Al día siguiente Astro estaba sobrevolando la Superficie con dirección al circo, anoche apenas y pudo dormir un poco, ya que su mente no podía dejar de darle vueltas a todo el asunto de Reno, eso y a la culpa por haber causado tanto alboroto.
Le dijo a su padre que saldría un rato a estudiar en la biblioteca, él pareció estar de acuerdo y se lo permitió, no le gustaba tener que mentirle, pero dudaba que después del accidente de anoche lo dejaría regresar, así que era mejor no arriesgarse, y como ya era fin de semana, no tendría que preocuparse por la escuela, el día de descanso si le había servido y tenía su batería cargada al cien por ciento, no tendría que preocuparse por el cansancio.
Mientras volaba pudo notar algunas cosas, el centro de la Superficie estaba muy activo ese día, a cada lado de la calle estaban colocados diversos puestos de venta y cambio, formados por lonas de distintos colores, sostenidas por palos de madera, y unidas con cordones, también había algunos puestos de comida, con mesas sobre las banquetas, o podían comer frente a la mesa donde preparaban los alimentos, las sillas eran de plástico, no las flotantes a las que estaba acostumbrado; también había un par de robots en las esquinas que marcaban el paso que los visitantes debían transitar.
A Astro le pareció curioso todo eso, su estancia en La Superficie había sido corta, y pasó la mayor parte del tiempo con Cora y los demás, así que no tuvo tiempo de explorar, quizás esta sería una buena oportunidad, el circo no estaba lejos y podía llegar caminando, así que descendió.
Cuando aterrizó notó que los puestos vendían muchas cosas, desde zapatos y tenis, videojuegos, ropa, antigüedades, juguetes, todo era muy variado; había tanto empleados humanos como robots, algunos eran grandes y fuertes, y ayudaban a bajar la mercancía de los camiones, otros eran vendedores, pero siempre acompañados por un humano, algunos incluso servían como modelos, usando los productos. Alguien le tocó el claxon suavemente.
Astro miró detrás de él y notó que venía un chico en una moto flotante color amarilla, desgastada y con la pintura caída.
—Lo siento —dijo haciéndose a un lado, el chico pasó y le agradeció con un gesto de la mano.
Astro siguió avanzando, muchos de los vendedores, humanos y robots, se le acercaban y les decían cosas como:
—Pásele joven, ¿qué le damos?
—¿Cómo qué buscaba joven?
—Pregunte por lo que le agrade, sin compromiso.
—Muchas gracias, solo estoy de visita —agradecía Astro mientras seguía su camino.
En su ruta se encontró con un mono-robot que bailaba una canción que tocaba su dueño, había una multitud de niños sentada a su alrededor, todos reían y aplaudían con cada nueva hazaña del robot. Astro sonrió al ver el pequeño show.
Siguió caminando y los puestos no se detenían, sí que había muchos ese día, no fue hasta que algo captó su atención que se detuvo, un chico alto, con la piel bronceada, pelirrojo, y de ojos azules, estaba comprando pan. Ahora no sería una gran revelación de no ser porque se parecía mucho a Reno.
—Te faltarían tres monedas —le dijo el vendedor.
Reno buscó en sus bolsillos y sacó una pieza mecánica.
—¿Crees qué esto lo compense? —respondió sonriendo.
Los ojos se le iluminaron al vendedor.
—Con eso hasta te alcanza para otra cosa.
Reno sonrió y tomó un envoltorio de galletas, las guardó en una bolsa de tela que llevaba con él y se despidió con un movimiento de la mano.
—¡Hasta la semana que viene Mamoru! —le dijo el vendedor mientras se alejaba.
Astro cerró los puños, podría estar equivocado y ese chico no ser Reno, el vendedor lo había llamado con otro nombre, y su voz sonaba un poco más grave que la que escuchó anoche, pero tenía que asegurarse. Siguió al chico hasta un callejón, el final daba paso a las áreas verdes, Reno estaba a punto de cruzarlo cuando Astro llegó y lo llamó.
—Reno… ¿eres tú?
