5. Careless whisper
There's no comfort in the truth, pain is all you'll find.
Apoltronándose en la silla frente a Draco, Weasley continuó con su increíble relato:
—Cuando Harry finalmente se atrevió a confesarnos todo esto a Hermione y a mí, hace años, yo me reí de él y le dije "Amigo, de dónde yo vengo, a eso le llaman calentura. Si tienes ganas de follarte al hurón, adelante. Hazlo y pasa página" —dijo con sorna y soltó unas risitas. Draco lo fulminó con la mirada, la Comadreja carraspeó y prosiguió—: Pero Harry nos juró que era mucho más que eso, que no era algo normal. Presentía que si se acercaba a ti sería peor, pues con el tiempo, después de que ambos se reencontraran aquí en el Ministerio y él tuviera que trabajar cerca de ti, se dio cuenta de que además de sentirse atraído, él... percibe cuando estás en peligro. Dice que es como si pudiera sentir el miedo que tú estás experimentando, que sabe que estás en riesgo y que a veces hasta puede sentir dolor, enojo o cosas que tú mismo estás viviendo. Harry dice que esa sensación es tan aplastante e insoportable, que necesita salir corriendo a buscarte para ayudarte. —Weasley hizo una larguísima pausa, mirando a Draco con preocupación—. Él cree que podría morir si tú mueres también.
Draco arqueó las cejas.
—Weasley, todo eso es una soberana estupidez... Y, en todo caso, si fuera cierto, le aconsejaría a Potter que fuera preparándose para la demanda que voy a interponer en contra suya por invadir la privacidad de mis emociones usando trucos mágicos —dijo, medio en broma, medio en serio, intentando restarle dramatismo a aquellos cuentos de Weasley.
El pelirrojo bramó y puso los ojos en blanco.
—¡Sabía que te lo tomarías así! No digas payasadas, Malfoy. Harry no tiene nada de culpa. ¿Realmente crees que él quiere sentirse así por ti?
Ciertamente, si lo pensabas bien y resultaba verdadero, aquello sonaba bastante patético para el pobre de Potter. Debía ser realmente humillante para el héroe sentirse así por su némesis, ni más ni menos. Draco casi pudo sentir lástima por él.
Entonces, ¿no se trataba de un enamoramiento, sino de magia llana y pura?
—Mira, Weasley... Suponiendo que sea verdad, entonces deberían contemplar la posibilidad de que se trate de algún hechizo. De una maldición, más concretamente. Seguramente algún enemigo de los muchos que tiene lo ha hechizado. ¿Cómo es de bruto que no se dio cuenta? Tendría que ir a San Mungo a que le hagan exámenes y descubran que fue lo que...
Weasley soltó una risita, interrumpiéndolo.
—Malfoy, ¿realmente crees que nos quedaríamos sentados sin hacer nada durante todo este tiempo, nada más disfrutando de ver a Harry sufrir por ti? ¿Tengo que recordarte que Hermione Granger es nuestra amiga?
Draco recordó a la ratona de biblioteca que había sido aquella sangre sucia y negó con la cabeza. Seguramente semejante bicho ya habría pensado en cualquier posibilidad mencionada en los libros de toda la historia de la magia, aparte de haber arrastrado a Potter a consultarse con todos los sanadores disponibles en miles de kilómetros a la redonda.
—Entonces, ¿ya han consultado profesionales y nadie sabe qué es lo que lo provoca? —preguntó nada más para asegurarse, aunque la respuesta era obvia.
Weasley negó con la cabeza.
—Nadie nunca vio un caso igual y nadie pudo hacer nada para ayudarlo. Después de pensarlo mucho, nosotros llegamos a la conclusión de que tal vez tiene que ver con... la deuda de vida. Hermione cree que, tal vez debido a que Harry es un mago poderoso y fuera de lo común (tuvo un trozo del alma de Voldemort en él, por si acaso no lo sabes), quizá por eso el encantamiento que se convoca por salvar la vida a otro mago, ha funcionado mal con él.
