Al comprender lo que sus palabras implicaban, Harry la soltó como si tocar su cuerpo quemara. Aprovechando su distracción, Hermione lo evadió con éxito y caminó de vuelta a su habitación, a la que él no tardó en seguirla y, al encontrarse con el desorden y su maleta casi llena se plantó frente a la puerta como un roble.
—No estarás…
—Sí— afirmó ella con aplomo, tendiendole su sobre, que ya no necesitaría—. La lista no ha hecho más que crecer y puedo suponer que la mayoría te odia y en consecuencia, a mí también. Me harán pagar por todo si... Si me convierto en su esposa.
—Ni siquiera lo menciones. No lo digas, porque no lo serás.
Con un movimiento, Harry empujó la puerta de la habitación, encerrándolos a los dos. Hermione apenas y se inmutó, estando acostumbrada a verlo en ese estado.
—Todos ellos buscarán la forma de afrontarlo a su manera. Si están considerando casarse conmigo solo lo hacen para salvarse y por venganza, no me pidas que me quede y los acepte.
Harry la ignoró, avanzando hasta que solo su cama los separaba, mientras ella seguía guardando presurosamente sus pertenencias.
—Ginny y yo lo dejamos.
—¿Qué?
La fuerza de sus palabras la detuvo abruptamente. Habría deseado estar en una habitación más grande que esa, en la que todo parecía sumamente insignificante con su declaración.
—Ya hay más que hacer, ella se rindió... O lo aceptó, no lo sé. Pero su familia la apoyará y yo salgo sobrando.
—Harry...— pronunció tentativamente, intentando alcanzarlo con su mano.
Podían haber pasado solo unos días, pero la imagen del chico que la recibió tan solo una semana atrás en la Madriguera no se parecía en nada a lo que tenía frente a sus ojos. Su reluciente sonrisa no estaba y supuso que no volvería pronto.
Hermione deseó que su compasión se extendiera hacia Ginny, quién también era su amiga, pero ahora mismo solo podía pensar en Harry y en lo perdido que seguramente estaba estaba sintiéndose.
Susan tenía razón, Ginny tenía a toda su familia con ella, para apoyarla y asegurarse de que sus posibilidades fuesen las mejores.
Pero en ese momento, justo ahí, con ambos contemplándose en las mismas circunstancias, Harry y ella estaban completamente solos.
—No puedes marcharte tú también— continuó Harry, levantando su brazo para alcanzar la mano que le ofrecía y aferrarse a ella—. Nunca permitiría que fueses esposa de nadie a quien tú no eligieras, pero no puedo perderte.
Retorciéndose del agarre que ella misma impuso, se soltó de su mano y miró la ropa desperdigada por toda la cama. Posiblemente, si él no hubiese llegado, habría sido muy tarde para hacerla cambiar de opinión después. Ni siquiera la habría encontrado ahí.
¿Y qué sucedería luego?
Sospechaba que el periodo que tendría antes de que el Ministerio descubriera su elección no sería demasiado y entonces no dudarían en buscarla y obligarla a entregar su varita para expulsarla. El tiempo para despedirse de él seguramente nunca habría llegado y eso sería algo que ni siquiera ella se perdonaría.
—No estoy pidiéndote nada que no sea más tiempo. Déjame ayudarte.
—No puedes hacerlo— se negó Hermione, retrocediendo hacia el respaldo de la cama cuando él rodeó la distancia que los separaba, plántandose frente a ella dispuesto a convencerla.
Tan testarudo como era, no admitiría una respuesta negativa que involucrara dejarla marchar. Haciéndola preguntarse si su determinación se debía al valor que tenía su amistad y la posibilidad de perderla, o a alguna especie de convicción personal para no ceder al Ministerio, aferrándose a ella como último acto de rebeldía.
Interiormente deseaba que se tratara de lo primero. Y aunque no deseaba marcharse realmente, se estaba quedando sin opciones, y esperar a que él aportara alguna buena idea era una carga egoísta que no le correspondía.
—No lo hice con Ginny, lo sé— dijo, como si se tratara de una antelación a sus deducciones—. Pero no estoy dispuesto a perder a nadie más, mucho menos a ti.
