¿Había algo más triste que pasar la Nochebuena sola en el colegio? Iba centrada en su autocompasión, caminando distraída por la biblioteca, cuando chocó con alguien junto a una mesa. El golpe le sacó de sus pensamientos a tiempo para ver el pelo rubio apartándose de ella. Lo miró sentarse, esperando algún tipo de disculpa que no llegó. La cabeza gacha, ignorándola, hizo que su tristeza se tornara rápidamente en mal genio.

— ¿Qué haces aquí, Malfoy?

Él se limitó a señalar sus libros. Ella enarcó una ceja, esperando una respuesta verbal.

— Estudio.

— Es Nochebuena.

— Sé perfectamente qué día es.

Ella volvió a mirarlo con la ceja levantada. Con un suspiro, acabó por contestar.

— Mis padres están fuera del país.

Fue a darse la vuelta, porque claramente se notaba que quería estar solo, pero entonces fue él quien preguntó.

— ¿Y tú por qué no te has ido?

Era lógico preguntar, Daphne se había ido a casa y él lo sabía.

— A mis padres no les caigo bien.

— Pero a tu hermana sí.

Levantó la mirada de los libros que él tenía sobre la mesa de la biblioteca.

— Mis padres no me quieren por medio mientras tratan de restablecerse socialmente. Podría estropear las opciones de mi hermana para una buena boda.

Los ojos grises de Malfoy se clavaron en ella con una mirada que no supo interpretar. Lo siguiente que hizo fue liberar una parte de la mesa e invitarle con un gesto a sentarse.

Al principio resultó extraño pasar tiempo con él. Malfoy seguía siendo silencioso y huraño, pero no hostil. Poca gente se había quedado en el colegio en vacaciones, en Slytherin solo estaban ellos dos, así que se hacían mutua compañía en la biblioteca, la sala común y el comedor. Pero eso no impedía a su compañero desaparecer por las noches.

No hizo nada porque creyó que no había riesgo, apenas había gente en el colegio. Cuando el día 29 no se presentó a desayunar, pensó que se había quedado dormido. Hasta que la profesora McGonagall se acercó a ella al final del desayuno y le informó de que Malfoy estaba en la enfermería.

— ¿Qué ha ocurrido? —preguntó poniéndose en pie.

— Por lo que he podido saber hablando con los retratos de esa parte del pasillo, el señor Malfoy ha sido golpeado por dos alumnos con uniforme de Ravenclaw a los que estoy a punto de castigar, voy de camino a hablar con el profesor Flitwick. Quizá usted quiera acompañar al señor Malfoy mientras se recupera.

Le sorprendió agradablemente el tono de preocupación de la directora. Era la primera profesora a la que había visto mostrar simpatía por Draco. Recogió sus libros y acompañó a la profesora hacia el pasillo.

— Según tengo entendido no es la primera vez que el señor Malfoy es atacado —comentó McGonagall en voz baja mientras caminaban a buen paso.

Astoria movió negativamente la cabeza.

— Pero las veces anteriores nadie fue acusado —continuó la directora.

— Sabían lo que hacían, eligieron sitios sin cuadros, normalmente los baños.

Siguieron subiendo escaleras y doblando esquinas en dirección a la enfermería.

— También me han dicho que el señor Malfoy no se defiende.

Se mordió el labio antes de hablar, preocupada por hablar de más.

— Señorita Greengrass, no es afán de cotilleo,me preocupa el bienestar de su compañero.

— No se defiende. Creo que en el fondo piensa que lo merece. O algo peor.

Había hablado muy bajo, pero el agudo oído felino de McGonagall había escuchado lo que había dicho perfectamente. Y lo que no había llegado a decir también.

— Me haré cargo de esos castigos ahora mismo. Pero Astoria, —La aludida levantó la mirada de las losas del suelo, sorprendida por el uso de su nombre de pila— Draco necesita reaccionar. Preferiría castigarle por participar en un duelo antes que tener que visitarlo de nuevo en la enfermería. O algo peor.

La mirada preocupada de la profesora le acompañó en su camino hasta la enfermería. Todas las camas estaban vacías salvo una, la más cercana al despacho de la sanadora, seguramente para tener más controlado al enfermo y para evitar que nadie entrara a herirle de nuevo, porque cuando se acercó a la cama, Pompfrey salió de la enfermería como un rayo.

— ¿Señorita Greengrass?

