− ¿Estás seguro que no quieres que te ayude? − Mikasa le preguntó a Armin mientras caminaban por un mercado central de Randort. Desde su conversación sencilla hace tres semanas se volvieron a ser mucho más cercanos, hasta casi recuperaron su estado de los tiempos viejos, cuando con Eren compartían su amistad por tres. La diferencia era que ahora solo quedaban ellos dos, y de vez en cuanto esto se notaba trayendo a ambos tristes recuerdos.
− ¡Claro que no! − negó Armin rotundamente − Imagínate cómo se ve. Una mujer lleva suministros pesados mientras el hombre junto a ella está relajado con las manos vacías. ¿Qué va a pensar la gente de mí?
− Sabes que para mí es fácil.
− Lo sé, Mikasa. Pero no puedo gritar por toda la calle "No me miren así, por favor. Ella es Ackerman y es más fuerte que yo".
− Vaya, como dices − la azabache se encogió de hombros − ¿Por qué estás sonriendo?
− Es que − la sonrisa en el rostro del rubio se ensanchó mientras él miraba a su amiga − me alegro que tú me hagas caso. Si se tratara de Eren, ni siquiera le escucharías. Me parece que estás cambiando.
− Tal vez − Mikasa también sonrió un poquito. Todavía le daba tristeza hablar de Eren, pero al menos no se sentía como el fin del mundo como antes.
− Rayos − Armin se paró de repente.
− ¿Qué pasa?
− He olvidado la sal.
− ¿Sal?
− Sí.
− Pero está...
− Sí, está en el otro lado del mercado.
− ¿Regresamos?
− No, será más rápido si voy solo, ¿me esperas? − Claro.
Armin puso lo que llevaba en la tierra y se fue de prisa dejando a la azabache con suministros. A Mikasa no le quedaba más que hacer a menos que observar el mercado que con sus olores intensos, gritos de vendedores y muchedumbre de la gente siempre fue repleto de la vida. De repente una voz infantil atrajo una atención de la azabache.
− Mamá, mira, ¡qué colores! − una niña de diez o doce años con una cinta en su pelo largo estaba agachada a un garabito de hilos − ¡Este azul es como un cielo de la tarde! ¡Y este verde parece a hojas de árboles en mayo!
− Carol, amor, tienes que elegir solo uno − le respondió cariñosamente una mujer delgada junto a la niña, aparentemente era su madre. Las dos estaban vestidas bastante simple, obviamente no tenían mucho dinero.
− ¡Pero es imposible elegir! − la niña parecía estar muy entusiasmada enfrente de tantos hilos. − ¿Quieres ver otros colores nuevos, Caroline? − le preguntó un vendedor gordito y calvo con una sonrisa amplia.
− ¿De nuevo te estamos molestando, Harman?
− ¡No, que va, señora Lange! Caroline es mi compradora favorita.
Mikasa se acercó sin querer, no podía dejar de mirar a la niña. Hace ya casi toda la eternidad era como Caroline, llevaba un vestido simple, pero bonito y tenía una gorra con una cinta. Se recordó a sí misma como si fuera otra persona. A esta Mikasa de antes también le gustaban los hilos. Inventaba dibujos para bordar inspirada por la naturaleza y sabía combinar colores. Era la niña feliz, amada por sus padres. Nunca quería matar a nadie. Una chica ordinaria. ¿Dónde ahora estaba esta niña? En vez de la chica sonriente en el vestido bonito había una asesina fría en el uniforme de la legión. ¿Cómo llegó a ser así? La azabache cerró los ojos por un momento. Claro, habían asesinado a los padres de esta niña. Querían lastimarla a ella también, pero apareció Eren y la salvó. Y la chica se convirtió en Ackerman para protegerles de cualquier daño. Aunque nunca lo quería. ¿Pero cómo sería su vida si no hubieran pasado estas cosas, si nunca hubiera conocido a Eren? Tal vez llevaría un vestido en vez de uniforme. Sería algo bonito, lo habría bordado por su cuenta. Tendría el pelo largo. No habría conocido a Armin y por supuesto nunca le habría ocurrido entrar en la legión de Reconocimiento. Aunque no podía imaginar a qué se dedicaría. ¿Tendría amigas? ¿Se casaría con un buen hombre sin intenciones de saber lo que estaba fuera de los muros? A lo mejor ahora estaría parecida a la madre de Caroline, la mujer cariñosa y sonriente.