—No voy a morir— se justificó ella, cruzándose de brazos cuando la cercanía entre ambos fue mínima. Harry no parecía ser consciente de esto, completamente absorto en hacerla entender sus razones.
—No, pero perderás tu magia... ¿Qué hay de tu trabajo? ¿De tu vida aquí? ¿De nosotros?
A pesar de saber que no estaba refiriéndose específicamente a él y ella con ese "nosotros", su nerviosismo amenazó con alcanzar niveles estratosféricos. Por supuesto que Hermione pensó que perdería más de lo que ganaría, pero su libertad y dignidad merecían cualquier sacrificio.
—Perdí todo desde que leí ese estúpido estatuto— respondió finalmente, empujándolo hacia atrás para arrojar con mayor ímpetu el resto de ropa al espacioso fondo de la maleta.
—Hermione, por favor, solo espera.— insistió, tomándola de las manos para frenar sus movimientos—. No me pidas que te deje ir.
—¿Qué es lo que se supone que debo de esperar?— exigió saber, soltándose llena de exasperación. Si él seguía utilizando ese tono de voz, aferrándose a ella como si perderla realmente fuese uno de sus peores miedos, terminaría rindiéndose.
—¡Dímelo! ¿Qué debo hacer? ¿Crees que deseo dejar atrás toda mi vida?
Él no se atrevió a decir nada más. No había marcha atrás. Lo que por días guardó con tanta fuerza, estaba escapándose de su control.
—¿Qué deseo que me obliguen a casarme con quién ellos eligan para mí? No, nunca lo haré. Para ti es diferente, tú puedes hacer las propuestas que quieras y elegir a una de las tantas chicas que con suerte desean casarse contigo. Yo solo podría esperar casarme con quién sea mínimamente decente para hacer feliz a la estúpida y retrógrada sociedad que siempre me repitió que no pertenecía a ella.
Harry la atrajo hacia él con uno de sus brazos, como si lo hubiese abofeteado.
—Sé que soy un patético egoísta.
Podía escuchar el latir de su corazón contra la palma de su mano sobre su pecho. Y aunque deseó contradecirlo, sus fuerzas para hacerlo sentir mejor no eran suficientes.
En su lugar, se conformó con permitir que él la protegiera del terrible mundo fuera de esas cuatro paredes, con el sonido de su voz prometiéndole lo imposible, aunque no se molestó en escuchar sus palabras, no porque no deseara hacerlo, sino por su propio bien.
No quería creer en lo que él decía, igual que siempre hizo para luego darse cuenta que Harry era tan humano como cualquiera, más allá del héroe que todos veían y por más que lo intentara, no conseguiría cambiar el rumbo de las cosas.
Su fe ciega no los salvaría del destino.
Solo deseaba sentirlo cerca, la calidez de su cuerpo reconfortándola, hasta que el momento de romper sus esperanzas llegó. Sintiendo que era suficiente, se separó de él, ignorando sus deseos por permanecer en ese momento eternamente.
Harry estaba mirándola con detenimiento, como si al igual que ella, hubiese llegado a la conclusión de que lo que saldría de sus labios definiría el rumbo de todo.
—Mis padres están esperándome. Lo siento mucho.
Él no se movió, permaneciendo estático mientras ella retenía las lágrimas y cerraba la maleta, dirigiéndose hacia la puerta del dormitorio. Los segundos pasaron, al igual que la distancia haciéndose mayor entre los dos.
En silencio, soportando el ardor en sus ojos y la falta de aliento, Hermione atravesó el corredor y caminó con dignidad hacia la puerta del departamento.
Costaba creer que lo que sea que hubiese unido sus vidas antes terminaría en ese momento.
Quizás, porque no era así como debía suceder.
El brazo con que cargaba la maleta fue jalado hacia atrás, haciéndola perder el equilibrio momentáneamente cuando el peso de sus pertenencias fue reemplazado por la mano de Harry encontrándose con la suya. Sus dedos enlazándose desesperadamente con los suyos.
—¿Qué haces?
Lo que se encontró al darse la vuelta la dejó helada. La expresión en el rostro de su amigo no se parecía a nada que hubiese visto antes, desde su mandíbula apretada, combinándose con la convicción en la forma en que la miraba.
