Sumario: Levi solo quería una cosa en la vida. Volver a encontrar a su madre. Y si para ello tendría que enfrentar a los mismos dioses, lo haría. Por lo cual iría en cada maldito templo dedicado a aquellos seres divinos queriendo ascender entre los dioses hasta encontrar al causante de la muerte de Kuchel, siendo a quien también le debe su existencia, al mismo Zeus.

Con lo que no contaba era encontrarse a aquella sacerdotisa de la sabiduría, queriendo salvarlo del camino a la venganza.


El Ascenso


Capítulo 05: De Dioses atraídos

Afrodita soltó un bufido nervioso. Una parte de ella deseaba maldecir a Ares por hacerla caer en ese juego de pasión, pero sabe que si llega a decirlo, podría destruirlo.

El amor incluso destruye a dioses, así como es peligroso que los dioses destruyan a humanos pues sin humanos, los dioses dejan de existir.

Parece una cruel broma de las moiras, porque hasta ellas mismas se sentenciaron a ser veneradas.

Afrodita no quería conocer qué le pasaba a una deidad muerta, ni aunque tuviera que reencarnar, como sucedió hace tantos siglos.

¡Hanji! ¡Hanji! ¡Cómo la pone en sus límites! Afrodita deseaba con todas sus fuerzas que Mike se casara con ella. Así seguramente podría controlarla.

Pero no puede forzarla. Nada ni nadie termina bien cuando se obliga. Maldito albedrío.

Ares rodeó con su brazo la cintura de la diosa, buscando el acceso a su cuello, para besarlo.

—Estoy pensando cómo evitar otra catástrofe— dijo Afrodita, sintiendo que las piernas le temblaban de anticipación ante los ardientes besos—. No me distraigas.

—Quieres a Hanji bajo tus órdenes, dile a Eros que lance una flecha de oro...

—Puedo provocar la ira de Atenea— respondió Afrodita, esquivando la mirada oscura de Ares.

Él dejó de besarla, su cuerpo tenso, oliendo el recelo en ella. Ahora fue la diosa que buscó su boca, para besarlo con ansiedad. Afrodita olvidaba que nunca debía subestimar la inteligencia de Ares. Va a sumar uno y uno, entonces descubrirá sus planes.

Ares la tomó del rostro, dejando que sienta su divinidad. Luego, sus manos se deslizaron por el grácil cuerpo hasta sostenerla de los glúteos, alzándola y provocando que ella se sostuviera de los hombros del Dios de la Guerra.

Los ojos verdes de Afrodita se oscurecieron. Él, rendido, se posó de rodillas, su rostro buscando bajo las telas, específicamente entre las piernas de la diosa.

Su piel sonrosada, agitada, sudorosa y temblorosa. Ares depositó un beso húmedo en el monte de venus. Sonrió ante sus pensamientos. Era curioso que esa parte sea llamada así.

Afrodita echó la cabeza hacia atrás, aprisionando en su garganta el gemido profundo que quiso escapar ante la lengua de Ares deslizándose en sus labios bajos, tanteando, saboreando, conquistando.

El Dios no fue dulce ni compasivo con las ansias de ella, la llevó al límite, dejándola al borde del mismo nirvana.

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Hanji miraba con cierta ansiedad al hombre de cabellos negros. Aún le hormigueaban los labios al recordar aquel beso intenso. Ella jamás se había comportado así.

Levi.

Debía tener cuidado de revelar su nombre, antes que se lo presenten oficialmente, o delatará más de lo que está dispuesta.

Pero todo fue verlo besando a aquella, aunque fuera un borroso recuerdo, y se le eriza la piel de impotencia.

Ella no era estúpida y sabía que estaba sufriendo estúpidos e irracionales celos. Pero, ¡Por la diosa cachonda!, No era justo que Levi se haya llevado su primer beso mientras él ya ha tenido su pasado.

Hanji no era como Nanaba, quien aceptaba que Mike haya experimentado amor físico. Hanji era obstinadamente celosa. Aun sabiendo que no tenía derecho a serlo.

¡Ush!

Se aprisionó los cabellos castaños.