− No puedo elegir − se escuchaba la vocecita de Caroline − Quiero este azul y este verde.
− Cariño, lo siento mucho, pero puedo comprarte solo uno − respondió la señora Lange acariciándole el pelo a su hija.
La niña volvió a mirar los hilos enfrente de ella con tanta intensidad que su ceño pequeñito hasta se frunció.
− Yo le compraré estos dos − dijo Mikasa casi sin darse cuenta de lo que hacía.
− ¿Usted? − la señora Lange miró a la azabache con incredulidad.
− ¿Me lo permite, señora?
− Sí − la mujer no dejaba de mirar a Mikasa mientras ella pagaba por los hilos − ¿No nos conocemos, verdad?
− No − meneó la cabeza la azabache.
− Entonces, ¿por qué?
− Por Caroline − simplemente respondió Mikasa entregándole la compra a la niña.
− Gracias, hermanita − la chica abrazó a la azabache mientras sus ojos brillaban de alegría y entusiasmo. En cuanto la niña se separó, le sonreía a Mikasa con tanta felicidad que la azabache no podía contener su propia sonrisa.
− De nada.
− Muchas gracias por su bondad − agradeció la señora Lange con discreción y se fue llevando a su hija de la mano.
Mikasa volvió a mirar el garabito. El azul como cielo de la tarde y el verde como hojas primaverales, así dijo Caroline. Si algo le quedaba en Mikasa de esta niña feliz quien antes era, esto se encontraba aquí, entre los hilos. Si algo le gustaba en esta vida a parte de Eren, eran tejido y bordado. Tal vez no hubiera debido dejar lo que le gustaba. No habría debido dedicar todo su tiempo a Eren, o sea toda su vida. Miró de nuevo los hilos. No, el azul no parecía al cielo, era como flores de un jardín de su vieja casa que florecían en primavera. Se combinaba perfectamente con el verde primaveral.
− Yo también quiero comprar estos dos.
− Caroline es muy inspiradora − le sonrió Harman a la azabache.
− Así es − afirmó Mikasa tomando los hilos. Empezó a recoger suministros que Armin le había dejado cuando escuchó la voz del vendedor de nuevo:
− Oye, Reconocimiento, toma el violeta también. Es para ti, gratis.
− ¿Por qué? − se sorprendió Mikasa.
− Porque tú también eres muy inspiradora − le guiñó Harman mientras su sonrisa se ensanchó.
− Gracias − la azabache se sorprendió aún más, pero le sonrió al vendedor en respuesta.
Todavía estaba mirando los hilos en sus manos cuando escuchó la voz de Armin.
− He comprado la sal, podemos regresar. ¿He perdido algo? − el rubio miró los hilos también.
− Un poquito − le contestó Mikasa con una leve sonrisa − ¿Ahora me puedes esperar tú?
− ¿Qué quieres comprar?
− Un pañuelo − la azabache sonrió aún más al ver la pregunta silenciosa en el rostro de su amigo − Luego te contaré − con estas palabras desapareció en la multitud de la gente.

Esa misma tarde Mikasa empezó a bordar. Al principio sus movimientos eran desmanotados e imprecisos, hasta tenía que rehacer la primera parte varias veces para que saliera bien. Pero a pesar de estos diez años sin bordado, con cada puntada una agilidad regresaba a Mikasa y lo más importante con cada puntada ella entendía que todavía le gustaba. Un par de horas más tarde miró al pañuelo de seda que había comprado. Ahora estaba adornado con unas líneas verdes que se parecían levemente a una hoja. La azabache sonrió, examinando su trabajo y pensando que no fue malo. Aunque ahora apenas se adivinaba la hoja, en el futuro se abrirían flores en este pañuelo.

xxx

Un despacho del cuartel estaba vacío y silencioso. Parecía un lugar ideal para trabajar mientras todo el equipo estaba ocupado haciendo un test de estado físico. Hasta los rayos calientes del sol veraniego no penetraban adentro dejando el espacio en las sombras. Definitivamente fue un lugar perfecto hasta que...
− ¿Ya has visto los resultados? − la voz de Hange estaba repleta de entusiasmo cuando corrió al despacho como huracán llevando consigo una pequeña fila de folios.
