Abbacchio despertó por culpa del ruido de un golpe sordo, acompañado por el tintineo de cristales rotos. En un inicio, no reconoció dónde estaba, pero su mente se llenó rápidamente de flashbacks de la noche anterior. Lo primero que hizo al abrir los ojos fue buscar a Giorno, ya que obviamente no se encontraba descansando junto a él. No tardó en localizarla a unos metros de él, así como a la fuente del ruido que lo había despertado: La rubia se encontraba en cuclillas, completamente vestida y con el cabello peinado en una trenza mucho menos elaborada que la habitual, examinando los pedazos de una repisa rota.

Al verla vestida, cayó en cuenta de que el mismo se encontraba completamente desnudo, pero a pesar de eso, no sentía frío. Su cuerpo se encontraba cubierto por el abrigo que se había salvado del chapuzón de la tarde anterior y la cortina que su jefa había arrancado, a demás de que el fuego se encontraba crepitando como si las llamas acabaran de ser alimentadas. Seguramente, todo era obra de Giovanna. ¿Hacía todo eso solo porque habían tenido sexo? No, posiblemente no. Ella siempre tenía esa clase de gestos amables pero sutiles hacia toda la pandilla, incluyéndolo: una taza de té o café en el escritorio, limpiar la agenda cuando alguien parecía exhausto o estresado, guardarle el desayuno a quien se quedara en cama hasta tarde, ser especialmente despiadada con aquellos que intentaban dañarlos... Y ahora que lo pensaba, eso se sumaba a la lista de cosas que jamás le había agradecido.

Notó que a un lado se encontraba su ropa, relativamente seca, boxers incluídos, a demás de una manzana (que seguramente había creado con Gold Experience). Comenzó a vestirse rápidamente: Ver a Giorno dando vueltas por el lugar le hizo recordar la verdadera razón por la que estaban ahí. Diavolo.

- Lamento haberte despertado. - La voz de Giovanna era demasiado neutral para adivinar si realmente lamentaba una mierda o no. Ni siquiera desvió su mirada de los pedazos de porcelana que tenía en su mano. Por supuesto que, desconociendo que hacía eso para darle un poco de privacidad mientras se vestía, Leone interpretó el gesto como arrogancia.

- Debiste hacerlo. No nos podemos dar el lujo de que arruines la evidencia con tus estupideces.

- La repisa se cayó en cuanto la toqué. La madera estaba podrida. - Respondió, sin alterarse en lo más mínimo por el insulto de su subordinado. Ni siquiera Fugo, en medio de sus arranques de ira, le faltaba al respecto de esa forma. - Lo único que había encima era una figura de porcelana.

Sin molestarse en ponerse la camisa, Leone se acercó a arrebatar los pedazos de porcelana de las manos de la rubia. Tras analizarlos por varios minutos, tuvo que admitir que no había ninguna pista oculta en la figurilla.

- Ya registré el lugar y no encontré nada útil, pero supongo que querrás comprobarlo.

Efectivamente, el ex-policía no confiaba en las habilidades de investigación de la chica, así que se dispuso a registrar cada rincón del apartamento mientras comía la manzana (por la que tampoco agradeció). Sabiendo que el hombre se tomaría su tiempo, Giorno tomó uno de los tantos libros que habían en la cabaña. Leyó por horas, incluso tuvo tiempo de terminar la novela que había elegido (Melmoth el Errabundo) y estaba en el proceso de seleccionar otra (y tal vez, llevarse algunos libros "prestados"), cuando Leone le informó lo que ya sabía: No había ninguna pista sobre Diávolo en esa casa, a menos no de las que pudieran encontrarse con métodos convencionales.

No cuestionó el por qué no usaron a Moody Blues desde el inicio, pues sabía que buscaba evitar perder información importante al confiarse demasiado de su stand: Una vez, Bruno le había dicho que cuando aún estaba en el cuerpo policíaco, Abbacchio aspiraba a convertirse en detective y que realmente tenía potencial. Giorno pensaba que de haber cumplido su sueño, Leone sería uno de los mejores detectives de Italia, con o sin stand: era increíblemente intuitivo y siempre prestaba atención a detalles que pasaban desapercibidos para la persona promedio. Aún si no había encontrado nada sobre el antiguo Jefe de Passione, seguramente había reunido información sobre Montanori que podría serles útil en el futuro.

