Capítulo 4: La Estirpe.
Ciudad laberinto, Señora de la Abundancia:
El lugar estaba vacío. Un silencio casi sepulcral reinaba en toda la posada. El lento barrer de una joven de cabellos plateados era el único sonido que dejaba entrever la presencia de algún ser vivo. Ocasionalmente giraba en dirección a una pequeña silla en la esquina más cercana a la ventana principal. Apoyada sobre su espaldar permanecía una vieja guitarra de delgadas cuerdas, esperando de manera fiel al regreso de su dueño. El pensamiento de un castigo injusto se repetía en su mente, acompañado a su vez de la impaciencia y el peso de los segundos.
–No es normal verte de esta forma.
La voz de su compañera y mejor amiga le golpeó, devolviéndole a la realidad. La damisela de alargadas orejas le observada en silencio. No le fue muy difícil comprender lo que Syr estaba pensaba, solo le bastó con tan solo leer su inusual lenguaje corporal para darse cuenta de a donde iba a parar todo.
–Lo sé. –Dejó a un lado su escoba y se acercó a Ryuu forzando una pesada sonrisa. –Es solo qué no puedo evitar preocuparme. Sé que suele meterse en mucho problemas pero… en verdad está ves si es algo serio.
Ryuu asintió en silencio. –Bueno, es algo propio de un aventurero. Encontrará una salida de esto, siempre lo hace.
–Si, también lo creo pero… –Arrugó un poco su semblante. –Solo quisiera que fuere un poco más honesto con nosotros. Lo has visto, es evidente que algo no está bien con él desde hace un tiempo.
–Bueno, han pasado ya dos años desde que llegó aquí. En todo ese tiempo jamás le he visto pedir ningún tipo de ayuda, ni siquiera para las tareas que peor se le daban.
Syr dejó escapar una ligera carcajada. –¿Recuerdas cuando intentó encender la hornalla?
–¿Cómo no recordarlo? Salió corriendo con su cabello envuelto en llamas y gritando "¡TRAIGAN LA MANGUERA!".
–Y luego de eso estuvo más de un mes con sus cejas quemadas.
–Heh… si… –Trató de ocultar un gesto agraciado mirando en otra dirección. –Es un hombre muy extraño. Me pregunto qué ocurrirá en su cabeza.
–¿En su cabeza? –Blanqueó su mirada, recuperando una vez más su expresión preocupada. –Su cabeza es un lio. Hay demasiadas voces gritándole.
Ryuu frunció el ceño al notar aquella expresión. Un gesto extraño, que sugería saber más de lo que estaba diciendo. Aun así, y si fuese de esta manera, ¿Por qué Syr se mordería la lengua? Jamás lo había hecho antes. Luego comenzó a analizar su última frase; "Demasiadas voces gritando. ¿Quién le está gritando?".
–¿Te diste cuenta? –Cuestionó en voz baja. –Si… creo que hablé de más…
Un fuerte golpear en la puerta principal alertó a ambas jóvenes. Lista para lo que fuere, el elfo de cabellos dorados saltó sobre el mostrador y se interpuso entre su amiga y la persona tras el umbral. El picaporte giró con delicadez, y una magullada y sonriente figura se hizo presente frente a ellas. La actitud de ambas cambió de manera repentina, transformándose en un semblante lleno de incredulidad.
Kahn alzó su palma a modo de saludo. –Hola chicas, no van a creer todo lo que pasó hoy.
Las miradas de Syr y Ryuu se cruzaron, y en un momento de extrema coordinación ambas hicieron la misma pregunta.
–¿Qué hace aquí?
Fue en ese instante cuando la tranquilidad fue arrancada por completo de toda la estancia. Un mar de preguntas cayó sobre los hombros del muchacho. Nadie tenía las esperanzas de que él volviese tan pronto, y menos en aquellas condiciones. Un llamado fue realizado por parte de la encargada, la gigantesca Mia Grand. Tanto el golpeado aventurero como la joven de grisácea mirada fueron arrastrados hasta una de las habitaciones. El momento de contar lo ocurrido, así como tratar los moretones del Kahn, se extendió más de lo esperado.
–Pues baya lio en el que estas metido. –Resopló Mia. –Te ganaste el odio de la familia Ganesha en tan solo un día, eso debe ser un récord.
–Quisiera decir que me enorgullece pero-¡AHH!
–Lo siento… –Musitó Syr por lo bajo, desajustando un poco los vendajes de su hombro.