− No − respondió Levi indiferentemente sin siquiera desviar la mirada de los documentos en su escritorio. Incluso estaba un poco decepcionado que hubieran acabado tan pronto.
− Tienes que verlo − la comandante puso triunfalmente los papeles traídos enfrente del capitán quien los miró con una evidente desaprobación.
− ¿Para qué?
− Obviamente para saber cómo está el equipo.
− Yo sé como está cada uno del equipo − replicó el moreno despegándose por fin de su trabajo − ¿De verdad crees que tengo que estimarles según los puntos de este test estúpido que no parece nada a combates reales?
− Bueno... Por un lado tienes razón − la sonrisa de Hange se volvió incómoda, ya que en el fondo estaba completamente de acuerdo − Pero no me digas que no te interesa para nada.
− Exactamente así. No me interesa para nada − comprobó el capitán sin cambiar su expresión haciéndole a su superior poner más insistencia en su tono:
− ¡Es parte de tu trabajo!
− No, no lo es.
− ¡Rayos! − la voz de la comandante incluso se volvió irritada por la tranquilidad entera de Levi mientras no le podía convencer − Solo míralos − al fin le pidió de la manera suplicante.
− ¿Hay algo concreto que quieres que vea?
− Sí − se animó Hange de inmediato y le entregó al capitán la primera hoja de la pila − Mira esto.
"Mikasa Ackerman" − estudió Levi el título, después miró de reojo el contenido y le devolvió el folio a su superior.
− Mikasa tiene los puntos excelentes. No veo nada raro en esto.
− Sí, y esto − la comandante le extendió otra hoja al moreno con una sonrisa encantadora − son puntos tuyos hace 2 años.
− ¿Qué quieres decir con esto?
− Que ella te avanza − concluyó Hange con el triunfo.
El capitán miró ambos folios con incredulidad ya prestando más atención a cada párrafo. Al saber todos los detalles en un rato contradijo:
− Solo en la velocidad, en la fuerza no.
− En la puntería tiene el mismo resultado − añadió la comandante alegremente mientras Levi aclaraba con calma:
− Sí, porque es el punto máximo.
− Ajá.
− Además no es correcto comparar sus puntos actuales con estos viejos.
− ¿Piensas que si hicieras este test ahora, alcanzarías a Mikasa en la velocidad? − la voz de Hange se volvió juguetona.
− No lo sé − el moreno se encogió de hombros mientras su superior le echó una mirada incrédula.
− Yo no lo creo.
− ¿Qué quieres de mí, entonces? − preguntó Levi con brusquedad, dado que esta mujer loca ya empezaba a irritarle.
− Quiero que le digas a Mikasa que está muy bien − canturreo Hange.
− Ella ya lo sabe.
− No sabe que es mejor que tú.
− No es mejor que yo − negó el capitán con firmeza − Te exageras.
− ¿A ti te irrita que ya no seas el primero en todo? − una sonrisa burlona curvó los labios de la comandante, pero a pesar de todos sus empeños de provocarle, Levi aún permanecía tranquilo:
− Me irrita que alteres la información.
− A ver − finalizó Hange poniendo las cartas sobre la mesa − tienes dos opciones. O vas a decirle a Mikasa que tiene buenos resultados o lo hago yo a mi manera.
La elección ofrecida por su superior le pareció al moreno bastante fácil.
− Bueno, hazlo tú.
− Has dicho que no te gusta cuando exagero − la mirada de la comandante se volvió desafiante − Repito, si yo le digo, lo haré a mi manera.
− ¿Qué sentido tiene todo esto? − frunció la frente el capitán mientras una inocencia absoluta se instaló en el rostro de Hange.
− Ninguno, solo quiero que tú bajes ya y le digas a Mikasa lo que te he pedido.
− ¿Ahora?
− Sí, ahora − comprobó la comandante con una sonrisa angélica − ¿Por qué aún estás aquí?
− ¿Sabes que eres insoportable? − suspiró Levi resignado.
La sonrisa de la comandante se ensanchó aún más cuando el moreno se levantó y se dirigió hacia una puerta considerando que era más fácil ceder que deshacerse de Hange y sus ideas, fuera lo que fuese lo que había inventado.