Draco bufó.
—Pero, Weasley, seamos realistas... ¿a cuánta gente Potter le salvó la vida durante la guerra e incluso después? —Weasley abrió mucho la boca pero no respondió. Draco sabía que hasta el mismo Potter habría perdido la cuenta—. Exactamente a eso me refiero. A montones, ¿cierto? Entonces, ¿por qué no desarrolló esa... esa... obsesión con todos a los que ha salvado como lo ha hecho conmigo?
—Merlín, Malfoy, si lo supiéramos, ya habríamos hecho algo para...
—Lo que pasa es que Potter está enamorado de mí, Weasley —afirmó Draco petulante, cruzándose de brazos y subiendo los pies a su escritorio. Después de todo, tenía como prueba el beso que Potter le había dado la noche anterior en el pub, algo que seguramente Potter no hacía con todos aquellos a los que les había salvado el pellejo. Weasley lo miró con incredulidad y Draco añadió—: Por favor, Weasley, no sé de qué te sorprendes. Soy tan irresistible que eso no debería extrañarle absolutamente a nadie.
Aunque si Draco era sincero con él mismo, la verdad era que sí le extrañaba que Potter estuviera hasta las manitas por él. Era curioso, pero a pesar de la obsesiva fijación que el Cuatrojos parecía tener por Draco, e incluso, a pesar del beso intempestivo y apasionado que le había dado, éste jamás se había planteado la posibilidad de que fuera porque estuviera enamorado de su persona. Y la idea, cosa rara, ahora no le resultaba tan desagradable...
—¡Por supuesto que no está enamorado de ti! —refutó Weasley poniendo la cara de asco más exagerada que había puesto en todo ese rato, y vaya que ya era decir. Draco se sintió profundamente ofendido por eso, pero antes de poder decir nada, Weasley continuó—: ¿Qué podría ver alguien en ti, si eres un cretino? ¡Desde que te conoce, Harry siempre te ha odiado, has sido su rival toda la vida, siempre tratando de opacarlo y molestarlo! Primero en Hogwarts y ahora aquí, en el Ministerio. No, Malfoy, eso está definitivamente descartado. Tiene que ser un tipo de magia y, lo peor, magia negra conjurada con la más malévola de las intenciones. De otro modo, Harry jamás se habría fijado en ti.
Las palabras de Weasley ofendieron tanto a Draco que durante unos segundos no pudo pensar en qué responder. Afortunadamente, Weasley continuó hablando sin percatarse en lo más mínimo que acababa de irritarlo (¿herirlo?) profundamente.
—Es algo anormal, algo mágico. Por supuesto que no es amor, es más, ¡ni siquiera es atracción! ¿No te acabo de decir que Harry siente tus emociones y hasta tu dolor?
—Eso es absurdo, Weasley, yo no creo que...
—Ah, ¿no me crees? ¿Quieres pruebas? ¿Cómo explicas entonces que Harry haya sentido tu enojo y miedo cuando Pucey te estaba atacando, e incluso le dolieron en la cara todos los golpes que el idiota te dio? —gritó Weasley, señalándose las dos partes de la cara donde Pucey había golpeado repetidamente a Draco—. ¡Se puso como loco en la casa de la prima de Campbell, gritando que algo te estaba pasando, que fuéramos a buscarte! Nos aparecimos aquí con la esperanza de que aún no hubieras salido, y Harry, sin saber cómo ni por qué, se encaminó directo al archivo.
Draco lo miró boquiabierto. Eso sí que era raro. Weasley continuó, bajando la voz y mirando a Draco con resentimiento.