Luego, inspiró una profunda cantidad de aire.

Sólo hay un bien: El conocimiento. Sólo hay un mal: La ignorancia.

Definitivamente una frase que resumía su vida.

Hanji se pasó la mano por el rostro tenso.

Pero también sentía que una parte de sí misma empezaba a encajar ante la cercanía de Levi, aunque se descontrole emocionalmente por él. Mientras, tendrá que averiguar un poco más sobre Smith Erwin y qué quiere con Atenea. O sondear cuál es su punto débil.

Con Mike fue tan sencillo aunque inesperado. Se ha enamorado (o prendado, aún tiene que definir bien esto) de Nanaba, una de las pocas amigas de la infancia de Hanji que la trata como una persona normal y no como la sacerdotisa ni la tocada ni la elegida ni la sabionda, ni la justiciera... Hanji ya perdió la cuenta de cuántas descripciones se refieren a ella.

Y bueno, volviendo al tema de Nanaba, la rubia inconscientemente protege a Hanji de las habilidades de Mike, haciendo que él retarde lo que sea que le haya pedido la diosa cachonda a su predilecto.

Afortunadamente Ares distraía y muy bien a Afrodita de sus propósitos. Hanji sospecha que la diosa cachonda desea algo de ella. ¿Contactarse quizá con Atenea y vengarse de la historia de Hefestos?

Hanji nuevamente se pasó la mano por el rostro. Hasta los dioses cometen errores y es complicado que admitan eso, más difícil es cuando se empecinan en querer corregirlos. Definitivamente va a tener que buscar algo que haga contraste a esa estúpida mentira de Hefestos delatando la infidelidad de Afrodita.

Por ahora, va a tener que concentrarse en desviar la atención de Moblit y Nifa de Levi. Reafirmar su elección en Erwin ayudaría, mientras busca la manera de ayudar a Levi en lo que le prometió.

El cántico de Moblit acabó, Nifa empezó a realizar las oraciones de consagración a Atenea, dando inicio a evandria.

Minutos después, los aplausos inundaron el templo cuando Mike, el primer candidato, fue presentado.

Hanji agradecía que Afrodita estuviera entretenida, así no armaría una guerra en su templo. Aunque las divinidades supieran de antemano que Mike jamás podría ser elegido ganador de evandria si esta fiesta es dedicada a Atenea.

Los castaños ojos de Hanji observaban a Erwin, un retorcijón de inquietud inundándola, mientras analizaba a los dos hombres: Mike estaba a favor de la cachonda, quien le bloqueaba y protegía cualquier conocimiento de vida pasada que Hanji tratara de investigar. ¿Erwin a qué Dios servía? Saber ello le daría a Hanji ventaja sobre esa divinidad. Sería demasiada suerte para Hanji que fuera Ares quien protege a Erwin.

A veces lo más absurdo es lo más real. Por el momento considerará esa hipótesis.

Sonrió de manera inconsciente.

Erwin fue llamado al escenario, lo cual hacía que quedara solo Levi detrás de bastidores. Cuando Hanji reparó en la presencia del de cabellos oscuros, se sonrojó inevitablemente. Sin embargo, él no pareció afectarse por aquello. Levi tenía una mirada áspera y un aura de muerte parecía rodearlo.

Hanji iba a desearle buena suerte, aunque fuera una mentira porque sabían que no iba a ganar. Se rascó el cuello, lo que pareció enfadar más al hombre.

—Antes que me sueltes alguna mentira... prefiero la cruda verdad.— la voz de Levi, baja y susurrante, no dejaba de ser hiriente y cruel. —¡¿Tratas con esa arrebatadora pasión a todos los elegidos para este absurdo juego de elegir al ganador de Atenea?!

La mano Hanji bajó de su cuello.

—¿Pasión? — repitió ella, buscando el porqué de aquella palabra. Si hablara de pasión, eso sería la forma en que él trató a su nebulosa amante del pasado. Ese recuerdo la hirió más que las palabras de Levi. Sus uñas se deslizaron por sus brazos. Se puso nerviosa, porque siendo la de la sabiduría, había tanto desconocimiento en algunos temas. Por ello se sintió obligada a admitir —No sé lo que es la pasión...