Al salir al patio del cuartel Levi se dirigió a una zona de recreación que consistía en pocos bancos debajo de árboles. Sabía que encontraría a Mikasa allí, dado que últimamente la azabache pasaba mucho tiempo en este lugar tranquilo. No era de extrañar, mientras todos esperaban la traducción de los documentos del castillo, no les quedaba mucho que hacer. El moreno vio a Mikasa sentada en un banco justo donde esperaba. Una sombra agradable y protectora cubría enteramente a la chica, impidiendo que el calor veraniego la molestara. Allí debajo del árbol Mikasa se veía muy pacífica mientras bordaba un pañuelo estando tan sumergida en su trabajo que ni siquiera se percataba de que Levi la observaba. Por algunos minutos el capitán se detuvo contemplando una expresión tranquila en el rostro de la azabache y sus movimientos ágiles cuando clavaba la tela con una aguja. La había visto bordar antes, pero nunca tan de cerca, así que miró la escena por un rato más antes de acercarse.
− Hola − dijo el moreno en cuanto por fin Mikasa se dio cuenta de su presencia − ¿tienes un momento?
− Sí, claro − respondió la chica mientras el capitán se sentó junto a ella.
− Hange me ha enseñado tus puntos.
− Perdona, no me empeñaba − una leve expresión de culpa apareció en el rostro de la azabache − Es que pensé que solo eran las cifras y no servían para nada. ¿Son tan malos?
− Al contrario, son muy buenas − replicó Levi preguntándose a sí mismo cuál sería el resultado de Mikasa si hubiera aplicado todo su talento − Según ellos, eres un arma letal.
− No me llames así por favor − pidió la azabache bajando la mirada.
− Vale.
− No es que no me guste ser así, letal − continuó Mikasa en una voz pensativa mirando a lo lejos − solo quiero ser algo más que esto. Además el arma letal que borda flores suena un poco ridículo − una sonrisa levemente irónica tocó sus labios.
− No sabía que bordabas.
− No lo hice en los últimos diez años. Estoy recordando poco a poco como se hace − una expresión en el rostro de la azabache se volvió nostálgica incluso cálida provocando más interés del capitán:
− ¿Puedo ver tus flores?
− Claro − a pesar de una leve confusión que Mikasa sintió ante tal pregunta, le entregó el pañuelo a Levi − No son tan buenos como esperaba, tal vez la próxima vez salga mejor.
− Son hermosas − el moreno ni siquiera tuvo que mentir, dado que la obra que estaba escudriñando realmente era muy fina. − Gracias.
− ¿Te inspira?
− Me inspira la naturaleza, bordado me tranquiliza.
− Ya veo − respondió Levi devolviéndole el pañuelo a la azabache y tratando de imaginar cuantas más tormentas en su alma Mikasa aún tenía que calmar.
− A veces estoy pensando − la voz de la azabache de nuevo se volvió meditativa mientras ella desvió la mirada hacia el cielo − ¿cuál sería mi vida si el poder no hubiera despertado en mí? ¿Sería una chica ordinaria?
− No lo creo − negó el moreno − Tal vez hubiera despertado en otro momento. De todos modos, no serías la chica ordinaria.
− Entonces, soy un caso perdido − concluyó Mikasa con una sonrisa triste que se esbozó en su rostro resignado mientras el capitán la miró atentamente:
− ¿Te gustaría ser ordinaria?
− No lo sé. Solo son pensamientos.
− A mí me gustas tal como eres. Con tus habilidades extraordinarias mezcladas con intenciones de hacer cosas normales − una sinceridad en la voz de Levi hizo que el corazón de la azabache se detuviera. ¿Qué acabó de decir?
− ¿Es porque con mis habilidades hay más probabilidad de que yo sobreviva? − al preguntarlo Mikasa pensó en Petra, Gunther, Auruo, Erd, todas estas personas ya muertas que parecían ser cercanos al capitán. Acaso él estaba tan distante con los demás porque podían morir en cualquier instante. ¿Podría hacer una excepción para ella?
− No es eso, ya que esta probabilidad no es tan alta − contradijo el moreno seriamente − Yo que tú no me contaría mucho con esto.
La azabache asintió con la cabeza y Levi continuó:
− Es que para mí tú eres como un reflejo. Si tú sonríes y haces cosas normales con toda tu poder, pienso que yo también puedo hacerlo algún día.