—No permitiré que pierdas todo lo que amas.
—No sigas haciendo esto— suplicó, pero esta vez no hubo poder en la tierra que lo hiciera soltarla.
—Te dije que te mantendría lejos de esto y lo haré.
Colocando su maleta en el suelo, Harry sostuvo su mano con mayor firmeza. A su alrededor, la escasa luz de su habitación lo hacía parecer enigmático.
—No hay forma de que lo hagas. Deja de hacerlo peor, por favor…
El sonido de la calle y el mundo exterior quedó fuera, apartándolos en su burbuja personal cuando él volvió a hablar.
—Cásate conmigo, Hermione.
Debido a la cercanía entre ambos, no escucharlo fue imposible. Su aliento le rozó la piel del rostro cuando él inclinó la cabeza en su dirección, esperando por su respuesta.
—No... no estás... — tartamudeó.
La manera en que todo entre ambos cambió de un momento a otro hizo arder el punto en que sus manos se unían.
—Estoy seguro. Cásate conmigo.
Hermione lo empujó como pudo, casi chocando contra la puerta a sus espaldas hasta que consiguió mantener el equilibrio.
—No vuelvas a decir algo como eso.
El semblante de Harry reflejó un pánico absoluto, aunque por primera vez, no se atrevió a acercarse.
—No perderás nada a mi lado. Sé que no soy la persona con la que esperabas casarte, pero es la única manera en que podría ayudarte sin perderte— su mano se levantó entre ambos, ofreciéndosela—. Cásate conmigo, Hermione Granger. Elígeme a mí.
Por alguna extraña e irreal razón, estuvo tentada a aferrarse a su mano y la posibilidad que nunca consideró materializándose frente a sus ojos.
En su lugar, obedeciendo a su lado racional, lo rodeó, caminando hacia la única ventana de la sala para mirar en dirección a la calle y esperar que cerciorarse de que aún existía un mundo real allí afuera, lejos de la burbuja de irrealidad en la que él los sumió, sirviera para ordenar sus pensamientos.
No pasó mucho tiempo antes de que pudiera notar el reflejo de Harry detrás de ella. Sentir su cuerpo tan cerca, algunos centímetros más alto, hizo que sus piernas temblaran. ¿Cómo convencerlo para ver las cosas como ella lo hacía?
Él estaba desesperado, posiblemente más que ella, vista su proposición, aceptarlo solo mostraría su egoísmo al desear salvarse a sí misma. Harry no sabía lo que estaba diciendo y si para hacerlo reaccionar debía utilizar su última carta, entonces lo haría.
—¿Qué hay de Ginny? ¿Has pensando lo que ella sentirá con esto?
Harry apenas se movió, pero el suspiro desganado que escapó de sus labios no pasó desaparecido.
—No sé si has hablado o no con ella, pero no estábamos pasando por nuestro mejor momento. Contaba con que podríamos resolverlo, como siempre, pero el tiempo se nos terminó— murmuró, haciendo que con cada palabra el tono de su voz disminuyera—. Su familia ya está buscando a alguien, tiene a mucha gente respaldándola y no puedo culparla por... ver por su futuro. Tú y yo no tenemos a nadie. No me pidas que acepte perderte a ti también cuando no mereces renunciar a todo por cuánto has luchado.
—No es tan fácil como lo estás haciendo parecer— insistió Hermione, con la paciencia que se tiene con un niño—. Estamos hablando de algo realmente grave, no es...
Las manos de Harry se posaron sobre sus hombros, pidiéndole con suavidad que se diera la vuelta. Pensarlo la aterró, pero no podía pretender convencerlo sin mirarlo a la cara, así que obedeció.
— Estás hablando de casarte conmigo, ¿Entiendes eso?
Él asintió con convicción.
—Cuando saliste de esa habitación todas las posibilidades de mi vida pasaron frente a mis ojos. Casarme contigo no sería ningún castigo, nos conocemos bien, confío en ti, ¿No se supone que el matrimonio se basa en eso?
Hermione se río, incrédula sobre lo que escuchaba. A su mejor amigo, diciéndole que casarse solo sería igual a cualquier otra de sus grandes aventuras.
