Autor Original: outwitted
ID: 2321050
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Hacer el trabajo
Emerald estaba ahora esquivando a Frau como a la peste negra. La peste negra es una mierda aterradora, casi tanto como la de idea de que Teito se enamore. Bueno, le da miedo a él, de todos modos. ¿Cuántas veces había hablado con ese extraño, de todos modos? ¿Una vez? ¿Dos veces? ¿Treinta veces? Sí, eso suena bien. Teito ni siquiera sabe porque el estúpido gigante rubio era tan jodidamente interesante, o divertido para hablar, o lo que quiera que fuese tan atractivo y razón de que se hubiese enamorado de él. Quizás Ouka hubiese hecho eso solo para asustarlo, quién sabe. Pero la única cosa que Emerald sabía es que si ese era el caso, estaba haciendo un muy buen trabajo.
Hablando de trabajos, el que tenía con Ayanami estaba acercándose peligrosamente y Teito había llegado a una conclusión con todo este asunto del amor. Básicamente, sino podía remediarlo para cuando Frau y él tuviesen que separarse, siempre tendría estancado en su estómago ese sentimiento que le hacía querer vomitar en botellas de plástica y, joder, no iba a ser deliciosamente rentable en el trabajo con esa mierda, porque ya estaba odiándolo.
Esto ya no era solo cuestión de conseguir dinero, la verdad. Era cuestión de conseguir dinero para pagar esa deuda. Entonces quizás pudiese conseguir un trabajo decente, quizás mantenerse. Quizás conseguir un apartamento más grande con muebles decentes y algo de ropa normal. Nadie agarrando su trasero de camino al trabajo, y no más moratones o quemaduras de cuerda o de esos malditos zapatos. Que nadie se deje engañar, los zapatos de stripper son horribles para andar.
Así que con esto en mente, la noche antes del día de llegada, estaba listo. Listo para ponerse totalmente el ridículo o para participar en un apasionado beso y, finalmente, sexo del bueno. Porque claro, eso es lo que sucede en las confesiones. Así que poniendo su mejor expresión valiente, atravesó el barco tras la ena, momento en el que Frau normalmente se retiraba a su camarote. Teito había memorizado el interior del barco (con la ayuda de Castor, Lab y Ouka, por supuesto) y tenía una idea general de a dónde ir. Realmente general.
Aparentemente, el general era lo suficientemente bueno, y pronto estuvo parado frente a la puerta de Frau. Era de color marrón oscuro, con un mango de latón pulido. Teito podía ver las pequeñas líneas y virutas en la madera, los bordes desgastados. La única cosa que no sabía era por qué estaba notando cosas tan oscuras y tontas, no tenía mucho sentido. Apretó los puños, respirando profundamente.
Podría irse.
Sería tan fácil, demasiado fácil. 'Sólo vete', se dijo a sí mismo. Ese pensamiento ardió en su mente, cavando en lo profundo de algún lugar de su cabeza en donde vivía su miedo. Miedo a ser rechazado. Miedo a esos asesinos de tráfico de drogas. Miedo a esos malditos pingüinos. No le importaba lo que pensaran los demás, esas cosas eran jodidamente espeluznantes.
Aunque un miedo sobresalía. Por encima del rechazo y los pingüinos y morir solo y las drogas. Era que Frau nunca supiese de esto. Admitirlo para sí mismo era duro, admitir algo tan completamente cliché e idiota. Cosas como esas no sucedían en la vida real, ese tipo de sentimientos. Pero incluso con eso en mente, el moreno no podía dejar que eso ocurriese, principalmente por razones egoístas y sádicas. Si Frau le rechazaba (altamente probable), entonces Teito tendría que sacar esto de su pecho, pero siempre tendría la sensación estancada en ese que había roto su corazón. El corazón de un amigo. Divertirse intentando no sentirse como completo idiota después de eso, ¿eh?
Pero si Frau compartía los mismos sentimientos (poco probable), entonces Teito y él tendrían una relación bastante homosexual y el resto del mundo podría irse a la mierda. Ante ese pensamiento, el prostituto sonrió para sí, la vida era buena. Al menos cuando no te estás vendiendo a grasientos hombres de treinta años, claro.
No menos, Teito alzó su mano.
¿Por qué estaba temblando?
Tomó aliento.
¿Por qué tenía la garganta seca?
Pensó una última vez.
¿Por qué tanta duda?
El sonido claro y nítido de los nudillos de Emerald contra la puerta de madera fueron el equivalente a una ruidosa y desagradable sirena de policía para el chico, y Teito casi se abofeteó. ¿Qué iba a decir? ¿Qué narices se le estaba pasando por la cabeza cuando llamó? ¿Planes? Los planes son para los idiotas, ¡los planes me pueden chupar las bolas! Oh, ahora estaba jodido. No podía huir, y esta era la última noche que podía hacerlo. Esto era, y si iba a estar jodido, bueno, Dios realmente debía odiarlo.
Mucho.