Mikasa miró al moreno sorprendida y a la vez un poco decepcionada. Porque cuando él dijo que ella le gustaba, sonaba como otra cosa, pero resultó ser que le gustaba como esperanza.
− Aún no soy un buen ejemplar − suspiró la azabache bajando la mirada a su bordado.
− Lo eres.
− Como dices − Mikasa se encogió de hombros. Al percibir este cambio fugaz en su ánimo, el capitán se levantó para irse:
− No voy a molestarte más.
− Levi − la chica le llamó antes de que se fuera haciéndole mirarla de nuevo − ¿Qué hay de ti?
− ¿Qué cosa?
− ¿Qué te inspira?
− Me inspira verte mejor − dijo el moreno mientras una sombra de sonrisa apareció en su rostro.
Mikasa no respondió nada, solo lo miró. Como aquella vez en el tachado sintió que no quería romper esta conexión de miradas, no quería que se fuera. Parecía que el mundo se congeló, se redujo a ellos dos entrometidos. La azabache no sabía cuánto tiempo había pasado en realidad, creía que no mucho, hasta que una ráfaga de viento levantó y enredó su pelo haciéndole perder el contacto. En cuanto Mikasa vio de nuevo a Levi, ya estaba alejándose.

El moreno regresó al cuartel y al subir a la segunda planta se paró junto a una barandilla de la escalera mirando abajo. No habría debido decirle a Mikasa que veía su propio pasado en ella. O su futuro improbable. Tampoco habría debido decirle que ella le gustaba. Era una suerte que la azabache no hubiera prestado su atención a esta frase. Esta vez no fue la única cuando Levi le contó a Mikasa algo de sobra en vez de darle las respuestas mucho más cortas y menos informativas. No sabía que le hacía actuar así casi cada vez cuando hablaba con la azabache. Tal vez quisiera que ella le comprendiera. Estaba tan absorbido en sus pensamientos que no se dio cuenta de que Hange se había acercado a él.
− ¿Qué le has dicho a Mikasa? Sigue sentando en el banco como en un trance. ¿Has mencionado los puntos?
− ¿Qué puntos? − el moreno casi no percibió nada de lo que la comandante le había dicho.
− ¿Tú también? − Hange alzó una ceja al ver al capitán tan distraído.
− ¿A qué te refieres? − al fin Levi se enfocó en su superior, pero esta ya cedió con sus preguntas:
− Olvídalo, no quería nada importante.
"Esto se vuelve más y más interesante" − pensó la comandante alejándose − "Hay que continuar la observación".

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La traducción de los documentos del castillo avanzaba lentamente a causa de la falta de especialistas empeorada por la dificultad de los textos. Sin embargo, la idea principal de los papeles ya estaba clara, pero llevaba consigo más preguntas que respuestas. Era probable que alguna información importante aún no estuviera traducida, pero Hange no veía mucho sentido en seguir esperando, dado que el contenido de los archivos era bastante similar. Para saber más había que emprender algo y sería mejor que este siguiente paso adelantara lo de sus enemigos que ciertamente ahora se empeñaban en cumplir sus propias metas. Ya llegó la hora de actuar, así que la comandante empezó a desarrollar un nuevo plan teniendo en cuenta los poderes del rubio que podían afectar a toda la legión a la vez. En cuanto los detalles del proyecto estaban bien concretizados y la solución para cada punto problemático era encontrado, la legión se marchó en su nueva misión.
Era una mañana soleada y relajante de verano cuando todos se reunieron en la sala de la estancia que después del día anterior hasta relucía de limpieza. Sin dar las vueltas Hange se puso a introducir a los demás en su plan:
− Gracias a los documentos obtenidos en la misión pasada ahora sabemos quienes son nuestros enemigos. Les presento a los Leblanc, una de las más antiguas familias del continente. Son dos hermanos: el mayor, Edmond, con quien ya hemos encontrado la anterior vez, y el menor, Remy, un niño de unos diez años con poderes enormes que incluso avanzan los de su hermano. No obstante, con mucha probabilidad Remy por su edad aún no participa en combates.
− Hemos visto a otro hombre con Edmond la anterior vez − intervino Jan como siempre olvidando del protocolo.
