Capítulo 5
A los diecisiete años, Rin se había enamorado completamente de Sesshomaru Taisho y no se había creído la suerte que tuvo al ser aceptada en su selecto grupo de amigos, ya que no tenía nada en común con ellos y, era muy tímida.
Ese verano en Japón, ella había entrado en un mundo muy distinto del suyo habitual. Un mundo de adolescentes muy sofisticados, con coches muy caros y ropa de diseño. Luego, se dio cuenta de que la habían aceptado por su familia y de que muchos de ellos no tenían ni idea de cómo era la vida real. Pero Sesshomaru era distinto. No solo era atractivo, sino también mucho más maduro e inteligente que los demás.
Al principio de su relación, a ella no se le había ocurrido que el que él la llevara en coche a los sitios regularmente fuera a significar nada más que una demostración de su amabilidad. Entonces, Ishi le había dicho que su abuelo tenía intereses comerciales comunes con el padre de Sesshomaru y Rin se había sentido humillada al pensar que su abuelo tal vez le hubiera pedido a Sesshomaru que cuidara de ella. Ella le había dicho varias veces que podía cuidar de sí misma.
Ante su insistencia, un día, en una fiesta que dio Lukas en su casa, le hizo caso y él la dejó sola y se dedicó a bailar con todas las demás, cosa que, sorprendentemente, a ella le fastidió bastante.
Lukas la encontró en la cocina.
—Ya veo que Sesshomaru tiene otras cosas que hacer esta noche —le dijo al verla con los ojos rojos de haber llorado-. Alguien debería haberte advertido de que a él le gusta la variedad. Pero se me acaba de ocurrir una buena idea.
A Rin nunca le había caído particularmente bien ese chico, pero no supo por qué hasta que fue demasiado tarde. Era uno de los mejores amigos de Sesshomaru, pero estaba celoso de Sesshomaru era más rico, más atractivo y más popular
—¿Una buena idea?
—¿Por qué no nos divertimos un poco tú y yo?
—¿Qué clase de diversión?
Rin sabía que a Lukas le gustaba Ishi. Esta coqueteaba con él, pero se negaba a salir con él.
—Sí, a mí también me interesaría saber la respuesta a eso —dijo Sesshomaru desde la puerta.
Sorprendido, Lukas se volvió. Sesshomaru le dijo algo en japonés y su amigo se puso colorado y los dejó solos.
—¿Qué le has dicho? —le preguntó Rin sintiéndose incómoda.
-Que le voy a arrancar la cabeza si te vuelve a decir algo así.
Sesshomaru la agarró de una mano y la atrajo hacia sí decididamente Luego la besó. Leve, cariñosamente, sin la pasión que ella se hubiera imaginado que debiera haber en su primer beso, pero aun así, fue como si el corazón se le parara por un momento.
—Eres mía —susurró él— ¿Es que no lo sabes todavía?
—¿Tuya?
—Mi novia. Si no, ¿por qué te crees que he estado yendo contigo a todas partes?
—Yo creía que solo estabas siendo amable.
Sesshomaru se rió.
—Siempre hay una razón para ser... amable.
Cuando ella le dijo a su abuelo que estaba saliendo con Sesshomaru, Hiroki sonrió ampliamente y, en ese momento, ella no le dio importancia al hecho de que no se sorprendiera ni tampoco sospechó nada de que su relación con Sesshomaru se limitara a salir en grupo. De alguna manera, ella se dio cuenta de la frialdad de su amiga Ishi, pero estaba demasiado enamorada como para prestarle atención a esas cosas.
Dado que solo llevaban saliendo seis semanas, se sorprendió mucho cuando Sesshomaru le pidió que se casaran.
—Tú me gustas de verdad —le dijo él una vez que estaban en su Ferrari— Creo que, cuando seamos mayores, nos puede ir muy bien tú eres una persona verdaderamente cariñosa. Y te gustan los niños y esas cosas.
