B5

Este mundo no es justo, Vanellope.

Cuando queremos venganza, nuestras posibilidades se ven reflejadas sobre nuestra posición frente a los demás. Y, para la mala suerte de la chica, los manipuladores y corruptos son los que se llevan la ayuda de las masas. No es cuestión de bien o de mal; es cuestión de decirles lo que quieren oír.

O lo que no quieren oír.

El miedo ha sido, desde los tiempos más antiguos, el mejor medio para incentivar la violencia en los seres de paz. Guerras se han librado bajo el umbral del peligro a ser eliminados. El miedo siendo el factor decisivo durante la formación de soldados. El padre de la violencia.

Pero el miedo no solo se aplica a las guerras.

No.

El miedo fue el mejor recurso político para diseñar enemigos imaginarios frente a una población ignorante. Una población primeriza, sin criterio propio y en busca de una clara definición entre el bien y el mal. No es por nada que siempre se ha dicho que, las personas en individual, son criticas, pero en grupo, son volátiles.

Esto, anudado a un líder con años de experiencia lidiando ser el principal exponente de la perfección en lo que se desempeña, puede desencadenar una dictadura perfecta. Una dictadura donde, ni el más inteligente, ni el más crítico y ni el más desconfiado de la camada se opondrían a las decisiones individualistas de un maniático con sed de poder.

Es por eso que, cuando el líder que posee un ejercito interminable cree perder o necesitar más control, siempre recurrirá a crear un enemigo y derrotarlo, generando un impacto sobre una población que no ha visto nada, haciéndoles creer que deben seguir más fielmente a su líder para evitar ser derrotados.

King Candy lo sabía perfectamente.

Años de ver crecer una GCS y notar cómo se atiborraba de gente sin criterio hicieron que el corredor adquiriera una extraña sed de control sobre los que lo rodeaban. Él supuso que era natural. La ley del más fuerte, o el más inteligente.

En consecuencia, ver que su zona de confort controlada por su puño de hierro disfrazado de competivismo se desmembraba bajo la influencia de juegos que no tenían nada que ver, activó algo en el corredor.

Algo oscuro.

Al principio solo fueron pequeñas mentiras; cosas que él le decía a sus compañeros sobre los otros juegos y los problemas que estos suponían para TurboTime. Estaba claro que el gusto de paz que reinaba en el pequeño juego árcade se cernía sobre suponer que ser los únicos en su tipo, o al menos los mejores, les daba un pase directo para no ser desconectados.

Sin embargo, frente a competencia dura y directa, donde su sutil puño de hierro no podía atravesar barreras, los planes en la cabeza del corredor eran distintos. Ellos eran la competencia. Ellos eran el enemigo; y, por supuesto, él no se quedaría de brazos cruzados frente al enemigo.

Lo que eran pequeñas mentiras a espaldas de su competencia, se volvieron acusaciones directas que definían un antes y un después a los ojos de sus compañeros sobre lo que significaba convivir con seres peligrosos.

¿Peligrosos? Sí. Pues con una paz destruida, y con la incertidumbre sobre ser desconectados colgando a los ciudadanos de TurboTime por el cuello, un héroe debía actuar. Un héroe que eliminara la maldad y el peligro del camino para que la paz y felicidad brotaran como una flor solitaria en el campo.

Y ese héroe, al menos para ellos, era Turbo.

El más decidido, directo y valiente al defender lo suyo. Incluso sus compañeros, que generalmente se veían opacados por él, pusieron su confianza en que este juego se mantendría a flote gracias a sus decisiones. Ya que era eso, o ser desconectados.

Ahora, bajo un líder capaz y una población fuerte, el juego logró mantenerse popular por varios años. Aún con sus gráficos poco sorprendentes, aún con la jugabilidad lineal y aún con lo repetitivo de su gameplay, siempre hubo algo que atraía a los jugadores a esa pequeña cabina.

Pero, bueno, el tiempo pasa.

Las estrellas se apagan y lo popular comienza a aburrir; años de lo mismo hicieron que lo que en un principio había sido el detonante para la unión de un juego que necesitaba un camino, hoy se auto destruyera.

La confianza, al menos en su esencia, se mantuvo ahí por un poco más de tiempo. Sin embargo, era solo cuestión de tiempo para que toda esa monotonía se derrumbara sobre sus propios ciudadanos; solo una gota de agua era necesaria para que todo se viniera abajo.

Esa gota llegó, en forma de un nuevo juego. Uno con mejores gráficos y una jugabilidad que atrajo a los nuevos jugadores. Uno que, de no ser por lo acostumbrados que estaban sus usuarios casuales a TurboTime, hubiera destrozado al juego desde el primer día.

Los ciudadanos le exigieron acciones a Turbo, y él no sabía qué hacer; la paz lo hizo débil; la falta de competencia, tonto. Y cuando más era necesario el puño de hierro que en sus épocas de oro lo hacía sobresalir, ese puño se había debilitado.