—Incluso, al llegar ante la puerta, Harry gritó de dolor, se llevó una mano a la boca y exclamó, todavía mucho más furioso que antes: "¡El maldito lo ha vuelto a golpear y le ha tirado un diente!". —Draco se estremeció al escuchar eso—. ¿Cómo te lo explicas, Malfoy? ¿Todas las personas se sienten así por su media naranja cuando están enamorados? ¡Yo estoy enamorado de Hermione y nunca he sentido cosas así! Eso... Eso suena más a una maldición para torturarlo que a ninguna otra cosa. Y además, por si todo lo anterior fuera poco, está el hecho de que Harry estaba fuera de sí cuando te quitó a Pucey de encima... Casi lo mata a golpes. Tuvimos que controlarlo entre otros tres aurores y yo. En circunstancias normales, Harry no habría atacado así a otra persona, delincuente o no, estoy completamente seguro.
Un largo silencio invadió el cubículo de Draco.
Weasley, furioso, esperaba a que éste dijera algo, y Draco tuvo que tragar un nudo que se le había formado en la garganta antes de poder pronunciar palabra. No comprendía por qué, pero sentía una gran decepción al saber que el interés de Potter hacia él era resultado solamente de la magia y que tanto él como sus amigos lo veían como una tortura.
—No tienes que ser tan sarcástico conmigo, Weasley —rezongó Draco hablando con gran lentitud, temiendo que su voz dejara traslucir la repentina desilusión que estaba sintiendo—. Después de todo, yo no tengo la culpa de lo que le sucede a Potter. Yo no lo hechicé ni pedí que se sintiera así por mí.
Weasley suspiró y desvió la mirada durante un momento, sus facciones relajándose un poco.
—Sí, tienes razón —accedió—. Lo siento, Malfoy, en verdad ninguno de nosotros cree que tú tengas la culpa. Pero, ¿sabes qué es lo que sí creemos? —dijo con repentino entusiasmo, mirando fijamente hacia Draco—. Que tú podrías ayudarnos a resolver esto. De hecho, ese es el favor que iba a pedirte a cambio.
—¿Yo?
—¡Pues claro! ¿No es obvio? —dijo Weasley—. Hermione tiene la teoría de que, si esta maldición fue provocada por la deuda de vida, la solución es que tú se la pagues.
—¿Que se la pague? —repitió Draco—. ¿La deuda de vida?
—Así es. Hermione cree que todo esto terminará si tú le salvas la vida a él, a Harry. Pero no de cualquier manera, si no poniendo en riesgo la tuya propia.
—Estás demente, Weasley. Yo no haré tal co...
—¡Fue así que Harry te salvó la tuya, ¿ya no lo recuerdas?! —exclamó Weasley, enojándose de nuevo—. Escuchó tus gritos y regresó a buscarte a sabiendas de que también él podía morir entre las llamas si hacía eso. ¡No fue un rescate cualquiera, Malfoy! Harry se arriesgó por ti, y por eso Hermione cree que esta deuda es mucho más especial que cualquier otra. Y tú tienes que corresponder de la misma manera, tienes que estar en peligro tú también. No es como si tengas que tomarlo de la mano cuando se vaya a caer en la ducha o cosas así de fáciles.
Algo hizo clic en el cerebro de Draco.
—¿Cuando se vaya a caer en la ducha? —repitió con un hilo de voz, recordando de repente el diálogo que había sostenido con Potter y Weasley acerca de cómo se había hecho su chichón.
"En la mañana, cuando me duchaba, resbalé y me golpeé... Después de todo, eran las cinco y media de la mañana", había dicho Potter cuando Draco le preguntó.
¿Y qué hora había sido cuando Draco se había despertado, aterrorizado por algo, sintiéndose mojado, sintiendo que caía y con un dolor lacerante en la frente como si se hubiera golpeado?
Habían sido las cinco y media de la mañana.
Draco se sintió enfermo ante semejante revelación. Un mareo lo invadió y se movió hacia delante, bajando los pies del escritorio y apoyándose sobre él con las manos. Quería vomitar. En serio que sí.
—Malfoy, ¿te sientes mal? —le preguntó Weasley—. ¡Te has puesto de color verde!
Draco negó con la cabeza.