La palma del joven se acercó a las manos de muchacha con inseguridad. Un amague, una mera intención de rozar su piel parecía estar presente dentro de sus deseos, más este fue incapaz de hacerlo. Su mirada cayó al suelo, ocultándose como un niño avergonzado.
–Kahn… ¿Qué ocurre?
Tomó unos instantes, pero finalmente contestó. –Solo pienso en lo que dijo Loki; Sobre que hay personas buscándome y eso. Todo lo que está ocurriendo y lo qué podría significar para mi… –Se detuvo de forma abrupta, dejando salir una serie de balbuceos inentendibles. Quería decirlo, él sabía las palabras indicadas pero por algún motivo no era capaz de efectuarlas de manera correcta. –Ustedes… chicas, señora Mia… –Volvió a alzar la mirada, mirando a ambas con un adolorido brillo en sus ojos. Sus labios se movieron, y su voz dejó escapar un ligera susurro apenado. –Temo qué algo malo les ocurra por mi culpa.
–¿Y por qué seria tu culpa? –Interrogó la ex aventurera. –Tu no causaste nada de esto, ¿verdad?
–¡No! –Negó rotundamente alzando la voz. –Yo jamás querría nada de esto. Es solo qué… hay algo… alguien…
De nuevo, sus palabras se aferraban con fuerza en su interior. Tal vez fue por miedo, inseguridad, o la pura incapacidad de su ser qué esta vez no pudo acabar su oración.
Mia se acercó de manera lenta, tomándole de mentón con sus manos y obligándole a mirarla directamente. Su voz se tornó tranquila pero sin perder en ningún momento su toque de seriedad. Como una madre tranquilizando a su pequeño niño, le gran Mia continuó.
–Deja de actuar como si el mundo girase a tu alrededor. No eres el único qué es buscado buscado en este lugar. Sabemos como lidiar con este tipo de situaciones, no tienes de qué preocuparte.
–No lo entiendes. Es más grave de lo que pueda parecer, no saben lo qué podría ocurrir si ellos se enteran qué…
Syr caminó hasta ponerse frente al muchacho, eclipsando así la imagen de la enorme mujer a sus espaldas. Una expresión seria y decidida, como la que pocos habían logrado ver en su rostro clavó una punzante mirada sobre el aventurero a pocos centímetros de ella.
–Lo entendemos. Tú eres quien debe que no eres el único que se preocupa por los demás. –Tomó su mano y la envolvió entre sus palmas. –Aunque no seas capaz de aceptarlo, tienes que saber que te apreciamos y nos duele verte de esta forma.
–Oh Syr… no me pongas en esta posición, por favor.
–Lo digo en serio. –Insistió con fuerza. –Por favor, ¿podrías ser un poco más abierto con nosotros de vez en cuando? Al menos quiero saber cuándo algo te ocurre.
Kahn apartó sus ojos del rostro de la muchacha. Un ligero destello de emoción fue reflejado a través de una pequeña lagrima que rodó por su pupila.
–Te pareces a mamá cuando hablas así.
Syr sonrió con gentileza. –¿De quién crees que lo aprendí?
–Está bien, puedo intentarlo. –Devolvió el gesto a la par que asentía con la cabeza.
–En ese caso, ¿qué planeas hacer con la oferta de la familia Loki? –Preguntó Mia.
El aventurero pasó a pararse tan pronto como la joven se hizo a un lado. –Primero quiero aclarar dudas. Iré a hablar con mamá, estoy seguro de que ella tendrá un par de cosas que decir.
–¿Quieres que te acompañe? –Inquirió Syr.
Negó con la cabeza. –Podría haber problemas de camino. La familia Ganesha confiscó mis armas y no creo estar en condiciones de conseguir unas nuevas.
–¿Entonces planeas ir solo y desarmado hasta el otro lado de la ciudad?
–Yo no diría "solo". Si las cosas se ponen feas, siempre puedo solucionar las cosas con paz y tranquilidad. –Sonrió a la par que alzaba ambos puños. –Este se llama paz, y este tranquilidad.
Syr frunció el ceño, intentando suprimir un pequeño gesto agraciado ante el horrible chascarrillo que había oído. –Al menos levantaste los ánimos. Pero me temo que no puedo dejarte ir solo.
–¿Entonces?
–Tu déjamelo a mí, sé que hacer.
–Cuesta creer que no sean hermanos cuando hablan de esa forma. –Señaló Mia, regresando a la conversación con una sonrisa complacida.
Syr infló las mejillas en un tierno gesto de molestia. –Somos hermanos.