- Nada. - Gruñó el peliblanco, de mala gana. Todo lo que habían eran libros, decoraciones, velas, un viejo álbum lleno de fotos de una pálida niña con indomables rizos oscuros y una mujer bastante parecida, y un diario cuya última entrada era de hace siete años. Giorno convirtió el álbum, el diario y algunos libros que le habían llamado la atención en flores de enredaderas y las atoró en su cabello. Aunque no lo demostrara, los extraños métodos de su jefa para transportar objetivos siempre lo tomaban por sorpresa.

- Moody Blues. - El humanoide púrpura no tardó en materializarse frente a la puerta. Leone le ordenó reproducir a la última persona que hubiera estado sobre ese punto, sin contar a Giorno o él mismo El stand tardó varios segundos rebobinando antes de adquirir la forma de una chica de aproximadamente 1.60, de complexión delgada, pálida, con largos rizos de un azul profundo, pecas, enormes ojos de iris violetas enmarcados por tupidas pestañas negras, labios pintados de negro. La reproducción tenía una mano sobre el picaporte y la otra aferrada al colgante de su gargantilla. Por su postura se podía deducir que llevava alguna mochila o maleta sobre su hombro. Según el temporizador en su frente, la escena había tenido lugar hace veintiséis días, diecinueve horas, treinta y cinco minutos y cuatro segundos.

Abbacchio hizo retroceder la imagen unos minutos. Ahora, la chica se encontraba frente al armario. Con otra orden silenciosa, Moody Blues comenzó a reproducir la escena.

El doble de Lila comenzó a moverse como si recogiera cosas del vacío armario y las metiera en alguna maleta de forma metódica. Luego, permaneció unos minutos contemplando la habitación con aire pensativo, antes de dirigirse al librero, hacer el gesto de tomar un libro, posteriormente dirigirse hacia la repisa por otro par de objetos (al parecer bastante pequeños) y meter todo en la maleta invisible.

- Creo que es todo. - Esas palabras podían haber sido dichas para alguien más tanto como para ella misma, aunque por su lenguaje corporal mientras empacaba (su forma de moverse, la falta de contacto visual hacia algún posible compañero) era de suponer que se encontraba sola.

Por un momento, la joven pareció perdida, pero al instante, su expresión cambiaba por una... ¿Cohibida? Sus mejillas se habían sonrojado y le asentía a alguien. Al parecer, no estaba sola. Al menos, ya no. Después de unos segundos, pareció tranquilizarse, y con movimientos firmes tomó una mochila invisible (al parecer, una pesada, por la forma en que se marcó la correa en su brazo) y se dirigió a la puerta, volviendo a la postura en la que la habían visto al inicio.

Moody Blues (aún con la apariencia de la joven de rizos azules) abrió la puerta, y se quedó de pie casi un minuto completo, contemplando el paisaje.

- Sí, lo estoy. - Soltó de pronto, sin desviar la mirada del paisaje. - ¿Sí? - Esta vez volteó hacia donde estaban Giorno y Abbacchio. Fuera lo que fuera que hubiera escuchado como respuesta, esto pareció tomarla por sorpresa. - ¿Perdón? - Dijo, con un hilo de voz. Y unos segundos después, en un susurro que pudo haberse perdido con el viento invernal, soltó un nombre, uno que les heló la sangre a ambos espectadores.

Diavolo.

- Reprodúcelo otra vez. - Ordeno Giorno con ese tono de voz que únicamente utilizaba cuando luchaba a muerte, ignorando su propia filosofía sobre lo inútil que es repetir las cosas. Abbacchio obedeció.

- Diavolo. - Volvió a susurrar Moody.

Dejaron seguir la reproducción, pero la chica no volvió a hablar. Se limitó a caminar en silencio, rodeando el lago, hasta llegar a un punto cercano a donde ellos mismos tenían estacionado el auto. Después de eso, la reproducción finalizó, indicando que seguramente la mujer había abordado algún vehículo.

Estuvieron cerca de siete horas en la cabaña, tratando de obtener cualquier información extra, pero la reproducción de la mujer (quien seguramente era esa tal Lila Montanari) no les reveló nada. Lila apenas había pasado tiempo en la cabaña durante los últimos dos meses, y aunque parecía no estar sola, no decía la gran cosa. Antes de eso, parecía actuar de forma normal dentro de los estándares de un ermitaño. Por otro lado, buscaron cualquier otra presencia en el lugar, iniciando por los puntos donde suponían que el interlocutor de la chica debía de haber estado. No encontraron a nadie más.