—No, no... estoy bien, es sólo... la impresión de la noticia —mintió.
No iba a contarle a Weasley que acababa de atar cabos y se había dado cuenta de que él también sufría de "una atadura" hacia Potter y sus malditas emociones. Oh, no. ¡No podía ser! ¿Por qué él, de entre toda la gente? ¡Seguramente se trataba de algún bicho mágico infeccioso y el estúpido de Potter se lo había contagiado al besarlo!
Como fuera, Draco no se lo diría a nadie hasta estar seguro de qué era lo que estaba pasando entre ellos dos.
Weasley resopló y meneó la cabeza.
—Eres un cobarde. Mira cómo te has puesto sólo porque te hablé de arriesgar la vida... ¡De verdad que a veces...!
Draco lo miró con intenso enojo y no respondió. Que pensara el cretino lo que quisiera, cualquier cosa era mejor a que supiera que Draco sentía por Potter algo mucho más allá de una "sana rivalidad" y que Potter no era el único ahí que podía sentir los miedos y peligros a los que se enfrentaba el otro.
Draco primero se dejaría matar por cien Puceys antes de reconocer tamaña verdad.
Aprovechando el encierro temporal de Potter, Weasley arrastró a Draco a una desagradable y tardía entrevista con su novia, la sangre sucia Granger. Ella, al contrario de Draco, se mostró muy feliz de verlo. Bueno, siendo sinceros, se mostró feliz de que hubiese accedido a ayudarlos a "desencantar" al héroe, pues, según dijo, estaba completamente harta de escuchar a Potter suspirar todo el santo día por él, de verlo ojeroso, cansado y, lo peor, sin ilusiones.
—No come bien. No duerme como es debido. ¡Casi se convierte en un asesino! ¡Todo es culpa tuya, Malfoy! Se la debes a Harry y se la vas a pagar.
Si Draco no hubiese estado tan impactado por el hecho de que se había dado cuenta que a él le pasaba lo mismo que a Potter, Granger no habría vivido para contarlo. Además, ¿qué Weasley no le había dicho que ahí nadie pensaba que fuera su culpa? Por lo visto, Granger tenía una opinión muy diferente.
Granger los invitó a sentarse en el comedor y se pusieron a idear un plan mientras Weasley devoraba con ansias un platillo muggle redondo y grasiento llamado "pizza" que Granger había tenido el atino de ordenar para ellos pues ya era hora de cenar. Draco se sentía demasiado mareado como para pensar en comer nada, así que sólo bebió té. En San Mungo, antes de darlo de alta, una sanadora lo había obligado a comer y ahora se arrepentía de haberse dejado: seguramente aquella horrible comida le había hecho daño.
Siendo que Granger había decidido que todo eso era culpa de Draco, éste tuvo que darle dinero para que se largara a comprar lo necesario ("Es que no es barato, ¿sabes, Malfoy? Pero cómo tú eres millonario y todo eso, pues sé que será como quitarle un pelo a un gato..."). Weasley charló con él mientras tanto, intercalando de vez en cuando una que otra amenaza mortal que llevaría a cabo si Draco no salvaba la vida de Harry cuando fuese necesario. Después de un rato de escuchar eso y de preguntarse por qué el señor Destino lo odiaba tanto, Draco se disculpó y finalmente fue a vomitar al baño.
Una media hora después, Granger regresó al apartamento con un paquete bajo el brazo. Weasley quiso mirar, pero Granger dijo que primero tenía que aplicarles un encantamiento a los objetos que llevaba ahí, así que se encerró en su habitación a hacerlo, alegando que Draco y Weasley la distraían demasiado. Diez minutos más tarde, salió con los pelos más alborotados que antes y una caja abierta que contenía, al parecer, un par de joyas.
