Gruñó molesto, la hoja seguía en blanco, no había nada después del primer renglón, solo estaba la palabra "Arreglar", ¿Qué más debería hacer? ¿Cuál sería el plan? ¿A quién contactaría? Y la pregunta más importante, ¿Si conseguía la ayuda de alguien que hubiera conocido cómo explicaría que revivió por unas míticas esferas?

Se levantó del escritorio y así dejó de recibir los rayos directos del sol, se acercó al uniforme militar que descansaba sobre su lecho y la luz provocó un destello en la placa que lo identificaba, a diferencia de los uniformes de otros soldados , cada medalla estaba labrada en oro y los botones eran de plata, la ostentosa capa que solo se conservaba con el traje por razones de tradición tenía un broche con valiosas incrustaciones de gemas pocas veces vistas. Por cosas como esas, le era obvio reconocer que su vida estuvo llena de lujos, pero que aún así, también estuvo plagada de soledad, sin embargo, ¿Era realmente importante la compañía? Porque para él, nunca lo fue, el nombre de la única persona que era verdaderamente necesaria estaba en la placa de ese uniforme. Vegeta Ouji IV. Nadie más. Nadie menos.

Sacudió la cabeza con molestia cuando llegó a él una idea escabrosa que podría ayudarlo a explicar su reaparición, si decía que era el único heredero que sobrevivió, si inventaba ser un misterioso príncipe salido de la nada y fingía que había vivido en la sombra. Podría decir que era el resultado de un amorío, que su padre era el rey o, incluso, que era descendiente del fallecido príncipe heredero. Sintió repulsión, jamás se rebajaría a fingir ser un hijo bastardo. Prefería iniciar de nuevo a perder su identidad, porque eso, en el transcurso de los años, fue algo que nadie le pudo quitar, él era el hombre que alguna vez usó el opulento traje que estaba frente a él, él no era nadie más y no deseaba serlo.

La molesta frustración lo hizo salir del cuarto, atravesó la pared y caminó por los pasillos, con las cejas fruncidas, analizando cualquier reparación necesaria, identificó las tablas rotas del suelo, las desarrolladas telarañas y las marcas de humedad. Sin quererlo se topó con la puerta de la habitación de Bulma, estaba entreabierta, la empujó con sutileza y se asomó. La habitación estaba en apariencia vacía, a excepción de los pies que sobresalían bajo la cama, con curiosidad tomó su tobillo y la haló hacia afuera.

Ella gritó con sorpresa.

-¡¿Cómo se te ocurre asustarme así?! ¡Imbécil! - Reclamaba, sin pensar en que la fuerza con la que habló lastimó su debilitada garganta. Cerró los ojos por el ardor y permitió accidentalmente que él notara la irritación de sus párpados.

-¿Qué hacías?- Cuestionó con autoridad.

Tragó saliva, tomó lo primero que encontró y creó una buena excusa.

-Estaba buscando mi camisa, por si no te das cuenta no llevo ninguna puesta, genio.- Afirmó mientras señalaba su torso, únicamente cubierto por un sostén deportivo negro.

-Si te sigues moviendo así la herida va a empeorar, no pienso volver a remendarte. - Advirtió, levantando el costado de la prenda para ver como estaba cicatrizando.

-¡No me toques!- Dijo con desconcierto, se levantó y salió caminando por el pasillo con la camisa en mano.

A Vegeta no le sorprendió esa reacción, de hecho, aprovechó su ausencia para revisar bajo la cama, había una cajetilla de cigarrillos pegada al colchón.

.-Es una mentirosa terrible. - Reconoció.

Bajó a la cocina y en un descuido estuvo cerca de caer al piso, era resbaladizo y sus medias tobilleras no eran muy útiles. Se sujetó del marco de la puerta y se puso la camisa suspirando, estuvo a punto de ser descubierta. Estaba desprevenida cuando Vegeta apareció, pero al menos había logrado esconder esas tres cajas como un tesoro, las había puesto en tres sitios diferentes, así se reduciría la probabilidad de perderlas todas en caso de ser descubiertas. Sonrió burlona y se felicitó por haber engañado al odioso príncipe. Caminó hacia las ventanas y las abrió, eso quitaría en algo el olor añejo que las estanterías de madera habían acumulado, rebuscó alguna olla que sirviera para poder cocinar. Su estómago comenzaba a sonar y no quería hacerlo esperar.