El chico se detuvo en seco, se quedó quieto un momento y muy lentamente se dio la vuelta, Astro pudo notar que tenía una gota de sudor en la frente, y una expresión muy nerviosa.
—Eh… —balbuceó, entonces se fijó en la bolsa y la ocultó detrás de su espalda.
—Te ves… diferente —continuó Astro, sintiéndose ahora un poco apenado, no quería asustarlo.
—¡Me estás confundiendo con alguien más! —Dijo nerviosamente—, mi nombre es Mamoru y yo…
—Lamentó lo de anoche —se disculpó Astro juntando ambas manos, cerrando los ojos y bajando la cabeza—, no quería causarte problemas… bueno, si es que eres tú.
Astro abrió los ojos.
Reno no sabía que hacer, toda la noche y mañana se la pasó enojado con Astro, maldiciéndolo por ser un bocazas, pero ahora que lo veía… si estaba apenado, y lo lamentaba de verdad, le costaba trabajo seguir furioso con él, recordó las palabras de su padre:
«Astro no tenía ninguna intención de causar problemas».
Y era cierto, sería injusto seguir enojado con él, después de todo, él había salvado el espectáculo, y si alguien de verdad hubiera salido herido… en verdad hubiera sido el final para ellos.
Así que sonrió, sonrojándose un poco.
—Está bien Astro, no hay problema.
Astro lo miró a los ojos, y sonrió.
—Muchas gracias.
Reno miró hacia ambos lados.
—¿Te parece si vamos a hablar a un lugar más privado?
Astro asintió con la cabeza.
—Muestra el camino.
…
Reno lo llevó hasta una colina, en cuya cima estaba un árbol que daba buena sombra, se sentaron y Reno empezó a comerse un poco del pan que había comprado. Astro aprovechó para contemplar el paisaje, era bastante parecido a donde había enfrentado a Frankenstein, no sabía si eso era algo bueno o malo.
Reno terminó su bocadillo, reposó un poco y lo volteó a ver.
—Así que me descubriste.
—Cuando salvaste a Cora, tú guante se te cayó.
Reno suspiró, debió haber sabido que Astro lo notó, pero ya no había más remedio, era mejor decirle toda la verdad.
—¿Sabes Astro? Yo fui criado por robots, y no me refiero a casos como en Ciudad Metro, no hubo ningún humano mientras crecía.
Astro abrió los ojos sorprendido, no sabía de ningún caso de un humano que fuera criado solamente por robots, claro, había robo-niñeras que ayudaban con la crianza, pero hasta en los casos más extremos había un humano presente, la historia de Reno era realmente única.
—Mis progenitores me abandonaron cuando era un bebé, el circo me encontró, me acogieron y desde entonces he vivido con ellos, Pannacotta es como mi padre, y Cupcake mi madre, Cookie, Bonbon, Jellybean y Marshmallow son mis hermanos. ¿Puedes creerlo? Cuatro hermanos.
—Yo no creo que podría ni con uno —respondió Astro riendo.
Reno se rió, de un salto colocó ambas manos sobre el suelo y levantó el resto de su cuerpo, luego dio otro salto quedando de pie, señaló hacia el frente y Astro pudo notar que era hacia el circo.
—¿Ves esa carpa de circo? Ese es mi hogar, y esos robots son mi familia, la mejor de todo el mundo, les debo todo.
Astro sonrió, Reno hablaba con mucho cariño de su familia, no dudaba ni por un segundo que eran lo mejor que le pudo haber pasado, pero todavía tenía una duda.
—¿Pero por qué te disfrazas de robot?
—Por la misma razón que Pannacotta se disfraza de humano Astro, los robots tienen prohibido tener negocios propios.
Esa respuesta lo dejó congelado.
—¿Qué?
—Los robots no pueden poner un negocio por su cuenta, es un derecho exclusivo de los humanos, es una de las pocas cosas que la Superficie y Ciudad Metro tienen en común, ni se diga de Metrópolis.
Sí, ese era un tema que Astro no quería tocar.
—Cupcake me contó que antes de encontrarme, su antiguo dueño los echó a la basura, sin un maestro humano no habría forma de que consiguieran trabajo, a menos que se ofrecieran para labores muy peligrosas, que los hubiera gastado hasta la muerte.