–No lo somos. –Negó de inmediato.
–¡Mamá dice que sí!
–¡Qué mamá lo diga no lo hace oficial! Y por cierto, se está haciendo de noche. –Cambió de tema al señalar el tenue resplandor de la ventana. –Supongo que es hora de que me vaya.
–¡Ni lo pienses! –Exclamó Mia, erizando los pelos del cuello a los dos hermanos. –La ciudad entera está en alerta, no pienso dejar que te andes metiendo en más problemas.
Kahn observó perplejo a la alta mujer. –Pero, ¿dónde dormiré?
–Tu dormirás en la habitación de Syr y ella dormirá conmigo. ¡Y pobre de ti si encuentro alguna mancha en sus sabanas! –Amenazó con su puño en alto. –¡Te pondré a fregar como si no hubiese un mañana!
Los estruendos que aquella mujer lanzaba eran equiparables a los de una bestia iracunda, y de cierta manera un poco más aterradores; Retozaban a través de las paredes, alertando a las demás empleadas como si quisiese dejar implícita su decisión final.
–¡¿ESTÁ CLARO?!
Poniéndose firme e hinchando el pecho cual soldado, Kahn dejó salir un nervioso –¡SÍ! ¡Mi sargento!
–Bien. –Dejó salir una pequeña sonrisa. –En ese caso iré a ver qué hacen las demás. No me sorprendería que hayan estado parando la oreja.
La puerta del cuarto fua abierta con violencia y el pesado caminar de la mujer gigante se alejó por el pasillo dejando atrás la mirada de la joven elfo, quien hasta el momento se había mantenido cuidando la entrada a la habitación. Un último gesto cariñoso fue mostrado hacia el muchacho de cabellos oscuros; Una sonrisa llena de amabilidad acompañada del tierno abrazo de su amiga y hermana.
–No te preocupes. Todo va a salir bien. –Le susurró al oído mientras se alejaba.
Devolviendo la sonrisa con pesadez, Kahn asintió con la cabeza.
–Gracias…
Dado por finalizado el encuentro la joven abandonó el cuarto, cerrando tras de sí la puerta de madera. A un lado del pasillo, su amiga le miró con suma curiosidad. Una expresión opuesta a la que tenía hace un rato le hizo saber que aquella charla había tenido buenos resultados; O por lo menos, eso era lo que quería creer.
–¿Crees que estará bien? –Cuestionó por lo bajo.
–¿Qué puedo hacer más que creer en ello?
Ryuu resopló de manera profunda. –Bien, supongo que es todo lo que podemos hacer por él.
–No realidad, hay algo que me gustaría pedirte.
Alzó su mirada con sorpresa. –¿A mí?
La petición de la chica, movida por la confianza que residía en su amiga, solo podía tener como resultado una respuesta. Mientras tanto, al otro lado de la pared, Kahn se dejó caer sobre los acolchados, recibiendo su tierno abrazo con felicidad. Su mirada se perdió en el techo a la par que su mente deambulaba en un mar de pensamientos. Y entonces, encontrándose a sí mismo en un momento de lucidez, logró notar una silueta familiar a los pies de la cama. Un instrumento avejentado, un viejo amigo que le había acompañado desde su llegada a las tierras de Orario, como un ángel protector que velaba por su sanidad; Su guitarra. "Syr debió haberla dejado aquí sin que me diera cuenta." pensó mientras estiraba un brazo con la finalidad de alcanzarla. Sus manos rozaron la superficie de la madera hasta encontrar sus posiciones habituales. Usando la yema de sus dedos comenzó a tensar las cuerdas. El sonido de las notas resonó a través del cuarto, sumiéndole aún más en sí mismo como si fuese el llamado de su mente que le invitaba a pasar el rato juntos.
–Una casa caliente, gente que se preocupa por mí, una vida sin preocupaciones… ¿Esto es lo qué querías para mí, Tyr? –Susurró al vacío mientras sus ojos empezaban a cerrarse.
Poco a poco, el cuerpo del muchacho se dejó llevar por el momento, siendo víctima de la tonada que sus propias manos producían. Sus labios comenzaron a moverse, cantando y dando pie a su profundo pensar.
