Lazuli cierra los ojos y se tapa los oídos con fuerza; Son gritos desgarradores, es el llanto de su madre en la cocina.
Se hace bolita, aprieta los párpados y la pequeña siente las cálidas lágrimas que escurren por sus pómulos, se juntan en la barbilla, y caen al suelo mugriento de concreto de la habitación.
"Es tu culpa... ", susurra la voz de la esquina oscura, y ella se le recorre un escalofrío en la espalda, percibe el olor a putrefacción y su respiración aumenta agitada.
"No llores que es tu culpa... " sentencia la voz, y la infante de ojos azules, aplica más fuerza en sus palmas mientras las exclamaciones se pasan a la alcoba en aumento latente, en conjunción con los objetos lanzados varios, que dan el sonido de desmaterializarse al impacto, y oyó los lamentos de su madre, los movimientos toscos, fuertes, y más lágrimas calientes caen de sus cuencas, que la empujan poco a poco a un llanto guardado.
"¿Por qué lloras... ?", pregunta la voz de la penumbra, "¿Por qué te preocupes de alguien que no te quiere, que no te ama?", Lapis tiembla, no quiere escucharlo, "¿Aún no conoces la indiferencia? Aún no sabes nada... ", la niña crispa sus facciones, "¿Qué clase de madre deja que toquen a su hijita?", niega con la cabeza cubriéndose la nuca; no quiere creerle. La desesperación la carcome, el paroxismo le detona y sus lágrimas no paran.
"¿Cuanto tiempo durará la perra de tu madre? ¿Cuanto tiempo puedes durar tú, antes de que destrocen?"
—¡CÁLLATE! —grita Lapis —¡CÁLLATE! ¡CÁLLATE! ¡CÁLLATEEEE! —exclamó y su garganta le ardió.
La voz calló, y los gritos de afuera también.