La verdad, como tal, penetró aquella muralla de rabia en Levi. Su cuerpo se destensó, reconociendo que Hanji no le mentía. No en esta ocasión, no a él, siendo ella capaz de soltar falacias a sus propios sacerdotes en el propio templo de Atenea.

Eso lo llenó de cierta satisfacción.

Levi llevó a Hanji detrás de una cortina, jalando hacia él de la suave seda que cubría el cuello de la fémina.

—Estaré más que dispuesto a enseñarte— susurró él, su tono muy diferente al de antes. —Solo a ti, a cambio que no dejes que nadie más se acerque.

Hanji fue la que acortó la distancia, en un beso que sellaba aquella promesa.

—No puedo dejar que ganes evandria— admitió Hanji —Tendrías a Moblit y Nifa todo el tiempo sobre ti. Y solo yo quiero estar sobre ti.

Levi le dio una sonrisa sutil.

—Tendrás que ganarte ese sitio.

Fue la última frase que dijo Levi antes de ir al llamado de Nifa.

Levi detestó la atención de tantas miradas sobre su persona. Incluyendo la de Erwin y Mike. Preguntaron sobre su estatura, habilidades, orígenes, porque era demasiado obvio para los habitantes que él no era de la zona.

Levi notó la mirada mutua que se dieron los rubios que eran sus competidores, aquello lo hizo rodar los ojos.

Cuando Hanji hizo aparición en la tarima, tomó de la muñeca a Erwin, concentrándose lo más posible por escarbar un poco en aquella muralla metafórica de su pasado. Si hubiera sido una muralla física real, Hanji la hubiera pateado.

Ella vio a Erwin sonreír. No sabía si se estaba burlando de sus intentos de averiguar sobre él o porque ganó evandria.

Hanji alzó la mano, señalando a Erwin como el ganador, y recibió aplausos de casi todas las personas, menos de Marie, quien estaba con las manos en las mejillas, quizá queriendo contener su sonrojo. A su lado, Nile, su prometido, no parecía tan satisfecho con la elección.

El telón bajó.

Hanji estaba a nada de empezar a dictar los deberes de Erwin como ganador de evandria, cuando notó que el rubio la colocó entre sus brazos.

Aquello hizo fruncir el entrecejo a la castaña, a pesar de que todo aconteció demasiado rápido, fue así mismo muy calculado el movimiento y bastante tardío para tratar de besarla, como querían dar a entender sus intenciones.

En menos de cinco latidos de corazón, Levi la había apartado de los brazos de Erwin y, con unas navajas, amenazaba cortar el cuello del rubio, quien esquivó ágilmente el ataque y, a puño limpio, logró dar unos golpes certeros al otro.

Sin embargo aquellos golpes no detuvieron a Levi, quien continuó con sus ataques, cada vez más cercanos, hasta que logró manchar sus navajas con la sangre de Erwin.

Hanji notó que, a pesar del profundo corte que Levi le propinó a Erwin, no fue mortal porque Mike inmovilizó a Levi, obligándolo a arrodillarse ante Erwin.

—¡Basta!— replicó Hanji, con una extraña sensación en su pecho. Los ojos castaños brillaron de furia.

Mike, instintivamente soltó a Levi, quien no tuvo reparos en ponerse de pie. Erwin, por su parte, cubría su herida y, sonriendo, afirmaba que solo fue un rasguño, nada de lo cual deba preocuparse.

Nifa estaba tensa ante la situación, sin entender por qué los concursantes habían empezado a pelearse.

—¿Qué es lo que está sucediendo? — preguntó Moblit, también extrañado por los acontecimientos.

Hanji dedujo que algo hizo Erwin para cegar al sacerdote y a la sacerdotisa y que no vieran sus acciones. Aquello solo podían hacerlo seres que no eran humanos.

El rubio destapó su herida, notando que efectivamente tenía solo unos rasguños que ni siquiera necesitarían vendaje. Levi no demostró ni temor ni arrepentimiento.