Corrió a la escalera y respiró, lamió sus labios con expectación, aclaró su garganta y lo llamó.

-¡Vegeta! - Insistió.- ¡Vegeta, ven!

-¿Qué quieres?- preguntó apareciendo a la mitad de las escaleras.

-¡Sabía que estabas cerca! - Anunció emocionada.- ¿Puedes llevar las cajas con comida a la cocina?

-¿Qué obtengo a cambio?

- Bueno, es una buena pregunta. - Mencionó. -Tal vez, no sé, asegurar que construya el radar. Porque, bueno, si las trato de llevar puedo abrir la herida, puede infectarse y puedo morir. O porque si voy llevando de cosa en cosa me tardaría y no podría trabajar en el radar. O la última posibilidad, que me niegue a llevarlas y también a comer, me enferme y muera de inanición .

- Eres una molestia.- Expresó acercándose y levantando la primera caja.

- ¡Qué caballeroso!- Burló caminando tras él.

Cuando llegaron ella abrió la puerta que daba al jardín, tomó un plato desportillado y salió a buscar lo mejor que esa mansión podía ofrecerle, fresas.

Tomó todas las que pudo, encantada por el tamaño prominente y el color carmesí, no importaba que el rocío vespertino humedeciera sus pies, o que sus ojos ardieran por el llanto reciente. Por un instante, fue feliz.

-Deja de perder el tiempo.- Solicitó el espíritu desde la casa con los brazos cruzados.

No se inmutó por ese comentario hostil, solo se puso de pie y caminó tranquila. Lavó las frutas, sacó una caja de fósforos y encendió la estufa, necesitaba café, demasiado café.

-¿Cuánto piensas tardarte en esto?- Reprochó de nuevo.

-Deja de tratarme como a una sirvienta.- Exigió mientras lo veía de reojo.- Quiero desayunar en paz.

-Come algo más. Si solo comes eso te dará hambre más rápido y vas a interrumpir el trabajo.- Aseveró con seriedad, se acercó a la caja y sacó una bolsa de pan, buscó un sartén entre las estanterías.

-No me digas, ¿Sabías cocinar?

-Sabía sobrevivir. - Mencionó áspero.- Un soldado debe aprender a cuidarse solo.

Gobernó el silencio, él calentó dos raciones de pan y las sirvió con desdén en un plato.

Por su parte, Bulma reflexionaba las crudas palabras de ese hombre y habló.

-Vegeta.- Nombró.- ¿Qué eres?

-No preguntes tonterías.- Respondió sentándose en la silla del comedor.

- ¿Qué eres?

- Soy quien te salvó la vida y para estar a mano tú tienes que empezar a trabajar.

Ella se mordió la lengua, su pregunta no había sido entendida, porque lo que de verdad quería saber era si él se consideraba más un soldado que un príncipe. O si, por otro lado, su vida militar no era importante en comparación a su sangre azul.

- Si sigues insistiendo voy a molestarme.- Advirtió la peliazul.- ¿En qué te afecta que me tarde o no? Has estado muerto por mucho tiempo. Si alguien aquí tiene que preocuparse por el tiempo soy yo, no tú.

-Haz lo que quieras, loca. - Desplegó frío.

Bulma se sentó frente a él, con una taza de café humeante, una buena cantidad de fresas y su ración de pan. Bebió de la taza y liberó un suspiro de placer, con el leve sabor de la bebida aún en su paladar mordió una fresa y experimentó momentáneamente el paraíso.

-¿Haces todo ese alboroto por una simple fresa?- Cuestionó Vegeta.

-¡No seas amargado!- Dijo sonriendo. - Las fresas son mi comida favorita.

Su sonrisa coqueta se transformó en una sonrisa triste, bajó la mirada, movía suavemente los dedos sobre la mesa y confesó.

-La primera vez que supe sobre las esferas del dragón, pensé que el deseo perfecto sería pedir una guarnición de fresas eterna. Gokú se puso a reír cuando se lo dije, entonces cambié mi deseo y creí que sería mejor pedir un novio.

