hermod contó que el suyo tenía varios libros y plumas mientras que la de Baldr tenía motivos invernales.
- El mío ya sabéis que no se puede personalizar – dijo Eraqus a desgana -. La Salva del Maestro tiene que salir ahí.
- Oh, vamos. No es tan malo: así no gastas platines cada año – intentó animar Bragi dándole una palmada en el hombro.
Esa era mi sorpresa para este año. Ya que Eraqus no podía personalizarlo: lo haría yo por él. Lo que todavía no lo tenía listo y tampoco quería desvelarlo. Así que cuando el grupo me miró respondí con un enigmático:
- Es secreto.
- ¡Vamos, Xehanort! – exclamó Bragi -. Te haces el interesante. Venga, si es una tontería. Seguro que ni reparas en ello y te has comprado el primero que has visto en el mercado.
- Poco me conoces – dije encogiéndome de hombros -. Simplemente, todavía no está listo.
- ¿Has encargado uno? – preguntó Eraqus totalmente extrañado -. Es impropio de ti. Bragi sí te conoce.
- Eso es lo que tu harías si no tuvieras el diseño preestablecido – le vacilé.
Eraqus hizo un mohín y su cara me pareció tan graciosa que reí todavía más. El resto me apoyó, pues seguramente si Eraqus no descendiera de Brain, probablemente hasta se olvidaría en qué día caía el Festival.
Por suerte, olvidaron el tema rápido y hablamos de otras cosas hasta que terminamos la comida. Terminamos, y Eraqus, se tuvo que ausentar, pues el Maestro Odín le pidió que se presentara con su familia en el castillo para preparar el gran evento. Hermod, Urd, Bragi y Baldr decidieron ir a sus respectivas casas a buscar sus farolillos y a guardar sitio en el muelle.
Y entonces, Vor me miró con cara de pilla y una sonrisa de oreja a oreja.
- A mi no me engañas, Xehanort: le harás una sorpresa a Eraqus.
Pegué un bote y la miré de reojo, totalmente rojo, e incapaz de responder. Vor me agarró de la mano, como si fuera mi hermana pequeña y asintió, feliz, de haber adivinado mi intención.
- Te acompaño – dijo -. Yo también he encargado mi farolillo. Lo podemos recoger juntos.
- Vor… - murmuré - ¿Tus padres no te esperan?
- Oh, no te preocupes – dijo con voz cantarina, agarrándome más fuerte del brazo y conduciéndome hacía el interior de la ciudad.
Vor era más pequeña que nosotros: contaba con sólo diez años mientras que el resto ya habíamos cumplido dieciséis. Pero era tan inteligente y madura para su edad que era una más en el grupo. Sus padres eran unos distinguidos académicos que se sentían orgullosos porque su hija era la portadora de la Llave Espada más joven de Scala ad caelum, entrando en la misma clase que chicos más mayores que ella. Y supongo que era ese motivo por el cual podía campar a sus anchas con cualquiera de nosotros por la ciudad.
Fuimos hasta el puesto del carpintero quién tenía una enorme cola de chicas interesadas en los frutos paupú de madera. Gracias a Eraqus y su romanticismo, el carpintero se estaba bañando en platines.
- ¡Si es Xehanort: mi cliente favorito! – exclamó al verme -. Y vienes acompañado. ¡Hola Vor!
- Hola, señor – saludó la niña con el mismo entusiasmo que el carpintero -. ¿Nos puede dar el farolillo de Xehanort y el mío?
- Claro, claro.
No tardó en regresar al punto de cobro con los dos farolillos: uno con motivos de abejas y flores y el otro con dos piezas de ajedrez, una negra y una blanca. Dentro de la tela dónde estaba la luz, a pesar de ser todavía de día, podían verse las letras "X" y "E" brillar.
Una vez pagamos, nos reunimos con el resto de compañeros y allí descubrieron mi sorpresa a Eraqus.
- Eres un romántico aunque te hagas el duro – resopló Bragi observando el farolillo.
- Cállate – gruñí.
Escogimos un sitio en el muelle que se viera bien el acto de inauguración y pronto se llenó de personas con sus respectivos farolillos. El ambiente que se respiraba era de respeto y solemnidad por lo que la tradición significaba.