—Aquí está. Tú te pondrás esto, Malfoy —dijo Granger, arrojándole a Draco un colgante sujeto a una correa de cuero negro—. Y esto —les dijo, señalando con su varita la otra joya que había quedado en la caja. Draco y Weasley se acercaron a ver. Era un anillo a juego—... será para Harry. Les he colocado un poderoso encantamiento vinculante que hará que Malfoy, cuando toque su colgante y diga "Llévame a él", se traslade a donde sea que se encuentre este anillo. El cual, por supuesto, estará en el dedo de Harry en cuanto sea posible.
Sonrió muy satisfecha de ella misma y miró a los dos aurores como esperando su veredicto.
—¿Funciona como un traslador, entonces? —preguntó Draco mientras acariciaba distraídamente el colgante entre los dedos: parecía estar hecho de metal circonio negro. Tenía también un grabado de algún tipo, aunque en ese momento Draco no lo miró con atención. Esperaba que Granger no hubiese gastado mucho en él porque no pensaba usarlo más de lo necesario.
—Así es. Como un traslador cuyo destino será el mismo donde se encuentre el anillo en el momento en que sea activado.
—Hermione, yo tengo una duda —preguntó Weasley, poniendo su habitual cara de idiota—, ¿cómo se supone que Malfoy sabrá cuándo está Harry en peligro? Digo, si yo estoy con él, podría avisarle a Malfoy, pero la realidad es más compleja que eso. Podrían pasar mil cosas de aquí a que le avise y él acuda... Además, Harry y yo no estamos juntos todo el tiempo. ¿Qué tal si está en riesgo cuando esté a solas?
—Oh. Ah. Eh —Granger abrió mucho los ojos—. Creo que me hace falta pensar en cómo solucionar eso.
Draco los miró con sorna, preguntándose si debía decirles que, por lo visto, a él también se le había desarrollado un radar para percibir cuando Potter estaba en aprietos. Miró a Granger hacer un montón de muecas graciosas mientras analizaba el problema, y al final Draco decidió que no les diría nada. Era más divertido mirarla devanándose los sesos.
—¿Puedo irme ya? —preguntó inocentemente, ansiando salir de ese apartamento tan muggle que le estaba dando comezón.
—Supongo que sí —respondió Granger, frunciendo las cejas como si estuviese pensando muy duramente. Seguro que buscaba una excusa para impedir que Draco se fuera y así, seguir torturándolo. Al final, pareció que no se le ocurría nada, porque suspiró y añadió—: Mientras pienso en cómo solucionar lo otro, Ron y yo nos encargaremos de que Harry traiga el anillo con él desde esta misma noche. Le diremos que es un regalo adelantado de cumpleaños o un amuleto de buena suerte.
—Si le dices que Malfoy se lo ha regalado, seguro no se lo quita ni para ir al baño —comentó Weasley, echándole un vistazo a la caja para ver la susodicha joya—. Mmm... ¡Qué raro es! ¿Qué demonios significa ese símbolo que tiene grabado?
—Eh, ¿cuál símbolo? —preguntó Granger comenzando a enrojecer y alejando la caja de la vista de Weasley— No sé de qué estás hablando, Ron.
Draco tuvo un mal presentimiento de eso.
—A ver —dijo Draco, y le arrebató la caja a la bruja. Antes de que ella pudiera impedirlo, Draco observó con detenimiento aquel anillo de circonio y plata. Estaba tallado con un par de símbolos que, Draco sabía, era de origen céltico: un nudo que rodeaba todo el anillo y servía de marco para un par de manos que sostenían un minúsculo corazón, el cual tenía una corona encima.
Draco volvió a jadear y fulminó a Granger con la mirada.
—¡¿El Claddagh?! Pero... ¡¿acaso tienes escarabajos en el cerebro, Granger?!
—¡Oye, Malfoy, contrólate! —intervino Weasley—. ¿Qué demonios es el cladásh, o lo que sea?
