Disclaimer: Esta historia está inspirada, en parte, en el universo detallado en la saga cazadores oscuros de Sherrilyn Kenyon, mezclado con el universo de Harry Potter de J.K Rowling. Salvo algún que otro personaje de mi invención, todos los ambientes, personajes, argumentos, hechizos y todo lo reconocible pertenece a las dos autoras, yo solo los tomo los mezclo y agrego cosas.
ACLARACIÓN: NO ES NECESARIO LEER O HABER LEIDO LA SAGA DE CAZADORES OSCUROS PARA ENTENDER LA HISTORIA, YA QUE LAS PARTES IMPORTANTES DE LA TRAMA SERÁN EXPLICADAS.
SI LEISTE LA SAGA: puede que algunos personajes y/o destinos de los mismos hayan sido levemente modificados por el bien de esta trama.
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Capitulo 5:
Caleb observaba el amanecer por el gran ventanal que daba a las montañas ubicadas al este de la casa en la que se hospedaba. Según le habían dicho, el gran refugio de montaña estaba ubicado en un valle prácticamente inaccesible de la gran cordillera de los Andes. Desde su posición podía ver una pareja de cóndores que surcaba los cielos rosáceos del amanecer.
Llevaba horas sentado en el mullido asiento del ventanal, el insomnio es algo natural si tu cabeza tiene precio. El era vulnerable mientras dormía. Si fuera enteramente Katagaria, él tomaría su forma de lobo al dormir, y seria fuerte si se encontrara bajo ataque. Pero el exceso de sangre apolita en él lo convertía en un humano la mayoría del tiempo. Él debía estar en plena conciencia para mantener su forma de lupina.
Su anfitrión dormía. Desde allí podía oír la respiración acompasada del muchacho que estaba encargado de proteger su espalda. Bien, puede que Pólux Malfoy no fuera un muchacho, y que le multiplicara varias veces la edad, pero su apariencia no dejaba de ser la de un hombre joven que apenas había abandonado las redondeces de la adolescencia.
Caleb se preguntaba que sería vivir tantas vidas consecutivas, vivir sabiendo que mañana seguirás estando ahí. Él tenía solo veintiséis años y estaba a pocas semanas de morir. Había cierta esperanza de que él sobreviviera a su vigesimoséptimo cumpleaños pero cada día que pasaba estas menguaban.
Caleb era el último de una camada de ocho. Su madre Katagaria se había emparejado con un apolita y ambos habían vinculado sus fuerzas vitales con la esperanza de que su padre viviera más tiempo. Ellos se habían equivocado. Su padre murió antes de que Caleb naciera, al cumplir veintisiete, y su madre murió apenas dio a luz. Ella vivió el tiempo suficiente para parir sus cachorros y luego se desintegró como una apolita normal.
La manada de la que su madre era regente los había mantenido con vida solo porque nacieron como cachorros de lobo. Si hubiesen nacido en forma humana ellos hubiesen muerto en ese instante.
Los cachorros Katagaria tienen forma animal hasta entrar en la pubertad. Cosa que ocurre cerca de los veinticinco años. En ese punto todo Katagaria consigue tomar forma humana a voluntad. Se supone, que para los suyos la forma animal es la más fuerte, y solo optan por la forma humana por necesidad y para aparearse.
Caleb y sus hermanos eran distintos. Ellos alcanzaron la pubertad a los diez años, tal como hacían los Apolitas. Caleb y sus hermanos consiguieron sus formas humanas a esa edad y fue en ese momento que sus vidas comenzaron a correr peligro.
Cinco de sus compañeros de camada habían sido cazados por los centinelas Arcadianos mientras aprendían a dominar sus formas humanas. Cuando naces como un cachorro de lobo aprendes a moverte como un animal, y cuando cambias a humano, debes aprender a realizar todo como uno. Ese es el momento más vulnerable para un Katagaria, pues no dominan la transformación completamente, y es el momento favorito de los Arcadianos para exterminarlos.
Selene y Aria fueron las únicas de sus hermanos en sobrevivir a esa época extremadamente vulnerable. Ellas habían muerto meses atrás. Ambas habían sido atrapadas por un grupo de Daimons y habían sido asesinadas. Solo quedaba él.
Caleb había conseguido llegar hasta los veintiséis años y parecía que su vida sería más o menos normal si no fuera porque se negó a aparearse con la nueva loba regente de su manada. Caleb no sentía ningún tipo de atracción por ella y al negarse a poseerla, ella lo había denunciado al omegrion, el consejo que juzgaba los crímenes de los de su raza.