- No vamos a sacar nada más de aquí. - Las palabras de Giorno eran un reflejo de los pensamientos de Abbacchio. Ambos estaban hambrientos, deshidratados, con frío y exhaustos a nivel emocional. A demás de que Leone tenía un dolor de cabeza homicida.

Volvieron al auto, esta vez rodeando el lago. Giorno tomó el asiento de conductor nuevamente. Antes de arrancar, tomó una botella de agua del asiento trasero y unas pastillas de la guantera.

- Ten, para tu cabeza.

Por supuesto, Giorno se había dado cuenta del malestar de su subordinado por la forma en que apretaba los ojos, evadía la luz y llevaba sus dedos ocasionalmente a sus sienes: Lo conocía demasiado bien.

Tal vez era porque el dolor y el estrés lo habían hecho bajar la guardia, pero Abbacchio agradeció el gesto.

Giorno terminó el contenido de una botella. Le pareció extraño que bebiera de la misma fuente que él, considerando que debían de te er por lo menos otras diez botellas llenas, aunque después de la noche anterior, era una estupidez fijarse en algo así.

Leone cerró los ojos, perdiéndose en un punto entre la consciencia y el sueño durante el trayecto de regreso a Cadoneghe. Ahí, hicieron una pequeña parada en una cafetería, donde ordenaron un par de expressos y lo primero que vieron en el menú: de todas formas, no le hallaron sabor a la comida.

Luego, volvieron a la carretera. En algún punto, cuando estaba demasiado oscuro, vieron las luces neón de un motel de mala muerte.

- Detente aquí. - Ordenó Abbacchio.

- Puedo seguir.

- No, no puedes. Y no podemos darnos el lujo de que te mates justo ahora.

De mala gana, Giorno se estacionó. En realidad, estaba exhausta, pero no creía ser capaz de dormir.

- Buenas noches. - Saludó el recepcionista, mientras desvestía a Giorno con los ojos.

- Deme una habitación con dos camas. - La rubia fue directo al grano. No estaba de humor para idioteces.

El empleado soltó una carcajada.

- No tenemos habitaciones con camas individuales.

- Está bien. Solo deme una habitación. Voy a pagar por adelantado.

Abbacchio (a quien el recepcionista ni siquiera había notado, demasiado encandilado por la rubia) prácticamente le arrebató la llave de la mano, mientras estampaba un billete de una denominación mucho más alta que el precio de la habitación. No esperaron el cambio.

- ¿Por qué pediste solo una habitación?

- Porque a partir de ahora no debemos separarnos. - El ex-policía entendió la implicación del "debemos": No se refería a ellos dos, sino al grupo en general.

Intentaeon dormir por un par de horas, pero el poco sueño que consigueron estuvo muy lejos de ser reparador. En algún punto, Leone dejó de intentar volver a dormir.

- ¿Nos vamos? - Preguntó Giorno, harta de no hacer nada. En lugar de responder, Abbacchio se calzó sus botas y se dirigió a la puerta.

Al rededor de las ocho de la mañana, aún les faltaba aproximadamente media hora de camino para llegar Nápoles. Giorno decidió hacer una última parada en una tienda de autoservicio para comprar un par de esos sandwiches empaquetados y café. Estaba segura de que llegando a casa no tendrían tiempo para desayunar.

Abbacchio se quedó en el carro. Giorno entró a la tienda, tomó lo que quería llevar y pagó rápidamente: era la única clienta. Con los cafés en una mano y los sandwiches en otra, salió de la tienda.

No pudo evitar notar que un camión monstruoso se salía del carril a unos ochenta metros. Iba endemoniadamente rápido. Después de unos segundos, notó que se dirigía hacía ella. Invocó a Réquiem para convertir el vehículo en algo inofensivo en cuanto estuviera a su alcance.

Pero pronto, se dio cuenta de que estaba equivocada: El camión no iba hacia ella, sino hacia el auto, dentro del cuál estaba Abbacchio, ajeno al peligro.


No saben cuánto me costó escribir este capítulo. Me tardé días tratando de construirlo (en un episodio futuro les explico por qué).El próximo capítulo también va a ser algo difícil, porque escribir a Gold Experience Réquiem es un puto dolor de cabeza, así que tal vez me tarde un poco en publicarlo. Les advierto que lo voy a nerfear, y un chingo, por el bien de la trama (porque si Araki lo hizo con Jotaro, yo puedo hacerlo con GER).