A pocas horas de ponerse el sol, el Maestro Odín junto a un nuevo Maestro, un distinguido hechicero proveniente de un mundo lejano, el Maestro Yen Sid, acompañaron a un nervioso Eraqus hasta el centro. Él miraba hacía todas partes y sabía que se sentía fuera de lugar, siendo el punto de atención de todas las miradas de la ciudad. Le hice una señal de ánimos y me gustó saber que vi su mirada clavada en mi y en el resto de amigos cuando empezó a hablar.
He de admitir que Eraqus cuando se preparaba a consciencia las cosas, aun haciéndolo a disgusto, mostraba una inteligencia y sabiduría impropia para su edad y carácter. Si no fuera tan descuidado, superaría las notas de Urd y Hermod en pocas semanas. Su discurso fue aplaudido por todos los Maestros que observaban en primeras filas y por el resto y a continuación, Eraqus dio el pistoletazo de salida y las personas se arremolinaron para lanzar sus farolillos.
Acompañé al grupo para que lo hiciera, guardando el mío para después. Fue emotivo cuando Vor soltó el suyo y el resto la aplaudió y la animó, sonrojando a la niña. Finalmente, fuimos a un puesto de comida del mercado para esperar a que los Maestros dieran permiso a Eraqus para retirarse.
Eraqus se unió con nosotros sobre medianoche.
- ¿Qué haces que todavía no lo has lanzado? – preguntó alzando una ceja y apoyando sus manos detrás de la cabeza, en un gesto entre relajado y divertido, quizás incluso aliviado por haber abandonado pronto la tarima dónde el Maestro Odín y otras importantes entidades de la ciudad charlaban tranquilamente acerca temas inaccesibles para el resto.
- Esperarte – respondí con una sonrisa.
- No me necesitabas para esto, ¿no?
Incluso teniéndolo delante de sus narices, con nuestros amigos totalmente callados, incluso Bragi, observado la escena, Eraqus era incapaz de ver el motivo por el cual había esperado pacientemente a lanzar mi farolillo.
- Son representaciones del corazón, ¿verdad? – pregunté dándoselo -. Pues aquí tienes el nuestro. Debía de esperarte, Eraqus.
- Xeha… - y se calló, totalmente sorprendido, al ver que el farolillo tenía nuestras dos piezas de ajedrez, cruzadas una con la otra -. Es… ¿Por qué lo has hecho? No hacía falta – murmuró sin apartar la vista de la luz rojiza que emitía el objeto -. Es bonito pero… ¿Sabías que es de cada uno, verdad? – preguntó como si estuviera haciendo una cuestión estúpida.
- Claro: recuerda que ya asistí el año pasado – asentí encogiéndome de hombros.
- Has dicho nuestro – repitió extrañado.
- Sí.
Urd fue la primera en estirar del brazo del resto para intentar abandonar la escena. Pero el resto estaba absorto con la conversación. No me importaba declararme delante de ellos: podían escucharlo.
- Dices que no te gusta el que debes de lanzar por obligatoriedad. Y decís que la misma persona no puede lanzar el mismo – expliqué con voz pausada -. Bien, pues este lo lanzaré yo: pero mi corazón es tuyo y por lo tanto, este también te representa a ti, Eraqus. Debemos de hacerlo juntos.
Vor lanzó un grito de entusiasmo mientras que Bragi silbó y Baldr y Hermod abrieron los ojos totalmente sorprendidos, como si hubieran apostado a que no sería capaz de decirlo delante de todos ellos. Urd se limitó a sonreír y fue la única que habló de todos ellos, a la vez que a Eraqus se le escaparon unas lágrimas y una sonrisa más grande.
- Ahora sí os debemos de dejar solos – dijo la chica tirando de las mangas del resto.
- Yo quiero verlos – se quejó Vor.
- Eres demasiado pequeña para las escenas que se darán a continuación – avisó Bragi con voz grave.
- ¡Si los he visto besarse muchas veces! – bufó, pegando un saltito.
- Es hora de dormir, Vor – aseguró Baldr llevándosela en brazos.
- ¡JO! – exclamó mirándome de forma suplicante.
Pero yo sólo tenía ojos para Eraqus y la verdad es que ahora sí deseaba que se marcharan.
- Vayamos a lanzarlo – me pidió en un susurro, con voz emocionada.
Lo tomé de la mano y fuimos hasta el muelle, dónde pocas personas, mayormente aquellas que no pudieron estar en el acto de inauguración del Festival, lanzaban su farolillo. Encontramos un lugar ajeno a las miradas. El mar brillaba con los miles de corazones, y allí, iría el nuestro a iluminar a los Dientes de León el camino a la luz.