− Sí, el castaño, yo recuerdo − comprobó la comandante un poco irritada, ya que esta parte era lo siguiente que ella iba a contar − Parece que no pertenece a la familia, es decir, no tiene poderes. Y hablando de poderes... En general son muy parecidos a los de la familia Reiss, pero mucho más avanzados. Los Leblanc no solo pueden hacer perder la conciencia, sino parar el corazón o hasta quebrar la mente.
− ¿En un instante?... − tragó en seco Sasha empezando a sentir aún más miedo cuando Hange lo confirmó tranquilamente:
− Sí, en cuanto lo deseen.
− Si son tan poderosos, ¿por qué aún estamos vivos? − a diferencia de la cazadora la voz de Connie sonaba con escepticismo.
− Muy buena pregunta − la mirada de la comandante se llenó de su entusiasmo característico − a mí también me interesa mucho. Tal vez sea una parte del plan de Marley, pero es posible que actúen por sí mismos. De todos modos, hay que capturarles vivos o al menos a uno de ellos para saberlo.
− Si pueden parar el corazón, ¿cómo será posible hacer interrogatorio? − inquirió Jan, pero enseguida se arrepintió de su interés al coger la mirada sombría de la comandante en sí.
− ¿Estás seguro de que quieres saberlo? No me subestimes, Kirstein − hasta la voz de Hange ahora les causaba escalofrío a los demás, especialmente cuando le preguntó a Levi ya de una manera completamente inofensiva y amable − Por cierto, ¿me ayudarás?
− Por supuesto − asintió el moreno sin expresión alguna mientras los soldados se estremecieron recordando el triste final de los asesinos del pastor Nick.
− Ya sabemos que los poderes de Leblanc no funcionan a larga distancia − volvió al plan la comandante − vamos a aprovechar esta ventaja. Tenemos bastantes armas de fuego y explosivos en nuestra disposición para impedirles acercarse a nosotros. En el bosque vamos a hacer una trampa, después solo tendremos que hacerles a los Leblanc salir de su castillo. ¿Algunas preguntas?
Como nadie no dijo nada Hange continuó:
− Primero tenemos que construir la trampa, es lo que haremos hoy. Ahora les explico cómo debe funcionar.

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Un ruido de obras se escuchaba casi por todo el lugar. Los miembros de la legión ahora esparcidos por una zona bastante amplia estaban instalando alguna construcción grande en el centro del bosque. Mirándolos a ellos a través de una densidad de hojas Edmond hizo una mueca mientras su cuñado le preguntó confundido:
− ¿Qué están haciendo?
− Parece una trampa − concluyó Leblanc mayor al observar largamente el lugar.
− ¿Para nosotros?
− ¿Y tú qué crees?
− Qué bonito. Ni siquiera sospechan que ya estamos aquí − una dulce ironía fluía en la voz de Thierry haciéndole a Remy soltar una risita.
− Esto no significa que no debemos tener cuidado − les advirtió Edmond a los dos − ¿Veis cuántas armas tienen consigo?
− ¿Qué hacemos? − el rostro del castaño se volvió más serio.
− No son muchos y no nos esperan. Podemos atacar a cada uno desde la espalda, deteniendo el cuerpo por un rato y quitándoles las armas que nos pueden matar. ¡Ojo! − el rubio mayor miró estrictamente a su hermano − No tienen que caer, gritar o hacer otras cosas que atraigan una atención de los demás, ¿está claro, Remy?
− Sí − suspiró el niño.
− Debe ser la influencia muy sutil, no lo hagas de sobra.
− Lo sé − repitió Leblanc menor irritado − no me trates como a un imbécil.
− Thierry te va a acompañar − continuó Edmond ignorando el tono caprichoso de Remy − En cuanto la mayoría de la legión ya no tenga sus armas, no se atreverán a atacarnos. Retrocederán, mientras tanto nos reuniremos para encargarnos de Ackerman. Mirad, es él − estiró su mano señalando en una dirección de Levi − este moreno es nuestro objetivo.
Remy y Thierry solamente asintieron con la cabeza.