Los Arcadianos y Katagarias son conocidos por ser promiscuos. Cuando solo puedes reproducirte al encontrar tu pareja destinada, es normal que busques aparearte con todo lo que se mueva hasta poder encontrarla.
Antes de ser sentenciado a muerte, la loba regente había entrado en celo, y según las reglas, cada macho no emparejado debía servirla para constatar que no eran la pareja de la regente. Si ella no encontraba a su pareja, no podría reproducirse y su línea sanguínea se perdería. Caleb fue el único de la manada en negarse.
A su vez, los Arcadianos pedían su cabeza porque aseguraban que la cantidad de sangre apolita que Caleb tenía, lo empujaría a convertirse en daimon antes de morir a los veintisiete años. Un daimon capaz de tomar la forma de un lobo enorme era demasiado peligroso.
-Buenos días. Dime que no planeas comerte uno de mis cóndores.
- buenos días Pólux. No, solo los observo, son animales majestuosos.
Caleb volteó en dirección a su interlocutor y su garganta se secó. Pólux caminaba descalzo por la casa solo vistiendo un bóxer oscuro. Para ser un mago, y completamente humano, a su anfitrión le agradaba demasiado estar sin ropa por todo su hogar.
- es verdad. Es maravilloso volar con ellos.
-¿volar?, ¿ustedes vuelan?
- sí, no por nosotros mismos, pero tenemos escobas y volamos con ellas.
- no lo sabía.
- lo supuse. Para ser el señor que piensa que tiene más magia en una de sus moléculas que yo en todo mi cuerpo, tus habilidades mágicas dejan bastante que desear.
- ¿Cómo sabes eso?
- ¿lo que piensas?, con legeremancia. Mi padre nos entrenó. Podemos leer los pensamientos con magia.
- bien, agradecería que no lo hicieras conmigo.
- hecho. Y en cuanto a lo de volverse un lobo… no eres el único amigo. Nosotros hacemos algo llamado animagia. Aunque requiere practica. Mi gemelo y yo somos los únicos que dominamos esa disciplina en mi familia.
- deja de leer mi mente.
- no lo hice, simplemente deduje que pensabas eso, y tú me diste la razón.
La curiosidad pico a Caleb. Era innegable que Pólux era inteligente. Él nunca había estado cerca de los magos, así que no tenía idea del alcance de los poderes de los protegidos de Hécate.
- ¿en que se convierten?
- Altaír es un lince y yo un chacal dorado. Mi madre dice que a pesar de ser gemelos somos tan distintos que nuestras formas animagas son opuestas.
- interesante. No sabía que los magos pudiesen hacer eso. Durante la luna llena los de mi especie pueden viajar en el tiempo.
- nosotros tenemos giratiempos. Aunque están prohibidos y son peligrosos, en teoría podríamos hacerlo todo el tiempo.
- no debemos usar varitas.
- nosotros tampoco. Es más un objeto para canalizarla, hacer más sencillo usar la magia, poder focalizarla.
Caleb rodó sus ojos y le dio la espalda a Pólux. La pareja de cóndores seguía sobrevolando la alta cumbre y él intentó imaginar lo que sentirían los magos al volar con ellos.
- podemos quedarnos aquí a comparar el tamaño de… nuestros egos, o podemos salir a volar un rato. Sé que quieres ver que se siente volar. No creo que la tessera o los arcadianos nos atrapen si sobrevolamos un rato la montaña.
- deja de leer mi mente o arrancaré tu garganta.
- dije que no lo haría y no lo estoy haciendo. Solo lo deduje y tú confirmaste mi brillante conjetura.
Pólux invocó la escoba Thunderbird 3000, su más nueva adquisición. Las escobas thunderbird habían llegado a destronar las saetas y su padre había invertido sabiamente en la empresa que las fabricaba, un par de décadas atrás. La versión 3000 aun no había salido a la venta, pero él, como hijo del principal inversor, tenía derecho a conseguir los prototipos.
- ¿vienes?, observar el amanecer desde el aire es lo único verdaderamente mágico de este mundo.
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Acunaba en sus brazos a una niña dormida de cabellos renegridos. Mientras adoraba la belleza de su hija, veía al muchacho cabalgar en los campos lindantes a la casa. Reía al ver a los sirvientes correr tras el caballo. Sabía que Tiberius no corría peligro montando en Ajax. El caballo de su padre jamás lo dejaría caer. Ella amaba a sus hijos con locura, y estaba impaciente por comunicarle a su marido que pronto serian padres nuevamente.