—El matrimonio es más que solo confianza, es... Ilusión por unir tu vida con esa persona y… amor.
—Yo te amo— rebatió Harry, obligándose a aclarar sus palabras al notar su expresión—. Eres mi mejor amiga, una de las personas que más amo en la vida, quiero casarme contigo, piénsalo… ¿No estaríamos salvándonos uno al otro?
El único argumento que no quería utilizar estaba dando vueltas en su mente. Sabía que una vez que lo dijera, la horrible incomodidad entre ambos solo aumentaría y aunque no deseaba hacerlo, él no estaba dejándole otra opción.
—¿Qué sucederá cuando el ministerio nos exija cumplir la última parte del estatuto?
Él palideció repentinamente, otorgándole un pequeño momento de triunfo.
—¿Lo ves? No pensaste en eso.
Todo siempre se trató de la impulsividad que siempre lo caracterizó. Únicamente de eso. Era lógico que esa sería la única traba en su brillante plan que ninguno sería capaz de atravesar.
Podían tener todo en el mundo a su favor, pero al final del día, solo serían dos mejores amigos orillados a cometer una locura. No podía permitirse ver a Harry como... Un hombre.
Posiblemente sí como un prospecto de esposo que no conllevaría nada similar a lo que se espera de un matrimonio, pero no como el hombre con él que tendría que concebir al niño que el Ministerio tanto anhelaba. Su amistad nunca fue ni sería de ese modo.
—Agradezco tu intención, pero nosotros no... no funcionaría— se sinceró, aventurándose a colocar su mano sobre su mejilla, gesto que Harry respondió colocando su mano sobre la de ella, manteniéndola cerca.
Aunque sin un color saludable en el rostro, la manera en que la mantenía cerca, tocándolo, no se parecía en nada al pánico que antes reflejaba.
—¿Qué estás...?
Harry no respondió, concentrándose en hallar algo en los ojos de la chica que solo él conocía. Lentamente, como si aún dudara de sus acciones, se inclinó sobre ella, con los labios entreabiertos y una absoluta concentración.
Hermione sintió que su espalda chocaba contra la ventana cuando intentó retroceder. Los ojos de Harry estaban fijos en sus labios, mientras ella se debatía entre maldecirse a sí misma por no ser capaz de apartarse y lo absolutamente eclipsante que parecía la visión del rostro de su amigo tan cerca.
Siempre estuvo al tanto de lo apuesto que era y se preguntó cómo es que nunca antes la inquietó la cercanía de alguien tan malditamente atractivo.
Súbitamente, justo cuando sentía su cálido aliento sobre su rostro, él se apartó por completo, destrozando todas sus cavilaciones.
El aire volvió a inundar los pulmones de la chica, procesando que acababa de suceder.
—Ahí lo tienes— declaró Harry, aclarándose la voz, inusualmente ronca que escapó de su garganta.
—¿De qué hablas?— inquirió Hermione, empujándolo con falsa dignidad, mientras intentaba recuperar el control.
—Hace un momento, pude besarte y no haber visto en ti a mi mejor amiga, solo a una chica que podría convertirse en mi esposa si lo desea.
—¡No es así como funciona!— estalló ella, apartándolo del camino para dejar de sentirse tan aprisionada.
—¡Explícamelo entonces!
—¡Tener un hijo no es cuestión de que tanto puedas esforzarte en besarme! Al final del día, seré yo, tu mejor amiga, ¡No puedes fingir toda la vida!
Sujetándose la cabeza, detuvo su huída en medio de la cocina, obligando a Harry, que ya la seguía, a frenar abruptamente.
—No estaba forzándome a nada hace un momento— murmuró él— . Besarte nunca me ha parecido que sea un sacrificio. Sí, probablemente no lo consideré antes, pero si las circunstancias…
—¡Deja de decir eso!— ordenó Hermione, levantando una de sus manos cuando él intentó acercarse. Escuchar esas palabras provenientes de su boca sonaba como el peor de los pecados.
Estaban rompiéndose muchos límites hasta entonces, intocables. Más de una década de amistad quebrándose en segundos con todas sus proposiciones fuera de lugar.