La confianza y el honor que todos pusieron en el corredor estrella se volvieron polvo apenas él no mostró signos de hacer algo en contra de su posible final. Era claro que las cosas se habían salido de control.

Él trató, por supuesto. Trató de buscar los errores en un juego de ese tipo, pero entre más se enteraba sobre cómo era, menos posibilidades veía. ¿Corredores problemáticos? El juego no tenía corredores; ¿errores gráficos? El juego revolucionó en cuanto a gráficos de juegos de carreras.

¿Bugs?

Bugs...

No habían bugs existentes que pudieran hacer al juego horroroso, pero tampoco significaba que no podían ser creados.

En un ataque de furia, donde nada llega a importar mas que ver a tu enemigo bajo el fuego del miedo, Turbo accionó en contra del juego buscando hacer una guerra directa contra la competencia. Así fue que, en un día tan soleado y calmado para los demás juegos, el corredor líder golpeó directamente a su enemigo donde más dolía, el gameplay.

Todo fue tan rápido que Surge, el único presente en la GCS durante un desocupado día de juego, no pudo detener al frenético antisocial que se había vuelto Turbo de entrar al juego de la competencia. ¿Minutos? no, solo segundos fueron necesarios para ver la furia desatada del corredor azotar contra la competencia. Cuando logró entrar al juego, durante el frenesí, logró vislumbrar a lo lejos por lo menos cuatro carros corriendo en una pista que automáticamente creaba nuevas secciones de curvas. Poco impresionante, a su gusto.

"¡TURBOTASTICO!" gritó, aumentando la velocidad de su pequeño kart. Como la programación de los carros les impedía tomar una ruta distinta a la ruta lineal y establecida del juego, lo único que pudieron hacer es tratar de esquivar los arrebatos del corredor contra el carro principal. Otro arrebato más, y otro, y otro, y otro.

Los segundos de tensión se sintieron en todo el árcade, pues lo que para los ojos de los usuarios parecía un bug que había atraido la atencion de todos los jugadores presentes, fue un golpe de terror para los personajes que lograron ver cómo el código de el nuevo juego de carreras colapsaba sobre sí mismo; con el ruido más infernal que podían escuchar de un juego parando sus funciones en seco, era casi una apología a un atentado.

"¡Señor Litwalk" un niño gritó, "venga a ver esto" sacudió uno de los brazos mientras apuntaba al juego de carreras. El frío pasó por la columna del chico al pensar que el error fuera culpa suya; definitivamente no quería hacerse cargo de reparar los daños.

"¿Qué sucede?" Litwalk preguntó. Los niños visiblemente asustados se hicieron a un lado para que el administrador del arcade pudiera tomar riendas del asunto y averiguar la raíz del problema.

Pero incluso él estaba sorprendido al ver que un personaje de otro videojuego había aparecido en su nuevo bebé que le aseguraría mantener a sus actuales clientes enganchados. Volteó freneticamente para ver si era el mismo personaje que TurboTime, y en efecto, lo era.

Lo siguiente que Turbo pudo recordar es a él saltando hacia un juego aleatorio para esconderse de Surge. Por el rabillo del ojo, atestigüó cómo su juego era desconectado junto con el de la competencia, dejando al corredor con un rostro tan blanco como su vestimenta.

Solo unas palabras quedaron en su memoria.

"(...) es una lástima, tenía pensado mantener a TurboTime conectado junto a pong por un par de años más, pero viendo esto... Es una lástima". Esas palabras salieron de la boca de Litwalk. Esas palabras, que sumieron al corredor en un infierno mental y desgarrador al ver cómo su familia, su mundo, era arrancado y desconectado para nunca volver.

"(...) ¿ahora qué hará?" el mismo trabajador que arrebató su mundo le preguntó a Litwalk.

"No estoy seguro (...). Creo que tendré que solicitar un nuevo juego de carreras". El anciano administrador meditó. "He visto en las revistas de un nuevo juego, Sugar Rush. No estoy seguro pero creo que, si las cuentas salen bien, podré mantener a un juego como ese en el arcade" se llevó una mano a los bolsillos, palmenado su pequeña bolsa de cambio mientras soltaba una risa aparentemente resignada.

Sugar Rush, ¿eh?

Ese día algo cambió dentro de Turbo. Algo se rompió, mientras el mismo corredor se llevaba las manos acurrucandolas sobre sus pies en una posición fetal. Él me arrebató mi mundo, yo controlaré el suyo. Solo es cuestión de tiempo.

Y esta vez no fallaría.


EEEEEEEEEEEEEE XDCasi un mes desde el cap anterior. Como dije antes, es un pasatiempo, no algo en lo que esté centrado así que la fecha de publicación puede variar.UnderFine