Granger enrojeció más y pareció dispuesta a no decir nada, por lo que Draco suspiró y le respondió a Weasley:
—El Claddagh es un símbolo de origen irlandés que representa la amistad, el amor y la lealtad. Por lo general se usan en anillos de compromiso o de boda, o sea, en regalos que se hacen entre ENA-MO-RA-DOS —finalizó Draco, recalcando la palabra con odio y asesinando a Granger con la mirada—. ¡Si le dicen a Potter que yo le di eso, creerá que le estoy declarando mi amor!
—Tonterías, Malfoy. También suele regalarse como símbolo de amistad, tú mismo lo has dicho —rebatió Granger, restándole importancia—. Lo que pasa es que el hechizo vinculante funciona mejor si las dos joyas tienen un fuerte significado, eh, sentimental. Ejem. Por eso tuve que comprarlas a juego y con un símbolo así. ¡Bueno! Ahora, lo vital es que Ron no se separe de Harry para que, en el momento dado que éste esté en un gran peligro, pueda él comunicarse contigo y acudas a salvarlo... Necesito pensar en algo que nos ayude a avisarte inmediatamente, ¿quizá como lo que hice en quinto año cuando...?
Lo que Granger hizo en quinto año ya no fue escuchado por Draco, pues éste dejó de prestar atención mientras se preguntaba por milésima ocasión en qué diablos se habría metido al asociarse con aquellos dos. Suspirando con hastío, Draco se pasó la correa de cuero por la cabeza, colocándose así aquel significativo colgante. No quiso ni imaginarse lo que Potter creería cuando viera el anillo que supuestamente él le había comprado. Su última esperanza era que Potter fuera demasiado espeso para tener idea de qué era el Claddagh.
Aunque conociendo a Granger como él la conocía, Draco estaba seguro de que lo había comprado así a propósito para hacer creer al pobre ingenuo de Potter que Draco sentía por él algo mucho más significativo que su famosa y añeja rivalidad. Seguramente el hechizo vinculante que convertía aquellas joyas en trasladores funcionaba mejor si los dueños de dichos objetos les tenían cierto... cariño, pensó Draco con repugnancia.
Pasando la mano abierta por encima del colgante que ya pendía de su cuello, Draco suspiró discretamente y tuvo que reconocer que, tal vez, la idea de que él también sentía por Potter otras cosas más que sólo rivalidad, no era tan descabellada como se podía creer. Que, tal vez, realmente Draco estaba atado a Potter con lazos que ninguno de los dos alcanzaban a comprender.
Pero eso, era un secreto que Draco prefería llevarse a la tumba antes de dejárselo saber a nadie.
"Después de todo, estos lazos y este interés que sentimos el uno por el otro son sólo resultado de una estúpida maldición, ¿cierto?", pensó Draco no sin cierta decepción, mirando a Granger y a Weasley discutir por algo pero sin prestarles la más mínima atención. "El resultado de una deuda de mago... fallida", concluyó con sarcasmo, sintiéndose inexplicablemente enojado y arrugando el gesto casi sin darse cuenta. Si alguna vez alguien le hubiera predicho que terminaría así, "atado" a Potter por lazos invisibles e indeseables, Draco se habría dejado consumir por las llamas de muy buena gana allá en el Salón de los Menesteres de donde el mismo Potter lo había sacado.
O... tal vez no.
Draco agachó la mirada al recordar aquel terrorífico momento. Jamás se le había ocurrido reflexionar en que Potter realmente se había arriesgado para salvarlo a él, que podía haber muerto, que no tenía por qué haber regresado a buscarlo.
Si no hubiera estado tan absorto en sus pensamientos como se encontraba, Draco se hubiera muerto de la vergüenza al descubrir que Weasley y Granger ya habían dejado de discutir y estaban mirándolo con genuino asombro. Porque, después de todo, ver a Malfoy con el semblante nostálgico no era cosa de todos los días, y el hecho de que estuviera acariciando el colgante sin darse cuenta, era un gesto bastante revelador.
Incluso hasta para alguien tan poco intuitivo como Ron.