-Tiene más sentido, es la única forma en la que conseguirías uno.- Afirmó burlón.

-¡¿Cómo te atreves a insinuar eso?!- Reclamó molesta. -Para que sepas, no necesito un novio, no necesito a nadie. ¡La única persona que necesito es a mi mejor amigo y solo te soporto para poder traerlo de vuelta! - Exclamó tomando una rodaja de pan y saliendo hacia la biblioteca.

Sonrió de medio lado, había resultado su plan, pensó que si peleaba con ella iniciaría a trabajar antes y no se equivocó. Podía oír sus pasos en la planta de arriba y subió los hombros con desinterés. Observó la comida que había quedado y se preguntó algo que jamás se le había ocurrido. ¿Él podía comer o beber algo? Nunca lo había intentado, con curiosidad tomó la taza y bebió un sorbo, abrió los ojos y la alejó de su boca.

-Maldición. - Musitó. No entendía lo que pasaba, sin embargo, podía sentir vagamente el amargo sabor del café, era una sensación lejana, casi impalpable, pero ahí estaba. - Es demasiado amargo. Arrojó el contenido de la taza en el fregadero y no se animó a probar otra cosa, se asomó al jardín y por la posición del sol pudo asumir que eran cerca de las once de la mañana. Debía comenzar a arreglar el palacio, tendría que ajustar los relojes y para eso, tal vez la científica podría simplificarle las cosas. La alcanzó en la biblioteca, estaba leyendo una hoja con cálculos diversos.

-¿Tienes alguna manera de comprobar la hora exacta?- Preguntó desde el umbral.

-No me interrumpas.-Solicitó frunciendo las cejas, contemplando los papeles sobre la mesa.

-Quiero que me digas la hora exacta.-Exigió cruzado de brazos.

-No lo sé.- Contestó molesta, hundiéndose más en la información sobre ella.

-Debes saberla, dime.- Insistió molesto.

-¡Te dije que no tengo ni la más remota idea, idiota!- Expresó mirándolo.- Deja de interrumpirme.

-¡Dime la maldita hora!

-¡¿Para qué quieres saber eso?!

-No te interesa. -Afirmó. -Solo dime qué hora es.

-Eres un príncipe insoportable.- Insultó arrojando los documentos sobre el escritorio y caminando a su habitación, él la siguió y Bulma aprovechó el trayecto para reprenderlo.- Más te vale que esta sea la única vez que me interrumpas, mi trabajo es importante, respétalo. No es solo hacer un bonito aparato con una brújula, es un estudio en campos de la ciencia que seguro ni conoces. Necesito que me dejes en paz para desarrollar fase a fase el radar.

-¿Cuánto vas a tardar en construirlo?- Interrogó mientras giraban por el pasillo.

-Todavía no lo sé. - Dijo mirándolo sobre su hombro.- Y no me mires así, es algo complejo. Tengo que hacer pruebas en la esfera que tenemos para saber cómo rastrear las demás y luego desarrollar un código para eso, además de las pruebas rutinarias.

-Dame un lapso estimado.

-Meses, Vegeta, tendremos que soportarnos por meses.- Confesó masajeando el puente de su nariz.

-Sin tener en cuenta cuánto tardes en reunir las esferas.- Complementó.

Al llegar a la habitación, ella rebuscó algo entre su ropa y cuando lo encontró, extendió su mano hacia él.

-Mi teléfono te da la hora exacta.- Comentaba.- Puedes ir acostumbrándote a este tipo de tecnología, la verás demasiado cuando revivas.

-No la necesito.- Resolvió.

Bulma exhaló fastidiada, aceptando que Vegeta era demasiado complejo como para intentar comprender sus caprichos.

-Entonces, te lo diré, son, exactamente, las once treinta y seis de la mañana.

No le dijo nada, solo salió dándole la espalda.

-Se dice "gracias", mono desagradecido.- Agravió mientras volvía a la biblioteca. Cuando había cruzado el umbral, puso una mano en su pecho por la sorpresa de tener frente a sí un reloj, que levitaba en el aire, justo en el medio de la habitación. - Con que era por eso que querías la hora.- Asumió relajándose. - ¿Cómo pretendes arreglar los relojes si el tiempo avanza cada vez más? ¿Cómo sabrás la hora exacta?