El silencio que precedió a sus gritos fue peor, hasta que nuevamente, por mucho que Hermione deseara no tener que escucharlo más, la voz de Harry se elevó en el aire entre ambos, en cada pequeño espacio del salón.
—Siempre deseé una familia, lo sabes— comenzó, y aunque ella sabía que estaba mirándola, no levantó el rostro—, Y nadie debería obtenerla de esta forma y tú no deberías convertirte en madre por obligación. Pero sí, si las circunstancias son estas sé que no existe una mejor mujer que tú para tener una familia.
Él mentía, sí que la había y era y siempre sería Ginny, pero no se atrevió a decírselo. En su lugar susurró algo parecido a un "no es tan sencillo", que Harry se esforzó en rebatir para despejar de dudas.
—Yo... Amaré a ese niño o niña tanto como a ti, incluso si es injusto traerlo a un mundo como este. Lo único que puedo prometerte es que los protegeré con mi vida si hace falta— dió un paso hacia ella, manteniéndose lo suficientemente cerca pero dándole espacio—. Tener una familia contigo no me asusta.
—¿Qué pasa si una mañana despiertas dándote cuenta que ataste tu vida a la mía y te arrepientes?
— Sé que no soy el hombre que esperabas, pero debes saber que no esperaré de ti nada diferente que no haya sucedido siendo amigos. No voy a obligarte a nada, ni siquiera a aceptarme.
En otras circunstancias le habría parecido ridículo estar discutiendo como si fueran un gastado matrimonio de años, planteándose la seguridad de un niño que ni siquiera existía.
—Tengo miedo— confesó, dándose cuenta lo poco que había pensando en el beneficio que esto tendría para él también— Créeme que desearía haberte dicho que sí desde que lo dijiste pero es... No quiero estarme equivocando y arruinar tu vida.
Harry acortó la distancia entre ambos y ella se desplomó contra él, con la frente contra su pecho, exhausta.
—Sugeriste esto cuando yo dije que me iría— se explicó, esforzándose en mantener la vista en sus zapatos, solo así se mantendría centrada.
—Eso no cambia nada. Puedo decírtelo mañana, en una semana, cuando tú lo desees. No voy a cambiar de opinión.
Sorprendentemente no hubo lágrimas esta vez, era igual a sentirse vacía.
—Cásate conmigo, por favor. No me respondas ahora, piénsalo y si entonces tú no...
Ella apretó las manos en puños al escucharlo, cerrando los ojos con fuerza cuando pronunció:—Sí.
El cuerpo de Harry se paralizó, podía sentirlo, cada músculo tensándose al escucharla, pero el alivio en ambos fue casi etéreo. Sin presionarla o atraverse a separarla de él para tener que mirarlo, la cubrió con los brazos y permanecieron en silencio por lo que parecieron horas.
Cuándo encararlo fue imposible, ambos se separaron sin emitir palabra y Harry llevó su maleta de vuelta a la habitación con ella siguiéndolo.
Todo era un desastre pero cuando Harry se ofreció a ayudarla lo que salió de su boca fue todo, menos amable.
—Déjame sola, por favor.
Él no estaba seguro, creyendo que podría marcharse apenas tuviera oportunidad.
—Solo vete, Harry. Estaré aquí mañana, lo prometo.
No tenía idea de qué hora podía ser, pero estaba bastante segura de que al referirse al día siguente, se trataba del lunes, cuando tendría que volver al trabajo y a la rutina que estuvo a punto de abandonar.
—Vendré a recogerte antes de ir al trabajo, ¿Sí? Si has cambiado de opinión, lo entenderé.
Por primera vez, mientras asentía y prometía todo lo que él dijo, deseó no tener que verlo. No estaba molesta, sino agradecida, pero la sensación de estar usurpando el lugar de Ginny por su egoísmo era insoportable. Había tanto por procesar y tan poco tiempo para hacerlo.
Aun con su insistencia, Harry merodeó unos cuantos minutos más, mientras ella dejaba un recado a sus padres, asegurándoles que se encontraba bien y los vería pronto.
Cuándo él finalmente se marchó, en medio de una incómoda despedida, Hermione se desplomó sobre su cama mirando el sobre en sus manos que comenzó todo.