I walk through the valley of the shadow of death
And I fear no evil because I'm blind to it all
And my mind and my gun they comfort me
Because I know I'll kill my enemies when they come
Bañado en un fluido rojo y espeso, la silueta de una persona, animal recubierto por llamas del odio se arrastraba jadeando a través de prado lúgubre y sombrío. Las cadenas del miedo le ataban, gruesas como los brazos del monstruo que le sostenía y le obligaban a enfrentarse a todo lo que se interponía en su camino. Sus dedos se clavaban en la carne cual ganchos de carnicero. Los huesos estallaban con el mero contacto de sus puños, y la piel se desgarraba como si papel bajo la lluvia. Una bandada de cuervos bajó del cielo, cayendo en picada sobre los restos de aquellas presas y se llevaron consigo lo poco que quedaba.
Surely goodness and mercy will follow me all the days of my life
And I will dwell on this earth forever more
Said, I walk beside the still waters and they restore my soul
But I can't walk on the path of the right because I'm wrong
Otros como él aparecieron junto a un pasillo estrecho. Caminaban, sonreían y cantaban una tonada imposible de repetir para él. Felices le extendieron una mano, ofreciéndole caminar a su lado. La bestia gruñó de manera agresiva, maldiciéndolos en una lengua incomprensible y tratando de alejarlos. Una leve sonrisa de parte de aquellas personas dio a entender a la criatura qué su figura no era temida. Esta miró a sus manos, limpias y suaves, pero idénticas a las suyas.
Well I came upon a man at the top of a hill
Called himself the savior of the human race
Said he come to save the world from destruction and pain
But I said, "How can you save the world from itself?"
La bandada de cuervos chilló en contra del animal, enfurecidos por el hambre y la traición de su aliado. Ellos bajaron y con gran rabia comenzaron a picarle por todas partes. Lo laceraron; Sus heridas cicatrizaron a gran velocidad, pero su cuerpo fue marcado para siempre. Los aullidos de odio y rabia, pronto se convirtieron en ataques de ciega locura. Las llamas emergieron de su interior, carbonizando a todo lo que estaba a su alrededor. Tarde fue cuando logró notar lo que sus actos habían provocado…
Because I walk through the valley of the shadow of death
And I fear no evil because I'm blind
Oh, and I walk beside the still waters and they restore my soul
But I know when I die my soul is damned
El fuego y los ataques que iban dirigidos hacia los cuervos había arrasado con las buenas personas. Sus cuerpos yacían en el suelo, completamente inmóviles y faltos de vida. Su sangre ahora pintaba el cuerpo de la bestia, y teñía sus manos de un ardiente color negro. Incapaz de controlarse, cayó al suelo mientras una tormenta se formaba a su alrededor. Los rayos caían sobre él, y helada le golpeaba con fuerza, pero su mirada no era capaz de desprenderse de sus manos. Manos que ahora se encontraban heladas a pesar del fuego que las abrazaba.
Kahn abrió sus ojos. Con tristeza miró hacia abajo, contemplando con miedo a sus temblorosas palmas. Sobre ellas dejó caer su propio aliento, confirmando sin sorpresa alguna lo que bien sabia; Estaban frías.
Orario, Zona Norte de la ciudad.
La mañana del tercer día comenzó de manera un tanto más tranquila a lo usual. El llamado de alerta continuaba, pero algunos sectores de la ciudad ya tenían permiso de operar si lo quisiesen. De todas formas, muchos de ellos permanecieron recelosos a esta idea y decidieron esperar un poco más a las noticias del gremio. Humildes comerciantes y trabajadores se apegaban a sus rutinas sin dar mayor importancia a lo que ocurría a su alrededor. Algunos charlaban en un momento de descuido, otros simplemente querían acabar y regresar a sus hogares, y otros eran distraídos por la particular pareja que se paseaba despreocupada por las calles principal, encaminados con destino final a Folkvangr.
–No hacía falta que me acompañaras. No es un lugar al que dejen entrar desconocidos a menudo.
Ryuu le observó con detenimiento mientras arreglaba el mechón rebelde de su rostro. Una expresión solemne se formaba en su rostro y reflejaba la tranquilidad que asolaba el momento.
–Syr me pidió que lo hiciera y la señora Mia estuvo de acuerdo. Además, no es como si hubiese mucho trabajo en el bar
–Cualquier excusa es buena para saltar el trabajo, ¿verdad? –Le sonrió de forma bromista.
Sin embargo, la expresión el rostro de la chica dejaba entrever que el chascarrillo no le había causado ni la más mínima gracia. Ella le miró con cierta molestia mientras quitaba el mechón rebelde de su rostro. Un escalofrió recorrió la espalda de Kahn en el instante en que sus ojos conectaron con la mirada juzgante del elfo.
–E-Era broma… ya sabes, no lo decía en serio. –Dejó salir una sonrisa inquieta mientras apartaba el rostro con nerviosismo.