-Contando.- Mencionó dejando de nuevo el reloj en la pared, después se manifestó y continuó su explicación. - Soy capaz de contabilizar cada minuto que pasa si sé la hora exacta, no tendré problemas para ajustar los demás, no me subestimes.

-¿Truco del ejército?- Cuestionó divertida.

Vegeta asintió con severidad y la dejó sola. Bulma no lo vio por un par de horas más, avanzó poco a poco en su análisis de la materia y se sintió satisfecha con las pocas conclusiones que había sacado, sin embargo, de vez en cuando, se distraía. En una de esas pasajeras distracciones, decidió levantarse, estiró su cuerpo, contempló el cielo a través de la ventana y salió al pórtico a tomar aire.

-Todo está en marcha.- Reconoció para sí misma. - Ya todo está en marcha.

Se sentó en los escalones de la puerta principal y suspiró, la vida era demasiado complicada.

-Hay más preguntas que respuestas, ¿No crees? - Preguntó Bulma, sin hablarle a nadie en particular.- ¿En qué momento todo tenía que complicarse así? ¿Siempre fue tan complicado? ¿La vida siempre es así de inestable? Supongo que es cierto, es cierto que luchamos por vivir día a día. - Reflexionaba, mientras sobaba su estómago y veía el atardecer. - Ese idiota no tuvo la delicadeza de advertirme que había pasado tanto tiempo, ni siquiera desayuné tan bien como hubiera querido.

-Ahí estás, - mencionó Vegeta tras ella.- cada vez que te veo estás más loca, ahora hablas sola.

-No me extrañaría perder la cabeza con este aburrimiento.-Reconoció.- Al menos sería útil si tuviera alguien con quien charlar. Y tú no eres un gran conversador.

-Tonterías.

-En serio, a veces me pregunto cómo eras cuando estabas vivo, ¿Cómo alguien puede ser como tú? Es aterrador.

-Era exactamente igual, no veo nada distinto en mí.

-Por eso es aterrador. - Contestó.

-No es aterrador, es necesario, porque un rey no debe ser débil. Y un soldado necesita disciplina.- Afirmaba, exponiendo a ella las ideas que lo ayudaron a soportar su estado sin enloquecer, o eso quería creer, quería creer que seguía igual, pero esa cárcel en la que la muerte lo había dejado lo había herido de una forma casi irreconciliable. Esos años le permitieron recordar su vida una y otra vez. Esa casa abandonada le mostró lo que parecía un abismo eterno de soledad del que solo podía reconocer el inicio, el día de su nacimiento. Quemaba en su pecho la idea de haber estado solo antes, durante y después de la muerte; o tal vez eso quemaba en su espíritu, pero era confuso para él.

Bulma frunció las cejas y no respondió, solo permaneció callada, mirando el atardecer. Se abrazó a sí misma cuando una ráfaga de viento pasó y erizó su piel, otra vez estaba oscureciendo. Bajó la cabeza y el recuerdo del misterioso sueño por el que Vegeta la había despertado volvió. Quería volver a ver a Gokú, no importaba si solo era en un burdo sueño creado por ella, solo quería poder hablarle y creer que él podría responderle. Se levantó, volvió adentro, pasando junto a Vegeta sin determinarlo. Llegó a la cocina, puso agua en una olla y encendió la estufa, mientras se calentaba buscó una cuchara, con la mala suerte de rozar su herida con la esquina de un cajón abierto. Sofocó su grito con la palma de la mano, pero tuvo que sostenerse con la otra para no caer por el dolor, cuando sintió que había recuperado el equilibrio limpió las lágrimas de dolor que habían brotado de sus ojos. Se sentó como pudo y se encogió en la silla.

-¿Ahora qué hiciste, mujer?- Preguntó Vegeta en la puerta.

-Tráeme dos pastillas para el dolor.- Pidió sin mirarlo.

Él se acercó y levantó su rostro, sus ojos estaban vidriosos, su labio inferior temblaba y estaba pálida.

-No hasta que me digas qué pasó.-Aseveró firme.