El perfume de los azahares reinaba en el lugar y un escalofrío la recorrió cuando su esposo rozó su cuello desnudo con su mejilla cubierta por una barba de algunos días. Él había regresado de la última campaña militar y ella vivía por los pocos días en los que él estaba en casa y se dedicaban a la rutina familiar.
La nana se llevó a Drusilla. Los sirvientes de la villa acataban las órdenes de su esposo, aun antes de que este las hubiese dado. Haciendo gala de su fuerza y entrenamiento, Octavius la cargó sobre sus hombros y entre risas la llevó hacia el dormitorio.
Allí, él desprendió delicadamente el patagium purpura que mantenía ajustada la stola a su cuerpo. Con una suave caricia ascendente retiró la fina seda de su cuerpo y el aire fresco que se colaba por los ventanales se filtró entre los pliegues de la subucula.
Su túnica interior, la subucula, siguió el camino que había hecho la stola y pronto se reunió con ella en el suelo. Octavius la desnudó para él y luego depositó besos ardientes en sus hombros y pecho. Sus manos callosas por el uso de la espada y las riendas de las cuadrigas eran gentiles sobre su piel y arrancaban suspiros allí a donde se dirigían.
Ella estaba encendida. No podía esperar a que Octavius retire su propia túnica y en contra de la costumbre, fue ella quien tomó la iniciativa de desnudar a su esposo.
Justo cuando Octavius la recostó sobre las mantas y comenzó a cernirse completamente desnudo sobre ella en la cama. Astrid se despertó. Se sentía completamente febril y las mantas la sofocaban. Necesitaba salir de allí y despejar las brumas de su vivido sueño.
Miró su vientre plano y recordó a Drusilla durmiendo contra su pecho. ¿Quiénes eran esos niños en su sueño?, ¿por qué Octavius y ese muchachito despertaban esa sensación en su corazón durante el sueño?, ¿por qué se vio usando las típicas ropas romanas?
Astrid estaba enloqueciendo. Estar encerrada con un general romano por tanto tiempo estaba haciendo mella en su cordura.
Se vistió rápidamente y comenzó a vagar por la casa. Estaba por amanecer. Su anfitrión probablemente recién estaría por irse a dormir. Él tenía prohibido salir a cazar, pero aun así se mantenía despierto toda la noche sirviendo de apoyo virtual para sus compañeros.
Vagó por los pasillos hasta que divisó las puertas dobles de una sala a la que no había entrado hasta ahora. Al abrir las puertas se encontró con una serie de salas que sin dudas pertenecían a un antiguo baño de estilo romano. El apodyterium, o sala para vestirse, se hallaba vacio, al igual que el baño frio llamado frigidarium. El tepidarium era el baño tibio, y en el centro de la gran tina tres estatuas simulaban jugar con las olas que el agua producía.
Astrid pretendía caminar hacia el último baño, llamado caldarium, que era el más caliente de todos. Pero se detuvo al observar la firme espalda de Octavius. Él solo estaba cubierto por una pequeña toalla que se balanceaba precariamente en sus caderas. Y acariciaba con aire nostálgico el rostro de la niña que parecía estar congelada eternamente en una risa infantil.
El corazón de la bruja se detuvo al observar con detenimiento las tres estatuas. Ella los conocía. La niña era Drusilla, y aunque el mármol blanco no lo mostrara, Astrid sabía que ella había tenido el cabello negro de su padre. El muchacho de no más de doce años era Tiberius y recordaba que su cabello era un poco más oscuro que el de su madre. Tiberius enarbolaba una espada de madera imitando a su padre al entrenar.
El rostro de la mujer era sereno y estaba finamente cincelado en mármol blanco. Ella parecía que salpicaba agua a sus hijos. La escena cotidiana, divertida y familiar estrujó su corazón. Contuvo un jadeo. Ella conocía a la mujer hecha estatua. Ella la veía en el espejo desde hacia ciento treinta y cinco años. La esposa de Octavius era igual a ella.
El cazador oscuro giró sobre sus talones luego de sobresaltarse por el ruido que produjo Astrid al tropezar con un banco a sus espaldas.
- ¿Qué haces aquí?
- yo…
- contesta Astrid. ¿Por qué entraste a este sitio?
Octavius salió de la tina y caminó de forma predatoria hacia la bruja. La ira refulgía en sus ojos y tomó con más fuerza de la debida el brazo de su huésped. Ella se encogió instintivamente.