Weasley, usando su influencia como auror, iba a ser el encargado de llevar a Granger a las celdas del Ministerio para que pudiera visitar a Potter y, de alguna manera, le hiciera ponerse el anillo. Antes de despedirse de Draco, el pelirrojo baboso y pervertido, y que de alguna manera encontraba muy divertido todo aquel asunto, se burló de Draco durante un buen rato diciéndole que seguramente Potter aprovecharía las cuarenta horas que le restaban de encierro para "juguetear" con el anillo al creer que era Draco quien se lo había enviado.
—Lástima que no tenga su varita con él, porque si no, estoy seguro que le aplicaría un engorgio para ponérselo a su "amiguito", Harry junior, mientras le ordeña la leche.
—Eres un puerco asqueroso, Comadreja —le había respondido Draco con enorme odio, pero sintiéndose extrañamente excitado ante la perspectiva.
—Por primera vez en la vida, estoy de acuerdo con Malfoy, Ron. Eres un puerco —añadió Granger dándole un sopapo.
Luchando con todas sus fuerzas para sacarse de la mente la perturbadora imagen de Potter haciéndose una paja a su salud en la celda del Ministerio, Draco decidió aprovechar lo que restaba de la noche para irse a su casa a descansar. Le pareció muy extraño que tanto Weasley como Granger le preguntaran santo y seña del modo en que pensaba trasladarse hasta su mansión y lo interrogaran si es que de verdad pensaba quedarse ahí hasta el día siguiente.
—Perdonen mi atrevimiento, pero creo que nada de eso les importa —exclamó Draco un tanto airado.
A Granger se le pararon los pelos de punta.
—¡Disculpa, pero sí nos importa y mucho! ¿Acaso no has entendido la gravedad de lo que le ocurre a Harry? Acabamos de darnos cuenta de que él puede sentir tu miedo y dolor sin importar la distancia, así que no queremos arriesgarnos a que te suceda algo peligroso mientras él está encerrado y no puede salir a buscarte. ¡No sabemos qué complicaciones podrían derivar de un suceso así!
Draco arqueó las cejas y fue entonces que comprendió el motivo por el que Weasley lo había estado "cuidando" desde que había salido del hospital. Tendría que habérselo imaginado.
De nuevo, le costó no tomárselo personal.
Había sido un día largo y espantoso.
Era una suerte que fuera tan tarde que los padres de Draco ya se habían retirado a dormir y no se los encontró al arribar. Seguramente Draco llevaba una pinta horrible y no tenía nada de ganas de darle explicaciones a sus progenitores. Ni siquiera se atrevió a verse en el espejo cuando pasó frente a su cómoda, ni cuando se desnudó en el baño y se dio una ducha rápida pero concienzuda, como si tratara de quitarse a pura fuerza de jabón y agua los besos repugnantes que Pucey le había obligado a recibir.
Se sentía asqueado y furioso. A pesar de que los sanadores en San Mungo lo habían curado y limpiado de pies a cabeza, los recuerdos de lo sucedido estaban frescos e indignantes en su mente. Estuvo aquellos minutos bajo el agua ardiente deséandole al maldito todos los males posibles. Si la Ley no le daba su merecido castigo, Draco ya se encargaría de cobrarse.
Especialmente si por culpa de ese incidente perdía su oportunidad de llegar a jefe de aurores.
Terminó de ducharse y se secó con una toalla mullida y suave, sintiéndose un poco mejor.
Antes salir del baño, miró con fijeza el bulto de ropa sucia que acababa de quitarse y arrugó la cara con asco. Se trataba de su querido uniforme de auror, pero... Después del ataque de Pucey, Draco sentía aquella ropa como manchada de manera permanente, sucia de un modo que el lavado habitual no podría limpiar.
"A la mierda, ya pagaré por otro uniforme", pensó. Apretó los puños, apuntó su varita hacia su ropa y gritó:
—¡Incendio!
Su viejo uniforme comenzó a consumirse bajo las llamas, y fue entonces que Draco reparó en el colgante que estaba tirado a un lado, a escasos centímetros de aquella improvisada fogata. Con su varita, atrajo la joya hacia su mano para rescatarla.