Sintió su corazón hundirse cuando distinguió un notable cambio en las palabras escritas en su interior. En la lista de nombres que antes la hicieron pensar en abandonar todo, aparecía un nuevo candidato que hizo precisamente lo contrario.
Su nombre, grabado con relucientes letras negras resaltó más que cualquier otro.
Harry James Potter.
••••ו•••ו•••ו•••ו•••ו•••×
La persona en el reflejo era apenas reconocible. Incluso su cabello, siempre rebelde, caía sin gracia, húmedo y lacio por su espalda.
El sentir las gotas de agua escurriendo por su piel tampoco ayudaba mucho a aminorar el intenso frío en el que estaba sumida a pesar de estar en pleno verano.
Todo el día anterior se la pasó enredada entre sus sábanas, sin atreverse a moverse un milímetro. Cada espacio de su hogar le repetía lo sucedido por la madrugada. Pedirle a Harry que se marchara no ayudó mucho.
Incluso cuando el cansancio la venció se encontró atrapada entre sueños donde perdía su magia y se veía obligada a casarse con desagradables magos con anillos de boda que terminaban apresionándola como cadenas. Por eso, se mantuvo en la seguridad de su cálida cama en eterna vigilia, donde el mundo exterior no podría alcanzarla.
Merlín, no estaba lista para trabajar, por mucho que el pensamiento la sorprendiera. ¿Cómo fingir que seguía siendo una admirable empleada del Ministerio cuando estaba odiándolos?
Lo mejor sería no pensar demasiado en ello.
Convencida de que no arreglaría nada quejándose, se vistió igual que de costumbre, demorándose minutos de más mientras buscaba su ropa en el interior de la maleta, que debía comenzar a desempacar si no quería que Harry tuviera un ataque nervioso.
Harry... Pensar en él se sentía muy diferente. Ya no solo era solo su eterno mejor amigo, sino su prometido. En cuestión de horas había conseguido solucionar su dilema principal, solo para meterse en uno diez veces peor.
Ya quería imaginarselos explicándole a todos que se casarían solo para salvarse. Después de todo, el Ministerio nunca mencionó nada respectivo al amor y en comparación a muchas otras parejas, era lo único que les faltaba lo demás, estaba completamente a su favor.
Al Ministerio solo les importaba un matrimonio legal con hijos de por medio, nada más, pero... ¿Qué pensaría Ginny? ¿Y los Weasley? Oh… ¡Susan estaría eufórica!
Necesitaba decírselo a alguien, desesperadamente. La primera persona que pudo ocurrirsele fue Luna, pero si lo hacía, la estaría obligando a ocultarselo a Ron, su esposo, hasta que fuera prudente decírselos a todos. Lo que menos deseaba era alcanzar a otros con sus problemáticas absurdas.
Si alguien realmente estaba escuchándola en algún lugar, imploró que las cosas resultaran tan benéficas como Harry se esforzó en hacerle creer con tanta insistencia.
Cómo si pensar en él lo hubiese atraído, la puerta principal fue golpeada suavemente, igual que cuándo llegó buscándola por la madrugada. Saber que se encontrarían nunca la había puesto tan nerviosa como en ese momento.
Alisando su ropa, se levantó de la cama y atrevesó el pasillo para abrir. La puerta frente a ella pareció convertirse en su peor pesadilla.
Justo cuando abría la puerta, apresurándose a enfrentar lo que sea que el día estuviera deparándole, el cuerpo de Harry casi se abalanzó sobre el suyo con varita en mano.
—¿Qué crees que estás haciendo?— balbuceó, metiéndolo de un tirón hacia el departamento, lejos de las posibles miradas indiscretas de sus vecinos.
—¡Caray, Hermione! Por un momento pensé…
—Sé cumplir con mi palabra y ¡Guarda eso!— objetó, tomando su bolso y el abrigo del perchero.
Pudo escucharlo riéndose por lo bajo, guardando su varita y metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón mientras ella recogía sus cosas.
—Llegué antes para invitarte a desayunar— comunicó con entusiasmo, acercándose para ayudarle a sacar su cabello atrapado bajo el abrigo. El roce de sus dedos sobre la piel de su cuello le recordó lo nerviosa que se sentía.