- lo siento. No quise, no había visto esta habitación y sentí curiosidad.
Octavius se paró entre ella y la estatua de Helena. Inocentemente creía que si la ocultaba, Astrid no se daría cuenta del parecido entre ambas.
- vete de aquí, ahora.
- ¿Quiénes son ellos?
- ¿eso importa?, esta no es tu casa princesa. Es la mía y no quiero que estés aquí. No me obligues a encerrarte en tu habitación, vete de aquí.
- no me grites cazador. No puedes hacerlo. Quiero saber quiénes son ellos. ¿Quién es la mujer que ocultas?, quiero saber por qué se parece tanto a mí.
- no quieres saberlo Astrid. No necesitas hacerlo. Sal de aquí por tu bien y olvida este momento.
- no lo hare Octavius. Esa mujer se parece a mí. Y esos niños… Drusilla y Tiberius…
- ¿Cómo sabes sus nombres?, nadie los sabe.
- sueño cada noche con ellos desde que llegué aquí.
- eso es imposible. Llevan dos mil años muertos.
- es tan imposible como tú o yo, y aquí estamos los dos. Explícame por que la mujer de mármol tiene mi rostro. Quien es ella.
- es mi esposa, Helena. Y si, no sé el motivo, pero eres igual a ella. Tu cabello es un poco más claro, pero el resto… eres idéntica.
- ¿Cuándo ibas a decirme que tengo la cara de tu esposa muerta?
- tienes gente poniendo precio a tu cabeza princesa. Qué sentido tenía que te dijera, oye te pareces a mi esposa…
- no lo sé.
- ves, no iba al caso. Y si me disculpas, desearía que me dejases solo. Tienes el resto de la casa para ti…
-¿Qué les sucedió?
- no deseas saberlo princesa.
- ¿los asesinaron?
- sí.
- son tu motivo para ser Cazador.
- No quiero hablar de eso Astrid. Por favor, déjame solo.
Astrid pudo ver el dolor en las facciones del cazador oscuro y decidió no importunarlo más. No sabía cómo había muerto su familia, pero podía adivinar que debió ser traumático y para colmo de males ella llevaba el rostro de quien fuera su esposa siglos atrás. Las parcas debían estar particularmente ensañadas con ese hombre para someterlo a semejante tortura.
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En su tiempo ella había sido una princesa. Habría gobernado sobre las de su clase si no hubiese sido traicionada por un hombre al que entregó su virtud y corazón.
Cuando el infame hombre del que se enamoró la asesinó a sangre fría, Hipólita hizo un trato con Artemisa para poder vengarse. Más de dos mil quinientos años después, ella no creía que una venganza hubiese valido la pena.
La vida al servicio de la diosa era tediosa. Su vía de escape no parecía estar cerca. Y podía observar década tras década como el jefe de los cazadores oscuros liberaba a sus compañeros y jamás pensaba en ella. Acheron parecía tener predilección por los cazadores hombres y no por las mujeres cazadoras, si bien ellas eran una minoría, Hipólita sentía que él no se esforzaba lo suficiente por liberarlas.
Accidentalmente había dado con la solución a su problema. Parte del panteón egipcio le había propuesto un trato. Ellos podrían ayudarla a recuperar su alma, siempre y cuando ella los ayudase a recuperar su sitio y poderes. Y de paso todos podrían vengarse de Acheron Parthenopaeus, todos ganarían.
Tal como Altaír había dicho, ella había llegado a salvo a su destino. Tener de amante a uno de los protegidos de Hécate tenía sus ventajas. Aquel niño haría cualquier cosa por ella siempre y cuando lo dejase entrar a su cama.
- princesa Hipólita.
- buenas noches Neftis, me agrada verla de este lado del velo.
- he venido por poco tiempo. Como sabes mi panteón carece de poderes fuera del inframundo.
- lo sé. De niña mi madre me contaba la historia de la caída de tu panteón.
La diosa Neftis era una bella mujer de piel olivácea y cabello azulino. Su vestido refulgía como una joya y sobre sus hombros descansaba un manto de colores brillantes que se asemejaban a las alas iridiscentes de una mariposa.
- sabrás entonces por que fuiste convocada
- así es. En dos semanas el eclipse coincidirá con el solsticio y todos los dioses solares estarán uniendo fuerzas para evitar que el caos se apodere de la tierra. Ustedes tienen un plan para recuperar sus poderes de este lado del portal.