-La herida me duele demasiado. Dijo después de rodar los ojos. Él no tardó en subir su camisa y encontrar el leve caudal de sangre, ella intentó resistirse a ese análisis, movió su brazo contra su costado para evitar su escrutinio con fuerza desmedida, lo que hizo que empeorara su situación.

-¡Deja de moverte, idiota!- Exigió él.- ¡¿Qué no ves que empeoras el daño?!

-¡Solo tráeme mis malditas pastillas!- Bramó desesperada.

-¡Ahora tengo que volver a coserte!- Explicaba tomándola del brazo para levantarla- Camina.

- ¡Suéltame! ¡No necesito nada más que dos pastillas!- Renegaba forcejeando.

-No voy a insistir de buena manera para siempre. - Mencionó molesto. -Vamos.

-¡No lo haré! ¡Eres un patán y puede que empeores la situación!

- Está bien.

-¿Qué?- Dudó sorprendida por lo fácil que fue ser escuchada.

-No me dejas más opción. - Añadió mirándola a los ojos, con dos de sus dedos golpeó su tráquea y en cuestión de segundos Bulma caía desmayada. -Si te dejo así puede infectarse y perderíamos más tiempo del necesario, estás sangrando, para este punto esa herida no debería abrirse así, significa que estás curándote muy lento. - Le decía mientras la tomaba en sus brazos. -Si te permito hacer lo que te dé la gana ahora, todo irá peor después. - Se tardó en subir las escaleras, tenía cuidado de no dejarla caer, aunque en más de un momento cargarla le resultó complicado, la llevó a su habitación, la dejó en la cama y salió por los insumos necesarios. En las cajas que aquel hombre había llevado encontró un pequeño botiquín, lo llevó arriba y juntó las cejas cuando notó que tendría que desvestirla para iniciar. Encendió la lámpara de la mesa de noche.

- Eres una tonta.-Insultaba subiendo su camisa.- Más te vale no hacer un escándalo por esto más tarde.

Cuando la zona estaba descubierta, él pasó un algodón con desinfectante para heridas, tal vez no debió usar hilo para bordar la primera vez que la curó, porque en ciertas partes de su herida habían rastros poco visibles de una infección, tomó las pequeñas tijeras quirúrgicas y cortó los extremos del hilo. Con el mayor de los cuidados utilizó las pinzas para ir sacándolo lentamente, sin esperar que en uno de los puntos el hilo se hubiera adherido a su piel con demasiada cercanía, por lo que tuvo que usar más fuerza y así provocar un gemido de dolor en Bulma. Rápidamente la sujetó por los hombros, para detener cualquier movimiento brusco de su parte, pero nada sucedió, la soltó para seguir trabajando en la herida. Tardó un buen rato, sin embargo, no pudo evitar que en un momento su cuerpo dejara de sostener las pinzas, lo que causó un pequeño accidente en el que brotaron algunas gotas de sangre. La miró expresando su arrepentimiento tan pronto volvió a materializarse, siguió con una dedicación inquebrantable y usó una venda para cubrir la lesión. Rodeó con la gasa su pecho, hasta que ella se movió por inercia y él puso una mano sobre uno de sus pechos para detenerla. Se alejó de ella como si lo hubiera quemado, miró su mano enguantada y tuvo una mezcla de emociones. Sentía curiosidad, también sentía rechazo y en el fondo, muy en el fondo, sentía atracción. Ella era una mujer hermosa, era decidida y llegaba a ser atractiva para sus estándares, pero también era vulgar, era inestable y fastidiosa. Sacudió la cabeza con repudio y terminó de cubrir su pecho. Bajó de nuevo a la cocina, sirvió un vaso de agua y vio la olla sobre la estufa, estaba seca y el fondo estaba quemado por el tiempo que llevaba sobre el fuego. La apagó, tomó las fresas que quedaban en el tazón y subió a esperar que despertara. Dejó el agua y las fresas sobre el tocador e imaginó que Bulma tendría frío por el viento que entraba a través de los rotos cristales de la ventana. Cerró las cortinas, la cubrió con las mantas y trató de acomodar las almohadas de la forma más cómoda posible. Luego tomó la silla del tocador, la puso junto a la cama y esperó. Tras una hora no despertó, eso lo preocupó, ¿Había usado mucha fuerza? Se acercó de nuevo y trató de tomar su pulso, después puso su mano sobre su abdomen para ver su respiración y no encontró nada extraño. Tomó el vaso de agua y vertió un poco sobre su rostro, Bulma se sobresaltó y abrió los ojos con temor.