Teito podía escuchar la manija girando desde el otro lado de la puerta. Sabía que se iba a abrir, y estaba más jodido que una prostituta asiática un sábado por la noche. Pensándolo bien, la vida le chupaba las bolas. Sabía que la puerta se abriría en cuestión de segundos, y simplemente se quedó anonadado. Estaba gritando dentro de su cabeza, la cabeza girando tan rápidamente mientras buscaba un plan, pensando que el humo comenzaría a salir de sus oídos.
Y finalmente sucedió. La puerta se abrió, un cierto rubio parado allí torpemente en la silenciosa entrada.
"¿Puedo…ayudarte, enano?" preguntó el hombre, alzando una ceja con intriga. Al escuchar la voz de Frau, el moreno se puso de nuevo en marcha, sonriendo con encanto y diciendo alegremente:
"¿Puedo pasar…?"
"Eh… Ya te dije que no necesito un descuento-"
"¡Dios mío, sólo déjame pasar!"
Frau sonrió, rodando los ojos casi juguetonamente y abriendo más la puerta para Teito, se hizo a un lado para que entrase. Teito sonrió con superioridad y entró a zancadas a la habitación, sin saber qué esperar. Al principio, sin embargo, fue cogido con la guardia baja. La habitación estaba desordenada de modo en que las cosas ensuciaban el suelo. De hecho, el suelo era de color caoba liso y pulido, ajustándose al ambiente cálido que salía de la habitación y su decoración. Pero el escritorio y las mesitas de noche apenas se veían., sus rostros son 'casas' con millones de papeles y pequeñas baratijas. Creyó ver una cruz parcialmente escondida bajo la pila de papeles, pero no leyó demasiado.
El tripulante pasó junto a Teito, colocando otra silla junto a la cama para que Teito se sentara, sonriendo mientras tomaba asiento en esta. Se combó ligeramente con el repentino peso sobre él, haciendo que pareciera que la cama se estaba volcando. El prostituto asintió en agradecimiento, apartando la vista al resto de la habitación y tomando asiento.
"Así que, ¿por qué la repentina visita?" preguntó Frau pacientemente, apoyando sus manos tras él e inclinándose un poco sobre ellas perezosamente.
"Bueno, solo quería, eh, decirte algo…"dijo Teito con inquietud, cambiando su peso sobre la silla torpemente. Quizás podría sacar conversación antes de decirle las temidas palabras.
"¿En serio? Bueno, casi quería ir a hablar contigo, es nuestra última noche antes de que termine el viaje" dijo Frau con una sonrisa. Teito asintió a eso, el sentimiento de inminentes nauseas, se asentaron en la boca del estómago.
"Entonces, mmm…. ¿estás emocionado por volver a casa?" dijo el prostituto, aferrándose a esos temas con la idea de alargar la conversación lo máximo posible.
"Si" comenzó Frau, mirando hacia la nada de manera soñadora. Teito le sonrió, sin saber que lo que Frau diría después haría que su mundo, su propia realidad se derrumbaba. El prostituto no estaba consciente de que todos sus esfuerzos habrían sido desperdiciados, todos tirados a la basura con esta única frase.
"No puedo esperar para volver a casa con mi esposa. ¡Tenemos a una niña en camino!" se rio Frau entre dientes, sin saber que para el joven frente a él no era nada divertido.
Pero Teito tenía que seguir sonriendo, no podía dejar que Frau le viese así. Se tragó lo que casi podía reconocer como lágrimas y forzó una risa.
"Bueno, dale mi bendición" casi no podía hacerse decir lo siguiente "Estoy feliz por ti… pero realmente debería irme, ¡mañana es el gran día!" y con eso, estaba levantándose, yendo hacia la puerta. Frau intentó hacer que se quedase más tiempo, pero el prostituto se abrió paso entre esas invitaciones, saliendo finalmente de la habitación.
Por primera vez desde el funeral de Mikage, lloró.
La mañana siguiente fue fría, la cubierta resbaladiza por la condensación. El puerto estaba a la vista y después de casi ningún esfuerzo, el barco estaba atracado. Teito tenía sus bolsas listas y tenía otro atuendo puesto, no más ropas normales para él. Fue ayudado a bajar del barco, sus bolsas cargadas en la misma limusina que le había llevado allí. Hyuuga y Konatsu entraron uno al lado del otro, y Teito se dio cuenta de que no los había visto en el barco. Aunque, a juzgar por el cansancio en sus posturas y las marcas en el cuello de Konatsu, Teito tenía una muy buena idea de lo que pasó. Fia también se subió, al asiento del conductor en su caso, reviviendo el motor. Teito se giró para mirar por la ventana de atrás, viendo a todos los del barco despedirse con un gesto de la mano. El movimiento de Labrador era pequeño y lento, amable. El de Castor era corto y formal. El de Ouka por encima de la cabeza, alegre. Y Frau no era nada más que amistoso, una gran sonrisa en su rostro.
El prostituto les devolvió el gesto mientras el coche comenzaba a alejarse, sus amigos cada vez más y más pequeños en la distancia. Finalmente desaparecieron, y la única cosa que Emerald puedo hacer fue mirar al frente.
Una vez prostituto. Siempre prostituto.