— Buenos días. Vengo a ver cómo está Malfoy.

Los ojos azules la examinaron detenidamente durante un momento, como evaluándola, antes de hacer un seco asentimiento y volver a su despacho.

Astoria se acercó un poco más a la cama y no pudo evitar un pequeño sobresalto al ver el estado de su compañero. Aun con pociones y hechizos, la cara de Draco era un mapa de colores. El ojo izquierdo se veía inflamado y el labio superior tenía un corte profundo. Si estaba así después de ser tratado por la sanadora, no quería saber cómo estaba al llegar.

Se sentó en el sillón junto a él y lo observó unos minutos más antes de sacar un libro de su bolsillo. Pero no podía concentrarse en la lectura. Llevaba meses viendo a Malfoy a la deriva. Ella misma lo había salvado varias veces de personas hostiles que iban a buscarlo en sus vigilias nocturnas.

En los días que llevaba conviviendo más estrechamente con él se había dado cuenta de que vivía por inercia. ¿Cómo podían sus padres desentenderse de él de esa manera, abandonarlo en el colegio durante dos semanas de vacaciones?

Sus furiosos pensamientos fueron interrumpidos por un gemido de dolor procedente de la cama. Se levantó de la silla para acercarse a ver, justo cuando la sanadora salía de su despacho y Malfoy empezaba a parpadear.

Estaba claro que el ojo izquierdo no se iba a abrir, apenas se movía el párpado. El derecho se abrió con esfuerzo y revisó con nerviosismo su entorno. Pompfrey le tocó levemente el hombro mientras le hablaba con suavidad.

— Tranquilo, señor Malfoy. Está usted en la enfermería. ¿Lo recuerda? Le trajeron anoche bastante golpeado.

Malfoy parpadeó varias veces, sin perder de vista a la sanadora, antes de asentir un poquito y cerrar los ojos de nuevo. Aún entre la inflamación, Astoria pudo ver esa mueca de pasividad que se había convertido en su seña de identidad.

La sanadora le revisó brevemente con su varita antes de hacer un seco asentimiento y pedirle a Astoria que se quedara con él mientras le pedía algo de desayuno.

— Malfoy, ¿por qué?

Ni siquiera abrió los ojos, se giró con un quejido para darle la espalda.

— Ignorarme no va a cambiar las cosas. No puedes seguir así. A no ser que tu intención sea esa. —Aventuró, al notar un mínimo cambio en la postura del rubio— ¿Eso quieres? ¿Poner tu muerte en la conciencia de otra persona? Eres un egoísta.

— Vete, déjame en paz.

Astoria se cruzó de brazos y adoptó una pose altiva, aunque él no la veía.

— No pienso hacer tal cosa. ¿Tan poco aprecias tu vida? ¿Te has parado a pensar en el sufrimiento de tu familia y amigos si te pasa algo?

Lo vio intentar ponerse en posición fetal con otro quejido dolorido.

— Draco, —Estiró la mano para acariciarle el hombro con cuidado— tienes derecho a sentirte mal, estoy segura de que has pasado un infierno. Pero estás vivo, y fuera de Azkaban.

No recibió respuesta. No la esperaba tampoco, estaba segura de que lo que que atormentaba a su compañero de casa distaba mucho de poder solucionarse con tópicos.

Volvió a Slytherin pensativa. Madame Pompfrey le había asegurado que Malfoy estaría recuperado físicamente en un par de días. También le confirmó que, de tratarse de un muggle, seguramente la paliza lo habría matado. Y que la magia de Draco no le había protegido: lo habitual en un mago atacado físicamente, no con magia, es que su propia magia funcione como un escudo protector, repeliendo a los atacantes cuando el mago no puede defenderse.

Se sentó en el escritorio de su habitación y mordisqueó el extremo de la pluma, una costumbre que su madre trataba de quitarle desde niña.

"Estimado Theo,

espero que las vacaciones con Zabini estén siendo todo lo que esperabas. Por aquí hasta ahora estaba todo tranquilo, pero esta noche pasada ha ocurrido algo..."


¡Hola de nuevo! Acabamos el primer trimestre con un pequeño acercamiento. Y con Draco de nuevo en la enfermería, parece que va a batir el récord de Harry de visitas a Pompfrey.

¿Ya habéis visto a Theo en mi face? pedazo de hombretón, si Daphne no espabila se lo robamos nosotres...

Nos vemos el miércoles. ¡Abrazos!