Era imposible decir en qué momento todo empeoró lo bastante para considerarse un fracaso. El ataque de los Leblanc era tan imprevisto y rápido que los soldados de la legión no eran capaces de contrarrestar. Uno por uno estaban retirados del juego hasta que casi no quedó nadie con armas de fuego. Ya no había tiempo para reaccionar cuando después de un rato lograron entender la situación. Era una maravilla que aún siguieran vivos, pero estaban completamente indefensos contra Edmond Leblanc quien al fin apareció entre los soldados. El rubio les echó a todos una mirada perezosa como si ya se hubiera aburrido de esperar un paso siguiente de la legión. La orden de Hange a retroceder resonó por el aire haciendo que las hojas en los árboles vibraran. No era necesario repetirlo más de una vez, los miembros de la legión empezaron a alejarse tan rápido como les permitía su equipo tridimensional. Mikasa se preparó para la retirada. Era una de los pocos que aún tenían su arma, pero dudaba que tal hecho le ayudara mucho en una situación como esta. Así que se trasladó a un brazo de árbol detrás, después al otro, hasta que notó que Levi no se movía. La azabache se quedó congelada por un segundo analizando la situación mientras los demás pasaron al lado de ella sin detenerse. ¿El capitán tendría su propio plan? Era poco probable, la correlación de fuerzas no era favorable para él. "Maldición, Levi, ¡vete de allí ya!" pensó Mikasa con una preocupación creciente. ¿Sería otro truco del rubio? En prueba de sus sospechas Edmond se trasladó al mismo brazo donde ahora estaba el capitán. En este momento Mikasa entendió con claridad que si no interviniera ahora, las consecuencias podrían ser fatales, y se lanzó hacia la misma dirección. Se acercaba a toda velocidad, de nuevo infringiendo la orden, ya que nada tenía tanta importancia para ella en este momento como la vida de Levi. Ya había perdido a Eren, no podía permitir que algo malo le sucediera al moreno.
El tiempo se acababa con rapidez. En cuanto Mikasa estuviera en el brazo, tendría que hacer 3 cosas. Primero, lanzar el explosivo hacia Edmond distrayendo su atención y haciéndole abandonar su posición. Segundo, apretar a Levi con bastante fuerza. Y tercero, irse de allí lo más rápido posible. Unos segundos de retraso antes de la detonación tendrían que ser bastantes para hacerlo todo a tiempo. Había un gran riesgo que lo que ahora detenía a Levi le afectaría a la azabache también, pero Mikasa no veía el otro modo de rescatar al moreno. Solo esperaba poder aguantar la alteración, fuera lo que fuese, durante unos segundos necesarios y que el explosivo le hiciera a Edmond disminuir su influencia.
Solo algunos metros ya dividían la azabache de su objetivo cuando notó que aparte de Edmond y Levi en el brazo estaba otra persona. El niño. Remy Leblanc, entendió Mikasa al instante. Como su hermano llevaba la misma ropa blanca con escudos, el pelo suelto y largo casi hasta la cintura tenía el mismo matiz de rubio. En un momento Mikasa dudó si tenía que usar el explosivo, pero se le pasó muy rápido al recordar la escena horrenda en el castillo. Además estaba segura de que los dos hermanos conseguirían escapar. Así que empezó.
Uno. Se preparó para posarse en el brazo y lanzó el explosivo. Aún estaba en el aire cuando empezó a sentir el poder de los hermanos, ya que todo el mundo de repente se volvió negro y silencioso. La sensación parecía un aturdimiento, causando que Mikasa se posara a ciegas. Logró hacerlo bastante suave, dado que ya era algo automático para ella. Ahora solo le quedaban sensaciones del cuerpo, lo que no significaba nada bueno. Tenía que salir con Levi cuanto antes. Dos. No veía dónde el capitán se encontraba, pero lo sabía con certeza, ya que cada su movimiento era planeado. Así que logró encontrar a Levi muy rápido, apretándolo a sí misma con la mano. Mikasa quería hacerlo con toda su fuerza, pero notó que las sensaciones de su cuerpo también se estaban apagando. Mierda. Tenían que escapar ahora mismo. Solo les faltaba tres. La azabache usó su equipo tridimensional dirigiéndose en donde antes se encontraba otro árbol. Sintió que perdía sus fuerzas muy rápido. Trató de sostener a Levi con todo lo que quedaba, pero estaba a punto de soltarlo. "¡No! Un poco más por favor" − estaba suplicando a sí misma, pero enseguida dejó de sentir su cuerpo. Ya no era capaz de hacer nada. No podría ser peor.