Pero lo cierto es que se lo dijo cuando le quedaban pocos días para la fecha señalada para regreso a Londres. No le había dicho que la amaba, pero esa propuesta de matrimonio había animado a Rin a darlo por hecho y también eliminó todas sus reservas.
—Por supuesto, he hablado con tu abuelo —continuó él— Cree que tal vez tú seas demasiado joven, pero yo le he dicho que esperaremos a que yo termine mis estudios para casarnos.
Pero la serpiente entró en el Edén privado de Rin en la gran fiesta que dio Hiroki par anunciar su compromiso.
—Me alegra tanto que los padres de Sesshomaru me hayan aceptado... -le dijo ella a Ishi.
—¿Y por qué no lo iban a hacer? No se me ocurre nadie en esta fiesta que no quisiera un alianza con la heredera de la familia Yoshida.
—¿Qué quieres decir?
—¿Es que no te cansas de hacer el papel de la pobre huérfana que no tiene donde caerse muerta? ¡ Todo el mundo sabe que Hiroki te va a dejar todo a ti!
A la mañana siguiente, Rin habló de eso con su abuelo.
—Sí, es cierto. ¿A quién más tengo? —le dijo él—. ¿Crees que te voy a dejar unirte a la familia Taisho solo con lo puesto? ¿Crees que al padre de Sesshomaru le gustaría ver a su primogénito atarse tan joven sin algo que dulcifique un poco el trago?
—Pero... pero...
—Yo soy un hombre hecho a mí mismo, Rin. No tengo ancestros ilustres. La familia Taisho puede estar en la cima de la sociedad, pero yo puedo estar a la par de ellos en cada yen o petrolero que tengan -dijo su abuelo muy satisfecho.
—Estoy segura de que puedes.
Rin vio que, de repente, su compromiso estaba adquiriendo otra dimensión. Una dimensión económica. ¿Un acuerdo comercial?
—Me siento orgulloso de poderte dar una dote que te ponga a su nivel. Es un buen matrimonio para ambas familias. Yo necesito que alguien se haga cargo de mis empresas cuando me retire y no se me ocurre ningún otro joven más prometedor que Sesshomaruos Taisho. Y ahora en vez de hacemos la competencia, el padre de Sesshomaru y yo trabajaremos juntos.
Esa misma mañana, Ishi fue a la casa para disculparse por su actitud de la noche anterior y la encontró pensativa.
—Una dote, por Dios —gimió Rin—. ¡Esto es peor que en la época medieval! ¿Por qué no me lo ha dicho nadie antes?
—Las mujeres no se suelen meter en esas cosas. Pero, en nuestro mundo, el dinero se casa con el dinero -dijo Ishi encogiéndose de hombros— ¿No te das cuenta de la suerte que tienes? ¡No eres precisamente Elena de Troya, pero tienes a Sesshomaru!
¿Pero lo tendría si no fuera la heredera de los Yoshida? Ese miedo le produjo una nueva inseguridad. Su idea de que le importaba realmente a Sesshomaru le estaba empezando a parecer muy inocente. Quiso que Sesshomaru se lo asegurara más, pero no le habló de la gran dote que iba a aportar. Temió verse ante la posibilidad de una desagradable verdad. De cualquier manera, esa desagradable verdad se fue abriendo camino en su mente...
Sesshomaru no le había dicho nada de amor y no parecía querer estar a solas con ella.
Cuando una noche le pidió una explicación por ese comportamiento tan contenido sexualmente y si era porque él era virgen igual que ella, Sesshomaru estalló airado, como si hubiera insultado su masculinidad.
—¡No seas tonta! ¿De dónde has sacado semejante idea ?
Ella se ruborizó y musitó:
—Yo solo me preguntaba... Quiero decir... Bueno, ya sabes.., me preguntaba por qué tú y yo no... Bueno, ahora que estamos comprometidos...
—Hemos de esperar a la noche de bodas porque yo te respeto como a mi futura esposa —respondió él secamente—. Si fueras japonesa, no tendría que decirte esto.