Con toda la sutileza que tenía puso distancia entre ambos, preguntándose si para él la excesiva amabilidad era su forma de asimilar las cosas, como para ella lo era la evasión.
—Estuve pensando.
Harry la miró irónicamente.
—Nada raro en ti, ¿A qué conclusión llegaste?
—A lo que haremos a partir de ahora, ¿Nos registraremos pronto?
Oh... A la mejor estaba adelantándose. Sí, probablemente era muy pronto para estar hablando sobre declararlo ante el Ministerio y ponerse en marcha. No deseaba que él creyera que buscaba atarlo en cuanto pudiera.
—Hoy mismo si lo deseas, ¿Lo deseas?— curioseó, intentando camuflajear su asombro.
—Te dije que sí por una razón.
—Claro— asintió cortésmente.
—A menos que pienses que es mala idea, no te reprocharía nada— aclaró ella, aguantando la respiración.
—En ocasiones eres ofuscante, Hermione, ¿Lo sabes? Te he dicho que sí, y espero que tengas tiempo libre porque iremos a registrarnos antes que cualquiera.
Sin darle tiempo para comenzar con una nueva horda de cuestionamientos, la arrastró fuera del departamento.
En la calle, las personas que salían en dirección a sus trabajos eran pocas. Posiblemente por la hora, en la que los tonos obscuros en el cielo todavía no daban paso al completo resplandor del amanecer.
No era la primera que Harry y ella caminaban juntos al trabajo, pero ¡Cuánta diferencia existía! Era como si ninguno quisiera tocarse y al mínimo roce de sus hombros la horrible sensación de culpa los hiciera creer que Ginny aparecería en cualquier momento, acusándolos de traición.
Al menos, era justo como Hermione se sentía caminando al lado de su "prometido".
En solo una semana Harry se había comprometido dos veces, con dos chicas completa y absolutamente diferentes. Por alguna razón, el pensamiento la hizo reír auténticamente.
—Me alegra que estés de mejor humor una vez que has salido de tu deprimente departamento.
—Eso ha sido desconsiderado de tu parte— lo acusó Hermione, sobresaltándose cuando él la tomó de la mano para cruzar la calle.
Él siguió caminando como si nada ocurriese, mirando esporádicamente a los coches y personas pasando a su lado, aunque con una sonrisa torcida que pretendía esconder su diversión.
—Cuando vivamos juntos, no lo haremos ahí. Siempre me ha parecido deprimente— reflexionó dramáticamente.
¿Vivir juntos? Evidentemente, era lo más lógico del mundo. Las personas casadas vivían solas... Cómo un matrimonio. Por la impresión de la implicación, se quedó pasamada en medio de la calle, obligándolo a esperarla.
Dándose cuenta, Hermione intentó sobrepasarlo, pero sus pasos eran más rápidos y sus piernas más largas, dificultando el proceso. Al final, lucía como si deseara alcanzarlo.
Debía dejar de comportarse como una adolescente, caviló. Estaba hablando de su mejor amigo, con el que nada podía parecer anormal.
—Suponiendo que sea así y que deje mi preciado departamento, habrá algunas reglas que acatar.
Como en todo, no era la primera vez que vivían juntos, sin contar Hogwarts. Para cuando se graduó, Harry y Ron llevaban bastante tiempo asistiendo a la Academia y la Madriguera dejó de parecer una buena opción para dos solteros.
Cuándo Ron la llevó a su departamento, un sitio bastante viejo pero con un amplio espacio, diversos ventanales y techo alto, vivir juntos fue toda una aventura, al menos al principio.
Nadie sacaría de su mente que cuando Harry convivía con Ron, su lado más descuidado e irresponsable salía a relucir. El desorden y olores extraños invadían gran parte del lugar, además de los múltiples rumores de qué hacía una chica de su edad viviendo con dos jóvenes adultos.
Cuándo terminaron, ella se marchó y posteriormente, cuando Ron se casó, el trío se disolvió finalmente. Siguieron encontrándose, naturalmente, pero sus vidas independientes ya los habían atrapado.
Si él se convertiría en su compañero presuntamente permanente, debía tomar el control.
— Quizá no te guste lo que escuches, habrá muchos "no" en nuestras reglas.