-Por fin despiertas.- Saludó el príncipe con frialdad.

-¿De qué hablas? -Mencionó adormilada, por curiosidad bajó la vista y notó la venda que rodeaba su pecho.- ¡¿Cómo te atreviste?! ¡Eres un abusivo!

-Hice lo que era necesario para mantener el plan en marcha.- Argumentó distante.

-¡No te pedí que me ayudaras! ¡No te pedí nada! -Reprochaba Bulma.

-Tu herida comenzaba a infectarse.- Continuó él irritado.

-¿Qué?

-Estaba infectándose, era volver a coserla y desinfectarla o esperar que no hubiera vuelta atrás.

-¡Pudiste decirme eso! ¡Hay otras maneras de convencer a las personas sin necesidad de noquearlas como un salvaje!

-¿Podrías garantizar que en ese momento me hubieras escuchado?- Preguntó defendiendo sus acciones.

-¿Y tú podrías garantizarme que hubieras tenido la paciencia para decírmelo?- Imitó indignada.

-Tú no querías nada más que tus estúpidas pastillas.- Insistió.

-Porque en ese momento, y en este, las estúpidas pastillas me podrían quitar el dolor.

Él se levantó y salió, en menos de un minuto había vuelto con dos píldoras en la mano, se las extendió y le pasó el vaso de agua.

- Solo serán dos cada doce horas hasta que te sientas mejor.-Advirtió mientras ella las ponía en su boca.

-Por mí está bien.- Aceptó la peliazul, cerró los ojos con cansancio por unos segundos y de repente los abrió.- ¡Dejé la estufa encendida!

-Ya me encargué de eso.- Contestó extendiéndole el tazón de fresas.

-¿Quién eres y qué hiciste con Vegeta? - Preguntó curiosa.-Él no es amable, para nada.

-Si estás débil no vas a terminar el radar.- Explicó sentándose.

-Si estoy débil no te sirvo.- Comentó levemente decepcionada. Bajó la mirada hacia las frutas y se preguntó a sí misma por qué la decepcionaría, ¿Nunca encontraría un ápice de apoyo en ese hombre con el que tendría que convivir por meses? ¿Acaso su corazón era tan gélido y hermético como para permitir que otro ser le importara? ¿Durante toda su estadía en ese palacio se sentiría así de sola? - No quiero seguir sola.- Susurró mientras mordía una fresa.

-¿Qué dijiste?

-No dije nada.- Respondió.- Vegeta, ¿Eres más un soldado o un príncipe?

Él abrió los ojos confundido y se tardó en procesar la pregunta.

-A ti no te interesa.

-Quiero hablar con alguien, eres la única persona aquí.- Aludió simple.

-Yo no quiero hablar.

-Entonces puedes escucharme, puedo conformarme con eso.

-¿Y si no quiero hacerlo?

-Me voy a volver loca por la soledad y nunca podré terminar el radar.

-Tu razón no es válida, porque ya estás loca.- Declaró.

-Solo de vez en cuando, sólo eso.- Insistió. -Escúchame de vez en cuando.

-Lo pensaré.

-Eso suena como un sí.- Dijo con burla.- Sabía que no podrías resistirte.


¡Holi! ¿Cómo están? Este capítulo me hizo pensar en muchas cosas que van a pasar en la historia, ya definí el final, para mí no hay otro final posible para estos dos, pero para verlo falta un poco. ¿Ustedes cómo creen que podría terminar? La próxima actualización será de Perdidos y he pensado en escribir un One-shot , sin embargo tengo que confesar que soy incapaz de hacer one-shots porque siempre los convierto en una historia larga que necesita varios capítulos :c. Si me decido se los diré por Twitter o Facebook, porque me creé una página de facebook *Guiño guiño *, les dejo el link en mi perfil. Gracias a todos por sus comentarios, me animan mucho. ¡Los quiero! Abracitos con todo mi amor.