—¿No pensaron en unirse al Frente?
Reno se rió.
—No es una organización muy lucrativa, si sabes a lo que me refiero.
—Sí, en eso tienes razón.
—Así que tuvieron que fabricar un disfraz para que Pannacotta pudiera presentarse como nuestro dueño, ahora imagínate que descubrieran que han estado criando un niño por estos quince años, ni siquiera les harían un juicio, mandarían a destruirlos de inmediato, y a mí me arrojarían a un internado, ningún robot puede adoptar a un humano como hijo, es otra de las leyes.
Aquellas palabras destrozaron a Astro, no tenía idea de que los robots tenían tantas prohibiciones… y tan injustas, ¿por qué los robots no podían ser dueños de sus propios negocios? ¿Por qué pensaban que no eran capaces de criar niños como propios? ¿Por qué querían tratarlos como si solo fueran simples herramientas?
—Es por eso que debe seguir siendo un secreto Astro, no podemos correr semejante riesgo, y ahora menos que Ciudad Metro ha vuelto a unirse, Tawashi ha implementado mucha fuerza en La Superficie, y todos saben que no es muy tolerante con los robots.
Ni tenían que recordárselo, él lo había vivido en carne propia; era una lástima, porque la historia de Reno solo era otra prueba, una prueba de que los robots no solo eran maquinas, sino que tenían corazón y podían preocuparse por otros, aunque no fueran programados para ello; y también demostraba que humanos y robots podían ser familia, que podían amarse siendo hijos, padres, madres, hermanos, no amo y sirviente.
Pero por unas tontas leyes no podían, era el mismo caso que Metrópolis…
¿Es qué en serio no había esperanza?
No, se negaba a creer eso, hasta el mismo Dr. Elefun se lo había dicho, aunque todo pareciera perdido, nada les impedía intentarlo, y eso es lo que haría, quizás no podría hacer mucho por los robots de Metrópolis, pero no soportaría que injusticas así siguieran ocurriendo en su hogar, en sus ciudades, era hora de lograr un cambio, y mejor aún, aquí estaría en su territorio, con Stone fuera del camino no tendría que preocuparse por un político sediento de poder, ni el Duque Rojo podría evitar que lograra un cambio. Pero era un plan a muy largo plazo, primero tendría que hablar muy bien con su padre y Elefun para armar un caso fuerte, uno con el cual sería imposible que ningún tribunal se los rechazara.
Por ahora lo mejor que podía hacer era asegurarle a Reno que mantendría su secreto, porque lo haría, no quería más desgracias.
—Es una lástima Reno, pero no te preocupes, me aseguraré que siga siendo un secreto, al menos hasta que pueda cambiar las cosas,
Reno lo miró, primero sorprendido, pero luego sonrió.
—De acuerdo… gracias Astro.
Astro también se levantó, levantó su brazo doblándolo, Reno sonrió y unió su brazo con el de él.
—Nadie dañará a tu familia, te lo prometo.
Reno sonrió, confiaba en la palabra de Astro, después de todo, no era ajeno a las hazañas del pequeño robot, y lo mejor de todo, parecía que había ganado a un nuevo amigo.
…
Bonbon y Cupcake estaban afuera de la carpa revisando los nuevos arneses que habían pedido, cuando en el camino avistaron a una figura que se aproximaba a ellos.
—¿Sabes si Pannacotta estaba esperando a alguien? —le preguntó Cupcake, dejando las cuerdas en el suelo.
Bonbon negó con la cabeza.
—¿Está Reno en casa?
Bonbon volvió a negar con la cabeza.
—Muy bien, ve y avísale a Pannacotta que tiene visitas, yo me quedaré aquí por si vuelve Reno.
Bonbon levantó el pulgar y fue adentro, mientras que ella se levantaba y se dirigía hacia el visitante.
—Buenas tardes, ¿puedo ayudarlo con algo?
—Buenas tardes señorita, y me alegra decirle que si puede, vengo a hablar con el dueño de este hermoso circo, estoy muy interesado en comprarlo.
Si Cupcake pudiera tragar saliva, lo hubiera hecho.