Lo soltamos juntos al mar, observando como se alejaba por la corriente siguiendo al resto.
- Ya está – dije.
Los ojos de Eraqus brillaban con el color del fuego debido al reflejo de las miles de luces que iluminaban Scala ad caelum. Su cara era feliz y relajada, y no tensa como cuando tuvo que lanzar el suyo, horas atrás, bajo la tensión y la expectación de iniciar la fiesta, hacían que sintiera que había valido la pena.
- Tiene que estar fría el agua – me comentó.
- ¿Qué quieres decir con eso?
En su cara se dibujó una sonrisa traviesa y de repente, me empujó al agua.
Sí, estaba fría.
- ¡Eraqus! – grité.
No supe si con enfado o con alegría al ver que volvió el chico bromista. Eraqus soltó una carcajada y eso hizo que las personas que habían alrededor me miraran con curiosidad.
- Oh… - musité y le agarré del tobillo -. Te vienes conmigo.
Y tiré de su pierna. Eraqus cayó en plancha y al sacar la cabeza, como si de una sirena se tratara, me escupió en la cara el agua que tragó. Lo imité, sintiéndome infantil por ello, pero contento de estar así.
- Esos chicos están borrachos – escuché de fondo.
- Hay que llamar a alguien – dijo otra voz.
Eraqus se hundió, dejando sólo los ojos a la vista y escuché ruido de más gente comentando lo que hacíamos.
- Estamos llamando la atención – dijo Eraqus con voz juguetona y nadó mar adentro, hacía dónde se dirigían los farolillos.
- Si nos alejamos la llamaremos más – le avisé.
Pero Eraqus nadó hacía adentro, haciéndome caso omiso, y no me quedó más remedio que seguirlo. El agua era cada vez más fría y parecía como si miles de agujas se clavaran en mi piel. La ropa pesaba, igual que las botas altas, y me pregunté cómo era posible que Eraqus no notase nada de eso y dijera de dar media vuelta. Quizás, su sangre de Diente de León le estaba diciendo que debía de ir con los farolillos.
Al rato, Eraqus se quejó del frío, y yo ya estaba que casi me iba a dar una pulmonía. No sé cómo fuimos capaces de invocar nuestras respectivas Llaves Espada y salir despedidos hacía el castillo con el Tiro Certero. Pero cuando llegamos a mi dormitorio, estábamos tiritando y empapados.
- No debiste de tirarme al mar – me acusó Eraqus con tono bromista.
- ¡Empezaste tú! – exclamé haciéndome el ofendido tirando la túnica a la silla del escritorio -. Estoy muerto de frío.
Eraqus abrió los ojos de par en par, se tapó la boca y soltó una risa ahogada.
- Estás reconociendo una debilidad – apuntó.
- Hasta dónde yo sé soy un ser humano – me quejé quitándome las tiras en cruz y los pantalones -. Me voy a bañar y a entrar en calor. Tú verás si quieres seguir con frío.
- ¿Eso es una invitación? – me preguntó con una timidez que nunca vi en él.
- ¿A qué?
Se hizo un silencio extraño hasta que él continuó:
- Oh, Xehanort.
- ¿Qué?
Lo miré extrañado. No entendía que quería y Eraqus rió por lo bajo, como solía hacer cuando demostraba mi inaptitud para ciertas situaciones sociales.
- Si quieres que me bañe contigo – respondió, tieso como un suricato y rojo como un tomate, pero con la voz clara.
- Ah – musité.
No lo había pensado pero algo dentro de mi sí había pensado que sería agradable tenerlo al lado, piel con piel, y no sólo en la ducha. Enrojecí y entré al cuarto de baño, haciéndole una señal para que me siguiera.
- Deja que te quite la ropa – me pidió alegremente.
- Eraqus… - susurré -. Eres un empalagoso.
- Si eso es ser empalagoso no has escuchado a Bragi.
- ¿A Bragi?
- Sí, a Bragi.
Eraqus me quitó la camiseta y tocó mis músculos con curiosidad y con un brillo en la mirada inusual. Su tacto era agradable a pesar que su piel estaba igual de fría que la mía y pedía urgentemente agua caliente.
- No quiero hablar de Bragi mientras hago esto.