Hanji se dirigió a Mike, con quien tenía más confianza para tratar el tema, y empezó a regañarlo.

—No sé lo que pensaría Afrodita si te viera obligando a otro ser humano inclinarse ante... — Hanji no sabía cómo catalogar a Erwin.

Nifa se tapó las orejas, mientras salía corriendo de la tarima, pidiendo perdón a Atenea por haber siquiera escuchado mencionar a otra diosa.

—¡Hanji!— la regañó Moblit, antes de ir detrás de la sacerdotisa.

La castaña rodó los ojos. No estaba invocando a la diosa cachonda.

Y bien dicen que los dioses son mal llevados, porque cuando no los llamas, aparecen. Era una suerte que Nifa se hubiera ido o se hubiera infartado ante la presencia de la diosa cachonda.

La bella (y claramente satisfecha) Afrodita hizo acto de presencia en la tarima.

—Atenea se podría ofender por tu aparición— dijo Hanji, aunque no pudo evitar la sonrisa burlona —O tal vez halagarse ante tu divina presencia en su humilde templo.

La diosa rodó los hermosos ojos, en clara señal de desprecio ante el sarcasmo.

—No digas absurdos.— La mirada, verde como la esmeralda, se dirigió al rubio. —¿Cómo es que estás aquí?

Mike ni siquiera mostró una pizca de miedo. Hanji notó que en eso él se parecía mucho a Ares, pocos podían estar sin temor ante la diosa del amor.

—Cumpliendo con lo pedido, sin importar los métodos.

Hanji rodó nuevamente los ojos ante la nueva presencia que percibió. Cuando menos los necesitas, más los tienes metido, revolviendo tu mundo.

El dios de la guerra apareció.

—Y completamos el panorama con la divina presencia— Hanji hubiera hecho una sarcástica reverencia. Una cosa es camuflar el romance apasionado entre los dioses, otra muy descarada que todos sepan que esos dioses usen sus templos de hoteles para amantes.

Levi notó la presencia de aquel dios sombrío, en especial le llamó la atención ese aire de posesividad que tenía. Si mal no analizaba, era Ares. ¿Acaso Hanji se lo había traído tan rápidamente?

—Es una interesante reunión— observó Ares, sus ojos posándose en Erwin. La sonrisa del Dios de la Guerra fue escalofriante. —Me integro.

—Ya cerraron las inscripciones de evandria— observó Erwin. Si estaba burlándose de Ares, lo ocultaba muy bien. —Hasta se eligió a su ganador.

Alto, como moreno y arrogante, el Dios de la Guerra arqueó una ceja en clara señal de mofa.

—Quédate con tu premio. Hay mejores cosas, que definitivamente llaman mi atención.— respondió Ares, apareciendo abruptamente detrás de Levi. Levantó el brazo del hombre, en el cual estaba empuñando su navaja. Levi observó a Ares deslizar su mano alrededor del filo de la navaja, cualquiera pensaría que se cortaría con la misma. —Excelente filo, parece forjada por el perro de Hefesto. Que es lo único que hace bien en su patética existencia.

—Lo cual sería otra jugada de las moiras— Hanji dijo más para sí misma. Sin embargo, no pasó por alto que Ares limpió todo rastro de sangre en el arma de Levi. El dios de la guerra le había ganado a Hanji en un estratégico movimiento, pues analizar la sangre de Erwin le hubiera dado a ella un panorama más claro de la procedencia del rubio.

Levi, por su lado, ni afirmó ni negó las palabras de Ares. Sospechaba de la divinidad de aquel ser por los rasgos generales que había escuchado de él. Alto, mortífero, amante de la sangre y las guerras, intimidante, pero principalmente con ese aura de otro mundo que delata su divinidad y que no quiere ni pretende ocultar, creyendo esa fría realidad de que el mundo debe estar a sus pies, adorándolo.

El arma, limpia y sin rastro de sangre, seguía en la mano de Levi.

Ares, por su parte, se agachó un poco, para que su boca quedara a la altura de Levi.

—Llamaste mi atención, Ackerman Levi. ¿Quieres estar bajo mi protección?


Continuará