- exacto. ¿Has cumplido con tu parte del trato?
- así es. Él está ansioso por venir. Desea unirse a la causa.
- maravilloso princesa. Cuando el protegido de Acheron Parthenopaeus venga voluntariamente a nosotros, todos sus familiares lo harán. Y el mismo Acheron se ofrecerá para salvarlos a todos. El amor que Acheron siente por ellos será su ruina. Recuperaremos nuestros poderes y tú reclamaras tu alma de las manos muertas del atlante.
- he aguardado mucho tiempo para que este momento llegase. Confío en ti Neftis. Espero que cumplas tu parte del trato.
- no tienes nada que temer princesa. Serás liberada de tu servicio a la diosa Artemisa. Serás libre.
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Draco entrenaba en el gimnasio subterráneo. Hermione lo había expulsado de la parte superior de la casa a causa de su paranoia. Sabía que ella y su bebé no nacida estaban a salvo por el momento y mientras estuvieran bajo su techo nada les pasaría, pero eso no evitaba que estuviera inquieto.
La barra de la que colgaba con sus brazos estaba húmeda por el sudor obtenido del esfuerzo. El tatuaje en su hombro y espalda ondulaba cuando los músculos bajo la piel se movían. La serpiente que descansaba la cabeza sobre su pecho parecía cobrar vida mientras él entrenaba o luchaba.
Para tener más años de los que deseaba contar, Draco Malfoy se veía muy bien. Él no había recuperado la exagerada musculatura que Artemisa le había dado en su primera vida, pero con los años de duro entrenamiento había alcanzado una saludable tonicidad que hacía que todas las mujeres volteasen a verlo.
Draco no sintió la puerta cuando se abrió. Estaba profundamente concentrado en no caer de la barra. Él mantenía sus grises ojos cerrados mientras sostenía su cuerpo solo con sus manos.
- ¡Draco!
Malfoy soltó una maldición cuando la estridente voz lo distrajo y cayó dolorosamente sobre su trasero. Segundos después se vio envuelto y casi sofocado por dos fuertes brazos femeninos. Le costaba respirar. Tantos años habían pasado, y ella aun no se acostumbraba a medir su fuerza con los humanos.
Simi, la demonio Caronte de Ash, solía quedarse en casa de los Malfoy cada vez que Acheron pasaba tiempo en el Olimpo. Ella recientemente había alcanzado el equivalente a la adolescencia de los de su especie y mantenerla calmada cerca de Artemisa era una tarea titánica. Así que Ash optaba por dejarla bajo el cuidado de los protegidos de Hécate, pues Hermione era el único otro ser capaz de hacer que Simi obedeciera una orden.
La demonio, quien parecía ser una mujer humana de
alrededor de veinte años, estaba vestida en vinilo rojo. Sus siempre cambiantes cuernos hacían juego perfectamente con su ropa y su largo cabello negro estaba trenzado cayendo por su espalda.
- Hermione dijo que me darías ranas de chocolate. Akri me trajo porque irá a ver a la diosa vaca y la Simi no quiere estar cerca de ella. Akri no deja que la Simi se la coma. Akri es bueno, salvo cuando no permite a Simi bañar a la diosa vaca en salsa barbacoa y asarla hasta que este tostada y crujiente.
- Simi me estás ahogando.
- Simi lo siente. Tienes ranas?
- están en tu habitación edera.
- la Simi ya no es un bebé, no le digas edera, solo mi Akri Acheron puede llamarla así. ¿La Simi quiere sus ranas, puede irse ya?
-ve.
Luego de que Draco utilizara el término atlante para bebé precioso, cosa que parecía haberle dejado de gustar, la demonio salió corriendo del gimnasio y subió hacia el gran cuarto que los Malfoy tenían reservado para ella.
Desde que Simi había descubierto las ranas de chocolate, los Malfoy habían tenido que invertir en la fábrica para poder garantizar un flujo enorme y constante de la golosina. Incluso habían hecho incluir cromos especiales de Ash y de ella para que la demonio fuese feliz.
Draco subió a la sala y encontró a su esposa observando divertida como Simi corría a su cuarto y empezaba a desenvolver los casi cien kilos de ranas que Draco había hecho traer cuando supo que Ash se las dejaría unos días.
- creo que debería usar algún tipo de armadura cuando ella esté en casa.
- es una adolescente, su fuerza está creciendo y no puede medirla.
- ¿te das cuenta que estás hablando de una demonio de diez mil años como si fuera una de nuestros hijos?