En un momento a Mikasa le pareció que era su fin, pero de repente la imagen empezó a aclararse. Tal vez abandonara la zona de influencia o los hermanos dejaron de usar sus poderes. Al fin y al cabo no era importante. La azabache notó que estaba volando hacia el árbol cercano, pero no en su brazo, sino en su tronco. Aún no podía sentir su cuerpo y no escuchaba nada, lo que significaba que se atropellaría si el control no volviera en unos segundos. Miró abajo y vio con un alivio enorme que Levi estaba agarrando a su mano. Parecía que el moreno había recuperado sus sensaciones más rápido que Mikasa. Menos mal, pensó ella. Se sorprendió un poco que todavía no hubiera perdido el equilibrio volando así sin sensaciones. Aparentemente fue gracias a su cuerpo muy bien entrenado. Mientras tanto, el árbol se acercaba rápidamente. Aun sabiendo que era inútil, Mikasa trató de moverse, pero no consiguió hacer nada. Ya se preparó para un choque cuando vio al capitán usar su propio equipo tridimensional para lograr el árbol primero. Después se atropellaron, Mikasa contra Levi y él contra el árbol. Así el moreno recibió la mayoría del impacto, hasta logró frenar a Mikasa con sus manos y ahora la estaba sosteniendo. En el próximo segundo él ya recogió una sujeción de su equipo clavada en el árbol y se lanzó en la dirección de retirada aún sosteniendo a la azabache con su mano. Estaban abandonando el bosque. De pronto sonidos y sensaciones volvieron a Mikasa, ya podía moverse de nuevo.
− Puedo seguir sola − le dijo a Levi en una voz baja.
− No hay tiempo para hacer estos cambios − le replicó el capitán.
La azabache asintió con la cabeza. No estaba segura si él lo había dicho porque de verdad no quería perder ni un segundo o porque no creía que Mikasa ya estaba bien. De todos modos, ella no estaba en contra de su posición actual. Se agarró al moreno con sus manos permitiéndole a él sostenerla con menos fuerza.
− Gracias por salvarme la vida − añadió Levi después de una pausa.
− De nada − sonrió levemente la azabache − espero que esta vez no me vayas a excluir por no cumplir la orden. − ¿Qué orden?
− De Hange. Ordenó retroceder.
− Ya veo − por un momento el capitán se quedó pensativo, repasando mentalmente el accidente que acabaron de tener. Mikasa pensó que la conversación estaba terminada, pero después de un rato Levi continuó − Ya he entendido que tú vives dirigida por tus propios instintos, sino órdenes − suspiró − No te voy a excluir o regañar, dado que ni siquiera he podido escuchar la orden de que dices. Hange tampoco te hará nada, de esto puedes estar segura.
− Vale − la azabache giró la cabeza hacia atrás buscando una persecución de los hermanos, pero no notó nada. ¿Por qué estos dos rubios les habían permitido escapar?

Mientras tanto, los dos Leblanc estaban en otro árbol mirando en la dirección donde Mikasa y Levi habían desaparecido. De pronto su compañero se posó junto a ellos.
− Edmond, Remy, ¿estáis bien? − el rostro de Thierry se veía preocupado. − Sí, aunque hemos escapado de explosión en el último momento − comentó fríamente el rubio mayor, mientras Remy guardaba el silencio, evitando caer bajo el ánimo maligno de su hermano.
− ¿Por qué no les perseguís?
− No quiero morir de una bala u otro explosivo − Edmond se encogió de hombros mientras la rabia contenida se reflejaba en sus ojos − Ya no permitirán que nos acerquemos.
− ¡Casi lo hemos hecho! − exclamó el castaño con furia − Si no fuera por esta moсosa... ¿Cómo ha ocurrido que ella ha logrado sobrevivir en vuestra ola?
− Es la pregunta muy interesante.
− ¿Tal vez no hayáis usado toda vuestra poder y la ola haya sido menos potente?
− Si hubiera sido menos potente, no habría detenido a Ackerman − replicó Leblanc mayor con firmeza.
− Tienes razón, Edmond. − Hay que enterrarnos quién es esta zorra − la voz del rubio se volvió sombría reflejando su deseo de matar lentamente a la chica haciéndole pedazos por haber intervenido en su plan − Tal vez pertenezca a otra familia que podemos usar. En este caso cambiaremos nuestro objetivo.
− De acuerdo, yo me encargo − contestó Thierry de inmediato.