—Te escucho— la animó sin mostrarse preocupado, doblando en la calle próxima, bulliciosamente transitada en comparación a su vecindario. El caótico tráfico y movimiento matutino resaltaba por todos lados.
—Para empezar, tampoco viviremos en tu departamento.
Harry se mostró pesaroso.
—¿Por qué? Creí que también tenía muchos recuerdos para ti.
—¿Sabes lo que recuerdo? Su pésimo desorden y mi tiempo saliendo con Ron, ¿Eso te parece algo valioso de recordar?
Él arrugó el rostro con incomodidad.
—No me recuerdes que salías con él. ¡Fueron tiempos extraños!
—Que bueno que lo entiendes— sonrió ella, dándole palmaditas sobre el pecho mientras esperaban que el semáforo cambiase de color.—Lo segundo es... Que tengo que decírselo a mis padres.
Por primera ocasión, podía verlo angustiado.
—¿Me estás diciendo que no temes casarte pero sí a visitar a mis padres?
Sin esperarlo, cruzó la calle aguantando la risa. Finalmente algo en lo que él estaba en desventaja.
—¡No estoy asustado de eso!— protestó Harry, trotando para alcanzarla.
Su destino estaba cerca. La calle repleta de sitios donde comer sus comidas favoritas se extendía frente a sus ojos y por suerte, la mayoría estaban abriendo.
—¿Entonces que te asusta, James?
Él le revolvió el cabello en venganza. Nadie lo llamaba así y aunque no lo odiaba, siempre servía para fastidiarlo.
—De lo que les diremos para explicar que de un día para otro vamos a casarnos, Jean.
Su pequeña sonrisa de victoria murió cuando comprendió que Hermione acababa de deshacerse ante su explicación.
Tenía razón, no podía aparecerse y comunicarles que iba a casarse con el chico del que les habló por años y que hasta donde sabían, era su mejor amigo. Tenía que pensar en algo... Verdaderamente creíble y veraz para la filosa intuición de su madre.
—París.
—¿Qué?
Sin importarles estar de en medio de la avenida, con las personas mirándolos con reprobación, decidieron que era el mejor sitio para trazar sus planes.
—Me extrañaste mucho cuando me marché a París— dijo Hermione, intentando ordenar en palabras sus conclusiones.
—Claro que lo hice, fueron meses largos y las cartas nunca bastaban, pero...
—¡No!— chistó la chica, riéndose con alivio ante su ingenio—. Me extrañaste más de lo normal, más de lo que puede extrañarse a una simple amiga.
Harry intentó defenderse, completamente escandalizado, hasta que algo en su mente entendió la razón de sus palabras.
—Eso podría servir— admitió, todavía con reservas— ¿Y luego qué? ¿Volviste y decidimos que queríamos casarnos? No suena a algo que tú harías.
—¿De qué hablas?
Él miró amenazantemente a un sujeto con traje y corbata que les sugirió apartarse de en medio, obligandolo a seguir su camino.
—A que incluso si así hubiera pasado, me habrías rechazado. Tu trabajo lo es todo para ti, yo sería alguna especie de estorbo, al igual que el matrimonio.
A ella la ofendió que la conociera tan... ¿Bien? Por supuesto que deseaba casarse algún día. No sabía en qué momento y evidentemente mucho menos con quién, pero lo deseaba a pesar del monumental cambio que eso traería a su rutina diaria.
—Eso es mentira, yo sería capaz de dejar todo por ti, ¡Lo hice antes!— se defendió, obligandose a bajar la voz cuando notó que las personas los miraban—. Honestamente... Si yo estuviera enamorada, casarme contigo sería un sueño, no es estorbo, creí que lo sabrías.
Mirando de reojo a las personas pasando a su lado, Harry se acomodó distraídamente el abrigo para no tener que mirarla a los ojos.
—Cualquiera pensaría que somos una pareja de verdad.
Justo cuando creía que el momento no podría ser más incómodo, él decía esa clase de cosas, pero si seguía huyendo de sus comentarios, nada se solucionaría. Lo mejor era aceptarlo.
—Sí, y ruega porque mis padres lo piensen también— agregó, tirando de él de vuelta a la calle.
Al menos, comenzaban a ponerse de acuerdo.
