La caza del unicornio
Sinopsis: Rukia, única hermana del Daimyo de Rokubantai, ha sido secuestrada por otro Daimyo enemigo que requiere de ella para un propósito nefasto, que la lleva descubrir cosas de sí misma que ni siquiera imaginaba.
Epílogo
— Sobo, cuéntenos otra historia, por favor— Rogaban unos niños a una anciana.
El grupo se encontraba pasando un día de campo en los terrenos de la familia que se encontraban cerca del espeso bosque que protegía por un costado de la fortaleza.
— ¿Qué historia quieren que les cuente?— Preguntó la matriarca a sus bisnietos.
— Yo quiero saber sobre la tierra de las hadas— Gritó uno.
— No, mejor la de las estrellas y las flores— Gritó otro.
Los niños comenzaron a discutir entre ellos por cuál debería ser la historia que su adorada bisabuela les debería de contar, ya cada vez era menos y menos frecuente que ella se encontrara en las mejores condiciones para levantarse del futón.
— ¿Sobo, por que Issei nunca consideró a Yukimitsu su madre?
— Eso no lo sé, tal vez porque Issei era un rayo de luz y eventualmente tenía que regresar a las estrellas...
— Eso suena como el hermano mayor de papá
— ¿No dijeron que murió muy joven?
— Yo escuché que vivía en el templo Gekko.
— Y yo que se fue a la guerra.
— A sus padres les gusta inventar historias, ja, ja, ja— Rió la anciana al escuchar a los niños, eran tan ocurrentes a sus ojos.
— Es a Sobo a la que le gusta inventar historias— Dijo uno de los niños mayores.
— Su Sobo no inventa historias, sólo las adorna para hacerlas más bonitas— Dijo un anciano que le dio un coscorrón al nieto que se atrevió a calumniar el honor de la mujer frente a él.
— ¡Sofu!— Gritaron los niños al ver a su bisabuelo y eterno protector de la matriarca— ¿Ya te sientes mejor, Sofu?— Preguntaron los niños emocionados al ver a su bisabuelo también levantado.
Ese debía de ser un muy buen día si los bisabuelos estaban de pie.
El anciano asintió a los niños, que le pusieron un asiento para que estuviera junto a la mujer.
— ¿Has venido a contarnos historias también?— Preguntó su bisnieta más pequeña.
— Lo siento y lamento interrumpir su diversión, jóvenes amos, pero ya es hora de sus clases— Dijo una sirviente, la nana principal de los niños, que acababa de llegar.
— ¡No, no es justo!— Gritaron los bisnietos más grandes.
— Sobo, después quiero que me cuentes la historia de tu unicornio— Gritó su nieta más pequeña mientras iba de la mano de su nana de regreso al palacio.
— No es mi unicornio, es mi amante, mi esposo de ensueño— Susurró la mujer cuando los niños se perdieron de vista y le dio un fuerte ataque de tos, tanto que sintió que perdía el conocimiento por un momento, pero se recuperó rápidamente, no quería preocupar a su esposo.
— ¿Estás bien?— Le preguntó su esposo— Últimamente toses demasiado.
— Yo debería de preguntarte cómo te sientes, anata— Preguntó la anciana que empezó a peinar su cabello largo cabello con sus dedos.
— Viejo, esta piel ya no me queda, la siento muy floja.
— Lo siento, sé que es muy difícil para ti estar en esa piel— Dijo la anciana mientras acercaba la boca de su esposo a la propia para depositar besos de piquito—, cómo extraño tu cabello dorado, ¿no te arrepientes de haberme seguido a este lado del velo?
— Nunca, haría todo exactamente igual sin dudarlo, yo no podría vivir separado de ti— Dijo mientras se levantaba de su lugar y aflojaba el nudo de su kimono, siempre le habían parecido ropas muy asfixiantes y le apetecía ir a trotar un rato por el bosque. Hacía mucho que no había tenido la oportunidad de hacerlo y pensaba que era la oportunidad perfecta para que Rukia lo acompañara.
— ¿Sabes, anata?, creo que ya podemos irnos a casa— Eso hizo que el anciano se congelara su posición un momento, la mirara fijamente a los ojos y se desvistiera, ahora, apuradamente.
— ¿Segura?, no quiero forzarte... no quisiera desperdiciar la luz de Issei— Aún así no detenía sus dedos de deshacer los múltiples nudos que mantenían su vestimenta en su lugar.
— No lo haces, él no iba a vivir mucho más y quería que estuvieras conmigo; además, nuestros otros hijos ya crecieron y tuvieron a sus hijos y ellos a sus hijos... ya no nos necesitan.
El anciano dejó caer su ropa al ver la seguridad en los ojos de su mujer. La decisión ya estaba tomada.
— Eres tan hermoso como la primera vez que te vi, Ichigo— Dijo la anciana con lágrimas en los ojos, hacía tanto que no lo veía así...
En el lugar en el que de encontrarse el anciano, había un hermoso semental blanco que la instó a montar su lomo con un movimiento de su hocico que le permitió ver el reflejo de la luz contra el cuerno de cristal en su frente.
Es hora de irnos, Rukia— Escuchó en su mente
— Ya voy— Dijo Rukia al levantarse de su asiento y luego se escuchó un golpe seco de algo grande caer al suelo.
Con cada paso que daba el unicornio hacía más resuellos emocionados al ver a su hermosa y joven jinete de hebras platinadas como la luz de la luna, que vestía la misma ropa de la anciana, subir a su lomo con escaso esfuerzo.
¿Estás lista, Rukia?— Preguntó el unicornio antes de empezar a adentrarse a todo galope y desaparecer en el bosque.
FIN
