A Akaashi Keiji no le gustan los días lluviosos.

No había un significado profundo en su disgusto, al pelinegro simplemente le molestaba cuando sus zapatos terminaban empapados. Aunque si tuviera que elegir una palabra más precisa sería incomodidad.

La sensación de los calcetines húmedos le incomodaba, mucho más si se sumaba a la ecuación el sostener un paraguas mientras el viento helado se estrella contra tu rostro.

Era demasiado molesto, demasiado incómodo.

Definitivamente los días lluviosos solo eran buenos cuando los veías desde el interior de tu hogar, mientras estás resguardado bajo una sábana y leyendo un libro.

Por desgracia aquel día mostraba claros signos de que iba a ser una de esas veces en las que tendría que enfrentar la lluvia sin un techo sobre su cabeza.

Eran casi las 8 a.m. y aún no había señales de que el sol fuera a salir, o más bien de que las nubes que lo tapaban tuvieran la intención de dejarle mostrarse; así que como medida de prevención el ojiazul tomo un paraguas —aun si en su interior guardaba la esperanza de no tener que utilizarla— y partió hacia la escuela.

A Akaashi en realidad no le mortificaba tanto el hecho de que no fuera un día lluvioso, o al menos no lo suficiente para quejarse en voz alta.

Pero ese no era el caso de todos los miembros del equipo de volleyball de Fukurodani, quedó más que claro en las horas de la tarde cuando llevaban una media hora de haber empezado a practicar.

—Debido a que la lluvia está empeorando, la práctica de hoy termina aquí —les comunicó el entrenador.

Todos estaban un poco decepcionados porque apenas alcanzaron a calentar, pero no se iban a quejar si les daban un día de descanso… Bueno, casi todos.

—¡No! ¡No es justo! —gritó el capitán al escuchar la noticia.

Y, como si no fuera suficiente, empezó a rodar en posición fetal por todo el piso del gimnasio.

—Akaashi, haz algo —exclamó Konoha no interesado especialmente en Kotaro, de hecho estaba más preocupado por que los quejidos del as le dieran un dolor de cabeza.

—No veo qué podría hacer… —respondió el aludido.

—Bueno, te lo encargo Akaashi-kun —habló esta vez el entrenador justo antes de abandonar el recinto con rumbo a quien sabe donde.

Konoha le regaló una mirada de "te lo dije" a Keiji, quien solo pretendió ignorarlo.

—Bokuto-san —lo llamó una vez estuvo a su lado.

El cabello bicolor solo lo miró de reojo, deliberando si escucharlo o no dependiendo de lo que dijera.

—Si no nos vamos ahora la lluvia lo hará imposible después —no obtuvo respuesta—. Entonces me iré solo —exclamó el azabache mientras se alejaba del mayor.

Kotaro se mostró igual de desinteresado que el contrario.

—Espero que tenga un paraguas si se va ir solo —el más alto dio un pequeño brinco en su lugar, al parecer no tenía uno. Evidentemente para el de ojos azules no pasó desapercibida dicha acción—. Si se resfría no podré quedarme una hora más de lo normal mañana para colocarle pases.

Con eso último logró captar toda la atención del contrario, el cual ahora lo miraba con interés mal disimulado. Akaashi no pudo evitar pensar que en ese momento parecía realmente un búho.

—¿Lo harás? —inquirió mientras observaba a Keiji con esos brillantes ojos dorados.

El mencionado asintió.

...

—¡Akaashi, apresúrate! —gritó Kotaro ya en la salida.

—Un momento —contestó en voz baja, por quinta vez consecutiva.

Keiji estaba intentando encontrar su chaqueta en su casillero —si es que con todas las libretas, libros, ropa y lápices desparramados por todos lados podía seguir llamándose así—, sin mucho éxito.

Al notar que su senpai no había seguido insistiendo en que se apresurara alzó su vista solo para encontrarse con un Bokuto bastante feliz bajo las primeras gotas de lluvia que caían.

Luego de soltar un largo suspiro desistió de su cometido y se apresuró en llegar al mayor para cubrirlos a ambos con el paraguas.

A veces —la mayoría del tiempo, de hecho— Akaashi no podía evitar pensar que Bokuto actuaba como un niño pequeño.

Una vez emprendieron el camino de regreso el menor se dio cuenta de que nunca había sido consciente de cuán voluminosa eran la espalda y los hombros de Bokuto.

Lo comprendió mejor cuando prácticamente lo sacaba de su propia sombrilla a pesar de que iban hombro contra hombro, y no es como si Akaashi pudiera decirle que dejara de tener un cuerpo tan fornido porque se estaba empezando a salir del área que cubría el objeto.

Muchos menos cuando el mismo Keiji fue quien le ofreció que compartieran el paraguas.