- Simi es mucho más sencilla de cuidar que tus hijos Malfoy. ¿Recuerdas cuando Altaír era pequeño?
- sí, para haber dejado de envejecer a los veintiocho, juro que se niño me sacó canas.
En ese momento un chillido de felicidad llegó a ellos desde la habitación de Simi. Ella seguramente debió hallar el regalo que Draco escondió entre las ranas. Los hombres a su alrededor solían mimarla en demasía y Draco no era una excepción. Solo sus hijas recibían más atención, de su parte, que la demonio de Acheron.
- Simi debe haber encontrado el nuevo lote de Snitches doradas que encargué para ella. Si pudiésemos meterla en un equipo de quidditch ella sería una fantástica buscadora.
- sí, el problema es que Simi se comería la Snitch en cada juego.
- sí y probablemente también se comería al árbitro.
Draco abrazó a su esposa y posó sus manos sobre el plano vientre donde crecía su quinta hija. Ambos estaban sentados en el sofá y podían oír los sonidos de Simi disfrutando su chocolate y sus Snitches doradas.
- tú no darás tanta guerra. ¿No es así?, serás calmada, sensata, y no le sacarás canas verdes a tu padre.
- ella será como quiera ser Draco, y la amaremos por eso.
- detesto que siempre tengas razón, sabelotodo.
-ignoraré eso. Hoy hablé con Astrid, ella está preocupada por nosotros pero creo que está a salvo con Octavius.
- no me lo recuerdes. Más de cien veces al día deseo ir a buscarla y traerla con nosotros.
- Draco. Ella está bien con él. Debes ir acostumbrándote a la idea.
- el romano tiene dos mil años más que mi bebé. Pondrá sus sucias manos en ella. Dime que no le ha hecho nada aun, y que puedo ir a buscarla.
- no lo harás. No señor. Tu hija es grande y tomará sus propias decisiones. Ella se está entendiendo muy bien con Octavius, y él no es romano, es de Herculano una ciudad lindante con la antigua Pompeya.
Hermione rodó los ojos. Esa discusión la tenían varias veces al día desde que Astrid se escondía en casa del cazador oscuro. Ella hacia lo posible para mantener a su esposo en su sitio, si fuera por él hubiese ido a rescatar a su hija. Había cosas que Draco ignoraba, y por su bien, era mejor que no las supiera.
- lo que sea. Es demasiado viejo para ella. ¿De qué más hablaron?.
- nada importante, le di un par de consejos para manejar un cazador oscuro.
Fue momento de Draco para rodar los ojos. Aunque en teoría él no había sido cazador en esa línea temporal, Acheron y Hermione no dejaban que él lo olvidase, de hecho Ash lo había integrado al grupo de los jubilados como él los llamaba. Fue agradable volver a conocer a algunos de sus mentores, aunque ellos no lo recordasen de su primera vez.
- ella lo liberará, ¿no es cierto?. Y lo tendremos rondando por aquí por mucho, mucho tiempo…
- estoy casi segura. Sus energías son iguales, están destinados.
- qué horror, mi yerno será más anciano que yo. Mi bebé estará con un fósil viviente. Eso casi me hace preferir al vástago de san Potter.
- deja de ser dramático Malfoy.
Hermione olfateó el aire. Normalmente no le molestaba ver a su esposo luego de entrenar, pero el embarazo exacerbaba sus sentidos y casi ningún olor le resultaba agradable.
- Por favor ve a bañarte. Estás sudado y tengo nauseas.
- ¿otra vez los olores?, dime que no deberé cortar la electricidad porque te molesta el olor de la corriente eléctrica como cuando esperabas a los gemelos.
- no, la electricidad está bien por el momento. Solo ve a bañarte.
- fantástico, realmente fantástico. Seré padre otra vez y es probable que no pueda acercarme a mi mujer sin que me mande a tomar un baño.
- no sea chillón señor Malfoy.
- no sea quejosa señora Malfoy.
Hermione le envió un beso a su marido y se encaminó hacia la cocina. Con Simi viviendo con ellos, el almuerzo era algo de suma importancia. Por suerte había aprendido unos cuantos hechizos domésticos de Molly Weasley. Cuando tienes una demonio que come como un batallón, ser una bruja que sabe trucos culinarios es una ventaja.
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n.a: ¡he vuelto!, fin del capítulo. Espero que les haya gustado. Gracias por los buenos deseos, tuve unas vacaciones maravillosas y traje muchas ideas para esta historia. HASTA LA PROXIMA!