Ryuu resopló con cansancio. –De todos modos… ¿Quién te salvaría si te metes en problemas por andar contando chistes?
–No te metas con mis chistes mujer… ¡Son insalvables! –Apuntó con ambos dedos y dejó salir un gesto ocurrente.
La chica guardó el silencio a la par que le observaba fijamente.
–Está bien, ese fue horrible.
En la distancia, observando a ambos sobre la cumbre de una ostentosa torre de vigilancia, un semihumano aguardaba con paciencia a la llegada del aventurero de cabello oscuro. Su brazo se alzó en alto para detener a los centinelas en el instante que estos apuntaron con sus armas.
–¡Allen! –Exclamó Kahn al reconocer su figura.
–Oh cielo santo…
Allen Fromel era el nombre de aquél aventurero, y su reputación era más que conocida para todos los presentes. El suelo bajo sus pies se estremeció en cuanto este de dejó caer sin preocupación alguna.
–Llegas tarde, llevan esperándote toda la mañana. –Gruñó.
–¿Y esos modales? ¿Ni un saludo si quiera?
–Oh, disculpa. –Reverenció de manera burlona. –Saludos a usted, ¡grandísimo hijo de perra!
–¿Ah sí? ¡Pues al menos no soy un grandísimo hijo de gata!
Un denso silencio se acentuó entre ambos, como el que hacen dos animales antes de trenzarse en combate. Sin embargo, todo esto no era más que teatro barato. Una alevosa carcajada dejó descolocado al elfo de cabellos dorados tras ambos jóvenes. Sus brazos de volaron el uno contra el otro, chocando sus palmas en un sonido apretón de manos.
–¡Eres un idiota! Casi haces que te golpee. –Exclamó Kahn.
–Oh por favor, no llegarías ni a hacerme cosquillas.
–¿Ah no? ¿Quieres comprobarlo?
–¡HA! Tal vez en otro momento. –Girando en dirección a la desconcertada muchacha, Allen hizo un gesto con su mentón a modo de pregunta. –¿Y la rubia esta?
–Es una amiga, solo vino como compañía.
Alzando sus cejas con sorpresa, el semihumano se acercó a ella con expresión sarcástica. –Oh, ya veo… tu "compañera", ¿verdad? Pues temo tener que pedirle que se quede por aquí.
–No seria correcto que me interpusiese en asuntos que no me incumben. Y temo decirte que no nos llevamos de esa forma… –Blandió sin presión alguna.
–Hm… –Le observo con sus afilados ojos de gato. –Quieren ir de a poco, ¿verdad?
–Allen basta, o le diré a mamá que arañas las cortinas cuando ella no está viendo.
–¡Eso fue hace mucho! Ya lo superé… –Giró con violencia para ocultar el rubor de su rostro. –De todas formas, ¡Abran las puertas!
El terreno vibró, y las cadenas de acero elevaron la entrada principal hacia el sector de la familia más fuerte de Orario. Un gesto de preocupación se formó en el rostro del Hijo de Tyr.
–¿Cómo ha estado ella? –Susurró por lo bajo.
–Inquieta, por supuesto. La pregunta seria, ¿cómo has estado tu?
Kahn frunció el ceño y en silencio se dirigió hacia el interior de los jardines de Folkvangr. Contempló a los guerreros, quienes incesantemente entrenaban alrededor de todo el lugar, ignorando por completo su llegada. Una puerta doble tallada con la imagen de una bellísima mujer mantenía raya a cualquier persona que pudiese entrar a los dominios de aquel reino apartado del resto.
–Madre, he llegado. –Musitó el joven hacia el vacío.
Como si de una orden se hubiese tratado, el picaporte de la puerta comenzó a rechinar. Los aventureros de los alrededores detuvieron de manera inmediata su combate y miraron con admiración a la figura que se asomaba por aquel umbral. Dos personas, un hombre de estatura gigantesca, con orejas de jabalí y cuerpo monumental, y una preciosa mujer de cabello plateado y brillantes ojos morados. Kahn sonrió con alegría al verle, y aunque aquella dama intentase ocultar su felicidad, acabó por ceder ante el sentimiento. Aquella mujer, la reina de las valkirias, señora de los Vanir, y a su vez, humilde madre adoptiva del joven no podía ser otra qué la diosa de la belleza; La temida y respetada diosa Freya.
–Ven… –Le invitó a pasar con un mero gesto de sus brazos. –Tenemos mucho de qué hablar, hijo mío.