Sin embargo, eso no era lo que lo estaba sacando de quicio.

Lo que en verdad empezaba a molestar a Akaashi era que el más alto caminaba como si no estuvieran debajo de un paraguas.

Hiperactivo como nadie más, se desviaba de su camino por cualquier cosa que llamara su atención.

El menor perdió la cuenta de cuántas veces escuchó un "¡Mira eso!" o "¡Qué lindo cachorro!" o "¡Espero que esa señora no haya pisado excremento justo ahora!" entre otras variantes.

Claro que lo anterior era mucho mejor al par de veces que tuvo que salir corriendo detrás de Bokuto luego de que este se fuera a saltar sobre un charco.

Así fue como ambos terminaron empapados a pesar de llevar un paraguas con ellos.

A muchos les parecería irónico, a Keiji simplemente le hizo pensar que había obrado mal en su vida pasada o que alguno de sus antecesores lo había hecho y que esto era parte del castigo divino.

—Bokuto-san —dijo con más seriedad de la acostumbrada.

—¿Sí?

—Ya basta, estamos completamente mojados ahora.

—Akasheee, no te enojes —le pidió mientras hacía ojitos.

«Bokuto ha usado ojitos de perrito»

«¡Es super efectivo!»

Cuando Bokuto lo miraba de esa forma Akaashi era incapaz de seguir molesto con el más alto y Kotaro sabía muy bien aquello.

Una vez logró calmar los ánimos de su kouhai con su mañoso truco se apuró en cambiar el tema.

—¿No has escuchado decir que bajo la lluvia es más fácil saber cuando una persona es feliz? —dijo de repente—. Es porque no les importa mojarse ¿Crees que sea cierto?

—No lo sé.

—¿Eres feliz, Akaashi?

Esa pregunta tomó desprevenido al menor.

—No lo sé —contestó después de una pausa—. Quiero pensar que lo soy ¿Qué hay de usted?

—A veces no estoy muy seguro de si lo soy, pero definitivamente cuando estoy contigo me divierto mucho —respondió como si nada—, así que si la pregunta es si en estos momentos estoy feliz, entonces la respuesta es que sí —finalizó con una enorme sonrisa.

—Eso no tiene sentido.

—Pero al menos te hice sonreír —contraatacó el de peinado puntiagudo al ver la pequeña sonrisa que se había colado en los labios del otro.

El mayor aprovechó el nerviosismo que produjeron aquellas palabras en el vice capitán para tomar con sus propias manos la sombrilla que hasta el momento había llevado el dueño del objeto durante todo el recorrido.

Para satisfacción adicional de Kotaro sus manos se rozaron en el proceso, por lo que terminó por emitir una boba sonrisa sin querer.

—Nos vamos a resfriar —se quejó Keiji cuando el de cabello bicolor cerró la el paraguas, dejándolos expuestos a la lluvia.

—Seamos felices bajo la lluvia —exclamó Bokuto ignorando intencionalmente el comentario.

—¿No estaba tirado en el gimnasio hace un rato quejándose de la lluvia?

—Akaasheee, eso es parte del pasado.

—No ha pasado ni siquiera una hora…

Sin tener mayor interés en mantener aquella conversación sobre su berrinche en el gimnasio, Bokuto tomó la mano de Akaashi y lo atrajo hacía sí.

El azabache no tuvo tiempo para sorprenderse por aquella acción cuando el de ojos dorados ya había empezado a hacer movimientos extraños, aun sin la intención de soltar su mano.

—¿Qué se supone que hacemos? —se atrevió a indagar.

—¡Bailando bajo la lluvia! —aclaró como si fuera la cosa más obvia del mundo.

Keiji mantuvo su seria expresión.

—Mis zapatos se van a empapar —aquello hizo que su amigo se detuviera un momento para pensar mejor la situación.

—Ese no es un problema —el más bajo lo miró de manera inquisitiva—. Ya están empapados así que no es una buena excusa, Akaashee.

Keiji soltó un suspiro. Esa simple respuesta hizo que finalmente se rindiera, no tenía oportunidad de ganarle a la persistencia del as.

A Akaashi Keiji no le gustan los días lluviosos.

La sensación de los calcetines húmedos le incomodaba, mucho más si se sumaba a la ecuación el chocar del agua sobre su pantalón al pisar un charco y el viento helado que se estrella contra tu rostro.

Era demasiado molesto, demasiado incómodo.

Pero la hermosa sonrisa de Bokuto Kotaro hacía que todas esas incomodidades valieran la pena.

Al parecer, a veces terminar empapado por bailar bajo la lluvia para complacer a tu insistente mejor amigo se podía sentir mil veces mejor que observar las gotas caer desde el interior de tu hogar, mientras estás resguardado bajo una sábana y leyendo un libro.