Ella no lo miró. Por primera vez, él le pareció un desconocido y la estaba haciendo sentirse como una pelandusca, por mucho que su mente le dijera que tenía derecho a hacerle esa pregunta.
—Estoy empezando a preguntarme qué está pasando aquí. Tal vez esté equivocado. ¿Tú eres virgen, Rin?
—Sí —respondió ella avergonzada.
—Esto es una locura -dijo él tomándole las manos—. Eres tan tímida que no me esperaba que te pusieras a hablar así y, por un momento, me ha hecho sospechar. No quiero que nadie más te haya tocado...
—Supón... supón que esperamos, que nos casamos y que descubrimos que no nos gustamos en ese aspecto...
Sesshomaru la soltó con cara de susto.
—¡No seas ridícula! ¿Qué te pasa hoy?
Lo cierto era que a ella no le apetecía nada ser tratada como una virgen intocable hasta que, cuando él quisiera, le dijera que sí, que entonces podían tener sentimientos sexuales por que estaban casados. El no era su dueño. Pudiera ser que ella lo amara. Pero no era su dueño.
Rin alejó esos recuerdos de su mente cuando el helicóptero empezó a descender sobre Southampton.
Cuando aterrizó sobre el helipuerto del yate de Sesshomaru, Rin se quedó impresionada del tamaño del barco. A Sesshomaru siempre le había gustado mucho el mar, pero diez años atrás, no había compartido ese interés con ella. De hecho, nunca la había llevado a navegar.
Cuando trató de salir del helicóptero con el incómodo vestido de novia, Sesshomaru la tomó en brazos y la metió dentro de la cabina.
Un hombre mayor con uniforme de capitán les dio la bienvenida con una amplia sonrisa. Sesshomaru le presentó a Rin después de dejarla en el suelo. El interior del yate era tan lujoso como cabía esperar y él la condujo hasta el salón principal.
Sesshomaru le explicó que el barco estaba pensado para ofrecer todas las comodidades de una casa y así él podía vivir y trabajar en él por largos periodos de tiempo.
—Mañana te enseñaré todo el barco, si quieres —le dijo.
Luego la miró de arriba abajo y añadió:
—Eres una novia preciosa.
—¡Por favor! Guarda esos cumplidos para las demás.
—¿Perdona?
—Ya me has oído —respondió ella mirándolo desafiante.
—Hoy tú te has transformado en mi esposa...
—Sí, pero no es necesario para mí compartir la cama contigo.
—Muy bien -dijo él secamente y se alejó de ella— ¿Vienes?
—Oh...
Así que ahora iban a alguna otra parte, pensó ella.
—No vas a poder volver a cambiar de opinión —le dijo él cuando lo alcanzó.
Se dirigieron de nuevo a la cubierta donde, había aterrizado el helicóptero. Había tres hombres trabajando en él y, cuando los vieron, el piloto se les acercó.
Sesshomaru le dijo algo en japonés, el hombre puso cara de sorpresa y asintió. Luego volvió al helicóptero a darles instrucciones a los demás.
—Vamos a ver lo valiente que eres —le dijo as Sesshomaru a ella—. Vas a ser el hazmerreir de la gente.
—¿A qué te refieres?
—Si te devuelvo a Londres y te arrojo a los de pies de tu abuelo, eso sorprenderá a muchos de nuestros invitados, pero divertirá a los demás. Aunque he logrado mantener alejada a la prensa, semejante noticia daría la vuelta al mundo en titulares. Tu madre y tu abuelo se quedarían pasmados, pero se darán cuenta de que estoy en mi derecho de devolverles a una novia que se niega a consumar el matrimonio.
Rin no pudo dar crédito a sus oídos y lo miró boquiabierta. Él no había levantado la voz ni se le notaba enfadado. Simplemente hablaba como si le estuviera describiendo algo inevitable.
—No puedes decirlo en serio.
—¿Y por qué no? Estás tratando de engañarme a pocas horas de la boda. Hemos hecho un trato y ahora estás intentando echarte atrás. Pero te has equivocado de hombre.