Miró el colgante sujeto a una simple y corriente correa de cuero y no pudo evitar pensar en las irónicas vueltas que daba la vida.
Era increíble. ¿Quién habría pensado alguna vez que el mismísimo Draco Malfoy llegaría a tener en sus manos un traslador que lo llevaría directo a Harry "El Elegido" Potter con tan sólo pronunciar tres palabras? Granger y Weasley de verdad tenían que estar muy desesperados en su afán de "curar" a Potter como para haberle otorgado a Draco aquel nivel de confianza. Sonrió y meneó la cabeza; lo que habría dado el Señor Oscuro por tener algo como eso en aquellos tiempos en los que estaba obsesionado con el Niño-Que-Vivió.
Draco arqueó las cejas, pensando que, traslador o no, el colgante era bonito. Tenía grabado el símbolo del Claddagh de modo muy estilizado y elegante, casi imperceptible. Draco se sorprendió al comprobar que el corazón sostenido por las manos parecía estar formado por una pequeña y reluciente esmeralda. Era un fino trabajo de joyería, no cabía duda.
Encogiéndose de hombros y tratando de convencerse a él mismo que lo hacía porque quería y no porque Granger y Weasley lo estuvieran obligando, Draco se colgó el dije y, sin pensar en nada más, se desplomó sobre su cama anhelando dormir para olvidar durante un rato de semejantes líos en los que estaba metido.
No pudo evitar dedicar su último pensamiento a Potter y preguntarse cómo lo estaría pasando en la celda de castigo. El pobre de Potter, quien estaba maldito por razones desconocidas, condenado a sentirse atraído por Draco sólo por haberle salvado la vida, a padecer una suerte de "enamoramiento" que estaba mermándole la salud y la tranquilidad. Quien sentía todas las emociones de Draco y estaba atado a él y obligado a velar por su bienestar.
No era que Draco sintiese lástima por él ni nada, pero igual daba en qué pensar. Y si había accedido a ayudar, a presentarse ante Potter y tratar de "salvarle la vida", lo hacía, más que nada, porque sospechaba que él también estaba comenzando a desarrollar aquel mismo lazo y la idea le parecía terrorífica.
Mejor cortar por lo sano y cada uno por su lado.
Como fuera, Draco no podía dejar de sentirse decepcionado. Tendría que haber imaginado que él no era nadie para que Potter se sintiera atraído y preocupado por él por las razones válidas. Tenía que haber sido por causa de la magia.
Típico.
Apretó los labios con amargura y trató de dormir.
La verdad de las cosas, a Ron no le sorprendía en lo más mínimo que Harry hubiese terminado finalmente metido en la celda de castigo para aurores indisciplinados. Conociendo a su amigo de tantos años, lo que le sorprendía era que no lo hubiesen encerrado antes ahí.
Desde su ingreso al cuerpo de aurores, Harry había hecho esfuerzos constantes para demostrarles a todos que no era sólo una cara bonita más y que merecía el puesto, llegando a sobresalir entre todos los novatos. Y eso que ya desde entonces tenía encima aquella maldición que lo ataba a Malfoy y la cual no lo dejaba dormir ni comer bien. A pesar de eso, en poco tiempo Harry se había convertido en el candidato estrella para ocupar el puesto del jefe, apenas opacado un poco por Malfoy. Y si no hubiera sido por éste, Ron estaba convencido de que Shacklebolt habría ascendido a su amigo desde hacía mucho.
Ron suspiró mientras caminaba al lado de Hermione por el corredor que conducía a la celda de castigo. Le había costado más de un buen soborno para que los dejaran entrar a esas horas de la noche a ver a Harry, así que más valía que aquella idea diera resultado. Llegaron ante la puerta y Ron usó su varita para abrir.
Hermione y él intercambiaron una mirada de esperanza y entraron.