Sus labios me masajearon el cuello, dándome un escalofrío agradable. Suspiré y alcé la cabeza, dándole mejor acceso a las zonas que quería llegar. En ese momento sentí en mi entrepierna una fuerza que había sentido otras veces, cuando lo besaba o en algún entrenamiento nos tocaba estar demasiado cerca uno del otro. Era primitiva, una necesidad fisiológica que empezaba a ser urgente a esas edades, y Eraqus… Nadie sabía en la faz del universo lo bien que se le daba besar.
- He cambiado de opinión – me comentó al rato, tomándome de la mano -. Existe otro método para entrar en calor.
- ¿Cuál? – pregunté para seguirle el juego, pues aquí sí entendí qué quería.
Me guiñó un ojo y me dejé llevar a la cama. Antes de tumbarse, se quitó la ropa de arriba, y cuando lo hizo, encima de mí, sentí que su piel era maravillosa. Era una forma de entrar en calor distinta y agradable para los sentidos. Eraqus llevó la iniciativa, contrariamente a lo que pasaba cuando estábamos en el campo de batalla. En este, él era mucho más listo que yo y dejé que su intuición trabajara.
Debo de admitir que cuando me desnudó completamente sentí unos nervios hasta ahora desconocidos. Aunque en su rostro percibí que no era el único que los sentía, a pesar de que él los disimulaba mejor. Pronto, Eraqus me guió para desnudarlo a él y ambos exploramos la anatomía del otro, dándonos placer mutuamente tanto con las manos como con la boca. Era una sensación agradable, que daba un cosquilleo en el estómago y ganas de que jamás se terminase. El tiempo se había detenido para ambos y ya en nuestro pensamiento sólo estaba el otro. Al verme inseguro, Eraqus me guió en todo momento, y aprendí a hacerle el amor, con la torpeza y la inseguridad de la primera vez, pero transmitiéndole todo el cariño y admiración que sentía por él.
Lo amaba.
Nos tumbamos, uno entrelazado al otro, sudorosos y recuperando el aliento. No podía apartarle la mirada de la suya. No podía dejar de acariciarle la frente, de juguetear con su cabello ondulado y de sonreír. Hasta entonces, no había experimentado una sensación tan llena de luz como era compartir un momento tan íntimo con Eraqus. Él estaba exultante, con una gran sonrisa, y devolviéndome el gesto apartándome el flequillo de la cara.
- ¿Y qué dice Bragi? – pregunté al rato, pues me gustaba escuchar al Eraqus cotilla.
- ¿Enserio tenemos que hablarahorade Bragi? – rió y asentí con seguridad, provocando que aumentara la intensidad de su carcajada -. Me he enterado que llama a Urd en privado "cosita".
- ¿Cosita? – pregunté alzando una ceja.
- Te lo juro.
- Urd le daría una buena colleja – aposté todavía recuperando el aliento.
- Al parecer, le da otra cosa – dijo con una sonrisa pícara.
Lo miré sin entender.
- ¡Xehanort! – exclamó -. ¿En serio te lo tengo que explicar?
- ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? – le pregunté totalmente en serio.
- Déjalo – me respondió divertido y hundiendo la cara contra mi hombro.
Le hice caso: preferí disfrutar del momento en silencio. Eraqus se durmió al poco rato y yo me quedé despierto, observando a través de las cortinas la luz de las estrellas de Scala ad caelum. Me pregunté qué tenía el destino reservado para nosotros dos y pensé que debía de llevar a Eraqus a las Islas del Destino antes de que éste nos separara.
Lo que no sabía es que dentro de dos días, los portadores de la Llave Espada de la clase superior partirían en una peligrosa misión que les daría la Marca de Maestría en caso de superarla. Dentro de una semana, el Maestro Odín nos pediría partir en grupos de tres a buscarlos. Al cabo de un tiempo, nuestros compañeros fallecerían a causa de un fatal enfrentamiento contra Oscuridad, dejándonos huérfanos de nuestros amigos en una triste Scala ad caelum por perder a doce de sus jóvenes portadores y futuros Maestros de la Llave Espada.
El siguiente año que lanzamos el farolillo conjunto, fue una celebración triste pues éramos incapaces de asumir que nuestros amigos no iluminarían el camino a los Dientes de León junto al resto de habitantes de Scala ad caelum.
Las lágrimas cayeron por mis mejillas, pues mis acciones por recuperar un día cómo aquel me llevaron a ser un ser despreciable y sin escrúpulos, capaz las vidas de personas inocentes con las mismas historias que yo había vivido.
Qué egoísta era.
Pero no podía parar. Todo estaba escrito.