—No te permitiría humillarme de esa manera.
—Te llevaría a rastras.
—Estás loco, sería medieval montar una escena así delante de todo el mundo. ¡No te atreverías!
—¿Y qué tendría que perder? Si tú rompes los términos de nuestro acuerdo, yo también me vería en las últimas. Soy mejor ganando que perdiendo.
—Todo esto es una locura -dijo ella tratando de apelar a su racionalidad—. Así que me quedaré a bordo y haré como si todo fuera normal en el matrimonio. ¿Quién va a saber que no es así?
—No tengo tiempo para hablar con tramposas.
—No estás siendo justo.
—¿Cuándo he dicho yo que juegue limpio?
—Tú me obligaste a aceptar las condiciones de este matrimonio. Me chantajeaste amenazándome con contarle a mi madre...
—Ya lo sé. Pero primero hablemos de tus pecados. Tú viniste a mí y me suplicaste que me casara contigo.
—¡No supliqué!
—Sí.
—No tiene que ser así entre nosotros.
—A mí me gusta así —la contradijo él sin dudar.
Rin miró al helicóptero, pero luego se volvió y se dirigió de nuevo al salón principal. Por fin, dijo:
—Me gustaría ver mi habitación.
Sesshomaru apretó un botón para llamar al servicio. Se presentó un camarero y ella lo siguió.
Cuando llegó a su habitación, vio con alivio que, al parecer, Sesshomaru no pretendía compartirla con ella.
En un gran espejo vio escritas unas palabras.
¡Compite si puedes!
¿Competir con qué?
Pero entonces vio la revista del corazón que había abierta debajo. Una página a todo color con una sola foto de una preciosa rubia. Por lo que decía, se trataba de Gisele Bonner. Rin se estremeció. Deseó limpiar el mensaje del espejo y tirar la revista a la basura sin leerla.
Se apartó de la foto como si quemara, pero al final no pudo resistir y leyó lo que ponía en ella. Se trataba de un reportaje sobre la famosa modelo y acompañante del magnate japonés Sesshomaru Taisho. Tenía treinta y dos años y decía que nunca se casaría porque amaba su libertad y no podía soportar a los niños. Detrás, había una foto de los dos en el festival de Cannes, con ella pegándose a Sesshomaru como una boa constrictor.
Oyó un ruido tras ella. Sorprendida, se volvió y vio a una joven doncella en la puerta, mirando lo que había escrito en el espejo. Empezó a hablar en japonés como disculpándose. Al parecer, temía que le echaran la culpa a ella del mensaje. Se acercó y limpió el espejo con una toalla.
Rin trató de tranquilizarla con unas palabras en su japonés básico y se metió en el baño. ¿Por qué se sentiría tan mal? Cuando la doncella se llevó la revista, ella suspiró. Así que Gisele tenía gente a bordo del yate. Alguien de la tripulación debía de haber dejado el mensaje y la revista. Entonces recordó lo que le había dicho Ishi sobre Gisele ese mismo día. ¿Sería posible que hubiera sido Ishi no Gisele la que quisiera molestar a la novia de Sesshomaru en su noche de bodas?
¿Y qué mujer podría competir con la que aparecía en la revista?
Por suerte, ella no era competitiva. La ex novia de Sesshomaru no era asunto suyo, así que no quiso perder más tiempo pensando en quién podía haber sido el responsable de ese desagradable mensaje.
Empezó a quitarse el vestido de novia y se desabrochó la cremallera.
Estaba a medias cuando oyó abrirse la puerta. Se volvió dispuesta a regañar a quien fuera mientras se sujetaba el vestido por delante con las manos. Si no lo hubiera hecho, habría quedado desnuda hasta la cintura.
Sesshomaru estaba dentro de la habitación.
A ella se le secó la boca y se le quedó la mente en blanco.
—He venido para preguntarte si vas a cenar conmigo -dijo él en voz baja.