—Lo siento mucho señor, pero me temo que el circo no está en venta.
El visitante sonrió, y sacó un pequeño reproductor de sus bolsillos.
—Oh pero vera, tengo algo que puede hacerlos cambiar de opinión.
Cupcake retrocedió unos pasos, el tono del hombre la estaba asustando.
—Creo que será mejor que todos nos acompañen, incluso su querido Reno si no le molesta.
…
Como todavía era temprano, Reno le dijo a Astro que quería presentarlo ante toda su familia, Astro se mostró un poco nervioso al inicio, recordando el pequeño incidente que provocó, pero Reno le aseguró que no pasaba nada, que después de que lo explicaran todo estarían bien, así que Astro terminó aceptando.
Reno no podía decir lo emocionado que estaba, por fin tenía un amigo, todos los años de su vida se había visto obligado a mantener un perfil bajo, tan solo conviviendo con los vendedores en un simple acto de:
«Buenas días, ¿Cuánto cuesta esto? Oh, le doy tres comprensores a cambio. ¿Te lo puedo pasar luego? Gracias, hasta la semana que viene».
Luego regresaba a la carpa, y aunque amaba mucho a su familia, también añoraba el contacto con otros chicos de su edad, lo más cercano que había tenido eran los saludos y agradecimientos con algunos de los niños que asistían a las funciones, pero no pasaban de un apretón de manos, una foto o un autógrafo.
Ahora que conocía a alguien, que sabía que iba a guardar su secreto, quería convivir con él lo más que se pudiera, preguntarle de sus gustos y pasatiempos, y él podría compartirle todo lo que sabía, amaba contárselo a su familia, pero después de un tiempo aburría contárselo a las mismas personas, quería opiniones frescas.
No podía aguantar las ganas.
Astro también estaba feliz, seguía asombrado por encontrar a un chico criado por robots, sin duda las historias que tendría para contarle serían épicas, además, ¿quién no se emocionaría por tener a un nuevo amigo? Ojalá Reno le permitiera introducirlo a Ken, Cora, y a toda la pandilla, estaba seguro que encajaría bien, y nadie dudaría en guardar su secreto.
Pero eran planes a largo plazo, lo ideal era pasar el resto de la tarde con él, luego podrían organizar todas sus ideas.
Platicaban alegremente mientras se acercaban a la carpa, en eso notaron que no había nadie en la entrada.
—Qué raro, Pannacotta siempre deja a alguien de guardia —dijo Reno.
Astro inspeccionó con la mirada, en efecto, no se veía a nadie más.
—Quizás los llamo para una asamblea, o algo.
—Sí, tienes razón, vamos a ver.
Ambos entraron pero siguieron sin poder ver a nadie, Astro miró a Reno, pero él solo se encogió de hombros, dándole a entender que eso no era normal.
«Tengo un mal presentimiento». Pensó Astro.
Reno empezó a correr y Astro tuvo que volar para poder alcanzarlo, ahora sí estaba seguro, algo muy malo estaba pasando, llegaron a una puerta que tenía un marco con la palabra: «Oficina».
Con mucha rapidez, Reno la abrió de golpe, Astro aterrizó y echó un vistazo, lo que estaba del otro lado no los tranquilizo para nada.
Sobre el escritorio estaba un reproductor de video, el cual estaba proyectando un holograma del momento en que Pannacotta se quitaba la máscara, y luego le limpiaba el maquillaje a Reno. El chico ahogó un grito, mientras que el cuerpo de Astro dejó de responderle; todos los artistas estaban presentes, tenían la vista clavada en el video, y no movían ni un músculo del cuerpo, mientras que un señor, cruzado de brazos, miraba muy atentamente a los presentes. El metraje terminó y el holograma dejó de proyectarse, el hombre tomó el dispositivo y se lo guardó en el bolsillo, lentamente se dio la vuelta, Astro pudo verle la cara, y sintió que la energía de su cuerpo empezaba a correrle con más velocidad, compensando que no tenía un corazón que pudiera agitarse.
—Hola Astro, es un placer verte de nuevo —le dijo Hamegg.
